Pago por evento
El sol entraba por la ventana, recordándole que tendría que decidirse entre pagar la ridícula cantidad que pedían por las persianas o escoger unas cortinas, aunque las odiara.
Normalmente su cerebro reaccionaba mejor por las mañanas, pero incluso en ese momento en que pasaba del medio día, todo parecía flotar en una niebla espesa. Debía ser por la bebida, él no era asiduo consumidor, así que cuando se dio cuenta de que estaba en su departamento, intentó reconstruir los hechos lo mejor posible y lo único que sacó en claro, era que esos tres idiotas querían emborracharlo y, de hecho, lo habían conseguido.
No era de sorprender que jugaran sucio, lo que no entendía era por qué, ¿cuál había sido su objetivo primordial?
Aun refunfuñando, decidió darse una ducha, pero ni siquiera eso consiguió despejar por completo su cabeza. Sin embargo, hasta donde podía recordar, y a falta de mensajes en la puerta, no tenía nada pendiente para ese día, así que podía simplemente no asomar la cabeza fuera del departamento hasta sentirse completamente recuperado, además, tenía comida suficiente como para posponer la compra de la semana.
Desde la barra de la minúscula cocina miró el departamento, tan vacío que nadie creería que llevaba casi un año viviendo ahí.
También tenía que darse a la tarea de comprar muebles en algún momento, y pintar el horrible tono verde vómito que por algún motivo el anterior inquilino pensó que se vería bien. Y mientras más examinaba el sitio, más se daba cuenta de todas las cosas para trabajar.
El dinero no le preocupaba. Desde la desaparición del clan, el tercer maestro Hokage había creado y administrado un fideicomiso unificando el patrimonio de todos sus parientes, y cuando se fue de la aldea, Tsunade lo había mantenido activo, oficialmente en cuentas de inversión, pero en un desliz Sakura comentó que en realidad lo usaba para apostar.
Cuando se dio cuenta de lo que dijo, se apresuró a asegurar que lo pagaba con los intereses correspondientes.
Personalmente, no era como que le importara, ni si quiera sentía que fuese justo que se lo dieran en relación a todo lo que había causado, pero al menos le había permitido cierta independencia en esa nueva etapa de su vida, y cuando Kakashi, que no quería hacerse cargo de otra cosa más en su vida, tomó el puesto de Hokage, le entregó la chequera y le deseó suerte.
Sin más que hacer, se tumbó en el único sillón empezando a pasar los canales del televisor. Era ridículo que vendieran la promesa de más de 900 canales y no encontrara algo que llamara su atención.
Suigetsu, que se aparecía por ahí con más frecuencia incluso que Naruto, porque había elegido remodelar el cuarto de baño para lo que llamaba sus "necesidades especiales" en lugar de comprar su propio televisor, solía quejarse de que dos segundos no era tiempo lógico para decidir si valía la pena o no.
Había intentado comprarle uno, y que dejara de juzgar su aparente afición al zapping, pero se había negado.
Cuando reclutó a Karin, ella había cerrado todas las cuentas de Orochimaru a su cargo* (y no tenía ninguna intención de devolverlas, aunque el sannin estaba vivo y en la aldea). Habían vivido de eso durante el tiempo que duró su travesía en busca de Itachi, como lo habían hecho austeramente, acampando la mayor parte del tiempo, había quedado dinero suficiente para que cada uno se hiciera con uno de los minúsculos pisos de los edificios de solteros disponibles en Konoha. Además, solían darles algunas misiones con las que se hacían cargo de sus gastos diarios, y eso era suficiente para Suigetsu.
Jūgo era un caso aparte. Aunque podía vivir solo, como parte del convenio para quedarse en Konoha, tenía que acudir tres veces por semana al hospital, tanto para controlar los síntomas físicos, como para tratar algún tipo de terapia para su trastorno bipolar, y tenía una larga lista de restricciones para tomar misiones, lo que le generaba menos ingresos, de ahí que Suigetsu lo fastidiara al respecto de su responsabilidad paternal con él. Después de todo, él lo había sacado de su encierro, arrastrándolo en calidad de fugitivo y posteriormente criminal.
Empezó una segunda vuelta. Películas que no le llamaban la atención, series de las que no tendría ni idea porque no había empezado ninguna y deportes sobre los que nunca había siquiera escuchado.
Los cuatro vivían en la misma unidad habitacional.
Supuso que el fin de la guerra, que ya no fuera el mismo psicópata que los reclutó, y que habían llevado una vida de lo más normal hasta entonces, les había dado a entender que, pese a todo, habían quedado como amigos.
Se llevó la mano a la cara.
¿Es que nadie entendió que trató de matarlos a todos?
Más parecía que tenían la idea de que fue un accidente, como en la academia con la práctica de shurikens.
El televisor hizo un sonido extraño, cambió de canal por sí mismo y una pantalla azul le anunció que su pago por evento iba a empezar en cinco minutos.
—¿Pago por evento?
Maldijo por lo bajo, eso debió hacerlo Suigetsu, así que llegaría en cualquier momento y se preparó para pasar la tarde viendo alguna película tan ridículamente violenta que por eso estaba vetada de la programación habitual.
Claramente, ni directores ni productores, y menos aún el público en general de ese tipo de películas, habían visto cómo realmente se veía un cuerpo desembreado, o lo difícil que era cortar un hueso limpiamente, por eso les enseñaban a hacerlo desde las articulaciones. Solo alguien como Suigetsu, un espadachín hábil, con un arma adecuada, podía lograr esa hazaña, y aunque era sangriento, ningún cuerpo humano irrigaba noventa litros de sangre con la misma presión por dos minutos.
El reloj continuó descendiendo, entonces reparó en un detalle extraño: el título de la película.
Icha Icha Paradise.
Frunció el ceño.
¿Acaso Suigetsu había pedido una película porno a su cuenta?
Peor aún, ¿pensaba que iban a verla los dos juntos con la misma normalidad que vieron La ruta caníbal del cañón del diablo?
Entonces, un recuerdo le sobrevino de golpe.
"¿Cuál fue tu primera porno?"
Recordó su torpe respuesta, el maldito libro de Kakashi que había visto por sobre su hombro alguna vez antes de que lo cerrara, sonriéndole como siempre y diciéndole que cuando creciera se lo prestaba.
¿Por qué recordó eso precisamente anoche?
Había sido algo tan estúpido, sin importancia y, pese a eso, estaba claro en su memoria.
Los créditos empezaron a aparecer y el nombre de Yukie Fukikaze fue el único que reconoció.
Él conocía a esa mujer.
Antes de darse cuenta, había pasado casi una hora. Jamás pensó que una mujer con un cargo tan importante no tuviera reservas para aparecer sin ropa y en situaciones implícitamente sexuales.
Quizás solo era pago por evento precisamente por su posición política, porque fuera de eso, era más un romance con toques de humor que una porno.
Sacudió la cabeza, ni siquiera sabía por qué terminó de verla, así que apagó el televisor y optó por salir, haría la compra de la semana para dedicarse a entrenar. Sin embargo, mientras se preparaba, se percató de que su cartera no estaba por ningún lado.
Refunfuñando, fue hacia el departamento de Karin, en el edificio de enfrente.
La chica abrió la puerta antes de que pudiera llamar por primera vez. Nunca se acostumbraría a eso.
—¿Mi cartera está por aquí? —preguntó.
Ella le hizo un ademán con la mano, señalándole la salita de estar mientras seguía hablando por teléfono.
—Ya lo hice —dijo con hastío —. Fueron ellos los que me comunicaron con usted. ¡No se atreva a ponerme en espera! ¡Maldición!
Karin chilló.
—¡Por última vez! ¡Tengo encendido el televisor! ¡No está la maldita película solo el aviso de que es un pago por evento!
Sasuke encontró lo que buscaba sobre la mesa de centro, y aunque no era su intención husmear, era difícil de ignorar la pequeña torre de libros perfectamente ordenada.
Giró la vista hacia ella y aunque la situación era lógica, al mismo tiempo era extraña.
—¿Pagaste por la película? —preguntó.
Karin lo miró con dureza, aún con el teléfono en una mano y el mando del televisor en la otra.
—Las chicas también vemos porno —le dijo.
Sasuke se encogió de hombros. Cada quien hacía lo que quería con su vida y su plan de televisión por cable. Sin embargo, y considerando que hicieron el contrato el mismo día, la posibilidad no era tan extraña. Se acercó hasta un perchero junto a la puerta que tenía una cestilla para los recibos a pagar, y siendo tan ordenada como era, por supuesto que estaban ahí.
Encontró el que buscaba, y en efecto, el número de contrato era exactamente igual al suyo, salvo por los dos últimos dígitos.
—Acabó en mi cuenta —le dijo —. Parece que estará disponible hasta la media noche, así que si quieres verla...
Se quedó callado súbitamente, mirando de soslayo a la muchacha que había dejado de pelar con la operadora de atención al cliente, pensando exactamente lo mismo que él:
¿Acababa de invitarla a su departamento a ver una película soft?
Comentarios y aclaraciones:
*Publicidad para otro one shot: Inercia
¡Gracias por leer!
