Capítulo 17

El último día de las vacaciones, mientras los Weasley estaban en San Mungo de visita, el profesor Dumbledore atravesó la red flu. Harry se preguntó si había escogido esa hora estratégicamente para tener la casa más tranquila. Ese pensamiento se confirmó cuando Snape llegó detrás de él.

Sirius, que estaba revolviendo un poco de sopa en la estufa, se congeló.

—Director, profesor —saludó Harry con calma—, ¿qué podemos hacer por ustedes hoy? Me temo que, si están buscando a alguno de los Weasley, ellos se encuentran en el hospital.

—No te preocupes, muchacho, esperaba que pudiéramos charlar contigo —dijo Dumbledore, luciendo jovial. Su tono puso inmediatamente a Harry nervioso.

—Lo que sea que Snape tenga que decirle a Harry, él también puede decírmelo a mí —gruñó Sirius. Junto a Dumbledore, los labios de Snape se curvaron en una mueca de desprecio. Ya sintiendo la explosión, Harry se acercó a su padrino.

—Está bien, Sirius. Pondré la sopa a hervir a fuego lento, tú sube las escaleras y ve que está haciendo Moony.

—Cachorro- —comenzó a decir Sirius, pero Harry lo interrumpió.

—Puedo con esto —insistió en voz baja—. Vamos —Fuera el motivo por el que Dumbledore quería a Snape en ese momento con ellos, todo sería mucho peor si Sirius se encontraba en la misma habitación que el profesor de pociones en ese momento. Tener a Harry cerca y trabajar en sus recuerdos de sus años escolares estaba ayudando a Sirius, pero había algo en su rival escolar que lo enfurecía. Mientras que Remus tuvo los años de retrospectiva para darse cuenta de que la forma en que los Merodeadores habían tratado a Snape fue horrible, el tiempo de Sirius en Azkaban solo había agravado y retorcido los recuerdos hasta que Snape estuvo prácticamente al mismo nivel que el propio Voldemort en la mente del hombre.

Sirius no parecía complacido, pero se dirigió hacia la puerta. Snape sonrió.

—Qué buen perro eres —dijo el hombre. Harry lo miró, presionando una mano en el hombro de Sirius antes de que el animago pudiera darse la vuelta.

—Déjalo, Sirius.

Si Sirius hubiera sido Padfoot, todos los pelos de su pelaje se hubieran erizado. Harry empujó la puerta para cerrarla detrás de él, levantando una discreta barrera de silencio.

Cuando se volvió hacia la pareja, los ojos oscuros de Snape estaban calculando, mientras que Dumbledore tenía la sonrisa serena y los ojos brillantes que hicieron que la inquietud se acumulara en las entrañas de Harry.

—Harry, muchacho, me alegra ver que te ha ido bien dadas las circunstancias. Espero que hayas tenido una maravillosa Navidad con tus amigos, debes haberlos extrañado terriblemente.

Harry cruzó los brazos sobre su pecho.

—No se ofenda, director, pero ambos sabemos que no está aquí para una pequeña charla y una llamada social. ¿Qué necesita de mí?

—Cuida lo que dices, muchacho —escupió Snape de inmediato. Harry no se inmutó. El profesor de Pociones ya no era tan intimidante, ahora que Harry se batía en duelo regularmente con el mismísimo Ojoloco Moody.

—No, no, Severus; Harry tiene razón, por supuesto. Bien podría ir directo al grano —Dumbledore sonrió—. He venido con una petición para ti, muchacho. Fue una negligencia por mi parte no ofrecer esto antes. Tontamente, había pensado que Voldemort no estaba al tanto de los usos de la conexión entre ustedes dos. Si bien las cosas funcionaron bien para Arthur Weasley en esta circunstancia particular, es preocupante saber que el Señor Oscuro tiene un acceso tan libre a tu mente al dormir. El profesor Snape y yo hemos llegado para sugerirte que empieces a practicar con Severus Oclumancia: es el arte de proteger la mente contra la penetración externa.

—Sé lo que es la Oclumancia, director. Hay algunos libros bastante extensos sobre el tema en la biblioteca familiar —respondió Harry. Entrecerró los ojos, preguntándose a qué diablos estaba jugando Dumbledore. ¿Quería que Snape viniera a enseñarle a Harry Oclumancia? ¿Estaba loco?

—¡Ah, me alegra saber que te has mantenido ocupado, muchacho! —La sonrisa de Dumbledore se ensanchó—. Un conocimiento básico sin duda facilitará el trabajo de Severus.

Harry miró al profesor de cabello oscuro. Snape parecía que preferiría cortarse el brazo antes que pasar algún tiempo en presencia de Harry, y mucho menos enseñarle.

—¿Y cómo se siente el profesor Snape al respecto?

—Pensé que era algo bueno para ti —replicó Snape. Entonces su rostro se tensó—. Pero si es el deseo del director, entonces te enseñaré. Siempre que hagas el esfuerzo como mi estudiante del cual tanto careciste durante tu vida escolar.

Harry contuvo un bufido. Dumbledore parecía complacido por todo el asunto, como si sus planes estuvieran encajando tan fácilmente. Pero había una cosa que no cuadraba.

—Con el debido respeto, director, ambos sabemos que la Oclumancia no va a hacer ni una pizca de diferencia en la cantidad de acceso que Voldemort tiene a mi mente. Es, como dijo usted, para la penetración externa después de todo —Y esa definitivamente no era una razón suficiente para usar la palabra "penetración" en una conversación con sus dos exprofesores. Detrás de sus lentes, los ojos de Dumbledore se entrecerraron.

—No estoy muy seguro de lo que estás insinuando, muchacho. No temas, que Voldemort te envíe estas visiones no significa que él no pueda ser impedido de ver tus pensamientos.

—Excepto cuando él se encuentra desde una posición dentro de los escudos que yo construiría —Harry no quería decirlo, no frente a Snape; pero si Dumbledore realmente supiera sobre el horrocrux en la mente de Harry, sabría que una conexión como esa no podría bloquearse con una simple Oclumancia.

Harry lo sabría. Lo había comprobado.

Casi imperceptiblemente, Dumbledore se tensó.

—¿Cree que tiene más información sobre la naturaleza de su conexión? ¿Has tenido otras visiones, además de la de Arthur?

Ese no era ningún maldito asunto de Dumbledore. Si estuviera realmente preocupado por la seguridad de la mente de Harry, habría ofrecido lecciones de Oclumancia el año pasado cuando Harry comenzó a tener visiones. Que solo la estuviera ofreciendo ahora, después de que todos supieran ...

—Si está preocupado por la cantidad de información que Voldemort podría obtener de mi mente, no se preocupe, es demasiado arrogante para pensar que hay algo allí que no sepa. Él cree que regresé al mundo muggle. Si hubiera sabido dónde estaba, lo que estaba haciendo, ya habría hecho algo para atraerme —Entonces Harry miró a Snape, quien estaba observando todo el intercambio con ojos calculadores—. Por otro lado, si espera que el profesor Snape aprenda información de mi mente para que usted pueda mover todas sus pequeñas piezas de ajedrez en consecuencia, me temo que tendré que pasar la oferta. Si quisiera que supiera cuáles eran mis planes, director, se lo habría dicho yo mismo.

Dumbledore lucía como si se hubiera atragantado con uno de sus caramelos de limón. Harry sonrió dulcemente.

—Terriblemente frustrante, ¿no es así, que le oculten cosas?

—Harry, por favor; este rencor se está volviendo infantil.

—No es rencor, es estrategia —replicó Harry—. Está iniciando su propia guerra, director. Aprecio el trabajo que está haciendo en la gestión de la escala más amplia de las cosas; tiene mucho más conocimiento e influencia de lo que podría pensar en tener. No tengo ninguna duda de que el Ministerio habría caído sin su mando de la Orden. Pero tengo mi propia guerra que ganar, y estoy seguro de que pueden comprender lo sensible que puede ser cierta información. Aunque estoy seguro de que el profesor Snape es un Oclumetista muy consumado por haber espiado a Voldemort durante tanto tiempo, todos estamos más seguros si él no sabe nada.

Entonces, Harry sonrió, mirando al hombre.

—Además, no puedo poner un pie en el castillo sin que el Ministerio se entere. ¿De verdad tiene tiempo en su agenda para venir aquí y enseñarme todas las semanas, profesor? Además de sus… compromisos, ¿fuera de Hogwarts? —Umbridge estaría vigilando a Snape especialmente. Si se marchaba para asistir a sus reuniones de mortífagos, probablemente no tenía tiempo para venir a ver a Harry con regularidad—. Porque, sinceramente, si lo tiene, me alegraría recibir las lecciones que estaría dispuesto a ofrecer. No de Oclumancia, por supuesto, pero es un hombre de muchos talentos. Pagaría un buen dinero para que me enseñara a preparar matalobos para Remus.

Los labios de Snape se curvaron burlonamente.

—Puedo asegurarte, Potter, incluso con la fortuna que tu padre te haya dejado, no hay suficiente oro en Gringotts para que yo pueda enseñarte pociones de buena gana una vez más. Especialmente no una tan complicado.

Harry asintió con la cabeza; tal vez encontraría algo más que oro que le interesara a Snape, algún día. O tal vez solo tendría que aceptar que algunas cosas estaban fuera de su alcance, y seguir permitiendo que Sirius siguiera pagándole al hombre para que preparara la poción mensualmente.

—Dejando a un lado tu preocupación por el horario del profesor Snape, Harry, realmente debo insistir en que aprendas Oclumancia. Al residir en el cuartel general de la Orden, no podemos arriesgarnos a que Voldemort se entere de nuestros planes mientras estás indefenso.

—Si realmente le importara eso, lo habría ofrecido en el momento en que me expulsaron —señaló Harry—. Y créame, si Voldemort pudiera enterarse de lo que sé, sin duda lo sabríamos —Si hubiera sabido lo que había hecho Regulus, habría estado demasiado enojado para posiblemente ocultárselo a Harry, y habría habido un ataque que el Ministerio no pudiera negar. Y si Voldemort supiera sobre el ritual de horrocrux que Gringotts había encontrado…

Sí, ellos lo sabrían.

—No sé qué he hecho para que desconfíes de mí, Harry —La voz de Dumbledore estaba llena de decepción. Hace uno o dos años, podría haber hecho que Harry accediera a lo que fuera que quisiera. Ahora, Harry solo resopló.

—¿En realidad? ¿No tiene idea en absoluto? —Por el rabillo del ojo, vio la mirada de Snape destellar con velada diversión—. Si la Oclumancia es realmente algo de lo que cree que me beneficiaría, felizmente consideraré agregarlo a mi agenda. Pero creo que el profesor Snape tiene mejores cosas que hacer fuera del horario escolar que enseñarme; es parte del plan de estudios de entrenamiento de aurores, siempre puedo hacer que Kingsley o Tonks me enseñen. Ojoloco ha dicho que en estos días no le gusta la Legeremancia. Y Sirius tiene suficiente para trabajar con su propio estado mental sin molestarse con el mío —Harry sonrió con una sonrisa fría y cautivadora—. Lo siento, profesor Snape, parece que ha desperdiciado el viaje. ¿Puedo ofrecerle una bebida antes de que se vaya? O… oh, Kreacher encontró algunas botellas de algo que estamos bastante seguros de que son una especie de veneno en el sótano el otro día. No pude identificarlos, no estoy muy interesado en intentarlo. ¿Le gustarían? Podrían ser algún tipo de ingrediente para pociones —La sonrisa de Harry se volvió diabólica—. O algo que podría tentarle echar en el té de la profesora Umbridge, no lo sé, eso lo dejaré en sus manos.

Una vez más, hubo ese breve destello de diversión, y Snape frunció los labios.

—Para que nadie se preocupe por los problemas que podría tener con sustancias desconocidas, puedo quitarlas de su posesión —asintió.

—Fantástico. ¡Kreacher! —El elfo apareció, sorprendiendo tanto al director como a Snape—. Esas botellas que encontraste en el sótano el otro día, las raras con esos gruesos tapones de hueso, ¿me las podrías traer, por favor? El profesor Snape se las va a llevar.

Los grandes ojos de Kreacher miraron a Snape por un momento, luego asintió, convocando una pequeña caja con un chasquido de sus dedos. Dentro había cinco botellas, cada una del tamaño y la forma de una pera pequeña, selladas con tapones blanquecinos que parecían hueso cincelado.

—¿El Amo necesita algo más de Kreacher?

Harry negó con la cabeza y el elfo hizo una reverencia y desapareció. Harry le pasó la caja a Snape.

—Aquí tiene señor. Espero que sean algo útil.

—Parece que Kreacher se ha enamorado de ti, muchacho —musitó Dumbledore, con evidente curiosidad. Harry se encogió de hombros.

—Él y yo encontramos algo en común —Se estaba refiriendo a Regulus, pero el pequeño estremecimiento que dio el anciano sugirió que su mente había ido a la vida de Harry en casa de los Dursley. Bueno, Harry tampoco iba a discutir con eso.

Snape guardó la caja en su voluminosa túnica, y justo cuando Dumbledore se volvió hacia Harry una vez más, la puerta de la cocina se abrió de golpe.

—¡Curado! —Era el señor Weasley, con una gabardina sobre su pijama de rayas, toda su familia y Hermione sonriendo detrás de él—. ¡Completamente curado! —Hizo una pausa, mirando a Harry, Dumbledore y Snape—. Oh, lo siento mucho, ¿estamos interrumpiendo?

—No se preocupe, habíamos terminado de hablar —le aseguró Harry— ¡Es bueno verlo de nuevo en pie!

El señor Weasley sonrió ampliamente.

—¡Todo gracias a ti, Harry!

—Harry, no creo que esta conversación haya terminado —comenzó Dumbledore. Los ojos verdes de Harry estaban helados cuando los volvió hacia el anciano mago.

—Entonces aceptaremos estar en desacuerdo. Como dije, director; agradezco la oferta, pero tendré que rechazarla. Y la próxima vez que quiera información mía, le sugiero que simplemente pregunte.

Detrás de él, escuchó a Hermione jadear suavemente. Los ojos de Dumbledore se entristecieron.

—Si insistes, querido muchacho. Siento que te sientas así. Ven, Severus; deberíamos volver al castillo. Arthur, es realmente tremendo ver que te has recuperado.

Snape no necesitaba más permiso que ese para regresar a la red flu. Dumbledore se demoró un momento, como si esperara que lo invitaran a quedarse a tomar el té ahora que todos estaban en casa, pero cuando no llegó esa oferta, se despidió y desapareció por la chimenea.

—¿Qué fue todo eso, amigo? —Preguntó Ron, luciendo desconcertado— ¿Para qué estaba Snape aquí?

—Nada importante —respondió Harry alegremente—. Solo un malentendido.

La señora Weasley estaba tan feliz de tener a su esposo en casa que parecía ajena a la tensión en el aire, y se apresuró a ir hacia la despensa para sacar el pastel que había horneado en celebración del regreso de Arthur. Hermione y Ron corrieron al lado de Harry.

—¡Harry, no puedo creer que le hablases al director así! —Hermione siseó con los ojos muy abiertos. Harry sonrió levemente.

—Ya no es mi director, Hermione —Pasó al lado de ellos, con la intención de saludar al señor Weasley como era debido. No quería meterse en esa discusión con ella, siempre tendrían puntos de vista muy diferentes sobre las figuras de autoridad.

—Sé que Molly te lo ha dicho, pero quería darte las gracias en persona, Harry —insistió el señor Weasley, estrechando la mano de Harry con fuerza. Estaba sentado a la mesa de la cocina, el abrigo colgado del respaldo de su silla, y Harry podía ver el bloque de vendas blancas a través del endeble material de la camisa del pijama del hospital— ¡Fue un día de suerte cuando nuestro Ron decidió hacerse amigo de ti en el Expreso de Hogwarts, para toda la familia!

La sonrisa de Harry se suavizó.

—Creo que tuve la misma suerte, señor Weasley —insistió, mirando por encima de la multitud de pelirrojos, con los ojos clavados en los gemelos mientras ellos trataban de coger las rebanadas más grandes de pastel de la bandeja de su madre—. Estoy muy contento de que se encuentre bien.

—Hubo un pequeño contratiempo con la potencia del veneno, no permitió que las heridas se curaran, pero al final llegamos allí —El señor Weasley miró a su esposa tímidamente, sin duda recordando la debacle de los puntos—. Y de verdad, Harry, ya es hora de que me llames Arthur, ¿no crees? —Se rio entre dientes y le dio una palmada en el hombro a Harry—. ¡Ahora eres un Weasley, hijo, para bien o para mal!

Harry se congeló. Instintivamente, sus ojos se dirigieron a George, no, eso no era lo que quería decir el señor Weasley. No sabía nada de eso. Se rio un poco incómodo, agachando la cabeza.

—Yo... si insiste, señor- Arthur.

Afortunadamente para Harry, su malestar fue aliviado por la entrega del pastel, y Harry dejó que la señora Weasley tomara su asiento para que ella pudiera preocuparse por su esposo, saltando de su asiento para ir a revisar la sopa.

Se dio cuenta de que Sirius entraba en la habitación, sus hombros se relajaron cuando se dio cuenta de que Harry era la única cabellera negra a la vista.

—¿Qué quería Quejicus? —Preguntó en voz baja, acercándose a Harry junto a la estufa.

—Sirius —reprendió Harry, su padrino había prometido dejar de usar ese apodo. Sirius puso los ojos en blanco.

—Bien, ¿qué quería Snape?

—Él no quería nada. Dumbledore quería que me enseñara Oclumancia.

—¿¡Está loco!? —Sirius soltó, provocando que varios pelirrojos giraran en su dirección—. Lo siento —murmuró, agachando la cabeza—. ¿Qué estaba pensando que lograría, aparte del derramamiento de sangre?

—Creo que esperaba que Snape me partiera como un huevo y le informara sobre lo que sea en lo que he estado trabajando estos últimos meses. Les dije que no, obviamente —contestó Harry, frunciendo el ceño—. Snape parecía feliz de no tener que aceptarme como estudiante de ninguna manera. Le di esas espeluznantes botellas de veneno que encontró Kreacher, una pequeña disculpa por haberlo arrastrado a todo esto.

—Snape no se merece tus disculpas —espetó Sirius automáticamente. Harry entrecerró los ojos.

—Hemos hablado de esto, Sirius. Mi infancia fue mucho más cercana a la de él que la tuya mientras crecías, y eres demasiado mayor para ser un matón —argumentó con firmeza. Ese fue un punto común de discordia entre él y su padrino; Harry escuchó las historias de Sirius sobre las bromas hacia Snape y no pudo evitar compararlo con el trato que Dudley le dio al propio Harry, pero con magia. Sirius se negó a admitir que era algo más que diversión de la infancia, y que "el idiota se lo esperaba". Los ojos grises del hombre se oscurecieron.

—No te pareces en nada a él, Harry.

—Eso es una mentira. Además —agregó Harry, mirando por encima del hombro de Sirius para ver a Remus entrar en la habitación, luciendo cansado por la luna llena la noche anterior—. Deberías pensar en ser un poco más amable con el tipo que hace posible que el hombre que amas no se haga pedazos todos los meses —Harry convocó un cuenco, que saltó con demasiada firmeza en su mano, y sirvió una porción de sopa. Se lo llevó a Remus, esperando que su ceño se hubiera desvanecido—. Aquí, Moony. ¿Como te sientes?

—No está mal, considerando todo —respondió Remus, apoyándose en la encimera—. ¿Escuché que Severus pasó por aquí? —Sus ojos ámbar, sabiondos, miraron a su compañero, quien fruncía el ceño a la olla de sopa a varios metros de distancia.

—Con Dumbledore. No te preocupes, no volverán pronto. Te diré después —Pudo ver la cuerda de color carne escondida detrás de la bandeja del pan, que conducía hasta donde estaban reunidos los gemelos y Ron. Remus frunció los labios y asintió.

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A pesar de la alegría de tener al señor Weasley en casa y saludable, la cena no fue tan festiva como debería haber sido esa noche. Todos estaban muy conscientes de que el período de Hogwarts se reanudaba por la mañana. Entre eso y Sirius enfurruñado por la situación de Snape, la cara de Harry comenzó a doler de tanto fingir una sonrisa antes de que llegara al momento del postre.

En todo caso, esto era cien veces peor de lo que había sido la espera a que sus amigos partieran a la escuela el 1 de setiembre. Esta vez, sabía que no era probable que los volviera a ver hasta el final del año escolar, y sabía a qué tipo de infierno se dirigían de regreso. No se habían creado más decretos de enseñanza durante las vacaciones, no por lo que habían visto en El Profeta, pero eso solo puso nervioso a Harry. ¿Quién sabía lo que estaba haciendo Umbridge?

—Anímate, chico —dijo Kingsley, sacando a Harry de sus pensamientos. El auror era uno de los muchos miembros de la Orden que habían venido a cenar para celebrar la buena salud de Arthur—. Tus amigos son duros. Estarán bien.

—Ojalá pudieras prometerme eso, Kings, —suspiró Harry, pasando una mano por su cabello—. ¿Ha ocurrido algo interesante en el Ministerio?

—No, a menos que quieras sentarte y escucharme hablar sobre la reunión de seguridad que tuve con Fudge y el primer ministro muggle la semana pasada —respondió Kingsley, poniendo los ojos en blanco—- Lo juro, el peligro para los muggles en estos días no es Voldemort; son ellos subestimando la situación porque Fudge es un imbécil demasiado grande para que ellos lo tomen en serio.

Harry rio disimuladamente. En sus sesiones de entrenamiento, había escuchado muchas quejas del auror sobre lo imposible que era comunicarse con los jefes de estado y la seguridad muggle cuando Fudge necesitaba tanta supervisión como un niño pequeño.

—Voy a pasar eso, gracias —bromeó, usando su magia para que la jarra se estaba pasando por la mesa pudiera pasar con más facilidad antes de que alguien pudiera derramarla.

—Te lo contaré todo el jueves, no te preocupes —bromeó Kingsley, alborotando el cabello de Harry—. Bonito corte de pelo, por cierto.

Harry sonrió tímidamente.

—Gracias. Supuse que se estaba volviendo un poco largo, no puedo lograr que luzca tan bien como el de Sirius.

Kingsley se pasó una mano por su propia calva brillante.

—No sé cómo lo hace —dijo con pesar, mirando los mechones oscuros del animago, cayendo en forma de ondas sobre los hombros de este—. Lo tuvo mucho tiempo así cuando estaba en el escuadrón de aurores, ¿lo sabías? Hasta que Ojoloco se cansó de que le entrara en los ojos y un día se lo afeitó hasta convertirlo en un corte militar mientras estaba inconsciente en el ala médica.

Los ojos de Harry se agrandaron con diversión.

—¡No! ¿En serio? Nunca me dijo por qué era corto en algunas partes.

Kingsley se rio entre dientes. —Moody lo hizo —confirmó—. Usó tijeras de curandero también; el cabello no puede volver a crecer con un hechizo, solo de forma natural.

—Merlín, apuesto a que Sirius estaba furioso —Harry se preguntó si algún día podría salirse con la suya haciéndole eso a su padrino. Tal vez no con las tijeras del curandero (Remus podría llorar si Sirius volviera a tener el pelo corto), pero con un hechizo, solo por uno o dos días.

—¡Oye, Harry! —Fred llamó. Harry se dio la vuelta para ver a los gemelos y a Ginny, quienes estaban junto a la puerta de la cocina—. Vamos a jugar Snap Explosivo con esas nuevas tarjetas que hizo George la semana pasada. ¿Vienes o qué? —Ron y Hermione parecían haber salido ya de la cocina; de hecho, la cena estaba terminando ahora.

Harry miró con culpabilidad a Kingsley, quien puso los ojos en blanco.

—Ve, diviértete con tus amigos —insistió el auror. Guiñó un ojo—. Saldré temprano el jueves y vendré a almorzar, te contaré todo sobre los momentos más vergonzosos de tu padrino antes de limpiar el piso del salón contigo.

—Desafío aceptado —respondió Harry, poniéndose de pie de un salto—. Nos vemos, Kings.

La declaración de Fred les había ganado un par de jugadores más para el juego; Bill y Tonks los siguieron con morbosa curiosidad y se unieron a ellos en la sala de estar.

—Esperen —dijo Harry, arreglando mágicamente los muebles en un círculo, expandiendo la mesa en el medio para que todos pudieran entrar. Se volvió y empezó a levantar barreras protectoras frente a las estanterías—. Bill, tal vez quieras hacer la mesa a prueba de fuego.

El mayor de los Weasley arqueó una ceja, pero agitó su varita y murmuró un hechizo. Harry resopló.

—Un poco más que eso. Una cadena Thurisaz al menos.

—Es Snap Explosivo —dijo Bill rotundamente.

—Con cartas que hizo tu hermano —replicó Harry. Bill tarareó pensativo, luego asintió.

—Sí, es justo. Ten; si vamos a usar Futhark, pon esto encima del armario —le pidió, sacando una piedra de protección de su bolsillo y lanzándola a Harry—. Hay algunas runas de protección teutónicas que podrían mezclarse manera extraña con las nórdicas si las cosas se disparan.

—Sabes, Forge —declaró George mientras observaba cómo se realizaba el hechizo—, siento que deberíamos sentirnos insultados. Harrykins cree que volaremos la casa.

—Me parece más un cumplido, Gred —respondió Fred, radiante. Saltó sobre el respaldo del sofá, golpeando con las manos la mesa ahora protegida—. Vamos a jugar.

—Nunca tomaste Runas Antiguas, Harry —comentó Hermione mientras reclamaba el sillón.

—Bill me ha estado enseñando un poco —objetó Harry, no queriendo causar una discusión sobre algo cuando el regreso a Hogwarts estaba tan cerca. Se apretó contra el sofá junto a George, tratando de no sonreír cuando el pie con del pelirrojo se enganchó alrededor de su tobillo debajo de la mesa.

—Fleur te enseñó las partes difíciles. Yo solo te enseñé sobre las explosiones —bromeó Bill, arremangándose las mangas de la camisa. Al unísono, cinco pares de ojos se abrieron para mirar al Rompemaldiciones.

¿Fleur? ¿Fleur Delacour? —Ron gritó en un tono estrangulado—. ¿Desde cuándo andas con Fleur Delacour?

Todo el color desapareció del rostro de Bill. Al otro lado de la mesa, Harry se encontró con la mirada de Tonks y ambos se echaron a reír.