INUYASHA NO ME PERTENECE, PERO LA TRAMA SI

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AMOR SECRETO

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CAPITULO 9

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CINCO MESES DESPUES

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Los condes de Devonhill, vecinos del barón Villiers organizaron un baile. Por supuesto los invitaron a ellos y a la joven Kagome Villiers.

Sería un inicio de bailes en el pueblo, ya que Lady Villiers también estaba organizando otro de bienvenida a su familia que venía de Boston. Así que Alcott era un hervidero de actividades.

Kagome estaba más delgada, pero había recuperado algo de color. Su cuñada Kagura se encargó de procurarle vestidos nuevos para todas las jornadas.

Aunque al barón Villiers, los negocios le mejoraron gracias a su cercana amistad con el duque de York, Kagura poseía su fortuna personal propia, así que no se privó de encargar buenas telas y sombreros para su pequeña cuñada.

En Devhall, el hogar ancestral de los condes de Devonhill, la familia fue recibida con cordialidad por los anfitriones.

La presencia de Kagome causó sensación entre los presentes, quienes no la recordaban con aquella belleza elegante que ahora portaba.

Vestida de blanco y con el peinado impecable, sus mejillas sonrosadas con hoyuelos llamaron la atención de todos los jóvenes de la velada.

Kagome tenía una tarjeta de baile.

Sinceramente no pensaba que llegaría a utilizarla, pero le sorprendió llenar su carnet de forma pronta con la cantidad de jóvenes que se le acercaron.

Es que, en esos cuatro meses, Kagome había florecido en medio de la rotura de su corazón.

No estaba completamente recuperada, pero había aprendido a convivir con lo sucedido.

Se protegió para no tener ninguna información acerca del duque de York. Tenía la sospecha que Kagura creía saber algo, ya que ella ayudaba que fuera así.

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―Kagome tiene muchos pretendientes a bailar esta noche ―mencionó Miroku, viendo a su hermana, danzar con cierta elegancia y timidez.

―Déjala que se divierta ―refirió Kagura jugando con su abanico.

―Ha estado tan melancólica estos meses, así que un poco de diversión no vendrá mal ―concluyó Miroku, bebiendo una copa de ponche.

―Y eso debe darte entender querido, que Kagome pronto tendrá que casarse.

―Me cuesta imaginarla casada con alguno de estos muchachos.

―Es que estoy segura que ella no se casará con ninguno de ellos.

Miroku volteó sorprendido, ante la declaración de su esposa.

― ¿Qué estas planeando? ―viendo la sonrisa triunfal de su mujer

―Mi plan es presentarla a mi hermano, Inuyasha Robertson. No te hagas el sorprendido que tú siempre supiste cuanto deseo que mi familia emparente con familias de abolengo inglesas. Él es perfecto para ella, tiene veinticinco años, es guapo y rico ¿Qué más podríamos querer para ella?

Miroku no se veía convencido.

― Pero ¿qué pensaría Kagome de todo esto?

―A ella le gustará, créeme ―Kagura apretó el brazo de Miroku ―. En caso que así sea ¿darías tu aprobación?

Miroku no tenía nada que objetar. Su cuñado era todo eso que Kagura citó.

Él solo había pensado en el lado sentimental de asunto. Él no era estúpido, sabía que Kagome pasaba por una racha de melancolía que sólo podía curarse con un buen matrimonio, lejos del bribón que pudo haberle causado alguna ilusión a la cabeza de Kagome.

―Daré mi consentimiento, siempre y cuando sea eso lo que Kagome decida. Yo sólo quiero que sea feliz.

Si no estuvieran en público, Kagura se hubiera arrojado en brazos de su marido.

Su plan casamentero volvería aún más sólida la unión entre ambas familias. Kagome era una muchacha encantadora y con todo el florecimiento que tuvo estos meses, sería fácil para ella enamorar a un americano como Inuyasha, siempre curioso con respecto a las muchachas inglesas con aura de nobleza rural.

Kagura estaba segura que ambos se encantarían al conocerse. En su mente ya hacía muchos planes acerca del futuro de Kagome, quien acabaría mudándose a Boston convirtiéndose en una dama de la alta sociedad de la ciudad. Imaginaba que Inuyasha terminaría comprando una casa en Inglaterra para su esposa inglesa.

Lady Villiers ya se emocionaba y aun siquiera los posibles novios se conocían. Pero ella sí conocía a su hermano.

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El vestido de Kagome ensalzaba su talle esbelto, aunque delgado.

Aunque Kagome no era totalmente consciente de su nueva belleza tan llamativa. Todos la miraban, como preguntándose donde había estado aquel diamante todo este tiempo.

Para Kagome, fueron cinco meses de recogimiento, descanso, clases de baile que Kagura insistió que tomara y la renovación de todo su guardarropa.

Kagome no era proclive a las traperías, pero su cuñada tenía un excelente gusto y simplemente se dejó llevar. Quizá algo de mimo, luego de tanto maltrato en Londres era lo que necesitaba.

Profundizó su aprendizaje en perfumería y herboristería.

Se animó al fin de preparar una botella de fragancia para su hermano y otra para su cuñada, quien confirmó que ni siquiera en Francia podría haber conseguido un perfume de esas características.

Con respecto a ella misma, todavía no era capaz de encontrar una identidad nueva. Siempre estuvo acostumbrada a las gardenias que dejar de usarlas le provocó cierto pesar en usar otro.

Los muchachos con los que bailaba eran amables y ella se dejaba llevar. A la mayoría los conocía del pueblo, de siempre, porque Devonhill era muy pequeño.

Se sorprendió de ver muy crecidos a algunos.

Quisieron darle conversación, pero no pudieron pasar más allá del clima. Kagome sonreía y ellos parecían aún más complacidos con ella.

Sango, su doncella no estaba cerca y a la joven le apenaba, ya que ella era la única amiga que tenía, pero podía apoyarse en Kagura así que cuando terminó con el quinto baile con el entusiasta joven Saverin, la muchacha se alejó para coger un poco de aire y aplacar la sed.

Miró su tarjeta.

El siguiente baile le tocaba al joven Luxor y ella ya estaba cansada. Pero tampoco estaba en sus planes hacerle un desaire a un chico tan bien educado.

En eso, de forma inesperada, se formó un pequeño tumulto cuando unos criados de la casa vinieron corriendo junto a Lord Devonhill, parecían hasta asustados y sobrepasados por algo.

Kagome bebía su copa de ponche fresca.

Antes de que el anfitrión de la casa pudiere moverse, un lacayo anunció a todo pulmón:

― ¡Su Excelencia, El duque de York!

Kagome se paralizó allí mismo al escuchar aquel nombre.

¿Qué demonios era eso?

Miró hacia su hermano, quien estaba boquiabierto junto a su mujer.

― ¿Cómo? ¿es que el duque tenía planes de venir a Devonhill? ―preguntó Kagura

―Es que ni siquiera sabía que conocía a Lord Devonhill. Es que no entiendo nada, querida ―replicó Miroku, sorprendido ya que no sabía de la venida de su amigo.

Fue junto al dueño de casa, quien estaba más atónito que él.

―Esto es un simple baile de pueblo ¿Cómo iba a saber que un gran par del reino vendría aquí? ―fue cuanto alcanzó a decir el señor de Devhall.

Hasta la música paró, junto con la gente que se hizo a un lado, para dejar pasar al caballero.

Un hombre alto, elegante y de aspecto hasta regio hizo su entrada.

Los que no le conocían quedaban boquiabiertos con su aparición. Y los que tres que le conocían estaban sorprendidos.

Finalmente, Miroku tuvo que acompañar al dueño de casa para salir al encuentro del duque.

―Su Excelencia, es un honor que hayáis venido a nuestro humilde baile. Aunque confieso que no lo esperábamos. Soy Lord Devonhill ―se presentó el anfitrión

―Lord Stanley ―fue el turno de Miroku de saludar con la cabeza a su amigo

―Espero no importunaros, Lord Devonhill ―y luego sonrió a Miroku ―. Por favor, no paréis la fiesta por mí.

El anfitrión hizo un gesto y se reanudó la música, pero la fascinación seguía en el ambiente.

Kagome observaba aquello, sin poder creerlo.

Vio a los tres hombres conversar, luego que Lady Devonhill se acercó para ser presentada.

Lo mismo hizo Kagura, quien se acercó también al grupo.

La señal de la música indicaba que ya le tocaba el turno a Luxor, y de reojo vio que se acercaba.

Pero Kagome no estaba en condiciones de bailar. No con ese hombre en el salón. Dejó la copa vacía sobre la mesa y salió huyendo hacia los balcones, donde solían esconderse las parejas furtivas y las solteronas.

Sudaba frio. Las manos le temblaban y las piernas le flaqueaban.

¿Qué significaba eso?

¿Qué estaba haciendo ese hombre en este lugar?

Era el último lugar en el mundo donde podría verlo. Su hermano jamás mencionó su venida, así que era claro que fue sorpresivo hasta para él.

―Lo siento mucho, señor Luxor…no podré bailar con usted…―se dijo en voz baja

Es que aquel temible duque de York le había dicho que no quería volver a verla.

Así que ni loca iba a presentarse ante él. Temía que la humillara de forma pública.

No se quedó el tiempo suficiente para ver si la señorita Rivers no lo acompañaba y era probable que sí.

―No me extraña que ya se hubieran casado ―pensó la joven ―. Son tal para cual.

Cerca suyo, una pareja oculta se besaba sin vergüenza.

Era una verdad universalmente conocida que los balcones y bibliotecas se usaban para eso.

¿Pero que podía hacer?

Pensó que sería buena idea abandonar la fiesta temprano, pretextando un dolor de cabeza, lo cual era injusto, porque lo estaba pasando bien con gente agradable.

― ¿Qué haces aquí, Kagome?

La voz de su cuñada se le metió por los oídos.

―Te perdiste de repente. El joven Luxor te ha estado buscando por todo el salón ¿te encuentras bien?

Kagome procuró disimular todo lo que le era posible y sonreír.

―Me sentí un poco mareada. El calor y tanto baile no es buena combinación.

―Tonterías, Kagome, que la noche es joven.

―Es que pensé que volveríamos a casa, que he visto que ha llegado el duque ―dijo Kagome de forma cautelosa a modo de sacar información.

Kagura suspiró.

―Lo cual es una pequeña complicación, pero ya mandé un criado a la casa, para que avisen a todos que preparen la habitación de huéspedes. Créeme que yo no esperaba al duque y menos tu hermano, a quien ha tomado de sorpresa ―refirió Kagura ―. Igual, será un invitado de lujo en la fiesta de bienvenida a mi hermano ¿no te parece?

Kagome sonrió, pero internamente estaba decepcionada. Esperaba oír que el duque se marcharía luego de este baile. Era mala señal que se preparara habitaciones para él en Alcott.

No hubo forma de impedir que su cuñada la llevara de vuelta a la pista de baile.

Kagome solo rogaba que todo terminara pronto.

― ¿Por qué estas temblando, Kagome?

La joven se limpió la fina capa perlada de sudor.

―Estoy algo cansada, nada más.

Ambas salieron a la pista de baile, y Kagome intentaba no mirar hacia donde estaba su hermano, porque sabía que el duque estaría con él.

Ya podía sentir su mirada juzgadora sobre ella.

Si ese hombre sabía que ella vivía ahí ¿Por qué había venido?

Kagura se alejó, cuando el joven Luxor apareció con su sonrisa incipiente a extender su mano hacia Kagome.

―Señorita, estuve buscándola para esta pieza

―Es que…necesitaba un poco de aire ―mintió la joven

Decidió que era mejor bailar, así evitaba tener que estar cerca de su hermano, caso contrario tendría que verlo.

En algún momento eso sería inevitable, pero quería retrasarlo. Ya suficiente tenía con sentir que estaba siendo observada.

Seguro pensaba lo peor de ella. Que era una coqueta por bailar con todos.

Aceptó la mano de Luxor y se puso a danzar.

Cuando acabó la pieza, no volvió a descansar, sino que directamente se puso a bailar con el siguiente de la lista de su tarjeta.

Aunque intentaba por todos los medios evitar mirar hacia donde estaba él, en un descuido de sus ojos, sus miradas se cruzaron, y ella descubrió que en efecto él la estaba observando como quien vigila algo.

Claramente juzgándola y reprendiéndola mentalmente.

Luego de unas dos piezas, la sed le ganó y decidió buscar una bebida fría. Aprovechó la compañía de unas muchachas para ganar compañía y no beber sola.

Mientras rebuscaba hielo, una sombra se materializó a sus espaldas.

Cuando ella giró, casi echa al suelo la copa que tenía en las manos.

La figura alta del duque de York que llenaba por completo el lugar estaba frente a ella y la miraba fijo con sus enormes ojos azules.

Al costado, las muchachas cuchicheaban asombradas, admirando descaradamente al caballero y los jóvenes lo observaban con admiración y respeto.

Pero él no hacía acuse de recibo de nadie, salvo de ella.

Y ella se encontraba entre incomoda, sorprendida y confusa con la presencia del hombre que la acusó de un delito que no había cometido, que la trató de forma horrible.

¿Acaso venía de vuelta a reclamarle, y esta vez de forma pública y embarazosa?

―Señorita Villiers ―la voz profunda del duque se oyó, en medio del gentío.

Ella apenas atinó a saludar con un gesto con la cabeza.

Él no le soltaba la mirada.

― ¿Me haría el honor de concederme la siguiente pieza?


CONTINUARÁ

Veremos que trae a Bankotsu en el siguiente capítulo.

Les quiero mucho y me pongo pronto para el 10.

Besos a mis últimas comentaristas, PAULIS, FRAN GARRIDO, LITA MAR, NICKY, RODRIGUEZ FUENTES, ANNAISHA

Nos leemos enseguida.

Paola