Ahora tengo que declarar como siempre que los personajes no son míos, pertenecen a la autora Stephenie Meyer y la historia fue escrita por la asombrosa autora pattyrose, yo solo la traduzco.
Y como en cada una de mis traducciones, le agradezco enormemente a mi compañera de armas, mi porrista personal y querida amiga, Erica Castelo. ¡Quién diría que tus jalones de orejas seguirían después de once años! T.Q.M!
Capítulo 10 – La chica que envió un mensaje de texto con dos palabras en mayúsculas
Me he mantenido ocupada todo el día por un par de razones.
En primer lugar, porque si alguna vez has sido un niño en víspera de Navidad, sabes cómo repentinamente el Padre Tiempo se transforma en un gigantesco perezoso justo antes de la gran recompensa. Y aunque, en mi caso, la recompensa no tiene nada que ver con un jovial viejo con un abultado traje rojo y todo que ver con un joven inteligente, divertido y bastante sexy con un gran acento, un buen par de Timberlands y preciosos ojos verdes, aplican reglas similares.
La otra razón por la que me he mantenido ocupada es porque si escribo mi nombre en un motor de búsqueda una vez más y me encuentro con otra variante de 'hermosa pero torpe estadounidense', puede que golpee algo. Por lo general, no soy una persona violenta—torpe, quizás, pero no violenta.
Afortunadamente, es la víspera de Navidad, y debería haber muchas distracciones que me mantengan ocupada hasta la tarde.
Primero, todas horneamos tartas de fruta picada como si estuviéramos en Great British Baking Show para la próxima celebración del día de Navidad de Rose con Emmett y sus padres. Luego, horneamos Scottish Shortbread para las celebraciones de Año Nuevo de la familia de Jasper, que los escoceses llaman Hogmanay. Finalmente, reconocimos una de nuestras tradiciones estadounidenses al hornear muchas galletas dulces de azúcar.
Al terminar de hornear, Rose, Alice y yo nos sentamos al estilo indio en el piso de la sala y envolvimos regalos. Cuando sugiero que toquemos villancicos navideños mientras envolvemos, ellas me informan que, de este lado del charco, en vez de villancicos, es tradición ver en la televisión un montón de anuncios navideños. Llevamos tres comerciales cuando emerge un patrón. Con visión borrosa, dejo a un lado mis tijeras antes de cortarme accidentalmente la punta de un dedo.
"¿Hay alguna razón por la que estos comerciales navideños—quiero decir, anuncios," corrijo, "quieren hacerme llorar a moco tendido?"
Rose expele una serie de suspiros entrecortados. "Se supone que lo hagan. De lo contrario, no están haciendo su trabajo."
"¿Su trabajo es joder con nuestra salud mental en la víspera de Navidad? Hoy ya estoy jodidamente estresada; no necesito ayuda."
Alice se ríe entre dientes entre sus lágrimas mientras tira de un par de tijeras afiladas a través de un listón y luego lo suelta convertido en preciosos espirales—todo sin perder un dedo. Maldita diseñadora presumida. Después, resume el propósito de los anuncios británicos navideños.
"Bella, el trabajo de los anuncios es jugar con nuestras emociones ya alteradas de modo que busquemos una forma de aliviar nuestro estrés—a través de las compras."
"Bueno, me rehúso a ser reducida por una estrategia de marketing," respondo. "Por lo tanto, ahora que sé sus intenciones, no hay forma de que ganen acceso a mi cartera a través de la manipulación de mis sentimientos."
"Ya veremos," Rose resopla.
Noventa minutos después, limpio los restos de las lágrimas en mis mejillas mientras escribo la información de mi tarjeta de crédito en la página de pago de la tienda departamental John Lewis. Una vez que me aseguro que mis nuevas botas serán enviadas a Nueva York, Nueva York, Estados Unidos de siete a diez días, cierro el navegador y la laptop y suspiro. Entonces, decido que, ya que estoy llorando, será mejor que haga un par de llamadas a los Estados Unidos.
Mi mamá está sorprendida por el hecho de que estoy en Londres, aunque le informé de mis planes para las fiestas la última vez que hablamos. Pregunta cuándo regresaré a Nueva York, y le digo—una vez más—que mi vuelo de regreso es en un par de días después del Año Nuevo. Lo que sigue es una intensa pero compleja conversación impregnada de una gran cantidad de temas. Me entero de los planes de Phil y de ella para el siguiente par de días, incluyendo una sesión de espiritismo en víspera de Navidad organizada en la casa de su médium favorita—sí, Renee tiene una médium favorita. También tienen un viaje de más de trecientos kilómetros al Gran Cañón para una expedición a sus entrañas en burro a medianoche—las entrañas del cañón, no del burro. Una vez que eso queda afortunadamente aclarado, me asegura que recibió el paquete que le envié para Navidad, y me promete enviarme algo a cambio—ha escuchado que los amuletos de popó de burro son de buena suerte para el Año Nuevo. Le aseguro vehementemente que un regalo como ese no es necesario. Hace otra indagación sobre cuándo volveré a Nueva York. A esta le sigue la mención de todas las ciudades que ella siempre ha querido visitar antes de morir—de edad avanzada, si Dios quiere—lo que la hace una lista bastante larga. Antes de terminar la llamada, nos deseamos Feliz Navidad y le prometo comunicarme de nuevo pronto, después de Año Nuevo, en febrero o algo así.
Para cuando llamo a mi papá, estoy más que agradecida que las conversaciones con él tienden a ser más cortas y concisas. A través de una serie de palabras principalmente monosílabas, me entero que Charlie va a recibir un par de amigos; van a ver el juego y a ordenar sándwiches de pavo. Su gruñido me asegura que recibió mi paquete, y cientos de miles de años de evolución del homo sapiens le dan las capacidades lingüísticas para expresar que recibiré un paquete para mí. Antes de terminar la llamada, él murmura algo que puede ser 'Te quiero' pero no estoy muy segura.
Finalmente, al terminar con ambas llamadas, dejo escapar una serie de suspiros colectivos, aliviada de que con toda esta locura, al menos ninguno de ellos mencionó los nuevos artículos extraños o las notificaciones en las redes sociales relacionadas con una hermosa pero torpe mujer estadounidense bailando un vals con un lord inglés.
Siguiendo adelante, realizo otra tarea entretenida y renuente, la de empacar una maleta para el par de noches durante el día de Navidad y el siguiente que pasaré en Edimburgo con Alice y Jasper.
No me malentiendan. No estoy renuente a empacar por que no quiera ir con ellos.
Bueno, estoy renuente a empacar porque no quiero ir con ellos. Pero no es porque no quiera estar con ellos; más bien porque es el primer día de fiesta de Alice y Jasper juntos. No deberían tener una tercera en discordia acompañándolos. Lo sé porque si cambiaran los papeles, y mi media naranja y yo fuéramos a celebrar juntos nuestro primer día de fiesta, estaría completamente de acuerdo con que Alice viniera con nosotros. Pero seamos realistas; están enamorados y son sus primeras fiestas juntos.
También está el hecho de que pasar un par de días en Edimburgo significa un par de días lejos de Edward. Por otro lado, tengo recordarme que no debería considerar a Edward en estos planes. En primer lugar, porque solo hemos pasado un par de días juntos, y no el tiempo suficiente para que asuma que él desearía verme ya sea el día de Navidad o al siguiente día. Y en segundo lugar… bueno, volveré a los Estados Unidos pronto de todos modos.
Cerrando la cremallera de mi maleta, le echo un vistazo al reloj y sonrío. No, mis esfuerzos por distraerme—hornear, envolver regalos, comprar, empacar, llamar a mis locos padres y perderme en mis reflexiones internas—nada funcionó exactamente. Ni por un momento olvidé que voy a ver a Edward en el pub esta noche—pero, al menos hicieron pasar el tiempo.
Ahora, es el momento de prepararme.
…
El pub que mis chicas prefieren en Oxford Street está ridículamente abarrotado. Los juerguistas de la víspera de Navidad deambulan por cada metro cuadrado posible de espacio, ya sea sentados a la mesa o solo parados por ahí charlando y gritando, riéndose ruidosamente y por supuesto, disfrutando sus rondas. Donde no hay personas o mesas, abundan las decoraciones navideñas—bolas de muérdago cuelgan estratégicamente de vigas mientras series de centellantes luces multicolores se retuercen como enredaderas de pared a pared.
Es genial, pero ya estoy acalorada. Guardando mi móvil, lamo lo que queda de la espuma de mi cerveza y luego le doy un buen trago.
"¿Con quién te estás enviando mensajes?" Pregunta Alice, dejando su conversación.
"Adivina," murmuro.
"Oh, demonios, Bella. Creí que ya no hablabas o siquiera te mensajeabas con ese cabrón."
Mis cejas se fruncen. "¿Qué? ¡No! No," sonrío con suficiencia. "Supongo que tendrás que adivinar otra vez."
Ella arruga su frente en concentración. "Ahh," asiente, "Sulpicia Volturi."
"Correcto."
"Bueno, aunque ella no debería molestarte en la víspera de Navidad, y mientras estás de vacaciones, definitivamente es el menor de dos males," dice Alice con una risita.
Me rio entre dientes, tomando otro trago. La cerveza de esta noche tiene un sabor a caramelo de nuez que evita que sea muy amarga. Y yo trato de no amargarme tanto al echarle un vistazo a mi reloj.
"Sin importar que sea la víspera de Navidad o que tenga vacaciones autorizadas, en Estados Unidos todavía son horas de trabajo, Sulpicia es mi jefa y tengo que mantenerla feliz."
Alice sacude la cabeza. "Ese lugar es como una guarida de vampiros, salvo que en vez de chupar tu sangre, te chupan el alma."
"Sean chupa-almas o chupasangres," sonrío, "sigue siendo uno de los mejores despachos de arquitectura en la ciudad de Nueva York, y tengo suerte de trabajar ahí."
"Yo diría que la cuestión de quién está haciéndole un gran favor a quién, en esa relación de trabajo, es debatible."
"Sí, bueno. Muchas cosas son debatibles ahora, pero… bueno, no importa."
El sucesivo análisis de Alice de mí se vuelve irritante. Ya nerviosa, ignoro su escrutinio con un gesto de mi mano que la hace reír. Luego, aliso mi blusa de terciopelo rojo sin arrugas, sacudo el polvo imaginario de mi minifalda negra de cuero, tiro de pelusitas invisibles de mis medias negras y quito una mancha inexistente de mis botas altas de charol.
"Estoy segura que estará aquí pronto."
Le doy una sonrisa irónica por detrás de mi cerveza. "Estoy aquí con mis chicas, en día de fiesta. Cualquier otra cosa o persona que se presente es irrelevante."
Sus cejas se disparan hacia arriba con recelo.
"Bien, bien. Tal vez no totalmente irrelevante."
"Y te ves espectacular, por cierto."
"Maldición, desde luego que sí." Deslizando un brazo alrededor de sus hombros, la atraigo a mi costado. "Después de todo, me vistió la mejor diseñadora nueva de Londres."
"Segurísimo que sí."
Con cada minuto que pasa, el pub se pone más ruidoso a medida que el último día de trabajo antes de no uno sino dos días festivos se acerca a su final. La anticipación vibra en el aire, con londinenses preparados para desatarse durante un largo fin de semana. Están parados frente al bar, de tres a cuatro hileras, ordenando una ronda tras otra. Los bármanes ya empiezan a verse agobiados al tratar de escuchar las órdenes de sus clientes por sobre la fuerte música e intentan mantener la paz al atender a todos en orden. Como sé muy bien por experiencia, Dios ayude a quien se meta con una fila británica.
"¿Qué dijiste? ¿A quién planeas ahorcar, Bella?"
Los labios de Emmett se retuercen como si luchara por no reírse. Tal parece que pude haber murmurado algunos pensamientos en voz alta.
"Oh, nada. A nadie." Aclaro mi garganta. "Y, ¿dónde está Liam esta noche?"
"Salió con unos amigos. Se reunirá con Rosie y conmigo mañana en casa de mis padres."
"Ah." Asiento despacio. "De verdad, espero que todo eso con… ya sabes… la confusión… espero que no…"
Emmett se encoje de hombros y lleva la cerveza a su boca. "Él está bien. El duelo entre él y Edward no es hasta el amanecer." Cuando mis ojos se abren con horror, él se echa a reír. "Te estoy tomando el pelo, Bella."
"Maldito cabrón (1)," sonrío con suficiencia.
"¡Vaya!" Se echa hacia atrás, riendo con más ganas. "Veo que mi Rosie te ha estado echando una mano con tu jerga del Reino Unido."
"Donde fueres…"
Poniéndose serio, se acerca y habla mucho más bajito. "Estoy seguro que pronto estará aquí."
"¿Quién estará aquí pronto?"
Él se ríe entre dientes. "Bella, he conocido al hombre toda mi vida. Nunca, jamás," sonríe, "lo he visto tan… interesado en alguien como obviamente lo está de ti. Estará aquí." Me sostiene la mirada de forma significativa por un momento antes de volverse nuevamente hacia Rose.
Suspirando, echo otro vistazo por encima de mi hombro. La creciente multitud ahora está hombro con hombro. Por un rato, me pierdo en sus tonterías.
"¿Hola? ¿Tierra llamando a Bella?"
"Lo siento, ¿qué?" Pregunto al volverme nuevamente hacia la mesa.
"Jasper nos estaba contando todo sobre Hogmanay."
Jasper pasa a una descripción detallada de las tradiciones de su infancia mientras yo hago otro intento por concentrarme en la conversación. Por unos minutos, estoy totalmente absorta, de verdad lo estoy. Pero entonces, vuelvo a echar un vistazo por encima de mi hombro…
"… y aunque los primeros visitantes portan panecillos negros, shortbread, y cock-a-leekie (2) —"
"¿Cock? ¿Polla qué?" Pregunto, volviéndome nuevamente hacia la mesa.
"Cock-a-leekie," Jasper repite. "Es sopa escocesa con puerro y cock."
Mis cejas se disparan hacia arriba, pero Alice aclara en seguida el asunto.
"Con cock, se refiere a pollo, no polla. No te emociones demasiado," ella sonríe.
"Ahh. Con cock quieres decir pollo," asiento. "Y yo que pensé que está conversación estaba a punto de tomar un curso interesante."
"Conjeturo que es inequívoco que un pellizco diminuto ameniza a los críos. ¡Eh!" Jasper se ríe, retrocediendo cuando le muestro la señal de la paz invertida (3). "¿Quién demonios te mostró eso?"
"Estoy aprendiendo."
"En fin, como estaba diciendo antes de semejantes diabluras," continúa Jasper con una risita, "la tradición más importante del Hogmanay es la del primer visitante, lo que significa dar la bienvenida al primero que nos visita llevando regalos después de la medianoche. Si el mozo o la moza es muy buen primer visitante, traerá consigo un poco de whisky. Y de acuerdo al ritual escocés…" – por un veloz momento, la mirada de Jasper parece ver más allá de mi hombro antes de volver con el resto de nosotros en la cabina, y sonríe, "es aún mejor cuando el cock y el whisky lo trae un atractivo mozo alto y moreno."
"Un atractivo mozo alto y moreno portando regalos de cock y whisky, ¿eh?" Asiento, levantando mi cerveza. "Brindaré por—"
"Bueno, en lugar de whisky y pollo," alguien dice por sobre mi hombro, "vengo portando regalos de cerveza y patatas fritas, y aunque definitivamente cumplo con el requisito de la altura, diría que mi cabello es más bronce que moreno. Es más…"
Las palabras son murmuradas cerca de mi oído, haciendo cosquillas en los cabellitos de mi nuca y provocando que se erice la piel de mi mano a mi brazo, por el ancho de mis hombros y por el largo de mi otro brazo. Poco a poco, me vuelvo hacia un lado y estiro mi cuello para mirar a los ojos al intruso, donde encuentro esperando un par de chispeantes ojos verdes.
"Es más, en cuanto a si soy o no atractivo…" Me ofrece una sonrisa, "tú me lo dirás."
Mi corazón se acelera, pero le ofrezco una sonrisa de suficiencia. "Como todo un entrometido, siempre escuchando conversaciones ajenas."
"Y como toda una peculiar americana, queriendo brindar por pollo y whisky." Se ríe entre dientes, pero en seguida se pone serio, y su tono cambia a uno mucho más de disculpa. "Lamento mucho llegar tarde, pero recibiste mis mensajes, ¿verdad?"
"¿Qué mensajes?" Pregunto, mientras saco mi móvil simultáneamente. Deslizando bruscamente mi dedo, mi mirada se posa en unos cuantos mensajes de Edward sin leer. Cuando les echo un vistazo rápido, me invade tanto el alivio como la mortificación por mi escepticismo.
«Hola, mi chica americana, lo siento mucho, pero tal vez llegue unos minutos tarde. Un cliente de último minuto…
«Bella, ¿solo quería confirmar si recibiste mi mensaje?
«¿Bella? Solo quería asegurarme que recibieras mi mensaje sobre que estoy—
"Ooh. Esos mensajes." Volviendo a mirar a Edward, le ofrezco una sonrisa avergonzada. "Debe ser que no los vi porque estaba atendiendo unas cosas de mi trabajo."
"Malditas cosas de trabajo," sonríe.
"En el fondo quería ahorcarte."
"¡No tan en el fondo!" Dijo una fuerte y estruendosa voz.
"¿Ah, sí?" Edward resopla. "Bella…" Acercándose, su rostro estar ahora al nivel del mío, sus ojos brillan y su boca está a solo un aliento de distancia. "¿Cuál es la respuesta?"
Ahora que sé que no me han plantado o ignorado, una vez más me permito quedar cautivada, fascinada por él y cómo su presencia siempre me hace sentir… libre de ser yo misma; como si pudiera decir o hacer lo que sea. Todo el tiempo, mis ojos trazan visualmente sus rasgos—su cabello, su frente, sus ojos, su nariz, antes de posarse en su boca, su suave, pero muy suave boca.
"¿La respuesta a qué?" Murmuro.
"A si crees que soy atractivo."
La risa borbotea en mi interior, ligera, diáfana y alegre, pero ahogo las ganas aun cuando sé que él puede verla ondeando las comisuras de mi boca.
"¿En serio estás buscando que te adule después de llegar aquí tarde y luego de ese intercambio de mensajes de esta mañana con patéticos halagos y cortejo?"
Su cabeza se inclina hacia un lado, sus labios retorciéndose con su propia diversión reprimida. "Creí haber compensado el patético cortejo."
"No, dijiste que ibas a compensarlo esta noche."
Sacude su cabeza. "No. Estoy muy seguro que te envíe un bien redactado y tremendamente dulce—"
Agarrando su mandíbula angular, inclino su rostro asustado, y cualquiera que haya sido la tontería que estaba diciendo muere en su garganta. En su lugar, él gime cuando nuestras bocas se encuentran y mordiscos juguetones dan paso a suspiros mutuos y labios rozándose de un lado al otro.
"Esa es una forma de callarme," sonríe con suficiencia.
"Lo mantendré en mente," sonrío. "Funciona para los dos, por ciert—"
Alguien—Rose—se aclara la garganta. "Ejem. Edward, ¿qué te parece si tomas asiento y nos acompañas?"
Edward y yo parpadeamos, girando nuestras cabezas de un lado al otro, al parecer recordando ambos que estamos en un concurrido pub.
"Y puedes bajar esa maldita bandeja antes de que derrames el resto de la cerveza," ordena Emmett. "También vas a pagar la siguiente ronda, amigo."
Apenas ahora noto también la bandeja que Edward sostiene a un lado, la que parece que alguna vez tenía cervezas servidas hasta el borde—cervezas que ahora están medio vacías.
"Ups. ¿Lo siento?"
Edward deja la bandeja sobre la mesa y me mira a los ojos. "No te preocupes." Tomando asiento junto a mí, me besa otra vez, sonriendo contra mi boca. "Después de ese recibimiento, me parece bien pagar todas las rondas a partir de ahora."
…
"Es tu culpa porque me pusiste nerviosa en ese vuelo."
"¿Mi culpa?" Edward pregunta, sus ojos se agrandan con falsa indignación. "¿Cómo fue mi culpa que estuvieras nerviosa en ese vuelo?"
"Ya me habías desconcertado en la puerta de embarque, así que para cuando abordé el avión—"
"De nuevo, ¿cómo te desconcerté cuando solo estaba sentado ahí, ocupado en mis asuntos, cuando tú deliberadamente—?"
"No digas que estabas ocupado en tus asuntos, Edward," espeto, enderezando mi espalda y amenazándolo con una papa frita—disculpen, patata frita. "No te atrevas a decir que estabas ocupado en tus asuntos o no me habrías escuchado cuando grité…" – curveo una mano alrededor de mi boca antes de susurrar, "polla."
Las fosas nasales de Edward se ensanchan al tratar de tragarse su risa.
"De acuerdo, de acuerdo; quizás no estaba del todo ocupado en mis asuntos…"
"Admítelo. Estabas escuchando una conversación ajena." Me acerco con la papa.
"Solo porque cada vez que me daba la vuelta tú estabas ahí—en las puertas giratorias, en la fila de facturación, y luego en la puerta de embarque."
"Entonces, ¿fue mi culpa que te entrometieras porque existo?"
"Es totalmente tu culpa por existir." Su boca se retuerce, sus ojos brillan.
"Me hiciste gritar polla."
Por un largo rato, nuestros ojos permanecen fijos, ambos rehusándonos a dar marcha atrás o ser el primero en parpadear. Cuando meto la papa en su boca, los dos perdemos la lucha. Nos reímos y reímos, mientras yo limpio las migas sueltas de su boca. Verán, trae puesta una camisa de vestir azul marino que le queda maravillosamente, destacando sus hombros anchos mientras se moldea en torno a su delgada figura. Junto con sus pantalones de vestir gris oscuro de pierna delgada, parece más un modelo de revista de moda europea vestido casualmente, que un abogado. No quiero ensuciarlo; al menos, no con una papa.
"Cuando reconocí tus Timberlands, casi dejo caer mi maleta en mi cabeza."
Él arquea una ceja. "Casi dejas caer tu maleta en tu cabeza porque la sobrecargaste."
"No estoy de acuerdo, jurista—"
"Puedes decir lo que quieras—"
Una vez más, como ha pasado unas cuantas veces esta noche, alguien en la mesa se aclara la garganta. Edward mira alrededor de la cabina, y cuando sigo su mirada, encuentro cuatro pares de ojos estudiándonos con más que un poco de diversión.
"Lo siento, ¿qué nos perdimos ahora?" Pregunto.
"Oh, no, nada," sonríe Alice, descansando los codos sobre la mesa y su barbilla en sus manos entrelazadas. "Abandonamos nuestras conversaciones. Es mil veces más interesante escucharlos a ustedes dos continuar."
"Y Bella, por favor, no creas que no nos dimos cuenta cómo ahora encuentras necesario susurrar la palabra, 'polla'," agrega Rose, "cuando la has estado gritando por todas partes desde que dejaste la ciudad de Nueva York."
"Bella tiene una peculiar relación de amor y odio con esa palabra en particular," Edward sonríe con suficiencia.
Las últimas horas han pasado volando. Es como si todos hubiéramos sido amigos por décadas. Sin embargo, incluso mientras charlamos, bebemos, comemos y pasamos el rato, los ojos de Edward encuentran constantemente los míos. Y es cierto, sin siquiera darnos cuenta, repetidamente nos replegamos a conversaciones para dos. Supongo que es un tanto descortés, pero no puedo lamentarlo.
Verán, mis citas nunca han sido así. Incluso con él, nuestras citas siempre han sido en sitios que yo misma me había convencido que eran románticos—pequeños restaurantes costosos, suites de hotel caras, asientos de ópera lejos de todos los demás. Ahora sé que siempre fuimos solo los dos no porque él disfrutara de tenerme para él solo, sino porque yo era un secreto clandestino. Él estaba colmado de poesía ensayada, impresionándome con aparente madurez, con versos escritos a mano comparando mi cuerpo con flores y con bistrós franceses con menús que solo él entendía. Él era un farsante de mediana edad; un seductor experimentado.
Y caí por su zalamería.
"Usted, lord Masen, se está quedando muy corto en sus objetivos de halagos y cortejos para esta noche."
Todos se ríen. Mientras tanto, Edward me acerca y deja uno de esos besos en mi frente que comienzo a adorar.
"Aún sobrecargada, gritando polla por todo el lugar, sudando en pánico y todo," susurra en mi oído, "para cuando te quedaste dormida en mi hombro y me babeaste, estaba perdido."
No, Edward no es zalamero; al menos, no de la forma acostumbrada. Pero tampoco es solapado con sus caricias, con el afecto que no oculta de nadie—ni siquiera cuando existe la posibilidad de que volvamos a terminar en Page Six.
En vez de eso, besa mi sien mientras me rio entre dientes por sus palabras para cortejarme y fingiendo horror cuando, en realidad, esas podrían haber sido las palabras más dulces que alguien me había dicho en mi vida.
"Oye, ¿quieres ir a dar un paseo?" Pregunta.
Lo miro a los ojos. "Sí."
…
Nos paseamos de un lado al otro en la bulliciosa Oxford Street tomados de la mano, ligeramente ebrios, pero más intoxicados uno del otro de lo que podríamos haber estado por la cerveza diluida.
Él se ríe entre dientes cuando le digo que mi mamá probablemente está en medio de una sesión espiritista en este preciso momento, tratando de conseguir que extraños muertos le digan dónde encontrar dinero. Tuve que agarrar mi estómago cuando él me dijo que su abuela probablemente estaba haciendo lo mismo, tratando de conseguir que sus ancestros muertos le dijeran cómo ocultar su dinero.
Las calles transitadas resplandecen como una brillante moneda nueva, húmedas y resbaladizas por la lluvia casi constante. En la calle de compras más concurrida en Londres, en el día de compras más activo del año, taxis negros y autobuses de dos pisos compiten con el tráfico peatonal, con bolsas de compras y sombrillas. El cielo oscuro y nublado amenaza con más lluvia, pero a nadie aquí parece importarle.
Entorno al maravilloso caos, deambulamos sin rumbo fijo, mientras admiro verbalmente la elegante arquitectura del siglo XVIII, ahora renovada para alojar modernas boutiques y emblemáticas tiendas. Inmersa en la historia, señalo donde los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial llevaron a la original arquitectura palladiana y pilares acanalados al estilo corinto a dar paso a la nueva construcción.
"Algunos prefieren las fachadas más nuevas y modernas," musito, mirando hacia arriba, "pero yo… bueno, no tenemos mucho de esto en casa, y creo que es espectacular—como una pintura del pasado, ¿sabes? Y aunque mucha de la vieja arquitectura está protegida, es una lástima que también está desapareciendo de aquí."
"Supongo que tiendo a darlo por sentado, pero tienes razón, es una lástima," concuerda Edward, tomándome en sus brazos. Cuando devuelvo la mirada hacia él, veo la expresión algo aturdida en su rostro. "Sin embargo, debo admitir que me encanta esa expresión de nostalgia que la tragedia de todo eso pone en tu mirada." Acaricia mi mejilla con el dorso de sus dedos, haciéndome estremecer.
"¿Tienes frío? Deberíamos irnos—"
"No, estoy bien."
"¿Estás segura?"
"Solo espero no haberte aburrido."
"En lo absoluto." Sus cejas se fruncen. "Bella, allá en el pub… en realidad, no pensaste por un momento que no me presentaría, ¿o sí?"
Me clava su mirada, y trago con fuerza antes de responder.
"Es solo que… por mucho que la ame," sonrío, "algunas veces me preocupa que soy muy parecida a mi mamá, divertida pero demasiado parlanchina sobre los temas más mundanos. Luego, en otras ocasiones, me siento como mi papá, tan perdida en mis pensamientos que olvido hablar en voz alta. En ocasiones, para compensarlo, tiendo a cuidar lo que digo. Ese no ha sido el caso desde que llegué aquí—desde que llegué a esa puerta de embarque en el aeropuerto, debería decir. Por alguna razón, no es el caso cuando estoy cerca de ti, y supongo que solo me pregunto si—"
Él toma mi rostro entre sus manos y me interrumpe con un beso firme pero tierno, terminando con un roce de sus labios en mi nariz y después en cada uno de mis ojos. Cuando se aparta, soy yo la que quedo aturdida y sin aliento.
"Nunca pienses que tienes que cuidar tus palabras o tus pensamientos a mi alrededor porque, Bella, me fascinas. ¿Lo sabías? La forma en que funciona tu mente… puedo escucharte hablar todo el día, sobre todo y nada. No conozco a tus padres, pero creo que eres el balance perfecto de ti. Lo que es más, cuando hablas de arquitectura europea con ese acento americano… maldición. Mm, mmm."
Cautivada al principio, para este momento, estoy riendo entre dientes. "Justo cuando creo que eres el peor del mundo cortejando, me ofreces esas hermosas palabras, ¡pero entonces me tomas el pelo!"
"Desafortunadamente para mí, no te estoy tomando el pelo," sonríe, retirando un mechón de cabello errante y luego susurrándome al oído. "Dime más de la arquitectura europea." Chupa el lóbulo de mi oreja, y cuando mis piernas amenazan con doblarse, me sostiene mientras yo chillo y suelto una risita simultáneamente.
"¿Estás tratando de decirme que estás excitado?"
"Díselo a todo Londres, mi ruidosa estadounidense, pero sí, estoy tremendamente excitado," susurra contra mi cuello.
Me echo a reír, resistiendo el impulso de abrir su abrigo y echar un vistazo. Mientras tanto, él entierra su rostro en mi cuello y también se ríe.
"Gritando polla en el aeropuerto no es la única forma en la que me has excitado."
Los dos nos reímos con tantas ganas que terminamos teniendo que sostenernos el uno al otro.
"Edward, tú me llamas a mí peculiar."
Obsequiándome un dulce y húmedo beso en mi cuello, se endereza y me mira a los ojos. Por un momento, parece que quiere decir algo. Pero entonces toma mi mano, y continuamos deambulando.
Recorremos Oxford Circus, la caótica intersección donde paradas de autobuses y la famosa estación del metro convergen y dejan salir al mismo tiempo a lo que parece ser la mitad de Londres. Con su brazo alrededor de mis hombros, Edward me abraza a su costado, previniendo que me empuje la gente.
"De acuerdo, he hablado lo suficiente sobre la gran arquitectura de Londres. Ahora es tu turno de excitarme al contarme más sobre tu trabajo legal y toda la investigación que haces todo el día."
Él pone sus ojos en blanco. "Verás, la diferencia ahí, mi amor," – me insufla una oleada de calor siempre que me llama su amor—"es que lo que me emociona es tu evidente pasión por la arquitectura. Y aunque soy bueno en lo que hago," sonríe con cierta dulce arrogancia que empiezo a adorar, "no hay pasión ahí. Por lo tanto, me temo que en lugar de excitarte, te pondría a caminar dormida si empiezo a hablar de mi trabajo."
Se encoge de hombros como si nada, pero sus palabras oprimen mi corazón. Tirando de su mano, detengo nuestro paseo y agarro su mejilla.
"Edward, si pudieras hacer lo que quisieras… ¿qué sería?"
Una vez más, se encoge de hombros, pero cuando su mirada se desvía de mí y vuelve, me ofrece una sonrisa tímida.
"Primero, prométeme que no te reirás."
Me rio, pero luego paso una mano por mi rostro y en seguida me pongo seria, cruzando mi corazón. "De acuerdo, de acuerdo. Ahora, prometo que no me reiré."
"No sé qué tanto puedo creer eso." Titubea por unos segundos, tomando una respiración profunda, pero me doy cuenta antes de que él pueda continuar.
"¡Quieres escribir historietas de horror!"
"Quiero escribir historietas de horror," confirma, sus mejillas rojizas por el frío o por la vergüenza o probablemente un poco de ambos.
Echo mi cabeza hacia atrás y rio a carcajadas. Cuando finalmente lo vuelvo a mirar a los ojos, Edward sacude la cabeza y rueda los ojos.
"Cruzaste tu corazón y todo eso."
"Lo siento, lo siento," digo con arrepentimiento, aunque no puedo desaparecer por completo la sonrisa de mi rostro. "Pero, ¿puedo explicarte por qué me reí? No es porque quieras escribir historietas de horror." Descansando mis palmas extendidas sobre su pecho, inclino mi cabeza hacia arriba para mirarlo a los ojos. "¡Fue porque lo sabía! Edward, tienes un título; eres un jurista exitoso; te vistes así pero usas pantalones de chándal y Timberlands y vuelas en económica y quieres escribir historietas," digo maravillada. "Eres un enigma."
Se ríe entre dientes bajito y desliza sus manos en mi nuca. "Entonces, lo que estás diciendo es que soy extraño."
"Lo que estoy diciendo es que eres fuera de lo común. Pero estás hablando con alguien a quien llamas peculiar en primer lugar, así que, quizás no soy la mejor para juzgar. Y quizás lo que creo no debería importar de todos modos."
Sus pulgares acarician mi cuello, roces casi inexistentes que hacen temblar todo mi cuerpo mientras sus ojos abrasadores perforan los míos. Todo el calor viaja por mi cuero cabelludo hacia los dedos de mis pies y me mantiene más que caliente; estoy acalorada en medio de esta noche húmeda y brumosa.
"Te llamo mi peculiar americana," aclara, "y lo que pienses importa mucho para mí. Ves, esa es una de las razones."
"¿De las razones de qué?" Pregunto, buscando en sus ojos porque creo que también sé la respuesta a eso.
"Bella… nunca le he dicho a nadie lo que me gustaría hacer. Sin embargo, tú no solo lo adivinaste… sino que haces parecer muy fácil el reinventarse a uno mismo."
"¿Por qué no lo sería, Edward? Definitivamente, puedo verte mirando por la ventana de tu departamento en Londres y utilizando su rica historia para escribir historietas llenas de mierda realmente espeluznante."
"¿De verdad puedes?" Me mira y suena tan esperanzado.
"¿Y de qué exactamente se va a tratar tu historieta?"
Suspira, y esos ojos verdes brillan porque hay mucho camuflado detrás de su belleza externa. Hay profundidad y variedad y un entusiasmo desbordante, y más creatividad de la que se requiere de un aburrido noble o un jurista, sin importar lo exitoso que pudiera ser el jurista.
Él sonríe. "No estoy del todo seguro. En realidad, nunca había considerado escribirla hasta ahora…" Hace una pausa. "Pero tengo ideas…"
Balanceándome de puntillas, le susurro al oído. "Entonces, dime todas tus ideas, Edward Cullen. Tal vez pueda ayudarte intercambiando ideas."
Cuando me retiro, él traga grueso, con su mirada oscura e intensa. "Bella… sé que tu tiempo con tus amigas es precioso, pero…"
Ya sé lo que va a pedir, y estoy más que lista para pasar la noche con él.
"… ¿estás totalmente decidida a ir a Edimburgo a pasar los próximos días?"
"¡Sí!"
Su rostro decae.
"¡Quiero decir, no! No, no lo estoy," sonrío. "Pensé… no importa."
Sus cejas se fruncen, pero entonces me ofrece una sonrisa esperanzada en respuesta.
"En ese caso, ¿quieres pasar tus días conmigo?"
Hay algo en la forma en que dice 'pasar tus días', como si las palabras tuvieran un significado más profundo que solo pedir mi compañía durante los siguientes dos días.
"Me encantaría."
"Magnífico," dice entre su aliento. Luego, lamiendo sus labios, se acerca. Pero antes de cerrar el espacio entre nosotros, su mirada se desvía hacia arriba.
"Rápido, mira hacia arriba, amor."
"¿Ahora?"
"Sí, ahora," sonríe.
Chupando mis dientes, porque sus labios están tan cerca que ya siento su suave calor, me alejo de ellos lo suficiente para mirar hacia arriba y más allá de él.
"Tengo que decirlo, tu interrupción de este momento es—oh, wow… precioso."
Miles tras miles de luces titilan sobre nosotros. Atraviesan las calles, cuelgan juntas como constelaciones en una majestuosa y exótica vía láctea londinense.
"¿Estás son las luces de Navidad de Oxford Street?"
"Sí, y tienes razón; esta… es una vista preciosa."
"La mejor de las vistas."
"Indiscutiblemente la más mágica de las vistas."
Hay un gran reloj en la fachada de una de las tiendas departamentales; no es un Big Ben, cuando su ding-dong marca la medianoche, el sonido retumba y me emociona por todas sus promesas.
"Feliz Navidad, mi hermosa chica americana," murmura Edward, capturando mi boca con un dulce y tierno beso.
"Feliz Navidad," sonrío contra sus labios.
El resto de las estrellas que vemos están detrás de párpados cerrados mutuamente.
…
Mucho más tarde, cuando estoy acostada en la cama y repasando la maravillosa velada, mis ojos empiezan a cerrarse cuando mis pensamientos más íntimos reclaman su dominio. La sonrisa de Edward está en primer plano en tantos momentos durante los últimos días. Protagoniza cada escena, rodando en cada fotograma como en un carrete de película…
El zumbido en mi mesita de noche me despierta con un sobresalto. Cuando reviso mi teléfono, encuentro una foto a colores de Edward y yo besándonos bajo las luces navideñas de Oxford Street. El pie de foto dice:
¡El futuro barón Masen recibe los primeros momentos de Navidad con su chica estadounidense!
Me rio entre dientes al echarle un vistazo al párrafo que la acompaña. Luego, leo el mensaje de Edward.
«Debes amar nuestros tabloides.
»Oye, al menos esta vez no me llamaron torpe.
«Será mejor que no lo hagan, o tendré que llamar a Harry por consejo.
»¡Lol! ¡NO eres amigo de él!
«Tienes razón. Las pocas veces que jugamos Rugby juntos definitivamente no califican como una amistad. Es más fácil mantenerte lejos de poncheras en el futuro.
»Y lejos de pistas de baile.
«No prometo nada con relación a las pistas de baile. Eso fue muy divertido.
»Además, muchos besos ayudan a mi coordinación.
«Si ese es el caso, no te he estado besando apropiadamente, porque tu coordinación no debería verse afectada POSITIVAMENTE.
»Lol. Siempre podemos trabajar en eso.
«Tal vez tengamos que hacerlo. Vuelve a dormir, chica estadounidense. Lamento despertarte. Te recogeré en unas horas.
»Está bien. No puedo esperar, Edward.
«No tienes idea, Bella.
Con la anticipación cosquilleando en mi vientre, abrazo mi almohada y dejo que el sueño me reclame.
Un minuto o una hora después, el teléfono zumba otra vez.
"Lamenta despertarme, mi trasero," sonrío adormilada. Sin embargo, tan agotada como estoy, me rehúso a privarme de conversar con Edward en favor de algo tan trivial como dormir.
«Bella, estoy en Londres.
En mi estado adormecido, me toma un par de segundos darme cuenta que el mensaje no es de Edward. En ese momento, toda la anticipación que sentí un segundo antes da un giro y se transforma en todo lo opuesto. La mano que sostiene el teléfono tiembla, y lo dejo caer. Cuando lo recojo del suelo y vuelvo a leer el mensaje, casi deseo que el teléfono se hubiera roto, quebrado en miles de pedazos, y convirtiera el mensaje en irreconocibles garabatos. Requiere que lo lea otro par de veces antes de aceptar que estoy despierta y no en medio de una pesadilla.
Él está en Londres.
¿Él está en LONDRES?
¿Qué demonios está haciendo en Londres?
¿No era la fiesta de su esposa esta semana?
¿Qué demonios está haciendo en Londres?
En realidad, no escribo las preguntas. En vez de eso, trato de mantener mi respiración uniforme y mantener mis temblores al mínimo para no despertar a Alice. Parecen objetivos simples, pero se vuelven más altos cuando veo los puntos suspensivos indicando que él está escribiendo más.
«Bella, por favor, necesito verte.
La náusea aumenta como densa lava, forzándome a tapar mi boca con mi mano. Con dedos temblorosos, escribo una respuesta rápida antes que él pueda escribir más, maldiciéndome aún más a mí misma que a él.
»Déjame en paz. De una vez por todas.
Dejo el teléfono a un lado como si quemara mis palmas, mientras cada uno de mis errores pasa ardiendo por mi mente como cenizas listas para incendiarse; todas las mentiras que me tragué y las excusas que puse. Desafortunadamente, menos de un minuto después, el teléfono zumba otra vez. Reprimiendo un gruñido, cierro mi mano alrededor del estuche de plástico del teléfono como si tuviera una bomba que pudiera detonar.
«Bella, mi amor, te necesito.
«Marcus, HEMOS TERMINADO.
Esas dos palabras en letras mayúsculas deberían transmitir mi mensaje fuerte y claro, ¿no es así?
Antes que pueda mensajear en respuesta, borro todo el intercambio. Lo borro a él de mi teléfono y continúo al ir a mi configuración y bloqueo su número. Es curioso como ahora me doy cuenta que todo esto son cosas que debí haber hecho mucho antes en esta relación, si lo que él y yo teníamos pudo llamársele alguna vez una relación. Algo que le dije a Rose hace solo unas semanas, cuando trataba de justificar mi relación con él, ahora me sacude como una epifanía.
Un mes o un día, Rose; no hace una diferencia cuando te complementas. Justo como cuando no encajas, sin importar cuánto tiempo hayan estado juntos.
"¡Por el amor, B, vete a dormir! Verás a Edward de nuevo en unas horas," Alice se ríe entre dientes adormilada.
"Sí," digo con voz rasposa, para luego aclarar mi garganta. "Sí, lo haré. Lo siento, Al, vuelve a dormir."
Ella murmura algo ininteligible y luego se da la vuelta sobre su estómago, volviendo a quedarse dormida fácilmente y soñando con Jasper porque ella nunca fue lo bastante estúpida para dormir con un hombre mayor casado supuestamente sofisticado cuya esposa resultó ser la hermana de mi jefa.
Yo, sin embargo, no tengo otra opción ahora más que dejar el teléfono en la mesita de noche y mirarlo amenazadoramente, desafiando al cabrón a zumbar una vez más con un número diferente, para poder tomarlo y estrellarlo contra la pared.
"Adelante, hijo de puta," articulo las palabras, apenas atreviéndome a respirar mucho menos a susurrar en caso de que el teléfono vuelva a la vida y tome mi amenaza como una invitación. Solo inhalo profundamente y exhalo en alivio cuando el débil sol de Londres empieza a asomarse a través de las persianas y anuncia la llegada de la mañana de Navidad.
Afortunadamente, el móvil ha permanecido felizmente en silencio. En ese momento, me permito descansar porque las dos palabras – todas en letra mayúscula—hicieron su trabajo.
(1) La frase original que dice Bella es "Bloody wanker" que son palabras obscenas muy británicas.
(2) Es una sopa tradicional, típica del invierno, muy celebrada en la cocina escocesa. Obviamente Cock es gallo, o en este caso pollo, pero como ya sabrán también se traduce como polla *menea las cejas* jejeje así es como lo entiende Bella y por eso le llama la atención.
(3) La señal de la paz es conocida por todo el mundo pero esa es con la palma de la mano hacia afuera, invertida, con la palma hacia adentro, es usada por los británicos como los estadounidense usan el dedo medio. Como un 'fuck you' o vete a la mierda.
¡Pues sí, el hdp está en Londres! ¿Pueden creerlo? ¡El descaro! Es obvio ya que todo lo que le dijo a Bella era mentira, no se supone que no le dijo nada a la esposa por su supuesta fiesta de cumpleaños, y ahora viaja a Londres sin importarle, jum…y ahora que Bella empezaba a dejarse llevar por sus sentimientos por Edward, ¿aunque quién más se sintió orgullosa cuando escribió esas dos palabras en mayúscula? HEMOS TERMINADO. Aunque como ella misma reconoció, eso debió haberlo hecho mucho antes, al menos ya lo hizo, solo esperemos que no haya sido demasiado tarde. Y bueno, varias creían que Él era Jacob y aunque en realidad no importa el nombre del pende**, resultó ser Marcus. Y un detalle muy importante que sin duda Bella no había mencionado, es el esposo de la hermana de su jefa, UPS! ¿Será ese otro problema a la vista? Ya lo veremos, pero bueno, dejando atrás al hdp, volvemos con lo más importante. EDWARD. ¿Quién más quiere comérselo a besos? Awww… ¡lo amo! Sus intentos por halagar y cortejar a Bella resultan de los más torpes pero dulces y tiernos, ¿no creen? Y Bella ya cayó redondita, y él también. Ahora pasarán juntos los días que las chicas están ausentes, y mucho puede pasar en esos días, ejem… ;) Espero que hayan disfrutado del capítulo y como siempre, esperaré ansiosa sus reviews para saber qué les pareció y así leer pronto el siguiente. POR FAVOR, si leen, no les cuesta nada decir qué les pareció o dejar un saludo o un gracias, y saber así que están leyendo y aprecian lo que hacemos para compartir estas historias con ustedes, siempre nos anima a hacerlo con más alegría, con más ganas, no lo olviden. Además de que la autora está atenta a su respuesta.
Muchas gracias a quienes dejaron su review en el capítulo anterior: Rosiichita, Tata XOXO, Paola Lightwood, Vianey Cullen, Aislinn Massi, BereB, paupau1, kaja0507, Tecupi, Isis Janet, MichelleGutierrezs, somas, JessMel4, AnnieOR, alejandra1987, Noriitha, Adyel, Lupita Pattinson Cullen, rosycanul10, Cherryland, injoa, kasslpz, aliceforever85, Arlette Cullen Swan, Maryluna, Brenda Cullenn, malicaro, NarMaVeg, PRISOL, Idrt12, Adriu, Lizdayanna, mrs puff, saraipineda44, Ali-Lu Kuran Hale, E-Chan Cullen, Car Cullen Stewart Pattinson, Mafer, Sully YM, MissannieL, EriCastelo, Lady Grigori, Doble Rose, Liz Vidal, tulgarita, Bertlin, Lectora de Fics, y algunos anónimos. Saludos y nos leemos en el próximo, espero que muy pronto. DEPENDE DE USTEDES.
