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El motel de carretera

Pensó que sería más difícil esconderse en una mochila, pero una vez que acabó de guardar sus cosas, Andy no volvió a revisar.

Solo hasta que dejó de escuchar ruido y no sintió ningún movimiento, se animó a mirar por el cierre entreabierto. No reconoció el lugar de inmediato, parecía una habitación, pero no muy confortable.

Escuchó el ruido de la ducha. El calor había sido horrible, así que seguramente pensó en una escala para refrescarse, quizás cenar y revisar su plan.

Él haría eso.

La ventana tenía un viejo mosquitero mal puesto que, empujando solo un poco, consiguió un hueco para escapar. Se dirigió a la recepción, esperando encontrar algún juguete o recuerdo para turista que le dijera en dónde estaba y cómo llegar a su destino. Afortunadamente, había una colección de muñecos cabezones que emulaban a diferentes artistas a lo largo de una repisa.

—¿Hotel Bodega Bay Inn? —preguntó el pequeño doble de Jeff Goldblum.

Woody les dio todas las referencias que recordaba del mapa.

—¿No es el que está en el recorrido de terror? —secundó Meg Ryan.

—¡Cierto! —exclamó de nuevo Jeff —¡La masacre!

—¿La qué? —preguntó Woody.

—Sucedió hace años —dijo otro muñeco al que Woody no pudo reconocer, aunque por su indumentaria, era claro que había salido de una película de terror, del tipo que Andy no tenía permitido ver y, por ende, él no había tenido oportunidad tampoco—. Ese lugar está maldito, todo lo que entra, pierde su alma.

—¿No querrás decir "el que entra"?

—No, "lo que entra". Si vas a ese lugar, todo lo que eres, peligra. Incluso si eres un juguete o, mejor dicho, sobre todo si eres un juguete.

El comisario no pudo evitar tragar saliva, y la imagen de Good Guy llegó a su mente sin proponérselo, aunque sacudió la cabeza enseguida para mantenerse concentrado. Sabía de lo que era capaz desde que lo vio arrojar a la niñera por la ventana, y no había razones para creer que sería diferente.

—Necesito llegar, mi niño peligra. Uno de los juguetes malditos ha acosado a su padre desde que era pequeño ¡Y parece que ahora ha vuelto!

Con la boca muy abierta, los muñecos cabezones no perdieron detalle del breve relato que Woody les contaba sobre su enfrentamiento con el demente asesino.

—Pero si vas, no te vas a encontrar a uno, ¡sino a toda la compañía!

—¿Ustedes los han visto?

—No —respondió Meg —, pero hemos escuchado historias de turistas y policías y toda la gente que se acerca. Nadie cree que sean juguetes, por supuesto, pero es obvio que eso son. Por alguna razón les parece más lógico hablar de demonios que de juguetes.

—Es por su salud mental —respondió Jeff —. La gente no tiene como mínimo una docena de demonios en el cuarto de sus hijos.

—Pero, ¿qué tan lejos está? —interrumpió Woody.

Jeff le hizo una señal para que subiera a su lado, junto a la ventana, así lo hizo, y le señaló una colina.

—Está allá arriba.

—Va a ser difícil.

—Sí, no solo es la distancia, son los perros, coyotes, pájaros... y que te pierdas...

—Minnie podría llevarlo.

Meg Ryan caminó rápidamente sin poder evitar que su cabeza se contoneara exageradamente. Con ayuda de un bolígrafo abrió el primer cajón y llamó a Woody.

—Dale esta pizza vieja, Minnie la ama, y hará lo que quieras.

No sin algo de asco por lo que estaba seguro, era algo de moho creciendo en la salsa de tomate, Woody cargó con el soborno, yendo detrás de Meg que se perfilaba al borde, empezando a silbar. Entonces, y para horror del vaquero, una inmensa rata apareció.

—¡Minnie! ¡Necesitamos de tus servicios!

La rata se irguió levemente, olisqueando el aire.

—Dásela —dijo Meg entre dientes empujándolo por las piernas.

No muy emocionado, Woody le entregó la comida, explicándole a dónde tenía que llegar, y para su sorpresa la rata asintió, aunque empezó a comer.

—Te llevará —aseguró Meg.

—Bueno, mientras acaba, tengo que asegurarme de que Andy no siga adelante.

—¡Oh! ¿Qué tal si usas las gotas?

—¿Las gotas?

—Cuando una chica bonita se registra, Tom se las pone en el café y se quedan completamente dormidas hasta después del mediodía.

Woody miró la pequeña figura con espanto. ¿Siquiera entendía las implicaciones de sus comentarios? ¿En qué clase de lugar horrible estaban? Ya ni siquiera la amable rata gigante era un problema en realidad.

Meg lo llevó de nuevo al cajón, señalándole un gotero en cuya etiqueta había un ojo.

—No más de tres, o se pondrá feo, eso dice Will.

El comisario las tomó. Aparentemente era seguro si el lugar seguía operando sin ningún inconveniente y fue de vuelta a la habitación.

Andy no tenía café, pero si un vaso de soda que acompañaba el paquete de hamburguesa y papas. Ya había salido de la ducha, así que fue un poco más difícil de lo que esperaba. Sin embargo, logró su cometido y salió de nuevo.

Pudo ver a Andy dándole un trago a la bebida. Miró el gotero en su mano, y frustrado, lo arrojó a los arbustos cercanos antes de regresar a la recepción, esperando que Minnie hubiera terminado de cenar.

—¡Oh! ¡Comisario! —exclamó Meg —¡Toma!

Ella le arrojó arrojado una pequeña caja de fósforos de cartón con el nombre del motel.

—¿No te parece que estás muy entusiasmada enviando a un buen juguete a un destino aterrador? —preguntó Jeff, cruzándose de brazos.

—¡Oh! Por favor ¡Es tan emocionante! ¡Va bien armado!

Woody tocó el delgado mango de aluminio de la navaja que había tomado de la caja de herramientas. Quizás no sería suficiente, pero no iba a cometer el mismo error de enfrentarse a Good Guy solo con palabras. Por eso mismo aceptó de buena gana los fósforos.

Educadamente, Minnie se limpió las manos y los bigotes, anunciando que estaba lista. Woody inclinó levemente el sombrero ante los cabezones que le habían ayudado y subió en el lomo de su nueva compañera.

Debió sujetarse con fuerza, el animal era realmente rápido. Sin embargo, aunque pensó que iría corriendo todo el camino, en algún punto, consiguió colarse en un camión.

—Señorita —llamó, sin estar del todo seguro cómo dirigirse a ella —, ¿alguna vez ha estado en el hotel?

Minnie asintió.

—¿Y es tan peligroso como dicen?

Volvió a inclinar la cabeza.

—¿Usted ha visto a... los muñecos?

Minnie se levantó en sus patas traseras, mostrándole una cicatriz en su vientre, visible a pesar del pelo que la recubría.

Woody tragó saliva, pero pensó en Andy, en los dos. Quería que el padre dejara atrás esos recuerdos horribles, no dejaría que Good Guy lo siquiera atormentando, y menos aún que se acercara al pequeño.

Él era el juguete a la cabeza de la cama, tenía una responsabilidad.

Saltó del camión cuando Minnie se lo indicó y de nuevo en su espalda, se dirigió a enfrentar lo que fuera que habitaba en ese hotel.


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