Capítulo 22
George se recostó al lado de Harry, y se miraron el uno al otro en total silencio, como un par de pequeños idiotas enamorados, durante varios minutos. La sensación era muy similar a la que había experimentado Harry durante todo ese tiempo que había pasado hablando con George a través del espejo, excepto que esto era mil veces mejor, porque ahora, en lugar de desear extender la mano y tocar al pelirrojo, ahora sí podía hacerlo. Y eso hizo. Estiró su brazo para poder tocar la piel de George, sus dedos gentiles acariciándola suavemente,
La sonrisa de George se ensanchó.
—No puedo creer que esto sea real —confesó en un susurro—. Siento que me voy a despertar en Hogwarts, con el espejo a mi lado, solo para darme cuenta de que esto era solo otro sueño.
—Tienes muchos sueños parecidos a esto, ¿verdad? —Preguntó Harry, ganándose una risa tranquila.
—Oh, solo cada dos noches desde Navidad —respondió George—. Aunque lo admito, no eras tan fiero en mis sueños. Pequeño descarado.
Harry se sonrojó; se había entusiasmado demasiado, más de lo que esperaba de sí mismo. Había estado queriendo besar a George durante tanto tiempo que cuando por fin tuvo la oportunidad no pudo controlarse a sí mismo. Él se lo dijo y George se inclinó para besarlo.
—No tanto como yo, te lo seguro —murmuró. Harry arqueó una ceja. Ahora que finalmente estaban poniendo palabras a los sentimientos que habían tenido durante tanto tiempo, sintió la necesidad de decirle todo a George, todas las cosas que había estado reprimiendo todo ese tiempo.
—¿En serio? No sé nada de eso. Fuiste mi despertar sexual —bromeó—. Mi primer sueño húmedo fue sobre ti —Movió las cejas—. Estábamos en las duchas del vestuario de quidditch.
—Eres un cliché, Potter —replicó George, haciendo que Harry resoplara—. Me siento honrado. Pero eso no significa que quisieras besarme, no como lo hiciste hace un momento.
Tenía razón, para ser justo; Harry había tardado un poco en aceptar las cosas: primero, había tenido que aceptar que le gustaban los chicos, luego, que le gustaba el hermano mayor de su mejor amigo en particular. El segundo año le había hecho ser consciente del concepto de sentirse atraído por la gente, pero el tercer año fue realmente donde comenzó a enamorarse mucho de George Weasley.
—Para mí, fue el verano antes del quinto año, cuando regresamos de Egipto y te encontramos en el Caldero Chorreante, y parecía que realmente hubieras disfrutado parte de tu verano por primera vez, y te habías vuelto un poco más alto y un poco más atrevido. Y recuerdo este momento, me senté a verte hablar con Ron en la cena una noche, y simplemente pude ver en la clase de chico que te convertirías cuando llegaras a los dieciséis o diecisiete años y tuvieras la confianza que deberías tener; y luego sonreíste, y se sintió como una bludger golpeándome en el estómago el darme cuenta de que quería que sonrieras así, para siempre.
La respiración de Harry se atascó en su garganta, preguntándose qué noche podría haber sido, qué estaba había estado haciendo en ese momento, qué había hecho para encender esa chispa dentro de George. No tenía idea de que los sentimientos del chico mayor fueran desde hacía tanto tiempo.
—Estamos empatados, entonces —admitió. George se inclinó para darle un beso, mordisqueando juguetonamente su labio inferior.
—Si insistes —Sus ojos se arrugaron en las esquinas—. También recuerdo la mañana que nos fuimos a la Copa Mundial de Quidditch, medio dormidos y vistiéndonos los cuatro en la habitación de Ron, y me di la vuelta para agarrar mi camisa y tú me estabas mirando con esta mirada en tus ojos, y me di cuenta de que no te negarías si te pidiera besarte.
Harry también recordó eso, recordó los latidos en su pecho cuando la mirada de George se cruzó con la suya, la absoluta certeza de que lo habían sorprendido comiéndoselo con los ojos, de que se había avergonzado a sí mismo como nunca lo había hecho antes, y que George lo odiaría para siempre. Luego, la pequeña y complacida sonrisa que había cruzado los labios de George, antes de que se volteara y alcanzara su camisa y nunca dijera una palabra.
Desde ese momento, la pareja había sido como imanes, acercándose cada vez más, pero sin admitir nada.
—¿Por qué no lo hiciste? Preguntar, quiero decir —Preguntó Harry, curioso por saber qué había detenido al chico mayor.
—Lo pensé el resto de ese verano, pero todos estábamos en la misma habitación y no quería hacer las cosas raras si estaba viendo cosas donde no había nada —admitió George—. O, si estaba sucediendo lo que creía que estaba pasando, iba a tener que intentar explicárselo a toda mi familia. Podría decir que te gustaba, pero no estaba seguro de si realmente estabas listo o si querías hacer algo al respecto, y pasé años diciéndome a mí mismo que solo analizaría la situación y vería si era algo pasajero lo que sentía por ti o si realmente era algo y pasaría años intentando reunir el coraje suficiente para decírtelo. Y luego tu nombre salió del Cáliz y me di cuenta de que ya tenías suficiente carga en tus hombros como para por una posible crisis de sexualidad. No parecía importarte que coqueteara contigo, así que lo mantuve así —agregó con un guiño. Harry se rio entre dientes. No, definitivamente no le había importado el coqueteo una vez que se dio cuenta de que en realidad había algo más detrás de ello y George no se estaba burlando de su enamoramiento.
George rodó sobre su espalda, aunque su rostro permaneció inclinado hacia Harry. Harry no pudo evitar dejar que su mirada siguiera el rastro de cabello rojo hasta la cintura de sus pantalones. Y luego no pudo evitar estirar la mano y tocar, viendo cómo los músculos se contraían bajo las yemas de los dedos.
—Pensé en ti todo el verano pasado mientras estaba atrapado con mis parientes —admitió—. Cuando no tenía pesadillas sobre Cedric. Te juro que debí haber pensado en ti durante cada segundo de cuarto año, tratando de asegurarme de que de verdad te gustaba. Estaba decidido a invitarte a salir. Una vez que hubiéramos regresado a la escuela —Su sonrisa vaciló—. Y luego no lo hice.
—Y luego no lo hiciste —repitió George con una sonrisa irónica y triste. Capturó la mano de Harry con la suya, entrelazando sus dedos sobre su estómago—. Como dije, hemos estado en la misma página todo este tiempo. Incluso cuando no sabíamos que lo estábamos. En el momento en que regresaste de ese juicio, supe que no pasaría nada entre nosotros hasta que yo me fuera de Hogwarts al igual que tú. A diferencia de Ron, sabía que no volverías a la escuela.
—Gracias —murmuró Harry. Nunca lo había dicho, porque no habían estado hablando de esto, pero que George lo entendiera había sido lo único que le impidió terminar golpeando cosas solo para desahogarse entre el tiempo que pasó desde su expulsión hasta el inicio del año escolar.
—Al final, llegamos allí —señaló George—. No importa cuánto tiempo haya tardado.
Apretó la mano de Harry. Una vez más, Harry fue golpeado por una poderosa ola de adoración por el chico que yacía a su lado.
—Eres perfecto —soltó, mirando las puntas de las orejas de George brillar de color rosa.
—Tú no estás nada mal —fue la respuesta, el pelirrojo inclinó la cabeza hacia abajo para juntar sus labios.
—Y ustedes dos son repugnantes —Se separaron de un salto, mirando hacia arriba para ver a Fred apoyado en la puerta abierta. Sonreía con absoluta satisfacción, con una mirada cariñosa mientras los observaba—. Ya era hora, joder. Pero puedo ver que claramente vamos a necesitar tener una charla sobre cerrar nuestras puertas —dijo intencionadamente, riendo cuando ambos se sonrojaron—. Salí y compré pescado y papas fritas, pónganse sus malditas camisas y vengan a comer, luego podremos comenzar a hacer de este lugar un hogar adecuado. Harry, hemos visto lo que puede hacer tu magia, ahora no tienes excusa. Si quieres quedarte aquí y besarte con mi hermano, primero tendrás que ganártelo.
—Podría irme a casa y dejarlos así —amenazó Harry. Fred rió.
—No, no podrías —respondió con tono sabiondo—. "Eres perfecto", Merlín, mátame ahora —Él fingió arcadas exageradamente, luego desapareció por el pasillo, riendo.
Harry sintió que el calor subía a sus mejillas y, a pesar de su propio sonrojo, George estaba sonriendo.
—No dejes que te engañe; nos ha estado apoyando durante años —aseguró, dejando un beso más en los labios de Harry antes de ponerse de pie y agacharse para recoger su camisa del suelo. Harry dejó que su mirada se detuviera en el trasero del pelirrojo, lo que hizo que George rodara los ojos cuando se dio cuenta—. Escuchaste a mi hermano, hay comida y hay que desempacar. ¡Cálmate, hombre! —Agarró la camisa de Harry y se la tiró, abrochándose los botones con una mano.
Harry gimió teatralmente, pero se puso su camisa.
—¿Dónde está mi corbata? —George preguntó con curiosidad, mirando alrededor de la habitación casi vacía. Harry se sonrojó tímidamente.
—Puede que la haya desaparecido —admitió en un murmullo. George le respondió riendo fuertemente.
—Estás absolutamente loco —bromeó, prácticamente bailando a través de la habitación para ayudar a Harry a ponerse de pie. Las sombras que se habían estado cerniendo sobre él durante los últimos meses en la escuela se habían desvanecido en un instante; Harry se preguntó distraídamente si la causa era ser libre, por fin, de Umbridge o el orgasmo.
Esperaba que fuera el orgasmo.
Fiel a su palabra, Fred había comprado tres porciones de pescado y papas fritas y un paquete de seis cervezas de mantequilla, aunque debido a la falta de muebles comieron con la comida en el regazo, con cubiertos, que habían sido servilletas, que Fred había transformado. George y Harry se sentaron juntos en el sofá, y cada par de minutos sus miradas se encontraban y se sonrojaban, sonriéndose tontamente el uno al otro. Después de que esto se repitiera varias veces, Fred puso los ojos en blanco.
—Este período de luna de miel va a ser terrible, ¿no? —Murmuró desesperadamente. Harry le arrojó una papa.
—Cállate y déjame disfrutar —exigió, apoyándose en el hombro de George—. Hoy tuve mi primer beso, puedo ser feliz.
Fred simuló vomitar en su cena. Los ojos de George se agrandaron.
—Yo fui- ¿ese fue el primero? —Preguntó, su voz sonando un poco extraña. Intentando valientemente no sonrojarse, Harry asintió. Su primer beso... y también la primera de un par de cosas más. Los ojos de George se pusieron vidriosos por un momento—. Caray —murmuró.
—Los odio a los dos —declaró Fred—. Cambié de opinión, voy a volver a Hogwarts.
Harry se rio, acariciando la mejilla de George para intentar sacarlo de sus pensamientos—. Más tarde —prometió, guiñando un ojo. La garganta de George se balanceó mientras tragaba saliva.
Antes de que Fred pudiera comenzar a maldecirlos, se calmaron y terminaron su cena; Fred no pudo parar todo ese asunto del sonrojeo y las miradas y sonrisas bobas; pero parecía haberse resignado a ello, y Harry pudo ver el atisbo de una sonrisa tirando de sus labios cuando pensó que los dos no estaban mirando.
Estaba feliz por su gemelo, no podía ocultarlo.
Una vez que terminaron de comer, Fred levitó varias cajas que dijo haber traído de abajo, y Harry comenzó a darse cuenta de cuán a fondo los gemelos Weasley habían estado planeando toda esta aventura y por cuánto tiempo.
—Aquí están las cosas para tu habitación —declaró Fred, empujando una caja hacia su hermano. Harry miró dentro, sorprendido de ver varios artículos encogidos que reconoció haber visto en la habitación de los gemelos en la Madriguera.
—¿Empacaron toda su habitación y sus padres no se dieron cuenta? —Preguntó Harry con incredulidad. Los gemelos compartieron una sonrisa.
—Mamá no entra a nuestra habitación —le dijo George—. Ella tiene demasiado miedo de lo que pueda encontrar.
Pensando en ello, Harry no la culpó. Tendrías que ser muy valiente o muy estúpido para entrar a la habitación de los gemelos sin su presencia o permiso.
George sacó una radio inalámbrica mágica de la caja. La cambió de tamaño y giró el dial hasta que las voces de las Brujas de Macbeth comenzaron a sonar por los parlantes.
—Bien, Potter —dijo, alcanzando otra caja y empujándola hacia Harry—. Tú desencoges las cosas y nosotros las ordenamos, ¿trato?
Harry agarró su muñeca antes de que pudiera alejarse demasiado, y lo atrajo para darle un beso.
—Trato —confirmó, sonriendo. Una felicidad vertiginosa expandiéndose por todo su pecho. ¡Podía hacer eso ahora! ¡Acercarse a George y besarlo si quería! ¡Y nadie podía quejarse!
Bueno, excepto Fred. Pero ninguno de los dos se preocupaba por las quejas de Fred.
Antes de empezar a llenar el lugar con muebles, los gemelos se pusieron manos a la obra para cambiar la decoración un poco más a su gusto. El papel tapiz a rayas azul y bronce que indicaba que el duelo anterior había sido un Ravenclaw, desapareció y fue reemplazado por un papel tapiz violeta con dibujos de fuegos artificiales en una pared y pintura gris pálido en el resto. George hizo un hechizo impresionante para cambiar los gabinetes de la cocina a un color gris pizarra del azul marino que alguna vez fueron, aunque mantuvo las manijas y accesorios de bronce, y la encimera de madera.
—Hazte útil, hermoso —llamó, levitando una caja hacia Harry—. Empieza a guardar esas cosas, ¿quieres? —La caja estaba llena de vajillas y utensilios de cocina, y contenía mucho más de lo que aparentaba.
—¿Cuándo tuvieron la oportunidad de comprar todas estas cosas? —Preguntó con asombro, sacando un conjunto de tazas que formaban el arcoíris.
—Oh, en medio de todo este tiempo —dijo Fred, encogiéndose de hombros—. Hemos estado planeando mudarnos desde que nos diste tus ganancias del Torneo de los Tres Magos, y nos dimos cuenta de que sería suficiente para comprar este lugar.
—Al principio pensamos que continuaríamos con el negocio de pedidos por lechuza desde cualquier lugar que encontráramos para vivir —continuó George, usando su varita para dirigir un pincel para cubrir la pared blanca lisa de la cocina con una pintura de color óxido que sorprendentemente quedaba bien—. Así que nos escapamos de Grimmauld varias veces durante el verano, fuimos a tiendas de segunda mano y cosas por el estilo. Bill nos dio algunas cosas que había traído de su casa en Egipto y dijo que ya no las necesitaría. A medida que el negocio de pedidos por lechuza se volvía cada vez más lucrativo, nos dimos cuenta de que en realidad podríamos ganar suficiente dinero para comprar un local adecuado antes de lo que pensábamos. Este lugar apareció en el momento correcto: solía pertenecer a una amiga de la prima de Lee, a quien le gustó cómo sonaba lo que estábamos planeando hacer cuando se enteró, y acordó vendérnoslo por poco dinero siempre que le enviáramos productos gratis cuando sea que ella quisiera.
—Nos pareció un trato justo —terminó Fred, sonriendo ampliamente—. Aquí estamos. La mayoría de estas cajas han estado en nuestra habitación en casa desde el verano, y cuando terminamos de firmar los papeles para comprar la propiedad, la prima de Lee y su amiga nos cambiaron todo mientras mamá y papá estaban fuera, y también nos trajeron algunas cajas que habíamos estado guardando en la Casa de los Gritos.
—¿Entonces sus padres no tienen idea? —Harry no podía imaginarse haciendo todo ese trabajo a espaldas del señor y la señora Weasley, más aún si era justo debajo de sus narices.
—¿Estás bromeando? A mamá le daría un ataque si supiera lo que hemos hecho. Cuánto tiempo llevamos planeando esto —comentó George, algo burlonamente—. No tiene idea de cuánto dinero ganamos realmente a través de nuestro catálogo de pedidos por lechuza, solo piensa que son todas pequeñas bromas y juguetes tontos que no nos llevarán a ninguna parte —Harry frunció el ceño ante el dolor en su tono, apretando su hombro con simpatía mientras pasaba para sacar una pila de platos.
—Esto no se dio exactamente como lo habíamos planeado —admitió Fred—. Pensamos que pasaríamos el resto del año escolar preparando las cosas para este lugar; y la primera mitad del verano preparándolo todo y dejándolo listo mientras aún vivíamos en casa, y luego abriríamos la tienda para demostrarle a mamá que nos estamos tomando todo esto muy en serio. Pero descubrirá que hemos dejado la escuela pronto; le enviaremos una lechuza por la mañana cuando la oficina de correos vuelva a abrir.
—Ella querrá saber dónde vivimos, y tendremos que mostrarle el apartamento y todo —suspiró George.
—¿Por qué no le dicen que se mudan a Grimmauld Place?
Ambos gemelos se congelaron ante la sugerencia de Harry.
—¿Qué? —Chirriaron. Harry sonrió.
—Díganle que se mudan a Grimmauld Place para hacerme compañía. A ella le encantará, cree que no es saludable para mí estar atrapado allí sin nadie de mi edad —citó con sarcasmo—. Tómense su tiempo para preparar la tienda y el apartamento, viven aquí sin que nadie más los moleste y abran la tienda una vez que esté lista. Una vez que ella vea lo popular que es, y créanme, va a ser popular, se dará cuenta de que se ha equivocado en todo y no hay nada de qué preocuparse —Él se encogió de hombros—. Moony y Padfoot los cubrirán, felizmente —Les encantaría la idea de ayudar a los dos bromistas a mantener a su madre lejos de sus asuntos mientras se preparaban para abrir su tienda de bromas.
—¿Hablas en serio? —Preguntó Fred. Harry asintió.
—Absolutamente. Puede que tengan que atravesar la Red Flú una o dos veces si ella llama sin previo aviso, pero eso no es un problema —Harry comprobó que su caja de suministros de cocina estaba completamente vacía, ajeno a la conversación que tenía lugar entre los gemelos en forma de movimientos de cejas y expresiones faciales.
—Harry, no podemos pedirte que le mientas a mamá por nosotros —dijo George, frunciendo el ceño y haciendo una mueca. Harry se encogió de hombros de nuevo.
—¿Por qué no? Le he estado mintiendo todo el año sobre lo que Moody y lo que los demás me han estado enseñando —Mayormente, evitaba mencionar cosas muy importantes o simplemente omitía lo que había aprendido, pero aún así, no le decía la verdad completa—. Y le estaría mintiendo sobre el hecho de que vengo aquí para besarte, estúpido, incluso si ella supiera sobre este lugar —Hizo una pausa, dándose cuenta de repente de cómo sonaba eso—. Quiero decir, no es que quiera mentirle a la gente sobre eso o algo así. Solo pensé que, dado que es tan nuevo y hay tantas cosas más, pensé que podríamos tomarnos un par de meses para resolver las cosas. ¿Quizás dejarle saber a la gente en el verano? No estoy tratando de ocultarlo, lo juro, esto va en serio, solo… —Su nerviosa divagación fue interrumpida por los labios de George presionando firmemente contra los suyos, con las manos descansando en sus caderas.
—Relájate —George lo tranquilizó, luciendo divertido—. Sé lo que quieres decir. Tenemos que acostumbrarnos a que esto sea una cosa antes de dejar que mamá comience a planificar la boda —Solo estaba bromeando, pero Harry se sonrojó de todos modos—. Aunque es bueno saber que vas en serio —Sus ojos marrones brillaron intensamente cuando se encontraron con los de Harry—. Sobre nosotros. Y sobre mentirle a mamá por nosotros.
—No lo haría, ya sabes, si no estuviera hablando en serio —le dijo Harry, apenas más alto que un susurro. Medio escondió su rostro en el cuello de George—. Tu familia significa demasiado para mí. Tú significas mucho para mí —Si fuera a ser algo casual, no se habría asegurado de que esperaran hasta que el momento fuera perfecto, hasta que pudieran comprometerse adecuadamente con algo.
—Lo sé, precioso —aseguró George suavemente, besando su sien—. Yo también. Estamos yendo en serio.
Las palabras hicieron que la felicidad vertiginosa regresara al pecho de Harry. Fred se aclaró la garganta con fuerza.
—Si ya han terminado —dijo arrastrando las palabras, tratando de sonar severo, pero fallando debido a la sonrisa que tiraba de sus labios—, suena como un plan sólido, Harry. Si Sirius y Remus están de acuerdo con eso.
—Han estado ansiosos por causar algún tipo de daño durante años —aseguró Harry—. Esto les va a gustar. Además, de la mejor manera posible, Sirius siempre está preparado para cualquier cosa que pueda hacer enojar a tu madre.
Ambos gemelos rieron disimuladamente.
—Sabía que nos agradaba por una razón —se entusiasmó Fred.
—Está bien, entonces —asintió George—. Le diremos a mamá que estamos en Grimmauld Place.
Con eso resuelto, se pusieron manos a la obra para terminar de desempacar. Harry, según lo acordado, desencogió los muebles mientras los gemelos reorganizaban su nueva sala de estar media docena de veces tratando de averiguar cómo querían que luciera. A medida que desempacaba más, quedó claro que los gemelos todavía tenían muchas cosas más por hacer antes de que el lugar fuera un hogar adecuado, pero estaba impresionado por la cantidad de cosas que habían logrado hacer sin que el resto se diera cuenta. Realmente eran los maestros del engaño y la distracción, pudiendo ensamblar todo esto sin que nadie lo supiera. Harry apostaba a que incluso podrían superar a Tonks en Sigilo y Rastreo.
Era algo bueno que hubieran decidido poner su energía en bromas en lugar de algo más siniestro, o el mundo mágico estaría condenado.
Los gemelos llevaron sus baúles a sus habitaciones una vez que desempacaron la mayoría de las cosas para la sala de estar y la cocina (y luego de que Fred hubiera insisto en que realmente se enfermaría si tenía que pasar un segundo más alrededor de su hermano y Harry, quienes no podían evitar mirarse bobamente cada dos segundos). Harry siguió a George a su habitación.
Mientras George redecoraba su dormitorio con colores púrpuras y grises, lo que no sorprendió a Harry en lo más mínimo, Harry se sentó en la cama y rebuscó en el baúl del pelirrojo, separando el contenido en pilas a su alrededor. Era muy parecido a lo que había hecho cuando se mudó a su habitación en Grimmauld Place; una pila para ropa, una pila para libros y varias pilas para otras cosas.
—¿Qué es todo eso? —Preguntó George, apuntando con su varita a una pila que no parecía tener ningún tipo de tema.
—Cosas que en realidad son de Fred —respondió Harry—. O al menos, creo que lo son.
George frunció los labios, escarbando en la pila para ver mejor lo que había.
—Sí, has dado al clavo. ¿Cuánta atención le has prestado a mis cosas? Pequeño acosador —bromeó. Harry se sonrojó.
—No es eso. Te conozco lo suficientemente bien como para diferenciar lo que a ti y a Fred les gusta —Como el diario de Pociones, o la camiseta de el Hombre de Lunares, o la copia de la revista Playwitch.
Eso dibujó una sonrisa cursi en el rostro de George, y deslizó su mano por el cabello de Harry, besándolo.
—Eres perfecto —repitió las palabras de Harry de antes, lleno de cariño. Se apartó, miró la pila y suspiró—. Fred probablemente también tiene un montón de cosas mías. En realidad, nunca nos había importado antes. Compartimos prácticamente todo.
Harry se movió, dejándole a George espacio para que se sentara en la cama.
—¿Te molestará tener tu propia habitación? —No podía imagina lo que sería tener un gemelo; tener a alguien tan cerca de él con quien compartía todo, de quien muchas personas ni siquiera podrían distinguirlo. Y mucho menos tener a alguien así y finalmente separarse de él después de dieciocho años.
—Quizás un poco al inicio. Es extraño pensar en eso. Pero tenemos el resto del apartamento y la tienda. Lo único diferente será que dormiremos en habitaciones separadas. Ah, y qué pasaré mucho tiempo contigo —agregó con una sonrisa de lobo—. No es como si estuviera abandonándolo o algo por el estilo. Creo que será agradable tener mi propio espacio para mí mismo. Especialmente si va a traer chicas.
—No es que te puedas quejar mucho de eso —señaló Harry con ironía, apuntando hacia sí mismo.
—Sí, pero tú eres tú —dijo George, sin ningún sentido—. Las chicas que él trae son solo… chicas. —Entonces las cosas encajaron y Harry sintió que se le calentaban las mejillas.
—Oh.
George puso los ojos en blanco y se inclinó para darle otro beso.
—Sí, oh. Maldito idiota —bromeó—. Vamos, hay un armario aquí en alguna parte —dijo, señalando con una mano la caja. Se puso de pie, y, con un movimiento de varita, hizo que el piso de madera fuera de un color más claro. Comenzó a buscar dentro de la caja el armario que había mencionado. Lo encontró, al igual que a un tocador a juego, que George colocó debajo de la ventana de la habitación.
—Creo que todavía no estoy listo para llegar al punto donde tú guardas mi ropa interior —el pelirrojo anunció con un guiño, abriendo una maleta llena de ropa—. ¿Puedes ordenar los libros?
—Seguro —Divertido, Harry se levantó de la cama y levitó la pila de libros detrás de él, sentándose frente a la estantería—. ¿Por orden alfabético o por tema?
—Pensé que me conocías lo suficientemente bien —George se burló a la ligera. Harry lo miró con exasperación—. Por tema, por favor. O simplemente ponlos en cualquier orden y los resolveré en otro momento. Estoy empezando a pensar que desempacar es una tontería y estamos desperdiciando una oportunidad perfecta para besarnos un poco más —Sus ojos brillaron con picardía—. La puerta está cerrada.
—Sí, lo está —señaló Harry, poniéndose de pie—. Bueno, es tu habitación, tú eres el jefe.
—Ohh, pervertido —ronroneó George, extendiendo la mano para tomar la de Harry. Harry resopló, permitiendo que lo abrazara.
—El pervertido aquí eres tú.
—Tú eres el que tiene el libro de sexo —argumentó George.
—Que me regaló mi padrino por Navidad —Harry hizo una pausa, luego se estremeció—. Imagina que nunca dije eso. No quiero pensar en mi padrino en este momento —O en su padrino leyendo o dándole cualquier tipo de uso a un manual de sexo gay.
—De acuerdo —George lo besó, con la mano subiendo sigilosamente por la parte de atrás de la camisa de Harry—. ¿De verdad fui tu primer beso?
El rostro de Harry ardió con furia. Esperaba que George olvidara que había dicho eso.
—Ya establecimos que he pensado en ti y en nadie más que en ti desde que descubrí lo que era masturbarse —espetó—. ¿A quién más iba a besar?
—No sé. Eres Harry Potter, mucha gente quiere besarte.
—Y yo no quería besar a ninguno de ellos —razonó Harry bruscamente—. Especialmente a los que querían besarme porque soy Harry Potter.
—Oye, no voy a discutir —aseguró George apresuradamente—. Merlín, no sabes cómo me pone saber que soy el único —Hizo una pausa, acariciando con el pulgar la protuberancia de la cadera de Harry—. ¿Así que nunca habías… con nadie?
—No hasta hace un par de horas —confirmó Harry, tratando desesperadamente de no avergonzarse. Aunque era un poco difícil hablar, concentrarse, cuando no podía soltarse del agarre que lo mantenía presionado contra el muslo de George.
—Bueno, no sé qué pensar —le dijo George, sonriendo—. Parecía que sabías exactamente lo que querías y cómo conseguirlo.
—Soy bastante bueno para hacer las cosas en el momento —respondió Harry, incapaz de evitar arquearse ante el toque de los dedos de George revoloteando por las crestas de su columna vertebral. Se estaba poniendo duro de nuevo, y aunque la emoción le calentaba la sangre, no tenía la misma desesperación que antes para animarlo. Agachó la cabeza, repentinamente consciente de sí mismo—. Pero todavía soy nuevo en todo esto. Así que, uh, sé suave conmigo, ¿no?
La mano libre de George lo tiró debajo de la barbilla, empujando su cabeza hacia atrás para encontrar su mirada.
—Iremos de poco a poco, hasta que estés listo —dijo en voz baja, pasando su pulgar sobre los labios de Harry—. Tampoco es que yo tenga una gran experiencia, ya sabes. Y cada persona es diferente. Pero podemos tomarnos nuestro tiempo. Averiguar qué te hace sentir bien. Mostrarte lo que me hace sentir bien —Su voz se volvía más ronca con cada palabra, y a Harry le resultaba increíblemente difícil recordar por qué estaba preocupado por las cosas íntimas. O recordar cualquier cosa que no fuera cómo se sentía tener el muslo de George encajado entre el suyo, la piel de George bajo sus manos.
Sacudió la cabeza, tosiendo avergonzado.
—Eso… eso suena bien —Odió la forma en que se le quebró la voz.
George movió su pulgar, besando a Harry lenta y lánguidamente.
—Sin embargo, probablemente no tengamos tiempo para mucho más esta noche —señaló con tristeza—. Tu padrino empezará a preocuparse si no estás en casa pronto. Y probablemente debería poner algunas sábanas adecuadas en esta cama eventualmente.
Harry hizo un rápido encantamiento para ver la hora, arqueando las cejas cuando se dio cuenta de que eran las diez en punto. ¡Llevaba siete horas con los gemelos!
Sirius y Remus eran guardianes bastante relajados, pero George tenía razón; se preocuparían si no volvía pronto a casa.
—Odio cuando eres sensato —suspiró, y George se rio.
—No te preocupes, no sucede a menudo —Él sonrió con malicia—. Y yo diría que probablemente podemos estar aquí una media hora más antes de que te envíe a casa. Es tiempo de sobra para besuquearse un poco más.
A Harry le pareció perfecto.
