25 DBY en la nave de Qi'ra, El Vermillion
…
—No hay necesidad de huir, Rey. El pasado te alcanza tarde o temprano, créeme.
Lady Qi'ra estaba usando ese tono de voz que reservaba para un puñado de personas, aquellas que realmente le importaban. Hacía apenas unos meses que Rey formaba oficialmente parte del Amanecer Carmesí -al menos lo que quedaba operando de la organización después de la caída del Imperio- pero ya sentía un vínculo especial con esa mujer. Le admiraba profundamente y se esforzaba por demostrarle que sería digna de su confianza. Después de todo, sus orígenes no eran tan diferentes: Corellia y Jakku no habían sido demasiado amables con ellas.
Dentro del Vermillion reinaba una paz que nada tenía que ver con los revoltosos sentimientos en su interior porque Rey acababa de recibir noticias poco alentadoras de un contacto que le mantenía al tanto de la salud de su familia. Al parecer, habían abandonado su último escondite y su paradero actual era impreciso.
—No tengo otra opción. Si él encuentra a mis padres… tal vez ya sea demasiado tarde.
En la intimidad de la oficina de Lady Qi'ra, decorada con finos muebles de líneas elegantes y cómodas, ambas mujeres mantenían una conversación crucial. Aunque estaban en pleno espacio salvaje, ocultas de la vista de toda la galaxia, la estancia estaba iluminada como si fuera un día normal en Naboo. La joven jamás había estado en ese planeta, pero era fanática del perfume de sus Millaflowers, de la cual Qi'ra tenía una vasta provisión, obtenida seguramente en circunstancias dudosas.
La oportunidad de empezar de nuevo tenía sus beneficios, pero Rey aún tenía muchos fantasmas a cuestas. No se negaba a aceptar las misiones más peligrosas, los trabajos más arriesgados, cualquier cosa que le hiciera sentir que todo lo que había vivido antes de ese momento era la fantasía de alguien más, que no merecía segundas oportunidades por haber arruinado su vida justo en el instante en que nació por culpa de una cantidad absurda de midiclorianos en su sangre. Hubiera dado lo que no tenía por ser normal, aunque pensándolo bien, ser excepcional le ofrecía una lista extensa de aventuras que no conocería en la plácida vida arenosa de cualquier planeta aburrido del Borde Exterior.
—Palpatine es poderoso —Lady Qi'ra sirvió un poco de whisky corelliano en la copa de Rey—. Mientras la Nueva República se regocija pensando que ha acabado con él, tenemos pruebas de que no es verdad. Puede que el jedi se lleve el mérito de haber derrotado a Lord Vader, pero su Maestro sigue con vida. Lo sé.
Rey sintió un escalofrío atravesarle el cuerpo. Las redes clandestinas de información de la organización así lo aseguraban, y ella podía jurar que sus instintos se lo confirmaban. Tal vez era su parentesco con él, o quizás era la Fuerza, pero estaba aprendiendo a no ignorar las señales.
—La verdad es que he perdido su pista por completo. Pero las cosas han cambiado —La mujer apuró un trago y lo saboreó con elegancia unos instantes antes de continuar—. La balanza se inclina ahora a nuestro favor. Tú tienes algo que él no posee. Algo que él jamás tendrá.
—Tengo su poder —replicó Rey.
—Oh mi niña, tienes mucho más que eso. Tienes agallas. ¿Dónde está ese viejo ahora que Vader murió? Escondido y débil, sin sucesores para su legado. Podrías haberte escondido como tus padres, pero sólo sería una solución temporal.
—Es por eso que no descansará hasta encontrarme. Puede reclutar seguidores del Imperio en cualquier parte, incluso en el Senado.
—Y esa es la razón por la cual debes acabar con él. Es el momento perfecto para que elimines lo único que te impide ser libre. Palpatine debe morir para que tú tengas un futuro.
Era bastante tentador. Pero ¿cómo se enfrentaría alguien como ella a un ser inmortal, que había aniquilado tantas vidas con un chasquido de sus dedos, que había doblegado las voluntades más firmes con una simple mirada?
—¿Qué es lo que propones? ¿Buscar a ese Skywalker para que me convierta en Jedi? ¿Viajar a Dathomir para entrenarme con las brujas?
Qi'ra suspiró y negó con la cabeza. Luego le regaló una amplia sonrisa casi maternal y cariñosa, como si estuviera reprendiendo a una niña pequeña.
—No existe tal cosa como el bien o el mal. Al final del día sólo necesitas ser fiel a ti misma. Da igual si eres emperatriz o esclava. Pero si tienes poder y control sobre tus dones, puedes conseguir más rápido eso que deseas.
—Eso me convierte en alguien malvado y un poco egoísta. —Rey hizo una mueca, pero en el fondo le parecía adecuado para alguien como ella. En realidad, le gustaba cómo sonaba. Después de todo, el destino de la Galaxia no le importaba tanto como el suyo y no le debía nada a nadie, pero no tenía intenciones de convertirse en una villana así porque sí.
—Si fueras malvada, no te hubieras preocupado por tus padres en primer lugar —respondió Qi'ra con suavidad—. Ninguno de nosotros es bueno, algunos incluso somos peores de lo que te imaginas… pero nos une un enemigo en común.
Rey soltó un respingo de frustración que a Qi'ra no se le pasó por alto.
—Puedo ayudarte, entrenar tu cuerpo, endurecer tu corazón. Puedo enseñarte a luchar, a defenderte, a manipular a otros si es necesario. Pero cuando te enfrentes a él, lo harás por tu cuenta.
La joven se apoyó sobre sus codos como quien está a punto de escuchar un relato fascinante. Lady Qi'ra era la mujer más extraordinaria que conocía, la única que había enfrentado a Lord Vader sin ser usuaria de la Fuerza, valiéndose únicamente de sus espadas y sus trucos. Cualquier entrenamiento o consejo que ella pudiera darle sería infinitamente valioso y apreciado.
—Los jedis, los siths… todo eso es historia antigua. Deja morir ese pasado. Suéltalo. Puedes tener la vida que quieras si te conviertes en alguien nuevo.
La idea de ser quien ella quisiera le produjo miedo y emoción. Sin legados, sin expectativas. Sólo alguien que buscaba su lugar en ese mundo.
—Enfrenta tus miedos. Construye una nueva vida con tus fortalezas, no intentes cambiar lo que ya sucedió ni repetir los errores de los que te antecedieron. Serás invencible. Tendrás la galaxia a tus pies.
—No quiero tener la galaxia a mis pies —respondió finalmente—. Tampoco quiero tener nada que ver con la Fuerza —Rey se mordió los labios. La última vez no resultó muy bien con ese chico de Canto Bight, porque no estaba segura de haber logrado borrarle la memoria de manera exitosa. Al menos su jefa no se enteraría del desastre que había dejado atrás porque no podía leer mentes.
—Tampoco serías feliz con una vida ordinaria, porque estás lejos de serlo. Eres especial. Y no lo digo porque seas sensible a la Fuerza. Algo grande te espera, querida. O tal vez alguien.
La mujer le miró con un brillo travieso en los ojos, Rey casi podría haber jurado que Rose Tico le había ido con el chisme de su última aventura. Era eso o el hecho de que a Qi'ra no se le escapaba nada. Rey puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza. Ya se ocuparía de tener una charla con Rose más tarde.
—Puedo hacerlo sola. Cuando llegue el momento, me enfrentaré a él y lo destrozaré. —El énfasis de sus propias palabras le hizo sentir mejor. Estaba segura de que iba a lograrlo algún día y sin ayuda de nadie.
La sonrisa satisfecha de Qi'ra le infundió valor, pero la lástima que vio en sus ojos no fue fácil de aceptar.
—No estás sola, Rey. Es lógico pensar que hay otros como tú, personas que lucharán a tu lado sin dudarlo. Incluso los aliados menos pensados pueden ser útiles de vez en cuando. El Amanecer Carmesí seguirá operando entre las sombras, pero tú no tienes por qué ocultarte.
—¿Qué estás sugiriendo?
—He decidido tomar un descanso pronto. Quiero que tú asumas el control para crear algo nuevo. Es hora de que lo hagas. Confío en tu juicio.
«Finalmente. Así que eso era.» pensó ella.
Rey tenía la suficiente confianza como para bromear con su jefa y sospechaba que ese era el verdadero motivo de su entrevista. Qi'ra se veía bastante contenta a pesar de las lúgubres circunstancias y ella creía saber a qué se debía.
—¿Acaso todo esto tiene que ver con ese tal Ren que acaba de traer esos Corazones de Reina?
—Oh, no. Nada de hombres. Ya he tenido suficiente… Ren es simplemente un peón, lo necesito por sus caballeros, en realidad —Qi'ra sacudió una mano como si no le diera importancia, pero se ruborizó un poco—. Podrías aprender mucho de ellos, a pesar de que son puro músculo y nada de cerebro. Son bastante parecidos a una familia.
—Trabajo mejor sola —Rey se echó hacia atrás en el cómodo asiento, cuidando de no parecer demasiado soberbia ni desagradecida.
—Ya verás lo solitaria que es esta vida, si es que decides tomar lo que te ofrezco. Puedes tomar mi nombre también si quieres.
—Oh, no podría…
—Bueno, cambia algunas letras y quita algunas comillas… Realmente sería un honor que lo hagas —Lady Qi'ra le guiñó un ojo y se levantó, dando por concluida la reunión—. No tienes que darme una respuesta de inmediato, pero espero que sea pronto. Eres joven y estás ansiosa por probar tu valor, pero también tienes derecho a divertirte un poco.
Rey titubeó un momento antes de ponerse de pie para ser acompañada a la salida. Su mente era un torbellino de dudas que en gran parte no tenían que ver con la inminencia de su futuro en la organización criminal. Por alguna razón sentía que podría seguir adelante con el plan de su mentora si se despojaba de algunos lastres, y en ese momento no podía dejar de pensar en un par de bellos ojos color ámbar y un tatuaje de porg.
—Puedo saber... ¿Alguna vez te has enamorado? —la pregunta escapó de sus labios sin que pudiera evitarlo. El rostro de Qi'ra se relajó un poco y Rey notó otra faceta de ella que no conocía.
—Hace mucho tiempo, yo era muy joven. Lo dejé ir porque obstruía mi propósito y luego supe que una princesa pretenciosa se quedó con él. A diario pienso que podría haberle hecho un favor enorme a ella si lo mantenía congelado en carbonita...
—¿Carbonita?
—No importa —se echó a reír Qi'ra—. El bastardo siempre se salía con la suya. Aunque por un momento pensé que las cosas podían resultar entre nosotros, si no fuera por su tendencia a querer hacer siempre lo correcto a pesar de su naturaleza egoísta.
Rey pensó en Ben y en la forma en que se entregó sin conocer su identidad por completo, ansioso pero tierno, como si estuviera esperando por ella. Su corazón se saltó un latido mientras trataba de restarle importancia al asunto.
—¿Te arrepientes de haber elegido otro camino? Uno que te ha alejado del amor.
—No realmente —Qi'ra se encogió de hombros—. Pero debí robar su nave. Ese carguero es la mejor pieza de chatarra voladora de toda la galaxia… Tal vez algún día lo haga.
…
30 DBY, a bordo del Nightwatcher, en la puerta de los cuarteles de Kira
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Después de cuatro horas de guardia, Vicrul se había cansado de esperar. Normalmente soportaría días enteros junto a la puerta de su Líder porque había jurado protegerla con su propia vida, pero su instinto le aseguraba que no había nada que temer. El prisionero tenía el perfil de los candidatos que a ella le gustaban: ojos expresivos, espeso cabello negro, inclinación por el peligro. Él jamás juzgaría los gustos de Kira, pero no entendía por qué tanto alboroto.
Probablemente era el único tripulante de toda la nave que no estaba divirtiéndose en ese momento y a punto estuvo de abandonar su puesto cuando Ap´lek y Kuruk llegaron corriendo por el pasillo del ala oeste. Ushar y Trudgen venían del otro lado gritando algo sobre porgs extraviados y Cardo había cambiado los artículos de limpieza por sus cañones.
Vaya que era grave entonces.
—¿Creen que ella vuelva? —preguntó Vicrul al terminar de oír las malas nuevas sobre la desaparición de su General.
—Rose se llevó a los porgs. No va a volver. —Cardo tenía fama de no dar segundas oportunidades y de amar a las criaturas más que a los humanos.
—Al menos se llevaron también al demonio peludo. Mis alergias parecen haber terminado —Ushar estornudó debajo del casco, desmintiendo su teoría sobre los odiosos gatos de Lothal— ¡Kriffff!
—No entiendo qué le vio a ese paliducho. Con tantos prospectos atractivos aquí… —Kuruk sacudió la cabeza, decepcionado. Había coqueteado con Rose en el pasado y seguía enamorado de ella.
—El teniente Hux tenía unas patillas muy lindas… me hubiera gustado su cabello para mi colección. Tal vez ahora Lady Kira me deje cortar su… —Trudgen no pudo terminar de expresar su deseo de coleccionista porque fue interrumpido rudamente.
—¡Silencio! No puedo escuchar nada con todo ese parloteo —Ap´lek Apoyaba la cabeza contra el duracero de la puerta esperando escuchar algo de lo que ocurría del otro lado, sin éxito—. Debemos avisarle a Kira de inmediato. Ella sabrá qué hacer.
—No creo que sea un buen momento —Vicrul se mordió los labios debajo del casco y juntó sus manos detrás de la espalda. Sus compañeros le miraron con atención—. Ellos llevan horas encerrados allí sin hacer ruidos.
—¿Quieres decir que no escuchaste ninguna clase de grito? —preguntó Trudgen incrédulo—. Tal vez ella ha perdido el toque para torturar…
—Quizás golpeaste muy fuerte al prisionero y lo rompiste, Ushar.
—No tengo la culpa de que sea un debilucho —protestó, ofendido—¿Qué clase de nombre es Kylo, de todas formas? Estoy seguro de que es un impostor.
—Eso no importa ahora. No hay tiempo que perder —Ushar empezó a golpear la puerta mientras los demás seguían debatiendo, decidido a usar la fuerza antes que la tecnología de un intercomunicador.
—¿Crees que ella esté en peligro? —preguntó Kuruk, que era el más miedoso de todos.
—¿En peligro de estar encerrada con un hombre atractivo? No lo creo —Trudgen
—Me refiero a Rose. ¿Cómo pudo escapar con ese tal Hux? Quizás él la presionó…
—Las cámaras de seguridad sugieren que ella estaba muy segura de lo que hacía —intervino Cardo, para disgusto de Kuruk.
—Ellos hacían cosas frente a los porgs… pobres criaturas.
—¡Eres asqueroso, Ushar!
—Sólo se besaban, los he pillado un par de veces ¿Qué crees que estoy sugiriendo?
—Oh, claro eso…
—Esperen. Escucho algo…
Ap´lek se apartó de la puerta justo un segundo antes de que su Líder la abriera. Kira cerró la puerta detrás de ella y echó una mirada furibunda a sus caballeros. Pensó en Ben, su dulce Ben, que esperaba pacientemente en su cama a que continuaran sus negociaciones de rescate.
—¿Acaso no les he dicho cuáles son las verdaderas emergencias por las cuales deberían interrumpir?
El guerrero contó hasta tres con los dedos de la mano.
—Si la DarkNet confirma que Palpatine ha regresado, si Ross tiene esas botas de piel de Shata en rebaja, si los porgs se escapan del acuario…
—¿Y bien? ¿Qué puede ser más importante que eso? ¡Responde!
—Con todo respeto, milady. Estábamos preocupados por usted —Vicrul empujó a su compañero.
—Se los dije, Ella está perfectamente bien. Lo que no me explico es por qué no lleva su armadura —carraspeó Trudgen.
Kira recordó que apenas llevaba una túnica y se arrebujó con la tela de una capa para cubrirse un poco. Esperó cruzada de brazos a que ellos le explicaran los motivos de su interrupción mientras su disgusto iba en aumento. Se le cruzó por la mente que Ben tenía algo que ver con el asunto o era demasiada casualidad que él estuviera a bordo de la nave el único día en cinco años en el que las cosas se salían de control. Se enfureció bastante pensando en ello, pero no podía ocuparse de su General en fuga ahora cuando la perspectiva de torturar a Ben cobraba nuevos significados.
—La General Tico ha tomado la decisión equivocada pero no es mi problema.
—Pero…
—Les daremos algo de ventaja. Luego los atraparemos. Dime, Vic ¿Alguna vez les he fallado?
—Bueno… no.
—Bien, entonces si no hay otras noticias urgentes, quedan desobligados hasta... Digamos, dentro de otras diez horas estándar.
—¿Diez? ¿Qué haremos mientras tanto sin General y sin Líder?
La desesperación de Kuruk no le conmovió en absoluto. Sus caballeros eran demasiado dramáticos a veces.
—Seguro que se las arreglarán bien. Tengo asuntos que requieren mi atención inmediata.
—¿El interrogatorio se está poniendo difícil? —Vicrul se acercó para hablarle en tono de confidencia—. Podemos ayudarle con eso, ya sabe, Cardo tiene unas armas nuevas que está ansioso por probar.
—No. No. Nada de armas. ¡Todo está bajo control! Envíen al droide de servicio con la cena de inmediato.
—Ya veo, ella lo torturará con la famosa sopa de Trudgen —murmuró Kuruk y golpeó al infame cocinero con el codo—. Kriff, ningún ser vivo merece ser tratado así…
—Hagan lo que les ordeno. Nada de sopa. Nada de armas. ¡Nada de motines! ¡O todos terminarán limpiando baños con Cardo!
—¿Significa que no habrá pelea? —Cardo soltó las armas que traía y se cruzó de brazos.
—No seas tonto, claro que hubo pelea…
—¡Retírense!
Kira giró sobre sus talones y cerró la puerta, apoyándose contra ella. Soltó un largo suspiro mientras analizaba la situación, pero le interrumpió la visión del escultural cuerpo de Ben, que se había levantado para comer alguna fruta de meiloorun en la pequeña bandeja. Aparentemente se sentía cómodo sin su camisa y no sería ella quien le sugiriera ponerse una. Ajeno a la discusión de sus subordinados, él le ofreció una sonrisa cándida desde el otro lado de la habitación y ella tuvo que hacer un esfuerzo para no derretirse ahí mismo.
—Tú lo sabías, ¿verdad? Que el espía se iría con Rose.
No podía echarle la culpa de las acciones de volátil amiga, pero debía aclarar la situación cuanto antes. No podía mostrarse blanda frente a él todavía. Quizás nunca podría bajar la guardia del todo.
—Él hablaba de alguien llamado Cobalto, pero no pensé que fuera tu General —Ben retomó el desayuno mordiendo la fruta de un gran bocado y algo del jugo se escapó por las comisuras de sus labios. Se limpió con el dorso de la mano sin dejar de mirar inocentemente a Kira, que de repente no le quitaba la vista al meiloorun escurriéndose por sus dedos—. ¿Quieres?
«Por supuesto que quiero...»
«¡Kriff! ¡Concéntrate!»
Kira negó con la cabeza.
—Digamos que te creo —empezó ella, dándole la espalda. Se masajeó las sienes porque sentía los inicios de un dolor de cabeza intenso—. ¿Todo esto tiene algo que ver con tu misión? ¿Esperabas desmantelar el orden que tengo aquí, acorralándome para que no tuviera otra opción que la de regresar contigo?
—No. Lo que ellos hicieran me tenía sin cuidado. Ya te he dicho que ya no me interesa la misión, sólo quiero estar contigo —Ben dejó la fruta a un lado y comenzó a caminar hacia ella, pero Kira le detuvo con un gesto de su mano.
—¿No ibas a cobrar una recompensa?
—No. Eso lo dije para sonar más interesante…
Kira caminaba de un lado a otro como animal enjaulado y él decidió que lo mejor era dejar que se desahogara. Encontró un sillón cómodo y se recostó en él cruzándose de brazos, sin perderse la trayectoria de su amada por la habitación.
—No creas que esto cambia las cosas entre nosotros. Seguimos siendo enemigos —ella señaló la cama en la que tan solo unos minutos antes habían compartido una pequeña chispa de pasión—. No pienso renunciar a mi objetivo por ti. No iré contigo a Coruscant. Me ha costado mucho conseguir mi libertad, no la sacrificaré por la excusa de la paz Galáctica.
Ben hizo una mueca, evitando que ella notara que se sentía un poco herido por su frialdad.
—Todo lo que has escuchado acerca de mí es cierto. No me importa el bien ni el mal, sólo aquello que pueda beneficiarme. Y estaba en medio de algo importante cuando apareciste.
—Tengo el don de la ubicuidad —se encogió de hombros él.
—Lo digo en serio, ¡no puedo con todo esto ahora! No lograrás distraerme esta vez… No hagas eso.
«Esos malditos ojos de porg... Y esa expresión de sus labios como si estuviera haciendo pucheritos.»
—Lo siento, pero no es mi intención interrumpir tus atracos ni tus golpes de Estado. Puedes continuar con tu vida tal y como era antes. Sólo debes hacerme un lugar en tu tripulación, no ocupo mucho espacio.
—¿Eso es lo que crees que hacemos aquí? ¿Atracos y golpes de Estado?
—Y robar naves, dejar inconscientes y semidesnudos a sus pilotos, seducirlos en la penumbra… —enumeró él.
Kira puso los ojos en blanco, la migraña ya era una dolorosa realidad. Soltó un gruñido de frustración y se acercó hasta Ben, resistiendo apenas al impulso de sacudirlo por los hombros porque creyó que él lo disfrutaría.
—Te crees un experto en conocer secretos ajenos.
—No es un secreto que quieres encontrar a Palpatine. Sospecho que no es para invitarlo a tu fiesta del Día de la Vida, y por lo que has dado a entender creo que estamos del mismo lado, cariño. Los dos queremos acabar con él.
Kira soltó un bufido poco femenino, pero eso no detuvo a Ben.
—¿Podrías pensar que Rose está actuando en tu beneficio en vez de verlo como una traición? ¿Sabías que la Resistencia tiene información sobre tu abuelo? Tal vez ella esté utilizando a mi contacto para robársela.
—Sigues siendo un ingenuo, Ben.
Él sonrió de lado como si fuera un halago.
—De donde provengo le llamamos colaboración. Deberías probar un poco. Tal vez te guste.
—Déjame recordarte que no sabes nada de mí y que no vas a convencerme de pasarme al lado de los buenos sólo porque eres un…!
—¿Sí? ¿Un qué?
Pero ella no encontraba el insulto galáctico adecuado para alguien tan obstinado como él. Se sujetó del apoyabrazos hasta que sus frentes casi se tocaron y le habló en voz baja, intimidante. Sus ojos ahora tenían un brillo oscuro, letal y sus labios casi tan pálidos como el resto de su cara. No había nada seductor en su actitud, más bien parecía que quería asesinarlo.
A Ben nunca le pareció más preciosa.
—Estoy a un paso de retractarme y enviar tu cabeza de vuelta a Coruscant en una cápsula de escape, así que no tientes a tu suerte.
—No es necesario que seas cruel. No funcionará conmigo. —murmuró él, inclinando un poco la cabeza, perdido en su mirada. Sentía su dolor, su soledad, porque él también se sentía de esa manera— ¿Por qué te cuesta tanto pedir ayuda?
—No la necesito.
—Lo sé. Pero voy a ayudarte de todas formas.
Ben le colocó con ternura un mechón de cabello suelto detrás de la oreja, sin tocar su piel. El gesto le produjo a Kira un leve escalofrío de anhelo y cuando bajó la vista hasta sus labios, supo que estaba perdida.
Ella podría haberse defendido si se tratara de un combate cuerpo a cuerpo, la adrenalina era una emoción tan familiar como respirar. Sentirse amenazada sacaba a relucir sus mejores golpes y siempre derrotaba a sus oponentes. Pero Ben estaba utilizando armas que le desorientaban porque nadie le había tratado de esa forma sin esperar nada a cambio. El hecho es que sentía que estaba perdiendo esa batalla segundo a segundo, arrullada por su voz ronca que no tenía nada más que esconder.
Pero, ¿cómo podría confiar en él?
Tenía tantas ganas de volver a sentirse deseada y venerada por la única persona que, a pesar de sus esfuerzos por negarlo, ocupaba su mente desde el día en que le conoció. Odiaba que Ben sacara a flote su vulnerabilidad, que le hiciera dudar de todo, que pusiera su mundo de cabeza. Lo odiaba porque se había convencido de que debía ser inflexible, firme y tenaz. Lo odiaba porque le demostraba sin dificultades que todo eso iba a cambiar, lo quisiera o no.
Y la verdad era que ella lo quería, ¡cuánto lo quería! Estaba cansada de creer que merecía una vida solitaria, de que jamás sería importante para alguien.
Pero no podía hacer eso. Aún no podía.
«Por la Fuerza. Necesito un trago.»
Se apartó de él con gran dificultad, como si él fuera un rayo tractor que le arrastraba a su perdición. Se dirigió a un gabinete del que sacó una botella de Whisky Corelliano y después de meditarlo un segundo, volvió a guardarla. Necesitaba algo más fuerte. Se sirvió un solo vaso de Néctar Knockback de Jakku.
—Puedes irte. Si es que eso quieres. Ya no eres mi prisionero. Nunca lo fuiste realmente.
—No me iré a ninguna parte, Rey.
Su voz le llegó tan cerca que supo que se había levantado sin hacer ruido, sigiloso como un ladrón. Sin embargo, permanecía cerca de ella sin tocarla, tan cerca que Kira podía sentir el calor de su piel y su aliento dulce. Se obligó a mirarlo a los ojos y encontró sinceridad en ellos.
Recordó a sus padres, a los que jamás volvió a ver. Pensó en su vida hasta entonces, en los sacrificios, las heridas y los golpes. En ese pequeño instante de felicidad que tuvo con él cinco años atrás, ese que le había desviado de sus planes originales y que ahora le estaba molestando haciéndole creer que ya era libre para decidir tener una vida normal.
—Soy Kira. Rey murió hace tiempo.
De alguna manera el ambiente volvía a ser frío. Ben respondió lentamente, entregando su corazón en cada una de las palabras.
—Siempre serás Rey para mí.
Ben no intentó retenerla, jamás le obligaría a hacer nada que no quisiera. Quería ganarse su amor sin hacer trampa, y estaba seguro de que iba a lograrlo.
—Ben —dijo ella con un hilo de voz—. Ya te he dicho que no soy buena para ti. No puedo cambiar, no puedo ser la persona que buscas. Voy a destruirte y no quiero hacerlo.
—El hecho de que no quieras es la prueba de que no eres tan mala como crees. Y no quiero que cambies. Quiero aprender contigo, ser un pirata espacial contigo. Quiero ser el padre de tus porgs…
—Lo siento, Rose se llevó los porgs.
—Sé dónde encontrar más.
—Ya no quedan en Black Spire. Rose es la causa oficial de su extinción.
—¿Cómo crees que llegaron allí? No me cambies el tema, Rey.
—Está bien. Lo siento.
Kira se mordió los labios para reprimir una sonrisa, ignorando que él volvía a llamarle por su verdadero nombre. Ese hombre la sacaba de quicio porque era el único que podía hacerle variar de un ánimo a otro con tanta facilidad.
—¿Recuerdas esa noche?
—No —mintió ella pero luego se arrepintió—. Sí.
—Te pedí que te quedaras y robaste mi nave. Casi borraste mi mente del todo, pero eres tan poderosa que hiciste algo más que eso. Creaste un enlace entre los dos. Un enlace único, que no se ha visto en generaciones. Un enlace de la Fuerza.
Ella había leído sobre eso, por supuesto. ¿Qué clase de aspirante del Lado Oscuro sería si no hubiera prestado atención a esa información tan particular de la Fuerza? Lo que no podía creer era su capacidad para generarlo de manera involuntaria. Bien, no era su culpa si se equivocaba en el orden de los hechizos, el libro era robado y probablemente falso. De todas formas no había sido su intención crear un vínculo más poderoso que la vida misma con él.
—No estás hablando en serio.
—Créeme. He investigado mucho. Como puedes ver, no podrás deshacerte de mí con tanta facilidad y la verdad, no creo que quieras eso.
Ben se acercó de nuevo, despacio, y acunó el rostro de la joven en sus manos sin atreverse a nada más hasta que ella se diera permiso. Kira entreabrió los labios y cerró los ojos, ansiando que él desplegara su próximo movimiento, demasiado orgullosa como para admitirlo.
Pero Ben tenía la habilidad de arruinarlo todo en cuestión de segundos, más rápido que el disparo de una estrella de la muerte.
—Puedo ser de utilidad. Tengo experiencia en abuelos complicados —comenzó él—. Y me debes una nave. Dos, en realidad. Pero antes tenemos que resolver esos asuntos urgentes…
«Lo sabía.» Pensó ella, de nuevo sintiendo arder sus mejillas con furia y le dio un empujón que le tomó desprevenido.
—¡Intentas seducirme para que te devuelva tu mugrienta nave!
—¡Por supuesto que no! Y no digas eso de Grymtaash. Puede que no haya estado cien por ciento limpia cuando me pertenecía, pero…
—¡Pues eso es justamente lo que parece!
—Rey, por favor… no quise decir eso y lo sabes.
—Lo único que sé es que cada cosa que dices me hace desconfiar más de ti. Déjame en paz.
—¡Está bien! —contestó él por fin, desanimado— Lo haré.
Kira abrió la boca para seguir atacando, pero se detuvo al ver que su adversario se retiraba y revolvía la habitación en busca de algo para cubrirse. En su interior algo se quebraba, y por primera vez en toda su vida tuvo miedo de estar cometiendo un grave error.
—Entonces, ¿te irás?
Ben se detuvo y la miró por unos segundos en los que ella pudo comprobar que tenía los ojos vidriosos, como si estuviera a punto de llorar. Su sonrisa era amarga, forzada, no había rastro de bromas ni de engaños. Kira sintió que era una completa ironía, no hubiera podido encontrar una forma mejor de torturarlo que hacerle sentir rechazado y se arrepintió al ver lo que había hecho.
Quizás él tenía razón, después de todo. Quizás ella no era tan malvada como creía si aún podía ablandarse de esa manera con él.
—No hubo nadie más desde Canto Bight.
—¿Qué quieres decir? —murmuró ella sintiéndose cada vez más desgraciada.
—Lo que oyes.
Kira no podía moverse, era como si él le hubiera disparado con un bláster para aturdirla.
—Tonterías. Nada de eso fue real —balbuceó, ya sin pensar lo que decía. Su última muralla cayó y se perdió. La revelación de que él le había esperado todo ese tiempo le dejó oficialmente fuera de combate.
—Déjame demostrarte que estás equivocada.
Cuando él avanzó hasta ella, Kira no esperó a que tomara la iniciativa. Corrió hacia él y se arrojó sobre su cuello de la misma manera que hacía todas las cosas, con pasión y ferocidad. Pero los labios de Ben eran tan dulces que el beso no tardó en hacerle sentir todo eso que había deseado y mucho más. Sus emociones reprimidas empezaron a fluir como un río oscuro que arrasaba con todas sus dudas a su paso, destruyendo su agonía, desbaratando su soledad.
Como esa vez años atrás, Kira no sabía si podía prometerle felicidad, pero estaba dispuesta a aprovechar el momento, sin pasado y sin futuro, porque esas eran las dos cosas que jamás le pertenecerían. Ahora lo tenía frente a ella, sus manos rodeándole la cintura y sosteniéndola como si no hubiera nada más precioso, su boca conquistando la suya con desesperación, su corazón latiendo contra su pecho, su cabello enredado entre sus dedos y ese perfume que se había instalado en alguna parte persistente de su cerebro, ahora volvía a llenarle los pulmones.
Las caricias que habían compartido antes no se parecían a este, que se llevaba el premio de los besos. Ambos sentían que por fin todo estaba en el lugar que correspondía o empezaba a estarlo. Tal vez era el hecho de que siempre se comunicaban mejor con sus cuerpos o que tendrían mucho que acordar más tarde, pero en esos momentos solamente les importaba complacer al otro, desmintiendo la certeza de que eran dos almas egoístas.
Muy pronto el beso se convirtió en deseo primario, urgente. Apenas querían separarse para tomar aire y el equilibrio de Kira comenzaba a fallar, así que arrastró a Ben consigo hasta quedar sentada sobre el gabinete de las armas. Allí le rodeó la cintura con las piernas y comenzó a recorrer su espalda con sus manos, trazando esos músculos que sus dedos habían memorizado tan bien.
Ben soltó un gruñido cuando ella le apretó contra su cuerpo suave y firme que exigía sus atenciones de inmediato. Le quitó con prisa la capa que se había puesto antes sin dejar de besarla, de manera que quedara expuesta a su mirada ardiente, apenas cubierta por la etérea túnica que tenía debajo. Sus manos estaban en todas partes, primero en su cuello para atraerla hacia él, luego en su cintura para que no pudiera alejarse y finalmente rodeando sus senos para acariciar con el pulgar sus pezones endurecidos.
—Con razón tu tío creía que no eras bueno para ser un Jedi. Pero eres bueno besando —jadeó ella en medio de un descanso que aprovechó para quitarse el resto de su ropa.
Ben detuvo lo que iba a hacer, confundido, y la miró con el ceño fruncido, pero a ella le divertía la situación.
—Por favor, no menciones a mi tío ahora o voy a decepcionarte con un miserable desempeño.
—Jamás podrías hacerlo. Excepto que empieces a hablar de tu nave…
Kira soltó un gemido cuando él reemplazó sus manos por sus labios y empezó a darle besos desde el cuello hasta el valle de sus senos.
—Necesito la boca para otra cosa… —murmuró él a medida que se acercaba a sus pezones para rodearlos con la lengua y succionarlos con calma abrumadora.
Ella se arqueó contra él, sujetándose de sus hombros, sintiendo que el corazón le iba a saltar en cualquier momento. La excitación iba en aumento y podía sentir la necesidad de poseer a Ben por completo, de hacerle sentir el mismo placer que ella sentía. Desesperada por complacerlo, buscó a tientas el lugar en el que su entrepierna dura rozaba con ella, pero él le detuvo con una mano libre.
—Oh, no. Ahora es mi turno de torturarte, emperatriz.
Kira no era emperatriz ni prefería percibirse como tal, sin embargo, algo en la forma en que Ben lo decía le produjo un ramalazo de placer, mientras seguía bajando con la boca por su ombligo y sus fuertes brazos obligándola a quedarse quieta en su lugar.
Él parecía ajeno a sus dulces protestas y siguió besando su cuerpo todo el camino hasta abajo, como si tuviera todo el tiempo del mundo, hasta llegar cerca del sitio en el que se concentraba su placer. Una vez allí, se apartó, se puso de pie y la miró a los ojos. Sabía que ella estaba lista aún antes de comprobarlo, sentía su agitación y sus mejillas estaban enrojecidas por la respiración entrecortada. él pensó que se veía adorable. Quería probar su sabor, embriagarse de ella, pero antes decidió atormentarla un poco más.
Kira ya estaba húmeda cuando los dedos de él le alcanzaron y se introdujeron en ella lenta y controladamente, logrando que un gemido desgarrador abandonara sus pulmones. La sintió temblar a su alrededor, contraerse y aflojarse, sus uñas clavándose en sus hombros, pero eso le importaba poco y nada a Ben. Movió sus dedos con destreza, guiado por sus reacciones. Ubicó aquellos sitios que le hacían gemir más fuerte y se movió cada vez con mayor velocidad, embelesado por el efecto de sus bienvenidas caricias.
—Eso es, cariño. Dime que lo deseas… Muéstrame lo que te gusta.
—¡Ben…!
La liberación le alcanzó como una deliciosa marea cálida en la que se perdió por unos instantes, olvidando por unos largos segundos quién era y dónde estaba. Él se quedó junto a ella mientras volvía a la realidad, fascinado por la forma en que su nombre sonaba en sus labios como si fuera una palabra que jamás se cansaría de escuchar.
Se arrodilló frente a ella y colocó una de sus piernas encima de sus hombros, de manera que pudiera hacer con sus labios y con su lengua lo que acababa de hacer con sus dedos. Sus miradas se encontraron y ya no existían las dudas, solamente una necesidad desenfrenada y un deseo tan oscuro como correcto, que brotaba entre ellos como si tuviera vida propia.
—Quiero saborearte, Rey. Quiero que me permitas hacerlo. Dime que lo deseas tanto como yo.
Ella le sujetó el cabello y tiró levemente hacia atrás. Una brisa de malicia atravesó la mente de Kira y se depositó sobre sus labios en una mueca que a él le enloqueció.
—Muéstrame qué tan valioso eres para tu emperatriz.
Fue todo lo que él necesitó. Soltó un gemido como respuesta antes de lanzarse sobre ella como si estuviera hambriento.
Y lo estaba.
Había esperado tanto tiempo imaginando un momento que superaba todas sus expectativas.
Su lengua acarició de abajo hacia arriba su centro húmedo e inflamado, sus labios succionando con suavidad y determinados a darle todo el placer posible. El sabor de Rey le volvió completamente loco, tanto que tuvo que hacer un esfuerzo enorme por no correrse allí mismo frente a ella, presenciando sus orgasmos y la forma en que su cuerpo se convulsionaba en una danza erótica, ancestral, cautivadora. Sus dedos esbeltos y largos se crisparon sobre su nuca, sujetándose a él como si estuviera a la deriva en medio del mar, acompañando sus movimientos para exigir cada vez más y más, hasta que soltó un grito profundo que hizo temblar los cimientos de la habitación.
Ben perdió la cuenta de la cantidad de veces que Rey se corrió en su boca, su dulce miel resbalando por la comisura de sus labios. Acompañó cada uno de sus orgasmos de principio a fin y luego la llevó en brazos hasta la cama con toda la delicadeza que pudo. Quería seguir venerándola como ella se merecía aunque temía haberse propasado por su voracidad.
—Lo siento, cariño. ¿Te hice daño?
A Kira su deliciosa mezcla de inocencia y desfachatez no cesaba de sorprenderle. Ben se veía muy adorable con el cabello desordenado y la mirada preocupada. Se desparramó sobre la cama y negó con la cabeza, cerrando los ojos y ensanchando una sonrisa de satisfacción que aumentó el orgullo masculino. Extendió sus brazos hacia él, invitándolo a reunirse con ella.
Ben necesitaba dejarse ir también, pero podía esperar un poco más. Si había esperado cinco años, ¿qué le hacían cinco minutos? Volver a escuchar sus dulces gemidos se convirtió en su única preocupación.
Kira sintió el peso del cuerpo masculino sobre ella, el pulso latiendo en su cuello donde él dejaba suaves besos con la punta de sus labios. Le gustaba tener control sobre todas las cosas, pero ahora descubría que dejarse someter, dejar que Ben controlara la situación, le excitaba más.
Al menos por un rato.
Saborearse a sí misma en la boca de Ben fue increíble y despertó en ella el deseo de someterlo.
—Dame tus manos y cierra los ojos —ordenó ella y él aceptó sin dudar.
Él sintió el frío de las esposas en sus muñecas y se dejó guiar por ella hasta quedar acostado, sus manos de nuevo aprisionadas, incapaz de volver a tocarla. Los ojos de su amada brillaban de deseo cuando se colocó encima de él, a horcajadas sobre sus muslos, de manera que su entrepierna rozaba con esa parte de su cuerpo que era la guarida de todos sus sueños más salvajes.
—Eres un buen chico, Solo. Pero aquí sólo aceptamos chicos malos.
—No, soy malo…muy malo. De lo peor que puedas imaginar —respondió él con un gemido cuando Kira comenzó a abrir el cierre de sus pantalones con lentitud y empezó a acariciar su miembro aun cubierto por la ropa interior.
—Eres bueno, y eso me gusta. Porque deseo tanto corromperte…
—Creo que ya es tarde para arrepentirse. Hazlo, no me importa. Por favor.
—Oh… ¿Vas a rogarme? Porque eso sólo empeora las cosas, sabes.
—Puedes hacer conmigo lo que quieras.
Su respiración se mantuvo en vilo, los ojos de ambos conectados por una fuerza poderosa como el enlace que los conectaba. Tan correcta, tan increíble, que no parecía ser real. Pero lo era.
Cuando Kira le quitó toda la ropa, se detuvo un instante a apreciar la escena. Cada uno de sus músculos tensados por la posición de sus brazos, su majestuoso cuerpo completamente desnudo y sus ojos ansiosos esperando a que ella le devorara. No hacía falta la pregunta, pero ella sentía que se lo debía, esta vez sin mentiras, sin engaños.
—¿Realmente quieres esto?
—Tanto como tú.
Cuando ella cerró sus dedos sobre su erección, él cerró los ojos de nuevo y echó la cabeza hacia atrás. Parecía tenso como un detonador termal a punto de explotar, haciendo un esfuerzo enorme por demorar la explosión.
Kira se aseguró de torturarlo todo lo que pudiera, sabiendo que él podría quitarse las esposas cuando quisiera. Cuando estuvo satisfecha, se colocó encima de él dejando que la penetrara lentamente, centímetro a centímetro, marcando el ritmo a su propio gusto.
Un sonido ronco abandonó su pecho mientras ella iniciaba su danza seductora. No tenía prisa, quería disfrutar al máximo el placer que él le proporcionaba tan generosamente. La imagen mental de sus manos grandes sujetándola por los glúteos fue demasiado excitante como para no probarla, así que le quitó las esposas para que Ben lo hiciera.
Él reaccionó de inmediato, dispuesto a cumplir cada una de sus órdenes. La sujetó mientras se movía sobre él, completamente dentro de ella. Era increíble. Mejor de lo que pudiera haber soñado. Ella era cálida y suave, encajaban de manera perfecta.
Cuando sintió su cuerpo tensarse, supo que un nuevo orgasmo llegaba y esta vez era más intenso que cualquier otro que hubieran compartido. Kira echó el cuerpo hacia atrás y comenzó a moverse más rápido, su respiración iba en aumento. La sujetó de la cintura y ella se apoyó en su pecho, moviéndose como si desafiara las leyes de la gravedad. Él estaba tan fascinado que ni siquiera pensaba en su propio clímax. Sintiendo que cada músculo de ella se contraía alrededor suyo antes del final y sus fuertes piernas le apretaban.
Después de unos deliciosos instantes, Kira se desplomó sobre él, respirando con agitación y sin dejar de sonreír. Tardó unos cuantos segundos en recuperar el habla. Una vez que lo hizo, lo miró a los ojos con una pregunta que aún le causaba arrepentimiento.
—¿Realmente ibas a irte si no te besaba?
Ben sonrió, mientras le llenaba de besos y le acariciaba el cabello, inspirando su perfume de Millaflower. Disfrutaba que todavía seguían unidos y sin deseos de separarse. Su cuerpo seguía excitado por ella, sin prisa por culminar. Le gustaba ver esa faceta íntima y sensual, vulnerable, que nadie más podría ver.
—Sólo iba a irme a la habitación de huéspedes o pedirle a Kuruk que me prestara una bolsa de dormir.
—¡Ben, eres un…!
—Te amo, Rey. Te amo, Kira —le interrumpió él—. Te amaré con cualquier nombre que tengas, aún si decides llamarte Skywalker.
—Me gusta más Sol...
Kira se tapó la boca al darse cuenta de lo que estaba sugiriendo. Ben estalló en risas de completa felicidad.
—Demasiado tarde, emperatriz —Ben giró con ella encima y se perdió en su mirada. Le apartó el cabello de la frente y comenzó a moverse despacio en su interior—. Mi respuesta es sí.
Kira jadeó sorprendida y feliz. Le rodeó con las piernas y le apretó contra ella otra vez. Ben se estremeció cuando sus manos se cerraron sobre sus glúteos, instándole a penetrarla más profundamente, pero se detuvo cuando empezó a sentir el vértigo de su propio orgasmo. Necesitaba asegurarse.
—¿Qué ocurre?
—Sé lo suficiente de esto como para saber que podría haber… consecuencias.
—¿Niños? —Ella se acarició la imperceptible cicatriz en su brazo derecho donde descansaba su implante y sonrió con dulzura, agradecida por su preocupación—. Sólo seremos tú y yo por un tiempo.
—¿No tendré que dormir con Cardo entonces?
Ella negó con énfasis y sus labios formaron una risa deliciosa.
—Ya te lo dije. Eres mío ahora.
—Sí señora.
Libre al fin, la embistió con profundidad, arrancando un largo suspiro de satisfacción que brotó de su pecho, y se dejó ir en ella como tanto tiempo había deseado.
Por primera vez ese día, el sueño le atrapó en un estado de máxima relajación y no por culpa de algún golpe o a causa del consumo desenfrenado de Spotchka. Ben sabía que al despertar su vida habría cambiado por completo porque mientras estuviera a su lado, no le importaba nada más.
Kira le observó mientras se quedaba dormido, apoyada sobre su pecho y rodeada por su abrazo. Acarició su mejilla con ternura y luego su mano vagó por su cuerpo hasta toparse con el famoso tatuaje.
—Te amo, Ben —murmuró contra su piel, sabiendo que él ya no le escuchaba— Sigues siendo bueno para mí. Siempre lo fuiste. Siempre lo serás.
…
…
Bueno, esto podría considerarse un final pero a Luba le gustan las escenas postcréditos así que hay un pequeño extra que subiré en estos días. (Así es, me quedé con ganas de seguir explotando esto XD) Una simple advertencia es que habrá mención de reylobebés, así que no es necesario que lo leas si ese tema te disgusta. Nuestra historia "oficial" termina aquí.
El cameo de Qi'ra que nadie pidió es el producto de mucha investigación y un enamoramiento con su personaje, del que espero que salgan muchas series y contenido porque me parece fascinante! En esta historia ella es como una madre para Rey y espero que eso se haya notado.
Si has llegado hasta aquí, ¡gracias por leer! Significa mucho para mí y espero que te haya gustado, siempre puedes hacérmelo saber en comentarios, ¡críticas y teorías conspirativas son siempre bienvenidas!
