Capítulo 5

Harry no pensó que hubiera sobrevivido a la fiesta de esa noche sin la presencia de los gemelos y el hecho de que parecían estar más activos que nunca. Sirius y Remus regresaron a sus orígenes de Merodeadores para ayudarlos. Desde el momento en que entró en la cocina para ver la enorme pancarta roja y dorada felicitando a Ron y Hermione, algo agudo y celoso se había alojado en su pecho, y solo la risa por las diversas bromas dadas a lo largo de la noche impidió que se abrumara. Harry se sorprendió al ver cuántos miembros de la Orden estaban presentes para la cena, y quedó aún más sorprendido al ver a Bill Weasley por primera vez desde la tercera prueba del Torneo de los Tres Magos.

—¡Hola, Harry! —Bill saludó alegremente, palmeando a Harry en el hombro— ¿Cómo estás? —Hizo una mueca tan pronto como hizo la pregunta, sus ojos se movieron rápidamente hacia la pancarta en la pared—. No importa, estoy seguro de que puedo adivinar.

—Estoy bien —dijo Harry, aunque dudaba que ninguno de los dos lo creyera.

—Claro —Bill le siguió la corriente con facilidad—. Antes de que lo olvide, tengo algo para ti —Sacó un sobre ligeramente arrugado del bolsillo de su chaqueta de cuero. Harry frunció el ceño, sin reconocer la pulcra cursiva del frente—. Es de Fleur.

—¿Fleur Delacour? —Preguntó Harry, arqueando las cejas. Las mejillas bronceadas de Bill se pusieron un poco rosadas.

—Ella ha estado trabajando en Gringotts aquí desde que se graduó, para mejorar con su inglés —le informó al adolescente de cabello oscuro—. Ella ha sido asignada a mi equipo.

—¿Oh? —Harry recordaba muy bien las miradas de agradecimiento que la chica parte veela le había enviado a Bill Weasley cuando lo había visto saludar a Harry el día que él y la señora Weasley habían ido a visitarlo como la familia de Harry. Bill se sonrojó aún más.

—Sí. La he podido conocer muy bien, es genial. Cállate —agregó ante la mirada que apareció en el rostro de Harry—, solo te lo digo porque ella me pidió que te pasara una carta. Si le dices a los demás, te maldeciré.

—Mis labios están sellados —prometió Harry—. ¿Ella está bien, entonces?

—Ha encajado brillantemente, los duendes la aman —confirmó Bill—. Ella solo quería asegurarse de que estabas bien. Especialmente después de que se enteró de la expulsión y todo eso. Ella tiene una debilidad por ti, ya que salvaste a su hermana y todo eso.

—La leeré más tarde y le escribiré —prometió Harry, sorprendido pero complacido de que la otra campeona quisiera mantenerse en contacto.

—Solo pásame la carta cuando lo hagas, no te molestes en mandarle una lechuza. Estoy seguro de que querrás guardar a Hedwig para otras cartas —La mirada de Bill se posó en Ron y Hermione, quienes nuevamente estaban siendo elogiados por la señora Weasley—. Escuché que estarás bastante ocupado una vez que este lugar se despeje. Tonks dijo que le dijiste a Dumbledore de todo. Ojalá pudiera haberlo visto —Debió haber visto la confusión en el rostro de Harry, mientras sonreía—. Fuimos juntos a Hogwarts; ella estaba en el año de Charlie, esos dos eran como uña y sangre desde que se conocieron —explicó—. De todos modos, solo quería ofrecer mi ayuda si alguna vez la quieres. La magia para romper maldiciones y proteger puede ser muy útil para ti, aunque primero puede ser necesario un curso intensivo de Runas y Aritmancia. Pero si me necesitas, estaré feliz de ayudarte. Fleur también.

—¿Ella también es parte de la Orden? —Preguntó Harry con curiosidad.

—Todavía no, pero probablemente lo será pronto. Y aunque no lo fuera, querría ayudarte.

—Definitivamente lo tendré en cuenta, gracias —Se le ocurrió otro pensamiento, ante el recordatorio del banco dirigido por los duendes—. Oye, supongo que no te molestaría sacar algo de dinero de mi bóveda o algo por mí, ¿verdad? Hay algunas cosas en las que he estado pensando en pedir vía lechuza, pero como no fui a Diagon por las cosas de la escuela... —Bill frunció el ceño.

—¿No tienes un libro de notas bancarias?

—¿Un qué? —Harry lo miró sin comprender.

—Un libro de notas bancarias. Dinero como el que posee tu familia, es bastante estándar, es como un cheque muggle, hace que sea más fácil comprar cosas sin tener que cargar con una bolsa de oro. ¿Quién es tu administrador de cuentas? Puedo imprimirte uno, no hay problema.

—¿Administrador de cuentas? —Harry estaba confundido—. No tengo un administrador de cuentas, Bill. Acabo de recibir mi bóveda.

Bill puso los ojos en blanco.

—Sí, pero esa es tu bóveda de confianza —Harry siguió luciendo confundido. Bill murmuró algo en un idioma que Harry no reconoció—. Maldita sea, ahora no es el momento de repasar todo esto. Descubriré quién es el administrador de cuentas de los Potter y te conseguiré una reunión esta semana. Pero créeme, Harry, tendrás mucho más que una sola bóveda.

—Si tú lo dices, Bill —Harry estaba completamente desconcertado por la conversación, pero no podía preguntar nada más, ya que Bill fue rápidamente atacado por su madre rogándole que se cortara el pelo. Finalmente, Harry simplemente negó con la cabeza, guardó la carta de Fleur en el bolsillo y se alejó, uniéndose a la cola de comida al lado de Sirius, justo cuando su padrino soltó una risotada.

—Nadie me hubiera nombrado prefecto, pasé demasiado tiempo en detención con James —le estaba diciendo Sirius a Ginny—. Lupin era un buen chico, él sí consiguió la insignia —el tono burlón con el que hablaba ahora dejaba en claro la cantidad de burlas referente al tema, que había hecho en el pasado. Remus puso los ojos en blanco.

—Creo que Dumbledore esperaba que pudiera ejercer algún control sobre mis amigos —dijo con ironía, empujando a Harry delante de él para que tomara una papa horneada—. No necesito decir que fracasé estrepitosamente.

—¿Que fallaste? ¡Ni siquiera lo intentaste! —Gritó Sirius, riendo. Junto a Ginny, Hermione los miraba desaprobatoriamente.

—¿Papá no fue prefecto? —Repitió Harry, sintiéndose un poco mejor por toda la situación cuando Sirius asintió.

—Merlín, no. Por eso todos estábamos tan sorprendidos cuando Dumbledore lo nombró Premio Anual. Pensé que el anciano finalmente había enloquecido —bromeó—. Lily era prefecta, por supuesto, y también Premio Anual. Estoy bastante seguro de que la mitad de las detenciones de Jamie en quinto año fueron emitidas por la prefecta Evans —Se acercó a Ron para agarrar un poco de pollo asado—. Oi, Moony, ¿recuerdas la vez que le diste detención a Prongsy? Pensé que nunca superaría esa traición.

Harry se dio la vuelta para mirar a Remus, cuyo rostro no mostró arrepentimiento en lo absoluto.

—Él sabía que lo tenía merecido —insistió el hombre lobo.

—¿Qué hizo él? —Harry tenía curiosidad, más aún cuando tanto Remus como Sirius parecían avergonzados.

—Te lo diré más tarde —prometió Remus, mirando a su alrededor con timidez. Harry entrecerró los ojos, pero no volvió a mencionar el tema. Su mirada se fijó en dos pelirrojas cabezas idénticas. Los gemelos estaban en un rincón hablando en voz baja con Mundungus Fletcher, regateando sobre algo. Harry estaba sorprendido; no había visto a Mundungus desde antes de su audiencia. El hombre no había podido enfrentarse a Harry después de ser inadvertidamente la razón por la que fue expulsado de Hogwarts, y Harry tampoco estaba interesado en verlo. Apretó la mandíbula, alejándose del trío. Atraparía a los gemelos más tarde.

—Hey, Potter —Se dio la vuelta y se encontró con los ojos azules anormalmente brillantes de Moody—. Ven aquí un minuto. Tengo algo que mostrarte.

El canoso ex auror estaba sentado solo en un extremo de la mesa, olisqueando con sospecha una pierna de pollo. Harry se sentó en la silla al lado de él.

Con la mano que no sostenía el pollo, Moody la metió en su abrigo y sacó una vieja foto muy andrajosa.

—La Orden del Fénix original, allá en sus primeros días. Pensé que te gustaría verlo.

Harry tomó la foto con dedos cuidadosos, escaneando con la mirada al grupo de personas reunidas en la imagen mientras sonreían y lo saludaban. Moody estaba señalando los rostros desconocidos, con descripciones de sus horribles destinos, lo que hizo que el estómago de Harry se revolviera. Trató de desconectarlo, concentrándose en las personas que reconocía. Remus, luciendo mucho más joven con una cicatriz fresca en su mejilla. Cerca de él, un par de rostros que Harry nunca había conocido, pero que reconoció instantáneamente a través de su familiaridad con su hijo; Neville Longbottom era la imagen misma de su madre, su rostro redondo hizo que su corazón se encogiera. El hombre con un brazo alrededor de su cintura tenía que ser el padre de Neville; sus narices eran iguales. Frank Longbottom le sonrió cálidamente a Harry, antes de dejar un beso en la mejilla de su esposa, haciéndola reír. Harry apartó la mirada con el estómago revuelto.

En cambio, sus ojos encontraron a Sirius, de pelo corto y bien afeitado, la misma sonrisa pícara en su rostro que tenía en la foto de la boda de los Potter. Le guiñó un ojo a Harry, lanzándole un beso. Harry tragó saliva con dificultad. Este era Sirius sin las sombras de Azkaban detrás de él.

Harry examinó la foto en busca de un cabello rojo y lo encontró en manadas, aunque al principio no vio a la persona pelirroja que estaba buscando. En un pequeño grupo había cuatro pelirrojos; Molly y Arthur Weasley, luciendo muy jóvenes, y detrás de ellos un par de hombres altos e idénticos sonriendo de una manera que Harry sintió cómo si a su estómago le hubieran dado un puñetazo.

—Fabian y Gideon Prewett, los hermanos de Molly —decía Moody señalando la imagen—. Cayeron como héroes, ambos. Se necesitaron cinco Mortífagos para matarlos.

Los hombres a los que Fred y George fueron nombrados en honor. Los tíos a los que idolatraban, aunque no recordaban. Los Prewett se veían diferentes a los gemelos Weasley, un poco más como Bill, pero las sonrisas pícaras eran las mismas con las que Harry estaba familiarizado.

Sintiendo que sus palmas se humedecían por la ansiedad, Harry se obligó a seguir mirando la imagen y, por fin, la vio.

—Ahí está. Pensé que eso te podría gustar —dijo Moody, al ver dónde había aterrizado la mirada de Harry.

Lily y James Potter estaban a ambos lados de un hombre de ojos llorosos que solo podía ser un joven Peter Pettigrew. Harry ignoró la oleada de repulsión en su estómago al ver al hombre, concentrándose en sus padres. Dios, eran tan jóvenes. James Potter le sonrió con orgullo en sus ojos, una mano entrelazada con la de Lily. Harry vio el anillo de compromiso en la mano de su madre y la falta de anillos de boda en ambos. Ni siquiera estaban casados en ese entonces. No tenían idea de qué iba a ser de ellos.

Su garganta se sentía como si se estuviera cerrando. Miró a Moody, que sonreía y parecía complacido consigo mismo. Harry no estaba seguro de por qué esto lo estaba golpeando tan fuerte: había visto fotos de sus padres antes, incluso fotos de ellos con Colagusano, pero... ver las pocas personas que aparecían en esa foto y que hoy en día estaban vivas y sanas, ver todo lo que la primera guerra con Voldemort les había costado…

Cuánto les costaría una segunda si él no era lo suficientemente rápido. En el fondo de su mente, vio las caras de Fred y George en lugar de las de los hermanos Prewett, se imaginó mirando una foto de todos sus amigos después de que la mitad de ellos hubiera muerto peleando. Se sentía enfermo.

—¿Estás bien, muchacho? —Moody preguntó de repente, entrecerrando la mirada. Luego resopló—. Supongo que no, considerando todas las cosas. Escucha, estaré ocupado enviando a tus amigos a salvo al tren mañana; incluso sin ti allí, no podemos correr el riesgo de que alguien los ataque solo para lastimarte, pero al día siguiente, pasaré por aquí y te pondré al día con todo lo que tendrás que hacer. Mira con qué tenemos que trabajar: Con esa habilidad para hacer magia sin varita que posees.

Aun sintiéndose mareado ante la información de que sus amigos necesitaban un guardia para ir a la estación por su culpa, Harry no pudo hacer nada más que asentir.

—Sí, suena genial. Mira, gracias por mostrarme esto, pero tengo que- me olvidé… algo —terminó de decir sin convicción, huyendo de la mesa. A Moody no pareció importarle; Sirius acababa de llamarlo por su nombre, preguntando qué era lo que le estaba mostrando a Harry. Harry se alegró por la fuga, saliendo de la cocina antes de que nadie pudiera notarlo. Su corazón estaba acelerado, su estómago se revolvía. Cuadró la mandíbula con determinación.

No dejaría que sus amigos terminaran como la Orden original. Detendría a Voldemort antes de que pudiera matar a muchos más. Trabajaría con Moody, Tonks y Kingsley, Bill, Sirius, Remus y cualquier otra persona que ofreciera su ayuda y experiencia. Y lo que era más importante; buscaría en la biblioteca de Black cualquier mención de la inmortalidad que pudiera encontrar, y exigiría a Albus Dumbledore que le dijera lo que había encontrado con respecto a las cosas que Voldemort podría haber hecho para protegerse.

—Harry, ¿estás bien?

Se dio la vuelta, solo medio sorprendido de ver que George se acercaba. La única persona que se habría dado cuenta de que se iba.

—Sí. Es solo que… es demasiado, ¿sabes? —dijo, intentando una sonrisa que salió más como una mueca. Los ojos de George se oscurecieron.

—Sí —coincidió, acercándose. Los dos estaban casi totalmente escondidos de la puerta de la cocina, apoyados contra la pared en el pequeño hueco debajo de las escaleras. En otras circunstancias, el estómago de Harry podría haberse llenado de mariposas. Ahora, sin embargo, se sentía pesado y amargo— ¿Estás seguro de que estás bien? —George bajó la cabeza, preocupado—. Te ves… —Se calló, y Harry logró esbozar una débil sonrisa.

—¿Qué estás insinuando, Weasley? —bromeó débilmente. George esbozó una sonrisa.

—Solo que no estás en tu nivel habitual de belleza cegadora —replicó—. En serio, ¿qué pasa?

—Está bien. Es solo que- Ojoloco tenía esta imagen de la Orden original. Pensó que me gustaría ver a mis padres en ella.

El rostro de George se contrajo y apretó la mandíbula. Sabía muy bien quiénes estaba en la Orden original.

—Caray. El hombre sabe cómo ser un deprimente —murmuró.

—Cierto, ¿no? —Harry negó con la cabeza—. Es que- perdieron a tanta gente, esa primera vez. No quiero que vuelva a suceder.

—No será así —aseguró George—. Esta vez todos están mejor preparados. Y los Mortífagos son más débiles de lo que eran en ese entonces. La mayoría de los peores están muertos o en Azkaban.

Eso hizo que Harry se sintiera un poco mejor, pero no mucho.

—Moody dice que vendrá para empezar a trabajar conmigo pasado mañana —confesó.

—Prepárate, entonces —bromeó George. De pronto, se puso serio, la luciendo fuera de lugar en su rostro generalmente jovial—. Harry, yo... —Se quedó helado, ladeando la cabeza—. Espera, ¿escuchaste eso?

Entre el ruido ahogado de la cocina y los latidos de su propio corazón en sus oídos, fue difícil para Harry escuchar cualquier cosa, pero se concentró. Después de un momento, él también lo escuchó, sonó como si alguien estuviera sollozando.

—¿Qué…?

—Es mamá —Dijo George alarmado, alejándose de Harry. Su varita estaba en su mano mientras subía las escaleras, sus largas piernas lo llevaron mucho más rápido que Harry. Cuando Harry lo alcanzó en la entrada del salón, sus ojos se abrieron con horror. La señora Weasley estaba en el medio de la habitación, y allí en el suelo frente a ella estaba Ron, muerto.

A Harry se le heló la sangre. ¿Cómo fue eso posible? ¡Ron estaba abajo! La señora Weasley soltó un fuerte sollozo, apuntando su varita al cuerpo de Ron con una mano temblorosa.

—R-Riddikulo —tartamudeó. Hubo un fuerte crujido, y de repente fue el cuerpo de Bill, pálido y con los brazos abiertos en el suelo. George respiró hondo.

—¿Mamá?

—¡R-Riddikulo! —La señora Weasley lo intentó de nuevo, gimiendo al ver el cuerpo de su marido en el suelo, con las gafas torcidas.

¡Crac! Los gemelos muertos.

¡Crac! Percy muerto.

¡Crac! Harry muerto.

Ante esto, George dejó escapar un ruido, parecido al de un animal herido. Harry lo empujó a un lado, lanzándose entre la señora Weasley y el boggart. Hubo un crujido y la habitación se sumergió en un frío helado, pero solo por una fracción de segundo, antes de que empujaran a Harry y sonara otro crujido. Esta vez el boggart quedó suspendido en el aire: una esfera plateada. Remus mantuvo un brazo de manera protectora frente a Harry, el otro sosteniendo su varita extendida mientras desterraba tranquilamente al boggart.

La habitación se quedó en silencio, a excepción de los gemidos angustiados de la señora Weasley. Remus no soltó el hombro de Harry, su rostro estaba pálido. Harry se preguntó si había visto el cadáver de sí mismo en el suelo.

—Molly, vamos —La cabeza de Harry se levantó de golpe, viendo a Sirius palmear suavemente el hombro de la señora Weasley—. Está bien, era solo un boggart; los niños están a salvo, Arthur está a salvo. Vamos a traerte un poco de té, ¿está bien?

La señora Weasley finalmente pareció volver en sí, poniéndose cada vez más nerviosa al darse cuenta de la gente que estaba allí.

—Oh, Harry, George… Lo siento mucho, tuvieron que ver... Oh, mírenme, ni siquiera soy capaz de lidiar con un- ¡un pequeño boggart tonto! —Ella estaba sollozando ahora, y George se apresuró a abrazar a su madre, con la cabeza en su hombro. Sus pecas resaltándose sobre su piel blanca como la nieve, una mirada angustiada en su rostro. Se encontró con la mirada de Harry sobre el cabello de su madre, los ojos marrones llenos de dolor.

—N-no le digas a tu padre —Gimoteó la señora Weasley, enterrando su rostro en la camisa de George—. No quiero que se preocupe. Estoy siendo ridícula.

—No eres ridícula, mamá —George la tranquilizó, frotando su espalda—. No es tonto preocuparse por todos nosotros.

Harry no pudo hacer nada más que quedarse allí, aturdido, con la mano de Remus todavía en su hombro, mientras la señora Weasley lloraba porque la mitad de la familia estaba en la Orden, lo peligroso que había sido antes y lo seguía siendo todavía. Su mente volvió a la foto de Moody. Había perdido tanto en la primera guerra, no era de extrañar que estuviera preocupada por la segunda. Habían sido sus hermanos y su marido la última vez, ahora eran sus hijos.

—Vamos, cachorro —murmuró Remus, conduciendo suavemente a Harry hacia la puerta—. Démosles un momento.

Harry se dio cuenta de que Moody también estaba allí, su ojo mágico debió haber visto la conmoción desde la cocina. Se preguntó si lo había estado siguiendo desde que dejó la fiesta. ¿Moody lo había estado viendo hablar con George?

Volvió a mirar al pelirrojo alto, a la deriva sin su gemelo, tratando de consolar a su madre incluso cuando parecía que él mismo necesitaba algo de consuelo. A Harry se le revolvió el estómago.

¿Cuál sería el boggart de George Weasley?

Remus lo condujo fuera de la habitación, y tan pronto como se apartaron, lo abrazó fuertemente.

—Me dio un susto de muerte, verte en el suelo así —murmuró. Eso respondió a la pregunta que se había hecho antes.

—Estoy bien, Moony. Estoy bien —Harry no estaba seguro de a cuál de ellos estaba tranquilizando. Remus simplemente lo abrazó con más fuerza.

Un momento después, un segundo cuerpo más alto se unió al abrazo, envolviendo sus largos brazos alrededor de Harry y Remus.

—Malditos boggarts —murmuró Sirius, con la voz ahogada por la emoción. Remus resopló débilmente.

Harry no podría haber dicho cuánto tiempo pasó antes de que los tres finalmente se separaran. Sirius lo miró, sus ojos grises llorosos.

—¿Estás bien, cachorro? Sé lo que Ojoloco te mostró. Eso no puede haber sido fácil de ver.

—Yo- está bien —Harry no podía mentir y decirle que estaba bien, no a Sirius—. Creo que me iré a la cama. Mañana es un gran día —Ahora, la idea de quedarse atrás, mientras todos sus amigos se iban a Hogwarts se sentía como lo peor del mundo.

—Sí. Buen plan —Sirius tragó saliva y lo abrazó bruscamente una vez más—. Puede que Fudge haya sido un bastardo al expulsarte, pero al menos significa que estás aquí, donde puedo vigilarte —dijo—. Vamos, duerme un poco. Nosotros... nosotros solucionaremos las cosas aquí.

Fue difícil apartarse de la pareja, pero Harry lo logró, arrastrando los pies por las escaleras de camino a su habitación. Los sollozos ahogados de la señora Weasley se desvanecieron de su oído, desapareciendo por completo una vez que cerró la puerta detrás de él. Se acercó a su cama, se hundió en el colchón y cerró los ojos con fuerza.

Todo lo que pudo ver cuando lo hizo fueron los rostros sin vida de Fred y George Weasley, sus ojos vidriosos mirándolo fijamente. Se estremeció.

Preguntándose cuánto tiempo continuaría la fiesta que se estaba llevando a cabo abajo, si tendría el tiempo suficiente para fingir que se había quedado dormido cuando entrara Ron, Harry tomó su pijama y se dio la vuelta cuando la puerta crujió. Se abrió lo suficiente como para que una forma alta se deslizara dentro, y de repente se quedó mirando el rostro muy vivo de George Weasley, con los ojos enrojecidos.

—Lo siento —soltó George, mirando la ropa de dormir en la mano de Harry—. Yo solo- tenía que- asegurarme de que estabas- tenía que verte.

El pecho de Harry se apretó, le dolía el corazón, y nada en el mundo podría haberle impedido abrazar a George en ese momento. Fuertes brazos lo sostuvieron cerca, una mano ahuecando la parte posterior de su cabeza. Los hombros de George se sacudieron violentamente.

—Ten cuidado, ¿de acuerdo? Mientras estoy en la escuela —George susurró, la voz quebrada de una manera que Harry nunca había escuchado del chico mayor—. No hagas nada estúpido, Potter. No hasta que vuelva.

—Haré todo lo posible —respondió Harry, sabiendo que no podía hacer esa promesa, sabiendo que haría lo que fuera necesario para evitar que las pesadillas de la señora Weasley se convirtieran en realidad—. Tú tampoco. No hagas nada estúpido en Hogwarts.

Cuando George se apartó, sus ojos aún estaban llorosos, su rostro apenas a centímetros del de Harry. El corazón de Harry dolía aún más ferozmente, y casi superó esa brecha, pero no pudo hacerlo. No era el momento. George se iba a Hogwarts mañana. Harry no lo vería hasta Navidad.

—Nada estúpido —aseguró George. La sonrisa pícara que intentó hacer estaba temblando en los bordes—. Solo seré un genio, como siempre.

Harry no pudo evitar resoplar, sacudiendo la cabeza y apartando a la pelirroja.

—Ve a la cama —murmuró, poniendo los ojos en blanco—. Tienes fans adorados a quienes venderles bromas en el tren mañana. Date tu sueño embellecedor.

—Ninguna cantidad de sueño podría mejorar esta belleza —replicó George, recuperándose un poco. Le ofreció a Harry una alegre media reverencia y una sonrisa que golpeó como un puñetazo en el estómago, incluso con sus ojos inyectados en sangre—. Que duermas bien, Harrikins.

Con eso, se escabulló de la habitación y Harry estaba solo de nuevo. Dejó escapar un largo y tranquilizador suspiro. Joder, deseaba volver a la escuela mañana. Las cosas serían tan diferentes si él lo fuera.

Volvió a mirar a su pijama, dejándose llevar por sus melancólicas imaginaciones mientras se preparaba para ir a la cama. Tal vez entonces podría tener buenos sueños con cierto Weasley sonriente, en lugar de tener pesadillas sobre verlo muerto en el suelo.

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Este es sin duda uno de mis capítulos favoritos de toda la historia y el que más me rompe el corazón. La relación entre Sirius, Remus y Harry, y la de George y Harry, es simplemente hermosa.

¡Gracias a los que han dejado reviews en el capítulo anterior!