Capítulo 6
Prepararse para partir a Hogwarts en Grimmauld Place fue muy parecido a lo que fue en la Madriguera: con la adición de Walburga Black gritando desde el pasillo. Todos habían dejado de intentar silenciarla hace mucho tiempo, ya que ella se volvía a despertar tan solo cinco minutos más tarde.
Harry se sentía como un fantasma observándolo todo, sin nada que hacer más que recoger su desayuno y ofrecer respuestas evasivas cada vez que Ron le preguntaba si había visto su libro, su suéter o sus calcetines. Nadie le había preguntado si vendría a la plataforma con ellos, o incluso insinuado que podría ser una opción; Moody ya estaba bastante preocupado por la seguridad. Harry se alegró de la excusa fácil. Si tuviera que quedarse allí y ver cómo se aleja el tren, se rompería.
El único punto positivo fue justo después del desayuno, cuando se acercó sigilosamente a la habitación de los gemelos: estaban empacando su pequeña estación de preparación con un caos cuidadosamente controlado. Fred arrojaba artículos de bromas a través de la habitación a George, quien los organizaba correctamente en su baúl. La entrada de Harry hizo que George se golpeara en la cara con algo que parecía un malvavisco naranja brillante, y el Gryffindor de cabello oscuro resopló.
—Está bien, Harry. ¿Necesito escarpar? —Fred saludó, mirando entre su amigo y su gemelo con las cejas levantadas. Harry se sonrojó, preguntándose por qué la gente de repente había comenzado a comentar las cosas tan descaradamente. Luego se preguntó si George había dicho algo sobre el boggart de la señora Weasley anoche.
—No, quería hablar con los dos —Eso intrigó a la pareja y dejaron de trabajar para ofrecerle un asiento en la cama de George. Harry metió la mano en el bolsillo y sacó el par de espejos—. Sirius me los dio ayer —comenzó, dándoles a los gemelos la misma explicación que le habían dado a él—. Pensé: si les doy a usted uno, tendré el otro.
—¿No quieres dárselo a Ron? ¿O a Hermione? Preguntó George, frunciendo el ceño—. Son tus mejores amigos.
—¿De verdad crees que puedo confiar en que serán honestos conmigo sobre cómo van las cosas? —Replicó Harry—. Me mentirán para hacerme sentir mejor, pase lo que pase. Ustedes dos no lo harán. Y pueden decirme si no les está yendo bien —No era tan arrogante como para pensar que no se las arreglarían sin él allí, pero... tenía algunas preocupaciones menores.
—Ah, ya veo. Solo quieres que te digamos lo mucho que te extrañan los demás —Fred arrastró las palabras en broma—. Supongo que puedo ser la voz de la verdad, al menos. No estoy seguro de cuán sincero será este —bromeó, dando un codazo a su gemelo.
—También puedes decirme cómo van todas sus bromas y todo eso —añadió Harry, sonriendo ante la idea de que los gemelos le contaran sus obras maestras. Si no podía estar allí en persona, esta era la mejor opción—. Además, Sirius dice que no son legales, y pensé que a ustedes dos les importaría menos eso que a Hermione.
—¡Hey! Estamos siendo difamados aquí, Forge. ¡Está insultando a nuestra persona! —George gritó, sonriendo.
—No sé qué quieres que haga al respecto —replicó Fred. Arrancó el espejo de las manos de Harry, volteándose para colocarlo con cuidado en su baúl—. Te llamaremos al menos una vez a la semana para mantenerte informado —prometió. Y no se lo diremos a los melindrosos prefectos. No quiero que nadie se meta en problemas —Le guiñó un ojo y Harry se rio.
—Merlín no lo quiera —asintió secamente. Se puso de pie y juntó las manos con cierta torpeza—. Dejaré que terminen de empacar. No tendré que mentirle a su madre si no he visto lo que hay en sus baúles —bromeó. Fred le dio una mirada inquisitiva, luego volvió la misma mirada hacia George, antes de asentir.
—Sí, probablemente lo mejor —murmuró. Harry tuvo la sensación de que no estaba hablando de sus hábitos de empacar.
George miró a Harry a los ojos, los labios se curvaron con tristeza.
—Guardaremos todas las despedidas vergonzosas para cuando tengamos audiencia. Tal vez haya un poco de llanto —dijo. La sonrisa que le devolvió Harry intentaba con todas sus fuerzas no ser triste.
—Veamos si puedes superar a Hermione, entonces —dijo, en lugar de las docenas de otras cosas que podría haber dicho, que quería decir, que no estaba listo para decir.
Dejó a los gemelos solos, sintiendo como si alguien tuviera su corazón en un vicio. Apretó los dientes, sacudiendo los pensamientos de su cabeza antes de que pudieran echar raíces. Sabía que era lo mejor. Ahora no era el momento.
Los gemelos no superaron a Hermione en el tema del llanto, aunque hicieron su mejor intento, sollozando dramáticamente, secándose el rostro con las mangas mientras saludaban a Harry al otro lado del vestíbulo de entrada.
—Adiós, querido amigo —gritó Fred, agitando un pañuelo imaginario— ¡No olvides los momentos que hemos compartido!
—¡Oh, deténganse los dos! —La señora Weasley los regañó, había lágrimas reales en sus propios ojos. Parecía que tener que dejar a Harry atrás le estaba causando dolor físico. Mirarla hizo que a Harry le doliera el pecho.
—Te veremos en Navidad, ¿sí, compañero? —murmuró Ron, dándole a Harry un fuerte y rápido abrazo. Harry no creía que lo habían abrazado tanto en toda su vida como en las últimas dos semanas.
—Si no te has ahogado en la tarea —bromeó Harry, los gemelos se habían estado burlando de Ron con la cantidad de trabajo que los maestros dejaban en el año de los TIMOS, como si ellos no estuvieran comenzando su año de EXTASIS, que sería mucho, mucho peor. Nadie esperaba que los gemelos realmente hicieran sus deberes.
Hermione se mordió el labio para evitar otra ola de lágrimas y sostuvo el portabebés de Crookshanks cerca de su pecho.
—Escribe pronto —pidió—. Y ten cuidado.
—Si no nos ponemos en movimiento pronto, estaremos abiertos a un ataque premeditado —ladró Ojoloco Moody, golpeando con su bastón el suelo de baldosas—. Siempre hay que estar un paso por delante del enemigo.
Claramente estaba harto de las demostraciones de afecto, y comenzó a sacar a todos por la puerta principal. Harry se paró en el último escalón, manteniendo su mandíbula apretada y su rostro decidido, tratando de no mostrar cuánto se le rompía el corazón al ver a todos sus amigos irse. George miró por encima del hombro por última vez, miró a Harry y le ofreció un asentimiento de apoyo.
Harry dejó escapar un suspiro constante. Él podría manejar esto.
La puerta se cerró detrás del gran grupo. El silencio llenó la casa por primera vez en toda la mañana: la señora Black se había rendido de gritar para solo ser ignorada hace unos veinte minutos.
Una mano aterrizó en el hombro de Harry, tirando de él hacia un pecho delgado. El largo cabello de Sirius rozó su mejilla cuando el animago se inclinó para besar la coronilla de su cabeza.
—Estarás bien, cachorro. Ellos también lo estarán.
—Sí —asintió Harry con un suspiro tembloroso. Se aferró al consuelo de su padrino, parpadeando para contener el ardor en sus ojos.
Un nuevo año en Hogwarts estaba a punto de comenzar, y Harry no sería parte de él.
Después de un largo silencio, se aclaró la garganta y se volvió para mirar a Sirius.
—¿Dijiste que recordabas el contra hechizo para ese encantamiento de presencia permanente que utilizaste? —Preguntó, no queriendo nada más que distraerse en ese momento. Sirius sonrió, aunque la sonrisa no llegó a los ojos, y asintió.
—Eso creo, sí. Vamos, intentémoslo, luego puedes mover tu baúl hacia arriba. ¡Menos mal que has practicado todos esos encantamientos de limpieza últimamente, porque los vas a necesitar!
Harry rio, fue un sonido oxidado y forzado, y siguió a su padrino escaleras arriba.
Ninguno de los pronunció alguna palabra cuando el reloj del pasillo señaló que eran las once. Harry disparó hechizo tras hechizo en el escritorio polvoriento y en las sábanas mohosas, negándose a pensar por un segundo en lo que estaban haciendo sus amigos en el tren. Si el carrito de comida ya había pasado, con quién estaban sentados, cuántas personas los habían acorralado para obtener detalles sobre la expulsión de Harry. No había habido más artículos de Rita Skeeter sobre el tema después del primero; o artículos de Rita Skeeter, por lo que había visto. No hubo ningún anuncio de la forma ilegal de la animaga, pero Tonks parecía muy complacida consigo misma cada vez que alguien mencionaba el periódico, así que Harry supuso que se había hecho algo.
No envidiaba a Hermione y a los Weasley, quienes tenían que responder una y otra vez las mismas preguntas acerca de la vida personal de Harry de personas que no tenían ningún concepto de "privacidad". Al menos no tenía que lidiar con eso en persona, por una vez.
Él y Sirius improvisaron el almuerzo con algunas sobras que había en el congelador, recibiendo algunos murmullos burlones de Kreacher sobre sucios traidores en su cocina antes de que Sirius golpeara la puerta en la cara del elfo. Entonces Harry fue reclutado para la muy satisfactoria tarea de ayudar a Sirius a quemar la vieja cama de sus padres, junto con todas las plumas de hipogrifo que aún estaban en la habitación.
—Espero que a Buckbeak le esté yendo bien en su nueva manda —reflexionó Harry, haciendo flotar una gran pluma a la llama fuego en el centro de la habitación, mantenida cuidadosamente entre los amuletos de seguridad que había colocado Sirius. La cama no era el único mueble que había decidido quemar: había una cómoda de aspecto antiguo y un armario verdaderamente espantoso todavía lleno de túnicas formales de mujer. Harry estaba contento de que hubieran podido abrir una ventana.
—Los dejo solos durante cinco minutos y comienzan un incendio.
Se dieron la vuelta ante la nueva voz, Sirius sonriéndole a Remus.
—¡Moony! ¿Vienes a unirte a la fiesta?
—Vine a comprobar que no se hubieran hecho daño mientras yo no estaba —bromeó el hombre de cabello arenoso en respuesta—. Traje mis cosas. Parece que estás atrapado conmigo ahora.
Sirius sonrió.
Harry no preguntó cómo había ido el viaje a la plataforma. No le sorprendió que Remus fuera el único que estaba allí; con los niños en la escuela, la señora Weasley no tenía excusa para no volver a la Madriguera, aunque había insistido en que visitaría a Harry al menos una vez por semana para ver cómo le estaba yendo a él y a Sirius. No parecía confiar en que ellos cocinaran por sí mismos. ¿No sabía ella que esa era una de las especialidades de Harry gracias a los Dursley?
En cambio, se volvió hacia el fuego, empujando con un pequeño estallido de magia a la manga que se escapaba de una bata de satén carmesí hacia las llamas ardientes. Tenía que dejar de pensar en el Expreso de Hogwarts. Gracias a Dios que Sirius siempre era bueno en crear distracciones.
La habitación de Harry, su habitación ahora, realmente suya, con una pequeña placa con su nombre en la puerta incluso. Mirarla hizo que se le cerrara la garganta, lo mantuvo ocupado la mayor parte del día. O, mejor dicho, su baúl lo hizo. Habiéndose quedado sin excusas, finalmente decidió vaciar su baúl y organizar sus cosas, ahora sí tenía un armario para guardarlas. Todavía había algo de ropa del Sirius adolescente allí también, y Sirius había insistido en que Harry se la quedara. Un par de camisetas de bandas, una elegante bata azul oscuro, un par de pantalones rojos de pana que Harry nunca podría verse a sí mismo usando, pero que Sirius insistió en que había sido lo que estaba de moda durante su juventud.
La cantidad de detritos que se habían acumulado en el baúl de la escuela de Harry durante los últimos cuatro años era ridícula e impresionante. Eso era lo que pasaba cuando vivías sin prestar mucha atención a ello, supuso; nunca había tenido un lugar lo suficientemente permanente como para molestarse en vaciar su baúl por completo.
Apilando los libros escolares que había utilizado durante los últimos cuatro años, en la estantería recién desempolvada, tiró todos los envoltorios de dulces, bolas de pergamino arrugadas y plumas rotas que encontró en el camino, levitando su uniforme de Gryffindor en una esquina de la habitación. Podía quedarse con las camisas y los pantalones, pero no estaba seguro de qué hacer con las batas, las corbatas y los jerséis. O con su uniforme de quidditch.
Pasó mucho tiempo con esa túnica carmesí en su regazo, los dedos recorriendo las brillantes letras doradas de su nombre en la espalda. De todas las cosas que extrañaría de Hogwarts, probablemente la que más extrañaría sería el quidditch.
Así fue como lo encontró Sirius cuando subió a decirle que la cena ya estaba lista. Se sentó en su cama, mirando su uniforme de quidditch, con los ojos enrojecidos, pero ya no llenos de lágrimas. Ya había llorado todo lo que necesitaba.
—Oh, cachorro —suspiró Sirius, sentándose a su lado—. Lo siento.
—Estoy bien —respondió Harry automáticamente—. Sin embargo, no estoy seguro de qué hacer con todo esto —Hizo un gesto hacia la pila de cosas de Gryffindor. Había tirado todo, incluso aquello que no era rojo y dorado, en la pila, a pesar de que sabía que había camisetas y sudaderas que le gustaría conservar. En este momento, no podía imaginarse a sí mismo usando esas prendas sintiéndose cómodo de nuevo.
—Hay una maleta vieja en la habitación de invitados en la que he estado durmiendo; podemos ponerlo ahí por ahora. No querrás tirarlo todo ahora —Sirius hizo una pausa, ofreciendo una sonrisa aguda—. Podrías venderlo por unos buenos galeones dentro de unos años: ¡El uniforme escolar genuino del Niño-Que-Vivió! ¡Ropa que ha tocado su piel real!
Harry resopló, empujando el hombro de Sirius.
—Idiota —murmuró, poniendo los ojos en blanco—. ¿Ya han terminado de establecerse tú y moony?
Sirius se sobresaltó.
—¿Qué? Ah, sí, ya terminamos de desempacar todo. Trajo suficientes libros para llenar su propia biblioteca, el nerd. Dice que quizás quieras mirarlos —Le lanzó a Harry una mirada divertida— ¿Planeas encontrarte con demonios acuáticos del sur de Asia pronto? Creo que vi un libro sobre ellos en medio de todos los que trajo. ¿O antiguos habitantes legendarios del desierto?
—Merlín, espero que no —murmuró Harry, ganándose una carcajada de su padrino—. Sin embargo, podrían ser interesante leer.
—Godric, sálvame, eres tan malo como él —acusó Sirius. Harry puso los ojos en blanco— ¿Estás listo para cenar? Pensé que comeríamos de toda la montaña de comida que nos dejó Molly, sin tener que hacer pedidos en la tienda durante una semana más o menos. O, ya sabes, quizás los próximos seis meses por la forma en la que esa mujer cocina.
—Sí, suena bien —asintió Harry, dejando la bata a un lado y poniéndose de pie.
—¿Ya viste el resto de mis cosas viejas? Apuesto a que hay todo tipo de mierda por ahí. A tu edad, no era conocido por ser una persona ordenada.
—O nunca lo has sido—comentó Harry secamente.
—Maleducado. Tal vez no te dejaré tener mi ropa vieja después de todo.
—Oh, no, qué pérdida —Fue la respuesta inexpresiva de Harry.
—Pequeño cabrón —Sirius le dio un codazo en las costillas—. Sin embargo, avísame si encuentras algo bueno.
—Gritaré si me cruzo con tus viejas cartas de amor, no te preocupes —bromeó Harry, viendo el rostro de su padrino enrojecerse. Eso fue interesante—. Dios mío, ¿de verdad tienes cartas de amor?
—Solo los que se escribió a sí mismo —Remus se reunió a ellos en las escaleras, manteniendo su voz en voz baja para evitar la ira de la señora Black. Harry se mordió el labio para no reír.
—¿Saben qué? He cambiado de opinión, no me gusta que ustedes dos me ataquen. Salgan de mi casa —dijo Sirius, aunque fue rápidamente ignorado.
—¿Debería tener miedo de lo que pueda encontrar en su escritorio? —Harry le preguntó a Remus, fingiendo preocupación. Remus le sonrió.
—No, se habrá llevado todas sus cartas de amor favoritas a la casa de James. El peligro está en su viejo apartamento. Fui a buscarle algo de ropa cuando se mudó aquí, y Merlín solo sabe qué más hay ahí.
—No sabía que tenías un apartamento —comentó Harry, abriendo la puerta de la cocina. Kreacher estaba dentro, aunque rápidamente se ocultó al apenas verlos.
—Lo heredé de mi tío Alphard —respondió Sirius—. Me mudé después de que James y Lily se comprometieron; ya no soportaba ser el mal tercio entre esos dos. El Ministerio lo ha vigilado desde que escapé, por supuesto, en caso de que regrese. Kingsley se coló a Remus para recoger mis cosas —Suspiró, pasando una mano por su cabello—. Si alguna vez quedo libre, tendré que llevarte allí alguna vez. Me encantaba ese lugar.
Harry sintió una punzada de simpatía por Sirius: Estaba atrapado en esta casa hasta que hubiera algún tipo de evidencia que pudiera conseguirle un juicio. Algo muy poco probable en el gobierno de Fudge.
—Solo asegúrate de limpiarlo primero —bromeó en su lugar, arrugando la nariz—. Hay algunas cosas que un niño no necesita aprender sobre su padrino.
—Mocoso —fue la respuesta inmediata. Harry sonrió. Vivir con Sirius y Remus iba a ser genial.
Solo pasó un poco de tiempo pensando en el banquete de bienvenida en Hogwarts. Remus y Sirius eran buenos para mantenerlo distraído, primero con historias del apartamento de Sirius, en el que aparentemente Remus también había vivido por un tiempo. Después de eso, habían regresado a su habitación y habían practicado un poco de magia sin varita. Se sentaron en el suelo con sus viejos libros de texto en la mano, revisando todos los hechizos que debería haber aprendido desde el primer año en adelante, asegurándose de que Harry pudiera hacerlo sin su varita. Eso duró hasta bien entrada la noche, y solo llegaron al final del tercer año; había más hechizos en esos libros de los que Harry se había dado cuenta que había captado en los últimos años, y una vez que llegaron al tema, Sirius estaba pidiendo historias sobre el profesor Lupin, diciéndole a Harry que él y James se habían burlado de Remus durante años con ese apodo, y que el maletín que había llevado a la escuela con el "Profesor RJ Lupin" grabado en él había sido en realidad un regalo de broma para el decimoséptimo cumpleaños del hombre lobo, cortesía del propio Sirius.
Casi se sentía como estar de vuelta en la sala común de Gryffindor, incluso mejor. Se sentía como estar en familia.
Esa noche, la primera que pasaba en su nueva habitación, se quedó mirando el espejo gemelo que tenía en la mano, utilizando toda su fuerza de voluntad para no llamar a los gemelos. No podía estar tan necesitado. Tenía quince años, por el amor a Merlín. Le había gritado a Albus Dumbledore. Había pasado la mayor parte del verano solo en Privet Drive. No necesitaba llamar a sus amigos la primera noche que estaba lejos de ellos.
Pero cuando se durmió, el espejo todavía estaba en su mano, por si acaso decidían llamarlo.
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¡Holi! ¡Gracias a Tracy Cullen Malfoy de Potter y a Demeter Black por haber dejado reviews en el capítulo anterior!
Acerca de las actualizaciones de la traducción, se supone que en un principio iban a ser cada dos o cuatro días, sin embargo, la semana pasada fue un desastre para mí, así que tuve que aplazarla una semana. No obstante, los días establecidos a partir de ahora son los lunes y jueves.
¡Tengan un lindo día!
