Capítulo 23
Cuando finalmente regresó a Grimmauld Place, se encontró a Sirius y Remus sentados en la mesa de la cocina, jugando a las cartas y bebiendo Whiskey de Fuego. Aquello no le sorprendió realmente. Una parte de él había pensado que podrían aprovecharse de tener la casa para ellos solos, pero en el fondo sabía que no dejarían pasar la oportunidad de burlarse de él.
—Bueno, bueno, bueno —dijo Sirius arrastrando las palabras, reclinándose en su silla y mirando a su ahijado con complicidad—. Mira lo que trajo el kneazle.
Harry podía sentir la sangre correr por su rostro, incluso mientras caminaba hacia el fregadero para servirse un poco de agua, tratando de actuar con total normalidad.
—¿Los gemelos están bien, entonces? —Preguntó Remus, divertido—. Tienes suerte de que no hayamos entrado en pánico luego de que te fueras tan rápido.
—Perdón —Harry agachó la cabeza—. No se encontraban muy bien cuando llegué allí. Tuve que curar un par de heridas —Les contó brevemente lo que había sucedido con los gemelos en la escuela, viendo a sus padrinos fruncir los labios, luciendo preocupados por lo que Umbridge les estaba haciendo a sus estudiantes.
—Si alguien merece estar en Azkaban, es esa perra asquerosa —murmuró Sirius, tomando lo último de su Whiskey de Fuego—. Pero lograron escapar a salvo, eso es lo importante —Luego miró a Harry, sonriendo—. Y George estaba claramente complacido de verte. Tienes ahí un... —Señaló su cuello con un gesto y Harry, horrorizado, se tapó la garganta con una mano, viendo cómo la pareja se echaba a reír—. ¡Merlín, siempre caen!
Harry miró su reflejo en la reluciente tetera, no había ninguna marca en su garganta. Sin embargo, su reacción lo había dicho todo.
—Cállate —Miró a la pareja con desgana. Sirius le sonrió.
—¿Ustedes dos finalmente dejaron de esperar, entonces? ¿No más miradas de nostalgia al otro lado de la habitación que me dan ganas de golpearles la cabeza?
El rubor de Harry se hizo más brillante, pero no pudo evitar la sonrisa que apareció en su rostro.
—Sí, estamos... estamos bien, ahora.
—Claramente lo están —se burló el animago, moviendo las cejas y sonriendo. Hubo un ruido sordo y Sirius gritó: Remus lo había pateado debajo de la mesa.
—Estamos felices por ti, cachorro —aseguró con una sonrisa afectuosa—. Ambos sabemos muy bien lo difícil que es una situación como esa —Le lanzó a Sirius una mirada mordaz, y el hombre de cabello oscuro sonrió de lado tímidamente.
—Sí, está bien, está bien —cedió—. Estamos encantados de que finalmente pudieras besarte con el chico de tus sueños. Pero es mi deber como tu padrino burlarme de ti por eso —Le guiñó un ojo—. Y, por supuesto, asegurarme de que estén todos a salvo, felices y seguros de lo que están haciendo. ¿Has leído el libro que te conseguimos? Estoy seguro de que Moony estará feliz de repasar todo contigo y responder cualquier pregunta que puedas tener.
—Porque eres demasiado cobarde como para hacer eso tú mismo sin morir de vergüenza —replicó Harry a sabiendas. Sacó la silla al final de la mesa, sentándose entre ellos—. Escuchen, necesito que ambos me hagan un favor —Sirius ladeó la cabeza en un movimiento que recordaba a su homólogo canino—. Fred y George no quieren que su mamá se entere todavía de la tienda. No hasta que estén listos para abrirla. Así que dije que fingiríamos que vivían aquí, ahora que no van a la escuela.
Las cejas de Remus se fruncieron. Sirius, por otro lado, parecía taimado.
—Ohh, no los culpo. Molly se la pasa llorando y lamentándose una vez que se entere de que no darán sus exámenes. ¿Cuándo creen que abrirán? —Preguntó.
Harry se encogió de hombros.
—¿Primera semana del verano, probablemente? Sus principales demandantes son los estudiantes; bien podrían esperar hasta el año escolar termine. Les dará mucho tiempo para arreglar todo y trabajar en algunos productos más para lanzarlos con la apertura de la tienda —Había escuchado las diferentes ideas que se les ocurría mientras desempacaban sus cosas, y una vez más estaba asombrado por su imaginación.
—¿Así que durante dos meses vamos a engañar a Molly haciéndole creer que los demonios que hace llamar "gemelos" se están quedando aquí? —Los ojos grises de Sirius se volvieron traviesos—. ¿Eso también involucraría no revelar que uno de esos demonios está más bien dispuesto a desflorar a su precioso pequeño Harry?
Fue el turno de Harry de patear a Sirius debajo de la mesa.
—Idiota. Pero sí, no queremos que nadie lo sepa todavía. Eso también tendría que esperar hasta el fin del verano, más o menos.
—Ya tienes a suficiente gente respirando sobre tu cuello gracias a Voldemort —estuvo de acuerdo Remus—. No te culpo por querer algo de privacidad allí —Frunció los labios—. ¿Estás seguro de que Molly se tomará bien que los gemelos vivan aquí? Ella podrá pensar que yo soy un adulto responsable, pero ambos sabemos lo que ella piensa acerca de Sirius siendo la supervisión adulta en cualquier situación —Su tono era irónico y Sirius se rió disimuladamente—. Ella podría insistir en que vuelvan a casa con ella.
—En ese momento le recordarán gentilmente que tienen dieciocho años y que tienen la edad suficiente para tomar sus propias decisiones —razonó Harry—. No puede obligarlos a regresar a La Madriguera. Estamos más preocupados de que ella simplemente comience a pasar todo el tiempo aquí para vigilarnos, pero si eso significa que los gemelos tienen que vivir aquí durante una semana más o menos hasta que ella deje de preocuparse, ellos pueden lidiar con eso.
Sirius volvió a mover las cejas lascivamente, pero no dijo nada.
—Le diremos lo que quieras, chico —aseguró—. Y tampoco le diremos aquello que no quieras que ella sepa. Pero si ella se muda aquí para vigilar a sus hijos, tú vas a ser quien tenga que sacarla.
Harry hizo una mueca, esa no sería una tarea agradable.
—Nosotros lo manejaremos —Una parte de su mente pensó que la señora Weasley estaría demasiado ocupada preocupándose por Ron, Ginny y Hermione como para prestar mucha atención a los gemelos.
De repente, un bostezo salió de él y Remus se rió entre dientes.
—Parece que todo el drama del día te ha agotado —bromeó—. Al menos ahora no deberíamos tener que preocuparnos de que te obligues a quedarte despierto solo para hablar a través del espejo a la mitad de la noche. A menos que seas un idiota muy enamorado como tu padre.
Harry le lanzó al hombre una mirada herida. Había esperado burlas por parte de Sirius, ¡pero había pensado que Remus lo protegería de eso! Debería haber previsto esto. Malditos Merodeadores.
—No ahora que puedo usar la Red Flú y visitarlo cuando quiera —Había un poco de desafío en su tono, solo en caso de que sus padrinos pensaran que era muy peligroso para él ir al Callejón Diagon regularmente incluso si nunca saliera del apartamento.
Los ojos de Remus brillaron.
—Oh, bien, Padfoot, finalmente tendremos a la pequeña amenaza fuera de nuestro camino.
—Fantástico. No más preocupaciones por ser atrapados follando en la biblioteca —respondió Sirius con una sonrisa, lanzando a su amante una mirada hambrienta. Harry hizo una mueca.
—Ustedes dos son los peores —se quejó.
—Honestamente, Harry, crees que tienes mucho en qué para ponerte al día con George luego de pasar casi todo el año escolar lejos de él; Sirius y yo estuvimos separados durante doce años, e incluso antes de eso estábamos suspirando por el otro como idiotas sin hacer nada al respecto —dijo Remus, su sonrisa genial contrastaba con la mirada malvada en sus ojos—. De verdad, considérate afortunado de que nos hayamos comportado bien hasta ahora. Después de todo, no queríamos restregarte en la cara que estábamos juntos mientras tu chico estaba atrapado en el castillo.
—Adelante, visita el demonio tanto como quieras —estuvo de acuerdo Sirius—. Solo mantén tu entrenamiento. Y avísanos si planeas quedarte a pasar la noche, algunas cosas simplemente toman tiempo, ¿sabes? —En este punto, ni siquiera estaba mirando a Harry, su mirada depredadora estaba fija en el hombre lobo frente a él. Harry hizo un ruido de leve disgusto.
—Tal vez traiga a George aquí en cambio —amenazó—. Y hacer uso de todos esos lugares en los que no pudimos besarnos durante las vacaciones de navidad.
—De nada, cachorro —asintió Sirius de manera uniforme, los labios se curvaron en una sonrisa—. No te preocupes si esos lugares ya están ocupados.
Harry fue golpeado por la imagen mental de tratar de encontrar un lugar privado con George, solo para encontrarse con sus padrinos besándose, o haciendo algo peor. Se estremeció.
—Bien, eso es todo, me voy a la cama —declaró, negándose a mirar a alguno de los dos a los ojos—. Ustedes dos son terribles y deseo mucho pretender que esta conversación nunca sucedió.
—Dulces sueños, chico —susurró Sirius. Harry esquivó la mano que se extendía para despeinar su cabello, se puso de pie y se dirigió hacia la puerta.
—¿Harry? —Remus lo llamó por su nombre, con un tono suave y cariñoso. Harry se giró, preguntándose si el hombre iba a ofrecer algún tipo de felicitación o consejo sincero sobre su nueva relación. En cambio, Remus lo miró a los ojos sin pestañear y luego sonrió—. Querrás evitar ir al Gran Salón por la mañana; nos dejamos llevar un poco después de la cena, y no creo que Kreacher esté dispuesto a limpiar ese tipo de desastre.
Harry retrocedió, horrorizado, y huyó de la cocina.
¿Por qué, por qué, alguna vez confió en que Remus sería el amable? ¡Debería habérselo imaginado!
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Los gemelos entraron en Grimmauld Place, ambos con mochilas al hombro, a la mañana siguiente, cuando los residentes del lugar ya estaban terminando de desayunar.
—Muy bien, Harry —Fred saludó alegremente, luciendo muchísimo mejor que la noche anterior, ahora que había tenido una buena noche de sueño lejos de Umbridge y sus amenazas—. Trajimos algunas cosas para poner en nuestra antigua habitación, en caso de que mamá sospeche.
George se acercó sigilosamente a Harry con una sonrisa afectuosa, inclinándose automáticamente, y luego se congeló, mirando a Sirius y Remus. La pareja los miraba con diversión en sus ojos, y Harry trató de no sonrojarse.
—Está bien, ellos lo saben —le aseguró a George, inclinándose valientemente para besarlo en los labios—. ¿Cómo estás?
—Mejor ahora que te he visto —respondió George con una sonrisa. Sirius tosió fuertemente.
—Sí, acostúmbrate a eso —le advirtió Fred—. Son repugnantes, de verdad.
—No pueden ser peores que James y Lily —comentó Remus—. Esos dos… por Merlín, a veces era doloroso. Su anhelo era lo suficientemente malo, pero luego la absoluta savia de que fueran una pareja… —Se detuvo, sacudiendo la cabeza—. De todas formas. Es bueno verlos bien, muchachos. Harry nos dice que vamos a ser su coartada para sus padres.
—Si no les importa —dijo George, pasando un brazo alrededor de la cintura de Harry para apretarlo en un abrazo, y luego robó una loncha de tocino.
—¡Por supuesto que no! Bajo una condición —agregó Sirius. Harry se congeló de miedo; Sirius no había dicho nada sobre las condiciones la noche anterior—. Tendremos un asiento en primera fila para ver la cara de Molly cuando finalmente le digan la verdad. Sobre la tienda —aclaró—. Aunque su cara cuando le digan sobre esto también es algo que quiero ver desesperadamente —Con "esto", claramente se refería a George y Harry, haciendo un gesto hacia la pareja inclinada el uno hacia el otro como si hubieran estado separados durante semanas en lugar de horas.
—Trato hecho —dijo Fred antes de que su gemelo pudiera hablar—. Acordaremos la fecha, tal vez incluso haya palomitas de maíz —Sirius soltó una carcajada—. Voy a llevar esto arriba —Encogió el hombro que llevaba su mochila y George le arrojó la que llevaba.
—¿Entonces le enviaste una lechuza a tu mamá? —Preguntó Harry, inclinando su cuello para mirar al pelirrojo. Todavía había sombras debajo de sus ojos, una noche de buen sueño no arreglaría eso, pero se veía mucho mejor de lo que Harry lo había visto en semanas. Llevaba una suave camisa de franela y Harry no pudo evitar apoyar la mejilla contra la gastada tela.
—Justo ahora, sí. No estoy seguro de cuánto tiempo le tomará llegar allí, pero pensamos que deberíamos estar preparados.
—¿Han comido? —Preguntó Remus, señalando las sobras del desayuno que aún estaban en la sartén.
—Sí, estamos bien, gracias —aseguró George. Miró a Harry, su mano se levantó para descansar en la parte posterior de su cuello, acariciando los cortos pelos de la base de su cráneo—. ¿Estas ocupado hoy?
—No lo creo. El Departamento de Aurores ha estado más ocupado que nunca últimamente, así que no los he visto tanto. Podría repasar algunas cosas yo solo. Pero necesito escribirle a Fleur sobre algo —Sus planes estaban tan cerca de hacerse realidad, y eso hacía que su estómago burbujeara de nervios cada vez que pensaba en ello—. ¿Qué hay de ustedes, qué están haciendo?
—Pensé que podríamos sentaríamos por aquí y esperar a que mamá venga a gritarnos por habernos salteado nuestros EXTASIS —respondió George encogiéndose de hombros a medias—. Tal vez desempaquemos un poco más luego de que ella haya terminado de regañarnos. Realmente necesitamos darle a la tienda una inspección completa, en realidad no la vimos en persona antes de comprarla debido a Umbridge, solo teníamos fotos y lo que la prima de Lee nos había dicho. Necesitamos saber con qué estamos trabajando antes de poder planificar correctamente el diseño.
Había una chispa de emoción en sus ojos que hizo que el estómago de Harry se revolviera. No podía esperar a ver qué se les ocurría a los gemelos.
—Saben, realmente espero que ustedes dos sean capaces de mantenerse separados por unos minutos, porque si actúan así cuando Molly llegue aquí, ella sabrá de su relación en un abrir y cerrar de ojos —Sirius con una sonrisa divertida. Harry se sonrojó, pero George lo rodeó con más fuerza con el brazo.
—Por eso tengo que sacarlo de mi sistema ahora —declaró, abrazando a Harry como un oso de peluche y dándole un beso en la cabeza.
—Bueno, me encantaría si pudieras hacer eso en otro lugar por un tiempo, es demasiado pronto para ese tipo de comportamiento sacarino para cualquiera que no sea yo y mi querido Moony, en esta cocina —declaró Sirius, extendiendo la mano para agarrar a Remus por el codo mientras el hombre lobo llevaba los platos al fregadero, haciendo que se inclinara y presionando sus labios contra la mandíbula del hombre. Harry puso los ojos en blanco.
—No voy a hacer una competencia de esto contigo —insistió—. Vamos, George. Esperaremos a tu madre arriba.
Entrelazando sus dedos con los de George, Harry abrió el camino hacia la cocina. No los llevó a la habitación de los gemelos, donde Fred estaba sacando sus cosas para que pareciera que alguien dormía ahí; en cambio, continuó caminando hasta su propia habitación. George no protestó, aunque movió las cejas cuando Harry lo llevó adentro y cerró la puerta.
—¿Llevándome a tu habitación, Potter? ¿Qué dirán mis padres? —Bromeó, acercándose y ahuecando con su mano la mandíbula de Harry. Harry sonrió.
—Expresarán lo encantados que están de que finalmente tenga a otros chicos de mi edad con quienes jugar —dijo arrastrando las palabras. Los ojos de George se oscurecieron.
—Oh, ¿a qué estamos jugando?
Harry soltó una carcajada, inclinándose para un beso de verdad a diferencia del breve beso que habían tenido en la cocina. Todavía se sentía prohibido, el corazón se le aceleraba como si estuviera rompiendo las reglas de alguna manera. George suspiró suavemente en su boca, sosteniendo a Harry cerca.
—No puedo creer que por fin pueda hacer esto —suspiró, con la frente pegada a la de Harry.
—Conozco el sentimiento —asintió Harry. Quería quedarse allí en los brazos de George para siempre, simplemente disfrutando de la sensación de estar finalmente allí. La espera había valido la pena, pero joder, se alegraba de que hubiera terminado.
Pasando los dedos por la mandíbula sin afeitar de George, respiró hondo para estabilizarse.
—¿Cuánto tiempo crees que tenemos antes de finalmente reciba la carta?
Como si fuera una señal, ambos chicos se sobresaltaron cuando una voz familiar llamó desde la base de las escaleras.
—¡Fred! ¡George! ¿Dónde están, están bien? —La voz de la señora Weasley estaba llena de preocupación. George se encontró con la mirada de Harry, le guiñó un ojo y luego lo agarró con fuerza por el hombro. Hubo un crujido y una sensación de estar apretado a través de un tubo. Harry se alegró de que Ojoloco le hubiera enseñado a Aparecerse a pesar de su falta de licencia, o la sensación podría haberlo enfermado.
Se Aparecieron en el dormitorio de los gemelos, que ahora lucía perfectamente como si hubieran llegado anoche y se hubieran tomado la molestia de desempacar todo para sentirse como en casa. Incluso había un caldero instalado en la esquina, como lo había estado todo el verano, esperando que comenzaran a trabajar en sus productos de broma.
Fred resopló al verlos separarse, Harry se movió para sentarse con indiferencia en el escritorio justo antes de que la puerta se abriera.
—Oh, muchachos —jadeó la señora Weasley, lanzándose hacia adelante para apretar a la pareja en un fuerte abrazo—. Déjenme mirarlos, ¿están bien? ¿Qué les hizo esa horrible mujer? —Cogió la mano derecha de George, ya que era la que estaba más cerca, y se la llevó a la cara. Sus ojos se llenaron de una furia que Harry rara vez había visto en la jovial mujer, su dedo acariciando tiernamente la piel inflamada y llena de cicatrices—. Oh, Georgie. Freddie. Lo siento mucho, no teníamos ni idea.
—Eso es exactamente lo que queríamos, mamá —aseguró George, girando su mano en su agarre para apretar la de ella suavemente—. Estamos bien, lo juro. Harry nos sanó cuando llegamos ayer.
La señora Weasley de repente pareció darse cuenta de que Harry estaba allí, y la mirada que le envió fue llorosa y aliviada.
—Harry, querido, gracias —Volvió a mirar a sus hijos—. ¿Pero por qué no volvieron a casa? La Madriguera no está mucho más lejos que Londres.
Los gemelos intercambiaron una mirada inquieta.
—No sabíamos si estarías contenta de vernos —confesó Fred. La señora Weasley se atragantó con un sollozo, volviéndolos a abrazar.
—Chicos tontos —susurró ella con voz ronca—. Por supuesto que estoy molesta porque no van a dar sus EXTASIS, ¡pero estoy feliz de tenerlos a salvo! —Los gemelos miraron sorprendidos por encima de su cabeza, mirando hacia Harry, quien se encogió de hombros con desconcierto. ¡Esa tampoco era la reacción que había estado esperando!
—Desde que Harry le contó a la Orden lo que esa bruja les ha estado haciendo, niños, apenas he podido dormir por preocuparme por ustedes. Estoy segura de que una vez que Albus vuelva a estar a cargo, les dejará rendir sus EXTASIS el próximo año, o tal vez incluso podamos hacer que tomen sus exámenes en el Ministerio durante el verano. Un poco caro, claro, pero- no estaban tomando demasiadas asignaturas cada uno. Y tal vez puedan aportar un poco del dinero que han ganado vendiendo esas tontas varitas falsas que tienen.
Harry se mordió el labio con fuerza para evitar reírse a carcajadas con incredulidad. Molly Weasley realmente no tenía idea de qué clase de jóvenes emprendedores eran sus gemelos. En realidad, era un poco triste que ella fuera tan ajena a su talento cuando pasó tanto tiempo hablando sobre el resto de sus hermanos sobre sus calificaciones, insignias y todo eso.
La mirada en los ojos de los gemelos pelirrojos dejó muy claro que no desperdiciarían sus galeones ganados con tanto esfuerzo en los exámenes en el Ministerio, pero mantuvieron la boca cerrada, acariciando la espalda de su madre hasta que dejó de llorar. Cuando se recuperó, miró alrededor de la habitación algo lúgubre.
—¿Están seguros de que ustedes, muchachos, no quieren volver a casa? —Preguntó ella dudosa—. Sé que les debe gustar la idea de quedarse aquí sin supervisión, haciendo travesuras con Sirius… —Harry resopló ante eso; ¿había olvidado ella de que Sirius era la supervisión?— pero ustedes saben que siempre serán bienvenidos con su padre y conmigo. Nos encantaría tenerlos, no hay necesidad de que se queden aquí.
—En realidad, señora Weasley, yo les pedí que se quedaran —dijo Harry, poniendo su mejor cara triste de huérfano—. Me encanta tener a Sirius y Remus cerca, de verdad, pero… he extrañado a todos mientras estaban en la escuela. Sé que los demás regresarán en un par de meses, pero la compañía de los gemelos puede hacerme sentir mejor.
—No somos Ron y Hermione, pero en algo podemos ayudarlo —bromeó Fred, sonriendo.
—¡Oh, por supuesto, Harry querido! —Eso cambió por completo el comportamiento de la señora Weasley—. Por supuesto, has estado encerrado aquí sin ninguno de tus amigos durante tanto tiempo. Pobrecito —Parecía que no sabía por cuál de ellos preocuparse más—. ¿Han desayunado? ¿Necesitan que les traiga algo de casa?
—Tranquila, mamá, llegamos ayer por la noche —dijo George, levantando las manos—. No es como si estuviéramos en la Antártida; pasaremos por casa si necesitamos algo.
—Supongo —Claramente nerviosa, la señora Weasley negó con la cabeza—. Bajen a la cocina, empezaré con el almuerzo. Tu padre está en el trabajo, pero vendrá a cenar. Bill también, si puede asistir. Pueden contarnos todo sobre lo que pasó. ¿Cómo están Ron y Ginny? Y Hermione, por supuesto. ¿Han terminado con sus castigos?
Su mirada seguía volviendo a las cicatrices en las manos de sus hijos, y Harry deseó por un momento no haber soltado algo sobre las plumas frente a la Orden. Pero necesitaban saberlo. Tal vez, si tenían suerte, uno de ellos podría usar la información para arrestar a Umbridge, una vez que Fudge fuera destituido.
Si lograban que Fudge fuera destituido.
