Capítulo 10

Con toda la biblioteca de la familia Black a su alcance, y el hechizo de Remus para buscar en la biblioteca... hasta ahora los tres solo habían encontrado un libro que mencionaba la palabra horrocrux.

Historia del mal, caramba, qué apropiado —murmuró Sirius con una mueca, moviendo su varita sobre el tomo para escanearlo en busca de sorpresas desagradables. Parecía viejo, el ribete de cuero negro estaba agrietado y pelado en algunos lugares. Solo una vez que Sirius consideró que era seguro, Harry extendió la mano para abrirlo, pasando a la página que el hechizo de Remus había hecho brillar. Lo hojeó y sintió que se le encogía el estómago.

—Dios. Esto es... "El más siniestro de los inventos mágicos" es definitivamente una frase correcta para eso —Se lo pasó a Remus para que los dos adultos pudieran leer.

Los horrocruxes eran un contenedor para, literalmente, una parte del alma de una persona, separada por matar a sangre fría. Cuando Kreacher dijo que el alma de Voldemort se había solidificado, cuando Regulus habló sobre el Señor Oscuro dividiendo su alma, estaban hablando completamente en serio.

El relicario contenía un fragmento de su alma, y por eso se sentía tan oscuro, tan retorcido.

Pero... ¿qué significaba eso sobre la cicatriz de Harry, cuando se sentía de la misma manera?

Sirius maldijo en voz baja, sacudiendo la cabeza.

—Maldita sea, Reggie, ¿en qué te metiste?

—Puede que nos haya asegurado la victoria en la guerra —señaló Harry, encontrándose con la mirada de su padrino—. Dumbledore me dijo que Voldemort había encontrado formas de hacerse inmortal. Eso es todo. Todo lo que tengo que hacer ahora es averiguar cómo destruirlo. Y... y averiguar si tiene más.

—¿Crees que hizo más de una de estas cosas? —Remus preguntó, horrorizado.

Harry se mordió el labio. Decirlo en voz alta lo hacía real, pero no podía ocultárselo a estos dos. Les habló de la magia del relicario y de lo familiar que se sentía.

—No es solo mi cicatriz —agregó apresuradamente, viendo a ambos Merodeadores ponerse blancos como la tiza—. Si estas cosas son partes de su alma, si su propósito es la resurrección en caso de muerte... creo que ese diario que Ginny tuvo durante mi segundo año fue uno —Todo encajaba; la sombra de Tom Riddle había estado agotando la fuerza vital de ella, tomándola como propia. Era más que una simple huella o un complicado hechizo escrito en esas páginas; era una especie de entidad viviente, arrastrándose en la mente de Ginny y tomando el control lentamente.

—Este ritual, esta magia... no me puedo imaginar haciéndolo una sola vez, y mucho menos varias veces —La voz de Remus era ronca. El libro entró en detalles sobre cómo crear exactamente un horrocrux, con recomendaciones sobre la elección de objetos y formas de mantenerlos seguros. Naturalmente, no había nada allí sobre destruir o deshacer horrocruxes. Eso hubiera sido demasiado fácil.

—No es de extrañar que esté tan loco —estuvo de acuerdo Sirius—. Se ha quebrado a sí mismo —Extendió la mano y pasó el pulgar por la cicatriz de Harry— ¿Cómo puede haber una parte de él dentro de ti? Eso no debería ser posible.

—Primero que nada, por favor nunca vuelvas a decirlo así, o tendré pesadillas para siempre —pidió Harry con recato—. Segundo, no tengo ni idea, pero tiene sentido. Las visiones que tengo, la forma en la que puedo sentir lo que él siente a veces... esta conexión entre nosotros no se parece a ninguna magia de la que nadie haya oído hablar antes. Probablemente hizo el ritual de preparación antes de venir a matarme; incluso cuando la magia rebotó sobre él, la parte de su alma ya estaba suelta —Harry se mordió el labio—. Tal vez, por eso, yo no sea un horrocrux adecuado. Tal vez no esté conectado correctamente o algo así. Si lo fuera, estaría en mi cabeza, ¿verdad? Correctamente, quiero decir —Él sería como el Tom Riddle del diario era, robando la vida de Harry, engañándolo hasta que se ofreciera a sí mismo.

—O tal vez es solo un eco, y ni siquiera un horrocrux real —sugirió Remus. Sonaba como si estuviera tratando de tranquilizarse a sí mismo y a Sirius, más que nada—. No hay nada en el libro sobre lo que sucede si te matan mientras creas un horrocrux. Y nadie antes había visto rebotar la maldición asesina. Todavía no tenemos idea de lo que realmente sucedió esa noche.

El trío permaneció en silencio, perdido en los sombríos pensamientos de la peor noche de sus vidas.

—Dumbledore lo sabe —La voz de Sirius sorprendió a Harry, quien lo miró con curiosidad—. Antes del ataque del dementor, le había pedido a Dumbledore que te trajera aquí. Siempre me dijiste que estabas fuera de Privet Drive cuando se acercaba tu cumpleaños, si es que no antes. Él... él no te habría traído aquí si no te hubieran atacado. Dijo que no era seguro, que podría haber magia conectada contigo que debilitaría las protecciones en este lugar.

Harry se sintió enfermo ante la perspectiva de un verano completo con los Dursley, a la vez que sus amigos se negaban a contarle lo que estaba sucediendo. Se habría vuelto loco. Luego recordó su discusión con Dumbledore después de su audiencia, sobre sus sueños y sus dolores de cabeza, y la forma en que el hombre no lo miró a los ojos cuando le dijo a Harry que no sabía qué los había causado.

De hecho, no lo había mirado a los ojos. No desde después de la tercera prueba del Torneo de los Tres Magos.

—Creo que tienes razón —asintió lúgubremente—. Me ha estado evitando, y no solo porque se siente culpable por lo que sucedió en mi juicio —La rabia burbujeó en sus entrañas cuando pensó en cómo el director le había dicho que solo tenía sospechas sobre los métodos de inmortalidad de Voldemort—. Probablemente sabe lo de los horrocruxes desde lo que pasó con el diario. Y sobre mi cicatriz desde la primera vez que le hablé de los sueños —Su sangre era hielo en sus venas. ¿Cuánta más información le iba a ocultar el hombre a Harry por su propio bien?

—Entonces no le decimos que lo sabemos —supuso Remus. Harry lo miró conmocionado—. Cachorro, el hombre tiene su propia agenda, eso siempre ha estado claro. Nos dijiste que le dijiste que ya no ibas a seguir sus reglas. Estamos contigo en eso.

—Moony tiene razón —estuvo de acuerdo Sirius—. No sé qué sería peor: que Dumbledore sepa cómo destruir los horrocruxes y se lo está guardando para sí mismo, o que no lo sepa y no está permitiendo que nadie lo ayude a resolverlo. Claro, debes tener cuidado con la información que se divulga, si Voldemort alguna vez se entera de que alguien está detrás de él, se desataría el infierno, pero ese hombre siempre ha creído que es la persona más inteligente entre todos. Mantiene ocupada a la Orden protegiendo esta maldita profecía; nosotros muy bien podríamos aprovechar mejor nuestro tiempo y descubrir cómo matar a un inmortal Señor Oscuro.

Se sentía mal estar ocultando información importante a la Orden. Pero Sirius tenía razón; no podían permitirse que Voldemort averiguara lo que sabían.

—Está bien, entonces. Sabemos lo que son, ¿cómo averiguamos cómo destruirlos? ¿Y cómo encontraremos los otros? —Lo último que quería Harry era que todos creyeran que Voldemort estaba muerto una vez más, solo para que el hombre resucitara una tercera vez. Cuando lo matara, quería que fuera permanente—. Ninguno de los otros libros aquí habla sobre horrocruxes —Si lo hubieran hecho, Regulus habría sabido cómo destruir el relicario. Le habría dado a Kreacher instrucciones específicas.

—No explícitamente —dijo Remus—. Podrían ir por otro término. Ese es el problema con el hechizo de búsqueda: funcionan por palabra, no por concepto. Podría haber docenas de libros aquí que hablen sobre la magia del alma, magia de sangre o cómo destruir objetos malditos. Solo tenemos que encontrarlos.

Harry volteó, mirando los altos estantes, cuyos libros apilados en estos rebosaban.

Eso iba a tardar un poco.

Y como prometieron, los gemelos llamaron a Harry a través del espejo ese domingo por la noche. Inmediatamente, ambos lo miraron.

—¡Le diste tu escoba a nuestra hermanita! —Exclamaron juntos. Harry sonrió.

—¿Han tenido las pruebas entonces? ¿Qué tal fueron?

—Ella se unió al equipo, obviamente —le aseguró George, poniendo los ojos en blanco—. Ron también, es nuestro nuevo guardián. Estoy seguro de que ambos te escribirán al respecto. ¡Pero por qué no nos dijiste nada! Pensé que Angelina iba a llorar cuando Ginny apareció con tu Saeta de Fuego.

—No quería dejarla en alguna esquina, llenándose de polvo —respondió Harry, encogiéndose de hombros—. Ella vino a preguntarme si me importaría que hiciera la prueba de buscador estando yo fuera, así que le dije que se la llevara. ¿Había muchas otras personas en las pruebas? ¿Qué tan reñida fue la competencia?

—Honestamente, amigo, ella podría haber estado montando una escoba de la escuela y los habría volado a todos —declaró Fred, claramente impresionado— ¡No sabía que fuera tan buena!

—Ella no es tan buena como tú, por supuesto —agregó George—, pero es una excelente voladora.

El pecho de Harry se hinchó de orgullo. Al menos no había defraudado a Gryffindor por completo.

—¿Y la prueba de Ron?

Los gemelos compartieron una mirada inquieta.

—…Estuvo cerca de no lograrlo. Cormac McLaggen se desempeñó mejor, para ser honesto. Pero, francamente, es un idiota y Angie no lo soporta —dijo Fred.

—Sin embargo, Ron tiene potencial. Se pone muy nervioso y termina saboteándose a sí mismo —George puso los ojos en blanco—. Lo solucionaremos antes del primer juego.

Harry esperaba que Ron le escribiera pronto, para poder tranquilizar a su amigo sobre su destreza en el quidditch. A decir verdad, él se había preocupado por eso, Ron no era Oliver Wood. Pero era bueno en la escoba y lo suficientemente sólido como guardián. En el fondo, Harry había esperado que el no estar en el equipo pudiera alentar a Ron a aprovechar la oportunidad de brillar lejos de la sombra de Harry. Supuso que no era probable que eso sucediera con sus dos hermanos, y ahora con su hermana pequeña, también en el equipo.

—Me alegro de que ambos lo lograran —dijo finalmente—. Y me alegro de que se le dé un buen uso a mi Saeta de Fuego —sintió una punzada en el pecho al pensarlo. Merlín, extrañaba volar.

—Oh, tu Saeta sí que está haciendo mucho —respondió George, con una expresión extraña en su rostro. Fred soltó un bufido.

—Saca esa espina de tu trasero, Gred —bromeó, dándole un codazo a su gemelo en las costillas. Se volvió hacia Harry, guiñando un ojo con complicidad—. Se corrió la voz de que Ginny traía tu escoba a la escuela. Todo el mundo parece pensar que ustedes dos son una especie de amantes que son almas gemelas, separados por tu expulsión por ser un idiota y todo eso.

Harry lo miró sin comprender.

—Lo siento, ¿qué?

—El rumor es que estás saliendo con nuestra hermana —Hubo una cierta mordaza en el tono de George, su expresión no impresionada—. Creen que le diste la escoba como símbolo de tu amor, o lo que sea que eso signifique.

—… Eso es ridículo. Ella es mi amiga. ¡Ella es tu hermana! —gritó Harry. Fred pasó un brazo por los hombros de George.

—Y claramente no han estado prestando atención al Weasley correcto —bromeó—. Si ayuda, te redimió un poco, el estar con gente como Ginny. No creen que ella saldría contigo si fueras un lunático malvado que odia a los muggles. Ella está haciendo maravillas con tu reputación.

Harry no estaba seguro de querer ese tipo de estímulo a su reputación, y lo dijo. Fred rió.

—Deberías haber pensado en eso antes de darle una escoba de carreras de talla mundial —señaló—. Te llegará alguna carta de Ron respecto a eso, por cierto.

—¿Está enojado porque no se lo di? —Preguntó Harry con cautela.

—No, está enamorado de su nueva Barredora —aseguró George—. Es suya para siempre, él sabe que Gin tiene que devolverte la Saeta. No, está enojado porque su mejor amigo se ha estado viendo con su hermana pequeña y no se lo ha dicho.

—No —Harry negó con la cabeza, con los ojos muy abiertos e incrédulo— ¿El cree eso? ¿En serio?

Sabía que nadie más parecía haber notado la forma en que se había comportado con George durante todo el verano, desde la Copa Mundial de Quidditch el verano anterior, si era completamente honesto, ¿pero cómo demonios, podía pensar Ron que a Harry le gustaba Ginny?

—Ya sabes cómo es él —dijo George.

—¿Tonto y ciego? —respondió Fred, sonriendo. Estaba claro que encontraba muy divertida toda la situación—. Hermione está tratando de hacerle entrar en razón, no te preocupes. Siento un poco de pena por ella, para ser honesto, sabía que Ron era un idiota acerca de cómo se veían los sentimientos, pero en realidad, perder tantas señales obvias que suceden frente a tus narices tiene que ser algún problema médico.

—¿No hay progreso en su liderazgo, entonces? —No le sorprendía a Harry. La escuela solo había estado en sesión un par de semanas.

—Ni un poco —suspiró Fred—. Todavía es extraño, verlos en la sala común sin ti. Son tan aburridos ahora. Quizás deberías haberles dado el mapa, quizás los habrías animado un poco.

Harry había pensado en dejar que Ron se quedara con el Mapa del Merodeador, pero no podía soportar separarse de él. No podría reemplazarlo con tanta facilidad como con la Saeta de Fuego. Apenas se lo confiaba a los gemelos, sabiendo que lo respetarían, pero ellos le habían dicho que se lo quedara. Si necesitaban un vigía, simplemente lo llamarían, había insistido George.

—Dales un respiro, son los primeros días. Incluso yo no solía tener problemas tan temprano en el año —señaló Harry—. Hablando de problemas, ¿cómo van las cosas con Umbridge? —Ambos gemelos se estremecieron levemente y dejaron caer la mano derecha fuera de la vista. Harry entrecerró los ojos— ¿Qué es eso?

Harry tuvo que insistir un poco, pero eventualmente los gemelos le contaron lo sucedido, revelando lo que había pasado en la detención que Umbridge les había dado por lanzar hechizos en los pasillos. Harry miró fijamente la carne enrojecida en el dorso de la mano de George, las palabras "No debo causar problemas" solo eran ligeramente visibles gracias a una poción curativa que Fred había preparado, y la furia rugió en su cráneo.

—Eso no puede ser legal —escupió. George apartó la mano y se encogió de hombros.

—Ella es la mano derecha de Fudge, ¿recuerdas? —señaló—. A ella claramente no le importa un comino lo legal.

—¿Qué le van a hacer? —Harry no necesitaba preguntar si le dirían a McGonagall o Dumbledore. Si Umbridge estaba tratando de causar problemas en Hogwarts, eso solo empeoraría las cosas. No, los gemelos eran mucho más astutos que eso. Parecían unos Slytherin a veces.

—Tenemos algunas ideas —le dijo Fred, sonriendo—. Puede que sea una perra desgraciada, pero pierde los estribos con facilidad. No le gusta que las cosas estén en caos y en desorden.

El caos y el desorden eran los segundos nombres de Fred y George. El Merodeador en Harry bailó con júbilo, pero su lado protector se elevó.

—Tengan cuidado. No quieren más detenciones, no con esa pluma.

—Oh, hombre de poca fe —dijo George—, te prometimos que no nos atraparían. Solo déjanos divertirnos, ¿ya? —Le guiñó un ojo y Harry no podría haber dicho que no si lo hubiera intentado.

—Es Ron de quien debes preocuparte —admitió Fred, frunciendo las cejas con preocupación—. El idiota sigue hablando en tu defensa cada vez que Umbridge te llama loco mentiroso. Es muy dulce, pero se meterá en serios problemas a este paso. Tiene la detención programada para el martes por la noche, con suerte eso lo desanimará.

A Harry se le revolvió el estómago al pensar en Ron escribiendo líneas con la pluma maldita. Por eso odiaba no estar en Hogwarts.

—Dile que no lo valgo —insistió.

—Díselo tú mismo —fue la réplica de George—. Él nunca nos escucha.

Apretando los dientes, Harry esperaba que sus amigos le escribieran pronto. No sabían que los gemelos tenían el espejo, y él quería que siguiera siendo así; no podía mencionarles nada de esto a Ron y Hermione hasta que ellos mismos lo mencionaran. Si es que ellos decidían hablar del tema.

Su humor se agrió, Harry no se quedó en la llamada con los gemelos por mucho más tiempo, dejándolos desaparecer para planear algunas bromas para Umbridge con Lee. Suspiró, mirando al techo. Hogwarts se sentía como una vida completamente diferente, en estos días. Solo habían pasado dos semanas, pero la separación ya era cavernosa.

Iba a ser una larga espera hasta Navidad.

Afortunadamente, las cartas de Ron, Hermione y Ginny llegaron a mediados de la próxima semana, todo en un paquete que dejó una gran lechuza escolar. El de Hermione era un sobre grueso, y Harry puso los ojos en blanco cuando abrió dos semanas de apuntes de todas las materias que tomó; incluso había duplicado las notas de Adivinación de Ron, por patéticas que fueran en comparación con su estándar habitual. Los tiró a un lado, dudando que pudiera haber algo de utilidad para él en un plan de estudios de quinto año en estos días.

La carta de Ginny era principalmente un relato detallado de las pruebas de quidditch, seguido de una explicación muy divertida de los rumores actuales de Hogwarts. Ginny le aseguró que estaba desalentando los rumores sobre su amor secreto, admitiendo que en realidad era muy inconveniente, porque tenía el ojo puesto en un tipo de Ravenclaw en el año de Harry que nunca saldría con ella si pensaba que era la novia de Harry Potter. Eso hizo sonreír a Harry, al igual que el pergamino agregado en el interior, que contenía una carta de las tres cazadoras del equipo, diciéndole cuánto lo extrañaban y lo contentas que estaban de haber equipado adecuadamente a su reemplazo. Leyó la misiva con nostalgia; cuando pensó en nunca volver a Hogwarts inmediatamente después de su expulsión, había estado tan preocupado por extrañar a las personas que lo dejarían atrás en Grimmauld, que ni siquiera había pensado en todas las otras personas a las que extrañaría en el colegio. No se había dado cuenta de la cantidad de personas de las que era realmente amigo, hasta que se separó de ellas; el equipo de quidditch y sus compañeros de dormitorio, incluso extrañaba a los hermanos Creevey, hasta cierto punto.

Personas a las que no pensaría necesariamente en escribir, y que probablemente no le escribirían, pero que habían sido elementos habituales en su día durante los últimos cuatro años.

La carta de Hermione estaba llena de inquietudes y quejas por cómo estaba lidiando con todo, intercaladas con exclamaciones sobre lo intenso que ya era el año de los TIMOS. Solo había una frase sobre Umbridge; un comentario de paso sobre cómo ella era la profesora más incompetente de DCAO hasta ahora. Frunció el ceño ante eso, incluso sus mejores amigos querían mantenerlo en la oscuridad.

Sabía que había tomado la decisión correcta al darles el espejo a los gemelos.

Si descartaba la adición de los apuntes de Hermione, la carta de Ron fue la más larga, lo que lo sorprendió. El pelirrojo transmitió los buenos deseos de los otros chicos en su dormitorio, aunque no los de Seamus, quien aparentemente le creyó al Profeta y estaba en desacuerdo con el resto de ellos por eso, y se quejó de que los maestros ya estaban presionando con más y más tareas. Se entusiasmó con la idea de ser el guardián y dejó caer varias preguntas duras sobre Harry y Ginny. La sutileza no era uno de los talentos de Ron Weasley.

Había un breve párrafo sobre Umbridge, quejándose de que era una lacaya del Ministerio y se negaba a escuchar una palabra sobre que Voldemort había regresado, tratando de hacer quedar mal a Harry y a Dumbledore. Pero había varios puntos tachados donde Ron había comenzado una oración y aparentemente había cambiado de opinión. No se mencionaban todos los puntos que los gemelos dijeron que él había perdido por hablar, o la detención que había cumplido.

Harry se preguntó si Ron había sido presionado por Hermione para que no le contara la información, o si había tomado la decisión por sí mismo. Arrojó la carta sobre la mesa, frunciendo el ceño.

—¿Malas noticias? —Remus preguntó a la ligera. El ceño de Harry se profundizó.

—Ron y Hermione fingiendo que todo está bien —murmuró—. Si no hubiera estado hablando con los gemelos, podría haberles creído.

—¿Alguna vez has considerado que simplemente no quieren que te preocupes por algo que no puedes controlar? —Señaló Remus—. Odio decirlo, cachorro, pero no tienes exactamente el mejor historial en sentarte y dejar que otras personas se ocupen de los problemas.

Harry abrió la boca para discutir, pero sus mejillas se sonrojaron cuando no pudo pensar en nada que el hombre lobo no pudiera desmentir inmediatamente.

—Eso es generalmente porque nadie más se está molestando con los problemas —se quejó en su lugar, apuñalando la yema de su huevo escalfado y mirándolo rezumar sobre su plato.

—Eso no lo vuelve tu responsabilidad —razonó Sirius—. Están tratando de mantener una actitud positiva, chico, déjalos en paz. Toda esta situación no puede ser fácil para ellos; han perdido a su mejor amigo —Extendió la mano y tomó distraídamente una de las muchas páginas de las notas de Transformaciones de Hermione—. Caray, ella es minuciosa, ¿no es así? Incluso tú no eras así, Moons.

Remus puso los ojos en blanco ante la ligera burla.

—Ella es dedicada —corrigió—. Si... demasiado entusiasta —Su mirada se suavizó—. Permíteles el consuelo de pensar que te están protegiendo, Harry. Alivia su culpa por estar en la escuela cuando tú no puedes.

Un suspiro escapó de los labios de Harry, y pasó una mano por su cabello desordenado.

—Lo sé. Simplemente... se parece demasiado al comienzo del verano —Antes, cuando estaba desesperado por noticias, cualquier noticia, y todo lo que sus amigos le enviaban eran trivialidades vacías sobre mantener la barbilla en alto.

—Me parece que ambos se están ocultando cosas el uno al otro —dijo Remus—. Y no me refiero solo al espejo que les diste a Fred y George.

Eso era cierto. Harry había mencionado sobre trabajar con Moody y Tonks en su última carta, pero no había dado ningún detalle. Y estaba completamente seguro de que no iba a decir nada sobre los horrocruxes.

—No puedo poner cosas tan delicadas en una carta —se excusó débilmente. Remus arqueó una ceja intencionadamente—... Solo los estoy manteniendo a salvo.

—Le dijo la sartén al cazo —dijo Remus secamente. Harry le lanzó una mirada furiosa y se volvió hacia su desayuno.

No era así. Ron y Hermione no necesitaban saber lo que estaba haciendo; aún podían evitar lo peor de la guerra, incluso si eran sus amigos. Pero ellos no le dijeron sobre lo que estaba pasando en la escuela, algo en lo que él habría estado involucrado si no hubiera sido expulsado… se sentía como si los estuviera perdiendo.

Apartó el pensamiento con firmeza. Estaba siendo ridículo. Estaban bien. Remus tenía razón.

Entonces, ¿por qué todavía dolía?