Este capítulo contiene una escena NSFW y las etiquetas han sido actualizadas, así que recomiendo leerlas antes de continuar. Quiero aclarar que todo aquí ocurre por una razón y que he intentado que Rey no sea tan malvada pero las cosas se han salido de control (y estoy bastante conforme con el resultado).
No es mi idea incomodar a nadie, pero si tienes algún TW con el sexo casual sin protección te recomiendo empezar a leer después de la línea (aunque tengas que saltearte casi todo el capítulo). En un AU no evitaría este detalle que es un CW personal, pero quiero traer tranquilidad al respecto: en este fic no hay ETS ni embarazos no deseados.
Por último, dos aclaraciones. Ben y Rey aquí tienen la misma edad, ambos nacieron en el 5DBY No quise meterme en problemas con ese asunto. Aunque la diferencia temporal no me permite establecer una relación más estrecha con el Amanecer Carmesí, amo a Qi'ra y quería que ella fuera algo así como una presencia maternal para Rey.
¡Espero que les guste y nos vemos en comentarios!
...
25 DBY
—Esa de allí es mi nave.
Rey llevaba largo rato esperando una oportunidad como esa. Volvió a mirar al muchacho que estaba intentando obtener de ella algo más que frases monótonas. Contó los minutos, exactamente cuarenta. No estaba mal darle un premio por su perseverancia, en especial cuando se veía tan delicioso y además tenía una nave.
Él estaba un poco achispado por el alcohol, pero no hasta el punto de resultar desagradable. En absoluto. De hecho, parte de su encanto era mantenerse respetuosamente fuera del alcance de las manos de ella, tal vez lo hacía también como mecanismo de defensa. Rey podía parecer vulnerable, pero era una luchadora despiadada.
Entre las cosas que le había dicho en medio de la música, era su cumpleaños número veinte y estaba festejando con unos amigos, que evidentemente no le echaban de menos porque no había hecho otra cosa que estar cerca de ella desde largo rato. O tal vez todo era mentira. Ella no podría juzgarlo por eso cuando estaba ahí por un trabajo bastante ilegal que incluía un traje escotado hasta el ombligo, una peluca rubia y exageradas pestañas postizas.
—¿Ah sí?
Sus ojos eran bonitos, a ella le recordaban al whisky de Corellia que había robado para su jefa. Qi'ra tenía fascinación por todo lo que salía de ese planeta inmundo y por los hombres poco confiables. Tal vez su mentora le había inculcado algunas de sus preferencias en ejemplares masculinos, además de unas cuantas formas de usar las espadas para defenderse de ellos.
—Puedo mostrártela si quieres.
Tenía casi la misma edad que ella, era bastante notable. Sin embargo, Rey dudaba que hubiera tenido otra cosa que una vida acomodada de niño rico, se le notaba a varios parsecs de distancia. Claro que estaba siendo prejuiciosa, pero nunca se equivocaba en sus predicciones. Normalmente le cortaría el rostro -en sentido figurativo o literal, si se volvía imperioso- a sujetos como él, arrogantes y seguros de sí mismos. Pero este ejemplar era diferente, tenía algo que le resultaba atractivo, y no era solamente la forma en que la camisa se adhería a su amplio torso.
Eran sus ojos, sus malditos ojos de Porg.
Rey era una chica dura, pero no podía resistirse a los ojos de porg. Y eso siempre le traía problemas.
—¿Cómo dijiste que te llamabas?
Se bajó del asiento en la barra y se acercó un poco a él. Kriff. Era alto, no lo había notado mientras estaba sentada. El cabello negro un poco corto dejaba ver unas orejas grandes que de repente se le hacían interesantes. Se preguntó si le gustaría que le murmurara obscenidades o si acaso se espantaría con la idea.
—Ben. Me llamo Ben. Ben Solo.
Ella pensó que había oído ese nombre en algún lado, pero eso no era importante. Lo importante era que Ben Solo tenía una nave que la sacaría de Canto Bight a pesar del fracaso de su misión. Conseguiría el coaxium en alguna otra parte, no había nada más que hacer allí hasta que saliera el nuevo cargamento para robar.
Maldita costumbre de hacer explotar naves para cubrir huellas.
—Entonces, Ben —la joven jugueteó con los botones de su camisa entreabierta que de todas formas luchaban por desprenderse—. ¿Qué tan rápida es tu nave?
—La más rápida de todas —contestó él con orgullo.
—Espero que no tan rápida.
Rey intentaba sonar provocativa, aunque el licor estaba empezando a trastornarle los sentidos, ya estaba advertida sobre el efecto del alcohol en los seres sensibles a la Fuerza. O tal vez era la fragancia a sándalo que emanaba de aquel muchacho.
Le encantaba el sándalo. Casi tanto como los porgs.
—Puedo asegurarte que mi nave cumplirá con todas tus expectativas, cariño —él se acercó a su oído hasta que sus labios le rozaron el lóbulo de la oreja y habló en voz baja, sensual.
Bueno, había captado la indirecta. Por la forma en que su cuerpo respondió, Rey casi se olvida de que era ella quien estaba intentando manipular al sujeto y no al revés. Un escalofrío de anhelo le recorrió la espina y su corazón se saltó un latido.
Disciplina. Control.
«Sí, claro», pensó. Ese no era su estilo.
—Me gustaría dar una vuelta en esa nave tan especial que tienes.
Las palabras salieron una tras una, cargadas de provocación. El desafío era bastante claro.
Le llevó una milésima de segundo. Ben reaccionó como movido por un resorte y tomó su mano para guiarla entre la multitud hasta fuera del ruidoso establecimiento hasta la plataforma en donde había estacionado su nave, que podía verse desde la ventana del piso alto en el que estaban. En el camino apenas conversaron y a ella no le disgustó que él colocara una mano en la base de su espalda como si quisiera protegerla, era lindo tener un guardaespaldas para variar, uno que por supuesto no necesitaba.
Por dentro, Grymtaash era mucho más de lo que Rey esperaba. Se había ganado el premio mayor con ese chico dulce e ingenuo, casi le daba lástima quitarle su juguete. Pensó con algo de malicia que el nombre era bastante adecuado pero ningún guardián mítico de Alderaan evitaría que ella se saliera con la suya. Y no pensaba regresársela a su dueño más tarde.
Bueno, lo pensaría.
Kriff. Se estaba volviendo blanda por culpa de ese extraño.
Ben parecía tan emocionado que no paraba de hablar, y ella sintió un poco de envidia por la fascinación que sentía él por su nave. Ya quería que él la viera como alguna especie de heroína mitológica, pero no. Ella no era esa clase de chicas.
En todo caso, estaba segura de que alguno de sus ex novios le podría su nombre a cualquier cosa menos a una nave espacial. Y no a cualquier cosa bonita.
Rey pensó que debería haberlo besado en la cantina, para dejarle en claro sus intenciones. Aunque de alguna manera se le hacía irresistible y adorable ver el brillo en sus ojos mientras le explicaba los beneficios de tener hiperimpulsor de 0.5 y su sistema anti embarque. Los esfuerzos nulos de Ben por coquetear con ella sólo lograban que ella lo deseara aún más. Esperó pacientemente a que él le mostrara todo y a decir verdad el curso de manejo no le venía mal a Rey, que iba a robársela de todos modos.
Él era bastante inocente y tímido, como si no supiera por dónde comenzar.
Ella sí sabía.
Bien, robaría a Grymtaash luego. ¿Por qué no podía divertirse un poco antes? Aún quedaban seis horas antes de que iniciara el plazo de extracción y ya había perdido la cuenta de la cantidad de veces que sus pezones se habían erizado debajo de la tela cada vez que él decía hipersalto con esa voz ronca. Sus dedos presionando botones en el tablero aquí y allá no hacían sino aumentar su temperatura.
Aquel sujeto no era consciente de los estragos que le causaba a su cerebro y a su cuerpo.
—Dime Ben, ¿traes a muchas chicas aquí?
—Sí, muchas. Muchísimas. Todo el tiempo.
Estaba desconcertado. Rey notó que él tragaba saliva y un pequeño tic en el ojo derecho delató su mentira.
«Por la Fuerza. Seguro que es virgen.»
—¿Y a cuántas de ellas has besado?
—¿Contándote a ti? Ninguna.
Esto le provocó una punzada de excitación que le obligó a apoyarse en una pared para disimular el temblor de sus piernas. ¿Desde cuándo se entusiasmaba tanto por algo como eso? ¿Acaso era su necesidad extrema de pervertir todo lo que se ponía en su camino? La inocencia de Ben se le antojaba como un cántaro de agua cristalina en pleno Jakku al mediodía. Y viniendo de alguien como ella, era un halago importante.
Rey tenía una nueva misión ahora, una más importante que robar coaxium para su jefa. Y por todas las estrellas de la galaxia, que se encargaría de que los dos la disfrutaran. Lástima que tuviera que borrarle la memoria al día siguiente...
Al menos ella se encargaría de recordarlo. Era cruel, pero no tan cruel como las cosas que ella había hecho en el pasado. Bueno, tal vez era una nueva clase de crueldad, pero realmente necesitaba esa nave y lo necesitaba a él.
Le dio un leve empujón con la punta de los dedos y lo acorraló contra una pared de la pequeña cabina. Él no se resistió, respondió con un jadeo sorprendido y se dejó arrastrar mientras ella se ponía en puntas de pie para rodearle el cuello con sus brazos, apretándose contra su cuerpo. Sus manos encontraron el sitio de acoplamiento perfecto a cada lado de su cintura y se aferraron a ella con firmeza. El tiempo se detuvo para seguir el ritmo de sus corazones.
Rey podía darse cuenta ahora que ella no era la única que deseaba ese encuentro. La respiración agitada y su nuez de Adán subiendo y bajando sin control eran dos indicadores de que Ben podría ser un nerd, pero no era bueno para disimular que estaba tan excitado como ella. Se movió un poco más contra él y sonrió con vanidad al sentir la dureza de su entrepierna. Sabía que él no se iba a negar, pero quería ir con cuidado. Un olvidado instinto protector se apoderó de ella, por una vez quería demostrarse a sí misma que podía ser dulce y luego lo dejaría atrás. Sólo por esa vez. Sólo para él. Y nunca más volvería a hacer eso tan pasado de moda de preocuparse por los sentimientos de los demás.
—Es hora de ir de paseo, chico.
«Permiso concedido.»
Ben cerró los ojos, seguramente sin poder creer su suerte. Sus labios llenos prometían placer, era como si hubiera nacido para besar. Rey sintió que la temperatura subía, la sangre golpeando en sus oídos, el cosquilleo entre sus piernas iba en aumento. Saboreó el spotchka que él había tomado antes, saqueando su boca como si fuera un botín. Su sabor dulce y abrasador se derramó en ella como combustible mientras se sujetaba de cualquier lugar que pudiera para estar lo más cerca posible de él. Le costó mantener el equilibrio, seguir el meticuloso plan de seducción que había trazado para esa noche. Por suerte él era fuerte como un árbol, no corría riesgo de caerse. Al menos no en sentido literal.
Hasta que Ben comenzó a devolver los ataques. Le tomó el rostro con firmeza: una mano cubriendo su nuca, enterrando los dedos en su cabello. La otra seguía fija en su cintura y la apretaba más y más hacia abajo como si temiera que fuera a escapar. Con el pulgar trazó la línea de su mandíbula, erizando cada centímetro de piel que tocaba.
Rey se había equivocado en algo: él sabía lo que hacía. O aprendía rápido. O ella era buena maestra. O tal vez todo eso.
Como si pudiera adivinar lo que estaba pensando, Ben le obsequió una sonrisa de lado al apartarse para tomar aire y volvió a besarla ahogando cualquier comentario que ella quisiera hacer al respecto. Soltó un gemido de satisfacción cuando él besó la zona sensible de su clavícula, el ramalazo de placer le obligaba a cerrar los ojos. Pero al abrirlos, se encontró con la mirada inexpresiva del droide copiloto que parecía juzgarlos por su aventura.
—Ese droide me pone nerviosa —Ya pensaría luego en qué hacer con él cuando toda esa aventura acabara. Mientras tanto, prefería estar a solas con Ben, sin droides chismosos.
—¿Geegee?
—¡Amo Solo! Tiene una llamada de su ma- —El droide se encendió automáticamente al escuchar que lo llamaban, pero Ben desenchufó unos cables de su espalda inmediatamente sin dejar de besar a Rey.
Los ojos amarillos de Geegee se apagaron.
—Lo siento. ¿Por dónde iba?
Riendo, ella lo sujetó por las solapas de la camisa y luchó contra el impulso de arrancarle los botones de un tirón, obligándose a desprenderlos pacientemente uno por uno. Era lo menos que podía hacer, ya que la única parte solidaria en ella no quería dejarlo sin nave y con la camisa rota. Al hacerlo iba revelando su pecho, recorriendo la línea de sus músculos con la yema de los dedos. Él dejó que ella explorara a gusto, tensándose en cada lugar que Rey tocaba, de manera que ella descubría cuáles eran sus puntos débiles. No imaginaba que alguien tan robusto pudiera tener una piel tan sensible.
Una mancha pequeña cerca de su cadera le detuvo repentinamente. Un tatuaje. No cualquier tatuaje.
«Un kriffing porg.»
—Una fiesta... —explicó él—. No lo recuerdo, pero al despertar tenía un terrible dolor de cabeza… y este porg.
—Me agrada —respondió ella, rozándolo con los dedos, sintiendo su piel arder—. Mataría por verlo a la luz del día.
Se miraron otra vez antes de volver a besarse. No era una promesa, pero sonaba como algo parecido y lo mejor era no seguir por ese camino. Rey se apresuró a quitar esa nube de en medio quitándole la camisa hasta dejarlo sólo con su pantalón. Él aceptó la movida y redobló la apuesta.
—Ben… —gimió cuando él se aventuró hasta sus glúteos y la cubrió por completo con sus manos. Ese hombre despertaba algo en ella que no podía explicar sino como una sed ardiente. Quería dejarle una marca aun cuando sabía que ese encuentro jamás se repetiría. Su instinto de posesividad estaba en el máximo nivel.
—Espera, no sé tu nombre —soltó él sobre sus labios de repente, como si despertara de un sueño, consternado.
—Es que nunca te lo dije.
Sus dedos se infiltraron exitosamente dentro de sus pantalones buscando aquella zona en la que su erección luchaba por liberarse, pero él adivinó sus intenciones y con destreza la sujetó por la cintura para sentarse con ella encima en la silla del piloto, dejando besos breves a lo largo de su cuello mientras lo hacía.
Las luces de la cabina eran tenues y algunos botones titilaban en el panel del techo como si fueran estrellas. Los murmullos del exterior apenas llegaban, ahogados, como si nada más existiera.
—Espera, cariño. Falta algo.
Ben se apartó lentamente y ella sintió una punzada de inseguridad, temiendo que se estuviera arrepintiendo, pero sólo estiró un brazo para presionar un botón cerca del tablero principal y una melodía sensual inundó el lugar. No se consideraba romántica, pero esto era el colmo de lo que podía soportar. Nadie, absolutamente nadie, había sido tan atento con ella. Nadie le había tratado con tanto cuidado. No debía acostumbrarse, no encajaba con su estilo de vida.
Siguió besándolo y deslizó lentamente las mangas de su atuendo hasta quedar desnuda de la cintura para arriba, no llevaba corpiño.
Ben quedó sin habla.
Ella esperó pacientemente a que reaccionara antes de volver a echarse sobre él, tomando su barbilla con una mano para besarlo con fiereza. Ben, que seguía con sus manos en la cintura de Rey, comenzó a subir por los costados con torturante lentitud, siempre moviendo sus labios debajo de los de ella, dejándose llevar. Cuando estaba cerca de sus pechos, se detuvo.
Rey debió suponer que él no era de la clase de hombres que se da por vencido.
Funcionó durante algunos instantes hasta que él la apartó con suavidad y le acarició los labios hinchados con el pulgar.
—Necesito saber tu nombre antes de continuar. No tiene que ser uno real, sólo… —pidió en voz baja.
«Kira. Me llamo Kira. Soy cruel y despiadada...»
—Rey. Mi nombre es Rey.
«¡Kriff!»
Ahora sí, sonrió mostrando un par de adorables hoyuelos, tan feliz como si ella le hubiera recitado los números ganadores de la Lotería Galáctica. Esa sonrisa le derritió algo de la capa de hielo que había en su corazón.
«Peligro. Huye. Corre, Rey»
—Rey. Es un nombre muy bonito.
—Si tú lo dices…
Luego se torturaría pensando por qué le había dado su nombre real.
Estrechó su cuerpo contra el suyo y ambos soltaron el aire de golpe cuando sus pieles desnudas entraron en contacto. Rey sentía sus pezones rígidos clavándose en el pecho duro de Ben mientras él acariciaba su espalda y hundía su rostro en el hueco de su cuello.
—Puedes tomar de mí lo que quieras, Rey —soltó cerca de su oído con un hilo de voz.
«Kriff. Eso es todo. Me rindo.»
Se apartó para mirarlo a los ojos, grabando su expresión. Por un instante sintió una conexión única, se sintió parte de alguien más, parte de ese extraño que parecía conocerla de toda la vida.
Era como si lo conociera, podía pretender que lo hacía.
«No es real. No puedes conservarlo.»
Sus pechos quedaron a merced de él, quien la miraba con adoración. Pero la incertidumbre en sus ojos color ámbar duró apenas unos segundos antes de reclamar su premio con la boca. Rey soltó un jadeo de sorpresa cuando él trazó círculos lentos con la lengua, y gimió audiblemente cuando él empezó a succionar. Se sacudió sin control, arqueando la espalda para poder acercarse más, moviéndose para que su centro inflamado se frotara con la dureza de Ben. Enterró sus dedos en el cabello espeso y fue justo tan placentero como se lo había imaginado.
De repente la ropa estorbaba, la suya y la de él. Desató el último lazo que se sujetaba en su cintura y soltó un suspiro de anhelo. Se puso de pie para dejar que el traje de una pieza se deslizara hasta el suelo y esperó a que él se saciara con la visión. Luego volvió a sentarse sobre él, rodeándolo con sus piernas.
—Ben… necesito…
—Dime lo que quieres, cariño.
Ella tomó una de sus manos y lo dirigió hasta el lugar en el que su placer amenazaba con estallar. Ben se dejó guiar, su gran mano iba trazando caricias suaves por encima de la ropa interior mojada sobre su sexo inflamado. Los jadeos de ella le indicaban que estaba haciendo bien su trabajo.
Nunca se había sentido tan excitada con un extraño. No podía detenerse ni quería.
Los dedos de Ben se movían con atrevimiento, cada vez más rápido. Deslizó la ropa interior hacia un costado para poder sentir los efectos de sus caricias y cuando ella pensaba que ya no podía formular un pensamiento coherente, él introdujo sus dedos, lenta y deliciosamente.
Nunca antes había experimentado algo como eso, no con alguien que no fuera ella misma. El impacto fue como el de un rayo y tardó unos larguísimos segundos en regresar a la tierra.
Ese fue sólo el comienzo.
Animado por su éxito, Ben repitió la receta, probando alternativas, buscando cada vez ese punto que hacía que ella se volviera loca. Se apretó alrededor de sus dedos varias veces sin poder evitarlo, sentía que el fuego corría dentro de ella como un río de lava de Mustafar El grito resonó como una tormenta de arena, el placer le cegó durante algunos instantes.
—Kriff, Rey… eres tan...
Ben no conocía los alcances de lo que acababa de hacerle. Ni las consecuencias que eso iba a traerle.
Ella se recuperó poco a poco, seguida por la presencia atenta de Ben que seguía acariciando su espalda y dejando pequeños besos en sus hombros.
—Mi turno.
Rey se deslizó por el asiento hasta quedar de rodillas frente a él y abrió el cierre del pantalón para liberarlo. Felicitó a la Fuerza por el perfecto ejemplar de hombre que le había obsequiado y tomó su erección con sus manos, acariciando la punta con el pulgar. Ben se echó hacia atrás en el asiento, de su boca brotó un largo gemido que a ella le fascinó. Luego apoyó la palma de su mano y le rodeó con sus dedos largos para empezar a moverse de abajo hacia arriba, tan despacio como él lo había hecho antes.
—Rey, no estoy seguro de… soportar mucho si tú…
—No lo hagas —le ordenó ella.
Cuando ella lo cubrió con su boca, él pareció perder la razón.
Rey se movió, paladeando su textura y su sabor masculino, familiarizándose con sus reacciones y sus respuestas. Se dejó llevar por las sensaciones, usando su lengua y sus manos de la manera más sensual que podía, respondiendo a un impulso que no podía explicar de dónde nacía, pero que le hacía sentir muy bien. La música y ella danzaban al mismo ritmo de los gemidos de él, lentos y profundos, la espiral de placer alojada en su espalda se convirtió en fuego de nuevo mientras sentía que él llegaba a su clímax.
Era extraño, sentirse así por dar algo y no por obtenerlo a la fuerza.
—Rey… voy a… no puedo más...
—Hazlo, Ben —jadeó ella, alejándose un poco para mirarlo a los ojos antes de continuar.
Nunca había deseado tanto algo en su vida.
Se derramó en su boca como un licor dulce y pesado que ella bebió sin dejar escapar ni una gota. Jamás se había sentido capaz de hacer algo como eso con nadie, pero él no tenía que saberlo. Su propio orgasmo le alcanzó mientras él llegaba al suyo, tan magnífico como la explosión de una estrella.
Mientras ambos se recuperaban de la experiencia compartida, Rey le acomodó un mechón de cabello oscuro detrás de la oreja y analizó su mirada perdida en ella, inclinando un poco la cabeza.
—Esto fue… ¡Kriiiiiif! ¿Siempre es así?
—¿No lo habías hecho antes?
Él negó con la cabeza, algo avergonzado.
—Me reservaba para alguien especial.
Rey sintió como si le echaran un balde de agua fría, pero pudo disimular que no le importaba. Sus predicciones eran correctas, su instinto le había guiado bien, pero por supuesto que ella no era la indicada aun cuando le hubiera gustado serlo.
Lo superaría, como superaba todo desde siempre. Guardaría el recuerdo en alguna parte y seguiría adelante con el plan. Se levantó con prisa, buscó su ropa en el suelo y le guiñó un ojo.
—Justo cuando empezabas a caerme bien… espero que encuentres a esa persona. Eres un buen chico, Ben.
Ben pestañeó confundido, pero la observó mientras se vestía. Se prendió el pantalón con gesto pensativo, pero se dejó la camisa abierta.
—Espera Rey… no quise decir… ¿por qué no te quedas?
La tomó de la muñeca con suavidad, la voz cargada de anhelo. Ella dudó un instante, no se atrevió a mirarlo a los ojos porque a esas alturas conocía que Ben era una debilidad que no podía permitirse.
—Lo siento mucho, es que no puedo. Lo siento.
No podía dejar cabos sueltos.
—Está bien, lo entiendo… Es que pensé… ¿Qué haces?
Era el momento de usar el truco de los jedis que había aprendido en esos libros robados. Rey extendió su mano para usar la Fuerza y meterse en su mente, manipulando sus recuerdos para que él perdiera la memoria.
—Olvidarás que todo esto pasó y me regalarás tu nave.
Ben parpadeó varias veces, casi ignorando la segunda parte de la sentencia.
—¿Cómo dices? ¡Nunca podré olvidarte! –exclamó, casi ofendido.
—Créeme, es por tu bien... Olvidarás que todo esto pasó y me regalarás tu nave —repitió ella, un poco más fuerte.
«No está funcionando.»
¿Por qué se resistía? Era como toparse con un muro altísimo, no podía entrar por ningún lado. Tal vez sí había bebido demasiado y sus poderes no servían. Estúpida Fuerza.
—No, espera… ¿Qué estás…?
Le pareció ver que en sus ojos él comprendía lo que estaba tratando de hacer.
—No quiero tener que hacerlo, Ben. De verdad me gustas, pero no puedo. Lo siento.
Desmayar con la Fuerza a alguien nunca fallaba. Era un recurso cobarde, pero al menos le daría tiempo para huir. Tendría que resignarse a dejar sus recuerdos intactos, por alguna razón él estaba decidido a conservarlos. Pero daba igual, no volvería a verlo y se encargaría de desaparecer para que no la buscara. De todas formas, no querría saber de ella al despertar en pantalones en plena mañana, a medio vestir y sin su nave.
…
30 DBY
Otra vez ese maldito recuerdo. Otra noche sin pegar un ojo. ¿Hasta cuándo tendría que soportarlo? ¡Por todas las brujas de Dathomir! ¡Cuánto odiaba a ese sujeto! Se suponía que ella era la que torturaba a la gente, manipulando sus mentes para lograr lo que quería, y no al revés.
Ya habían pasado cinco años, ni siquiera Grymtaash había durado tanto como su fantasma personal, Ben Solo. Maldita la hora en que lo conoció. Le había costado caro, muy caro.
Nadie se comparaba con él, no importaba con cuántos hombres o mujeres se acostara, aunque ya hacía tiempo que no se involucraba en amoríos porque estaba cansada de sentir que nadie lo superaba, nadie le hacía sentir como él.
Se sentía tan sola a veces. Era de lo peor.
Al menos su máscara le facilitaba ocultar el estado deplorable que el insomnio le había dejado. No quería dar explicaciones a nadie y su pequeña tripulación de caballeros a veces eran tan molestos como una pequeña familia sobreprotectora. Ya los imaginaba afilando sus cuchillos y armándose con bombas para encontrar al causante de su desesperación. Pero no le interesaba iniciar una guerra por algo tan insignificante, por eso nunca dijo nada. Era preferible que pensaran que era desalmada y despiadada antes que admitir que sufría por amor.
«¿Quién dijo amor? No, gracias.»
Además, tenía cosas más importantes de las que ocuparse, como localizar a su esquivo abuelo y acabar con él.
Mejor se tragaba sus problemas y descargaba su frustración dando órdenes a todo el mundo. Tal vez unas sesiones extendidas de entrenamiento le ayudarían a sentirse mejor, así podría destruir cosas a gusto y decapitar a todos esos droides imaginando que tenían ojos de porg y cabello oscuro. Los reconstruiría más tarde, no era cuestión de desaprovechar. Y a pesar de todo, seguía amando a los porgs.
Gracias a la Fuerza que las coordenadas de su nave eran secretas porque no podría sostener su poder si alguien se enteraba de que Kira Ren, -Líder de los Caballeros de Ren, Emperatriz Suprema de la red de criminales más temidos de la galaxia, heredera secreta del poderío del Amanecer Carmesí-, tenía una familia de porgs paseando por los pasillos como si fueran los dueños del lugar.
Las puertas de la cubierta de mando se abrieron anticipándose a su llegada, la estancia estaba vacía a excepción de los operadores y sus pasos resonaron como disparos en el piso de duracero, logrando que todos se pusieran de pie para saludarla. A Kira le gustaba que su nave funcionara como un mecanismo bien aceitado, era la única cosa que podía mantener bajo su control y manejar a su antojo. Sus Caballeros eran una banda de ineptos, ella lo sabía, pero los había elegido por sus inigualables habilidades, no por su inteligencia.
Excluyendo a su General, no existía mucha gente a la que pudiera considerar a su nivel. Rose Tico había demostrado tener la sangre fría y un carácter inclinado a la lealtad, Kira podía confiar en ella. Era lo más parecido a una amiga que una líder oscura pudiera tener.
Pero incluso Rose guardaba secretos.
Kira sabía que ella y aquel teniente de cabello rojo tenían algo. Los había encontrado mirándose varias veces, intercambiando mensajes encriptados que creían que ella no podía descifrar. En alguna ocasión los vio salir del mismo turboascensor con mucha demora, el uniforme mal prendido y las mejillas encendidas. Y le resultaba sospechoso que Rose se ausentara todos los viernes en la noche para bañar a sus porgs. ¿Acaso esos bichos no tenían una habitación-acuario para ellos solos?
No le molestaba que la gente que quería tuviera planes románticos. Le daba igual siempre y cuando no olvidaran su misión principal. Lo que le molestaba era la certeza de que ella podría tener a su lado a un consorte digno, atractivo e inteligente, que se ocupara de difundir el terror durante el día y calentar su cama por las noches… pero cada vez que buscaba a alguien así se lamentaba que no se pareciera en nada a aquel muchacho de Canto Bight.
Kira no podía amar. El amor le haría débil. El amor estaba sobreestimado, después de todo.
La pasión, en cambio, era un asunto totalmente diferente. No le interesaban los siths y su código, ella estaba por encima de toda esa charlatanería de Palpatine. Pero en algo tenían razón: no llegaría muy lejos albergando sentimientos románticos. ¿Qué le había dado el amor después de todo?
La Fuerza, ese maldito poder que era un gran don, pero también destruía todo lo que amaba. La Fuerza, que le hacía tener visiones extrañas. La Fuerza tenía la culpa de todo.
Las peleas en su casa eran constantes, ella siempre era la causa. Sus padres le tenían miedo, le ocultaron su identidad y su potencial poder destructivo, le aislaron de todo para protegerla, pero no le enseñaron a enfrentar sus demonios. El día en que se enteró de que su abuelo era el villano más oscuro de toda la historia galáctica, armó una mochila con lo indispensable, robó una nave y se unió a la primera banda de criminales que se le cruzó en el camino. Cambió su nombre, su aspecto y su historia para siempre.
Al elegir entre querer a las personas o querer ser invencible, eligió lo segundo. Las primeras le harían daño, lo segundo le permitiría ser libre.
Trabajar para Qi'ra fue fácil. Su jefa tenía una tendencia similar a dejar caos a su paso, se llevaban muy bien. El Amanecer Carmesí no estaba en su mejor momento gracias a las gestiones de la Nueva República, pero eso no les impedía manejarse por el espacio a su antojo, esquivando sus radares y sobreviviendo en las sombras de los planetas del Borde Exterior.
De todas formas, sus padres habían desaparecido cuando ella quiso regresar. Palpatine los perseguía. Cuando Qi'ra no pudo protegerla, Rey huyó y se llevó a algunos caballeros como guardia personal. Después de eso, formar una banda de descastados fue más fácil de lo que imaginó. Ahora se daba cuenta de que había elegido a los más ineptos, pero no había reclutas mujeres en ese entonces. Se preguntó si eso habría hecho alguna diferencia.
—Una nave desconocida pide permiso para aterrizar. Tiene los códigos de acceso de los Caballeros —La General Tico le extendió un datapad con la información, sacándola de su ensimismamiento.
—Son ellos. Déjalos entrar —respondió Kira sin inmutarse. Estaba segura de que no era una trampa. Conociéndolos, era obvio que habían perdido al Buitre Nocturno otra vez y venían con una nave robada— ¿Algo más, Rose?
Su General titubeó un poco y se aclaró la garganta antes de continuar.
—Esta es la lista de denuncias por los delitos que han cometido este mes. Los he robado de la base de datos de la policía de Coruscant.
Kira suspiró resignada y leyó la información. A veces se sentía como la directora de una escuela para adolescentes. No tenía paciencia para aguantar tantas idioteces, ellos estaban fuera de control. Necesitaba alguna misión mortal para entretenerlos o acabarían con su plan si seguían llamando la atención de esa manera.
—Gracias. Hablaré con ellos en la sala del trono. Diles que me encuentren allí.
Kira abandonó el lugar hecha una furia. Robar armas para abastecer a un planeta oprimido por ex generales imperiales era una cosa honorable, atacar un cargamento de frutas de meiloorun que iba dirigido al Senado era incluso una declaración de rebeldía totalmente deliberado. Pero secuestrar a un fabricante de spotchka para quitarle los secretos de su elaboración a punta de guadaña era algo totalmente vergonzoso. La reputación de los Caballeros se estaba convirtiendo rápidamente en un catálogo completo de estupideces.
Esperó caminando de un lado a otro a que los culpables entraran. Iban a escucharla o los castigaría: nada de apuestas, nada de compañía, nada de porgs mascotas durante tres meses.
Como si no les importara en absoluto, los criminales entraron festejando sus aventuras, gritando y cantando, pero se detuvieron repentinamente al sentir el aura oscura que emanaba su líder.
—¿Se puede saber por qué robaron un disfraz de Hutt? —fue el saludo frío de Kira.
—Bueno, el motivo es complicado… —empezó uno de ellos.
—Ahórrate las excusas, Kuruk. No les saqué del Amanecer Carmesí para que hicieran tonterías. ¿Se puede saber qué hicieron con el Buitre Nocturno?
Kuruk se miró los pies y el resto de ellos se removió, incómodo. Ap´lek fue el primero en hablar a fuerza de los codazos que le propinó Ushar.
—Bueno, acerca de eso… verá…
—La otra Qi'ra no era tan despiadada… —murmuró Kuruk en un terrible intento de pasar desapercibido.
—Al menos tenía sentido del humor. ¿Recuerdas esa vez que subastó por ese contrabandista en carbonita? —Ushar empezó a reír con un sonido metálico.
—¡Ya basta! ¿Dónde están los demás? —Kira notó que Vicrul y Trudgen no estaban con ellos.
—Tenemos algo para usted, Miladi —dijo Ap´lek y luego habló con sus compañeros por un comunicador—. Tráiganlo.
Los guerreros cargaban una bolsa pesada, o eso le pareció a Kira. Pero cuando la soltaron a sus pies se dio cuenta de su error. No era algo sino alguien. El hombre llevaba un traje de contrabandista, un bláster y el rostro cubierto por una capucha. Lo poco que vio de él le pareció escalofriantemente familiar.
—¿Qué les dije de traer cadáveres a mi nave?
—Sólo está inconsciente —Vicrul le quitó la capucha y Kira se quedó perpleja.
«Kriff. No puede ser...»
Por suerte nadie podía hacerse una idea de su rostro desencajado en esos momentos. Gracias a quien sea que tuvo la idea de usar un casco como parte de su uniforme diario, porque de otra manera no hubiera podido ocultar la sorpresa.
Tenía el cabello más largo y unos círculos oscuros debajo de los ojos, pero definitivamente era él. Pero se resistía a creerlo. Tal vez sus deseos habían manipulado a su propia mente con recuerdos falsos. Tenía que asegurarse.
—Su nombre es Kylo y quiere unirse a nosotros —explicó Ap'lek—. Pero yo creo que es una sucia rata womp espía de la Nueva República y que quiere destruirnos.
—Solicito permiso para quedarme con sus ojos cuando acabe con él —interrumpió Trudgen— se veían bonitos en Varnak, un tono de ámbar que no he visto en mucho tiempo…
—¡Yo quiero su bláster!
—¿Cómo es que sigue armado? Vic, tenías una sola cosa que hacer, ¡Una sola!
Todos empezaron a hablar al mismo tiempo mientras Kira se escabullía para tomar asiento. La impresión había acabado con sus defensas y por suerte nadie parecía notarlo.
El prisionero empezó a toser y a despertarse, notando que llevaba las manos atadas en la espalda. Abrió los ojos poco a poco, tratando de que las cuatro figuras en el trono se fundieran en una sola. El mareo era terrible, pero sabía cómo superarlo porque había soportado resacas peores. Sin embargo, algo se sentía diferente. La figura enmascarada frente a él no se movía y los caballeros seguían peleando y gritando detrás de él. Con mucha dificultad logró arrodillarse justo cuando ella se acercaba.
Debía ser ella, su líder. La famosa Kira Ren.
—Libéralo —ordenó Kira bajando del trono. Alguien le quitó las esposas que cayeron al suelo con un ruido estrepitoso
—No creo que sea buena idea, él tiene… —intervino Kuruk, pero Kira no le hizo caso.
—De pie. Quítate la camisa.
—Vaya, no es la clase de ritual que esperaba… mucho menos con tanta gente mirando…
—Haz lo que digo.
Él se puso de pie con agilidad felina y comprobó que era más alto. «Es sólo una niña» pensó.
—Tendrá que hacerlo usted misma.
Quedarse sin aire no era nada gracioso. Él hubiera podido evitarlo, en cambio decidió provocarla. Luke le había entrenado para muchas cosas, aunque había olvidado ese detalle tan importante de que a los fanáticos del lado Oscuro les encantaba ahogar gente con la Fuerza. Kira no era la excepción.
—No lo volveré a pedir —dijo ella, arrojándolo al suelo unos instantes después, cuando él empezaba a perder el conocimiento de nuevo.
—¡Bien! Sólo porque lo pidió tan amablemente —jadeó él y empezó a abrir los botones.
La verdad se presentó ante ella en forma de un tatuaje de porg cerca de su cadera.
«Es él. »
—Cardo —llamó ella, reuniendo lo poco de estabilidad emocional que le quedaba.
—Sí, miladi —el sexto caballero apareció desde algún lugar, listo para obedecer órdenes.
Ben soltó un quejido de sorpresa.
—¿Cómo que Cardo? Me dijeron que estaba muerto.
—Jamás te dijimos eso…—murmuró Vicrul a sus espaldas—. Su castigo fue limpiar los baños de la nave, eso es todo...
—¡Silencio! —gritó Kira—. Tráiganle ropa decente. Denle de comer. Lo pondremos a prueba mañana.
—¿Con quién luchará?
—Yo seré su oponente.
Los caballeros murmuraron en aprobación y festejaron, prometiendo apostar más tarde a qué parte de su anatomía iba a perder Kylo primero.
—¿Y si no quiero pelear?
Kira lo ignoró. Era lo mejor que podía hacer. Ignorar esos ojos y esa boca, esas manos que tanto placer podían dar...
—El ganador tiene derecho a reclamar cualquier cosa que quiera de su oponente. Así que, si quieres ser uno de nosotros, deberás derrotarme primero.
Así es, lo que mejor que se le ocurría en esos momentos era un combate mortal. Típico de ella. Aunque cualquiera fuera el resultado, Kira quería quedarse con él... suponía que sería digno de ocupar el puesto de cualquiera de sus caballeros, pero eso no era correcto. Ella quería algo más de él. Lo quería para ella. La idea de tener una mascota le hacía sentir agradables oleadas de excitación en el cuerpo.
—¿Por qué a todos ustedes les gusta tanto pelear? Hay otras cosas que podemos hacer, como el sabbac… No sabes jugar, ¿verdad? —Ben interpretó su inexpresivo silencio como una negativa—. Olvídalo ¿Qué pedirás tú si ganas?
—¿Si, gano? ¿Tienes alguna duda? —Kira lo miró de arriba a abajo—. Eres mío ahora.
—¿Significa que pasé el examen?
Por la Fuerza. Seguía siendo aquel chico ingenuo de antes.
—Significa que puedo hacer contigo lo que me venga en gana.
—Pero ¿Ya soy un caballero de Ren?
—No.
Él parecía decepcionado.
—¿Qué hacemos con él? —preguntó Ap´lek.
Kira tenía que arreglar unos asuntos antes. No era tonta, Ben no venía a recuperar su nave. Algo le decía que él estaba fingiendo porque nunca fue bueno para mentir. Tenía que averiguarlo cuanto antes. Pero no sabía qué cosas podía revelar él cuando se quitara la máscara. ¿Acaso la reconocería? Probablemente no. Pero tenía que asegurarse de hacerlo en privado.
—Llévenlo a mis cuarteles.
Ben terminó inconsciente por segunda vez en el día, con un nuevo golpe y muchas dudas para acrecentar su colección.
