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—7—
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¿Es en ti en quién estoy pensando?
¿Debería sentir como lo hago?
He venido para saber que extraño tu amor,
mientras no te extraño.
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El atardecer cayó sobre el campamento mestizo como una gota de tinta roja sobre un lienzo bien humedecido, los hijos de Hestia hablaron de malos presagios, los de Hécate quisieron refutar sus palabras pero cierto era que esa luna sangrienta que se levantó poco después les hacía sopesar lo peor. Dioniso había estado sumamente huraño durante la cena, Quirón inquieto, los hijos de Apolo pasaron del ajetreo general y ofrendaron sus alimentos con la esperanza de que su padre protegiera a Will y Nico por igual. Esta era la cuarta noche de su partida, el día del rito prometido.
Ningún semidiós parecía estar teniendo sueños proféticos, pero Kayla tuvo una pesadilla en la qué, estando en el proceso de selección para las Olimpiadas, lanzaba flecha tras flecha y flecha, pero por más que intentaba no lograba acertar en la diana. Su sueño, lo que más quería en esta vida jamás se lograba y salió de la cama con el corazón agitado y la frente perlada por el sudor. Llegado el alba sucedió algo bastante peculiar, Dioniso vestía su túnica griega, Quirón llevaba sus prendas más elegantes, peinó sus cabellos hacia atrás y la coleta de sus cuartos traseros parecía haber sido trenzada con suma delicadeza a lo largo de la noche entera, los líderes de las cabañas trataron de ahondar al respecto pero ninguno de los dos ofreció explicación. No hasta que los cielos se tiñeron de un brillante naranja y de sus profundidades descendió el carro solar de Apolo. Kayla se llevó las manos a los labios para no aullar de dolor, el resto de la mesa siete imitó la acción, su padre llevaba en las manos el bolso médico de Will, su hermano nunca salía del campamento sin él, era el único obsequio que poseía de su padre, como el cinturón de herramientas de Leo Valdez.
—¡No es cierto! ¡Will no puede estar muerto! —gritó Austin con la voz entrecortada por el dolor y Apolo simplemente suspiró.
—Pueden estar tranquilos hijos míos. No fue él quien se arriesgó, aunque por lo que escuché de Favonio, desearía haberlo hecho.
—¿Entonces, fue Nico? —preguntó una nueva voz perteneciente a Connor, Apolo se mordió los labios para no contestar, Dioniso chasqueó los dedos para que las camisetas de todos en el campamento pasaran del naranja al negro.
—¿¡Está muerto!?—quiso saber Sherman Yang con algo de histeria en la voz y para esta parte de la escena casi todo el campamento rodeaba a Apolo, cosa que lo habría emocionado y halagado en cualquier otra situación pero no ahora. No desde que encarnó al insufrible Lester Papadolopus quien a duras penas sobrevivió con ayuda de todos los que se encontró.
—No exactamente. Como bien saben, entre más usen sus habilidades de semidioses más cerca estarán de alcanzar la muerte. El rito fúnebre fue un éxito por cierto, un espectáculo de lo más glorioso, jamás vi a tantos dioses menores conmoverse por el destino fatal de un hijo de Hades.
—Si ninguno de los dos ha muerto ¿Por qué traes eso? —inquirió Kayla señalando el bolso médico.
—Porque el campamento no puede quedarse demasiado tiempo sin un curandero.
—¡Pero Will…! —insistió la morena viendo sus sueños profesionales esfumarse entre sus dedos.
—Él hizo un juramento por el Estigio—interrumpió su padre —Y también un pacto con el viento del oeste para no separarse de Nico. Justo ahora, los dos deben estar en el inframundo pues si Will llega a fallar en su cometido, Di Angelo no podrá ser sepultado u honrado aquí.
—¿Por qué no?—preguntó Lou Ellen con el corazón encogido. En los pasados meses se había acercado a Nico, no diría que eran íntimos amigos, pero él le ayudó a entenderse un poco mejor con sus habilidades sobrenaturales, le compartía lo mucho o poco que sabía de la hechicería de Hazel.
—Porque la rabia de Zeus no conoce piedad. —acotó Quirón y casi a manera de confirmación los cielos estremecieron y un rayo intentó impactar sobre la cabaña trece. El campo protección que rodeaba al campamento resistió el golpe, pero aun así el dios del vino levantó el dedo medio y gritó al cielo.
—¡Mi castigo! ¿Recuerdas? ¡Mi responsabilidad! ¡Yo deseo que la puñetera cabaña de Hades se quede vacía e imperturbable por la eternidad! —un nuevo trueno destelló aterrador y el cuerpo de Dioniso tembló de la cabeza a los pies, parecía que el dios de los cielos acababa de tomar eso como confirmación de que dirigiría el Campamento Mestizo por la eternidad.
Una vez los ánimos se relajaron Dioniso se sirvió una copa de oro que llenó con jugo de arándanos y bebió con tranquilidad, Cecile iba a preguntar qué tenía que ver Zeus en todo esto, pero el dios de la locura lentamente comenzó a narrar.
—Similar a mi situación, hace miles de años Zeus se prendó de la hermosa Perséfone y pretendía cortejarla hasta fecundarla. No obstante, no contó conque Hades haría uso de todos sus contactos en la superficie para secuestrarla y ocultarla de su ojo avizor durante meses.
Las leyendas mortales sugieren que el aterrador e insondable rey del inframundo la encarceló y torturó sin comida o bebida hasta que la pobre Perséfone no tuvo más remedio que acceder a casarse, pero la única verdad es esta: Nuestro hermano le ofreció lo que no muchos de nosotros, dioses, centauros, espíritus de la naturaleza o simplemente hombres, estamos dispuestos a otorgar: igualdad.
Si la diosa aceptaba su mano además de su lealtad y la corona, gobernaría fuerte y orgullosa a su lado. Cuando Zeus supo de la traición de Hades y envió a sus huestes a recuperarla, Perséfone fue rápida en comer seis semillas de granada roja, una por cada mes que había pasado en el inframundo, una por cada promesa, por cada anhelo, por cada hijo que gustosa le daría a su esposo.
Los siguientes seis meses fueron determinantes en el castigo que les impuso Zeus. Sin importar qué hiciera el rey de los cielos Perséfone se negaba a corresponder sus afectos alegando que ya se había entregado al rey de los infiernos y que era tal su devoción a él que estaba dispuesta a morir de pena si Zeus no le permitía volver al inframundo. Absorto por su desaire, cegado por la vergüenza y más allá de eso, la traición. Zeus maldijo el vientre de la diosa para que jamás diera fruto y en cuanto a Hades, como no podía arriesgarse a enfrentar sus poderosos ejércitos, lo castigó a través de sus hijos.
Zeus no podía impedir que tuviera descendencia con alguna mortal, ni manipular los hilos del destino o reescribir las profecías en las que participaran, pero sí podía hacer que los hijos del inframundo recorrieran su camino en total ignorancia, agonía y soledad. Que los demás hijos del olimpo los tuvieran por malditos, que jamás los recibieran en alguno de sus campamentos y qué, de llegar a encontrarse en alguna guerra, búsqueda o profecía, su única utilidad fuera la de sacrificarse por el bien mayor. —Connor escuchó las palabras de Dioniso y estremeció al recordar la reacción de Nico al saber de la muerte de su hermana, las hijas de Hécate derramaron lágrimas por el que había sido el destino de Hazel Levesque, los hijos de Apolo no lo pondrían en palabras como tampoco lo había hecho su padre, pero de más estaría decir que ahora había sido el turno de Nico. Dioniso tomó otro sorbo de su copa dorada y sin mirar a nadie en particular retomó la palabra.
—Conocedor de esta situación, Hades se limitó a procrear un puñado de hijos a lo largo de la historia. La mayoría murieron por mano propia o por mano de aquellos que jamás confiaron en ellos. Confieso que hasta ahora jamás me pareció que hubiera un problema con eso ¿Quién querría recordarlos? ¿Quién querría honrarlos? Si la tragedia siempre se repetía. Si no morían en el anonimato ayudándonos, lo hacían en agónica batalla contra el Olimpo intentando destronar a su padre, hacer lo que ni Hades ni Zeus se atrevían a hacer: romper el círculo.
Niccolo lo estaba haciendo bastante bien. —reconoció el Señor D mirando con nostalgia la mesa donde él y Di Angelo solían jugar Mythomagic. —Con lo sencillo que sería para él sentarse junto a su padre y vernos morir durante la batalla de Manhattan.
—Lo sé.—admitió Apolo. —Por un segundo creí que lo haría o que la impasible Deméter se cansaría de escucharlo gritar y lo convertiría en un montón de trigo.
—Demasiado dorado, el sésamo negro le quedaría mucho mejor.
—O la chía, Meg hacía unas cosas asombrosas con semillas de chía.
—¿Sabías que Di Angelo tuvo oportunidad de asesinar a tu Pitonisa antes de que aceptara al espíritu de Delfos en su interior?
—Claro que lo sé, también pudo matarme a mí cuando yacía lánguido, sangrante y patético contra su cuerpo y sin embargo, hizo lo correcto.
—¿Saben?—interrumpió Quirón como si no hubiera decenas de semidioses escuchando su charla.—Siempre me he preguntado si esa compulsión suya por meterse en problemas ajenos y esforzarse hasta quedar sin aliento es parte de la maldición de Zeus o si se trata de algo más.
—Soledad. —pronunció Kayla con voz temblorosa.—Will dijo que Nico hacía todas esas cosas extraordinarias y aterradoras porque en el fondo le aterraba la soledad. Complacernos, tanto a su padre como a nosotros le daba la sensación de que llegado el momento, no estaría solo. ¡Por favor, padre! ¡Dime que no están solos en el inframundo! —Apolo negó con un movimiento de rostro y aunque su sonrisa pretendía ser tranquilizadora, el gesto le salió bastante torcido.
—Los reyes del inframundo y Frank Zhang están con ellos. Infortunadamente, ni yo, Favonio, Hazel o cualquiera de ustedes puede unirse a ellos.
—¿Por qué? —preguntó Sherman Yang con los ojos ardiendo por la represión del llanto.
—Porque así lo dispuso Zeus.—zanjó Quirón. Dioniso ultimó su trago, Apolo resopló y continuó explicando.
—El pacto que hizo su hermano conecta su corazón al de Nico, de momento podría decirse que Will los mantiene con vida a ambos, pero lo que descendió con él fue solo un cuerpo. Su alma está en otra parte, desconozco si se pueda recuperar o si Di Angelo alguna vez despertará. —Kayla y varios más rompieron en silencioso lamento. Quirón elevó una plegaria al cielo, Dioniso comentó que aquel era el primer semidiós que en centenas de años se alegraba de conocerlo. Para todos los demás (incluidos sus hijos) él era simplemente el tipo del vino y lo más divino que esperaban que hiciera era volverlos alcohólicos, pero Niccolo se emocionó cuando lo conoció, dijo que sus poderes eran asombrosos y por un instante, no mayor al batir de las alas de una mariposa, hasta él lo creyó.
—¿De verdad no hay nada que podamos hacer? —preguntó Valentina secundada por Paolo.
—No sin provocar la ira de Zeus. Según sus palabras, los hijos de Hades nacieron en el exilio y morirán en el exilio. —señaló Quirón.
—¿En serio? ¿¡Y a quién le importa lo que diga o quiera ese viejo cruel, vengativo y rabo verde!? —preguntó una nueva voz perteneciente a Leo Valdez.
Él y Piper acababan de abrirse paso entre la multitud, sus rostros se mostraban cansinos como si no hubieran pegado ojo en horas. Luego de un breve saludo, dijeron haber sido presas de un horrible presentimiento que involucraba al campamento mestizo y por eso fue que volvieron. La armadura de Festo volvió a ser mejorada, ahora contaba con un sistema de camuflaje y sigilo de lo más novedoso y debido a ello ni Argus o Harley los vieron.
—Nuestra indiferencia, el trato hacia los hijos de Hades tiene que cambiar. —pronunció Piper con convicción en la voz. Jason no querría que Nico terminara así, como uno de tantos semidioses que murieron en batalla y cuyos nombres ni sus padres divinos recordaban.
—Revelarnos contra los designios de Zeus nos podría destruir a todos.—les recordó Dioniso. —Además, el pequeño bribón aún no está muerto.
—¡Encontraré su alma! —ofreció Valdez, Dionisio sonrió de medio lado.
—Admiro tu valor hijo de Hefesto, pero los únicos que podrían sentir, rastrear o encontrar su alma serían los hijos del inframundo que heredaran esta habilidad y no queda ninguno.
—¡Oh, Dios mío, Will! —volvió a sollozar Kayla. Conociéndolo como lo hacía, su hermano se quedaría en el inframundo, aferrado a un cuerpo inerte hasta el último de sus días y lo peor de todo no era precisamente esto, sino el hecho de que una vez muerto no se encontrarían de nuevo. No si el alma de Nico estaba perdida.
—¿Los dioses podremos morir de infinita pena? —preguntó Apolo a Dioniso. El dios de los viñedos se encogió de hombros y chasqueó los dedos para colocar una copa dorada en las manos de Apolo y Quirón.
Dado el pacto de los tres, Hades no podría tener más hijos con mortales y dado el pacto con Thanatos, tampoco podría volver a acercarse a Hazel, puede que Perséfone siempre se mostrara frívola y distante con los hijos de su esposo, pero muy en el fondo también los consideraba suyos. —¿Quién sino ella habría permitido que Di Angelo robara las semillas de granada que le salvaron la vida al interior de la vasija? ¿Quién sino ella habría permitido que Hécate siguiera instruyendo a la valerosa Hazel? ¿Y quién además de Artemisa se tomaría la libertad de encaminar a Bianca di Angelo hacia su siguiente vida?—
Apolo ultimó su trago dirigió una mirada a sus hijos y resopló con tristeza. No podía ni imaginar por lo que Hades estaría pasando. Cuando su padre asesinó a María, su pena fue tan grande que las almas atrapadas en su túnica huyeron despavoridas, los ríos del inframundo se desbordaron, los volcanes estallaron, la tierra se abrió por todas partes provocando que miles de monstruos y almas en pena pasaran penurias superiores a las destinadas. No obstante, lo superó porque sobrevivían sus hijos. Por más que Hades y Perséfone se amaran el uno al otro, había cierta satisfacción y orgullo en guiar, acompañar y moldear a alguien más, alguien único e independiente, alguien que llevaría tu nombre y transmitiría tus tradiciones sin importar dónde fuera.
—Esta noche, todas las ofrendas de la hoguera serán para mitigar la pena de Hades, las actividades normales volverán el día de mañana y ya que nos hemos ido bastante de la lengua, sugiero que no salgan del campamento. Podría fulminarlos un rayo perdido.—anunció Quirón y muy lentamente los campistas se dispersaron.
Leo no podía ni quería dejar las cosas así. Si no pudo hacer nada por Jason al menos lo haría por Nico, siempre había una manera, un método. —¿¡Qué les enseñó Dédalo!?— Las almas eran sustancia, la concentración de todo lo que te representaba y si podía extraerse también podía rastrearse. Sin pensarlo dirigió sus pasos hacia el Búnker 9, sus hermanos y algunos hijos de Athena y Ares lo siguieron. Los hijos de Himnos y Hécate intercambiaron miradas dudosas. El equilibrio entre la vida y la muerte no podía alterarse, era una línea muy fina, un tabú inquebrantable pero de momento, sería mejor que se mantuvieran ocupados.
Piper dirigió sus pasos hacia el enorme pino que alguna vez encarnó a Talía, saludó a Peleus, el enorme dragón que cuidaba del vellocino de oro con un movimiento de rostro y después de recargarse contra el frondoso tronco, elevó una oración al cielo. No se dirigió a su madre Afrodita ni a ningún dios del Olimpo. Había tenido suficiente de ellos, de sus ardides y mentiras, le rogó a los dioses que veneraban los Cherokee para que guiaran a los rastreadores, esos que indudablemente saldrían del inframundo, directo al alma de Nico.
. . Corremos, está hecho.
Y las flores del mal no te dejarán ser.
El que sostiene la llave de una puerta abierta.
¿Alguna vez seré libre?
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Lavinia tuvo miedo de que la pena de Hazel fuera tan grande que consumiera su fortaleza y mente. Se veía tan diminuta, perdida y frágil, abrazada a sí misma con los ojos anegados en llanto, las mejillas húmedas y el cuerpo temblando. Los centuriones tuvieron la prudencia de retirar a sus cohortes y gran parte de la población general también regresó a su hogar, pero mentiría si dijera que no había una chispa de incertidumbre en su interior.
Miedo de que la locura de Hades se posesionara de ella y que en ausencia de Frank, Hazel los asesinara a todos. No obstante, cuando los aullidos de los lobos resonaron en el horizonte, Lavinia suspiró, agradeció a Lupa y se relajó. Hazel también pareció hacerlo, hizo lo posible por recomponer su estado, por secar sus lágrimas y dominarse a sí misma para no cometer alguna locura como subir en su caballo inmortal Arión, dirigirse al Olimpo e intentar destruirlo.
Reyna Ávila Ramírez Arellano avanzó resuelta hacia ellas enfundada en una elegante túnica blanca que debía ser el manto fúnebre de las cazadoras. Una diadema plateada decoraba su frente, sus cabellos estaban trenzados a la usanza romana y sus intimidantes galgos metálicos permanecían a sus costados, al ver el estado de Hazel no se atrevió a preguntar por Nico, primero reverenció a la pretora y después la fundió en un fuerte abrazo.
—¿Cómo…? —preguntó Levesque mirándose en los profundos ojos de la otra.
—Los lobos y el viento del oeste me encontraron. Si bien, mi juramento a Artemisa estipula que mi prioridad siempre deberá ser la cacería, existen ciertas concesiones cuando se trata de familia.
—¿Familia…?—repitió Hazel, sintiendo que la palabra se le atoraba en la garganta. Reyna asintió dulcemente, le recordó que Nico seguía siendo el hermano menor de Bianca, una cazadora que falleció con honor. También era el hermano honorario de ella, pues en el tiempo que transportaron la Athena Partenos se acercaron más de lo que creía posible y mucho antes de prometerse a su diosa, le prometió a Di Angelo que jamás lo dejaría solo.
—Desde luego, no estoy olvidando que es tu hermano mayor por sangre divina y novio de un hijo de Apolo. Lady Artemisa me ha dado permiso de hacer lo que esté en mis manos para mitigar la pena de Will, pena que de momento es la pena de Apolo.
—¿Y cómo sugieres hacer eso?—inquirió la morena porque ella no tenía más ideas, solo sufrimiento, soledad y resentimiento. Estar sin Nico y sin Frank la hizo sentir intrascendente, insignificante e innecesaria.
—¡Con ayuda del mejor rastreador que jamás ha existido!—acotó una nueva voz perteneciente a Hedge. Reyna sonrió al ver al sátiro y le dirigió una diminuta reverencia, Hazel volvió a limpiarse los mocos con un pañuelo que le acercó Lavinia, el entrenador desveló sus mejores movimientos de karate para relajar sus articulaciones y después habló. —Mellie me dijo que el viento del oeste no dejaba de repetir el nombre del chico. ¿Qué acto descabellado y con marcadas tendencias suicidas ha hecho esta vez?
Hazel narró los eventos, todo hasta la parte en que creía que su hermano había muerto, pero Will le aseguró que lo volvería a ver. Ella no entendía cómo, ¿Favonio en verdad unió sus corazones? ¿Por qué tuvieron que viajar al inframundo? ¿¡Por qué no los podía acompañar!? ¿¡Por qué se tuvo que sacrificar!?
—Tranquilízate por favor. —sugirió Reyna. —De acuerdo a Lady Artemisa, las palabras que Nico y Will intercambiaron forman parte de un hechizo, magia antigua que vincula el corazón de los enamorados. Por ahora, nuestra única prioridad y la razón de que yo esté aquí, es encontrar el alma de Nico.
—Yo no…—Levesque cerró los puños hasta hacer sangrar sus manos con sus alargadas uñas. Ella no tenía el poder de ver, escuchar, convocar o liberar espíritus, pero tampoco tenía el poder de viajar a través de las sombras hasta que Nico se lo enseñó. Lo que hubiera que hacer estaba en su sangre, en su naturaleza, en lo que los volvía hijos del inframundo.
—No lo harás sola. —concedió Reyna. —Una pequeña cuadrilla de cazadoras viene conmigo. En nuestra ultima indagación descubrimos que la zorra que llevamos años rastreando es en realidad una guardiana de las almas. Si encontramos a Nico, podríamos dar con nuestro objetivo.
—¡Perfecto Arellano! ¡Levanta esos ánimos Levesque! ¿¡Qué más estamos esperando!?—cuestionó Hedge levantando su bastón de madera en alto.
—¿Qué hay del Priorato? —preguntó Hazel con cautela.
—Nosotros podríamos hacernos cargo por un rato. —sugirió Percy colocado a la diestra de Annabeth. Hazel y Lavinia se habían olvidado por completo de que estaban ahí. Los lobos aullaron al cielo, los galgos metálicos también lo hicieron. Hedge aguzó sus sentidos, dijo que podía percibir la esencia de Nico, viajaba hacia el norte. Levesque sabía que debería concertar una junta y discutir quién quedaría a cargo con el senado, pero a la vez, estaba harta de ser la chica buena que sigue todas y cada una de las reglas del manual.
—De acuerdo, pero solo hasta que Frank vuelva. —Hazel se desprendió de la insignia de pretor y se la entregó a Chase, Lavinia se ofreció a dialogar con el senado y ayudar a Percy y Annabeth en lo que fuera necesario.
—Suerte en su búsqueda. —comentó la hija de Athena.
—Llamen si necesitan ayuda. —sugirió Percy. Los enamorados las despidieron con un fuerte abrazó y sin más, cazadora, sátiro e hija de Plutón partieron.
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. Las flores del mal revelan
Demonios ocultos de mi alma
Un amor fatal.
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Descendieron a través de las sombras y emergieron frente un par de inmensas puertas. Frank tuvo recuerdos poco agradables de lo que seguiría a continuación. Si querían traspasar las puertas y deambular por las fronteras del inframundo debían beber un elixir, un veneno que los haría resistentes al aire viciado del purgatorio.
Las furias acercaron la copa de oro negro a los labios de Solace, Zhang se sorprendió por la ausencia de temor en el sanador y después de que bebiera, él también ingirió. Cada paso en su descenso se hacía más pesado que el anterior, el pretor podía ver cómo la ausencia de sol mermaba las fuerzas de Will, no obstante se resistía a soltar a Nico. Frank no quería que lo hiciera, jamás se atrevería a sugerir un cambio de roles, pero lo que sí le podía ofrecer es que se recargara en él. Zhang llevaría con la frente en alto el peso de los dos, era lo menos que podía hacer luego de irrumpir en sus vidas y convertirlos en esto.
De haber sabido que así es como terminarían las cosas…no, no podía permitirse esa línea de pensamiento o la desolación lo consumiría. La decisión de acudir a la Nueva Roma la tomaron los dos y la decisión de efectuar el rito fue enteramente de Nico. Si existía una mínima posibilidad, aunque sea una sola…
—¿Qué sucedió entre Nico, Favonio y tú?—preguntó Zhang sin frenar uno solo de sus pasos. Solace sonrió, la sonrisa más diminuta y rota que le había visto. Dijo que lo explicaría todo en cuanto estuvieran en presencia de Hades.
—No falta mucho. —anunció una de las furias.
—Lord Hades se disculpa por hacerles tomar la ruta más larga. —acotó la segunda bruja.
—Fue petición de Lady Perséfone que lo hicieran, para demostrar sus verdaderas intenciones y señalar donde está su lealtad.
—Nuestra lealtad está donde debe estar. —declaró Frank y Will tomó una profunda respiración para hacer el resto del camino sin la necesidad de recargar parte de su peso en Zhang. Las furias sonrieron con sus gestos grotescos y se encargaron de abrir el siguiente juego de puertas, las que les daban la bienvenida al Palacio de Hades.
En el recibidor había una muestra exquisita de las más perfectas gemas y joyas, también flores, espinas y tallos que crecían alrededor de todo tipo de huesos, poco antes de llegar al fondo una bruma negra y violácea emergió de la nada revelando un antiquísimo féretro de madera opaca. Will sintió su cuerpo helarse, su corazón fragmentarse, su visión nublarse a causa del llanto que no sabía que estaba derramando.
—¿¡Es horrible, no es cierto!? ¡Lo habría detestado y destrozado con su espada! —alegó una profunda y estremecedora voz. El Dios del inframundo apareció junto al féretro dispuesto a destruirlo y condenar a los mil tormentos a todos los que lo hicieron, pero Will encontró su voz y negó con un movimiento de rostro.
—Es hermoso, Lord Hades. A Nico le habría encantado, tan solo he dudado porque yo…yo…
—No sucederá nada si te apartas de tu amado. —comentó Perséfone que recién se colocaba a la izquierda de su esposo. —Conozco el hechizo, el vínculo que te ha unido a él y no va a quebrarse porque dejes de llevarlo en brazos.
—De acuerdo, Frank ¿Podrías?
—Por supuesto. —entre los dos colocaron a Nico como si solamente estuviera durmiendo, era una imagen muy cruel porque sus ropas seguían rasgadas por las crueles corrientes que sesgaron su cuerpo, drenaron su sangre y robaron su alma. Si tan solo le hubieran prestado más atención a él en vez de dejarse conmover por las letras de su canción, si hubieran sabido que su enemigo eran tan poderoso como todos los hijos del inframundo y que no precisaba de mucho para lograr su objetivo.
—¿De qué hechizo están hablando? —preguntó Hades porque él se había perdido las partes finales del rito en su afán de subir a su carro volador y golpear las malditas puertas del Olimpo. El cobarde de Zeus no lo dejó pasar ni le dio la cara por más que él bramó y golpeó. Al final, fue Hera quien le recordó que los cielos estaban negados para él así como toda posible audiencia con su marido y que su verdadera familia era quién más lo necesitaba ahora. Una rápida vista al cuerpo encogido por el dolor de Hazel le hizo arrepentirse de haber pactado con Thanatos y la presencia de las furias listas para llevarse el cuerpo de su hijo le recordó que debía agregar los detalles finales al féretro de Nico.
Perséfone lo puso al tanto de la situación, Hades se conmovió tan profundamente de que su hijo pensara en él y su esposa en los que podrían ser sus últimos momentos de vida que chasqueó los dedos para transformar las ropas andrajosas de Nico en una exquisita túnica negra que dejaba al descubierto su pectoral izquierdo. Ahí sobre la blanca y nívea piel aparecía un tatuaje que fue elaborado por las talentosas manos de Tyson y que describía una calavera en honor a Hades, seis granos de granada en honor a Perséfone, algunas diminutas gemas violeta en honor a Hazel y un arco plateado más una flecha dorada por la memoria de Bianca y el amor que le profesaba a Will. Frank bajó el rostro en señal de respeto y unió sus manos a manera de rezo, sabía que era un absurdo hacerlo en el inframundo, pero su abuela y su madre lo educaron demasiado bien además de que Hazel desearía estar aquí para poder orar por su hermano.
Perséfone elaboró una floritura con las manos y singular número de flores rodearon el cuerpo de Nico al interior del féretro, Solace sintió que su corazón volvía a romperse, que su garganta se secaba y la fuerza le faltaba, pero debió recordarse que esto era en realidad una fachada. Su cuerpo seguía vivo, él podía sentirlo, las pulsaciones de su corazón mínimas en comparación a los latidos que bien conocía y con los que estaba familiarizado, pero estaban ahí, constantes y firmes.
—Entonces, —pronunció el dios luego de haber grabado la imagen de su último hijo a fuego lento en su mente. —¿He de asumir que estás aquí porque correspondes sus sentimientos? —preguntó el rey del inframundo y los dos semidioses se arrodillaron a sus pies y colocaron una mano a la altura de su corazón.
—Sabemos que somos insignificantes e indignos, pero si nos concediera el honor de sostener las manos de sus hijos los protegeríamos, honraríamos y cuidaríamos hasta el último de nuestros días. —Perséfone sonrió altiva y orgullosa, las furias que habían vuelto a adoptar la forma de cuervos negros graznaron emotivas, Hades requirió dos milésimas de segundo para sopesar la situación y estallar en estruendosas carcajadas. Frank y Will palidecieron a un mismo tiempo, el hijo de Apolo temió que esto sería todo, sin la bendición de Hades Favonio dijo que su vinculo sería vulnerable. —¿Cómo demostraba que era digno de la mano y el corazón de Nico? ¿Cómo, si no hizo nada para protegerlo cuando más lo necesitaba?— las carcajadas de Hades rápidamente se transformaron en horribles lamentos. Perséfone cruzó los brazos a la altura del pecho y resopló furiosa más no con ellos o su marido sino con la situación en sí misma.
—Levántense hijos del Olimpo. —solicitó el dios luego de recomponer su estado y los dos así lo hicieron. El rostro de Hades parecía humano, tan dolorosamente humano que hería verlo afligido por el destino fatal de sus hijos. —Su estirpe —pronunció Hades como si la palabra le quemara en la lengua. —Ha pasado los últimos seis mil años engañando, pisoteando, destruyendo y denigrando a la mía y de pronto llegan ustedes, hijos de Ares y Apolo, dos de los favoritos de Zeus, se arrodillan ante mi admitiendo que no son dignos de relacionarse con mis hijos, pero aún así están dispuestos a provocar mi ira por la ínfima oportunidad de cuidar de ellos. ¿¡CÓMO HABRÍA DE CREERLO!? ¿¡Cómo!? Cuando nadie se molestó en levantar una lápida para mis hijas ¿¡CÓMO!? Sino hace mucho mi hijo se arrastró por las cloacas hasta terminar pidiendo asilo en los panteones ajenos.—pronunció el dios destruyéndolos con la mirada, Frank tensó sus músculos y levantó la frente en alto pensando en la multitud de regaños que llegó a recibir de su abuela, en la furia de Ares por exigir una prueba de paternidad que le demostrara que no era hijo de Apolo y por último, en el amor de su madre y Hazel.
Cuando habló no tuvo miedo de estar ofendiendo al dios de las pérdidas y las riquezas, no tuvo temor de terminar caminando descalzo sobre carbón ardiente por la eternidad. Lo único que sentía que tenía valor en su vida era lo que sentía por Hazel Levesque. De no ser por ella hace tiempo que se habría dejado gobernar por las cualidades que heredó a su padre, se enfrascaría en una guerra sin retorno, derramaría tal cantidad de sangre que sería imposible saber qué heridas eran suyas y cuales pertenecían a los demás. Hades asintió a sus palabras, dijo haberlos estado observando a la distancia y Hazel parecía feliz con él. No obstante, como Plutón y su padre, él no era nadie. No había estado presente en gran parte de su vida y gracias a su trato con Thanatos seguiría estando ausente hasta el día de su muerte, de modo que no tenía ningún derecho a decidir con quién compartía su camino.
—Lo entiendo y lo sé, pero aún así quería que lo supiera Lord Hades, jamás voy a lastimarla y juro por el Estigio que haré todo lo que esté en mis manos para no abandonarla ni defraudarla.
—Si eso es verdad, harías bien en comenzar a buscarla. —comentó Perséfone con un ligero destello de malicia en la voz, Frank palideció nuevamente, preguntó a la diosa por lo que hablaba.
—Mientras ustedes venían hacia acá, ella se unió a las cazadoras para tratar de rastrear el alma de Nico.—Will tuvo la impresión de que Zhang se podría desmayar de pie. Unirse a las cazadoras significaba renunciar al amor romántico. Hades le colocó una mano conciliadora al hombro, Perséfone se carcajeó un poco. Aclaró que no hubo ningún juramento de por medio, tan solo era eso, una búsqueda pero el lugar al que se dirigían estaba plagado de peligros que podrían requerir del filo de su alabarda.
—¿Will…? —Zhang miró al sanador ansioso por saber si necesitaba algo más de él.
—Puedes ir, yo estaré bien.
—Lord Hades, Lady Perséfone, antes de partir quisiera mostrarles algo. —comentó el pretor rebuscando en los bolsillos de su sotana hasta extraer una joya bellamente trabajada. —Hazel ha estado practicando en la elaboración de sus propios artilugios, la mayoría de sus trabajos son para la Legión, puntas de lanza, flechas, cuchillos, escudos, espadas, pero también, cuando la ocasión lo requiere, elabora piezas de joyería, las potencia con su magia aunque no estoy muy seguro de lo que haga esta. —la joya que les ofreció describía un corazón de rubí cuidadosamente cortado, decorado con un par de alas de topacio tan oscuro que parecía negro. En cuanto Perséfone la sostuvo en sus manos la gema se dividió en dos, el corazón destelló como una granada madura y voló hacia el pecho de su padre (aterrorizando a las almas que se arremolinaban en su túnica) mientras que las alas pasaron a ser una elegante mariposa que se apostó cuidadosamente sobre el tocado de Perséfone.
—Asombroso. —reconoció la diosa.
—A Hazel le hará muy feliz saber que aprecian su trabajo. —Frank reverenció a los dioses para despedirse y Hades extendió una mano para extraer de las profundidades un báculo coronado por una resplandeciente gema violácea, ordenó a Zhang que se lo diera a su hija y después llamó a un zombi para que lo llevara al lugar donde deseara.
Will agradeció el interludio aunque la demostración de las habilidades de Hazel lo dejó sin mente para preparar un discurso que lo hiciera digno del amor de Nico, podría aludir a lo mismo, decirle a Hades que sin Di Angelo nada en su vida se sentía completo porque había pasado nueve años entregando mente, alma y corazón al campamento mestizo, pero no fue hasta que verdaderamente lo conoció y reafirmó su amor por él que se sintió pleno. Fue como si toda su vida le hubiera faltado algo y al fin lo hubiera encontrado. Sabía que pensar así era una falacia porque las leyendas en las que creían decían muy claramente que las figuras completas de las que descendían, se dividieron en un hombre y una mujer y estaban condenados a buscarse hasta encontrarse por la eternidad, pero cuando se veía en los ojos de Nico, cuando sostenía las manos de Nico, cuando besaba a Nico y más recientemente, cuando tuvo intimidad con Nico, se sintió completo.
—Ven conmigo hijo de Apolo —solicitó la diosa y hasta entonces Will fue consciente de que había pasado de la ominosa presencia de los reyes a favor de acercarse al féretro y contemplar el apuesto y sereno rostro de Nico.
—Con mucho gusto lo haría, pero yo aún no he…
—El simple hecho de que tu corazón sea el que lata por los dos es prueba suficiente de que sus sentimientos son correspondidos. Ahora, dejemos que mi amado tenga un momento a solas con el que podría ser el último de sus hijos. —Will asintió más antes de partir, no reprimió el impulso de colocar un beso sobre la frente de Nico, su cuerpo estaba frío, no helado como los cadáveres que en su momento había remendado, lavado y preparado para su servicio fúnebre, pero no por ello la sensación dejaba de ser escalofriante.
—Recorramos mis jardines —sugirió Perséfone y casi en automático Will preguntó si no se trataba de una trampa para convertirlo en diente de león. La diosa se burló, su risa era cristalina, su rostro bello y atrayente. Solace podía entender por qué Zeus y Hades contendieron hasta las últimas consecuencias por su mano.
—Ese es un hechizo muy sencillo, ¿Alguna vez te has preguntado como funciona? —Will negó con un movimiento de rostro, estrujó su cerebro para tratar de encontrar una explicación, pero tan pronto salieron a los jardines se maravilló por la apacible calma que lo embargó, era como si los cielos se hubieran clareado y los aires purificado, por un diminuto instante, hasta sopesó la posibilidad de no estar más en el inframundo, pero los cielos seguían siendo rojos, rojos como la luna sangrienta que presagió el destino fatal de Nico.
—Cuando las almas han encontrado a su otra mitad, ya sea que se toparan de frente o por pura casualidad, el hechizo de transformación los convierte en algo que sea sencillo de identificar para su igual.
—¿¡Cómo dice…!? —preguntó consciente de que Perséfone transformó a Nico en diente de león mucho antes de que se hicieran cercanos, pero claro que ya se habían topado.
—Es tu flor favorita, ¿cierto? la asocias con el momento más feliz de tu infancia a diferencia de las plantas de maíz que te generan sentimientos encontrados debido a que había una gran cantidad de sembradíos en el último lugar donde se presentó la afamada cantante de música country, Nahomi Solace. El espectáculo no salió como se esperaba, mucha bebida y mucha droga corrió entre los asistentes y el resultado de eso, cuando saliste de tu casa rodante y buscaste a tu madre tras camerinos ya te lo sabes. —Will asintió llevándose la mano diestra al antebrazo izquierdo, justo en el lugar donde se inyectó Nahomi para tratar de aliviar sus penas o tal vez lo hiciera para volver a soñar con su padre, el apuesto e inalcanzable hombre que simplemente la preñó y jamás regresó. Pensar en todas esas cosas siempre lo ponía inquieto, pero ahora no se concentraba en eso, recordaba las palabras de Nico en relación a un dios menor que lo transformó en la más lamentable y decadente planta de maíz.
—Usted siempre lo supo…—comentó Solace mirándose en los delineados ojos de la diosa.
—Veo muchas cosas cuando recorro el mundo cumpliendo la segunda parte de mi penitencia. Ya sabes, debo llevar las estaciones a todo el mundo para que no se pierdan los cultivos, ni las flores o los frutos. Ceres (forma griega de Favonio) no es el único que se llegó a preocupar por la obstinación de tu novio. Sé que Niccolo y yo no hemos tenido la mejor de las relaciones, especialmente porque tan pronto nos vemos competimos por la atención de Hades, pero si hay algo que en todos estos años me ha demostrado, es que sus raíces son profundas y fuertes.
—¿E…entonces, nosotros…de verdad nacimos para estar juntos? ¿A caso no está mal?—preguntó porque los versos de aquella antigua leyenda aunados a sus dudas sobre las almas gemelas (hombre y mujer) permanecían obstinadamente en su cabeza.
—¿Por qué lo estaría? —inquirió la diosa añadiendo algunos comentarios a la ligera. Si se tratara de él, lo transformaría en una flor negra de pistilos azules o en un sembradío de patatas. Las furias sabían que si por él fuera, Niccolo viviría a base de patatas fritas de esa insufrible cadena comercial.
—¿Pero, qué hay de Piper? Es decir, la hija de Afrodita prácticamente ha negado a su madre y rechazado su sangre para tener la oportunidad de amar con libertad. —Perséfone se rió aún más fuerte que antes.
—¿En serio crees que una diosa del amor condenaría el amor? El amor es puro, libre, no sigue normas de ningún tipo, pero volviendo a mi hermana, debes comprender que es una diosa primigenia, se aburre con sobrada facilidad y mucho me temo que sus juguetes favoritos son sus propios hijos. No obstante, ella jamás la rechazó o condenó y sólo para que lo sepas, no existe un solo Dios del Olimpo que no se haya encaprichado, enamorado o encamado con alguien de su mismo sexo. —Will enarcó una ceja bastante contrariado con la idea, creía que Perséfone y Hades eran como la pareja hetero a la que todos debían aspirar (sin contar a Han y Leia por su puesto). La diosa argumentó que cambiar de sexo era un hechizo igual de sencillo y que su esposo y ella solían recurrir a el para mantener las cosas interesantes en la alcoba.
—Ok, creo que aceptaré ser una flor si eso significa poner fin a esta conversación. —Perséfone sonrió coqueta y los condujo a una hermosa banca de hueso tallado desde la cual, además de los bellísimos jardines se podían apreciar los ríos, las montañas, las oficinas administrativas donde se llevaban a cabo los juicios y finalmente, los campos elíseos y los de castigo.
—No somos muy diferentes tú y yo —comentó la diosa apareciendo un precioso diente de león en el interior de su mano diestra y ofreciéndoselo a Solace.
—La primera vez que baje al inframundo en contra de mi voluntad, mi mente y mi alma estaban contaminadas por todas las mentiras que Zeus y mi madre pregonaban, creía que aquí no podía haber nada más, ni bondad o piedad, mucho menos fertilidad. A donde quiera que mirara la tierra era estéril y los cielos como lava ardiente, creí que mis ojos se secarían de tanto llorar, que mi pecho no me dejaría de doler jamás.
Me negué a ver a Hades durante los primeros días de cautiverio, todo lo que quería era regresar a mi hogar contemplar los cielos azules, las nubes esponjosas y ni qué decir de su resplandeciente sol. Al decimosexto día de confinamiento escapé dramáticamente por la ventana de los aposentos que mi ahora esposo dispuso para mi y anduve sin rumbo fijo hasta que la carne de mis pies se abrió al rojo vivo. Hades no podía saber lo que hacía, sus deberes en el trono le dejaban muy poco tiempo para tratar de entenderse conmigo de modo que cuando lo vi, lo observé como realmente es.
Los jueces estaban juzgando a un grupo de niños, héroes del Olimpo, prescindibles los llamaría Dioniso, sus rostros estaban manchados de sangre, sus ropas casi en jirones, murieron en una de tantas batallas, pero como su sacrificio no ayudó en nada a enaltecer la grandeza del Olimpo, el primer juez sugirió que los enviaran a los campos de castigo, tal vez así aprenderían la manera correcta de trabajar la pólvora. Yo creí que Hades se mostraría de acuerdo, que se relamería de gusto y hasta se ofrecería a descargar los primeros azotes sobre sus espaldas pero cuando habló, preguntó a los niños por la identidad de su padre divino.
Ninguno sabía, no fueron reconocidos y el más avispado de ellos estaba seguro de que fue un hijo de Hermes quien ocasionó la explosión que los asesinó. "¿Se arrepienten?" preguntó el dios, los cinco niños se miraron de hito en hito y negaron con un movimiento de rostro. A pesar de haber sesgado sus vidas estaban orgullosos de morir peleando. "¿Por qué?" preguntó mi marido. "¿Por qué están orgullosos? ¿Por qué no detestan a los que jamás los reconocieron?" Porque nos dieron una familia, un hogar y una oportunidad de ser algo más. Hades convino que los cinco fueran a los Elíseos, los jueces no estaban de acuerdo, sólo los verdaderos hijos del Olimpo merecían los Elíseos, los hijos reconocidos, los que hubieran contribuido a la grandeza del Olimpo. "Yo los estoy reconociendo como patéticos hijos de mis patéticos hermanos y digo que la nobleza de su sacrificio es suficiente contribución al Olimpo"
Juicio tras juicio la historia se repetía. Hades no estuvo presente en todos, tardé un poco en comprender que de alguna manera él lo sabía, sentía cuando el castigo no correspondía a la causa de la muerte e intervenía. Siempre con paciencia y sabiduría, siempre anteponiendo a aquellas desafortunadas almas sobre la ambición, el deseo y los caprichos de los jueces.
Confieso que yo todavía tenía mis reservas, podría tratarse de una treta, una artimaña para que bajara la guardia y me entregara solícita a él, pero no fue hasta el tercer mes de mi confinamiento, cuando Hades me encontró caminando torpemente de regreso a mis aposentos, dejando a mi paso una estela de sangre roja producto de algunas heridas que ni sabía que tenía (las piedras bajo nuestros pies son filosas, las ramas secas de los árboles agudas y el aire tan sulfuroso que una bocanada profunda podría exterminar a cualquiera cuyos dones divinos estén ligados a la pureza de la naturaleza) que conocí al verdadero hombre, el que se ocultaba detrás de su aterradora fachada, mismo que se tendió a mis pies y usó sus dones divinos para sanar mis heridas y al verme tan maltrecha y famélica, se maldijo a sí mismo por su insensato afán y ordenó a las furias que me devolvieran ilesa a la superficie.
Fue entonces mi turno de preguntar "¿Por qué?" Si se esforzó tanto en raptarme "¿Por qué simplemente liberarme?" Hades me miró con una humanidad y un dolor similares a los que viste hace un momento cuando habló del destino cruel de sus hijos. En mi haber, yo había conocido hombres ambiciosos, terribles y avaros que cazaban y enjaulaban aves por el simple placer de cortarles las alas y verlas morir de añoranza. Creí, en mi ignorancia y temor que estando a su merced mi vida acabaría así, pero si era tan cruel y maquiavélico ¿Por qué sanó mis heridas? ¿Por qué intervenía en los juicios? ¿Por qué la pena de los caídos le afectaba tanto?
—Porque él también fue mal juzgado. —comentó Solace y la diosa asintió.
—Y porque para entender la muerte, primero hay que apreciar la vida.
—Apolo comentó que nuestras vidas eran preciosas por el simple hecho de que son finitas.
—Breves y significantes. Piensa en todo lo que han logrado Niccolo y tú en tan solo dieciséis meses de relación.
—Me habría gustado que fuera mucho más tiempo.
—Lo será. Hay otra cualidad de Hades y otra virtud de los nacidos en el inframundo que es absolutamente irrevocable: su orgullo. Mi esposo podrá parecer débil al no oponerse a las crueldades de Zeus, pero de haber una guerra entre Dioses, de dividirse las lealtades entre los doce originales ¿De qué lado crees que se inclinaría la balanza?
—Del lado de aquel que jamás rompió su palabra. —respondió Will y Perséfone asintió devolviendo la atención a sus frondosos y bellos jardines.
—Es irónico, ¿no te parece? Que los mortales y todos en el Olimpo crean que fui yo la que creó estos jardines cuando lo hizo Hades para demostrar que no había nada, absolutamente nada que no haría por mi y al ver estos campos con sus rosas imposiblemente perfumadas y rojas le creí. Mi único acto divino durante mi cautiverio, fue encantar la granada para que Zeus se viera obligado a permitirme regresar. Una semilla por cada mes, por cada promesa, por cada hijo que le daría, pero la ira de mi padre nos lo arrebató todo. Sólo nos teníamos el uno al otro y por un breve instante fue maravilloso, pasional e idílico, hasta que se cumplieron los seis meses y nos tuvimos que separar. Entonces, al verlo tan atormentado por las consecuencias de sus actos pensé en aquel hechizo ancestral.
—Llévate mi corazón contigo...—pronunció Will con la mano diestra colocada a la altura de su corazón. Perséfone asintió, habló sobre la añeja amistad entre su madre Deméter y Hécate, cómo entre las dos le enseñaron el balance sutil pero inquebrantable entre la hechicería y la naturaleza.
—El hechizo de los corazones vinculantes solamente funciona cuando el sentimiento es recíproco y esto quiere decir que durante seis meses, mi corazón late en el pecho de Hades y el suyo en el mío. Ahora, no deberías preocuparte por las partes finales de la profecía.
—¿El gesto correspondido?
—Así es. Hace seiscientos años aproximadamente, Vladimir un hijo de Hades tuvo las mismas extraordinarias habilidades que heredó Nico, no obstante cuando los susurros a voces, los lamentos de sus caídos comenzaron a ensordecer los oídos de los Romanos, en vez de permitirle hablar y realizar el ritual, su vida se ofreció en sacrificio. Las calles de la Nueva Roma se tiñeron de sangre, la luna llena se volvió rojiza, los lobos de Lupa aullaron al cielo y los augures bendecidos por tu padre crearon la profecía.
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Cuando la luna se levante roja en el cielo,
las almas que fueron robadas
se liberarán por mandato del Rey Fantasma.
Pero si su gesto no es correspondido,
de sangre se teñirán las calles
hasta destrozar el Hades.
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—¿Lo mataron? ¿Ellos, lo sacrificaron sólo por ser un hijo de Hades? —preguntó Will con el cuerpo temblando de ira al recordar lo que Octavio le hizo a Nico.
—Creían que era él quien despertaba a los espíritus tratando de enloquecerlos y por tanto, comprenderás que el gesto correspondido no debe provenir de los vivos sino de los muertos.
—¿Cómo…?
—Ora conmigo hijo de Apolo, la luna sangrienta se está levantando de nuevo. Si tu novio tiene alguna posibilidad de despertar, eso debe suceder ahora. —Will cerró los ojos emulando a la diosa, no tenía idea de a quién rogarle ¿Su padre, Artemisa, Eros, Favonio o Thanatos? En lugar de decidirse por alguna divinidad se sorprendió rogándole al mismo Nico, suplicando con su alma y corazón que escuchara su voz, sintiera su necesidad de él y despertara.
Desde los campos Elíseos diminutos destellos dorados comenzaron a aflorar por todas partes, Perséfone suspiró aliviada, Will sintió sus mejillas humedecerse de llanto, pronto los dos no se encontraban solos sino que estaban acompañados por la imponente silueta de Hades.
—De verdad están respondiendo…—pronunció el dios con asombro en la voz. Perséfone entrelazó las manos con las de su esposo, Will estaba verdaderamente conmovido por el espectáculo de luz y sombra pero sentía en su interior que su lugar no era aquí.
—Iré con Nico
—Búscalo en su alcoba —acotó Hades. —No tendrás problemas en hallar el camino.
