Capítulo 15

Para sorpresa de todos, Hermione apareció alrededor de las seis de la tarde del día siguiente, tocando el timbre de la puerta y activado los gritos de la señora Black.

—Les dije a mis padres que todos los demás se quedarían en la escuela para estudiar para sus TIMOS —declaró mientras se desenrollaba la bufanda del cuello—. Estaban tristes porque me perdería el paseo en esquí, pero lo entendieron. ¡Oh, Harry, es tan bueno verte! ¡Te ves muy bien! —Ella lo abrazó con fuerza, dándole un vistazo. Harry sonrió.

—Es bueno verte también, Hermione —de hecho, había sido extraño tener a todos los Weasley otra vez, pero no a ella.

Se reunieron en la sala de estar para que Hermione los deleitara a todos con la narración de la reacción de Umbridge ante la partida de todos los Weasley en medio de la noche.

—Ella es realmente horrible, Harry —se quejó la bruja de piel oscura—. ¡No hemos usado ni un solo hechizo en la clase Defensa en todo el período!

—Escuché que eso no te detuvo —bromeó—. Cuéntame más sobre este grupo de estudio que has formado.

Se sonrojó, pero le explicó todo, una vez que estuvo segura de que ninguno de los adultos estaba cerca para escuchar a través de la puerta.

—Dobby nos ayudó a encontrar un lugar para practicar, ¡es realmente fascinante! —Le dijo ella, con los ojos brillantes—. Se llama la Sala de los Menesteres. Ah, y Dobby te extraña, por cierto.

—También lo extraño —Harry pensó con tristeza en el pequeño elfo—. Le compraré unos calcetines o algo así, ¿se los podrías dar cuando regreses?

Eso llevó a Hermione a contarle todo sobre su progreso con la P.E.D.D.O, tejiendo sombreros para liberar a los elfos domésticos de Hogwarts. Harry no estaba seguro de si eso era exactamente un progreso, pero ante la advertencia plasmada en los ojos del rostro de Ron, sabiamente mantuvo la boca cerrada.

Por muy contento que estaba de tener la casa llena de gente para Navidad y de volver a ver a sus amigos en persona, también era extraño. Hermione y Ron parecían desesperados por contarle todo lo que se había perdido en los últimos meses en la escuela, incluso cosas que no le hubieran importado si hubiera estado allí. Apreciaba sus pensamientos sobre Umbridge y sus historias sobre el grupo de estudio que habían formado: el Ejército de Dumbledore, lo habían llamado, lo cual hacía que pareciera como si le estuvieran suplicando a Umbridge que los descubriera y lanzara un ataque. Incluso disfrutó del relato de Ron sobre su progreso en el quidditch, por muy taciturno que fuera; todavía no había recuperado su confianza después del partido de Slytherin, incluso después de que Angelina se hubiera negado a aceptar su renuncia.

Pero cuando comenzaron a contarle con quién habían pillado a Lavender Brown besándose en el corredor, camino a la clase de Encantamientos, o que algún Slytherin de séptimo había terminado con una Ravenclaw de quinto año y sus padres se encontraban furiosos con él, Harry tuvo que detenerlos.

—Hermione, mira, eso es genial y todo, pero a menos que me digas que eres por quien el Slytherin dejó a su prometida, en realidad no me importa.

Hermione se sonrojó intensamente. A su lado, Ron resopló.

—Simplemente no quiero que te sientas excluido —dijo lastimeramente. Luego, para horror de Harry, metió la mano en su bolso y sacó un rollo de pergamino extremadamente grande—. Aquí, mira; he copiado todas mis notas para ti, y también todas las notas del ED.

Nunca se había sentido más aliviado de que la señora Weasley entrara y los llevara a la cama. Ginny se rio en silencio ante la expresión de su rostro cuando tomó la pila de notas que Hermione le había entregado.

—También tengo un regalo para ti, Harry —dijo la pelirroja, hurgando en su bolsillo—. Aquí, mira. Mi amiga Luna las tomó, está en Ravenclaw. Era más fácil que tratar de explicarle a Colin de qué quería fotos. Lo siento, no pude obtener fotos de lo que sucedió después del partido. Puede que lo haya hechizado tanto que no se atrevió a salir de su dormitorio por tres días, ups.

Ella le mostró tres fotografías mágicas ligeramente arrugadas que mostraban, segundo a segundo, el momento exacto en que Ginny había vencido a Draco Malfoy en la snitch. Y la expresión del rostro de Malfoy, cuando se dio cuenta de lo que había sucedido. Harry le sonrió.

—¡Esto es brillante, Gin!

La última imagen mostraba a Malfoy sobre su escoba, luciendo la más extraña mezcla de furia y vergüenza, mientras Ginny pasaba zumbando a su lado agarrando la snitch victoriosamente. Si no se equivocaba, había lágrimas en el rabillo de los ojos del rubio.

Harry la iba a poner en su pared.

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Visitar al señor Weasley se convirtió en un viaje diario para todos aquellos a quienes se les permitió salir de la casa sin causar alarma. Ron parecía que iba a protestar cada vez que dejaban a Harry atrás, pero a Harry no le importaba realmente, se alegró por la paz y la tranquilidad que había en la casa por un par de horas.

Se sorprendió cuando, el día antes de Navidad, entró en la cocina esperando que estuviera vacía, solo para encontrar a Bill allí hablando con Sirius. Remus había ido a visitar al señor Weasley y, le había confiado a Harry en voz baja, para tener una charla con el pobre tipo del mismo pabellón que había sido mordido por un hombre lobo en la última luna.

—Pensé que estarías en el hospital con los demás —lo saludó Harry con curiosidad. Bill negó con la cabeza.

—No, iré en la tarde; mi hora de descanso para almorzar no es muy larga.

—Oh, entonces, ¿te importaría esperar un minuto? Tengo un regalo de Navidad para Fleur, y el tuyo, por supuesto, pero supuse que llegarías mañana.

—De hecho, vine aquí para hablar contigo, si no estás ocupado —le dijo Bill—. Te acompañaré.

La expresión de Harry se puso seria y asintió, girando sobre sus talones y conduciendo a Bill escaleras arriba hasta su habitación. El rompe maldiciones cerró la puerta detrás de él y comenzó a poner barreras de protección, así que Harry aprovechó la oportunidad para sacar el regalo de Fleur del fondo de su guardarropa, así como la tarjeta que había escrito para Gabrielle.

—Entonces, ¿cuál es el problema? —Preguntó, frunciendo el ceño. Bill jugueteó con su pendiente de colmillo.

—Bueno, tengo buenas noticias, malas noticias y una especie de buenas noticias —declaró.

—Correcto. ¿Las malas noticias primero, supongo? —El corazón de Harry estaba en su garganta, preguntándose qué podría haber encontrado Bill en su investigación.

—La mala noticia es que tu cicatriz es casi definitivamente un horrocrux —le dijo Bill sin rodeos—. Pero la buena noticia es que se supone que debe haber un ritual para anclar un horrocrux correctamente una vez que esté en su recipiente elegido; si Voldemort fue golpeado por la maldición asesina, no podría haber completado ese ritual, así que lo más probable es que sea solo una especie de astilla-horrocrux en tu cicatriz. Parte de su alma, eso es obvio, después de todo, viste que atacaban a papá, pero solo es una parte pequeña y no está debidamente anclada. Hay una poción purgadora que el sanador de mi equipo dice que sacará al horrocrux de tu cuerpo.

Harry parpadeó, asimilando la información.

—Eso es... mejor de lo que esperaba, en realidad —Después de lo vívida que fue la visión, había estado anticipando lo peor. Una poción sonaba como una solución bastante simple—. ¿Y las buenas noticias?

—Aquí es donde se vuelve un poco complicado —Bill se sentó en el borde del escritorio, metiéndose un mechón de cabello suelto detrás de la oreja—. Gringotts tiene un historial sobre los horrocruxes, pero debido a la naturaleza de la magia, los duendes lo mantienen bajo un sistema de seguridad bastante complejo. Afortunadamente, estoy en un equipo lo suficientemente senior como para poder pasar la mayor parte de esa seguridad, pero aun así tendría que decirle a un par de duendes lo que estamos buscando. Pero como te dije, odian a los supremacistas de sangre, así que está bien. De todos modos, uno de los tipos mayores de mi equipo pasó algún tiempo trabajando en Alemania en este antiguo castillo oscuro, tenía algunas criptas y cosas por el estilo, todas conectadas a él. Él lo ha visto todo, así que le pregunté sobre la situación de los horrocrux y me dio este diario que contenía un ritual muy, muy antiguo. Fue escrito por un señor oscuro hace unos diez o doce siglos, un tipo que hizo tres horrocruxes cuando estaba en el apogeo de su poder; luego, a medida que crecía, comenzó a lamentar lo que había hecho al dividir su alma. Solo que había escondido sus horrocruxes tan bien que en realidad no pudo encontrarlos de nuevo —Aquí, los labios de Bill se arquearon y Harry resopló.

—¿Es un hechizo de localización? —Preguntó esperanzado. Bill negó con la cabeza.

—No exactamente. No quería destruirlos, quería revertirlos. Así que este genio malvado señor oscuro decidió crear un ritual que tiene la intención de reunir todos los fragmentos de su alma dentro de su cuerpo, dejándolo mortal, pero de vuelta a lo poderoso que alguna vez fue.

—Queremos que Voldemort sea mortal, pero no más poderoso, Bill —señaló Harry alarmado—. Ya es lo suficientemente poderoso.

—Exactamente. Por eso es bueno que el ritual de este tipo no pudiera juntar los pedazos de su alma, simplemente los trasladaron a… dondequiera que vayan los pedazos de un alma malvada, supongo. Los escritos no fueron muy claros en esa parte.

Harry parpadeó.

—Entonces, déjame ver si entiendo esto. ¿Encontraste un ritual que puede hacer que todos los pedazos de su alma… desaparezcan? ¿Cuál es el truco? —Si fuera así de perfecto, los duendes ya lo habrían hecho, al diablo con la profecía y Harry Potter.

—El truco —dijo Bill arrastrando las palabras—, es que el ritual solo puede ser realizado por un ser vivo que contenga una parte del alma en la que se centrará el ritual.

El corazón de Harry se hundió. —¿Así que tenemos que engañar a Voldemort para que realice este ritual, de alguna manera? —Eso nunca iba a suceder. Incluso si pudieran hacer que parezca una especie de ritual de aumento de poder, eso tomaría más tiempo y delicadeza de la que ellos tenían. ¿Cómo iban a lograr que el Señor Oscuro confiara en ese ritual, de todos modos? ¿Quizás podrían conseguir que Snape se lo ofreciera?

—Pensé que eras más inteligente, Potter —bromeó Bill, no luciendo tan frustrado como Harry esperaba por la noticia—. Piensa: ser vivo que contiene parte del alma. ¿Qué te acabo de decir que estaba alojado en esa cicatriz tuya?

La sonrisa de Bill se ensanchó cuando Harry se congeló. El adolescente de cabello oscuro lo miró, sin atreverse a creer que pudiera ser tan perfecto.

—Yo ... ¿funcionará eso? Dijiste que era una especie de astilla-horrocrux. ¿Está lo suficientemente anclado para que pueda hacer el ritual?

—No te puedo asegurar eso –admitió Bill—. Todavía estamos investigando sobre eso. Puede que no esté anclado a ti del todo, pero ha estado contigo durante catorce años. Probablemente esté entrelazado con bastante fuerza a tu propio núcleo mágico.

A Harry no le gustó mucho cómo sonó eso.

—¿Eso dificultará los efectos de la poción purgadora? —¿Iba a arrancar su magia? O peor aún, ¿hacer posible que Voldemort tuviera más poder sobre él?

—Los duendes dicen que probablemente no, pero les gustaría estudiar un poco más primero. Estos son los primeros días, y hay muchas más pruebas y teorías que debemos hacer antes de que podamos establecer la magia adecuada, pero, en teoría, deberías poder usar el ritual para dispersar todos sus pedazos de alma errantes sin tener que saber dónde están. Luego tendrás que tomar la poción purgadora para deshacerte de la parte de él que llevas dentro, y solo será Voldemort. Mortal como cualquiera de nosotros.

Las palabras se asentaron en la mente de Harry; Apenas podía creer que fuera posible, que estuvieran tan cerca de encontrar una salida a todo esto.

—Wow —murmuró—. Bill, esto es... esto es brillante —Y pensar que este conocimiento podría haberse encontrado hace meses, incluso años, si Dumbledore hubiera compartido sus sospechas sobre los horrocruxes con la Orden Suponiendo que el director tuviera esas sospechas, aunque obviamente Harry estaba seguro de que las tenía.

—Es un progreso —coincidió Bill—. Seguiremos trabajando en eso después de Navidad. Y, una vez que lo averigüemos, no creo que debamos hacer el ritual hasta que estés listo para, ya sabes, luchar contra él. No hay garantía de que no se dé cuenta de la desaparición del resto de su alma —Entonces, Bill miró de reojo—. Además, francamente, prefiero que no tomes la poción purgadora hasta que sea absolutamente necesario. Esas visiones tuyas salvaron la vida de papá.

—No sabemos si alguna vez tendré otro tan útil —señaló Harry, sin querer que nadie pensara que era una especie de sistema de alerta temprana para los ataques de Voldemort. Era muy probable que Voldemort le hubiera dejado ver eso intencionalmente, forzado a entrar en la mente de la serpiente para hacerle ver morir a Arthur Weasley. Si Harry hubiera regresado a la casa de sus tíos, como todos pensaban que había hecho, y estuviera aislado del mundo mágico… El señor Weasley no habría sobrevivido el tiempo que le habría tomado a Hedwig volar desde Surrey hasta Hogwarts.

—Pero existe la posibilidad de que pueda serlo —replicó Bill—. Mira, Harry, sé que es fácil para mí decirlo; no soy yo quien está siendo forzado a entrar en la cabeza de Voldemort cuando duermo. Pero... estratégicamente, es una ventaja a la que no debes renunciar. Y no puedes, al menos, hasta que se haya completado el ritual.

—Lo sé. Está bien, de verdad —Harry se pasó una mano por el cabello, sonriendo con pesar. Como dijiste, ha estado conmigo durante catorce años. Unos meses más no vendrán mal.

—Lo resolveremos, Harry —prometió Bill—. Tan rápido como podamos. Y cuando estés listo... parece que tendremos una manera de acabar con todo esto.

Lo tenían. Y era mucho más de lo que tendrían si no hubieran expulsado a Harry.

Quizás todo sucedió por alguna razón.

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La mañana de Navidad amaneció brillante y muy temprano, con una enorme y asfixiante montaña de regalos al pie de la cama de Harry. Harry gimió al verlos todos, con las mejillas enrojecidas.

—Maldita sea, Padfoot —murmuró para sí mismo, desmesuradamente contento de no seguir compartiendo habitación con Ron. Posiblemente eran más regalos de los que había recibido Dudley.

Eso hizo que algo cálido se sintiera en el pecho de Harry, algo que pensó que había muerto hace mucho tiempo. Recordó al niño en su alacena, viendo a su primo abrir regalo tras regalo, todos los que había debajo del árbol de Navidad, imaginando con nostalgia un día en el que podría tener a alguien que se preocupara por él lo suficiente para comprarle tantas cosas.

Comenzó a desenvolver cada presente, encontrando de todo, desde túnicas nuevas hasta libros, una pila de CD's muggles y un walkman, varios regalos para hacer bromas, una guía sexual gay que hizo que la cara de Harry se pusiera de un rojo brillante, y un nuevo álbum lleno de imágenes de sus padres y los Merodeadores creciendo, todas con Peter Pettigrew hábilmente eliminado de ellas. Todos los regalos tenían la misma etiqueta: "Para Harry. Feliz Navidad, te aman, Padfoot y Moony".

Harry tuvo la ridícula necesidad de guardar todas las etiquetas para ponerlas en el álbum de fotos, como un recordatorio para ese niño en el armario de que era amado.

Debajo de todos los regalos de sus padrinos, Harry encontró los regalos del resto de sus amigos: los Weasley y Hermione; una billetera con colmillos de Hagrid con una larga carta sobre lo mucho que extrañaba a Harry y esperaba que se encontrara bien; Moody y Tonks y Kingsley; Fleur y Bill; incluso Dobby le había enviado un dibujo que había hecho, que era una... interesante interpretación artística del propio Harry.

Hubo un fuerte crujido, y Harry miró hacia arriba para ver a un pelirrojo sonriente con un jersey de un color morado brillante, una gran F naranja en el frente.

—Feliz Navidad, George —lo saludó, riendo. El pelirrojo hizo un puchero.

—Hey, no es justo. Mira —señaló la letra en su pecho—, se supone que debes saber quién soy.

—Tendrás que intentar algo mejor que eso —Harry había estado diferenciando correctamente a los gemelos desde antes de su segundo año.

George puso los ojos en blanco y examinó la escena frente a él.

—Maldita sea, Harry. Sirius se excedió un poco, ¿no es así?

—Solo un poco —Con un movimiento de su mano, todo el papel de regalo se arrugó en una gran bola, luego desapareció. Sin embargo, no las etiquetas. Él se iba a quedar con ellas.

Eso todavía lo dejó con una enorme pila de regalos, que intentó organizar de la manera más ordenada posible, fracasando. Riendo, George agitó su varita para apartar algunos de ellos. Cuando se movió una de las túnicas que le habían regalado, se reveló el libro de sexo gay alojado debajo. La cara de George se puso tan roja como su cabello.

—Bueno, entonces —dijo, y Harry se apresuró a meter el libro debajo de una pila diferente de regalos—. Eso será... informativo para ti —El bromista se aclaró la garganta y apartó la mirada. Mentalmente, Harry maldijo a sus padrinos.

Afortunadamente, George se recompuso rápidamente y recuperó la compostura con una media sonrisa.

—Querrás evitar ir abajo. Mamá está llorando de nuevo. Percy le devolvió el jersey, ni siquiera le envió una nota.

Harry frunció el ceño. —Imbécil.

—Sí. Pero Moony la está animando, es mejor darle un poco de tiempo antes de bajar a desayunar. Fred le está advirtiendo a Ron —Por fin, había un pequeño espacio libre en la cama, y George se dejó caer en él, sonriendo—. Feliz Navidad —Su voz se volvió suave y ligeramente ronca, y un escalofrío recorrió la espalda de Harry.

—Feliz Navidad —repitió—. Gracias por los artículos de bromas. Molestar a Sirius se sentirá tan bien —sonrió con satisfacción al pensar en su caja de prototipos de productos de Sortilegios Weasley.

—Solo lo mejor para nuestro inversor silencioso —dijo George, guiñando un ojo—. Gracias por el cupón, nos ha servido de mucho. Los Surtidos Saltaclases están siendo todo un éxito —Harry les había dado a los gemelos un vale para la botica del Callejón Diagon. Había pensado en conseguir algo especial para George, pero no había podido pensar en el regalo perfecto, y todavía se sentía demasiado pronto para ceder de esa manera. Aunque George lo sabía, tenía que saberlo, y cada día era cada vez más difícil permanecer en la órbita del niño sin ceder. Incluso ahora, tener a George sentado en su cama, con la rodilla presionada contra la cadera de Harry… era una tortura—. Tu jersey se ve genial.

Este año, la señora Weasley había tejido un hermoso jersey gris azulado, de un color similar a las paredes de su dormitorio, con una huella negra y una luna creciente en el pecho izquierdo. Harry casi había llorado cuando lo vio, con el corazón reconfortado por la aceptación de ella de su nueva familia.

—Tu madre es brillante —estuvo de acuerdo—. ¿Alguna vez les hizo a ustedes dos jerseys sin sus iniciales?

—Aún no lo ha hecho —chirrió George—. Comenzó como una broma para que la gente pudiera distinguirnos, y creo que ella se dio cuenta de lo mucho que nos gusta usar los incorrectos solo para confundirnos. Tal vez cuando dejemos de crecer ella dejará de hacerlo, pero por ahora eso va a seguir así. De todos modos, recibimos uno nuevo cada año —De hecho, los gemelos no habían dejado de crecer desde que Harry los conoció. Y Harry puede tener o no un suéter con una G de hace dos años, escondido en su armario. Nunca lo había usado frente a nadie, pero... era bueno tenerlo—. Desafortunadamente, algunas personas tienen que arruinar nuestra diversión y detectar la diferencia —bromeó George, golpeando a Harry en el pecho.

—Sería un poco raro en este punto si no pudiera —replicó Harry, acercándose peligrosamente a mencionar las cosas que no mencionaron. George lo miró y se le aceleró el pulso.

—Solo un poco. Me alegro de no tener que preocuparme por eso —Estaba usando esa voz ronca de nuevo. Harry estuvo tan tentado a inclinarse hacia él.

—No creas que hay mucho de lo que tengas que preocuparte —confesó el chico de cabello oscuro—. Solo el tiempo.

—Oh, molestoso tiempo —suspiró George con tristeza, presionando una mano contra su pecho como un personaje de Shakespeare enamorado—. Cuán crueles pueden ser las agujas del reloj.

Harry rió, contento de que George supiera disipar la situación antes de que uno de ellos cruzara la línea. Se alegraba de que el pelirrojo estuviera de acuerdo con él sobre las cosas.

—¿Qué diablos es eso? —George había visto el cuadro de Dobby y lo sostuvo con una mirada crítica—. Parece un primate con dos ojos negros.

—Soy yo, aparentemente. Dobby lo hizo.

—Y qué guapo primate de ojos negros eres —George corrigió rápidamente, guiñando un ojo. Harry se rió y alguien llamó a la puerta, justo antes de que Ron metiera su cabeza en la habitación.

—¡Feliz Navidad, amigo! ¿Vienes a desayunar? —No se inmutó ante la presencia de George, o la falta de distancia entre ellos—. Oh, ¿George te está advirtiendo sobre mamá? Ginny dijo que ya ha dejado de llorar.

—Correcto. Genial. Déjame vestirme, te encontraré ahí abajo — aseguró Harry—. ¡Feliz Navidad!

Ron le dio un pulgar hacia arriba, luego cerró la puerta y, cuando sus pasos se desvanecieron, George se echó a reír.

—Por las bolas de Merlín, mi hermano sí que es ciego —se rio, sacudiendo la cabeza con desesperación—. Pobre y desgraciada Hermione.

—Estoy tan contento de que tú no estés tan ciego —asintió Harry—. Piensa dónde estaríamos entonces —George asintió con vehemencia. No fue tan doloroso esperar cuando ambos sabían lo que estaba en juego—. Vete para que pueda vestirme, entonces —exigió en broma. Los ojos de George se oscurecieron y le guiñó un ojo.

—Oh, algún día —dijo con voz ronca, acariciando el muslo de Harry. Luego se apareció, dejando a Harry solo, con un pequeño regalo extra de Navidad que tendría que desaparecer antes de ponerse presentable en el desayuno. Harry envió un hechizo de bloqueo y silencio a su puerta, preguntándose si era solo su imaginación, escuchando una risa familiar sonar silenciosamente en la parte posterior de su cabeza.

Sí, algún día.