Capítulo 9
El pulso de Harry se aceleró en sus oídos mientras leía la carta de Regulus Black por segunda vez, prestando mucha atención a sus palabras sobre la inmortalidad del Señor Oscuro. Había algún tipo de magia en el relicario de Slytherin. Algo que mantenía vivo a Voldemort. Regulus había ido a destruirlo, ¿lo había logrado?
La carta decía que consultara con Kreacher, que el elfo doméstico lo sabía todo. Eso hizo que Harry hiciera una mueca. Kreacher estaba tan enojado ahora, ¿se acordaría siquiera?
Quizás todo esto era lo que lo había vuelto loco al principio.
Con las palmas de las manos sudando, Harry llamó al elfo.
—Kreacher —dijo con firmeza, preguntándose si el elfo doméstico respondería siquiera. Harry era el heredero de Sirius, él s he lo había dicho, eso lo convertía en parte de la familia, ¿verdad? Kreacher debería de responder, ¿no?—, Kreacher, ven aquí por favor.
Un latido del corazón, luego un suave ¡pop! y el viejo elfo apareció en el centro de la habitación, frunciendo el ceño.
—El mestizo desagradable llama a Kreacher, cree que es el maestro de Kreacher, ¿verdad? —murmuró, como si Harry no estuviera justo frente a él. Harry se aclaró la garganta.
—Kreacher, encontré esta carta de Regulus —El nombre hizo que el elfo se tensara, sus ojos ya de por sí grandes, se abrieron muchísimo más.
—¿El Maestro Regulus? —jadeó con tono reverente— ¿El Maestro Regulus escribió una carta para Kreacher?
—Bueno, no —dijo Harry con torpeza—, es para Sirius. Pero habla de ti. Dice... dice que iba a destruir un relicario, que tú lo harías si él no podía.
De repente, Kreacher dejó escapar un gemido parecido al de un animal moribundo, agarrándose a su sucia funda de almohada.
—¡Oh, la mayor vergüenza de Kreacher! —gimió— ¡El relicario del maestro Regulus, Kreacher no pudo! ¡Se resistió!
—¿No pudiste destruirlo? —Preguntó Harry con dureza. Kreacher negó con la cabeza, torciendo las orejas dolorosamente.
—¡Kreacher no pudo, Kreacher no era lo suficientemente fuerte! —dijo, con lágrimas cayendo por su larga nariz— ¡La única petición que el Maestro Regulus le hizo a Kreacher y Kreacher falló! ¡Kreacher malo! ¡Kreacher malo!
Antes de que el elfo pudiera comenzar a golpear su cabeza contra el escritorio, Harry lo agarró.
—¿Todavía tienes el relicario? Puedo ayudarte a destruirlo.
—¿Por qué un sucio mestizo ayudaría a Kreacher? —Kreacher se burló con sospecha.
—Porque Regulus Black quería que el Señor Oscuro muriera por lo que te hizo —dijo Harry lentamente, señalando la carta—. Y yo también lo quiero muerto. Tráeme el relicario, Kreacher. Por favor.
El elfo lo miró fijamente durante un largo momento. Luego, desapareció.
Harry maldijo en voz baja, luego pegó un salto cuando Kreacher apareció tan abruptamente como se había ido. Ahora, había un medallón adornado en una cadena alrededor de su cuello, un medallón que apestaba a magia oscura.
Más que eso, era magia oscura familiar.
Se sentía como el mismo tipo de magia que Harry sentía alrededor de su cicatriz durante sus visiones de Voldemort.
—Ponlo en el escritorio, por favor, Kreacher —No quería tocarlo. No sabía lo que le haría. Kreacher hizo lo que le ordenó, colocándolo cuidadosamente junto a la carta de Regulus— ¿Qué has intentado para destruirlo?
—Kreacher lo quemó, lo hirvió y lo apuñaló con la daga maldita de la señora Black —gimió Kreacher—. Kreacher intentó romperlo, pero era demasiado fuerte. ¡Kreacher ni siquiera pudo abrirlo! Kreacher probó toda la magia que se le ocurrió, pero Kreacher le falló al Maestro Regulus.
—Así que la magia normal no es suficiente —murmuró Harry para sí mismo. Él ya lo había sospechado— ¿Regulus te dijo qué es un horrocrux? ¿Te dio alguna idea de lo que podría destruirlo?
Las orejas de Kreacher se agitaron mientras negaba con la cabeza.
—El Maestro Regulus le dijo a Kreacher que es magia oscura y mala. Es el alma del Señor Oscuro solidificada. Pero a Kreacher no se le dijo cómo romperlo.
Las palabras enviaron escalofríos por la columna vertebral de Harry, ¿su alma solidificada? ¿Qué significaba eso?
Tendría que investigar un poco.
Tener el relicario en su habitación hacía que le doliera la cabeza y que la sangre se le congelara.
—Kreacher, puedes seguir cuidando el relicario por ahora. Pero te prometo que encontraré la manera de destruirlo. Te ayudaré a cumplir el último deseo de Regulus.
—El Sucio- ¿el joven maestro mestizo haría eso por Kreacher? —preguntó el elfo maravillado. Harry asintió.
—Voy a hacerlo. No sé cuánto tiempo me llevará, pero te juro que lo haré. Solo necesito que guardes el relicario hasta que esté listo. ¿Puedes hacer eso por mí?
Kreacher asintió con los ojos muy abiertos. Cogió el relicario y lo abrazó con fuerza contra su pecho.
—El Maestro dejó que los sucios traidores de sangre intentaran tirarlo, pero Kreacher lo salvó. Kreacher salvó todo lo que pudo. Todos los preciados artículos familiares… ¡al Maestro no le importó ninguno de ellos!
Harry se mordió el labio. No quería ir en contra de las órdenes de Sirius, pero...
—Soy el heredero de Sirius, así que eso me convierte en tu maestro también, ¿verdad? —Kreacher asintió—. Entonces te permito salvar lo que puedas. Pero, ¿puedes acceder a las bóvedas de Gringotts? —Una vez más, el elfo asintió—. Quédate con el relicario, pero llévate todo lo demás que Sirius no quiera en la casa a Gringotts. Muchos artefactos están malditos, no es seguro tenerlo por ahí. Pero eso no significa que deban tirarse a la basura —Honestamente, estaba sorprendido de que Sirius no hubiera pensado en lo peligroso que era tirar objetos oscuros como ese. Estaba cegado por su odio a la casa, por los recuerdos que contenía.
—¿Kreacher puede proteger las reliquias de la Casa Black? —Había esperanza en su voz ronca, hizo que el corazón de Harry se encogiera. Apartó esa parte de él que siempre se identificaba demasiado con los elfos domésticos; no lo había diseccionado antes, y ahora definitivamente no era el momento.
—Ponlas todas en la bóveda, si están listas para ser desechadas. Al igual que… que cualquier otra cosa en la casa que esté maldita —Tal vez algún día, cuando Sirius estuviera libre y Harry tuviera la edad suficiente para acceder a las bóvedas, podrían trabajar para eliminar las maldiciones, tal vez con ayuda de Bill y su equipo. Hasta entonces, estaban más seguros con los duendes.
—¡Sí, señor! ¡Kreacher puede hacer eso! —La sonrisa en el rostro del anciano elfo mostró los pocos dientes amarillentos que le quedaban, sus ojos brillantes y relucientes. Harry se preguntó cuántos años tenía el elfo, qué era lo que había pasado en manos de Voldemort. Fuera lo que fuera la Pócima de la desesperación, no sonaba agradable.
—Gracias, Kreacher. Te haré saber sobre el relicario.
Kreacher le ofreció la primera reverencia honesta que Harry había visto y luego desapareció una vez más. La remoción del relicario fue palpable, el asqueroso dominio de la magia de Voldemort desapareció de inmediato. Se estremeció, sintió que necesitaba una ducha para quitarse el hedor y ni siquiera había tocado la cosa.
Harry tomó la carta del escritorio, necesitaba mostrársela a Sirius, antes que nada.
Saliendo de su habitación, se apresuró a subir al dormitorio principal, sin molestarse en tocar la puerta. Sirius estaba tirado en la cama, leyendo la revista que Harry le había comprado. Frunció el ceño ante la abrupta entrada de su ahijado.
—Cachorro, ¿qué te pasa?
Sin decir palabra, Harry le entregó la carta. Se quedó allí y observó a Sirius leer, su rostro cada vez más pálido con cada frase, la manzana de Adán se balanceaba mientras se tragaba las lágrimas que brillaban en sus ojos. Para cuando volvió a mirar a Harry, Sirius estaba devastado.
—Reggie... él... —Sacudió la cabeza, la boca se movió silenciosamente. Harry se acercó más, deslizando un brazo alrededor de la cintura de su padrino, dejando que el hombre colapsara contra él—. Ese pequeño idiota tonto —dijo Sirius con voz ahogada, perdiendo la batalla contra las lágrimas—. Yendo contra el Señor Oscuro, ¿qué estaba pensando? Estúpido, debería haber venido a verme. Le habría ayudado.
—Eso es lo que él temía —dijo Harry en voz baja.
—Él todavía debería haber venido a mí. Yo era su hermano mayor. Mi trabajo era protegerlo —La voz de Sirius se quebró, un sollozo brotó de sus labios. A Harry se le rompió el corazón verlo, y simplemente lo abrazó, dejándolo llorar—. Merlín, mi pequeño Reggie. Había rumores, siempre pensamos que había muerto huyendo de Voldemort. Que se había asustado, que no había podido manejarlo. Solo tenía dieciocho años cuando murió. Apenas se había graduado de Hogwarts seis meses antes. Merlín…
Harry tragó saliva con dificultad. Había pensado que Regulus tenía que ser joven, había sido el hermano menor de Sirius y había muerto antes de que Sirius fuera a Azkaban, cuando apenas tenía veintidós años. Pero dieciocho… Voldemort era despreciable, reclutando a chicos tan jóvenes.
Sus pensamientos se volvieron hacia los Slytherin que conocía, aquellos cuyos padres eran los mortífagos que habían estado en el cementerio. ¿Cuántos de ellos estaban en la misma posición en la que Regulus Black había estado antes? Demasiado aterrorizados para ir en contra de su familia, la expectativa que todos tenían de ellos. Demasiado asustados para desafiar abiertamente al Señor Oscuro cuando sabían que no tenían protección de los del lado de la Luz.
Harry no podía dejar que eso sucediera. No podía permitir que más niños terminaran como Regulus. Tenía que matar a Voldemort antes de que se vieran obligados a tomar esa decisión.
—Sirius —comenzó tentativamente— ¿Sabes lo que es un horrocrux?
Sirius se sentó, secándose los ojos. —Suena familiar. No puedo pensar en dónde lo he escuchado antes, ciertamente no es magia común. Reg claramente... Reg pensó que yo lo sabría. Él lo habría explicado, de lo contrario —Se pasó una mano por el pelo, frunciendo el ceño—. Sé que he oído hablar de ellos. Dividir el alma, todo suena familiar: maldito Azkaban agotó mi cerebro. Mi memoria está del asco estos días —Harry apretó su mano con apoyo. Sirius se animó—. Moony podría saberlo. Todos esos libros suyos… apuesto a que uno de ellos tiene algo que decir sobre los horrocruxes. Si no es así, la biblioteca seguramente tendrá algo. Probablemente fue así cómo Reggie se enteró de ellos en primer lugar —Él sonrió, una sonrisa angustiada que hizo que a Harry le doliera el pecho— Siempre fue un ratón de biblioteca. Prácticamente vivió en esa biblioteca cuando éramos niños. Creo... creo que sabía que papá lo dejaría en paz si pensaba que estaba aprendiendo.
—Lo siento, Sirius —murmuró Harry, apretando su mano con más fuerza—. Por todo —Su infancia. Su hermano. Su familia en todo menos en sangre; la familia de Harry. Todo se había perdido, y luego doce largos años en Azkaban para revivir lo peor de eso, rodeado de dementores. Todo lo que había pasado Sirius, y solo tenía treinta y cinco años. Ni siquiera cerca a la mediana edad según los estándares mágicos. Debería seguir siendo ese joven libertino y de ojos brillantes que Harry vio en las fotos de la boda de sus padres, en la imagen de Moody de la Orden original.
Sirius, Remus, Harry. Los tres deberían haber tenido vidas muy diferentes a la realidad.
Al menos ahora se tenían el uno al otro.
Sirius tosió con torpeza. Soltó la mano de Harry, dejó la carta de Regulus sobre la colcha y la alisó suavemente.
—¿Por qué no vas a buscar a Remus, a ver qué sabe? —Sugirió con voz ronca—. Saldré... saldré en un minuto.
—Por supuesto, sí —estuvo de acuerdo Harry. Si fuera Sirius, también querría estar solo por un tiempo—. Tómate tu tiempo.
Salió a trompicones de la habitación con las piernas inquietas, tomando una respiración larga y temblorosa una vez que cerró la puerta de la habitación de su afligido padrino. Harry odiaba ser el que entristecía a Sirius, pero... él no podía ocultar la última carta de Regulus de la persona a la que estaba dirigida. No podía dejar que Sirius pasara ni un segundo más pensando que su hermano había muerto como un mortífago leal. Sin saber que su hermano pequeño era un héroe.
Se volvió hacia las escaleras, preguntándose dónde estaría Remus. Con un poco de suerte, tendría algunas respuestas.
Desafortunadamente, Remus no sabía qué era un horrocrux.
—Estoy seguro de que me he encontrado con el término antes —dijo, pasando los dedos por el dobladillo de su chaleco. Harry lo había encontrado en la cocina, que ahora estaba completamente vacía de miembros de la Orden, aunque no de la comida que la señora Weasley había preparado—. Voy a echar un vistazo a mis libros y a buscar en la biblioteca. ¿Ya aprendiste ese hechizo?
Cuando Harry negó con la cabeza, Remus, siempre el maestro, lo repasó con él y le explicó que solo tenía que decir el hechizo seguido del término que deseaba buscar, y si había suficiente poder en él, debería convocar a todos los libros que contienen esa palabra o frase. Sonaba increíblemente útil, y Harry se preguntó por qué ninguno de los profesores de Hogwarts se lo había enseñado.
—La mayoría de los estudiantes más jóvenes no tienen el poder de hacerlo funcionar en una biblioteca tan grande como la de Hogwarts —comentó Remus—. Sin embargo, Flitwick generalmente lo enseña en quinto año; para ayudar a prepararse para los TIMOS —Hizo una mueca de disculpa—. Lo siento.
—Está bien —Honestamente, un recordatorio de su expulsión no fue nada comparado con todas las otras emociones que había experimentado ese día. Apenas podía creer que dos horas antes había estado deambulando por Harrods, mirando con los ojos muy abiertos juguetes y artilugios caros que Dudley solo hubiera soñado con tener; cosas que Harry tenía suficiente oro en su bóveda para comprar una docena de veces sin siquiera preocuparse.
—Todo esto vino en una carta de Regulus, ¿dijiste? —La voz de Remus irrumpió en sus pensamientos, llena de preocupación. Sus ojos se movieron rápidamente hacia el techo.
—Sí. Fue... fue mucho. Golpeó a Sirius bastante fuerte.
—Debería ir a ver cómo está —murmuró Remus—. Estaba devastado cuando Regulus murió. A pesar de que trató de convencernos a todos de que no podía importarle menos su hermano, sabíamos cuánto lo amaba. Pasaron meses antes de que volviera a actuar con normalidad. Solo... solo después de que nacieras, para ser honesto —Se pasó una mano por el cabello canoso—. Harry, ¿te podrías preparar la cena tú mismo? Molly dejó un poco de lasaña en el refrigerador, solo necesitas calentarla. No... no sé si Sirius estará listo para una comida adecuada.
—Por supuesto que sí. Ve con él; le vendría bien la compañía. No te preocupes por mí.
Remus acarició el cabello de Harry, la mano se deslizó hacia abajo para apretar la parte de atrás de su cuello, y se inclinó para rozar su nariz contra la sien de Harry; uno de los instintos de lobos a los que Harry se había acostumbrado en las últimas semanas.
—Eres un buen chico, Harry —murmuró—. Los dos te queremos mucho, ¿sabes?
Harry tragó, parpadeando para alejar la inesperada oleada de emoción.
—Lo sé —le aseguró.
Remus se enderezó con una pequeña sonrisa, poniéndose de pie.
—Puede que no te veamos antes de que te vayas a la cama. Si no, te veré por la mañana.
—Buenas noches.
Solo en la cocina, Harry se tomó unos momentos para ordenar sus pensamientos, luego se dedicó a comer la lasaña de la que Remus había hablado. Ni siquiera era tan tarde, pero había sido un día tan largo: cena, un baño y una madrugada le parecieron una buena idea.
Harry no se había atrevido a tocar el escritorio de nuevo cuando subió a su habitación, no queriendo descubrir más bombas emocionales inesperadas. Se dio una larga ducha en el baño frente a su habitación, luego se escondió en la cama con uno de los libros muggles que se había comprado. Era una historia de fantasía que solo había salido hace unos meses, sobre una niña llamada Sabriel: todos los carteles de la tienda lo proclamaban el mejor libro de fantasía para niños del año, y Harry estaba intrigado por la representación muggle de la magia.
Tan absorto en la historia estaba que casi no se dio cuenta del zumbido del espejo en su mesita de noche. Cuando se dio cuenta, lo agarró y miró el cristal mientras aparecían dos caras idénticas.
—Te ves cómodo —chilló Fred. A su lado, George entrecerró los ojos.
—¿Estás bien? ¿Has estado llorando?
Harry bajó la mirada.
—Yo-no me preocupes por eso. Solo ha sido un día largo —Todavía no estaba listo para desempacar todo eso—. No me hagan caso, ¿cómo están, chicos? ¿Cómo está Hogwarts? ¿Cómo es la nueva profesora de Defensa?
Los gemelos hicieron idénticas expresiones de disgusto.
—Ella es horrible —gruñó Fred.
—Una cara de sapo del Ministerio…
—Y queremos decir que, literalmente, parece un sapo.
—Ella no nos deja usar magia en clase. Todo lo que hacemos es sentarnos y leer la teoría —finalizó George. Harry frunció el ceño.
—¿Ministerio? ¿Qué quieres decir?
—Ella trabaja para Fudge —dijo George—. Dolores Umbridge.
—Hermione reconoce que el Ministerio está tratando de tomar el control de la escuela —agregó Fred—. Te sacaron, ahora están intentando ir a por Dumbledore.
—¿Umbridge? —El nombre le resultaba familiar, y un recuerdo vino de golpe a su memoria— ¡Ella estuvo en mi juicio! ¿Una mujer bajita y gorda, lleva mucho rosa?
—Ella es —confirmaron los gemelos.
—¿Tu juicio? ¿Está ella en el Wizengamot? —El rostro de George estaba sombrío.
—No, ella es... ¿qué era? —Harry trató de recordar; el juicio había sido tan borroso— ¡Oh sí! Subsecretaria Superior del Ministro —repitió—. O algo así. Básicamente, el perro faldero de Fudge —Él frunció el ceño— ¿Qué está haciendo Dumbledore dejando que alguien como ella enseñe?
—No tenía otra opción, ¿verdad? —Fred señaló.
—La gente apenas hace cola para el trabajo —finalizó George.
—¿Ella no los dejará usar magia? Pero, ¿cómo se supone que debes aprobar los exámenes y esas cosas?
—Estoy bastante seguro de que no, amigo —dijo Fred—. Hermione está lívida. Ron estuvo a punto de ser castigado en su primera clase, aparentemente ella estaba diciendo todas estas cosas sobre cómo Dumbledore está loco y tú estás delirando y es algo bueno que te hayan expulsado.
—Ella diría eso, ¿no es así? —Murmuró Harry burlonamente, recordando lo contenta que había parecido cuando se anunció el veredicto—. Merlín, eso es horrible, lo siento —Fue ridículo; ¿Cómo se suponía que la gente aprendería a defenderse si el Ministerio estaba interfiriendo con sus clases de esa manera? ¿A qué tipo de extremos estaba dispuesto a llegar Fudge, solo para negar el regreso de Voldemort?
—¿Cómo va todo lo demás? ¿Cómo están Ron y Hermione? —preguntó. Los gemelos compartieron una mirada— ¿Qué? —Su corazón se hundió— ¿Qué tan malo es?
George suspiró.
—Las cosas no están yendo bien. Hay... mucha gente que piensa que te has vuelto loco, después del Torneo y todo. La historia parece ser que tuviste una especie de colapso mental y empezaste a maldecir a tu primo, y por eso te expulsaron.
Harry debería haberlo esperado, pero aún le dolía.
—Mierda. Qué montón de tonterías —Hizo una pregunta de la que no estaba seguro de querer saber la respuesta— ¿Cuánta gente cree eso?
—No todo el mundo —le aseguró Fred rápidamente—. La mayoría de los Gryffindors no creen en lo que se está diciendo sobre ti. No están seguros de lo que pasó exactamente, pero saben que no estás loco. Ron y Hermione están tratando de correr la voz sobre lo que realmente sucedió, pero se están tardando. Especialmente con Umbridge vigilándolos.
—La mayoría de los Gryffindors —repitió Harry—. Así que el resto de la escuela piensa que soy un chiflado, ¿no?
—El Ministerio se niega a creer que Voldemort ha vuelto Harry no estaba seguro de cuándo George había comenzado a decir el nombre así, sin siquiera estremecerse, pero hizo que algo en su estómago se retorciera casi con orgullo—. Están haciendo todo lo posible para ocultar la verdad, incluso hacer parecer que tú y Dumbledore han enloquecido.
—Fantástico —fue la respuesta inexpresiva de Harry—. Estupendo. Bueno, tal vez sea lo mejor que no esté en la escuela después de todo —Temía pensar en lo corto que sería su temperamento ante un año más de que toda la escuela murmurara sobre él.
—No, no lo es —respondió George al instante—. Es una basura sin ti aquí.
Hizo una pausa, luego se sonrojó, su gemelo riendo. Harry se sonrojó.
—La buena noticia es que el negocio ya está en auge. Mucha gente quiere excusas para salir de las clases de Umbridge. Son incluso más aburridas que las de Binns —le dijo Fred, rescatando el incómodo silencio que había caído.
—Vamos a usar algunas de las cosas en las que estuvimos trabajando durante el verano con ella —agregó George, sonriendo con picardía—. Veamos si tiene las agallas para manejar ser profesora de Hogwarts. Definitivamente nos centraremos en ella, si estuvo en su juicio.
—Toma fotos para mí, si consigues alcanzarla con algo realmente bueno —pidió Harry, sonriendo. Sonrió al pensar en lo que los gemelos podrían tener reservado para la espantosa mujer.
—¡Sí, capitán! —aseguraron los gemelos, saludando al unísono.
—Oh, amigo, deberías visto lo que sucedió el otro día —se entusiasmó Fred—. Hermione trató de darnos detención.
George se rio entre dientes. —Quería que Ronniekins la respaldara y todo. Él no lo hizo, por supuesto, no tiene las agallas para eso, es un chico inteligente.
—¿Qué estabas haciendo? —Preguntó Harry con las cejas levantadas. ¡Ni siquiera había pasado una semana completa!
—Probar productos con voluntarios en la sala común —respondió Fred, la imagen de la inocencia. Harry arqueó una ceja.
—... Voluntarios que podrían haber sido unos pequeños chicos de primero que no sabían nada mejor —aclaró George tímidamente— ¡Pero no era nada que no hubiéramos probado ya en nosotros mismos y en Lee! Y les dijimos lo que comerían antes de que lo hicieran. ¡Solo necesitábamos una variedad más amplia de sujetos de prueba!
Harry resopló.
—No es de extrañar que Hermione estuviera enojada. ¿Pero seguramente ella sabe que en realidad no te lastimaría el primer año? —Los gemelos eran bromistas, pero no maliciosos. No les darían a los niños nada que tuviera la posibilidad de ser realmente peligroso.
—¡Pensarías! —George estuvo de acuerdo.
—Pero no, nuestra pequeña señorita Prefecta no tiene fe en nosotros —Fred negó con la cabeza con tristeza—. Duele, lo hace, nos conoce desde hace tanto tiempo, ¡y todavía piensa lo peor!
Había humor en su tono, pero Harry lo sabía mejor: las suposiciones de Hermione probablemente habían lastimado a los gemelos. Sus bromas nunca habían sido crueles.
—Ella simplemente no quiere decepcionar a McGonagall, ya sabes cómo es —suspiró—. Estoy seguro de que eventualmente se relajará. O simplemente se rendirá. No es como si realmente hubiera algo en las reglas de la escuela sobre la experimentación en los de primer año.
—Si tan solo tuviéramos tu voz de la razón aquí, Harrikins —dijo George—. Los de primero aprovecharon la oportunidad de demostrar que habían clasificado a Gryffindor por una razón. Especialmente cuando les ofrecimos cosas gratis a cambio de pruebas.
—Buena publicidad —le felicitó Harry, y George le guiñó un ojo.
—Bueno, lo intentamos —Su sonrisa vaciló, sus ojos marrones cada vez más preocupados— ¿Estás seguro de que estás bien?
Por un momento, Harry pensó en contarles sobre la carta de Regulus Black. Pero en realidad no era su historia para contar, era asunto privado de Sirius.
—Lo estoy ahora —dijo con sinceridad, sorprendido de lo cierto que era eso, incluso si la noticia de los gemelos no era del todo positiva, el solo hecho de hablar con ellos lo había animado, ver sus caras. Miró a través de la habitación a su armario abierto y la camisa de franela que cubría el respaldo de la silla del escritorio—. Oh, Merlín, realmente cabreé a su mamá hoy. Pensé que me iba a castigar o algo así, lo juro.
Sus rostros se iluminaron.
—¿Oh? Cuéntanos más —instó Fred— ¿Deberíamos esperar un vociferador por corromperte?
Riendo, Harry les contó a los gemelos la historia de su excursión al Londres muggle y la furia de la señora Weasley a su regreso.
—¡Tú, pequeño monstruo descarado! —George gritó cuando Harry relató su respuesta sobre los Mortífagos en John Lewis— ¿Qué pasó con el Harrikins tímido y callado?
—Pasó demasiado tiempo con un par de amenazas pelirrojas —replicó Harry, sonriendo.
—¿Oh? Apuesto a que son amenazas guapas —dijo George arrastrando las palabras.
—Inteligentes, también —intervino Fred.
—Están bien, supongo —dijo Harry, encogiéndose de hombros, riendo entre dientes por sus miradas ofendidas—. Así que, de todos modos, le dije dónde había estado, y ella comenzó a decir que nadie sabía dónde estaba y que podrían haberme matado o secuestrado o lo que sea. Deberías haber visto su cara cuando Sirius dijo que le había dicho adónde iba antes de irme. De hecho, me sentí un poco mal; ella solo está tratando de cuidarme.
—¡No, no dejes que la culpa te consuma! ¡Así es como ella te atrapa! —Fred advirtió—. Ella te dará una cara triste y decepcionada, ¡y antes de que te des cuenta, estás siguiendo las reglas!
—¿Yo, siguiendo las reglas? No iría tan lejos —bromeó Harry. Los gemelos rieron.
—Sin embargo, parece que te divertiste —dijo George.
—Nunca hemos estado en Londres muggle, no correctamente —La voz de Fred estaba llena de envidia—. Tendrás que llevarnos un día, mostrarnos los alrededores.
—No estoy seguro de que Londres sobreviviría —respondió Harry con ironía. La idea de tratar de guiar a los gemelos por Oxford Street... necesitaría ayuda, seguro. Solo que no podía pensar en nadie que no empeorara el caos. Incluso Fleur probablemente se sentaría y se reiría.
En estos días salía con demasiados bromistas.
—Sin embargo, me alegro de que tengas ropa decente ahora. No los trapos viejos de tu primo —George sonrió suavemente—. Te lo mereces.
Hubo una larga pausa, Harry y George simplemente sonriéndose el uno al otro a través del espejo. Fred tosió.
—Espera, Harry, creo que Lee me está llamando para algo. Te veré más tarde, ¿ya? —Saludó con la mano y luego desapareció. Cuando oyeron cerrarse la puerta, Harry resopló.
—Sutil —comentó, haciendo reír a George.
—Ese es mi hermano —estuvo de acuerdo, con voz cariñosa. Se mordió el labio y luego suspiró—. Es realmente extraño estar sin ti aquí, ¿sabes?
—Es extraño no estar allí —Harry no podía negar eso—- Pero no está mal estar aquí. Estoy empezando a aprender algunas cosas buenas y juro que he aprendido más sobre ser mago en la última semana que en los cuatro años anteriores. Nadie me dice ni una mierda.
—Todos olvidamos que fuiste criado como muggle —dijo George en tono de disculpa.
—No me refiero a ustedes. Sobre todo, me refería a Dumbledore.
—Ah, entonces no discutiré allí —George se pasó una mano por el pelo. Verlo, tirado en su cama así, hizo que el corazón de Harry doliera— ¿Estás bien, entonces? ¿No necesito enviar a Bill para que venga a animarte?
—Los refuerzos no son necesarios, lo prometo —insistió Harry, riendo en voz baja. Se interrumpió con un bostezo, la mandíbula crujiendo.
—Caray. Debería dejarte ir a la cama —George sonrió cuando Harry hizo un puchero.
—Puedo quedarme despierto un poco más.
—No me tientes —suspiró George. Harry se mordió el labio para mantener sus propios pensamientos en su cabeza—. Llamaremos de nuevo el fin de semana. Te haremos saber cómo va la guerra contra Umbridge.
—Tengan cuidado con ella —advirtió Harry—. Ella tiene la oreja de Fudge. Eso la hace peligrosa.
—Nadie que use tanto rosa puede ser tan peligroso —respondió George—. Podemos lidiar con ella. No te preocupes a tu linda cabecita, Potter —Él le dio su sonrisa pícara—. Haremos que se arrepienta de meterse con Harry Potter. Para Navidad, te suplicará que vuelvas a la escuela solo para que nos detengamos.
Harry rio; si tan solo eso fuera posible. La Navidad se sentía como una eternidad, ahora.
—Entonces, solo no se dejen atrapar.
—¿Nosotros? Nunca —prometió el pelirrojo—. Vamos, vete a dormir. Tienes que batirte en duelo con Ojoloco por la mañana.
Harry hizo una mueca ante el recordatorio.
—Supongo —Se dejó caer más hacia atrás contra sus almohadas, sintiendo que sus ojos se volvían somnolientos. Los forzó a abrirse, justo a tiempo para ver una desgarradora expresión de cariño en el rostro de George, solo por un segundo, antes de cubrirlo con una sonrisa—. Buenas noches, George.
—Buenas noches, Harry.
Un latido del corazón, luego el espejo se volvió borroso, antes de mostrarle a Harry nada más que su propio reflejo.
Dios, parecía un bobo enamorado. Era un milagro que nadie más que Sirius y Remus, y Fred, por supuesto, lo hubieran notado durante el verano. Supuso que todos los demás estaban demasiado acostumbrados a ver a los gemelos como una sola persona como para pensar que Harry podría sentir lo contrario.
Dejó el espejo en la mesilla de noche, se sentó y apagó la luz. Habían sucedido demasiadas cosas el día de hoy. Pero al menos estaba terminando con una buena nota.
