INUYASHA NO ME PERTENECE, PERO LA TRAMA SI
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Amor secreto
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CAPITULO 4
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Totalmente lejana a los pequeños tejemanejes orquestados por Kikyo, Kagome seguía con su ritual de perfumar la habitación del duque.
Aprovechó que él salió a cabalgar, para meterse a hurtadillas
La habitación estaba igual la recordaba del día anterior. Pero el especial olfato de Kagome detectó que además del perfume que ella rociaba, era posible hallar ese olor tan propio del duque. Tan único de él.
Habría que ser muy íntimo suyo para hallarlo, pero ella lo conocía y desde entonces fue imposible que lo olvidara.
Se sentó en la cama, perfectamente hecha.
Habia enviado a Sango a una misión muy especial en las cocinas. Habia logrado conseguir algo de ajo silvestre, gentileza del buen jardinero a quien había tomado mucho aprecio. Mezclando aquella especia con algo de menta, había logrado preparar un condimento sazonador que servía para sopas y carnes.
La cocinera era una mujer muy abierta y amable, como Sango le había dicho, pero debía hacer lo posible por rehuir la vigilancia de la señora Swift.
Lo único que Sango debía lograr era verter su pequeña sazón en el frasco de la pimienta. Nadie se daría cuenta de la sustitución, pero vaya que los paladares lo agradecerían.
A Kagome no le interesaba ninguno, salvo que el hombre que ella tanto añoraba en el corazón, pudiere pasar un momento agradable en la cena.
A ella le apenaba los dolores y penas que él podía estar pasando. Moría de ganas de saber más de él, de conocer esos temores que lo aquejaban. Pero se consolaba pensando que, si bien no podía tener acceso a esa información, al menos ella haría cuanto estaba en su mano para aliviarle, aunque sea de forma furtiva y secreta.
Le pareció oír pasos, y se apresuró en levantarse, luego de estirar la sabana verde de seda.
Iría a su habitación a esperar a Sango, con noticias y que la ayudara a prepararse para la cena.
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Durante la cena de esa noche, y a razón de que algunos invitados de la casa se despidieron ya por la tarde, cambiaron algunas ubicaciones en la mesa.
Tal es así, que Kagome acabó sentada junto al duque en un inesperado movimiento que no fue planeado. Los únicos invitados que quedaban eran los Villiers y la señora Longines, una amiga de la señorita Rivers, y que desde el comienzo pasaban las veladas ensalzando las múltiples virtudes de la joven, en un abierto destaque a ella.
Si bien frente suyo quedó ubicado su hermano Miroku, la joven Kagome temblaba al saber tan cerca al duque.
Tan cerca y tan lejos a la vez, porque el duque no la miraba más de lo necesario, en cambio ella difícilmente podía disimular las ganas que tenía de beberse el rostro de él.
Aprovechaba que él no la miraba, para poder deleitarse con los detalles de su rostro y con sus espontáneos gestos.
Sango le había comentado que el plan de sazonar la comida de la noche tendría éxito, porque pudo verter el preparado.
Cuando trajeron la sopa, Kagome casi rayó en la descortesía con la señora Longines, quien le habló, por estar más atenta en el duque y su reacción al probar la comida.
Su gesto adusto y aburrido al llevar la cuchara a la boca, cambió repentinamente. La joven lo notó desconcertado, ya que se apresuró en volver a cargar para probarla.
Era claro que el sabor le llamaba la atención.
Aunque Kagome sólo tenía ojos para el duque, él no fue el único sorprendido con la cena, ya que los demás mostraron sorpresa. Sabían que la cocina de la casa era buena, pero ahora era cuando sentían que estaban comiendo algo muy delicioso.
―Por dios, esta sopa esta deliciosa ―refirió la señora Longines, rompiendo el silencio, y apresurándose en tragar más de la deliciosa comida.
Kagura y Miroku también alabaron el plato, aunque el mismo les pareció una sazón muy conocido. Kagura miró a su cuñada, quizá la joven le pudo haber dado alguno de sus condimentos secretos a la cocina de la mansión.
Kagome vio con orgullo como el duque, aburrido como estaba, ahora vaciaba el plato con placer.
―Tengo que reconocer que esto sabe mejor que otras veces ―admitió finalmente el duque sacando una voz que a Kagome le pareció un bálsamo, y luego dirigiéndose a señor Hunt―. Enviad felicitaciones a la cocina, por haber presentado estos platos.
El serio mayordomo asintió con la cabeza, algo extrañado, ya que él conocía la sazón de la cocinera de la casa, y su comida no era para tanto, pero diligente, entregaría las felicitaciones del duque.
Estaban en un descanso del segundo plato, cuando un comentario de alguien derivó acerca de los caballos del establo de la casa del duque. Kagome, quien había estado muy callada, no pudo evitar emocionarse al oír aquello. Cobró valor para dirigirse directamente al duque.
―Su excelencia, tiene usted unos caballos muy bonitos. Debo atreverme a felicitarlo por ello.
―Señorita Villiers, me alegra que haya disfrutado con ellos ―respondió él, mirándola con atención.
Kagome estaba demasiado feliz, que no notó el dejo de suspicacia que tenía la observación del duque.
― ¿Ha paseado usted esta mañana por el establo? ―preguntó el duque
―Oh, sí que lo he hecho. Ha sido una experiencia gratificante ―contestó Kagome, pensando en el ritual aromático que hizo con Rayo Azul.
Bankotsu cogió su copa y ya no volvió a mencionar nada más, pero la miraba como si la estudiara. Kagome en su inocencia, no advirtió aquello
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Bankotsu había estado incomodo, luego de que Kikyo le hubiera dicho que Kagome le había tendido una trampa para hacerle daño. No quería creerlo, y más por la pulcra imagen de inocencia que él guardaba de ella.
Luego de la exquisita comida, pudo cruzar algunas palabras con la joven que estaba sentada a su derecha. No le negó que hubiera pasado por el establo esa mañana.
Sus gestos y semblante delataban a una joven llena de tranquilidad y aparente dulzura.
¿Podría ser cierto que bajo esa sonrisa jovial se ocultare una mujer peligrosa?
Él ya había tenido experiencia con una y sólo quería mantenerse alejado de mujeres de esa calaña.
La miraba e irradiaba una energía atrayente y él tenía que hacer un esfuerzo para no mirarla. Ya no poseía las facciones aniñadas de cuando comenzó a generarle una inapropiada atracción. Ahora tenía una fisonomía más adulta, pero en absoluto menos atractiva.
La miraba de reojo, para que ella no pudiera darse cuenta. Que misterio representaba para él aquella mujer.
Dejó de mirarla, cuando comenzó a asociarla con el recuerdo de su difunta mujer, esa bruja sin corazón, que cuando lo cazó estaba vestida de muchacha inocente y dulce.
Con aquel recuerdo latente, Bankotsu siguió el resto de la comida sin volver a cruzar palabras con la joven.
Y cuando las damas se iban a retirar, él ni siquiera se levantó para ayudar a mover la silla de Kagome. Sentía la mirada de la joven sobre él, pero la ignoró. Se apresuró en pedirle a Miroku que fueran a fumar en la otra habitación, mientras las mujeres se reunían en la otra.
Los Villiers aun permanecerían un mes en la casa. Sería imposible para Bankotsu evitar cruzarse con aquella joven, así que decidió usar una estrategia, aprovechando que Miroku siempre lo escuchaba.
―Me alegra que Lady Villiers siga contenta ¿pero qué opinas de tu hermana?. La he visto poco por los alrededores ―comentó pareciendo casual.
Miroku sonrió recordando a Kagome.
―Creo que la verás más recorriendo los vastos jardines o en el invernadero. Tiene una fascinación por el arte de la perfumería y la herboristería.
― ¿Y la has dejado con aquel pasatiempo? ―preguntó Bankotsu, enarcando una ceja
―Mi hermana sufrió la pérdida de nuestros padres, siendo muy joven. Es por eso que la dejo hacer lo que quiere. La vida en Devonhill es muy tranquila y adecuada a su carácter ―explicó Miroku, bebiendo algo de la copa
―Pues creo que deberías pensar en su futuro ―refirió Bankotsu, seriamente
Miroku miró a su amigo. Sabía a qué se refería.
Él había tenido suerte de casarse con una mujer que le gustaba, con la que se llevaba bien, y que además proporcionase una dote interesante al matrimonio. Le costaba pensar en Kagome como disponible para el mercado matrimonial.
―Me gustaría que ella no tuviera que verse obligada ―comentó Miroku
― ¿Y qué harás si un día le faltas? ―Bankotsu meneó la cabeza―. Además de un fideicomiso, deberías pensar en un marido que pudiera cuidar de ella.
Miroku respetaba la opinión de Bankotsu, lo consideraba el mejor consejero posible, con su ayuda, había logrado sanear sus finanzas exhaustas, así que consideraba su aporte como esencial.
―No quisiera que sufra en un matrimonio que la haga infeliz…
―Sabes que estos casos prima la razón, por sobre el corazón. Y debes pensar con la cabeza fría. Si no quieres presentarla a los muchachos de Londres, siempre puedes optar por llevarla a Devhall donde residen los condes de Devonhill y pedirles ayuda para encontrar un apropiado partido rural.
Miroku ya no dijo nada, pero era claro que aquella idea de su amigo lo dejó pensativo.
Siempre había tenido resistencia ante aquella inevitable idea.
Bankotsu era perfectamente consciente del alcance de sus palabras y del nivel de influencia que tenía sobre su amigo, el barón.
En parte, su consejo era cierto. Kagome necesitaba un esposo. Y él necesitaba sacarla de su rango de visión.
Si ella se casaba ya sea en Londres o Devonhill, se vería obligado a quitarla de sus inadecuados pensamientos. Cualquier cosa era mejor que tenerla como tentación. Ya una vez había pagado muy caro por haberse dejado llevar por una.
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Mientras las damas conversaban, Kagome pidió permiso para ir al aseo.
Era mentira.
Quería ir al único lugar donde deseaba estar ahora, sitio al cual convirtió su rutina el ir. Si bien la habitación ya fue aromatizada y Sango había quedado encargada en la cocina, de cuidar de que té del duque fuera servido con aquellas hierbas relajantes, nada de lo que estaba haciendo le parecía suficiente a ella.
Vigiló el pasillo, y corrió a internarse a su sitio preferido. Le tenía un miedo atroz que alguien la viera, porque sería imposible de explicar.
A quien más le temía era al mayordomo y al ama de llaves. La otra persona que tenía grandes posibilidades de descubrir su afición era el ayuda de cámara del duque, el anciano Myoga, aquel hombre tan silencioso.
Kagome tenía el presentimiento de que ese hombre no era de esos que metía sus narices donde nadie lo llamaba.
La habitación del duque de York estaba tal cual la había dejado esta mañana.
Su pequeño plan tenía que avanzar a un grado más complicado.
Kagome se acercó al vestidor, llena de camisas limpias y almidonadas. Pero al acercarse con detenimiento, podía notar los remiendos que tenía, que denotaba que eran prendas que llevaban temporadas siendo usadas.
Algo tenía que reconocer, que el ayuda de cámara era un verdadero mago para la costura casi invisible y por la otra, la imponente apostura del duque que le permitía lucirse aun con aquellas camisas anticuadas.
A Kagome la inundó la ternura el pensar que él no les diera importancia a esos detalles tan banales. Pero ella lo amaba tanto que no soportaba la idea que cualquier persona pudiera señalarlo por esos pormenores.
Cuando se volvió para salirse, sus ojos se toparon con el cuadro del centro, la de aquella dama tan digna y elegante.
La joven le sonrió, como si le hablara a la pintura.
―Prometo que haré lo posible por seguir mejorando la vida de su hijo…
La joven salió tan discretamente como entró, mirando ambos lados del pasillo. Debía volver junto a su cuñada Kagura y las otras mujeres antes de que mandaran a buscarla.
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Desde las sombras, y cuidando para no ser notada, Kikyo lo vio todo.
Desde que decidió que no le perdería pisada a la chiquilla Villiers, lo que menos esperaba era la desvergüenza de esa muchachita.
El hecho de entrar y salir de la habitación de un hombre denotaba unas agallas y un atrevimiento sin límites.
Y peor, hacerlo a la habitación de un hombre como el duque. Ese hombre tenía que ser de ella.
Habia tenido razón en pensar que la joven no era tan inocente como aparentaba. Algo se guardaba entre manos y era claro que el duque de York también era codiciado por ella.
La curiosidad la llevó a dirigirse a la habitación en cuestión, una donde nunca se atrevió a entrar. Ni siquiera su difunta hermana tuvo permiso para hacerlo, ya que el duque se lo había prohibido.
Empujó la puerta con cuidado y se encontró con aquel templo prohibido.
Se sorprendió un poco de encontrar una habitación muy sencilla en comparación a la suya propia en la casa. En una rápida mirada, no detectó nada anormal.
La mesa impecable. El vestidor limpio e impoluto. La cama y sus doseles hechas a la perfección.
¿Qué pudo haber estado haciendo aquella ratoncita de campo?
Cuando sus ojos se toparon con el cuadro del centro, Kikyo mosqueó. Era evidente que la mujer era la madre del duque. No había nada que recordara a Tsubaki Rivers, ni siquiera algún retrato pequeño.
Ya suficientemente ofensivo le resultaba que en toda la casa no hubiera un solo vestigio de su hermana mayor.
No es que Kikyo le tuviera tanto cariño, pero Tsubaki representaba el listón al cual debía llegar.
Como no vio nada más que le llamara la atención, decidió salir y volverse al salón.
Pero cuando abrió la puerta, se topó en la entrada con aquel viejo decrepito, ese tal Myoga que fungía de ayuda de cámara del duque.
La joven se asustó, y él se mostró sorprendido de encontrarla.
―Señorita Rivers ¿puedo ayudarla?
―Es que…me he equivocado de habitación…sí…sólo ha sido eso ―inventó la muchacha con un tartamudeo, pero luego regresó a la altanería―. Hágase a un lado.
El viejo ayuda de cámara se limitó a ponerse a un costado y dejarla pasar, haciendo una reverencia. Ella escapó veloz.
Él traía unas camisas que había estado remendando. Encontrarse a aquella señorita fue sorprendente, pero no era raro para él.
A leguas se notaba que la jovencita veía al duque como una presa a atrapar.
Decidió continuar con lo suyo, acomodando lo que trajo.
A simple vista la habitación seguía igual que siempre, pero el anciano percibió aquel aroma suave y calmo que emanaba del lugar.
¿Era posible que la muchacha que acababa de salir tenía que ver con aquel olor?
Eso sí sería algo extraño.
Aquella fragancia no se parecía en nada a esa joven.
CONTINUARÁ
Muchas gracias y veré si puedo publicar el 5 bien pronto hasta completar el 12. Mi idea es comenzar a actualizar dos veces a la semana
Besote PAULA NATALIA, FRAN GARRIDO, LITA MAR, CONEJA, NICKY, MONSE, EVVNEV ( me pillaste)
Cariños
Paola.
