Capítulo 13

En el momento en el que Harry vio a Fred y a George a través del espejo, supo que el partido contra Slytherin había salido terriblemente mal. Su corazón latía fuertemente contra su pecho.

—¿Qué tan mala fue la puntuación?

—Oh, no, ganamos —aseguró Fred, arqueando los labios en una breve sonrisa—. Ginny atrapó la snitch antes que Malfoy y le ganó. Fue genial.

—Entonces, ¿por qué lucen como si Slytherin hubiera ganado la copa?

A regañadientes, la pareja le contó sobre la nueva canción de los Slytherin y el efecto que tuvo en la actuación de Ron.

—Y eso ni te imaginas lo que Malfoy dijo cuando terminó el juego —dijo George.

La mandíbula de Fred se apretó con tanta fuerza que su mejilla se crispó.

—Casi le doy un puñetazo al pequeño imbécil, lo juro —frunció el ceño.

—Es bueno que las chicas nos detuvieran —agregó George—. De lo contrario, Malfoy estaría en la enfermería ahora mismo. Y probablemente estaríamos en detención hasta Pascua.

—Sin embargo, creemos que Ginny lo atrapó.

—¿Ginny golpeó a Malfoy? —Harry gritó alarmado. Fred negó con la cabeza.

—No, ella es mucho más astuta que eso, nuestra querida hermana. Realmente no lo vi: Angie y Katie me agarraron, Ginny estaba impidiendo que George hiciera que Malfoy viera estrellas. Ron ya se había ido a ahogar sus penas en la dicha —agregó, poniendo los ojos en blanco—. El bastardo dijo algo sobre mamá, no lo repetiré, y pensé por un segundo que Ginny dejaría ir a George y le daría una cucharada de su propia medicina. Sin embargo, sacó su varita; a espaldas de George, donde nadie pudiera verla.

—No escuché lo que le lanzó, pero me dijo que Malfoy probablemente no estaría en clases el lunes —dijo George—. ´Parecía estar bien cuando nos fuimos.

—Ginny no nos dirá el hechizo que usó —Fred parecía a la vez molesto e impresionado—- Ella mencionó que tenía que cumplir una promesa que te había hecho —Los gemelos lo miraron expectantes y una risa brotó de los labios de Harry.

—Habrá fotos, entonces, de lo que sea que le haya hecho —les dijo. Los gemelos compartieron una mirada que parecía contener toda una conversación.

—Nuestra hermana es un poco aterradora, ¿sabes? —Dijo George finalmente. Harry y Fred asintieron.

—No la hagas enojar —sugirió Harry sabiamente— Y mira el lado bueno: venciste a Slytherin, y la peor pelea ha terminado ahora. Independientemente de lo que suceda con Ron, el resto de la temporada será pan comido —A menos que hubiera habido cambios serios en la alineación, Harry no podía ver a Hufflepuff o Ravenclaw siendo un gran problema. Gryffindor se quedaría con la copa un año más.

Y él no estaría allí para levantarla.

Su mirada se cruzó con la de George y el pelirrojo sonrió con simpatía.

—También estamos cerca de las vacaciones de navidad —agregó él.

—Así es —repitió Harry, el estómago repentinamente lleno de una cálida sensación agradable—. Ustedes las van a pasar aquí. Su madre trató de convencerme de que fuera a La Madriguera, pero no iba a dejar atrás a Moony y Padfoot. Tonks traerá las decoraciones mañana —No podía esperar; su primera Navidad con sus padrinos. Su familia.

George sonrió.

—Brillante.

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"God rest ye merry hippogriffs, let nothing you dismay!"

El canto que se filtraba por la puerta entreabierta de la biblioteca hizo que Harry riera entre dientes, y los labios de Remus se curvaron en una sonrisa afectuosa.

—Idiota —murmuró, con la voz llena de afecto.

—Déjalo ser —Harry cerró el libro en su regazo, sus ojos comenzaron a doler por leer el texto en diminuta letra escrito en Inglés Antiguo. En serio necesitaba mejorar en los hechizos de traducción— ¿Qué hizo la última Navidad, ah?

—Se emborrachó demasiado en mi sofá y amenazó con irrumpir en Hogwarts para verte —respondió Remus, sacudiendo la cabeza—. Fue mejor que la navidad previa, dice que la pasó en la Casa de los Gritos.

Y mejor que las doce navidades antes que esa, pensó Harry con tristeza.

—Esta será la mejor Navidad de todas —declaró.

—Lo dices porque George estará aquí pronto.

Harry se sonrojó, pero su sonrisa no vaciló.

—No solo por eso —Aunque estaba sí estaba ansioso, no iba a negarlo—. No he tenido una verdadera Navidad en... Bueno, nunca, de hecho —Las navidades en Hogwarts eran agradables, pero aun así eran un gran recordatorio de que las únicas personas que estaban allí eran las que no tenían un hogar al que volver. Y antes de Hogwarts, bueno, la navidad no era para pequeños y extraños don nadie como él.

La sonrisa de Remus se volvió triste.

—Siento que haya tomado tanto tiempo, cachorro. Si hubiera podido hacer algo…

—No —Harry lo interrumpió—. No es tu culpa. Ya no tengo que volver con ellos, eso es todo lo que me importa. Tenemos muchas Navidades de aquí en adelante.

Remus estiró un largo brazo sobre el respaldo del sofá, tirando de Harry a través del espacio entre ellos, presionando un beso en su cabello.

—Sí que las tendremos. Esta solo es la primera de muchas —Escucharon un leve estruendo que interrumpió el canto de Sirius, luego una pausa, antes de que la canción se reanudara más fuerte y ruidosa antes—. Él te va a malcriar, ¿sabes? Incluso después de la Saeta de Fuego, todavía piensa que debe de recompensar 12 años de regalos.

—Oh, Moony, no —gimió Harry—. Por favor, dime que lo vas a detener.

—Lo siento, no puedo —respondió Remus, sonriendo—. Nuestra misión es mimar a nuestro ahijado.

—No necesito nada —insistió Harry, sintiendo una sensación cálida en el estómago ante la facilidad con la que Remus había dicho esas palabras: Nuestro ahijado–. El solo estar aquí con ustedes dos es suficiente, de verdad.

—Es más de lo que jamás soñé posible —asintió el hombre lobo, con la voz quebrada débilmente—. Pero él se ha perdido tanto... ver esa alegría en sus ojos de nuevo, no puedo decir que no. Lo siento —Sus palabras no sonaban ni un poco reales.

—Mentiroso —Harry acusó en broma.

—¡Sí! —Remus no se arrepintió.

—¿Cómo te las arreglaste? ¿Todos esos años con él en Azkaban? —Harry preguntó antes de que pudiera evitarlo. Ellos pensaban con mucha frecuencia en los años que Sirius había estado encerrado, o en el tiempo que había pasado Harry con los Dursley; era fácil olvidar que, en muchos sentidos, Remus también había estado solo durante todos esos años.

—Puse todo lo que me recordaba a él en una caja, y me negué a mirar esa caja, jamás lo hice. Además, hubo, ya sabes, muchas botellas de alcohol —Los ojos ambarinos de Remus se entristecieron—. Esos años después de haber perdido a James y a Lily, de perderlo todo —Porque, por supuesto, había pensado que Peter también era su amigo y había sido asesinado por Sirius—, yo era… no era yo mismo. Pasé mucho tiempo con varias manadas de hombres lobo, tratando de encontrar algo como una familia, pero nunca me sentí igual que con los Merodeadores. No hasta que Dumbledore me localizó y me rogó que fuera a enseñar, y conocí a este pequeño muchacho escuálido con el pelo negro desordenado y con los grandes ojos verdes de su madre —Sonrió y alisó el cabello de Harry—. En cierto modo, me alegro de que Sirius y yo no hubiéramos estado- habríamos sido algo similares a ti y a tu chico, antes de todo. El momento nunca fue el correcto. Desafortunadamente, ninguno de nosotros sabía cuánto tiempo pasaría antes de que realmente fuera el momento. Incluso ahora, a veces, a veces siento que lo sensato hubiera sido esperar. Con él huyendo, y Voldemort asomándose por todas nuestras cabezas... se siente como si no debería tener distracciones. Pero no dejé de amarlo incluso cuando no había dicho las palabras, y ciertamente no me hizo preocuparme menos.

—Me alegro de que no estés esperando —dijo Harry. Hubiera sido desgarrador ver a la pareja suspirar el uno por el otro bajo el mismo techo.

—Yo también.

Se quedaron en silencio por un largo momento, los dedos de Remus acariciando el cabello de Harry. El toque fue reconfortante para el dolor de cabeza de Harry; estaba teniendo sueños de Voldemort casi todas las noches.

—No esperes demasiado, ¿de acuerdo, cachorro? Si crees que lo mantendrás a salvo o que te mantendrás concentrado... después de cierto tiempo, es un desperdicio. Cada momento es precioso, en tiempos como estos.

—Es... no es así —suspiró Harry. Realmente no quería hablar de eso, pero sabía que Remus lo entendería—. Sé que ninguno de nosotros está a salvo. Pero, si no me hubieran expulsado, las cosas serían diferentes.

Remus tarareó en comprensión. —Pensaba lo mismo. Padfoot estaba preocupado por ti. Le dije que no eras tan masoquistas como nosotros a tu edad.

—Mis amigos podrían decir lo contrario —comentó Harry con ironía, haciendo que el hombre lobo resoplara—. Pero… dile que no se preocupe. Sí va a suceder —No tenía ninguna duda al respecto. No cabe duda de la intensidad de los sentimientos involucrados. Las circunstancias eran simplemente terribles.

—Bien. Espero poder burlarme de ti frente a todos los Weasley sobre eso.

—Idiota —Harry le dio un golpe en las costillas al hombre.

De repente, la puerta se abrió de golpe, Sirius hizo una postura dramática en la entrada. Sus ojos se suavizaron al verlos a ambos.

—Aquí estoy, trabajando como un esclavo con las decoraciones navideñas —suspiró, acercándose—, ¡y ustedes dos se están acurrucando juntos en la biblioteca! ¡Me dijiste que estaban trabajando!

—Estábamos. Es un poco difícil concentrarse contigo aullando de fondo —bromeó Remus. Sirius jadeó, fingidamente ofendido.

—¡Maleducado! —Se inclinó, le dio un breve beso a Remus en los labios, y despeinó el cabello de Harry— ¿Cómo están mis chicos favoritos esta tarde?

—Me pregunto si mis ojos podrán sobrevivir a otro viaje por las escaleras con todo el oropel que has puesto. Estoy lo suficientemente ciego sin tu ayuda.

Sirius se rio, quitando las gafas de Harry de su rostro y colocándoselas en su propia nariz.

—¡Caramba, no te equivocas! Incluso James no estaba tan mal.

Harry le quitó las gafas, frunciendo el ceño a medias.

—¿Nos necesitas para algo, solamente es momento de darle atención a Padfoot? —Preguntó Remus con un tono juguetón.

—Moony, querido, siempre es momento de darle atención a Padfoot —insistió el animago—. Pero vine a ver si los podía sacar a rastras de tus viejos libros polvorientos y persuadirlos para que me ayudaran a hacer galletas de Navidad.

—Y, por ende, a hacer galletas de Navidad para ti —supuso Harry; había visto hornear a Sirius, y no era bonito.

—Bueno, si te estás ofreciendo, ¡no diré que no! —Sirius movió las pestañas teatralmente— ¿Qué te parece, chico?

Harry tuvo que admitir que eso sonaba bien.

—El otro día compré algunos dulces hervidos en la tienda de la esquina, ¿podría hacer galletas con vidrieras? —Puede que no fueran el regalo más glamoroso, pero Harry tenía una debilidad por ellos; Petunia siempre solía obligarlo a hornearlos para colgarlos en su árbol, ya Dudley solo le gustaban los de sabor a fresa, grosella negra o naranja, por lo que Harry de vez en cuando podía meter una de las galletas con sabor a limón o lima en su armario.

—¡Fantástico! Moony, ¿qué traes a la mesa? —Sirius demandó imperiosamente. Remus se soltó de Harry y se puso de pie.

—Si me das un minuto, tengo la receta de galletas de almendras y chocolate blanco de Monty escrita en alguna parte de nuestra habitación —respondió, tomando la mano de Sirius cuando el animago se congeló—. Lo encontré metido en un viejo diario cuando revisaba mis cosas para mudarme aquí. Iba a dárselo a Harry por Navidad, pero... ¿podríamos retomar la tradición? ¿Si todavía recuerdas el hechizo de cortar galletas?

—Tú... no sabía él alguna vez la había escrito para ti —gruñó Sirius. Harry miró a la pareja, el corazón latía dolorosamente en su pecho.

—Un par de semanas antes de que él y Phee murieran —admitió Remus en voz baja—. Él sabía que no se encontraban bien. Quería que me asegurara de que tú y James todavía tuvieran sus aperitivos favoritos en Navidad. Ninguno de ustedes pudo hacerlas ese primer año, y Lily y James se escondieron al año siguiente.

—Mi… ¿mi abuelo horneaba galletas en Navidad? —Harry los interrumpió tentativamente, queriendo aprender más sobre la familia que nunca había conocido.

Sirius le sonrió a través del dolor en sus ojos, ayudándolo a ponerse de pie.

—¡Oh, Harry, él hacía las mejores galletas! Dijo que era una receta secreta de los Potter, que solo podías aprenderla si te casabas con un miembro de la familia. Amenacé con casarme con James solo por esa receta, pero Prongsy no aceptaba la propuesta. Y también hay un hechizo: Phee nos enseñó cuando éramos niños, las corta en forma de copos de nieve, esa es la única forma de comerlos. No saben bien en ninguna otra forma —Se volvió hacia Remus abruptamente, acusación en sus ojos— ¿Por qué te dio la receta? No te estabas casando con un Potter.

Remus se inclinó y lo besó, con los ojos brillando cuando se apartó.

—Bien podría haberlo hecho. Monty lo sabía, incluso entonces.

Los labios de Sirius se separaron, el aliento se detuvo en una inhalación aguda.

—Oh —Entonces su cerebro pareció ponerse al día con el resto de él, y sonrió tanto que parecía que le dolía— Oh.

—Los veré a ustedes dos en la cocina —declaró Harry, fingiendo náuseas mientras caminaba alrededor de la pareja—. Será menos azucarado ahí abajo.

—No estés celoso, cachorro; ¡no te conviene! —Sirius bromeó en respuesta.

Harry salió de la habitación riendo, dando un pequeño salto en el camino.

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Harry gritó mientras se levantaba de la cama e instantáneamente se inclinaba hacia un lado para vomitar en los pisos de madera. Su frente ardía por el dolor como si alguien le hubiera presionado con un hierro candente en esa zona, y aún podía saborear el sabor cobrizo de la sangre en su boca, la presión de sus colmillos contra la carne.

Con los ojos muy abiertos, luchó por salir de las sábanas en las que se había enredado, el pijama se le pegaba a la piel con un sudor helado. Agitando su mano para hacer desaparecer el desorden en su piso, se llevó una mano a su cabeza ardiente, haciendo una mueca.

Eso había sido real. Eso había sido tan, tan real. Y conocía al hombre que ahora yacía sangrando y muriendo en el piso del Ministerio.

—Expecto Patronum —dijo con voz ronca, concentrando sus pensamientos, el pecho se alivió una fracción cuando Prongs apareció de un salto, iluminando la habitación—. Ve con Albus Dumbledore. Dile que Arthur Weasley ha sido atacado por la serpiente de Voldemort. Necesita ayuda, de inmediato —Se centró de nuevo en la modificación del hechizo necesario para utilizar al patronus como mensajero, de la forma en que Kingsley le había enseñado hacía tan sólo unas semanas. El ciervo inclinó su majestuosa cabeza y luego desapareció.

Harry rezó para que funcionara. No había tiempo para enviar una carta hasta Hogwarts. El señor Weasley estaría muerto antes de que una lechuza pudiera llegar al castillo.

No queriendo depositar toda su confianza en la magia con la que aún no estaba familiarizado, Harry se puso de pie de un salto. El hechizo silenciador sobre su habitación, el que había usado regularmente desde que las pesadillas aumentaron en frecuencia, habría impedido que Sirius y Remus escucharan algo. Tronó escaleras arriba, sin importarle si sus pasos despertaban a la señora Black, llamando a la puerta del dormitorio principal. No esperó una respuesta, y se abrió camino hacia adentro; en la oscuridad, los ojos ambarinos empañados por el sueño de Remus lo miraron confundidos, rápidamente volviéndose alerta.

—Harry, ¿qué te pasa? ¿Qué pasó? —Se sentó, desalojando a Sirius donde el hombre de cabello oscuro estaba dormido en su pecho, y Sirius se despertó de un tirón.

—Mm, Rem, ¿qué? —murmuró, ya cerrando los ojos de nuevo.

—El señor Weasley ha sido atacado —espetó Harry. Los ojos de Sirius se abrieron de golpe y se sentó en la cama.

—¿Qué?

—Tuve un sueño, una visión —dijo Harry, mirando sus propias manos temblorosas—. Estaba en el Ministerio, el mismo pasillo que él siempre me envía, solo que yo era, yo era una serpiente, el señor Weasley estaba allí, y él me vio, la serpiente lo mordió —Se estremeció, el estómago se revolvió ante el recuerdo—. Es malo. Sentí que se rompían las costillas, había mucha sangre.

Ya sea ajeno o indiferente al hecho de que solo estaba en un par de bóxers, Sirius se levantó de un salto y abrazó a Harry.

—Tranquilo, cachorro, tranquilo. Estás bien. Estás seguro. Ya no estás en su cabeza.

—Le envié un patronus a Dumbledore, pero no sé si funcionó. No sé de qué otra manera contactarlo. George dice que Umbridge está mirando las chimeneas.

—No puede llegar a la chimenea del director —le aseguró Remus con gravedad, manteniendo las sábanas cubriendo su mitad inferior—. Rápido, cachorro, baja las escaleras y llámalo. Son las habitaciones privadas de Albus Dumbledore, Hogwarts; la contraseña es Phoenix. Nos vestiremos y nos encontraremos allí.

Harry asintió con la cabeza, el corazón aún latía acelerado, la mente confusa y fracturada por los restos de la visión.

—¿Estás bien? ¿Necesitas que te acompañe? —Preguntó Sirius, tomando las mejillas de Harry. Harry negó con la cabeza y cuadró los hombros.

—No, está bien. Vístanse —Giró sobre sus talones, salió apresuradamente de la habitación y bajó hasta la cocina, encendiendo las lámparas con un rápido movimiento de la mano. Había un pequeño bote de polvo flú en el manto, y después de darle un pellizco, Harry cayó de rodillas dolorosamente sobre el azulejo, metiendo su cabeza en las llamas verdes— ¡Las habitaciones privadas de Albus Dumbledore, Hogwarts! —él llamó. Las llamas silbaron y luego se volvieron moradas— Fénix —Se volvieron verdes una vez más, y de repente él estaba mirando al fondo de un par de sillones de chintz— ¡Profesor Dumbledore! —gritó, sin importarle si despertaba a todo el castillo en ese momento.

—¡Harry! —la voz del anciano venía de algún lugar que no podía ver, y después de un latido estaba arrodillado sobre la alfombra de la chimenea. Dumbledore vestía una bata púrpura estampada con lunas y estrellas, sus lentes estaban torcidos en su rostro—. Acabo de recibir su patronus. ¿Qué pasó?

—Tuve una visión —jadeó—. El señor Weasley- en el Ministerio. La serpiente de Voldemort lo mordió- sangre por todas partes, profesor, necesita ayuda ahora.

—¿Voldemort estaba allí? —Preguntó Dumbledore con dureza. Harry gruñó con impaciencia. ¿No entendía lo terrible que era esta situación?

—No, solo la serpiente. Yo era la serpiente. Él la estaba controlando, o poseyéndola, o algo así. ¡Mire, profesor, el señor Weasley se está muriendo!

La mirada de Dumbledore se agudizó.

—Daré la alarma. No vayas a ningún lado, me pondré en contacto contigo en breve —Se puso de pie y se apresuró a alejarse de la chimenea. Por un minuto, Harry se quedó mirándolo, incrédulo. ¿A dónde diablos pensaba él que Harry iba a ir? ¿Al Ministerio, para traer él mismo al señor Weasley?

Sacó la cabeza de las llamas, parpadeando ante el movimiento desorientador. Una mano grande le apretó el hombro.

—Levántate, cachorro —Remus lo ayudó a ponerse de pie y a sentarse en una silla; Sirius y él vestían pijamas y batas ahora, con las varitas en la mano y pantuflas en los pies—. ¿Lo conseguiste?

—Sí, dijo que daría la alarma. Él no- le llevará demasiado tiempo ir a buscarlo él mismo. El señor Weasley podría morir.

—Albus tiene muchas formas de enviar mensajes —le aseguró Sirius—. Llevará a alguien a Arthur a tiempo. Ahora —Se sentó junto a Harry, tomando las manos del adolescente entre las suyas—, respira profundo, cachorro. Cuéntanos qué pasó.

Tratando de calmar a su corazón acelerado, Remus frotando suaves círculos en su espalda, Harry lentamente comenzó a organizar sus pensamientos en palabras.

—Estaba teniendo un sueño. Comenzó, normal. Cosas navideñas. Luego cambió. Pensé que solo iba a ser otro sueño con el pasillo, pero era diferente. Yo era una serpiente, la serpiente de Voldemort. Tenía un trabajo que hacer, pero el señor Weasley estaba allí. Quería morderlo, pero no iba a hacerlo. Él estaba dormido. Pero luego se despertó, sacó su varita y yo… —Se interrumpió, sentía que la garganta se le cerraba—. ¿Cómo es eso posible? Fue real, lo sé. ¡Pero no he tenido uno real en meses! Y nunca, nunca así —Se había dado cuenta de que los sueños del corredor eran visiones falsas enviadas por Voldemort, y sabía por qué; era el pasillo hacia el Departamento de Misterios, donde se encontraría la sala de profecías. Voldemort quería que Harry tuviera curiosidad, quería que Harry fuera a buscar la profecía por la cual el Señor Oscuro no era lo suficientemente valiente como para intentar buscara él mismo, no podía profundizar lo suficiente en la mente de Harry para saber que Harry ya conocía la profecía. Pero Harry sabía que esas visiones eran falsas. Obviamente, Voldemort no había estado deambulando por el Ministerio cada dos noches.

Una o dos veces, había tenido la visión de una reunión de Mortífagos, cuando Voldemort estaba particularmente furioso o feliz. Ciertamente, esos habían sido reales. Pero todos esos habían sido de los ojos de Voldemort. ¿Cómo es que la serpiente se había visto involucrada?

—Sabemos que Voldemort tiene una conexión con su serpiente. Él usó su leche y veneno para recuperar su fuerza, antes de recuperar su cuerpo —dijo Remus con gravedad—. No tenemos idea de cuán profunda es esa conexión. Obviamente, fue suficiente para llevarla consigo a lo largo del viaje. Quizás la poseyó. Tal vez él también la haya convertido en un horrocrux. Quién sabe.

—Cachorro, estás temblando —se preocupó Sirius. En un instante, se quitó la bata y la envolvió alrededor de los hombros de Harry. Hacía calor y olía a loción para después del afeitado de Sirius, y un poco a perro mojado.

—Pondré la tetera —anunció Remus, poniéndose de pie.

—La señora Weasley —Harry se dio cuenta de repente—. Alguien debería decírselo —Se tambaleó, como para regresar a la chimenea, pero Sirius lo mantuvo en su silla.

—Albus se encargará de eso. Aunque por lo que he oído sobre ese reloj suyo, probablemente ella ya lo sepa —Harry pensó en el reloj de la familia Weasley, su sangre se heló al pensar en la mano del señor Weasley señalando un peligro mortal.

La tetera burbujeó en la estufa y, justo cuando empezó a silbar, hubo un breve destello de fuego sobre la mesa de la cocina; un trozo de pergamino flotaba hacia abajo, junto con una sola pluma roja. Harry lo agarró, reconociendo inmediatamente la letra de Dumbledore.

Arthur fue encontrado, está en San Mungo. Los niños Weasley llegarán en breve por un traslador.

El alivio lo golpeó, pero no duró mucho; no había nada en la nota sobre el estado en el que se encontraba el señor Weasley cuando lo encontraron.

—Moony, tenemos compañía. Albus está enviando a los niños —dijo Sirius, leyendo la nota por encima del hombro de Harry. Remus tarareó, convocando varias tazas más del estante. Dejó una taza de té frente a Harry, así como un pequeño plato lleno de galletas en forma de copo de nieve. Los labios de Harry se crisparon en un intento de sonreír, que creció cuando el hombre lobo acercó su silla para mantener un brazo alrededor de la espalda de Harry, su propia taza de té en la mano. Sirius se acercó también, enredando sus dedos con los de Remus en el respaldo de la silla de Harry.

Bebió un sorbo de té, el corazón aún latía contra sus costillas.

—Estaba de guardia, ¿no? —Harry se dio cuenta, con voz hueca—. Por la profecía —Puede que no hubiera estado en las reuniones de la Orden, pero entre los tres aurores y sus padrinos, había escuchado lo suficiente. Sabía que Sturgis Podmore había sido arrestado mientras estaba de servicio en la Orden, y que Dumbledore estaba vigilando el Departamento de Misterios en todo momento.

El hecho de que el señor Weasley estuviera en ese pasillo se sintió como culpa de Harry. Si no fuera por la profecía, él no habría estado allí.

Intentó alejar esos pensamientos. En todo caso, era culpa de Dumbledore. Harry no podía pensar así.

—Lo estaba —confirmó Remus en voz baja—. Todos los miembros de la Orden con acceso al Ministerio mantienen la guardia en rotación.

Antes de que Harry pudiera preguntar más, cuatro cuerpos aparecieron junto a la puerta, todos agrupados alrededor de una tetera que había visto días mejores. Todos estaban en pijama, parecían asustados y confundidos. Decía mucho sobre el estado emocional de Harry cuando ni siquiera se sintió mejor cuando los ojos de George se encontraron con los suyos. En todo caso, solo lo hizo sentir peor; su padre se estaba muriendo, porque había estado de guardia para proteger la profecía, para proteger a Harry.

—¡Harry! —Ginny corrió hacia adelante, patinándose hasta detenerse junto al incómodo bulto de abrazos que había entre el trío que todavía estaba sentado en sus sillas—. Dumbledore nos lo dijo- ¿qué pasó?

Harry se desembarazó de sus padrinos y se puso de pie, con la bata de Sirius todavía sobre sus hombros. Ginny inmediatamente se lanzó hacia él, abrazándolo por la cintura.

—Dumbledore dijo que era Voldemort —susurró, blanca como la tiza y con los ojos llorosos—. Estaba en tu cabeza.

—Dijo... dijo que papá ha sido herido —gruñó Ron. Harry hizo una mueca.

—Siéntense todos, tomen un poco de té —Remus preparó cuatro tazas más de té y las hizo levitar sobre la mesa, haciendo que los Weasley se sentaran gentilmente. Cuando Ginny soltó a Harry, lo miró con miedo en sus ojos. No, no miedo, simpatía.

—¿Estás bien? —preguntó, con la voz temblorosa—. ¿Era como ... era como el diario?

—Oh, Gin, no —aseguró Harry apresuradamente—. Nada como eso. Estoy bien, lo prometo. Siéntate, explicaré todo.

Con Sirius y Remus todavía a su lado, los hermanos Weasley se sentaron frente a Harry en la mesa. Envolvieron sus manos alrededor de sus tazas, pero no bebieron, mirando a Harry expectantes.

—Tuve una visión —comenzó Harry, sin mirar a nadie a los ojos—. Como, ya saben, como las he tenido antes —Todos asintieron, al menos vagamente familiarizados con las excursiones nocturnas de Harry a la cabeza de Voldemort—. Yo era su serpiente y estaba en el Ministerio. Su papá estuvo ahí. Yo... la serpiente lo atacó, lo mordió. Me desperté y le envié un mensaje a Dumbledore. No sabía que los iba a despertar.

—Es nuestro papá —señaló Fred—. ¿Qué estaba haciendo él en el Ministerio a esta hora de la noche?

Harry miró a Remus.

—Trabajo de la Orden —dijo el hombre lobo crípticamente—. No es importante.

—¿Papá va a estar bien? —George graznó—. ¿Mamá lo sabe?

—Tu padre está en San Mungo —dijo Sirius, lo cual no fue una respuesta—. Si Molly aún no lo sabe, pronto lo sabrá. Albus se lo dirá.

El primer instinto de Ginny fue ir a San Mungo, independientemente de que todavía estuviera en pijama. pero Remus logró convencerla de no ir.

—No podemos permitir que nadie sepa sobre las visiones de Harry —dijo de manera uniforme—. Además, no hay nada que puedas hacer de todos modos. Dejemos que los sanadores trabajen; estoy seguro de que pronto habrá noticias. Beban su té. Coman una galleta —Empujó el plato de galletas de copos de nieve sobre la mesa. Harry tomó uno, pero simplemente lo giró en sus manos, sus dedos acariciaron las espinas del copo de nieve hasta que comenzaron a desmoronarse.

—Deja de jugar con tu comida, cachorro —lo regañó Sirius a medias. Se estremeció y luego se volvió hacia el fuego—. Necesito poner más madera. ¡Kreacher!

Apareció el elfo doméstico, apenas dirigiendo su mirada a los invitados adicionales.

—El maestro se queda despierto hasta tarde —murmuró—. Kreacher atenderá el fuego —Desapareció de nuevo.

—¿Quieres que te devuelva la bata? —Preguntó Harry, aunque no hizo ningún movimiento para quitarse la bata.

—¿Y exponer tus piernas a esta joven inocente? —Sirius replicó, su corazón no estaba del todo escandalizado, aunque Ginny logró soltar una risita—. No, aunque podría agarrar un jersey —No obstante, no se movió.

—Aquí —Remus agitó su varita, y una rebeca de punto grueso salió volando por la puerta abierta, aterrizando en el regazo de Sirius. El animago esbozó una rápida sonrisa y se encogió de hombros para ponerse la prenda. Colgaba un poco suelto de él, incluso después de meses de comidas sólidas, Remus todavía tenía los hombros más anchos, pero se envolvió en él de todos modos. Harry vio la nariz de Sirius presionando contra el cuello, inhalando el aroma, pero considerando que él había hecho lo mismo con la bata de Sirius, no tenía lugar para juzgar. Los instintos de lobo de Moony se estaban contagiando a ambos, tal vez.

De repente, hubo otra explosión de fuego de fénix y otro trozo de pergamino; éste acompañado de una pluma de cola dorada. Harry lo agarró.

—Es de Dumbledore —dijo innecesariamente—. Espera, espera, eso es lo que escribe tu mamá. "Papá todavía está vivo. Ahora me dirijo a San Mungo. Quédense donde están. Enviaré noticias cuando pueda. Mamá" —Harry miró los cuatro rostros pálidos que estaban enfrente.

Ron, que había estado increíblemente silencioso desde que Harry le había explicado su visión, miró alrededor de la mesa.

—Todavía está vivo —repitió—. Pero... eso hace que suene como…

El estómago de Harry dio un vuelco, y se puso de pie, las patas de la silla rasparon ruidosamente el azulejo.

—No puedo... necesito... —Dejó de intentar encontrar una excusa, huyendo de la cocina con piernas inestables.

Caminó hasta detenerse en el vestíbulo de entrada, sin saber a dónde ir. No podía simplemente volver a la cama. No mientras sus amigos esperaran saber si su padre estaba muerto. ¿La biblioteca, tal vez? Si iba a estar despierto, también podría hacer algo útil. O tal vez podría ir a maldecir cosas en el salón de baile. Eso podría hacerle sentir mejor; podría sacar de su mente la sensación de mostrar sus colmillos y lanzarse para golpear.

—Harry —Se dio la vuelta. George se acercó, con el pelo peinado hacia un lado como si se hubiera ido a la cama con el todavía húmedo, vestido con un pijama azul de manga larga con una gran G bordada en el bolsillo de la camisa. Iba descalzo. El pecho de Harry estaba dolorosamente apretado, no era así como había imaginado volver a ver a George—. Harry, ven aquí.

Harry retrocedió un paso.

—Solo voy a- —No estaba seguro de lo que iba a hacer. George dio un paso adelante.

Por favor.

Los hombros de Harry se hundieron. No se movió cuando George cerró la brecha entre ellos, metiendo la cabeza de Harry debajo de su barbilla, sosteniéndolo cerca.

—Estás bien. Está bien. No fue tu culpa.

—¿Cómo puedes decir eso? —Harry graznó—. Escuchaste lo que dije: yo era la serpiente. Yo... mordí a tu papá.

—No fuiste tú y ambos lo sabemos —George le dijo—. No seas tonto. Solo... vuelve a la cocina. Por favor.

—No debería entrometerme —intentó decir Harry débilmente. Volvió la cara hacia el suave algodón de la camisa de George, inhalando el cálido aroma de los fuegos artificiales y el caramelo con el que había estado soñando durante meses.

—No seas tonto —repitió George. Abrazó a Harry con más fuerza. Harry escuchó el corazón del chico mayor latiendo con fuerza debajo de su oreja, mucho más rápido de lo que debería ser—. Vamos. Harry, amor, por favor.

Fue esa palabra la que lo hizo; esa simple palabra susurrada, escapándose de la lengua de George con tanta facilidad a pesar de ser la primera vez que se la decía a Harry, la primera vez que alguno de los dos se había atrevido a mencionar algo por el estilo. Un sollozo silencioso salió de la garganta de Harry.

Dentro de la cocina, los otros tres hermanos de George estaban afligidos y preocupados, y probablemente no pensaban en lo que estaba pasando en la cabeza de Harry, excepto quizás para preguntarse si su amigo se estaba convirtiendo en un Señor Oscuro. Y, sin embargo, aquí estaba George, con Harry, tranquilizándolo. Ese debería ser el trabajo de Harry en esos momentos.

Con ese pensamiento aleccionador, respiró hondo, apartándose de mala gana del abrazo de George. Metió los brazos en la bata de Sirius, ajustándola correctamente sobre la camiseta y los calzoncillos que se había puesto para dormir. Los labios de George se crisparon; la más pequeña de las sonrisas, la más breve de las chispas en su mirada. Le dio un codazo a Harry de regreso a la cocina, y Harry lo siguió.