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—6—
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Vivimos y oramos
Para las flores del mal.
He perdido mi camino
Que está hecho para volver de nuevo
¿Alguna vez seré libre?
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Sueña con las conversaciones que a lo largo de los años ha sostenido con su padre, piensa en los estándares que en sus comicios parecían inalcanzables y en el hecho de que justo ahora, todo lo que el rey del inframundo espera de él, es que alcance la felicidad. —¿Si no hubiera perdido la conciencia cuando lo atacó Octavio habría escuchado la verdad sobre su destino? ¿Un hijo de los augurios habría de destrozarlo, pero un hijo del sol lograría sanarlo?— pensar en Will siempre lo ha hecho sentir extraño, mirar sus ojos, admirar su sonrisa, escuchar su voz, lo hace saberse a salvo, resguardarse en el calor de su pecho o ser rodeado por la fortaleza de sus brazos es el equivalente a estar en su hogar.
Si Hades pudiera concederle el más egoísta de sus deseos, pediría recorrer las calles de Sicilia junto a Will. En sus esporádicos viajes de las sombras Nico había evitado el lugar donde nació, no porque no recordara sus calles adoquinadas bordeadas por frondosos árboles sino porque temía que al llegar no reconocería nada. Sentirse un extraño en los campamentos de semidioses era una cosa, pero sentirse igual en el lugar que debería representar su hogar, sería más de lo que podría soportar.
Por años Nico buscó identidad, comprensión, compañía y consuelo, todo lo que perdió al fallecer su hermana mayor y que era lo mismo que trató de recuperar en la primera persona que le ofreció su amistad. Con dolor comprendió que no debía confundir la amabilidad con el amor, ni la responsabilidad, la obligación y el deber con el romanticismo. No debía ver más allá de lo que aparecía ante sus ojos, ni esperar nada más de aquellos que apenas si lo podían mirar, pero eso es lo que sucedía cuando te arriesgabas a amar —¿No es verdad?—
El amor puede glorificarte como veía acontecer cada que Percy y Annabeth se defendían el uno al otro, el amor puede confundirte como sucedió entre Hazel, Frank y Leo, el amor puede trascender el tiempo y perpetuar a través de la sangre como demostró Sam Valdez. El amor también puede inventarse, transformarte y desgarrarte el alma cual ocurrió con Jason y Piper.
El amor puede ser unilateral, paciente cuando es preciso y feroz cuando encuentra un rival. El amor incondicional no espera nada a cambio mientras que el amor con reciprocidad persigue la igualdad.
El amor de Perséfone por Hades hizo florecer un magnífico jardín en ausencia absoluta de sol y el amor de Hades por Perséfone la esperaba diligentemente durante seis meses. Su padre jamás desconfiaba de ella, él simplemente aguardaba así como Will esperó a que algún día él lo notara y por supuesto que lo notó.
El amor de Nico por Will lo orilló a enfrentar sus demonios y aceptarse a sí mismo mientras qué el amor de Will por Nico una y otra vez lo sanó, remendó sus heridas, nutrió su alma y procuró su corazón, más recientemente dio forma a una flecha que fue la misma que lo liberó.
El ser primigenio, la criatura hecha de oscuridad y sombras no era otra cosa más que un espíritu que le guardaba profundo rencor a su padre. A consecuencia de las últimas guerras escapó de la prisión que por eones habitó y decidió que la única forma de herir a su padre era a través de su único hijo. Su sangre correría por las calles hasta destrozarle el corazón. Ese es el precio que exigía, la única cosa que quería a cambio de liberarlos.
Las almas cautivas recolectadas pacientemente durante la batalla de Nerón también eran producto del amor y es que así fuera por un breve y cegador instante, los Dioses eligieron a sus padres y lo demás era historia. Sus hijos merecían el descanso prometido a todo héroe caído: pasear por los Elíseos o renacer e intentarlo otra vez. Encontrar una madre afectuosa, un padre orgulloso o quizás un hermano que jamás los dejaría de buscar si alguna vez llegaban a faltar. Aquella fue la decisión que tomó Bianca y sin importar la cantidad de heridas que ese ser le infligiera, Nico lo soportaría con la frente en alto y la voz en grito pues como rey de los fantasmas deseaba que toda su corte conquistara la eternidad.
—¿Es esa tu decisión?
—Si, padre.
—No me gusta. ¡¿Qué han hecho los hijos del Olimpo por nosotros?!
—Nos dieron una oportunidad.
—¿De librar sus batallas por ellos? ¡Ja!
—Confía en mi.
—¡¿Cómo?! Si estás depositando toda tu suerte en un hijo de Apolo ¡¿No será el mismo que te humilló, cierto?!
—No, he aprendido de mis errores, jamás volverá a suceder algo así.
—Mmm...¿El ópalo sigue siendo tu favorito?—cuestionó el Dios sin mirarlo a los ojos, su rostro estaba enfocado en la habitación destinada a él.
—¿Podrías combinarlo con algo de oro y lapislázuli?—sugirió porque aquellos colores le recordaban a Will.
—Correcto. ¿Tienes alguna idea de cuánto has crecido desde la última vez que nos vimos? —Nico trató de no burlarse de las atenciones fúnebres de su padre. Sabía, por algunos fantasmas cotillas que en su habitación no había ninguna cama, el único elemento que formaba parte de la decoración central era un féretro de exquisita madera opaca forrado con satín y almohadones de color blanco. Una obra maestra que contrastaría maravillosamente con sus delicadas y apuestas formas.
—Mido exactamente lo mismo, los italianos nacidos en mi época no fueron muy altos padre.
—¡Ahhh! ¡Por los clavos de ese torturado gusano! ¿No puedes simplemente ignorarlos?
—¿Y cual sería mi futuro entonces? Sabes que no puedo dejar de escucharlos, me volvería loco y me niego a llevar la vida de un loco.
—¿Qué dijo mi hermano?
—Dioniso no podría sanar o tratar ese tipo de locura, está ligada a mi poder divino de modo que su solución para mi, sería tenerme en coma o convertirme en otra cosa, un conejo negro o un sauce llorón fueron sus mejores ofertas. Ninguna de las dos me agradó. —Hades resopló furioso, el suelo bajo sus pies tembló.
—El hijo de Apolo podrá venir a verte siempre que quiera.
—Gracias, padre.
—¡Oh! Será agradable tener a alguien soleado por aquí. —acotó una tercera voz perteneciente a Perséfone. Los ojos de Hades brillaron como la obsidiana recién pulida al contemplar a su esposa y como si no hubiera nada de extraordinario en la cuestión, insistió en lo referente a su estatura.
—Ah, querido. Si mal no recuerdo, la ultima vez que lo vi, medía unos siete centímetros sin contar los pistilos.
—¡Oh, no! ¡No lo transformarás de nuevo en diente de león! A no ser qué...¿Te gustaría eso?—preguntó atravesándolo con sus inquisitivos, fieros y quizá un poco locos, ojos negros. Nico temió que su padre y él compartieran la misma estremecedora mirada, aunque de hacerlo, explicaría por qué tardó siglos en hacerse de amigos.
—La habitación que preparas está bien para mi, pero aún no moriré.
—Fuertes palabras de alguien que por poco escapó de la muerte. —comentó su madrastra.
—No fue una casualidad o producto de la suerte, lo hizo Will.—acotó con renovado fragor en la voz. La Diosa le obsequió una diminuta sonrisa como si aprobara su relación y eso le gustó.
—Él podrá pasear libremente por mis jardines, pero si se atreve a cortar una sola flor terminará convertido en un beso de ángel negro.
—¿¡Un qué...!? —preguntaron Hades y Nico a la vez, Perséfone sonrió taimada y extendió una de sus manos para mostrarles una encantadora flor de pétalos negros que se fruncían en las puntas asemejando labios humanos y pistilos azules.
—Beso de ángel negro, así la nombraron los mortales. Personalmente, la habría llamado Hades. —su padre sonrió enternecido, Nico volteó los ojos. — ¿Por qué él era un insignificante diente de león y Will un sobrio ángel negro?— Esas preguntas se quedaron sin respuesta, su cuerpo estaba despertando, su mente se estaba apartando.
—Sé firme en tu convicción, hijo de Hades. —aconsejó la Diosa.
—Aquí siempre estará tu hogar. —le recordó Hades.
Entre la bruma de la consciencia e inconsciencia Nico se obligó a asimilar el hecho de que si fallaba en esto, su alma no iría a ningún lugar y qué, aunque su padre conservara su cuerpo en aquel antiquísimo féretro, él ya no despertaría, sería solo eso, un cuerpo etéreo.
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Nico despertó sintiéndose ligeramente apesadumbrado, como primer acto aguzó sus sentidos y escuchó los débiles sollozos de Will, mismos que se silenciaron en cuanto el sanador percibió que estaba despierto. Di Angelo contempló a su amado y sintió la culpa flagelarle como la daga de Octavio, se acomodó contra el respaldo de la cama y estiró sus brazos para acariciar cuidadosamente el rostro del rubio, había profundas bolsas por debajo de sus ojos y sus labios estaban secos, quizás por la falta de alimento o la ausencia de sus besos. Solace se dejó acariciar, tímidamente reaccionó a sus roces como haría un felino perdido.
—Nico...—su voz aún temblorosa era la confirmación de que Will temía que todo esto se tratara de un sueño.
—Lo lamento. —se disculpó bajando con sus roces hasta tomar sus manos. Will las presionó con fuerza, el poder de curación innato en él iluminó sus cuerpos y los nutrió a los dos.
—Te hice esto. —comentó Di Angelo tratando de secar sus lágrimas sin éxito alguno. Solace lo intentaba, pero al tenerlo despierto ante él, no podía hacer otra cosa más que llorar. —A pesar de que lo último que deseo es hacerte sufrir, sigo haciéndote esto.
—Te equivocas, mio angelo. No lloro por eso, no son lágrimas de sufrimiento, son de felicidad porque estás aquí.
—Mentiroso.
—¡Tú también mentiste! —replicó a voz en grito. —Dijiste que estarías bien, que yo podría sanarte, pero mi poder no puede aliviar la fatiga o curar el alma.
—¿Eso crees? —acotó mirándolo intensamente a los ojos, cerrando el espacio entre sus alientos hasta robarle un beso. Will se entregó al contacto absorbiendo todo él, su calidez y ternura hasta que Nico lentamente se apartó. —Tu beso es mejor que la ambrosía, el néctar o la ralladura de cuerno de unicornio.
—¡NICO! —chilló Will como si hubiera una legión de semidioses escuchando a sus espaldas. —¿Desde cuando te volviste un romántico?
—Desde que conocí a tu padre porque tú sabes, tengo el perfil de un guapísimo y dotado príncipe adriático.
—¡SUFICIENTE! ¡Tan pronto volvamos a casa, voy a arrancarte la ropa y cuando termine contigo, jamás volverás a pensar en Lester!
—¿En quién...? —Will sonrió encantadoramente y volvió a unir sus labios, un trueno resonó en alguna parte como si los dos acabaran de prometerse lo eterno más no con palabras sino con el pensamiento y sólo porque la vida de los semidioses asemejaba a la de los peones sobre un tablero de ajedrez, Nico los envolvió en las sombras y los condujo a su alcoba.
Si en verdad su vida se iba a acabar, quería irse al infierno (o la nada) con las marcas de los besos y dedos de William Andrew Solace sobre el cuerpo.
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Ultimado el pecado, volvieron a colocar las túnicas sobre sus prendas habituales, decorar sus cabellos con las coronas de flores a juego y salieron de la habitación con paso resuelto. A medio andar por los pasillos se encontraron con un centurión que les dijo que los Pretores los estaban buscando, aparentemente no le hizo ninguna gracia a Frank encontrar su cama vacía. Will sabía que debían reportarse, que tenían el tiempo medido y que debían formar un consejo para interpretar o traducir de otras mil formas la profecía, pero también sabía que había un único nombre en ella, un único semidiós y un único Rey de los Fantasmas que era el mismo que le aseguraba al centurión que lo tenía todo planeado y que estaría listo para completar el rito.
Por el momento, todo lo que necesitaba era mostrarle los alrededores a su fidanzato. Si Kayla y Austin no lo hubieran atormentado hasta el cansancio para que aprendiera lo básico del italiano, pensaría que Nico lo acababa de llamar fracasado, pero no. Aquella palabra significaba novio y era la única que memorizó, además de "ángel mío" y dos que tres cursilerías que le ponían las mejillas al rojo vivo.
Salieron del Campamento Júpiter tomados de la mano y corrieron por la calle que conducía directo a la Nueva Roma. Termino (el Dios menor inmortalizado en un busto de mármol) los fulminó con sus ojos vacíos y antes de permitirles pasar solicitó una audiencia entre Nico y su joven protegida Julia. La chiquilla de piel lechosa, ojos avellana y largos cabellos castaños, se retorció los dedos de las manos antes de mirar al embajador y preguntar si las almas de sus padres descansaban en paz. Di Angelo debió conmoverse por lo joven que era o lo preocupada que estaba porque en vez de ofrecer palabras de consuelo, se arrodilló para quedar a su altura, entrelazó sus manos con las de Julia y le pidió que pensara en sus padres, que se concentrara en los mejores recuerdos que tuviera de ellos, la pequeñita cerró sus ojos, los dones de Nico se expandieron, Will los sintió atravesar el subsuelo, pero la energía que manaba de él no se parecía a la que usaba para convocar zombis, esqueletos o fantasmas, era limpia, pura como en los momentos que efectuaba el rito.
Al terminar con lo que hacía, Di Angelo le aseguró a Julia que ambos estaban en paz, aguardándola, rogando con todas sus fuerzas que tuviera una vida larga, pacífica y plena. Julia juró por la laguna estigia que así lo haría, Termino le agradeció a Nico, Will se mordió los labios para no replicar y es que ni bien traspasaron las fronteras, su novio se tambaleó y casi se desmayó.
—No puedes resistir el impulso de lucirte ante un apabullante Dios, ¿cierto?—inquirió acercándole la goma de mascar curativa más un poco de ralladura de cuerno de unicornio. Nico lo consumió todo y después se burló de su novio.
—¿Estás celoso de Termino? Ni siquiera tiene cuerpo.
—¡Y eso qué! haces cosas estúpidas por toda clase de jodidos imbéciles.
—Mmm...¿Eso en qué lugar te pone, mio amore?
—¡Cállate! ¿A dónde iremos?—preguntó admirando las elevadas construcciones, los amplios jardines y las coquetas fuentes.
—Hay una cafetería bajando recto por esta misma calle, Reyna y yo solíamos comprar ahí y consumir nuestras bebidas frente a una ridícula fuente con la escandalosa forma de Baco porque tú sabes. No puedo resistirme a la gracia bendita de los Dioses.
—¡NICO!
—¿Sabes? Si hicieras algo verdaderamente sorprendente, puede que Zeus te ofrezca la inmortalidad que rechazó Percy Jackson.
—Mencionar a tu antiguo interés amoroso no te está dando puntos en esto.
—Pero, si fueras un Dios te honraría y veneraría hasta el último de mis días.
—Hazlo cuando estemos a solas, preferentemente de rodillas y sin ropa. —Nico compartió su sonrisa engreída y emprendió el camino directo a la cafetería. Will no tuvo mucho tiempo para impresionarse con la elaborada arquitectura o el agradable espacio interior. El barista reconoció a su novio y le sonrió como si acabara de entrar por la puerta principal la respuesta a todas sus noches de desvelo. Di Angelo, la ingenua e insolente lagartija italiana que es, se dirigió resuelto hacia él.
No es que Will fuera demasiado fijado (Dios, no) pero en la escala del uno al diez, ese tipo de piel trigueña, cabellos castaño oscuros, anatomía atlética y uno ochenta de estatura, era un veinte y claramente, no era indiferente a Nico, le guiñó un ojo en cuanto recogió su pedido y una vez su novio giró en redondo para dirigirse a una de las mesas, lo desnudó con la mirada deteniéndose en su trasero hasta que Will carraspeó furioso y le hizo saber que él era su novio.
—En la tierra de los romanos, hay que hacer como los romanos. —respondió el barista aludiendo naturalmente a la poligamia. Will tuvo que morderse los labios para no hacer algo que provocara una guerra entre campamentos (maldecirlo para que hablara en rimas hasta que dejara de mirar culos ajenos) Desde la comodidad de su asiento Nico le dirigió una mirada interrogante, Solace volteó los ojos porque obviamente, el nigromante no tendría la menor idea de que estaba siendo cortejado, pero él que sí lo sabía y que comenzaba a cansarse de que nadie respetara su posición como novio, (énfasis en Apolo) le recordó al barista que ni en su forma romana Plutón le era infiel a Perséfone.
—¿Sabes? Es bastante probable que a Lord Hades no le agrade que trates de meterte en los pantalones de su hijo cuando está conmigo. —hubo un ligero movimiento telúrico que probó su punto, la reacción del barista fue tragar saliva y correr a la cocina para elaborar su pedido.
—¿Tú, acabas de anular mi descuento no oficial del ciento por ciento?—inquirió Nico enarcando una ceja cuando Will lo alcanzó en la mesa.
—¿¡Lo sabías!?—cuestionó golpeando la mesa con los puños cerrados. Di Angelo se encogió de hombros.
—Reyna pudo haberme obligado a jurar por la Laguna Estigia que jamás vendría solo a este lugar.
—¡Bendita sea la hija de Belona!
—La comida es muy buena o por lo menos a ella se lo parecía. Por el breve tiempo que pasé visitándola, siempre veníamos aquí. Quería que lo conocieras, no al barista sino al lugar. Tiene recuerdos agradables para mi, no solo de Reyna y sus galgos sino porque Hazel hizo algo similar a lo que acabas de hacer, pagó el servicio con cinco pepitas de oro y cuando Frank preguntó si estaban malditas ella no respondió.
—Vaya, y a pesar de todo aún lo intenta.
—¿Mi trasero es tan follable? —preguntó Di Angelo como si fuera imposible la simple concepción de la idea. —Will se tragó las burlas que podría hacer al respecto y le dijo que sí, la madurez, la adolescencia o el fragor de las pasadas guerras lo habían convertido en uno de los semidioses más ardientes del Olimpo.
—Así qué, si alguna vez se atreve a tocarte me veré obligado a comenzar una guerra.
—Eso asumiendo que yo lo permita, ¿cierto?
—Para algunas cosas sigues siendo demasiado ingenuo, ángel mío.
—¿En serio? ¿Quién de los dos consiguió el lubricante, los condones y dildos?
—¡NICO! —chilló con las mejillas ardiendo al rojo vivo.
—¿Qué...? Todos aquí lo hacen, algunas veces hasta al aire libre, francamente es un espectáculo de lo más despreciable.
—¿Y por eso has estado más cariñoso de lo habitual?
—Tal vez,—mencionó acariciando una de sus manos por encima de la mesa y acercándola a su rostro para besar sus nudillos. —Es más fácil besarte dónde nadie nos conoce ni espera nada de nosotros.
—Por lo que he visto, los romanos esperan mucho de ti. —comentó aludiendo al rito de esta noche.
—Lo esperan del embajador de Plutón, no de mi.
—Oh, ¿Ahora salgo con dos chicos distintos?
—Gracias por introducir la idea de un trío en mi cerebro.
—De existir tal escenario, yo saldría ganando.
—¡Ja! ¿Y yo era el ambicioso?
—¿Cómo vas a vencer a esa criatura? —preguntó una vez el barista volvió con su pedido. En esta ocasión se abstuvo de dirigirle miradas candentes a Nico, aunque en el bordillo de su servilleta garabateó su número telefónico: xxxx xx xxx - Armand
—Los detalles no son importantes.—acotó tomando la servilleta y haciendo una bola perfecta con ella. —Disfruta tu comida.
—Pero la profecía...
—Sé lo que dice.—interrumpió mirándolo a los ojos, lanzando en un tiro perfecto la bola de papel directo a la basura. —Lo consulté con Hades y no tienes nada de qué preocuparte.
—¿De verdad? Tuviste tiempo para visitar a Hades y Clovis en tus sueños, pero no a mi.
—¿Dormiste en algún momento?—inquirió en un tono que reflejaba remordimiento y Will atacó furiosamente su ensalada romana con tres tipos de lechugas, aderezos, quesos, una pizca de ajonjolí y trocitos de pollo bien cocido antes de cambiar de tema.
—¿Es verdad que aquí tienen una estatua ridículamente enorme de mi padre en pelotas?
—La tienen, pero si me permites el desliz. —acotó realizando un movimiento bastante sexy con el tenedor en su boca. —No tienes nada que envidiarle a Apolo.
—¡NICO! —Will chilló tan fuerte que las mesas de los costados voltearon a verlos, el embajador de Plutón los despachó con un movimiento de mano y regresó a terminar su almuerzo consistente en una pila bastante pachona de panqueques bañados en almíbar y decorados con nueces, crema y frutos rojos finamente cortados.
—Si no me crees podemos ir a verla y ya que estemos en eso, podríamos pasar por la fuente de las tres furias, el templo dedicado a Neptuno, los jardines colgantes en honor a Deméter y la Librería con salón de Tatuajes perteneciente a Tyson y Ella.
—No es que rechace la idea de tener un tour por todos los lugares que atesoras de la Nueva Roma, pero parece algo sospechoso que me lo propongas. ¿No deberíamos estar con tu hermana y Frank elaborando algún plan?
—Ya te dije que lo tengo todo planeado, lo único libre en mi agenda eres tú. ¿Preferirías volver a la habitación?—sugirió chupando lo último en su batido de chocolate, la temperatura de Will volvió a ascender y descender a marchas iguales. Tener una cita con Nico, apartados de sus hermanos, búsquedas, profecías y misiones suicidas había sido su deseo desde que se hicieron novios, pero si esto era todo lo que podían tener, si esta era la única manera de estar con él, la tomaría. Además tenía ganas de conversar con la arpía de plumas rojas pues de lo que sabía. Ella sólo recitaba antiguos versos perdidos con el paso del tiempo, no era un augur ni una profeta, de modo qué, esto debió suceder en algún otro momento. Un Rey de los Fantasmas se enfrentó a ese ser de oscuridad y sombra y puede que su alma o su sangre se entregaran a cambio de la tranquilidad de otros, después de todo, hasta hacía muy poco los hijos de Hades ni siquiera se contaban entre los semidioses del Olimpo.
—Iré a donde tu quieras que vaya con una única condición.
—No estoy llamándote mi amigo especial en público.
—Quiero hablar con Ella en privado.—Nico pareció meditar sus palabras pero al final accedió.
—De acuerdo, tendrás tiempo de sobra en lo que consigo un tatuaje.
—¡OMG! ¿Tú? ¿¡Te atreverás a permitir que alguien más profane tu maravillosa y delicada piel?
—¿Esa es tu manera de decir que quieres ser el único que lo haga?
—No más maldita goma de mascar curativa después del sexo.
—Me parece perfecto, pero aún quiero un tatuaje.
—¿Que podría ser? ¿Una calavera, una granada, una flecha o una gema preciosa?
—¿Una flecha? Te elogias demasiado, Solace.
—Privilegios de ser tu novio, Di Angelo. —respondió tomándose la libertad de tirar de sus ropas y besarlo con hambre por delante de Armand.
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Recorrieron sin mayor problema los lugares que Nico había mencionado, las fuentes, monumentos y estatuas se localizaban en áreas poco pobladas, pero tan pronto se acercaron a la zona comercial que era donde Ella y Tyson tenían su negocio, los romanos que reconocían a su novio se acercaban a él como si fuera el mesías. Algunos le entregaban fotografías de sus seres queridos, otros le ofrecían objetos que los representaban o les recordaban a ellos. Todos sin excepción rogaban por su liberación, por el cese de las pesadillas y los gritos aterradores que escuchaban por las noches.
Nico, que no quería faltarles al respeto u ofrecer palabras vanas se limitaba a decir que haría todo lo que estuviera en sus manos. Esa sinceridad, esa decisión instalaba un aguijonazo de dolor en el pecho de Will, algo en su instinto le decía que esta cita, esta escapada por amor, era la claridad antes de la tormenta, tan concentrado estaba en eso que casi no escuchó la voz que lo llamaba a lo lejos.
—¿Will...? ¿Qué está sucediendo? ¿Por qué todos tratan a Nico como si fuera una celebridad?—preguntó Percy, el maldito Jackson. Solace no quería ser grosero, ni hacer un espectáculo de celos en medio de una calle tan transitada de modo que se limitó a enarcar una ceja, concentrarse en Annabeth Chase y preguntar si en serio no lo sabían.
La rubia se sonrojó de inmediato, reconoció que les estaba costando mucho trabajo concentrarse en algo que no fuera la universidad, especialmente porque al fin tenían a la mano todo lo que siempre soñaron: un futuro profesional aunado a la posibilidad de echar raíces y sentar cabeza en esta ciudad, Percy asintió a sus palabras y entrelazó sus manos con las de su novia. Will sintió no por vez primera que detestaba el hecho de no poderlos odiar, eran perfectos y ya habían sufrido y entregado demasiado en las estúpidas guerras de los Dioses, no se les podía pedir nada más. Ni que volvieran a adentrarse por el inframundo o que enfrentaran lo imposible y se arriesgaran a perderse, olvidarse o separarse.
No, esas pruebas las habían superado ya. Ahora era el turno de Nico y de él, la sensación de que Di Angelo le estaba ocultando algo volvió a recorrerlo como un escalofrío helado, pero lo ignoró. Creía en él, en su palabra y si decía que todo estaría bien, entonces rogaría a las tejedoras que así fuera.
—No es nada especial, Nico oficiará una ceremonia fúnebre esta noche.
—¿En memoria de Jason Grace? —preguntó Percy sumamente interesado, Will tensó todos los músculos de su cuerpo porque así eran los celos —¿No es cierto?— Un demonio furioso que te carcome el cerebro en los momentos más inapropiados.
Detestaba el que Jason fuera el primero en acercarse tan íntimamente a Nico, el primero en debilitar sus barreras, el primero en ofrecerle consuelo más una mano amiga, el primero en demostrarle que se puede y que está bien morir por amor aún si este amor es de uno, aún si todos te dicen que está mal y que deberías buscar a alguien más. Desterró esos pensamientos de su psique, negó con un movimiento de rostro y explicó a los dos que la ceremonia no sería únicamente para él.
—Trataré de absolver a todos los que fallecieron en las pasadas guerras. —acotó Nico quien recién se integraba a la conversación, por algunos instantes los tres semidioses que habían combatido, resistido, llorado y sufrido en más de una guerra se miraron a los ojos, Will reprimió el impulso de sentirse un intruso entre ellos. Él era el novio, el amante y amado de Nico, pero también era su luz, su fuerza y voluntad, era la razón por la que no se dejó consumir por la oscuridad, el único que le podía dar lo que Jackson y Chase le negaron en su ignorancia y hermetismo, pues como amigo y aliado, jamás lo trataron como un igual.
—Luces distinto...—reconoció Percy y un adorable rubor tiñó las mejillas de Di Angelo.
—Tú también...—admitió su novio y Will necesitó todo en su ser para no tirar de sus cabellos porque sería muy propio de Jackson prendarse de Nico después de haber sido rechazado.
—¡Oh, Dioses! Fue una fortuna haberlos encontrado porque la verdad es que nosotros...—acotó Chase acercándose a Nico y su novio. —…tenemos algo que desde hacía tiempo te queríamos decir.
—Por favor, no te lo tomes a mal —prosiguió Percy mirando a Nico a los ojos y Will cayó en la prudencia de colocarse protector por detrás de su cuerpo.
—¿De qué están hablando? ¿A quién mataron?—preguntó nervioso, recargando su peso en el pecho de Will. Annabeth y Percy se miraron a los ojos, después se concentraron en Nico.
—No se trata de eso, consultamos a un terapeuta. En sus comicios cada uno trató de hacerlo a su manera, acercarnos a las cosas y las personas que más nos importan para ir nublando los recuerdos del Tártaro, pero no cesaban. Annie despertaba gritando y llorando a mitad de la noche, asustando a sus compañeros de cuarto cuando se encontraba en la escuela o atemorizando a sus padres y hermanastros cuando se encontraba en casa. Yo no lo hacía mejor, creo que casi decapité a mi padrastro cuando desenfundé a contracorriente creyendo que estaba siendo acechado y al mudarnos aquí, realmente lo queríamos hacer bien.
—El terapeuta nos sugirió beber agua del río Lete —continuó explicando Annabeth. —Con un tratamiento controlado puedes eliminar únicamente los recuerdos que tú quieras.
—No...—espetó Di Angelo en un susurro que solo Will escuchó. —¿Por qué me dicen esto? ¿Qué tanto olvidaron?
—Solo el Tártaro. —le aseguró Jackson mirándolo a los ojos. —Pensamos que a ti también te podría ayudar.
—¿¡Qué...por qué!? —inquirió elevando la voz en un tono semejante a la furia pero que en realidad estaba cargado de temor y dolor.
—Escuchamos que estabas teniendo sesiones privadas con Dioniso, que lo sucedido en el Tártaro podría sumirte en la locura. —Nico entrelazó sus manos con las de Will, Solace sintió su tacto helado al contacto, su cuerpo temblar en diminutos espasmos y supo que aún sin querer, Percy volvía a decepcionarlo. Olvidar los horrores del Tártaro significaba que olvidaron que sobrevivieron gracias a la ayuda del Titán que se hizo amigo de Nico, gracias a sus precauciones y a su nobleza, gracias al amor que poco después fue confeso.
—Gra…gracias por pensar en mi, pero yo...—la voz de Nico temblaba, Will presionó sus manos lo más fuerte que se permitió sin hacerlo parecer débil. —...mi padre nos hizo beber del río Lete a Bianca y a mi cuando viajamos de Italia a los Estados Unidos y tan pronto como lo supe juré por el Estigio que jamás lo volvería a hacer. Buenos o malos, deseo conservar todos mis recuerdos y la locura de la que intentaba librarme Dioniso ni siquiera tiene que ver con eso.
—Vale, lo siento. Como dije al principio, no queríamos que lo tomaras a mal —se disculpó Jackson. —Es solo una opción que nos ayudó a los dos porque despertar gritando, golpeando o llorando después del sexo es horrendo y ahora que tú...
—¡¿Por qué mencionas el sexo, sesos de alga!? —interrumpió Chase horrorizada. —¡Son unos niños!
—Bastante activos según lo que Connor le dijo a Travis.
—¡¿De eso estaban hablando?!
—Will...—suplicó Nico, Solace reprimió el impulso de golpear a Jackson en la boca del estómago en favor de seguir sosteniendo a su novio y conducirlo a otro sitio.
—Fue un gusto verlos, pero nosotros ya tenemos que irnos.
—Te tomas en serio lo del príncipe azul, ¿No es verdad? Jamás imaginé que el tipo de Nico, fuera tan distinto a mi.
—¿Por qué no sería distinto? —refutó Will mirando al apuesto hijo de Poseidón directo a los ojos, físicamente entendía por qué medio campamento caía tendido a sus pies, pero en lo referente a lo emocional, era tan denso como un ladrillo hundiéndose en las profundidades del mar. —Me gustan los chicos a ti no (amo a Nico, tu no) caso cerrado.
—Es lo que siempre le digo. —acotó Chase, despidiéndolos con un movimiento de rostro aunque no sin antes preguntar a qué hora y en qué lugar sería la ceremonia fúnebre.
—Cuando la luna se alce roja en el cielo…—recitó Nico cual si estuviera leyendo la profecía. —Respecto del lugar aún no lo he decidido, debería ser uno donde me puedan escuchar tanto en el Campamento Júpiter como aquí.
—El Campo Marte —sugirió la arquitecta. —Fue diseñado específicamente para eso, si te colocas en el centro, la acústica y la fuerza de los vientos se encargarán del resto.
—Gracias...
—Yo, te juro que aún recordamos lo que hablamos contigo antes de que partieras con la Athena Partenos. —Nico le dedicó una sonrisa que a Will se le hizo tosca y rota, segundos después los envolvió con las sombras y los liberó en lo que parecía ser un cementerio, más concretamente, luego de una breve inspección, Solace descubrió que estaban ante la tumba de Jason Grace.
Di Angelo se aferró a sus formas y sollozó contra su pecho como un niño perdido, Will acarició su espalda e intentó consolarlo lo mejor que pudo, las palabras de Hazel se repetían en su memoria, aquello de que Nico era más débil aquí porque aquí es donde fue vulnerado y donde sus poderes como hijo de Hades y no de Plutón se veían disminuidos.
—Lo siento, ángel mío.
—Ya ni siquiera lo amo, ¿Por qué duele tanto?
—Porque las decepciones así como las despedidas, duelen demasiado.
—¿Por qué...?
—Porque esperas, esperas y esperas, algo que jamás llega. —Nico siguió sollozando otro rato, pronunció algunas palabras en italiano de las cuales Will solo entendió que desearía no tener corazón.
—Tu corazón es precioso porque es mío.
—¿En verdad...? ¿Quieres algo tan… mancillado?
—Con heridas o sin ellas. Si despiertas aterrorizado después del sexo quiero escuchar a dónde te llevaron tus sueños, lo que sucedió en el Tártaro sé que no quieres decirlo por temor a hacerme daño, pero esto, verte así, tratando de soportar tu solo el peso de todo ese dolor, es lo que verdaderamente me hace daño. —Nico besó sus labios como no había dejado de hacer desde que llegaron al Campamento, como si con ello le entregara su ultimo aliento y después se perdió en la profundidad de sus ojos.
—Te amo.
—Y yo a ti. ¿Necesitas un momento a solas? —inquirió porque Jason Grace era otro héroe al que por más que deseara no podía odiar. Si lo invocaba, puede que él tuviera mejores palabras consuelo o quizás le ayudara a elaborar un plan para defenderse de aquel ser de oscuridad. Di Angelo expandió sus dones por un momento y después suspiró derrotado.
—Él ya no está aquí, tenía mis sospechas pero nunca antes había tratado de sentir su presencia.
—¿Renació?
—Las tejedoras quieran que encuentre en su nueva vida lo que jamás encontró en esta. —Will elevó la misma oración al cielo y aunque era un absurdo hacerlo, le rogó a Hades que protegiera a Nico de lo que fuera que se avecinara.
—Andando, vayamos por tu tatuaje antes de que se haga tarde.
—Ok, ¿De qué charlarás con Ella?
—Tenía una idea bastante clara antes, pero ahora quisiera preguntar ¿Cómo asesinar a alguien y esconder el cuerpo sin ser descubierto?
—¡Yo sé como! Con un roce de mis manos puedo disolverlo.
—De ti es de quien escondería el cuerpo, cariño.
—Oh, ¿Matarías a Percy por mi?
—Mataría a mi propio padre, mio amore.
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Horas más tarde, después de que Will usara sus dones para sanar más rápidamente el tatuaje en el pecho de Nico, compartir un helado sentados en la fuente de Baco y consumir sus alimentos en el gran comedor, la reunión con el senado se resumió en lo siguiente: Nico quería que solo los pretores, centuriones y Will estuvieran presentes. Si el rito no funcionaba y las calles realmente se bañaban con su sangre no quería más desafortunados testigos de los necesarios.
Luego de un asentimiento general y de que Frank pidiera que llevaran al Campo Marte la cantidad ingente de fotografías y recuerdos de semidioses caídos en batalla que la población común había traído, Hazel y Nico se enfrascaron en una acalorada discusión expuesta en una extraña mezcla de lenguas romances (italiano, francés, español y sí, sus peleas le daban dolor de cabeza a cualquiera porque se olvidaban completamente del inglés hasta que se tranquilizaban lo suficiente) de lo que Will y Frank alcanzaban a entender, había referencias a Hades, el inframundo y los llamados hijos malditos.
En su charla con Ella, Solace descubrió algo similar, los hijos de Hades pocas veces alcanzaban la felicidad porque muy pocas veces llegaban a madurar, la mayoría moría a manos de otros semidioses, reclamando su lugar en el Olimpo, luchando a muerte por un reconocimiento que jamás se les daría en cuanto Zeus siguiera exiliando a su padre, situación que conducía a las otras causas de su muerte: desesperación, locura, resentimiento que los calaba hasta los huesos y después estaba el rencor hacia Hades.
En los albores de la historia, un puñado de sus hijos había tratado de derrocarlo, comandar sus ejércitos y declarar la guerra a los Dioses del Olimpo, de más estaría decir que jamás lograron llegar a Hades y que era una tarea francamente suicida eso de intentar meterse con el que gobernaba el inframundo.
A medida que las lágrimas en el rostro de Levesque corrían y la oscuridad en los ojos de Di Angelo se incrementaba, Will acarició la alianza de oro en el dedo índice de su mano izquierda y supo lo que tenía que hacer.
Protegerlo.
Nico debía ser el primer hijo de Hades que maduraba a tan temprana edad y que se veía obligado a pasar en total soledad por todos los niveles del inframundo. Él conocía la tortura, pero también conocía la piedad. Él comprendía el misticismo, el honor, la naturaleza y belleza ocultas detrás de la muerte y lo más extraordinario de él es que no usaba sus dones para nada más.
De haber querido, él podría haber acabado fácilmente con los dos campamentos, podría engañar a su padre en ausencia de su madrastra y hacerse con los ejércitos de fantasmas, esqueletos y zombis que obedecían su voluntad, pero no lo hacía porque en su interior habitaba algo más, un anhelo y un deseo de no estar solo.
—¡Escúchame, maldición! —gritó Levesque haciendo que algunas piedras preciosas se agolparan alrededor de sus pies.
—¿¡Quieres ayudar a tus legionarios o no!? —bramó Nico. —¡Ya no puedes darte el lujo de pensar como mi hermana! En tus manos está el cuidado de incontables vidas y en las mías está el de incontables almas. ¡Ningún lado es mejor que el otro, ninguno de los dos puede flaquear!
—¡Ni siquiera conocemos los poderes que pueda tener nuestro hermano!
—Es una criatura del caos, no merece que lo llames hermano y sus poderes no son importantes. En el gran registro de Thanatos, tú estás muerta. Quédate así.
—¿¡Cómo te atreves…!? —aulló Hazel iluminando sus ojos de color violeta y haciendo manar de sus dedos una niebla densa que olía a especias.
—¡Frank! ¡No dejes que Hazel se meta en esto! Hasta donde ese ser entiende yo soy el único hijo de Hades que queda. —Zhang no pronunció una sola palabra en alto, pero en la luz de sus ojos se entendía que lo haría, así Hazel lo terminara odiando, él la protegería.
—El sol se está ocultando, deberíamos marcharnos. —declaró Will como si estuviera sereno, como si no temiera con cada partícula de su alma que esta sería la última vez que caminaría junto a Nico. Di Angelo asintió con el rostro, se aproximó a él y conocedor de su situación, tiró de sus ropas para fundirlo en un profundo beso.
—Iremos al Campo Marte a pie, ya he abusado un poco de mis poderes.
—¡NICO! —reprendió Hazel, pero Frank les ahorró otra discusión transformándose en un enorme oso polar que los llevaría sobre su lomo.
El atardecer era agradable, Apolo se lució porque los cielos mostraban un magnífico degradar de tonos amarillos, anaranjados y rojos. Frank pensó en el incendio que acabó con la mansión y la vida de su abuela, Hazel evocó las tardes que compartió con Sam jugueteando en los jardines de su escuela, Will rememoró la tarde en que sus hermanos y él convencieron a Nico de que los acompañara a los bosques a recolectar hierbas medicinales, su novio no lo sabía, pero en ese entonces, estaba tan absorto, tan concentrado en su expedición que ninguna hierba bajo sus pies murió. Fue en ese instante, viéndolo a rebosar de vegetación silvestre y flores, iluminado por la luz dorada del sol que Will decidió que lo quería más que a cualquier otra cosa y que haría lo imposible porque su felicidad durara.
—Si tu muerte es lo único que quiere, ¿Qué lo detendrá de aniquilarte mientras completas el rito?—preguntó Hazel y Will respondió con convicción.
—Yo. Esta arma especial, sé que mi padre me la entregó por una razón.
—¡Si mueres, te juro por las furias que yo...!—comenzó a amenazar Levesque pero su hermano haciendo alarde de toda la autoridad que le profería su mayoría de edad, la interrumpió.
—Si muero, Hades dijo que tu consorte puede acudir en tu representación siempre que quieras. La condición de Thanatos no ha cambiado, ni la ira de Zeus ha mermado, él es otro tirano que podría pensar que al concluir con la profecía de los siete, simplemente regresaste a la tumba. —Frank (el oso) dijo que con gusto lo haría, bajar al inframundo, charlar con Hades, machacar cráneos de monjes para decorar las paredes de su mausoleo, lo que hiciera falta, por él y Hazel lo haría.
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Descendieron del oso en absoluto silencio, Hazel y Frank les concedieron intimidad ya que contrario de sus deseos, decenas de legionarios y población común se encontraban presentes (Tyson, Ella, Percy y Annabeth incluidos) Nico omitió el pavor escénico y se tragó los sentimientos encontrados que Percy Jackson y Annabeth Chase instalaban en su interior, entrelazó sus manos con las de su novio, unió sus frentes y por último lo miró a los ojos.
—¿Recuerdas la primer promesa que te hice?
—Claro que sí. Dijiste que volverías, lo juraste por la laguna estigia y todo ese jazz.
—Esa promesa sigue vigente Will, pase lo que pase, así tenga que buscarte en nuestras próximas vidas, yo volveré a ti. Si tú quieres.
—Te esperaré, en esta vida y las siguientes. Lo juro por el estigio. —un trueno resonó a manera de confirmación, los amantes unieron sus labios en lo que parecía ser un suspiro y un anhelo, luego Nico limpió las lágrimas de Will con dedos temblorosos y se posicionó donde Annabeth le indicó. En el tiempo que se separaron los hijos de Athena y Poseidón se enteraron de todo y temían por Nico.
El rito dio inicio.
Contrario de antes, Nico no desprendió el alma de su cuerpo, ni tampoco permitió que fueran las almas errantes quienes hicieran contacto con su esencia. No, esta vez únicamente levantó la voz. De acuerdo a sus cartas de Mythomagic, cuando un hijo de Hades cantaba dotaba de emociones y sentimientos a las cosas muertas que no deberían tenerlos. Hacerlo era un imperdonable tabú, podría haber caos, un desajuste total en el orden natural de las cosas, pero de momento, eso a Nico no le importaba.
Las almas que llamaba comenzaron a ascender a medida que toda su audiencia se estremecía y lloraba, todos sin excepción lo hacían, cosa que Nico odiaba. Detestaba lastimar a los demás porque eso le recordaba lo mucho que agobió a Bianca, conduciéndola a la muerte, pero este no era el momento ni el lugar para distraerse con eso.
El suelo bajo sus pies tembló, la tierra se agrietó, Frank ordenó a sus hombres cerrar filas, juntar escudos y levantar lanzas, Percy, Annabeth y Tyson se unieron a la refriega, desenfundaron sus armas a la par de los Pretores, todos esperaban ver aquellas criaturas arrancadas de las más espantosas pesadillas, pero ningún Eurinomo salió del subsuelo.
Nico siguió cantando, su canción hablaba de niños perdidos, los desafortunados hijos del Olimpo que no entendían por qué fueron abandonados en su dolor y soledad, las partes más apremiantes de la melodía rogaban al cielo, le pedían a un Dios que podría ser cualquiera que tomara sus manos y los ayudara a cruzar el ancho río. Varios destellos comenzaron a desaparecer mientras la tierra temblaba y los espectadores se maravillaban, conmovían y lloraban. Los hijos de Mercurio reconocieron a su padre, el mensajero de los Dioses partía con las almas a puerto seguro y segundos después, la canción se repetía. La alusión a la soledad, la intriga, el abandono y la solicitud de ayudarlos a cruzar el río. El suelo siguió temblando, la tierra se continuó abriendo, los semidioses se tensaron en sus puestos de guardia, aguardando la entrada de aquel ser hecho de oscuridad y sombra, pero no llegaba y entonces fue una hermosa Dríade quién habló.
—Deberían detenerlo, ya ha perdido demasiada sangre.
—¿Qué...? —Lavinia y todos aguzaron la vista, sino hubieran estado tan absortos por la belleza de las almas o conmovidos por la profunda voz de Nico habrían notado que de las grietas bajo sus pies salían finas cuchillas de aire que lo cortaban y lentamente iban succionando su sangre. Ella repitió la parte de la profecía referente al gesto correspondido más de uno se devanó los sesos, pero ninguno entendía. Todos los ahí presentes querían lo mismo: libertad y absolución para las almas, fortaleza y salud para Nico. El hijo de Hades en ningún momento cedió, su canción se elevaba con más pasión que antes y Hazel no lo soportó otro instante, sus ojos destellaron en tonos lavanda, Frank la llamó a gritos, pero Lavinia, Percy, Annabeth y Will, sabían que no serviría de nada tratar de frenarla.
—Si los hijos de Hades caerán esta noche, lo harán juntos. –declaró Levesque haciendo acopio de todos sus dones. Will concentró los suyos e hizo aparecer el arco y la flecha doradas. Él no quería perderlo, no en esta noche, no en esta vida, era muy pronto para hacerlo.
—Indícame el lugar. —solicitó a la pretora y Hazel le colocó una mano al hombro para que pudiera ver lo mismo que ella.
A kilómetros de distancia, en las profundidades del inframundo el ser primigenio manipulaba esas corrientes de aire pútrido que lastimaban a Nico, sus ojos poseían la misma locura que los ojos de Hades, su sonrisa dibujaba un gesto torcido de lo más grotesco, Levesque quería arrancar de la tierra la más pesada de las gemas y atravesarle con ella el corazón pero no tenía ninguno. No poseía un cuerpo sólido era algo similar a un eco, una presencia que volvería a la vida tan pronto drenara la sangre y consumiera el alma de Nico. Su padre se hallaba impedido para ayudar, no podía intervenir entre sus hijos pues desde los comicios Zeus les hizo jurar a los tres principales que no favorecerían a ninguno de sus hijos. Si habrían de morir por propia sangre, que así fuera.
Will evocó en su memoria todas sus citas, todas sus promesas y palabras cargadas de erotismo y coquetería, las que más lo tocaban ahora eran las que compartieron junto a la arboleda de Dodona.
"El resto de mi, depende de ti"
—¡Ahí! —Hazel señaló el lugar donde creía que más lo podrían dañar, Will tensó el arco y concentró toda su esencia, hasta la ultima gota de esencia divina en ese único tiro, el ser primigenio sonrió con alevosía. Dijo que era demasiado tarde, ya había tomado lo que quería. Levesque gritó con toda la furia de Plutón e hizo estremecer los suelos, usó la niebla, manipuló los vientos, reunió toda la magia aprendida a Hécate para tratar de aniquilarlo, Solace disparó, su flecha espiritual atravesó el subsuelo y llegó a las profundidades del inframundo.
En el Campo Marte, la canción de Nico cesó junto con lo que parecía ser su último aliento. Annabeth soltó su espada de bronce celestial y se llevó las manos al rostro en un rictus de profundo horror, Percy tensó los músculos, Lavinia se tragó una maldición, Tyson bajó el rostro solemne, decenas de legionarios lo hicieron también, en sus corazones, en sus instintos, en la momentánea paz que sintieron, sabían que el rito fue un éxito, las almas de sus caídos, las divinas sustancias de los verdaderos hijos del Olimpo se encontraban en un mejor sitio.
Ella pronunció en alto las definiciones de "gesto" y "correspondido" según el más actual de los diccionarios.
Will corrió hacia Nico, estaba seguro de que su flecha dio en el lugar preciso y que su energía logró disolver al eco. No obstante, era cierto que ya había tomado su parte, Solace rodeó a su amado con ambos brazos, trató de sanarlo, pero había agotado sus fuerzas en el lanzamiento de la flecha. Nico, que ya no creía tener fuerzas ni voluntad para nada más, se miró en sus ojos y pronunció lo primero que se le vino a la mente.
—Llévate mi corazón contigo…
—Sólo si tú te llevas el mío... —Hazel cayó de rodillas y aulló al cielo, maldijo a los Dioses, los maldijo a todos por condenar y usar a los hijos de Hades desde el origen de los tiempos. Sólo los querían para esto ¿¡No es cierto!? sacrificios que mantendrían en alto la gloria del Olimpo. Desde luego, un buen sacrificio sólo funcionaba si era por voluntad propia. La voluntad que tuvo al morir junto a su madre impidiendo el nacimiento de Gea y ahora Nico…
—¡Oh, Nico…!
Un nuevo temblor sacudió el suelo seguido de un relampagueo que alumbró y oscureció el cielo a un mismo tiempo, parecía que Hades y Zeus estaban combatiendo en algún punto ciego, pero eso no era lo importante ahora. Frank se acercó a Hazel para confortarla y le pidió que dirigiera una mirada a su hermano.
Ahí donde yacía su cuerpo, se encontraba Will entrelazando sus manos y uniendo su aliento al de Nico, a su alrededor hermosas rosas rojas, blancas y negras nacían y se abrían. Perséfone sin duda alguna honraba al último hijo de su amado Hades, sólo qué no parecía ser ella. A los botones en flor se unieron algunas plumas que configuraron un par de hermosas y cortas alas rojas.
Favonio, el viento del oeste, el mismo que se enamoró del Jacinto de Apolo y que lamentó tanto su pérdida que conmovió a Eros a tal nivel que lo compensó transformándolo en Dios menor, se encontraba junto a ellos. Hazel recordó con sopor que ese maldito insensato era el que había llevado a su hermano ante Cupido, forzándolo a admitir sus sentimientos, confesar su secreto. El odio se arremolinó en su corazón, los sentimientos de venganza estuvieron a punto de cegarla, hasta que Frank le hizo recordar otra cosa.
Favonio había estado al pendiente de Nico desde que era un niño, adulándolo en secreto por su gran parecido a Jacinto, tal vez rogando en silencio porque dejara de esconderse y de odiarse a sí mismo y se permitiera la oportunidad de amar con libertad. El Dios menor no parecía estar aquí para nada mas que lamentar la suerte de Nico, las furias, los tres sombríos e inmensos cuervos salían de la tierra, sobrevolaban los aires y adoptaban la forma humana por delante de ella, el corazón de Hazel se rompió en millones de pedazos.
—Tenemos órdenes de llevarnos el cuerpo.
—¡NO! —gritó Hazel con dolor.
—El hijo de Ares puede acompañarnos, el de Apolo también aunque no seremos responsables de lo que las profundidades puedan hacerle a un hijo del sol. —Will intercambió algunas palabras con Favonio, el viento del oeste depositó un beso sobre la frente de Nico y después se marchó dejándolos cubiertos por una fina capa de pétalos de rosas, frutos rojos y diminutos granos que destellaban como gemas preciosas. Hazel pensó en el baile que compartió con su hermano y se sintió estúpida. Nunca fueron Hades y Perséfone quienes los observaron y engalanaron aquella noche, lo hizo Favonio, el viento del oeste tenía la facultad de hacer crecer las flores, los frutos y los granos, tan finos y dorados que destellaban como el oro pulido. —¿Su destino siempre había sido morir así? ¿Sufrir agónicamente, amar incondicionalmente y después morir?— se negaba a aceptarlo.
—Yo lo llevaré. —anunció Will levantando a Nico en volandas, las furias asintieron, Hazel miró a Frank a los ojos, por supuesto que él también iría, pero se sentía fatal de que ella no pudiera acompañarlos.
—Hija de Plutón, si atraviesas el inframundo se acortará tu vida, morirás al instante y ya no queda nadie que pueda ayudarte. —Lavinia se acercó a Hazel, Percy decía algo de acudir personalmente al Olimpo y solicitar una audiencia con su padre, tenía que haber una manera de remediar esto, Nico no podía ¡Él no podía morir así! No después de lo que había hecho. Annabeth no se lo diría por ahora, pero ella sabía que aunque Zeus permitiera que los hijos de Hades tuvieran un lugar en los campamentos, no se les consentiría ningún otro privilegio. Nacieron en el exilio y morirían en el exilio.
—¡Esto es tan injusto! —gritó Levesque aunque ya no sabía ni a quién se lo decía.
—Lo volverás a ver. —aseveró Solace mirándola a los ojos. —Favonio unió mi corazón al de Nico.
—¿Qué…?
—Aún así su cuerpo necesita reposar, recuperar fortalezas y el inframundo es el mejor lugar.
—¡Oh, Will!
—Esto es algo que nunca antes se había hecho, podría servir para salvarlo o yo podría morir en su lugar, también existe la posibilidad de que fallezcamos los dos, pero aún así quiero hacerlo. —el sanador no dijo nada más ni tampoco se despidió de nadie en particular, siguió a las furias con paso resuelto y Frank los escoltó en ceremonioso silencio. Levesque tuvo la sensación de que debía comunicarse al campamento mestizo y decirle esto a los hermanos de Will, pero los vientos que desacomodaban sus cabellos y le llevaban la fragancia de las flores frescas y la tierra mojada que asociaba con Nico le decían que de eso se encargaría Favonio.
