.
—4—
.
Han sido tentados con fuerza para pelear.
Como las flores del mal.
Las flores del mal revelan
Un amor fatal
.
Durante alguna de sus citas, las sombras los dejaron frente a un interminable campo de flores, Will corrió como un niño, se maravilló con todo: la pureza del aire, el azul del cielo, los colores, texturas y perfumes de las flores. Nico hizo lo único decente que se le ocurrió hacer, subió a la enorme roca que les proporcionó su sombra y ahí se quedó. Las Tejedoras sabían que su madrastra no lo perdonaría jamás si llegaba a mancillar tan hermoso lugar con su energía oscura, sin embargo William Solace tenía otro plan, comenzó a recolectar decenas de tallos con sus flores caídas y antes de lo pensado estaba a su lado entretejiendo esas malditas coronas de flores para los dos. Nico omitió la parte en que aludía a su pérdida de sentido común y lo dejó hacer absorto en la precisión y rapidez de sus manos de cirujano. Cuando el rubio acabó y se apretujaron en íntima comunión, preguntó por qué insistía tanto en coronarlo.
—¿No es obvio? Eres mi príncipe y señor de las tinieblas.
—En ese caso, deberías hacerme una corona de hueso y piedra.
—Demasiado difícil de fabricar, soy hijo del Dios del sol, no del de las fraguas además ¿Quieres conocer la verdad? —inquirió mirándolo con sus preciosos y brillantes ojos azules, Nico sintió la sangre hervir al interior de sus venas, sus mejillas sonrojarse, su corazón palpitar acelerado y asintió con un movimiento de rostro.
—Las flores resaltan tu belleza natural y siento que es una verdadera pena que no las puedas tocar. También, creo que te hago todas estas coronas para honrar a tu padre y madrastra.
—¿¡Qué y a ellos por qué!?—inquirió sin creer una sola palabra.
—No lo sé. Supongo qué siempre me ha gustado su historia. Es trágica como todas, pero siento que a su manera se salieron con la suya. Dices que las flores siguen creciendo en el inframundo como evidencia de su amor y que cada que se separan siguen despidiéndose con la misma devoción.
—Si su amor fuera tan perfecto, ni mis hermanas ni yo habríamos nacido.
—Difiero. Sabes tan bien como yo que los dioses sólo pueden actuar a través de nosotros, los semidioses y dentro de ese contexto, que tu padre conociera a tu madre y se enamorara de ella fue tan increíble como inevitable. —Nico suspiró para sus adentros y permitió que Will viera el único recuerdo que tenía de María Di Angelo.
Físicamente era una mujer sobradamente hermosa de tez clara, cuerpo sinuoso y esbelto, sus ojos se parecían a los de Bianca, sus labios carnosos podrían ser los de Nico, en cuanto a la testarudez, no cabía duda de que también se la heredó a sus hijos. A pesar de conocer el peligro, María se mantuvo firme en su decisión. "Eres un Dios, mi amor. Tú nos protegerás" pero lamentablemente no sucedió. El dolor de Hades por su esposa asesinada conmovió a Will, humedeció sus mejillas y consiguió que de alguna manera, amara a Nico mucho más.
Durante la batalla contra Nerón, en el instante que se separaron los dos, Will emuló las palabras de su madre: "Ve a ser un héroe, mi amor. Sé que tú nos protegerás"
.
.
.
Nico besó la frente, las mejillas y los labios de Will, su novio despertó con el ultimo beso de sus labios y aunque el hijo de Hades sintió algo de remordimiento por haberlo despertado y mucho de vergüenza por estar en un carro apretujado junto a otra semidiosa, no hizo el mínimo por ocultar la grandeza de su amor. Lavinia no tardó demasiado en anunciar que estaban llegando, a lo lejos se veía el mar que desembocaba en el pequeño río Tíbet y frente a los enormes muros que separaban el mundo normal del mágico ya había un diminuto séquito de legionarios esperando para recibirlos. Di Angelo ayudó a Solace a recomponer su estado, peinó sus cabellos dorados con sus delgados dedos, reacomodó su camiseta de cuello redondo con el emblema del campamento mestizo pero, ni con todo el maquillaje del mundo lograría ocultar sus sonrosadas mejillas y pupilas dilatadas, ansiosas por muchos más de sus besos.
Al descender, Hazel prácticamente saltó al regazo de su hermano, Nico la recibió de buen agrado mientras Will y Frank se miraban como siempre lo hacían, como si estuvieran de más en el cuadro.
—Te ves tan diferente…—declaró Hazel tratando de memorizar cada uno de los rasgos que habían cambiado.
—Gracias, a los hijos de Hades nos gusta escuchar eso. —respondió Nico aunque no negaría ser un espejo de la misma opinión. El rostro de Hazel ya había perdido todos los matices suaves e inocentes de la tierna infancia, ahora era toda una mujer de atractivo y autoridad envidiables.
—Vaya, además del amor has encontrado tu sentido del humor.—las mejillas de Nico se ruborizaron por completo, Will intentó mimetizarse con el piso, labor complicada ya que todas las miradas estaban fijas en él.
—Pretores. —saludó con una diminuta inclinación.
—Oh, olvida las formalidades, prácticamente ya eres de la familia.—anunció Frank y procedió a fundirlo en un fuerte abrazo. Los demás legionarios les dieron una rígida bienvenida y se centraron en Lavinia quien al parecer, no fue enviada por ninguna autoridad superior sino que aprovechó la oportunidad para dejar de lado sus obligaciones y robar tanto un carro como un pegaso.
—¡El cargo de Centurión jamás logrará doblegarme! —aulló victoriosa mientras corría al interior del Campamento, lejos de la comitiva que exigía se comportara como exigían su rango y posición.
—Ok. Ignoremos eso y continuemos con el protocolo oficial. —sugirió Frank mirando únicamente a Will, instintivamente Nico se colocó por delante de su novio y preguntó si no existía la posibilidad de que hicieran una excepción.
El Pretor negó con un movimiento de rostro y apeló a lo arraigado de sus tradiciones. Si quería que el hijo de Apolo pusiera un pie en el Campamento Júpiter, primero tenía que probar su valía. Los colores parecieron abandonar el rostro de Di Angelo, Solace fue consciente de que el aura oscura que desprendía comenzaba a salirse de control, pero rápidamente se controló.
—¿Al menos puedo sugerir una prueba que se ajuste más a él? Will no es exactamente del tipo guerrero. —Frank pareció meditarlo, Hazel sonrió de medio lado, Will se sintió halagado y a la vez motivado.
—Hey, ángel mío. Agradezco la preocupación, pero te olvidas de la parte en que recorrí a solas la jodida Torre de Nerón hasta llegar a ti.
—Si lo hiciste fue porque tus hermanos, tu padre, los Troglos y yo, ya habíamos limpiado el terreno.
—Convéncete de lo que quieras Di Angelo, pero no he pasado los últimos ocho años en el campamento mestizo comiendo fresas y tomando el sol.
—¿No hay Augures en esto, cierto?—inquirió pasando de su novio y mirando a su hermana menor. Hazel negó aunque la pregunta la sorprendió.
Si recordaba correctamente, cuando su hermano la presentó ante los legionarios, lo único que tuvo que hacer fue hablar con total honestidad ante Octavio, Reyna y sus galgos. El augur tenía esa mirada de intensa locura en sus ojos, similar a la mirada de su padre Plutón y por eso, es que ella siempre evitaba estar a solas con el Augur. No se le hizo ninguna prueba de valía, al menos no como la que Percy tuvo que aprobar al llevar a la mismísima Juno sobre sus hombros o como las pruebas que los lobos le imponían al resto de los legionarios. En sus comicios, pensó que esto se debía al temor que les inspiraba su padre, pero ahora tenía sus dudas, Nico siempre era sobreprotector con los que más quería en su corazón y debía haber una razón para que mencionara al augur. No obstante, como Pretora, debía saber ordenar sus prioridades y fue así que concentró sus habilidades sobrenaturales y se serenó.
—Podemos hacer una carrera de obstáculos. —sugirió doblándose por el frente y colocando las palmas de sus manos sobre la superficie plana, sus ojos destellaron como el oro líquido, Frank sonrió con orgullo, Nico se tomó la libertad de anunciar que su novio era más ágil, inteligente y veloz que los hijos de Mercurio, retarlo en esto podría resultar contraproducente. Hazel aceptó el desafío, su hermano colocó un beso sobre la frente de Solace a manera de bendición y Levesque prosiguió. —Por debajo de nosotros hay un arma de oro imperial que perteneció a tu padre, Apolo. Lo único que deberás hacer es encontrarla, utilizarla y tratar de no quedar sepultado bajo las riquezas que ha olvidado el mundo. —dicho lo anterior, la hija de Plutón bendecida por Hécate usó la niebla para transformar el piso bajo sus pies en una especie de laberinto. A Nico y Frank les hizo pensar en su peculiar travesía por el Érebo en pos de llegar a las puertas del inframundo, Will consideró que ésta no era una prueba para mostrar su valía ante los legionarios pues de ser así, quienes vinieron a recibirlos no se habrían esfumado detrás de Lavinia.
Quizás confiaban demasiado en el buen juicio de sus pretores o le tenían demasiado miedo al hijo de Hades como para andar juzgando a sus acompañantes. De la manera que fuera, Will se estaba probando ante la hermana y el futuro cuñado de Nico por lo que corrió entre piedras, escombros y riquezas como un poseso, mantuvo el equilibrio lo mejor que pudo e intentó expandir sus dones para sentir la energía divina de su padre. En cuanto a poder innato, sería difícil decidir cuál de los dos hermanos era más poderoso, si el nacido de las sombras o la venida de las riquezas. No obstante, no podía distraerse demasiado con esto, lo observó todo con sus ojos de semidiós y finalmente fue que lo halló: un anillo de oro pulido bellamente ornamentado con motivos florales, la parte mala era que su cuerpo ya estaba tan sepultado en excentricidades como el de Harry Potter en la bóveda de Lestrange, cerró su puño diestro al rededor del anillo y con sus últimas fuerzas supo instintivamente lo que tenía que hacer, colocar la pieza en el dedo índice de su mano, encomendarse a su padre y lanzar una flecha.
La niebla se disipó al instante y Will se sorprendió al descubrir que seguían estando en el mismo lugar, nada a su alrededor había cambiado, ni las losetas del piso o los gruesos muros que se extendían por los cielos y le impedían entrar en el Campamento Júpiter. Algunos legionarios, suponía que aquellos que se encargaban de proteger sus fronteras, aplaudieron, silbaron y gritaron emocionados. Hazel sacudió los residuos de polvo en sus ropas y caminó resuelta hacia él, le ofreció una de sus manos a manera de saludo y Will la estrechó con gusto.
—Eres el primer semidiós que descubre cómo utilizar ese anillo.
—¿En serio?—Will acarició la alianza dorada en su dedo pero nada sucedió. A los costados de Levesque se unieron Frank y Nico, su novio le dedicó una sonrisa resplandeciente y le obsequió una elaborada reverencia como si ahora formara parte de la realeza, las mejillas de Will se incendiaron en el acto y su corazón latió emocionado.
—¿Alguna idea de cómo lo hiciste?—inquirió Zhang y Solace lo pensó.
—No es un arma común. Es decir, además de su aspecto y su carácter divino, no creo que fuera hecha para la guerra. Cuando lancé la flecha sentí en mi pecho la misma calidez que siento cuando sano a una persona y por tanto, es posible que se trate de un arma espiritual.
—Ahora entiendo porque jamás la pude usar. —Frank sonó y lució bastante decepcionado hasta que Hazel le palmeó el costado. Nico se tomó la libertad de explicarle a Will que el sueño más grande y frustrado de Zhang consistía en ser un hijo de Apolo.
—Ya sé que enfurezco y decepciono a Marte padre cada vez que lo digo, pero en serio ¡Tener un arco oculto en un anillo sería alucinante!
—¿Por qué no le pides algo similar a Ares? siendo el Dios de la guerra debe tener toda clase de arsenal. —preguntó Di Angelo, el Pretor negó con dolor.
—¡Porque es Marte! La única arma que me ha dado es esta estúpida espada que se transforma en lanza, trinchete o diferentes tipos de daga, pero nada más. Para mi padre el arco y las flechas no son armas dignas de verdaderos hombres.
—¡¿Qué?!—refutó Will indignado, Nico sonrió de medio lado, Hazel suspiró.
—Y para demostrar su punto, Frank pocas veces usa su flamante espada.
—¿Eso quiere decir que estás fuera de forma?—inquirió Nico enarcando una ceja.
—¿Me estás retando a un duelo?—respondió Zhang sonriendo.
—Práctica, no duelo. Me los tiene prohibidos mi médico.
—¡Yo soy su médico! —anunció Solace por acto reflejo, como si estuvieran en el gran comedor tratando de burlarse de Quirón, su arrebato arrancó una sonora carcajada a los otros tres.
—Creo que si nadie resulta dañado, ¿podríamos arreglar una pequeña práctica? —cuestionó Zhang mirando a su pretora con ojitos de cachorro a medio morir. Hazel sonrió de medio lado y abrió el camino para conducirlos directo a la arena.
.
.
.
Su pequeño coliseo era justo como Di Angelo lo recordaba, le habría encantado decir lo mismo del resto del Campamento Júpiter pero no podía pues tan pronto como atravesaron el estrecho pasillo, sintió la brisa helada y aspiró el olor amargo de la muerte. Si Hazel no fuera hija de Plutón le habría preguntado cómo podía sobrevivir inhalando un aire tan viciado. Lavinia tenía razón al decir que los espíritus de la naturaleza y los lares se encontraban en peligro de muerte, entre más se añejaran los días y las horas, el suelo se ennegrecería, las aguas se envenenarían y nada más crecería.
—¿Estás listo?—preguntó Frank arrancándolo de sus pensamientos, el Pretor se desprendió de su pesada sotana morada y Nico, aunque sentía crueles escalofríos recorrerle el cuerpo entero, se desprendió de su chaqueta de aviador y la colocó sobre los hombros de Solace. Will, que comenzaba a conocerlo y leerlo mejor que nadie, envolvió sus brazos al rededor de su cintura y lo acercó a su cuerpo para obsequiarle un beso, aquel sencillo contacto bastó para devolverle a Di Angelo todo el calor robado.
—Sé prudente, ángel mío.
—Creí haberte dicho que no soy ningún jodido ángel.
—Pero eres mío, en todos los sentidos. —respondió sin vacilación en la voz, las mejillas de Nico se ruborizaron por completo, Will consideró robarle un segundo beso pero otra voz los detuvo en seco.
—Ejem...—carraspeó Hazel visiblemente incómoda, los dos se separaron en el acto y Nico giró la calavera de su anillo para aparecer su espada de hierro estigio.
—¡Será un combate justo, el primero en caer pierde! —declaró Frank y para entonces, había decenas de legionarios dispuestos sobre las gradas del coliseo. Desde luego, ni uno solo apoyaba a Nico, pero ni falta hacía, Will y Hazel comenzaron a corear su nombre a voz en grito.
—¡Hey! ¡Eso es traición! —se quejó el Pretor señalando a su novia con la punta de su espada.
—La sangre es primero, el romance después. —le recordó Di Angelo con una sonrisa bravucona en el rostro. Frank correspondió el gesto y sin más se enfrascaron en un furioso combate.
Sus armas resonaban como el trueno al chocar, por una fracción de segundo los pensamientos de ambos se centraron en Jason, el que siempre tenía un semblante sereno en su rostro, una sonrisa cálida cuando más la necesitaban, una palabra de consuelo, consejo o apoyo en situaciones desesperadas, el que dio su vida porque sabía que era el único que lo podía hacer y sin embargo, dejó instrucciones para que su palabra no fuera olvidada.
Ningún dios menor volvería a ser olvidado así como ningún semidiós volvería a ser ignorado. Frank se abstrajo tanto en su propio dolor, en los eventos que conllevaron a la muerte de Calígula, Cómodo y el despliegue del fuego griego que pudo consumirlo todo, que comenzó a atacar a Nico con intención de matar, el hijo de Hades esquivó la mayoría de sus ataques pero pronto, la punta de su lanza dejó su camisa hecha jirones y la tuvo que desechar, por más que Hazel le gritaba a Frank que se tranquilizara él no la escuchaba. Di Angelo era consciente de que la mente del Pretor no pertenecía más a este lugar. Al ser hijo de Ares, la locura, el velo de la muerte que ardía en deseos de ser vengada, le afectaba. Debía detenerlo sin lastimarlo, el hierro estigio contra un semidiós servía efectivamente para la defensa pero no para la ofensiva, si llegaba a cortarlo con el filo de su espada separaría el alma de su cuerpo y aquello mataría a Hazel. Su única opción era dejarlo inconsciente. —¡Por supuesto!— como si Frank Zhang no pesara cerca de noventa kilos de pura masa muscular.
Nico había derribado a un par de Tauris con una simple presión de sus manos, pero una vez más, ese truco desprendía la carne y el alma del cuerpo dejando solo el esqueleto y si llegaba a esos extremos, su hermana lo asesinaría y después enloquecería. Frank transformó la lanza en espada, Di Angelo usó un movimiento que le había aprendido a Percy Jackson en lo que parecía ser toda una vida atrás.
Su oponente en aquella ocasión había sido un tipo del triple de su tamaño, un asesino a sueldo que tenía cautivos a su amada Chase y otro semidiós del que no valía la pena hablar, Nico lo vio todo desde las sombras, si bien es cierto que una parte de él fantaseaba con la idea de intervenir, salvar a Jackson y conquistar su corazón, la parte mas sensata de su psique le repetía que si lo volvía a ver, Percy volvería a cerrar las manos al rededor de su delgado cuello y le arrancaría el aliento más no con un beso.
Desarmó a Zhang exitosamente omitiendo las partes amargas de aquellos recuerdos y gracias a Dioniso, el fuerte impacto de su cuerpo al caer le devolvió la lucidez. Pretor y Embajador se quedaron en el suelo, envueltos en un apacible silencio por las centésimas de segundo que le tomó a Hazel, Will y los legionarios comprender lo que había pasado.
El hijo de Plutón había ganado.
—¡Por Hécate! Sí que lo tienes en buena forma. —declaró Hazel emocionada al correr directo a la arena para socorrer a su novio, las mejillas de Will se incendiaron por tercera o quinta ocasión en el día y también corrió a reunirse con su novio.
Cierto era que Nico se encontraba en su mejor forma, comiendo con normalidad y entrenándose diariamente junto a Sherman Yang y demás campistas, su cuerpo antaño delgado mostraba fuertes y marcados músculos donde quiera que lo miraras, hablando de esto último Solace podría consagrar esta imagen en su memoria, vestido únicamente con sus pantalones negros, la espada estigia en una mano y el pecho desnudo subiendo y bajando, era la representación física y espiritual de todos sus deseos carnales. El único detalle estaba en que también relucían sobre su blanca piel, todas las cicatrices de las batallas que casi se cobraron su vida.
—Si ya acabaste de profanarme con la mirada, ¿puedo tener mi chaqueta de vuelta?
—¿Eh...?
—¡Dame mi chaqueta o te arranco la camisa, Solace!
—¡Oh, Dioses! ¿E...en verdad quieres hacerlo aquí? —preguntó Will con las mejillas ardiendo al fuego vivo.—¿¡Delante de tantas personas...!?—el hijo de Apolo se llevó las manos al rostro en claro estado de shock, Nico suspiró rendido y cambió de ángulo.
—¡Hazel! Dame tu sotana. —Levesque se carcajeo un poco, pero procedió a desprenderse de su túnica de Pretor.
—No sé de qué te avergüenzas hermanito.
—¡No es vergüenza! ¡Es sólo que no me gusta que me miren y menos si estoy medio desnudo!
—¡Oh, por Ares! De verdad, yo no sé que me pasó...—se disculpó Zhang.
—Está bien...—desestimó Di Angelo comenzando a envolverse en la satinada tela morada.
—¿Esa que tienes ahí es una cicatriz hecha con oro imperial?—preguntó Hazel y Nico cubrió rápidamente su torso.
—¡¿Quién?! ¡¿Cómo…?!—preguntó Levesque ligeramente histérica.
—No es importante.
—¡¿Qué no lo es?! ¡El oro imperial es básicamente lo único que podría asesinarte! ¡Y aún si eso no te mató, debió ser sumamente doloroso!
—No fue tan malo. Te puedo garantizar que estuve inconsciente durante la mayor parte del tiempo.—declaró el italiano dispuesto a dar el tema por terminado, infortunadamente su hermana tenía otra opinión.
—¡Niccolo Di Angelo! —pronunció su nombre completo en perfecto italiano. —Si no me das una explicación justo ahora, juro por la Laguna Estigia que iré al inframundo y se lo preguntaré a Hades —un trueno resonó en el cielo a manera de confirmación. Nico volvió a acomodarse sobre el piso y hundió los hombros rendido.
—¿Para qué quieres saber? No es como si pudieras volver a matarlo o la cicatriz en mi cuerpo fuera a desaparecer.
—¿Lo mataste?—inquirió Frank uniéndose a la conversación.
—No exactamente. Dadas las circunstancias, se podría decir que quién me hizo esto se suicidó.
—Ángel mío...—intervino Will devolviéndole su chaqueta y mirándolo a los ojos de manera intensa.
Esta era una conversación que los dos ya habían tenido, cuando Nico se avergonzaba de que Will mirara su cuerpo desnudo más no renegaba de sus cicatrices porque las consideraba insignias de guerra, evidencias de lo cerca que estuvo de despertar en el inframundo. Solace había besado, acariciado y honrado cada una de sus cicatrices, todas tenían una historia excepto esa. Nico prometió que se lo diría cuando estuviera listo y Will se comprometió a ser paciente hasta ahora.
—De acuerdo, se los diré sólo si prometen que no van a alterarse. —Hazel y Will asintieron, Nico centró sus orbes oscuros en Frank y el Pretor lo prometió dibujando una cruz en su corazón. Di Angelo se envolvió en el confort y la seguridad de sus prendas, la túnica morada que desprendía la esencia suave y femenina de Hazel más su chaqueta de aviador la cual conservaba el cálido resplandor de Will, luego cerró los ojos y se obligó a narrar los eventos que creyó haber enterrado en los rincones menos iluminados de su mente y corazón.
—La primera vez que llegué al Campamento Júpiter aún no sabía que tenía otra hermana, mi padre dijo que debía hacer lo que fuera necesario para ganarme la confianza de los Romanos y que después, todo se aclararía.
Emergí de las sombras justo frente al templo dedicado a Plutón e inmediatamente, todas las armas de los legionarios se dirigieron hacia mi, debido a mi aura o mi aspecto, a ningún Centurión le quedó la mínima duda de que guardaba relación con el inframundo, me hicieron su prisionero y me llevaron con Reyna. Aquella fue la primera vez que la vi, sus ojos me evaluaron como hacían todos, como si yo no fuera mejor que un monstruo. No obstante, me permitió hablar. Expliqué que venía en paz y que en nuestras futuras entrevistas, estaría hablando en nombre de Plutón. Reyna no sabía si creerme o no, sus galgos debieron decirle que no mentía, pero como ustedes saben, mi relación con los animales jamás ha sido favorable. El olor a muerte que irradia mi cuerpo los puso nerviosos así que gruñeron y ella lo interpretó como que estaba mintiendo. Se levantó de su asiento en la mesa del senado para buscar a Jason, en ese entonces, ni ella ni yo sabíamos que no encontraría a su compañero pretor. Los Centuriones que no querían verse obligados a pasar mas tiempo del estrictamente necesario conmigo me llevaron a la sala de las profecías con su segunda opción, el augur.
Octavio no me miró con mejores ojos que los demás, de hecho todo en él me hizo recordar a Minos. —Hazel y Will intercambiaron una mirada cautelosa, Frank quien era el único sin tener el contexto completo miró a Nico expectante y Di Angelo resumió para él la importancia y el impacto que dicho personaje había tenido en si vida: el fantasma que se presentó como su fiel servidor, consejero y amigo pero qué, al final de su cruzada lo traicionó.
—El augur escuchó mis palabras con obscena fascinación, a mi me aterraba el hecho de que pudiera ser un verdadero profeta, que viera a través de mi alma y descubriera lo retorcido, roto y enfermo que estaba. —Will entrelazó sus dedos con los de Nico pues inconscientemente, el menor había comenzado a enterrarse las uñas en las palmas de las manos, Frank y Hazel guardaron silencio permitiéndoles el momento íntimo.
—Ángel mío, sabes bien que nunca estuviste enfermo y que jamás has sido un monstruo. La gente le teme a lo que desconoce, pero es solo eso, ignorancia.
—Lo sé y fue aquella sed de conocimiento la que logró orillarme a confiar en él.
Octavio apuñaló y arrancó el relleno a unos cuantos peluches, en sus divagaciones de augur dijo que el algodón y la felpa no serían suficientes para saber si mentía o decía la verdad, para saber si mi llegada presagiaba la caída de su imperio (y a menos que quisiera conocer los calabozos) debía permitirle leer mi destino de la forma tradicional.
Las palabras de Hades reverberaron en mi cabeza. Yo debía hacer lo que fuera necesario para ganar su confianza y después todo tendría sentido. ¿Existiría un final feliz para mi? ¿Un hogar o una nueva familia? ¿Una persona que por fin me quisiera? Tan deseoso estaba de ser útil para mi padre y tan ansioso de obtener las respuestas a mis pueriles preguntas que lo dejé hacerme esto.—Nico delineó la cicatriz por encima de sus ropas, Frank tembló de ira e impotencia a la izquierda de Hazel, Levesque se mordió los labios para no escupir un juramento mientras que Will se aferró dolorosamente a su novio.
Ahora entendía por qué Nico tardó tanto en decírselo. Durante la batalla del Campamento, Will se había convencido de que podían razonar con Octavio, después de todo era un hijo de Apolo y en su experiencia de vida, todos los hijos del sol eran cálidos y centrados. Claro que también eran persistentes, maquiavélicos y obstinados. Puede que a pesar de todo lo sucedido, su novio no quisiera que tuviera una mala impresión del augur, su muerte le había dolido y la había resentido como resentía la pérdida de todos sus hermanos caídos.
—Muchas otras criaturas y semidioses me habían atacado y derramado mi sangre antes, pero créanme cuando les digo que en ninguna de esas ocasiones llegué a sentir que me desmayaría por el dolor. Octavio reía, ese sonido me perseguiría por los siguientes días, podría jurar con las manos al fuego que lo vi lamer mi sangre de la hoja de su daga y entonces, sus ojos perdieron todo color y lo que dijo me heló el corazón.
Sí había un hogar y una nueva familia esperándome en el inframundo. En cuanto a la persona destinada a mi, no alcancé a escuchar los detalles, el oro imperial quemaba mi sangre, de la herida abierta salía humo negro, perdí el conocimiento entre arcadas del más abominable dolor y al despertar, estaba en la enfermería. Su sanador en jefe, el hijo de Asclepio me dijo que Octavio le había hablado al Senado con la más dulce y seductora voz de mi buena fe y lo valiosa que sería mi intervención para el futuro del imperio. En la mirada del curandero no había repudio, condena u odio, tan solo lástima y conmiseración, honestamente después de todo lo sucedido, no podía decidir cual de las dos miradas era peor.
—¡Oh, Nico! —Hazel se arrojó a los brazos de su hermano y rompió en un silencioso llanto.
—Hey, prometiste no alterarte.
—¡Estoy calmada! ¡Y tú no tenías...! ¿¡Por qué Hades no te dijo simplemente que fueras a buscarme!?
—Porque la decisión de viajar al inframundo y sacarte de los campos de Asfódelos tenía que ser mía, no una orden de nuestro padre. Además no soy tan honorable como supones, mi primer pensamiento fue para Bianca, desde siempre, ella había sido la única que me entendía y en la desesperación que me agobiaba, creí que si le compartía los horribles pensamientos, sentimientos y deseos que me atormentaban, puede que ella lo entendiera y aún así me quisiera.
—¡Yo jamás...!—Hazel se tragó las palabras y replanteó su discurso. Se disculpó encarecidamente por no haber sido digna de ganar su confianza.
—Claro que confío en ti.
—¡Mientes! En todo nuestro tiempo juntos jamás bajaste la guardia o guardaste tu espada. —Frank jadeó incómodo, Will fue consciente de lo mucho que se esforzaba el Pretor por no apuñalarse a sí mismo.
—No bajé la guardia o guardé mi espada hasta hace unos meses.
—¿Es el tiempo que llevas saliendo con Will?
—No, de eso ha pasado poco más de un año. Ni siquiera fue un acto consciente, simplemente sucedió. Una mañana desperté sintiendo una apacible calma en mi alma y una tranquilidad en el corazón. Desde luego, mi primer acto fue acusar a los hijos de Hermes de robar mi puñetera espada hasta que Quirón sugirió que le diera vuelta a la calavera en mi anillo y mágicamente apareció. Connor Stoll juró vengarse por la diminuta horda de esqueletos que lo sacaron de la cama y lo llevaron gimiendo, pataleando y manoteando hasta el comedor.
—Me alegra que te estés llevando tan bien con tus compañeros de campamento, pero aún así, tú no tenías por qué arriesgarte tanto. ¡Tu vida Nico, es preciosa!
—No me arrepiento de nada. En cuanto bajé al inframundo y te vi, supe que con gusto cambiaría ese dolor una y mil veces por tu libertad. Nadie más que tú merecía una segunda oportunidad, ser recibida como una igual, encontrar una persona a la cual amar.
—¿Y a caso, no lo mereces tú?—preguntó con el rostro anegado en llanto, Nico miró de soslayo a su novio.
—Bueno, en mi caso…Will siempre me está recordando que del campamento mestizo me exilié yo solito.
—¡Porque lo hiciste! —aulló golpeándolo en el hombro. —¡Si no hubieras huido justo después de la batalla de Manhattan, yo...!
—¿Me habrías declarado tu amor? —inquirió en tono de burla.
—Y me habrías dado un rotundo no, ¿No? —respondió cruzando los brazos a la altura del pecho, aludiendo al obstinado amor que Di Angelo le tuvo a Jackson.
—No pensaba correctamente en esa época.
—Tal vez, si hubiera podido golpearte una y otra vez hasta aclararte las ideas…
—¡Will! —interrumpió falsamente alarmado. —¡Sé más respetuoso de las presencias de mi hermana y su novio!
—¡¿Qué…?! ¡¿Cómo dices que tratas a mi hermano?! —preguntó Hazel haciendo salir humo violáceo de sus manos para la alarma de Frank, la diversión de Nico y el horror de Will.
—¡Un segundo! —interrumpió el Pretor. —Ya que hablamos de esto, llevo un tiempo queriendo disculparme por haber actuado como un maldito imbécil cada que nos quedábamos a solas dentro o fuera del Argo II. Debí ser más considerado o cómo mínimo, haber tratado de ser tu amigo.—comentó Frank atropellándose con las palabras, Nico negó con un movimiento de rostro porque a ninguno de los llamados Héroes del Olimpo les guardaba rencor. Para ser honestos, en ese entonces, estaba acostumbrado a que las personas le huyeran como a la peste negra y además tenía mejores en las qué pensar. El tártaro, los gigantes, la vasija, semillas de granada robadas a su madrastra y su favorito: la decisión férrea en los bellísimos y transparentes ojos de Percy Jackson al lanzarse de cabeza al olvido junto a su novia. La única persona que querría y a la que protegería hasta el último de sus días.
Sí, la verdad es que hubiera preferido disolverse en las sombras antes de verse obligado a hablar de cualquiera de estas cosas con cualquiera de ellos.
—No fue tu culpa. Tenías una sentencia de muerte anclada sobre tu espalda y de pronto te veías obligado a convivir conmigo. El hijo que representa la muerte, la pérdida, putrefacción y desolación del Hades. El rechazo que te inspiré, no era otra cosa más que tu instinto de preservación, algo de lo que aparentemente carece mi novio.
—¡Oye! ¡Eso no es cierto! ¡Soy un sanador, tengo instintos de preservación!
—Claro. —respondió con sarcasmo. —Usar tus poderes de curación hasta estar a punto de drenar tu ultima gota de vida, es una fehaciente muestra de eso.
—¡NICO!
—¡WILL! —lo llamó retador, mirándolo a los ojos como si fuera su todo. El velo de la muerte, la agonía y desesperación que le aquejaron al atravesar las fronteras del Campamento Júpiter permanecían en el aire pero se desvanecían en presencia de Will, quizás era por su cualidad divina, por ser hijo del Sol o por poseer esa capacidad única e irrepetible que le impedía desconfiar de los demás. Sin ser consciente de lo que hacía, lo besó por delante de su hermana y Frank, los pretores no dijeron nada, a lo mucho escuchó chillar a su hermana. Este beso entregado con poco de cautela pero mucho de pasión confirmó su teoría, pues las emociones de rechazo y autodesprecio que comenzaban a agobiarlo se esfumaron por completo.
—Me disculpo por eso…—comentó segundos después de liberar la boca de su novio. Will desvió el rostro ruborizado hasta los orejas al igual que Frank, Hazel por su parte, miró a su hermano a los ojos con una resplandeciente sonrisa. Di Angelo continuó cavando su tumba. —Nosotros, regularmente no somos tan afectivos en público.
—¡No importa! ¡Me alegra muchísimo que se sientan tan cómodos delante de nosotros!
—Cómo sea, creo que deberíamos comenzar a inspeccionar la ciudad, visitar los lugares más afectados por la guerra, también me gustaría ver la tumba de Jason y conversar con Ella.
—Por supuesto. —respondió Frank levantándose del piso como todo un Pretor, a un movimiento de sus manos se acercaron un par de semidioses a los que ordenó, colocaran sus bolsos de viaje en las habitaciones que dispusieron para los dos. Nico estuvo a punto de protestar, pero su hermana le susurró al oído que eran habitaciones conjuntas por lo que no habría ningún problema para que se hicieran visitas nocturnas.
—Disculpen la interrupción, pero si van a recorrer la Ciudad, ¿El embajador de Plutón no preferiría usar esto? —preguntó un fauno ofreciéndole su vieja camiseta negra con estampado de esqueleto humano más la túnica de color negro con detalles de fémures y calaveras bordados en el ribete. Nico tomó las prendas solemnemente y el fauno lo reverenció poco antes de salir corriendo.
Los hijos de Hades se tomaron su tiempo en reacomodar sus ropas. Will aprovechó el interludio para conversar con algunas dríades que le hacían señas y gestos desde los linderos del bosque, corrió hacia ellas y sonrió triunfante cuando regresó y dejó caer una corona de las más exquisitas y frondosas flores sobre los negros cabellos de Di Angelo.
—¡¿Cómo diablos…?!
—Oh, al parecer las damas de la naturaleza son tus fans. Dicen desear de todo corazón que tu ritual funerario tenga éxito durante la luna sangrienta.
—¿En serio?—inquirió anonadado.
—También dicen que esta corona fue bendecida por todas y cada una de ellas y que sería muy difícil que tu aura oscura lograra deshacerla.
—¿Y la estúpida sonrisa en tu rostro es por algo en particular?
—Nada especial, mi querido Niccolo.—respondió reverenciándolo.
—Si no vas a pronunciarlo en perfecto italiano, tienes prohibido usar mi nombre completo.
—Aprenderé a decirlo, estoy seguro de que Hazel me enseñará.
—¡Claro que sí!
—Andando señores. —apremió Frank.
