Capítulo 19
Trabajar para Gringotts estaba ahora en un lugar más alto en su lista de potenciales carreras de lo que había estado antes de que Bill le presentara a su equipo de trabajo. Lo habían hecho sentir bienvenido casi al instante, a pesar de las intensas miradas de varios miembros del equipo; según Bill, estaban muy, muy concentrados en su trabajo. Al comienzo, fue muy intimidante, pero una vez que consiguieron que Harry se sentara en un banco de piedra en medio de un círculo de aspecto un poco siniestro para hacer un ritual, no se habían vuelto tan clínicos como Harry temía; las preguntas sobre su magia y su cicatriz se intercalaron con preguntas sobre sus pasatiempos e intereses, y anécdotas de los primeros años de Bill en su equipo. Resultó que, además de Fleur, Bill era el miembro más nuevo del equipo, a pesar de que ya llevaba seis años ahí. Funcionaban como una perfecta máquina; cada uno con una especialidad, pero proporcionando una amplia gama de conocimientos y habilidades entre ellos, y hablaban entre ellos como en familia. A Harry le recordó a estar en casa de los Weasley con todos los hermanos de Bill presentes, y Bill se rio cuando le dijo eso.
—¿Por qué crees que encajo tan fácilmente? Es como estar en casa —bromeó, sonriendo.
Entre ellos, el equipo le hizo varios escaneos y pruebas a Harry, la mayoría de los cuales no requirieron nada más que sentarse allí y no moverse. En un momento, Dec le pidió a Harry que realizara magia sin varita, y los ojos de color violeta del hombre estaban casi vidriosos mientras lo miraba fijamente.
—Fascinante —murmuró, mientras Harry transfiguraba un trozo de pergamino perdido en un petirrojo vivo, que se posó en su dedo y gorjeó un par de veces antes de que Harry lo regresara a la normalidad y luego prendiera fuego al pergamino—. Podría escribir toda una maldita tesis sobre ti, Potter.
—Por favor, no lo hagas —respondió Harry suavemente.
Estuvo allí la mayor parte del día, siendo pinchado y experimentado con varios instrumentos y formas de magia. Al mismo tiempo, Conrad y Emine le explicaron la base del ritual, lo repasaron paso a paso y le dieron una descripción completa del uso de cada pieza.
—Si sabes lo que significa cada parte, entonces sabrás si no se siente bien —le dijo Emine—. No podremos ayudarte con el ritual en sí, cuando llegue el momento.
A pesar de todo, no hubo una sola referencia a las circunstancias detrás del ritual, excepto en términos clínicos. A ninguno de ellos le importaba que fuera Harry Potter, el Niño-Que-Vivió. A ninguno le importaba un bledo que lo hubieran expulsado de Hogwarts a los quince años. Simplemente estaban felices de tener un nuevo rompecabezas que resolver y, luego, cuando Harry comenzó a hacer preguntas sobre su trabajo, una nueva audiencia a la que hablar. Incluso Bill era un poco diferente de lo que era con su familia; a diferencia de lo que ocurría en casa, donde era el hermano mayor responsable, aquí era el hermanito muy querido y objeto de burlas.
Para cuando Dec declaró que habían obtenido toda la información posible de su cicatriz y que necesitarían procesar los resultados a tiempo, Harry estaba triste de tener que irse. Jenna le hizo prometer a Bill que volvería a traer a Harry en algún momento, y Makali declaró que Harry era un excelente candidato para un aprendiz, en caso de que estuviera interesado una vez que Fleur estuviera completamente calificada. Aparentemente, cada equipo solo podía tener un aprendiz a la vez, por razones de seguridad.
—Lo pensaré, sí —dijo Harry con seriedad. No se había dado cuenta de que había tantas opciones de empleo dentro de Gringotts, o tantas ramas de la magia. ¡Era increíble!
Para compensar haberlo convertirlo en una rata de laboratorio durante todo el día, Bill y Fleur lo llevaron a la cantina del personal, disculpándose por no poder llevarlo a un lugar decente para comer.
—No saldríamos por la puerta ni un metro a esta hora del día —dijo Bill con una mueca, que luego se volvió juguetona—. Fleur llama mucho la atención.
La francesa parte veela se rio y puso los ojos en blanco.
—¿Todos los chicos Weasley son tan encantadores, Harry? —Preguntó con ironía—. No recuegdo que fuegan así.
Teniendo en cuenta que Fleur había lidiado con Ron, de entre todos los Weasley, quien tenía todo el encanto y el aplomo de un hipogrifo que intenta patinar sobre hielo, podía entender cómo Fleur se sorprendería.
—Ellos tienen sus momentos —respondió Harry con una risa, pensando en unos brillantes ojos marrones y una sonrisa tortuosa.
—¡Oh! ¡Qué cara es esa! —Fleur jadeó, señalándolo acusadoramente—. ¡Soy una veela, conozco esa cara!
A su lado, Bill casi se atragantó con su baklava.
—¿Tiene una cara? ¿Qué cara? —Miró a Harry, entrecerrando los ojos—. ¿Cuál de mis hermanos te está haciendo poner esa cara? —De repente parecía un poco enfermo—. Por favor, Dios, no digas Ron.
Harry también se sintió enfermo ante el pensamiento de estar enamorado de su mejor amigo.
—Jesús, no; Hermione puede quedárselo —respondió reflexivamente. Luego se sonrojó—. ¡No estaba haciendo ninguna cara!
—Eges un sucio mentiroso, Haggy Potteg —acusó Fleur—. Ese ega el gostro de l'amour. Vamos, te confiamos nuestgo secgeto. También puedes confiag en nosotros, ¿no?
—Es un gemelo, tiene que serlo. No conoce a Charlie lo suficientemente bien —dijo Bill, estudiando a Harry tan intensamente como lo había estudiado durante los diagnósticos de los horrocruxes, aunque esta vez con una sonrisa en su rostro. No se mencionó a Percy—. ¿Es George? Debe ser George. Fred es hetero, lo sabes, todavía no tendrías esa cara —Bill jadeó teatralmente, llevándose una mano al pecho—. Harry James Potter, ¿te lo estás pasando bien con mi hermano pequeño?
—¡Cállate! —Harry siseó, rojo como una remolacha, mirando ansiosamente alrededor de la cantina. Había algunos otros allí, pero nadie les estaba prestando atención.
—Relájate, las mesas están protegidas por barreras de privacidad —dijo Bill—. ¡Responde la pregunta! ¿Estás escabulléndote con George?
—¡No he hecho nada con George! —Él insistió. Eso ni siquiera era una mentira.
—Pego te gustagía —Fleur arrastró las palabras con complicidad, con los ojos brillantes—. Lo admito, no puedo distinguig a los gemelos. Pero recuerdo que egan atractivos. Son un problema, ¿no?
—Muchos problemas —confirmó Bill. Sonrió maliciosamente, volviéndose hacia Harry—. Vamos, amigo, puedes decirme, ¡básicamente somos una familia! ¡Te estoy ayudando a derrotar a Voldemort! Puedes admitir que te gusta mi hermano. ¿Lo sabe él? ¿Le apetece que vuelvas? —Bill frunció el ceño pensativo, como si estuviera revisando mentalmente cada interacción entre George y Harry en la que él había estado presente—. Ni siquiera puedo decir si habla de ti más que el promedio; todos mis hermanos hablan mucho de ti. Con todas esas travesuras que haces —agregó, poniendo los ojos en blanco—. Suéltalo, Harry. ¿Qué es lo que hay aquí?
—¿Qué eres, una niña de trece años en una pijamada? —Harry refunfuñó. La sonrisa de Bill se ensanchó—. No hay nada que decir —Esta vez, Harry estaba más resignado que a la defensiva—. Está en Hogwarts y yo no. Eso es todo —No tenía la intención de ponerse de mal humor, realmente no la tenía, pero Dios, se estaba volviendo más difícil cada día. Extrañaba a todos sus amigos en Hogwarts, pero extrañaba más a George.
Fleur se mostró comprensiva y se acercó para darle una palmada en la mano.
—Hay tiempo. Pgonto llegagá el vegano. Luego se gragúan, ¿oui? —Harry asintió. Ella sonrió con picardía—. Entonces, pgonto habgá mucho que contag. Y espegamos seg los pgimeros a los que llames.
—Si quieres enfrentarte a un gemelo Weasley, más poder para ti —dijo Bill, haciendo unos movimientos con sus manos para que pareciera como si estuviera intentando controlar un tornado—. ¡Merlín, no puedo creer que estuvieran todas las vacaciones de Navidad y no sospeché nada! Claro que estaba un poco distraído con papá y todo eso, ¡pero los vi a los dos juntos muchas veces! ¡No había nada!
—Bien —respondió Harry con cierta brusquedad—. No se suponía que sospecharas. No hay nada que sospechar.
—No estás preocupado, ¿verdad? Sobre lo que podrían decir los demás —Bill frunció el ceño—. Godric, mamá estará encantada. Toda la familia te ama, Harry. Puede haber un poco de burla, pero todo es muy divertido. Seguramente Ron te ha dicho eso.
—Ron no lo sabe.
Ante esto, las cejas de Bill desaparecieron en la línea de su cabello.
—¿En serio? ¿Ni siquiera le has dicho a Ron? ¿Qué hay de Hermione? —Harry negó con la cabeza—. ¿Quién sabe?
—Fred, obviamente. Y Sirius y Remus. Ellos adivinaron.
—¿Y eso es todo? ¿Ni siquiera Ginny? —Una vez más, Harry negó con la cabeza—. Vaya, Harry. ¿Por qué?
Harry hizo una mueca, su estómago se hizo un nudo, un nudo que se abrió camino hasta su garganta. Por eso no quería que nadie lo supiera. Odiaba tener que lidiar con las preguntas. Las cosas eran mucho más fáciles cuando solo estaban él y George, ninguno de los diciendo nada al respecto, pero más que seguro que ambos lo sabían. Pequeñas sonrisas, manos juntas y rodillas rozándose debajo de la mesa, no necesitaba explicación. Al principio simplemente no estaban listos, ambos resolviéndose a sí mismos a medida que crecían. Harry preguntándose si los latidos en su pecho eran solo amistad y admiración por el genial hermano mayor de Ron, y finalmente se dándose cuenta de que era mucho más que eso. Ambos sabían que el momento adecuado llegaría eventualmente, habría llegado antes si los dementores no hubieran arruinado toda la vida de Harry.
—Como dije; él está en Hogwarts, yo no. Aún no hay nada. La gente no necesita saber —Gran parte de su vida personal fue tratada como propiedad pública. Quería esto para sí mismo.
Fleur se apoyó en el brazo de Bill, susurrándole algo en francés al oído. Miró a Harry como si pudiera leer todos esos pensamientos en su rostro. Cuando se apartó y miró a su novio enarcando una ceja rubia, él suspiró.
—Está bien. Entonces, nada que contar. Eso está bien —aseguró. Su bota con punta de acero golpeó el pie de Harry debajo de la mesa—. Pero para que conste, cuando haya algo que contar, todos estaremos felices por ti.
Harry trató de esbozar una sonrisa. A veces, cuando pensaba en que todos lo sabían, incluso solo la familia, se sentía un poco enfermo. No porque pensara que lo desaprobarían, solo... tan pronto como la gente se enterara, dejaría de ser solo sobre él y George.
—Sabes, tú tienes mucho que contar considerando que por accidente le contaste a tus hermanos sobre Fleur en navidad —dijo lentamente, entrecerrando la mirada hacia Bill—. Tus padres no saben nada y ustedes dos están saliendo.
—Oh, bien —De repente, Bill estaba completamente obsesionado con la masa en su plato—. Mira esto, Harry, ¿has probado el baklava? Aquí lo preparan genial; ¡lo mejor que he probado en cualquier parte del mundo!
Harry reprimió una sonrisa de suficiencia. Eso le pasaba por hacer preguntas.
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El tiempo entre febrero y marzo pasó volando entre una interminable mezcla de lluvia y frío, y aunque Kreacher mantuvo las chimeneas encendidas, la casa todavía estaba fría. Harry había dejado de salir al mundo muggle, no queriendo lidiar con el clima atroz, e incluso Sirius no estaba lo suficientemente desesperado por tomar aire fresco como para querer enfrentarse a todo ese barro como Padfoot.
El equipo de Bill en Gringotts estaba haciendo un buen progreso con el ritual, aparentemente, y todas las señales apuntaban a que era posible realizarlo. Incluso eso no pudo levantar el ánimo de Harry, todavía tenía que llegar a un punto en el que estuviera realmente listo para usar dicho ritual y enfrentarse a un Señor Oscuro. Mientras tanto, se estaban llevando a cabo ataques en todo el país; ahora se culpaba a los Mortífagos escapados, a quienes El Profeta acusó de causar el caos de forma independiente. Porque diez asesinos en masa que siguieron al mismo señor oscuro escapando de la prisión y decidiendo tomar caminos separados y causar problemas que se parecían mucho a lo que ese Señor Oscuro les pediría, enteramente por su propia invención, era completamente creíble.
Fue difícil. Con cada día que pasaba, cada nuevo rostro o nombre en los obituarios del periódico, cada artículo que declaraba a Albus Dumbledore como un mentiroso y un loco, el nudo de culpa en el estómago de Harry se hacía un poco más pesado. El impulso de hacer el ritual y esperar a que Voldemort lo encontrara se volvió un poco más fuerte.
Su lado racional lidiaba con esto un poco mejor. El progreso con el ritual no significaba que estuviera listo, ciertamente no significaba que él estuviera listo. Solo tenían una oportunidad, y Harry no podía arruinarla.
Eso no lo hizo más fácil de manejar.
Como lo había hecho muchas noches en el pasado, Harry se sentó en la cama rodeado de libros, un orbe de luz mágica flotando sobre su cabeza. Era pasada la medianoche y los demás de la casa dormían. Era solo Harry, escuchando el viento golpear su ventana, tratando de distraerse leyendo sobre las Guerras de los Gigantes de 1352. O tratando de aburrirse hasta quedarse dormido.
Pasando la página, se sobresaltó al oír un zumbido abrupto. El espejo gemelo, que ahora vivía constantemente a la vista en su mesita de noche, estaba vibrando. Dejando su libro a un lado, lo alcanzó, su propia cara desapareció en el cristal. En lugar de encontrarse con los ojos marrones, se quedó mirando a la oscuridad total. Una tenue sombra se movió y escuchó el leve susurro de la tela.
—Harry.
—George —saludó, relajándose un poco. El chico mayor no parecía ni asustado ni alarmado.
—Está oscuro como la boca del lobo, ¿cómo puedes saber que soy yo? —Fue la respuesta levemente indignada.
Es la forma en que dices mi nombre, casi soltó Harry, pero se contuvo. Se sintió demasiado, demasiado pronto; no sabía de qué se trataba esta llamada.
—A Fred le encanta vivir en la oscuridad —bromeó en su lugar. Escuchó un bufido, y luego un murmurado "lumos", y el rostro de George se hizo visible con la poca luz de la punta de su varita. Estaba en su cama, en el dormitorio de Gryffindor, con las cortinas cerradas a su alrededor. Estaba acostado de costado, con las mantas levantadas hasta el hombro. Sus labios se curvaron en una sonrisa afectuosa.
—¿Mejor?
—Supongo —respondió Harry. Se movió para recostarse contra las almohadas apiladas contra su cabecera, estirando las piernas—. ¿Estás bien? Ya es tarde.
—No podía dormir —respondió George—. ¿Cuál es tu excusa?
—Lo mismo —Harry levantó su libro a la vista del espejo—. Haciendo un poco de lectura ligera.
—Oh, fascinante —dijo George con ironía. Harry rio.
A pesar de que ambos estaban definitivamente dentro de los hechizos silenciadores, todavía hablaban en susurros. No parecía correcto ser ruidosos, no tan tarde en la noche, no casi en la oscuridad.
—Tengo algunas noticias para ti —comenzó George. El corazón de Harry dio un vuelco. ¿Qué había salido mal ahora?
—Ah, ¿sí?
—Sí —La voz de George, incluso en un susurro, tembló—. Nosotros, ah, hoy compramos oficialmente un local. El número 93, Callejón Diagon. Pronto se convertirá en Sortilegios Weasley.
Las palabras resonaron en los oídos de Harry. —¿De verdad?
—Sí —Una sonrisa vacilante bailó en el rostro de George—. Firmamos los papeles y todo. Tuvimos que escabullirnos a Hogsmeade para hacerlo, pero no nos atraparon. No es que realmente importe si lo hacen ahora.
El pulso de Harry tembló.
—¿Se van a ir, entonces? —En lo profundo de su pecho, la esperanza se elevó ferozmente, aunque trató de no dejar que se apoderara de ella. Debería querer que los gemelos terminaran el año escolar, tomaran sus exámenes y se graduaran correctamente. Significaría mucho para su madre.
—No todavía —Había un tono extraño en la voz de George. Sonaba un poco a como se sentía Harry, como si estuviera decepcionado, pero no quería admitirlo—. Vimos a esta niña de Hufflepuff el otro día, con su mano sangrando como si no fuera asunto de nadie. "Mi madre es un animal y yo no merezco una varita", decía —Los ojos de George brillaron de furia—. Ella es mitad selkie, su padre es muggle. La pobre niña estaba aterrorizada, llorando y lista para rogarle al director que la enviara a casa. ¿Te imaginas que tu introducción a la escuela mágica sea Umbridge?
Hizo que Harry se sintiera enfermo.
—La consolamos, le dimos algunos Surtidos Saltaclases y un par de galletas de canario para hacerla sonreír, le prometimos que el resto del mundo mágico no es así. La enviamos con Susan Bones, así que espero que los 'Puffs la cuiden. Pero Merlín, Harry, la cantidad de tiempo que pasamos en detención, ¿te imaginas a cuántos niños podría tener ella utilizando esa maldita pluma mágica?
La vocecita egoísta en la parte posterior de la cabeza de Harry insistió en que no importaba, que los gemelos no debían tirarse a la pira por el bien de los demás, que debían salir mientras pudieran. Pero esa voz era diminuta, débil. El resto de Harry estaba lleno de orgullo: Fred y George eran Gryffindors hasta la médula, audaces, valientes y brillantes, y el corazón de Harry dolía por lo mucho que quería estar con el pelirrojo mirándolo a través del pequeño espejo.
Tragó con dificultad. —Apuesto a que la niña está enamorada de ustedes —bromeó, con la voz quebrada—. Sus príncipes azules.
George se rió entre dientes y Harry pudo distinguir los bordes de un rubor.
—No sé nada de eso. Le dejaré todas las damiselas enamoradas a Fred.
La pareja yacía allí, su respiración constante y mucho más fuerte en la oscuridad y el silencio. George se movió y apoyó la mejilla en el bíceps mientras sostenía el espejo con la otra mano.
—Todo se siente tan real ahora, ¿sabes? Firmando ese contrato. Tenemos una tienda. En unos meses, lo tendremos todo arreglado y configurado, y estaremos abiertos al público para la próxima vuelta a clases —Él sonrió con ojos brillantes—. Ha sido nuestro sueño desde que éramos pequeños. Todo lo que siempre quisimos hacer era abrir una tienda de bromas. Y ahora lo estamos haciendo —Su sonrisa se suavizó—. Y todo es gracias a ti.
—No me des tanto crédito —descartó Harry—. Ustedes dos han estado trabajando muy duro con el negocio de pedidos vía lechuza No sé cómo se las están arreglando para que Umbridge no los atrape.
—Eso es gracias a ti también Estamos manteniendo todas nuestras cosas en la Casa de los Gritos, enviando y recibiendo búhos fuera de allí para que nunca lleguen a las salas de la escuela. Desde que nos dijiste cómo pasar por el Sauce Boxeador —Sonrió ante la expresión de sorpresa en el rostro de Harry—. Y tu compañero Dobby nos ayuda a entregar los pedidos dentro del castillo. ¿Ves? Eres mucho más importante de lo que crees, Potter.
—Pero ustedes dos son el cerebro detrás de todo. Han inventado todas estas cosas increíbles y han trabajado para ordenar las cosas para su tienda. Son emprendedores y están comenzando su propio negocio a los diecisiete años. Eso es increíble —Hizo una pausa, frunciendo el ceño—. ¿Cómo es que nunca les hablaste a los demás de la Cabaña? Me podrían haber escrito.
—Ron y Hermione están siendo observados mucho más de cerca que nosotros, y sin ofenderlos, pero sin ti son un poco mierda para andar a escondidas —agregó George con pesar—. No queríamos que se metieran en problemas tratando de llegar a la Cabaña, o que se les escapara que te estaban escribiendo. Lo siento. Debería habértelo dicho. Solo queremos mantenerlos a salvo —Se mordió el labio inferior, esperando que Harry se enojara porque no se le había permitido escribirles a sus amigos.
—Eso es exactamente lo que te pedí que hicieras —señaló Harry. No los culpó. Para ser honesto, Ron y Hermione tenían suficiente en sus platos con los TIMOS y su grupo de estudio secreto y todo, sin tratar de poner cartas a Harry bajo las narices de Umbridge—. No estoy enojado con ustedes.
—Bien —Vio a George relajarse, su mirada estaba un poco somnolienta, lo que hizo que Harry sintiera dolor por la necesidad de arrastrarse a través del espejo y acurrucarse en sus brazos—. Ojalá pudieras ir al Callejón y ver el lugar que hemos comprado. Todo está vacío y luce aburrido por fuera en este momento, obviamente, pero tenemos algunos planes brillantes para eso. Y hay un departamento en el último piso, un lindo lugar pequeño con dos camas, para que podamos vivir justo encima de la tienda y todo. Va a ser brillante —Su sonrisa se volvió un poco torcida—. Es la primera vez en diecisiete años que no habré compartido habitación con Fred.
Probablemente no se suponía que eso enviaría un chisporroteo de calor a través del vientre de Harry, pero lo hizo.
—Lo veré de alguna manera, una vez que se hayan establecido. Incluso si tengo que hacer multijugos. Y puedo ver el interior cuando la tienda no esté abierta. Podré ver el departamento.
Incluso a la luz de la varita, Harry pudo ver los ojos de George oscurecerse.
—No puedo esperar —Aun así, eso no pudo evitar que su vertiginosa emoción se mantuviera en su rostro por mucho tiempo—. Tenemos tantas ideas para cuando terminemos con la escuela. Nuevas cosas en las que trabajar. Cosas en las que hemos pensado durante años, pero nunca hemos tenido el tiempo, el espacio o el dinero —Dejó escapar un suspiro de incredulidad.—. ¿Cómo es esto real, Harry? Conseguiré todo lo que siempre quise en el lapso de unos seis meses. Eso no debería ser posible.
—Se lo merecen —insistió Harry—. Estoy un poco celoso, para ser honesto —George lo miró desconcertado—. Es como dijiste; ustedes han querido esto desde que eran niños. Siempre has sabido lo que quieres hacer. Yo no tengo ni puta idea —suspiró para sí mismo—. Ni siquiera sé lo que puedo hacer. La única cosa en la que me he permitido concentrarme es en luchar contra Voldemort, de verdad. No he tenido ningún momento para pensar en lo que vendrá después de eso —Desde que estuvo en Gringotts con el equipo de Bill, se había estado preguntando qué quería hacer con su vida. Si quería ser un auror, un Rompemaldiciones o algo completamente diferente. Si se le permitiera hacer cualquiera de esas cosas en Gran Bretaña, o si tendría que mudarse solo para ser considerado calificado para algún trabajo.
Si siquiera sobreviviera lo suficiente para que eso importara.
—Eso es normal, sin embargo —le aseguró George—, la mayoría de la gente no tiene ni idea sobre qué quiere hacer cuando tiene quince años. Freddie y yo somos los raros.
—Pero debería tener alguna idea, al menos.
—¿Por qué? —George preguntó lastimeramente—. Como dijiste, nunca te han dado la oportunidad de averiguarlo. ¿Cómo puedes decidir si no tienes idea de cuáles son tus opciones?
—Algunas decisiones se pueden tomar sin ver todas las opciones. Solo lo sabes. Como tú y Fred, con la tienda de bromas —Harry dudaba que los gemelos hubieran conocido todas las opciones disponibles para ellos antes de decidirse por su sueño de tienda de bromas a la edad de seis o siete años.
Vio como George se mordía el labio, luchando contra una gran sonrisa, sus ojos brillantes.
—Es bueno saber que no siempre necesitas opciones antes de decidirte —Su mirada era intensa. Le tomó un segundo al cerebro agotado de Harry captar la insinuación, y cuando lo hizo, se sonrojó.
—Como dije —murmuró, sonriéndole tentativamente—, solo lo sabes —El corazón le latía con fuerza contra las costillas.
—Sí —asintió George en un susurro ronco—. Lo sé —Rodó sobre su otro lado, acomodando su almohada—. Tienes todo el tiempo del mundo para decidir qué quieres hacer con tu vida, Harry. Podrías hacer una docena de cosas diferentes, si quisieras. O puedes relajarte, no hacer nada en absoluto y vivir de todos los galeones que inundarán tus bóvedas de tu sabia inversión adolescente en una tienda de bromas —agregó con un guiño. Harry resopló.
—Como si no si no fuera a poner todo ese dinero directamente en tu bóveda. Tengo el dinero de los Potter.
—Podemos tener esa discusión cuando heredes —descartó George descaradamente—. Pero en realidad, está bien no saberlo. Sé que existe toda esta presión para intentar resolverlo antes de que dejes la escuela, pero honestamente, los magos viven por siglos. Podrías tener cinco carreras diferentes antes de tener la edad suficiente para jubilarte. Y si estás preocupado por el Ministerio, bueno, que se jodan, no muchos te dirán que no cuando tengan un "derroté a un Señor Oscuro" en tu currículum —Antes de que Harry pudiera contradecir ese punto, George lo hizo callar—. Y te prometo que, si todavía sientes que necesitas hacer algo, puedes venir a trabajar en el taller todo el tiempo que quieras, cuando quieras. Mientras te tomas el tiempo para resolver otros asuntos —Su sonrisa se hizo más atrevida. El estómago de Harry se revolvió—. Incluso te dejaremos vivir en el departamento si quieres alejarte de esos padrinos tuyos, donde sea que terminen cuando Padfoot sea un hombre libre.
—Pensé que dijiste que habían solo de dos camas —Harry dijo, aumentando su propia valentía. Todo era mucho más fácil en la oscuridad, con la barrera del espejo entre ellos. A veces sentía que Harry podía decir cualquier cosa.
—Podremos arreglar eso.
Un escalofrío recorrió la espalda de Harry. El aleteo en su estómago ahora era casi abrumador. Estaba seguro de que, si no hubiera existido la barrera del espejo entre ellos, el recordatorio de que en realidad no estaban acostados juntos en la oscuridad, se habría acercado. Habría cruzado algunas líneas.
—Creo que me gustaría eso —susurró en su lugar.
—Entonces eso está arreglado —George se detuvo un momento y luego sonrió con picardía—. Puedes sentarte en nuestro sofá.
El bufido que escapó de Harry fue fuerte, desgarbado y vergonzoso, y envió a George a un ataque de risa.
—Idiota —murmuró Harry, sintiendo algo del calor de su vientre subir a sus mejillas.
—Oh, lo siento, precioso —George lo tranquilizó, parpadeando por las lágrimas que le había ocasionado la risa—. Eso fue malo —Un pesado silencio cayó entre ellos. La tensión se sentía tan densa que Harry medio esperaba que las chispas parpadearan en la punta de sus dedos—. Nos hemos quedamos hablando demasiado, voy a decir cosas que no debería. Siento que ya podría haber dicho demasiado —George miró a Harry con cautela, como un animal a punto de asustarse. Harry se arrastró hacia abajo para acostarse de lado, apoyando el espejo en la esquina de una almohada. Así, realmente se sentía como si estuvieran en la misma habitación. En la misma cama.
—Está bien —aseguró. Sentía a todo su cuerpo ser recorrido por un hormigueo, ciertas partes de su cuerpo demasiado despiertas a una hora tan tardía, pero no tenía miedo. Estaba listo, sabía que lo estaba, para las cosas que no debían decir. Era solo la estúpida distancia entre ellos, estúpida escuela, estúpida Umbridge, estúpida vida. Se sentía injusto decir algo cuando no podían hacer nada al respecto, pero esa era la única razón por la que mantenía la boca cerrada. No porque no quisiera cruzar esa línea todavía.
Un bostezo lo alcanzó, su mandíbula crujiendo. George se rio entre dientes.
—Merlín, eso es lindo —El susurro fue tan bajo que Harry se preguntó si había tenido la intención de hablar en voz alta. Luego, más fuerte—: Deberías ir a dormir. Ambos deberíamos.
—Sí —asintió Harry, aunque no hizo ningún movimiento para terminar la llamada—. Aún no, sin embargo. En un rato.
Aun así, sus ojos parpadearon entrecerrados. George tarareó de acuerdo. La bola de luz que Harry había conjurado se atenuó un poco cuando su fatiga comenzó, pero no se apagó por completo.
No fue hasta cinco minutos después, cuando Harry se quedó dormido, con el espejo todavía activo y un par de ojos marrones adormecidos mirándolo, llenos de afecto. Cuando su habitación se oscureció, una suave risa sonó en el espejo, seguida de un suspiro melancólico.
—Oh, un día. Espero que sea pronto.
Entonces, el espejo se quedó en blanco, reflejando nada más que la forma dormida de Harry en la habitación a oscuras.
