Capítulo 7
Como había prometido, Ojoloco Moody llegó poco después del desayuno el 2 de septiembre. Entró cojeando a la cocina y le ofreció a Harry un breve asentimiento con la cabeza.
—¿Estás listo, Potter? —Preguntó, sin siquiera molestarse en saludar. Harry se puso de pie de un salto, bebiendo el último sorbo de su té.
—Absolutamente —La adrenalina y la necesidad de hacer algo lo estaban consumiendo, necesitaba cualquier cosa para ignorar el hecho de que no estaba en la escuela. Se sentía como si un interruptor se hubiera activado en su mente de la noche a la mañana: El verano había terminado, sus amigos se habían ido, y ahora era el momento de poner su dinero sobre la mesa y ponerse a trabajar en todo lo que le había dicho a la Orden que iba a hacer, para que no se preocuparan por su expulsión.
Ya no era un niño. Tenía una guerra que ganar. Había llegado el momento de ponerse manos a la obra.
Sirius y Remus le preguntaron si quería que lo acompañaran, pero Harry negó con la cabeza. Siguió a Moody por las escaleras hasta el pequeño salón de baile, el cual ahora solo era una gran habitación vacía con cortinas apolilladas y un par de mesas de madera oscura apiladas contra la pared.
—Bien, entonces, he escuchado mucho sobre ti, Potter, todo tipo de cosas proveniente de diferentes fuentes. La mayor parte es probablemente una tontería, pero te daré el beneficio de la duda —ladró Moody, su ojo azul eléctrico fijo infaliblemente en Harry. Harry sonrió.
—Todo lo que haya leído en El Profeta es una mierda —dijo sin perder el ritmo, haciendo que el ex auror resoplara.
—Obviamente —Él asintió con la cabeza—. Y te he dicho que no quiero que me vengas con ninguna de esas tonterías de llamarme "profesor"; nunca enseñé ni una maldita clase, y el alumnado se alegrará de ello. Así que no asumas que sé algo sobre tu técnica de lanzas hechizos; quien estuvo el año pasado no era yo —Se apoyó en su bastón, haciendo un gesto para que Harry se parara frente a él—. Vamos a comenzar con algo sencillo, muchacho. Voy a ver con quién estoy trabajando —Levantó su varita, los labios llenos de cicatrices se retrajeron en una sonrisa maliciosa—. Veamos cómo te comportas en un duelo.
Y empezaron.
Harry no sabía qué esperar de su entrenamiento con Moody, pero estaba seguro de que no anticipaba lo que verdaderamente había ocurrido. Primero, se habían batido en un duelo, Moody dijo que quería ver qué hechizos empleaba Harry por defecto en una pelea. Luego, le prohibió a Harry usar cualquier tipo de magia, para evaluar qué tan buena era su capacidad de esquivar. Afortunadamente, después de años de vivir con Dudley, Harry se destacó en eso. Moody se mostró muy complacido ante eso, lanzando hechizos a Harry en rápida sucesión. Luego de que eventualmente se aburriera de eso, dejó que Harry se detuviera a tomar un vaso de agua.
—¡Apuesto a que Kingsley desearía que su grupo de aprendices más reciente tuviera tus reflejos! —Remarcó. Harry se mostró satisfecho por el cumplido—. Tienes una base sólida para empezar. Tu repertorio de hechizos es un poco básico, pero puedo arreglar eso. Tienes el instinto en ti, y eso es lo imparte —Moody cruzó los brazos sobre el pecho y apoyó los antebrazos en su bastón—. Entonces, ¿qué es lo que esperas sacar de todo esto?
—¿Disculpe? —Harry lo miró desconcertado. Tanto el ojo real como el falso se fijaron en él.
—¿Estás buscando aprender algunos hechizos impresionantes para asegurarles a tus amigos que estás lidiando con la situación sin su ayuda? ¿O estás aquí para aprender a manejarte si te emboscan los Mortífagos? —Su tono era desafiante, y Harry no retrocedió.
—Estoy aquí para aprender cualquier cosa que puedas enseñarme que pueda ayudarme a vencer a Voldemort —respondió sin pestañear—. Ya sea legal o no. No tengo una varita, no tengo ningún Detector sobre mí. Descubrí que eso significa que lo que Fudge no sepa no tendrá consecuencias.
—De lo que Fudge no sabe se podrían llenar bibliotecas —murmuró Moody burlonamente. Cuando escaneó a Harry, había algo parecido a aprobación en su mirada, su rostro canoso se contrajo en algo que podría haber sido una especie de sonrisa—. ¿Y qué pasa si Albus entra y me dice que eres demasiado joven para aprender lo que quieres que te enseñe?
—No es mi guardián —replicó Harry rápidamente—. Y tampoco es mi director. Realmente no me importa lo que él crea que debería y no debería estar aprendiendo.
De repente, Moody golpeó con su bastón el suelo de madera y sonrió como un lobo.
—Eso es todo lo que quería escuchar. Bien, muchacho, abróchate el cinturón. Vamos a ir a lo más difícil—Metió la mano en su gabardina de cuero, sacando algo pequeño, que con un movimiento de su varita creció hasta convertirse en una pizarra del tamaño de un salón de clases, ya cubierta de escritura y diagramas desordenados—. Shacklebolt me apostó a que no podría llevarte al nivel de aprendiz antes de que su clase llena de imbéciles se graduara —declaró—. Esa no es una apuesta que esté dispuesto a perder. ¿Entendiste?
Harry asintió, tratando de no sonreír.
—Sí, señor —respondió energéticamente, casi gritando, lo que solo hizo que Moody resoplara.
—Nada de responderme a gritos —lo regañó a la ligera. Luego se volvió hacia la pizarra, usando su varita como puntero—. Empezaremos aquí, con hechizos defensivos. Deberás aprender cuándo protegerte y cuándo agacharte; si estás en duda, solo agáchate. Dime, Potter, ¿puedes hacer magia sin varita con ambas manos?
—Siendo honestos, no lo he intentado —admitió Harry. Siempre fue instintivo usar su mano derecha.
—Bueno, vamos a averiguarlo. El elemento sorpresa es clave, especialmente para ti. Te enfrentarás a personas mayores, más malas y con más experiencia que tú; si intentas jugar limpio, morirás en un santiamén. No hay lugar para los modales en la guerra —Moody se acercó cojeando y miró a Harry a los ojos—. Tampoco hay lugar para encantamientos desarmadores y hechizos aturdidores. Dejar a tu oponente con vida significa que puede escapar para matar a alguien que te importa. Si no tienes la firmeza para matar, arráncale el brazo de la varita. ¿Crees que puedes manejar eso?
—No pensé que Voldemort fuera a ser vencido con una maldición de piernas de gelatina —respondió Harry de manera uniforme—. No creo que tenga opción de elegir, ya sea si tengo o no la firmeza para matar.
Para su sorpresa, Moody se ablandó, ligeramente.
—Siempre tienes una opción, muchacho. Podría ser difícil.
Harry apreció el intento, pero ambos sabían que no había otra opción en el asunto. Moody podría no conocer la profecía, Harry no estaba seguro y no le había preguntado, pero sabía a lo que Harry se estaba enfrentando.
Espontáneamente, la mente de Harry regresó al profesor Quirrell, con la cara ampollada bajo las pequeñas manos del Harry de once años, retorciéndose incluso cuando Harry lo agarraba una y otra vez, sabiendo exactamente lo que le estaba haciendo.
Tenía la firmeza para asesinar. Solo necesita trabajar en el método.
Con su atención completamente fija en la tarea que tenía entre sus manos, Harry se había olvidado por completo de su conversación con Bill Weasley durante la fiesta de Ron y Hermione. Casi se había olvidado de la carta de Fleur, hasta que la sacó del bolsillo de sus jeans mientras se mudaba de habitación. Tenía una respuesta escrita, genuinamente complacido de saber de la francesa, pero se había olvidado de enviársela debido a su nueva rutina de entrenamiento.
Así que se sorprendió cuando Bill apareció a través de la chimenea de la cocina una mañana, entrando y tomando, sin dudar, un bollo que estaba en la encimera.
—Buenos días a todos —saludó, sonriendo a los tres rostros confundidos—. ¿Te importa si tomo prestado a Harry por un tiempo? Negocio de Gringotts. Nada malo —agregó rápidamente, cuando los labios de Sirius se movieron hacia abajo—. Solo le prometí conseguirle una reunión con su gerente de cuentas.
Eso hizo que el animago se relajara y se reclinó en su silla.
—Hiciste una buena llamada —dijo con un asentimiento de aprobación—. Puede que no tengas la edad suficiente para heredar el título, pero ahora que no estás en la escuela deberías tomar un papel más activo en las finanzas familiares. Ver con qué puedes trabajar antes de cumplir la mayoría de edad. James hizo algunas buenas inversiones después de la muerte de Phee y Monty, pero eso fue hace veintitantos años, es probable que las cosas hayan cambiado.
—¿Hay un título? —Preguntó Harry, desconcertado. Los ojos grises de Sirius se entrecerraron, luego miraron a Bill.
—Él cree que la bóveda de confianza es todo lo que tiene — dijo el mayor de los Weasley. Sirius maldijo.
—Maldito Dumbledore —Puso los ojos en blanco y luego le hizo señas a Harry para que se pusiera de pie—. Es todo tuyo, Bill; solo que vuelva a las tres, Tonks vendrá a jugar —Él sonrió—. Harry, ve a cambiarte y ponte esa túnica azul que te di. Tu abuela regresaría de la tumba solo para perseguirme si te dejo ir a encontrarte con Stonehook luciendo como un muggle desaliñado.
Harry habría discutido, pero no podía negar que las herencias de Dudley habían visto días mejores. Y necesitaba un corte de pelo desde hacía un tiempo.
Harry hizo lo que le dijo, preguntándose exactamente en qué estaba a punto de meterse. La bata le quedaba sorprendentemente bien, y Harry trató de arreglarse el cabello lo mejor que pudo antes de volver a encontrarse con Bill en la cocina. Sirius asintió.
—Aquí, entrégale esto a tu gerente de cuentas —le ordenó, entregándole un trozo de pergamino. Harry lo miró.
"Yo, Lord Sirius Orión Black, jefe de la Noble y Ancestral Casa de los Black, confirmo mediante la presente, a Harry James Potter como mi heredero en nombre y sangre, para que se le concedan todos los privilegios y responsabilidades de heredero en adelante, como si él fuera mi propio descendiente."
La firma de Sirius era una floritura elaborada que estaba en la parte inferior, y estaba estampada en cera negra con un escudo que Harry solo reconoció por haberlo visto grabado en los cubiertos de plata de los armarios que habían estado limpiando.
Guardándose sus preguntas para sí mismo, se guardó la nota en el bolsillo, esperando que pronto todo tuviera sentido para él.
—Mantén la cabeza gacha en el callejón, cachorro —advirtió Remus—. No quiero que la gente sepa que estás allí si puedes evitarlo.
—Lo llevaré a la entrada del personal —aseguró Bill—. ¿Estás listo, Harry?
—Vamos.
Harry no estaba realmente seguro en qué se estaba metiendo, pero siguió las instrucciones de Bill de que tenían que ir juntos por la red flú, metiéndose en la chimenea con el Weasley alto y conteniendo la respiración mientras la ceniza se arremolinaba a su alrededor.
Bill le impidió salir volando de la chimenea, manteniendo un brazo alrededor de sus hombros y saliendo muy cuidadosamente.
Harry miró a su alrededor, reconociendo las impecables paredes de mármol blanco del banco, aunque nunca había visto la parte donde se encontraba. Estaba lleno de actividad, tanto humanos como duendes trabajando, y solo un par de personas se voltearon a mirarlos. Asintieron con la cabeza hacia Bill, luego volvieron a su trabajo, sin darle a Harry una segunda mirada.
—Por aquí —instó Bill, dirigiéndolo hacia un pasillo a su izquierda—. Ahora, no puedo quedarme para la reunión en sí, leyes de privacidad y todo eso, pero Stonehook me llamará una vez que haya terminado contigo. Sé cortés y muestra los dientes cuando sonrías. Habiendo dicho eso, tocó una puerta y la abrió sin esperar confirmación—. Aquí se encuentra Harry Potter, Gerente de Cuentas Stonehook —declaró, asintiendo bruscamente al duende sentado detrás del escritorio.
Stonehook era canoso y tenía una cicatriz plateada en su mandíbula arrugada, sus ojos oscuros se estrecharon mientras miraba a Harry, quien trató de no retorcerse.
—Gracias, Rompemaldiciones Weasley. Puedes retirarte.
Bill le dio una palmada en el hombro a Harry y luego lo dejó solo en la oficina del duende. Haciendo todo lo posible por no parecer incómodo, Harry le ofreció al duende un breve asentimiento, al ver que este no hacía ningún ademán de estrechar la mano con el mago—. Es un placer conocerlo, gerente de cuentas Stonehook —saludó con cautela, usando el mismo título que Bill había empleado.
—Esperaba encontrarme con usted mucho antes, señor Potter —le dijo Stonehook—. Tome asiento, tenemos mucho que discutir.
Harry se acomodó en la silla de madera frente al escritorio, con las manos entrelazadas en su regazo.
—No sabía que se suponía que debía conocerle. Lo siento.
El goblin agitó una mano desdeñosa—. No es su culpa que no estuviera informado. Al menos se encuentra aquí antes de que sea mayor de edad —Se sentó hacia adelante en su silla, buscando una pila de papeles—. El Rompemaldiciones Weasley me dice que no le han dicho sobre su herencia, o cualquier otra bóveda que no sea la de confianza.
—Yo... yo fui criado por muggles.
Stonehook entrecerró la mirada ante eso—. En efecto. Bueno, eso no se puede evitar, supongo —Deslizó los papeles hacia Harry—. Señor Potter, es un placer para mí informarle que es el único heredero de la Antigua Casa de los Potter, tras la muerte de sus padres en 1981. Mi más sentido pésame —añadió. Harry se puso rígido.
—Gracias. Yo... —Miró los papeles y vio números que hacían que la cabeza de diera vueltas—. ¿Antigua Casa de los Potter? ¿Qué significa eso exactamente? Oh —añadió apresuradamente, buscando en su bolsillo la nota de Sirius—. Me pidieron que le entregara esto.
El duende estudió la nota con los labios fruncidos, murmuró algo Duendigonza que hizo que el papel brillara de color púrpura, luego asintió con la cabeza.
—Entonces, todo está en orden. Coordinaré con Fangblade, el administrador de cuentas de la familia Black. ¿Puedo asumir que cualquier correspondencia para el propio Lord Black puede transmitirse a través de usted? La sentencia de su Ministerio nos prohíbe contactarlo directamente.
Stonehook parecía que no le importaba mucho lo que el Ministerio pensara de Sirius o de cualquier otra cosa. Harry sintió simpatía por el goblin al instante.
—Sí, me pueden enviar cualquier cosa para él, me aseguraré de que lo reciba.
—Muy bien —Stonehook dejó la nota a un lado y arrastró su silla más cercana, señalando con un dedo largo el primer pasaje de los papeles—. La Casa Antigua de los Potter ha estado haciendo negocios con el banco Gringotts desde el inicio del banco, y la administración de la cuenta ha estado en mi familia durante el mismo tiempo. Mis antepasados han guardado fielmente su oro durante muchas generaciones, señor Potter, y es un honor para mí hacerlo por usted ahora. El asunto de sus títulos y privilegios dentro de su Ministerio no está bajo mi competencia, aunque están relacionados con su herencia, y muchos magos creen que Gringotts es el guardián de tales títulos. Permítame aclarar esto, señor Potter: no necesitamos las leyes y los fallos de los magos dentro de la Nación. A los duendes no les importan las mezquinas disputas de los políticos. Su padrino, Lord Black, puede ser un criminal a los ojos del Ministerio, pero para Gringotts sigue siendo el propietario y heredero de las cuentas Black. No ha hecho daño a la nación y, por lo tanto, todavía hacemos negocios con él —Cuando Stonehook sonrió, mostró una boca llena de dientes afilados—. No intente engañar o robarle a un duende, señor Potter, y tendremos una próspera relación de trabajo. Mis colegas informan que siempre ha tratado a los duendes con respeto, incluso cuando claramente no sabía lo que éramos. Eso es algo que muchos magos no pueden afirmar.
Harry pensó en cómo la gente como los Malfoy trataba a cualquiera que no fuera sangre pura, a cualquiera que pensaran que estaba por debajo de ellos. Se burló de sí mismo, podía adivinar cómo trataban a los duendes.
—No respetar a quienes albergan tu dinero es algo que solo un idiota haría —replicó. Esto provocó una risa aguda y ronca del duende.
—Puede que usted no haya sido criado en la Casa de los Potter, pero claramente eres de su sangre —declaró, sonando complacido—. Venga, señor Potter, déjeme hablarle de su legado. Le han mantenido alejado de él durante demasiado tiempo.
Después de una hora en la oficina de Stonehook, la cabeza de Harry daba vueltas.
Él era rico. Al igual que Malfoy, era rico.
Su familia tenía siglos de oro, joyas e inversiones en el banco y, según Stonehook, una bóveda completa llena de objetos no monetarios a los que tendría acceso cuando cumpliera diecisiete años. Por ahora, solo podía retirar dinero de su bóveda de confianza, pero, como último miembro superviviente de la familia, tenía acceso a las declaraciones de todas sus otras bóvedas.
Bóvedas. En plural. Había seis de ellas. Su bóveda fiduciaria, la bóveda principal de las finanzas familiares, la bóveda de inversiones, la bóveda de objetos y las dos bóvedas de Lily y James Potter, que habían sido selladas desde sus muertes.
—Me temo que legalmente no puedo permitirle entrar a las bóvedas de sus padres hasta que sea mayor de edad —Stonehook sonó genuinamente arrepentido por eso—. Los testamentos fueron sellados por su Ministerio en el momento de su muerte —Él miró de reojo—. Es muy probable que dentro de esas bóvedas esté la verdad de los crímenes del Lord Black, si no se lleva a cabo ningún juicio antes de que usted cumpla los diecisiete años.
Harry se erizó— ¿Quiere decir que hay pruebas de que él es inocente, que están simplemente allí, y el Ministerio no permitirá que nadie las vea? —Stonehook asintió bruscamente.
—Si bien el estatus criminal del Lord Black no le impide acceder a sus propias bóvedas, se le ha negado la tutela. Mágicamente, usted es un pupilo de su Ministerio hasta que alcance la mayoría de edad, y no puede entrar a ninguna bóveda que no sea la bóveda de confianza que le asignaron sin un tutor legal.
Harry se imaginó tratando de persuadir a la tía Petunia para que fuera a un banco mágico lleno de duendes y lo acompañara a la bóveda de su hermana muerta para poder encontrar pruebas de que su padrino de asesinatos en masa no era en realidad un asesino en masa.
Incluso si le ofrecía todo el oro de su bóveda, dudaba que eso sucediera alguna vez.
Reprimiendo su ira, se volvió hacia Stonehook.
—Al menos sé que está ahí, gracias —Si él no podía atrapar a Pettigrew antes de cumplir los diecisiete, al menos tenía esto.
Maldito sea el Ministerio por sellarlas. Maldito sea Dumbledore por probablemente permitirlo.
—¿Cómo puede ser legal que ambos testamentos hayan sido sellados cuando tenían un dependiente?
—Muchas legalidades se pasan por alto en tiempos de guerra —respondió Stonehook—. Se le aseguró al Ministerio que se había encontrado la tutela apropiada después del arresto de Sirius Black, y para confirmar esa tutela sellaron los testamentos de tus padres.
Harry frunció el ceño. Si el Ministerio no fuera tan corrupto y funcionara al revés, Sirius podría haber tenido un juicio adecuado. Podría haber criado a Harry desde el principio.
Reprimió la creciente oleada de emoción; ahora no era el momento de lidiar con eso. No frente a un duende que acababa de conocer. Aclarándose la garganta, sonrió con los labios cerrados.
—Es una buena información, gracias, Stonehook. Entonces, ¿qué puedo hacer ahora mismo? Bill, el Rompemaldiciones Weasley, me mencionó había cosas que parecía importante que yo tuviera que abordar. Y dijo algo sobre un libro de notas bancarias.
—Puedo arreglar para uno de los conectados a su bóveda de confianza de inmediato —confirmó Stonehook, escribiendo algo en un trozo de pergamino obtuvo un brillo blanco tan pronto él dejó la pluma—. Creo que el Rompemaldiciones Weasley simplemente tenía la intención de que usted estuviera informado y preparado para lo que fuera a heredar cuando sea mayor de edad; por lo general, los herederos son presentados a sus gerentes de cuentas antes de su primer año de educación mágica. Puedo ofrecerle una prueba de herencia, para ver si hay algo que le hayan legado que no sepamos. Muchos toman estas pruebas para ver si pueden heredar algo de cualquier línea de sangre que pueda haber desaparecido, pero la línea Potter ha estado bajo el control de Gringotts durante el tiempo suficiente como para que ocurriera alguna sorpresa, y su madre presentó una prueba de herencia antes de unirse a la familia Potter: No había antepasados mágicos reconocibles en su árbol genealógico.
—Yo... creo que lo dejaré hasta que sea mayor de edad, si eso está bien —Harry estaba empezando a acostumbrarse a su herencia Potter. No estaba del todo listo para agregarle herencias misteriosas a eso todavía.
—Como desee. Entonces, todo lo que puedo hacer por usted ahora es ofrecer los servicios habituales de Gringotts para los titulares de cuentas de su nivel: un libro de notas bancarias, un anillo de sello y una tarjeta de crédito muggle, si así lo desea. Usted también puede ajustar cualquier inversión dentro de la cartera familiar. Le recomiendo que se la lleve a su casa y la estudie a fondo antes de realizar cualquier cambio. Lord Black sin duda le ayudará —Le dio un codazo a los papeles hacia Harry, quien se encogió y se los guardó en el bolsillo.
—¿Gringotts puede hacer tarjetas de crédito? —Las cejas de Harry se levantaron con sorpresa. Los ojos de Stonehook se iluminaron.
—Los duendes no desperdician oportunidades para aumentar la riqueza, señor Potter. El dinero muggle puede ser tan valioso como cualquier oro, en las circunstancias adecuadas —Se reclinó en su silla— ¿Es eso algo que a usted le interesaría?
—Absolutamente —Harry nunca había tenido más de cinco libras de dinero muggle antes. Tener una tarjeta que convertiría la pila de oro en su bóveda en algo que pudiera usar fuera del mundo mágico... no podía dejarlo pasar.
Stonehook escribió en su pergamino, que volvió a brillar. Luego abrió el cajón de su escritorio y sacó una bolsa de terciopelo azul.
—Una bolsa de dinero, vinculada a su bóveda fiduciaria. Tres gotas de sangre la unirán a su magia, así que solo usted puede abrirla —El duende le entregó a Harry una ornamentada daga plateada con el escudo de los Potter en el mango. Harry se cortó la mano con la punta de la hoja afilada, dejando que la sangre cayera sobre la bolsa. Hubo un crujido silencioso y Stonehook asintió. Harry curó su mano con un hechizo murmurado y también limpió la daga.
Cuando abrió la bolsa, había tres cosas dentro: Una elegante tarjeta de crédito blanca con su nombre y el logotipo de Gringotts; un anillo de oro con el escudo de los Potter; y un fajo encuadernado de hojas de pergamino que se parecía mucho a un talonario de cheques. Con reverencia, Harry deslizó el anillo en el meñique en su mano izquierda, sacudiéndose cuando cambió de tamaño para adaptarse a él con un chisporroteo de magia. Stonehook asintió.
—El anillo ha aceptado tu derecho a usarlo. Felicitaciones, heredero Potter.
Harry miró el anillo, asombrado. Esto era algo que su padre habría usado, y su abuelo, bisabuelo y Merlín solo sabían cuántos Potter después de él.
—Sólo se puede eliminar con su aprobación —le informó Stonehook—. Si alguien que no tiene derecho al anillo intenta usarlo, se encontrará sin un dedo —Le dio una sonrisa sedienta de sangre y Harry sonrió con satisfacción.
—Es bueno saber.
—¿Hay algo más que pueda hacer por usted hoy, heredero Potter, o debo convocar al Rompemaldiciones Weasley?
Harry hizo una pausa, sus pensamientos volvieron a una idea ausente que había tenido mientras le escribía su carta a Fleur.
—Eso depende. Mencionó que Gringotts es responsable de muchos documentos legales, ¿puede proporcionar pasaportes muggles?
Stonehook parpadeó, pero no le pidió a Harry que diera más detalles, solo asintió.
—De hecho, podemos. Puedo darle uno en una semana, por una pequeña tarifa.
—Por favor, hágalo.
Solo era una idea. Pero una vez que hablara con Fleur, podría convertirse en algo.
