*Nightwatcher* es el nombre elegido para la nave de Kira según la encuesta de Twitter. ¡Muchas gracias por ayudarme con eso!
*Hay una referencia a Piratas del Caribe porque hoy me he sentido muy nostálgica y esto es como una historia de Piratas espaciales (¿No lo es todo Star Wars, acaso?)
Puede parecer que el interrogatorio de Kira se pone intenso por momentos pero traté de que no fuera tan oscuro. Las bromas y el sarcasmo le han quitado un poco de seriedad al asunto y todo es consensuado entre ellos, no se preocupen.
Sé que dije que serían sólo tres capítulos, pero... En fin, ¡La buena noticia es que hay más Caballeros de Ren en el próximo!
¡Muchas gracias por leer y nos vemos en el final!
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25 DBY, Coruscant (hogar de Leia)
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—Tienes que entrar en razón, hijo. No puedo ocuparme de tus desastres ahora que el enemigo está recuperando fuerzas. El senado está dividido y aprovechará cualquier cosa que pueda para usarla en contra de los populistas...
A Ben aún le dolía la cabeza mientras miraba la pintura de su madre en el departamento de Coruscant sin entender realmente qué tenía de fascinante el arte de Gatalenta. Era imposible no fijarse en esas pinceladas rojas y furiosas en medio de la habitación gris y blanca, aunque podía decirse que era una representación bastante adecuada para su caótica vida en contraste con lo pacífica que debería ser. O lo que su madre pensaba que debía ser.
Leia le había pedido una reunión urgente, así que el asunto del robo de Grymtaash había llegado a sus oídos. Ben sospechaba que Poe le había llevado el cuento, ya se las arreglaría con él. Aunque se trataba de la primera audiencia que tenía con su madre en meses, así que tal vez tendría que agradecerle por conseguirle algo de tiempo de su ocupada agenda, después de todo.
Se removió incómodo en el amplio sillón, sintiendo que tenía otra vez diez años y acababa de hacer alguna travesura, como robar la cajita musical del tesoro de Birren con el mensaje de su abuelo Bail Organa. Ben pensó en ese entonces que no tenía la culpa de que los adultos hicieran esa clase de tonterías como esconder secretos de alto riesgo galáctico en artefactos inocentes, pero de alguna manera ahora se sentía peor que cuando se enteró de que Darth Vader era su verdadero abuelo.
Pero ahora, tantos años después, no podía quitarse la sensación. No había hecho nada malo dejando que sus impulsos tomaran el control, ¿verdad? Sólo estaba divirtiéndose antes de tomar decisiones importantes, porque él no vivía en los tiempos turbulentos que ponían a prueba el temple de los verdaderos héroes ni le entusiasmaba la idea de convertirse en uno. No sucedía nada emocionante en la Nueva República y mucho menos en Coruscant. No en los barrios altos, por lo menos.
Había cometido un error, eso era cierto. Pero no sería el primero ni el último en dejarse engañar por una cara bonita. Aunque esa no fue la versión que le contó a su madre, principalmente por dos motivos: uno era su orgullo y el segundo era su amnesia.
Su mente era un mosaico de sonidos y colores cuando intentaba recordar a la chica. Cada vez que hacía un esfuerzo, se perdía en un laberinto de confusión en el que solamente persistía una fragancia inconfundible a Millaflower del jardín de su abuela en Naboo, y un nombre que jamás olvidaría.
Rey.
Su cuerpo reaccionaba por la memoria de sus besos y sus caricias en su piel, no le quedaban dudas de lo que habían compartido, tan glorioso que sería incapaz siquiera de soñar algo como eso. Sintió que las mejillas ardían, pero evitó seguir el tren de sus pensamientos porque eso despertaría partes de su anatomía que difícilmente podrían disimularse con esos pantalones tan ajustados.
—Deberías estar avergonzado. Haces muy bien en sonrojarte, Ben. ¿Qué hacías en Canto Bight? ¿No deberías estar en Theron con tu padre?
Ben abrió la boca, pero no dijo nada. No quería explicarle a su madre que además de su nave, le habían quitado algo más especial. Algo que él entregó con gusto, claro.
—Es hora de que consigas un trabajo. Uno real —continuó Leia, ignorando su silencio.
—Pero ya tengo un trabajo, madre —respondió finalmente él. Después de todo, aún le quedaba una pizca de dignidad para defender. Una porción muy pequeña.
—Ser contrabandista no es un trabajo, Ben.
—En realidad lo es. Papá aún lo hace... Digo, lo hacía cuando se conocieron… —se detuvo por la mirada asesina de su madre—. Bien. Entiendo el punto.
Leia soltó un largo suspiro de frustración.
—Sé que no te interesa el Senado. No te culpo. Fue un error pensar que seguirías mis pasos, o los de tu abuela —la mujer se sentó al lado de su hijo y le tomó las manos con cariño, suavizando su tono de voz—. Aún eres muy joven y me cuesta entender que no eres igual a mí, pero creo que es el momento de que descubras qué es lo que te apasiona para ir en busca de ello.
Al joven nada le apasionaba más en ese instante que la sensación de volver a sentir los labios de la chica de Canto Bight sobre los suyos para recuperar parte de sus recuerdos fragmentados y crear algunos nuevos. Pensó en un par de ojos verdes y una naricita respingona salpicada de pecas que volvían a aparecer en sus pechos perfectos…
Leia apartó las manos de repente, asustada por una extraña perturbación de la Fuerza que parecía emanar de Ben. Lejos estaba de adivinar la naturaleza de las imágenes que desfilaban por la mente de su hijo, y confundió el estado de arrebato erótico con un designio del Lado Oscuro.
—Te enviaré un tiempo con Luke. Tu padre está de acuerdo. Por fin.
Leia añadió lo último poniendo los ojos en blanco. La protesta de su hijo no se hizo esperar.
—¡Ni hablar! Ya sabes que no quiero tener nada que ver con la Fuerza y no soportaría el clima de Yavin IV, llueve demasiado...
—Luke está en Ahch-To.
—Da igual. No me gustan los porgs... —mintió él, sintiendo que otra pieza del rompecabezas se le aparecía en la punta de la lengua, disolviéndose con el discurso de su madre. ¿Qué tenían que ver los porgs con el asunto? ¿Por qué de repente eran tan importantes en su vida?
«A Rey le gustan los porgs.»
—Hijo —Leia se acercó de nuevo y colocó una mano sobre su mejilla—. Sabes que necesitas ayuda. Tienes un gran poder y te niegas a usarlo. Sé que tienes miedo de quién eres, pero no deberías. No vas a convertirte en algo monstruoso porque nos tienes a nosotros para ayudarte.
Ben dudó unos instantes acerca de su definición de "tener" pero accedió a escuchar a su madre.
—Sé que no ha sido fácil desde que la Galaxia supo lo de mi padre. Luke tuvo que esconderse y se ha quedado sin alumnos. El Senado es una bomba de tiempo, pero aún tengo cosas que hacer aquí. Tu padre se refugia en lo que sabe hacer mejor, pero no creas que no estamos preocupados por ti.
—Estoy bien así, madre. Yo no me meto con la Fuerza y la Fuerza no se mete conmigo.
Y era cierto. Ben no quería lidiar con su legado. Aprendió a ignorar las voces tenebrosas silenciando sus propios poderes, hasta el punto de convencerse de que la Fuerza se había saltado una generación. Todo iba bien excepto por el pequeño detalle de que tampoco podía defenderse si alguien usaba trucos mentales con él.
¿Acaso Rey era sensible a la Fuerza? No. De ninguna manera. Seguramente ella le había golpeado en la cabeza con algo. No existía otra explicación.
«¿O sí?»
—Piensa en las ventajas de aprender a controlar un poder como el tuyo, el bien que podrías hacer.
—No quiero ser un Jedi. No quiero ir por ahí con cara de aburrido diciéndole a todo el mundo lo que tiene que hacer.
—¿Eso es lo que crees que significa?
—Es lo que hace Luke.
Leia se puso de pie y se dirigió a la ventana. El día se convertía en noche poco a poco mientras las naves continuaban volando de un lado a otro sin alterar sus rutinas. Miró a su hijo, tan obstinado como ella a esa edad, tan solitario a pesar de estar rodeado de gente. Pero no existía en él esa clase de orgullo por demostrar su valor, por hacerse notar. Lo que le ocurría era algo completamente diferente.
Su hijo estaba enamorado.
Lo supo en cuanto Poe le contó que habían extraviado a Ben apenas se fijó en aquella chica, era la primera vez que le veía tan interesado en alguien. No hizo falta demasiado para que uniera los puntos.
—Esos recuerdos que buscas… Luke puede enseñarte a recuperarlos.
Ben levantó la vista de la alfombra de flex y se fijó en su madre con interés.
—¿Cómo?
—Es posible alterar la memoria con algunas habilidades de la Fuerza. Si te concentras lo suficiente incluso podrías rastrear personas o tener visiones —Leia le guiñó un ojo—. No todo es tan aburrido como parece, ¿verdad?
Ben se permitió considerar la posibilidad, pensando en la única utilidad que semejante talento le podría dar.
—¿Podría rastrear a otros seres sensibles a la Fuerza?
—Por supuesto.
Si lograba su cometido, podría invitar a su dulce ladrona a una cita como corresponde, incluso fantaseaba con la idea de preguntarle si quería ser su novia. Todo eso, por supuesto, después de recuperar a Grymtaash. Le perdonaría esa fechoría, después de todo, él también habitaba en la zona gris de la legalidad. Y si ella tenía poderes como el suyo… bueno, ya se fijaría en explorar la categoría de uso inapropiado de la Fuerza, si es que ella lo deseaba tanto como él.
No era una idea tan mala.
—Luke no me aceptará ahora. Llego al menos quince años tarde...
—Eso déjamelo a mí.
Leia sonrió satisfecha, sin sospechar que acababa de mover una pieza importante en el tablero galáctico. Al menos con ese pequeño cambio de planes, Ben encontraría algo que hacer con su destino y ella tendría la posibilidad de heredar los vestidos de Padmé a alguna de sus futuras nietas.
…
30 DBY, Nightwatcher (nave de Kira)
...
Ben abrió los ojos de repente, acostumbrado a recuperarse del efecto de los golpes de Ushar cada vez más rápido. Si es que lograba volver a hablar con el sujeto, le diría un par de cosas. Se estaba conteniendo por el bien de la misión, de otra forma ya le habría desmayado con la Fuerza. Lo único que podía herir era el orgullo del guerrero, ya que debía mantenerlo con vida hasta asegurarse de que todo marchaba según el plan.
Aunque en este punto, ya no estaba seguro de eso.
Los huesos de su espalda crujieron en protesta cuando intentó levantarse. Al parecer estaba tendido en una cama suave pero la forma en que lo habían atado le imposibilitaba una huida rápida. De nuevo le habían atado las manos detrás de la espalda y, como si esto fuera poco, también las piernas.
Estaba en los cuarteles de Kira, no tenía dudas. Las lámparas en la pared apenas iluminaban más allá de unos metros como si ella quisiera ahorrar energía o aparentar misterio. Quizás las dos cosas, Ben no podía decidirse. No existía ningún detalle superfluo, no había espejos ni tocadores. Era lógico, considerando que ella usaba máscara y probablemente no tenía ni un mechón de cabello que peinar. Un gabinete vidriado exponía una serie de cuchillos, pero estaba lo suficientemente lejos de él como para quedar descartado. Por otro lado, ¿para qué iban a servirle contra unas esposas paralizantes? La Fuerza era una aliada bastante inútil en un caso como el suyo.
En un rincón había una bandeja con comida y bebida que hizo que le rugiera el estómago, después de todo quién sabe cuánto tiempo llevaba sin echarse algo más que unos cuántos tragos de alcohol. Supuso que era parte de la tortura dejar el manjar fuera de su alcance, o los Caballeros eran tan tontos como para olvidar que seguía esposado. Ni siquiera se habían molestado en devolverle su camisa, era obvio que no iba a recuperar su bláster ni su chaqueta, por eso se maravilló de conservar sus pantalones y sus botas.
«Que mal que el mito no es cierto. Ella no duerme con un puñal debajo de la almohada.»
Comprobó que no tenía ningún objeto filoso a mano para cortar las correas de cuero de sus piernas. En fin, las ablandaría con su inagotable voluntad. Sin embargo, después de forcejear media hora sin resultados, soltó un suspiro de exasperación y hundió la cabeza en la almohada para gritar una larga serie de insultos galácticos que su tío y su madre jamás aprobarían. Bueno, tal vez Leia sí.
«¿Que kriff…?»
La esencia del Millaflower en las sábanas le aturdió los sentidos y aceleró su pulso. De todos los perfumes del universo, ¿Por qué Kira tenía que usar el mismo que ella? No era el momento de recordar el pasado, aunque le hubiera gustado volver unos cuántos días atrás para decirle a su tío que se metiera la misión por donde no le entraba la luz.
Intentó serenarse, respiró de nuevo, una y otra vez hasta calmarse. No debía oír ese tipo de pensamientos que le arrojaban en los brazos abiertos de la ira. Aunque nadie le había advertido sobre la frustración ni en qué lugar del espectro de la Fuerza podía ubicarla. Decididamente, no en el de la Luz.
Todo este asunto del secuestro se trataba de un simple inconveniente, un pequeño desvío en la única misión que le importaba realmente, aquella que llevaba cinco años tratando de cumplir. Localizaría a Rey al terminar con este trabajo, estaba muy cerca de lograrlo, podía sentirlo. Ni Kira Ren, ni su abuelo dramático, ni su tripulación de vagos, ni todos los siths de la galaxia le impedirían encontrar a su dulce ladrona de Canto Bight. Probablemente renunciaría a ser un Jedi, pero mientras tanto utilizaría sus poderes. Lo consideraba una especie de compensación por aguantar a su tío tantos años.
«¡A la porra con todo, me largo de aquí!»
Se sentó sobre la cama con la idea de ir saltando hasta la puerta. En su mente le parecía mucho menos ridículo y cien por ciento efectivo, pero podría tropezar y no estaba de humor para más golpes, así que lo pensó mejor y rodó sobre un costado para caer sobre el frío piso de duracero. No era nada glamoroso arrastrarse hasta el conducto de respiración como si fuera una babosa, pero no iba a quedarse de brazos cruzados tampoco. O en su caso, de brazos atados. Con suerte encontraría algo filoso por ahí.
Así lo encontró Kira cuando la puerta se abrió: a medio camino entre su salvación y una pésima idea.
Desde esa perspectiva Ben podía ver sus piernas que parecían no tener fin, enfundadas en un pantalón negro y ajustado con botas de tacón altas hasta la rodilla. Si no hubiera estado tan enojado con ella, podría incluso haber reconocido que le gustaba lo que veía.
—¿Nos dejas tan pronto, Kylo?
El énfasis que puso ella al mencionar su nombre le erizó el cabello de la nuca. Era una pena que su fachada cediera tan fácilmente, con todo el trabajo que le había dado pensar en una identidad falsa.
—Sólo comprobaba que tus droides de limpieza no te estuvieran estafando –Ben se incorporó hasta quedar sentado y estiró la cabeza con toda la dignidad que pudo.
Kira pasó caminando a su lado, esquivando sus piernas con elegantes zancadas, y se dirigió a un sillón carmesí que había en un extremo. Ben giró la cabeza para seguir sus movimientos, notando que ella se llevaba las manos a la cabeza para quitarse el casco. Estaba de espaldas, muy lejos y envuelta en las sombras. Se cubrió el rostro con un velo de encaje inmediatamente después de eso y se sentó, cruzando las piernas.
—¿Así es como tratas a todos los candidatos? ¿Los traes a tus cuarteles y los atas a tu cama?
—Sólo a los sospechosos —Respondió ella con firmeza, aflojando las correas de sus piernas utilizando su poder y sin moverse de su sitio.
Era la primera vez que Ben escuchaba su voz sin el modulador de su máscara y sonaba bastante diferente a cualquier cosa que hubiera imaginado. Algo en ella intentaba abrirse paso en su mente, no alcanzaba a darse cuenta de qué era, como si se tratara de algo que hubiese olvidado.
—Gracias, pero creo que te faltaron estas —Él señaló sus esposas mientras se ponía de pie, pero Kira le obligó a permanecer sentado extendiendo su mano enguantada hacia él.
—No, aún no. Primero responderás a mis preguntas.
—He tenido peores entrevistas de trabajo que esto, ¿puedo al menos sentarme o mi perspectiva desde el suelo es excluyente? —masculló él, con la mejilla dolorida y su orgullo un poco herido.
—Eres mi huésped. Puedes ponerte cómodo —Kira señaló en dirección a su cama y Ben se dejó caer rendido con un suspiro.
—¿Qué quieres saber?
Kira elevó el mentón con habilidad, sin que se resbalara su capa. Cruzó los dedos con elegancia sobre sus piernas y comenzó a interrogarlo.
—¿Por qué estás aquí?
—No acostumbro a confesarme con gente que no tiene el valor de mostrar su rostro.
La risa de Kira fue espontánea, a Ben le sorprendió notar que realmente le causaba gracia y que no estaba fingiendo. Por algún motivo no le gustó lo contento que le hacía sentir eso a él.
—¿Qué crees que vas a ver? ¿Un rostro desfigurado, como dicen los rumores? ¿Cambiaría en algo lo que piensas de mí?
—Mira, si te preocupa lo que piensen los demás de tu apariencia… puedes invitarlos a pasar un día contigo y verán lo adorable que eres. Por dentro.
Kira se echó a reír de nuevo, Ben se sentía mareado. ¿Acaso le estaba arrojando algún hechizo? Sí, seguro que eso era. Un hechizo sith.
—Admiro tu valiente sentido del humor, pero no te sacará de ésta. Conozco tu verdadero nombre, Ben Solo. Sé exactamente quién eres.
Ben chasqueó la lengua, fingiendo desilusión.
—Ow. Qué pena. Me gustó ser Kylo Ren durante el corto tiempo que duró...
—Lo volveré a preguntar y esta vez vas a decirme la verdad. ¿Por qué estás aquí?
—Digamos que tengo parientes muy insistentes que dan consejos muy malos —se encogió de hombros.
—Tu madre es una senadora de la Nueva República y tu padre un ex General de la Guerra contra el Imperio.
—Sé lo que piensas, cariño. Pero jamás dejaría que ellos te intimiden en una reunión familiar…
Kira estaba decidida a ignorar su sarcasmo y Ben sabía que jugaba con fuego. Por alguna razón sentía que ese no era un interrogatorio normal.
—Tu tío es el único Jedi con vida —continuó ella—. Su Orden es anticuada y no le importa a nadie.
—No puedo refutar eso —murmuró Ben.
—Ap'Lek dice que eres sensible a la Fuerza. Que salvaste sus vidas allá y que eres bastante poderoso.
—No lo suficiente para tus sogas, al parecer.
—¿Entonces, ¿qué eres exactamente?
—La mayor parte del tiempo, una completa decepción. Según mi tío, no tengo material para ser un Jedi y mi madre cree que sería un pésimo senador.
—¿En serio deseas ser un Jedi? —su voz burlona sonó bastante aguda, ansiosa—. No sabía que Skywalker admitiera alumnos de edad avanzada y con… prontuarios como los tuyos.
—En primer lugar, veo que has investigado. En segundo, es mi privilegio por ser nieto de Darth Vader. Y en tercero, no soy tan viejo.
Kira soltó una tosecilla incómoda.
—Oh… es cierto. El lado Oscuro está en tu naturaleza. Cómo pude olvidar a tu abuelo.
—Sí, pero no deberías hacerte ilusiones, cariño, porque tengo cosas más importantes de las que ocuparme.
—Mi nombre es Kira, no cariño.
Kira se puso de pie rápidamente y empezó a caminar de un lado al otro. Ben la seguía con la mirada sin entender por qué de repente parecía una impostora y no un ejemplo de maldad. La emperatriz parecía distraída.
—No sé qué estás tramando, pero no te saldrás con la tuya. Esto no es un juego. Hacemos cosas serias aquí.
—Lo imaginé mientras tus caballeros llenaban las bodegas de spotchka después de robarme la nave.
—Al parecer eso se está convirtiendo en un patrón —murmuró ella, pensando que él no iba a escuchar, pero Ben estaba perplejo.
—¿Qué quieres decir?
Ella ignoró su pregunta por completo.
—¿Cómo supiste dónde encontrarlos? ¿Quién te dijo que estarían en Varnak? —Kira se detuvo de repente, aún envuelta en las sombras de su misteriosa identidad.
—Tus caballeros no son muy discretos. En Coruscant no se habla de otra cosa, los senadores no están felices por la abstinencia de Meiloorun… —Kira odiaba cada segundo de tener que darle la razón, Ben lo supo por la forma en que se crispaban sus manos. Pero poniéndose en su lugar, comprendía que no debía de ser nada fácil estar rodeada de una tripulación de ineptos como ellos y se compadeció de ella—. Hay un espía —confesó al cabo de unos segundos.
—Ah... sí. Ya lo sabía...—respondió ella, relajándose un poco, retrocediendo—. Es ese teniente pelirrojo que coquetea con mi General. ¿Estoy en lo cierto?
Ben asintió en silencio. No es como si no le preocupara entregar a su informante, Rubí tenía sus propios planes y siempre caía bien parado como un gato. Con lo poco que le conocía podía asegurar que ya tenía un pie en alguna cápsula de escape mientras hablaban.
—Pero ¿Por qué?
—¿Por qué hay espías en tu organización? Creo que no les pagas lo suficiente.
—Solo. Se me acaba la paciencia. No me obligues a lastimarte.
—Lo sé, casi me convences con tu número de asfixia. No fue divertido —y luego agregó, refiriéndose al espía—. Está enamorado, no seas ruda con él. La gente hace cosas tontas cuando está enamorada.
—Lo que haga con él no es asunto tuyo. ¿Y desde cuándo un Jedi me dice lo que tengo que hacer? —se enfureció ella.
—No soy un… —comenzó él, pero ella no prestaba atención.
—Además, el amor es para los débiles —interrumpió ella instantáneamente, sin dirigirse a nadie en particular—. Solamente trae dolor y miseria. Está totalmente sobrevalorado por culpa de esos holodramas. No existe tal cosa como el amor verdadero, las díadas y toda esa cursilería.
—Fiuu… —Ben soltó un largo silbido—. Alguien debe haberte lastimado mucho para que pienses eso.
—¿Se supone que debo recibir lecciones morales de ti, entre todas las personas? ¡Nada menos que un Jedi! —Exclamó, sumamente ofendida. Ben puso los ojos en blanco, sin ganas de explicarle de nuevo la diferencia entre un Jedi y él—. Ustedes no forman vínculos porque eso les aleja de sus honorables propósitos y les arroja al Lado Oscuro ¡Secuestran niños y después soy yo la malvada…!
—Mmm
—¿Qué? —Kira detuvo su enumeración de odio Jedi.
—Nada…
—Ya suéltalo, Solo. No tengo todo el día.
—Nadie dice que no podemos amar. ¿Cómo crees que los midiclorianos hubieran sobrevivido tantos años si los jedis no hubiesen tenido hijos? Es cierto que hay un código, pero es más como una guía… no son reglas de verdad.
—No vas a convencerme —ella se cruzó de brazos, Ben pudo imaginar sus labios fruncidos en un gesto de disgusto.
—No quiero hacerlo, pero no puedo creer que tú, de entre todas las almas de esta galaxia, nunca te hayas enamorado, Kira.
No pretendía ser cruel, pero sus palabras le habían hecho daño de una forma que Ben no comprendía. Estaba arriesgando su vida por una corazonada que comenzaba a expandirse en su mente y acababa con los últimos obstáculos de conciencia que le quedaban, pero aún no podía creer que no se tratara de meras coincidencias.
—Tú. Amas a alguien —Ella habló después de una pausa que parecía sofocarlos a los dos. No era una pregunta sino una afirmación.
—Lo hago.
—Ya veo.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Ben, el aire se volvió helado. La mujer ante él se irguió y se volvió intimidante mientras volvía a alejarse de él. Su tono era gélido como una mañana en Hoth, seco como atardecer en Tatooine y peligroso como un río de Mustafar.
—¿Debo esperar un ataque? ¿Acaso vienen a buscarte tus amigos de la Nueva República? ¿tu novia?
Sin embargo, a Ben no se le escapó el leve temblor de su voz ante esta última palabra.
—Nadie vendrá a buscarme —se apresuró a responder—. Y no tengo novia. Ni novio. Estoy solo… ¡Soltero!
—No es asunto mío.
—Parecía que sí lo era, por la forma en que...
—¡Ya basta! —rugió ella—. ¿Quieres hacerme creer que eres su última esperanza? ¿Qué has arriesgado todo sin saber nada acerca de mí? ¿No sabes quién soy?
—Eres la nieta de Palpatine, pero tengo mis teorías.
—Ya veo. Y eso implica que soy un monstruo como él, ¿Verdad? Que soy despiadada y cruel, incapaz de amar a nadie…
—Yo no iría tan lejos…
—Una niña malcriada que manipula a todo el mundo para conseguir lo que quiere, un fenómeno, una aberración...
—Kira, espera…
—¡No sabes nada de mí! Las cosas que tuve que hacer. ¡Pero he sobrevivido y no fue gracias a ti!
Kira volvió sobre sus pasos en un frenesí y le colocó un dedo enguantado debajo de la barbilla, obligándole a mirarla a los ojos que apenas se veían como dos puntos brillantes debajo del intrincado encaje del velo.
En este punto Ben decidió que ya no tenía nada que perder. Sus viejos días de contrabandista le animaron a apostarlo todo. La esencia del Millaflower le envolvió, recordándole a esa chica que deseaba encontrar algún día. Kira y Rey tenían muchas cosas en común. Ambas iban directo al grano y sepultaban sus sentimientos con emociones intensas para disimular lo vulnerables que eran en realidad. Y tenían una tendencia a malinterpretar todo lo que él decía.
—Sé más de lo que crees.
—No soy una chica mala con buen corazón a la que puedas rescatar. No quisiera que te formes una idea equivocada, Solo.
—No es mi estilo hacer de caballero —respondió él con lentitud—. Me prometieron una recompensa por tu cabeza.
—¿La Nueva República?
Ben asintió, sin dejar de mirarla.
—Pero el plan ha cambiado.
—¿Vas a traicionarlos? ¿A tu propia familia? —se burló ella.
—Digamos que me gusta más como queda esa linda cabeza sobre tu cuello… lo poco que veo de ella.
Kira se alejó, sus manos temblaban un poco, aunque fue sólo un segundo.
—No confío en ti.
—¿Qué se supone que debo hacer para que lo hagas?
Ben percibió su incertidumbre, aunque no duró demasiado. Kira sabía exactamente lo que quería y él estaba dispuesto a aceptar el desafío.
—Espera aquí. Si te atreves a mirar, será lo último que veas.
«No es como si pudiera salir corriendo semidesnudo por la nave» pensó él, aguardando con paciencia y asintiendo con un suspiro entrecortado. El peligro era estimulante, pero se sentía a salvo, justo como aquella vez con Rey. No se maldijo por ser tan débil al hechizo de esta mujer porque no muy en el fondo sabía que su búsqueda estaba a punto de terminar. Sólo tenía que resistir un poco más.
La mujer rodeó la cama hasta quedar fuera de su campo de visión. A juzgar por el sonido, él imaginó que ella se estaba desvistiendo y una sensación de anhelo se instaló en su pecho para alojarse entre sus piernas. No se detuvo a analizarla, no podía hacerlo.
No quería hacerlo.
En su mente imaginó que Kira tenía ojos en forma de almendra y una nariz respingona. Era fácil creerlo cuando el perfume que le envolvía era el mismo de años atrás, el ritmo de los corazones latiendo en el mismo compás, la Fuerza zumbando alrededor de ellos como si tuvieran un lazo invisible.
Ben cerró los ojos cuando sintió que el peso del colchón se hundía detrás de él y el cuerpo cálido de Kira se presionaba contra su espalda desnuda. No llevaba armadura, sino una túnica ligera y vaporosa. Con las manos aún aprisionadas, no había mucho más que pudiera hacer, pero su entrenamiento finalmente le servía para algo útil porque podía percibir sin necesidad de usar los ojos.
—Creo que tu corazón es demasiado blando, Solo, y eso te lleva a cometer errores de juicio —ella habló casi en un susurro cerca de su oído y él no resistió el impulso de girar la cabeza.
Kira se lo impidió con una mano, sosteniendo firmemente su mandíbula, obligándole a fijar la vista al frente. El tacto sin guantes hizo que le ardiera la piel, la suavidad de sus dedos le confirmó sus sospechas.
—No sabía que mi corazón fuera un tema de discusión.
Kira soltó una risa mezclada con un suspiro que mantuvo a Ben con un pie al borde del abismo de la locura, los ojos casi vueltos hacia atrás por la ola de placer que le sacudió.
—Me interesan otras partes de tu cuerpo además de tu corazón.
Cuando las manos de ella bajaron por su pecho, Ben repasó los aburridos libros de historia de Naboo que conocía de memoria. Le estaba costando cada vez más concentrarse en mantener la calma, las batallas y las fechas no estaban colaborando. Su respiración se volvió cada vez más lenta y su pecho se cubrió de una fina capa de sudor. Las caricias provocaban deliciosos espasmos sobre su piel y él no pudo evitar soltar un gruñido grave cuando los labios de Kira se unieron al ataque, dejando besos ardientes en su cuello, en su espalda.
—No creo que te enseñen esto en tu Academia de Jedis.
—No creo que hayas aprendido eso en tu Academia de Siths. ¿Por qué no me desatas y lo averiguas?
—¿Por qué lo haría? Es más divertido así.
Ben gimió un poco cuando ella le mordió el lóbulo de la oreja.
—¿Es esta la famosa prueba que les haces a todos tus candidatos?
Las manos de ella se detuvieron de repente, muy cerca de su entrepierna inflamada. Ben hizo una mueca de decepción. Esta vez era su culpa por abrir la boca, pero le daría más tiempo para lo que tenía en mente.
—Es un nuevo método...
—¿Y cómo está resultando?
No le dio tiempo a contestar.
El sonido metálico de un clic y una pequeña luz verde interrumpió las exploraciones.
—Lo siento, cariño. Pero no es la primera vez que me ponen esposas como estas.
—¿Cómo…? —la joven no pudo terminar la frase.
En una jugada experta, Ben giró hasta quedar encima de ella, su cuerpo aprisionando contra el colchón. Con una de sus manos, ahora libres, sujetó las muñecas de Kira por encima de su cabeza y aprovechó su desorientación para descubrir el velo de su rostro con la otra.
—Dime, Rey... ¿Aún quieres ver mi tatuaje a la luz del día?
Ben entendió que de todas las posibles reacciones que alguien en su situación pudiera tener, sólo existía una respuesta correcta para él.
Podría enojarse luego, cuando se hubiera saciado de sus labios si es que eso alguna vez ocurría. Podría detallarle lo mucho que había sufrido por perder su Grymtaash en cuanto fijara en la memoria cada una de sus pecas y la forma en que sus ojos brillaban por la confusión. Ya tendrían tiempo para las explicaciones más tarde, después de que la delicada tregua se terminara y volvieran a ser enemigos, ahora lo único que le importaba era asegurarse de que no iba a perderla de vista, que sus besos seguían causándole el mismo efecto cautivador de cinco años atrás y que estaba en lo cierto en cada una de sus sospechas: ella tampoco le había olvidado.
Harían todo eso, disfrutando de recuperar el tiempo perdido, al menos hasta que Ushar golpeara la puerta con insistencia para avisarle a su Líder que la General Tico había escapado con un teniente y su gata.
