— ...Gummy y yo armamos una guerra de bolas de nieves, fue muy divertido, aunque el señor Edgeworth no se quiso unir, es tan aburrido a veces.
Kay enseña una foto tomada ese día con una sonrisa en el rostro, luego vuelve a guardarla en su pequeño bolso en lo que rebusca otra que enseñar, ignorando como su interlocutor rueda los ojos.
— Oh, esta es de un festival al que fuimos en verano. — dice tomando una de las fotos para enseñarla al contrario. — nos encontramos al agente lobo ahí también, fue divertido. La señorita Von Karma la tomó.
El hombre observa la foto, ve a Kay subida a uno de los hombros de Gumshoe, sosteniendo un algodón de azúcar en una de sus manos. Ve al fondo al agente Shi-Long Lang, observando al cielo con una sonrisa que no pierde el típico toque feroz que su rostro posee. Al frente de todo ve al fiscal Edgeworth, colgándole del cuello una ridícula máscara de El Samurái de Acero ¿que acaso es fan de ese tonto programa?
Todos observan los fuegos artificiales en el cielo nocturno, y lucen tan felices que él quiere vomitar, sobre todo por Edgeworth y Lang, ¿como pueden estar tan felices sabiendo que son parte del podrido sistema de justicia?
La joven aparta la foto, volviéndola a guardarla en su bolso mientras rebusca otra.
— Creo que tengo una aquí que nos sacó Ema a todos, por algún motivo se ve a la vieja lechuza tras el señor Edgeworth pero...
— Kay. — Simon la interrumpe, con voz neutral. — ¿que haces aquí?
La muchacha bate sus pestañas un par de veces, luciendo confundida por la pregunta.
— ¿Cómo que que hago aquí? Te estoy mostrando algunas fotos.
Simon observa el techo, hastiado. Su vista se pasea por el cuarto de las visitas del centro de detención, esas cuatro paredes asfixiantes y ese ridículo guardia que no le quita los ojos de encima.
Esto nunca estuvo en sus planes, jamás debió terminar así.
La primera vez que estuvo en el centro de detención, como posible asesino de Knightley, francamente entró en pánico, no esperaba que le encontraran sospechoso, menos aún ese joven fiscal con cara de idiota.
Quiso arrancarse la piel a trozos al saber que debía confiar en un fiscal, casi prefería que le dieran la pena capital allí mismo, pero se le veía tan ansioso de jugar al abogado defensor que le dejó ser, y es que pese a todo, la sangre de Horace no estaba en sus manos, sino en las de Patricia, él solo le dió un empujoncito.
Ironías de la vida, el mismo hombre que le salvó de allí, le había vuelto a encerrar.
No es tan malo, se encuentra con Dogen y francamente eso es todo lo que podría pedirle al mundo, pero el sentimiento de derrota le mata cada día.
Saber que un fiscal y su ridículo equipo le derrotó es humillante, y más humillante aún es tener delante de él a la que considera la más patética de ese equipo; la tonta ayudante de Edgeworth que siempre anda tras el como un perrito faldero.
Le enferma, sus ojos inocentes, su sonrisa juvenil, esa chispa innata que carga a donde sea que va. Honestamente fue un placer haberla usado como cebo para atraer al fiscal al asesinato de Jill, desde que la vió, supo qué debía hacerlo, borrarle esa chispa de los ojos, aunque fuese por un día, fue todo un gusto.
Y aún después de todo, no entiende porque Kay Faraday vino a verle, enseñándole esas ridículas fotos como si le importara un demonio su vida o la del resto de los amigos de Edgeworth.
Los fríos ojos de Simon estudian a la chica delante de él, ella parece darse cuenta de que está siendo analizada y se encoge ligeramente en el lugar, algo bastante impropio de ella, lo que solo puede significar una cosa: Le tiene miedo.
— Aún lo recuerdas.
— ¿Eh?
— Aún recuerdas todo lo que te hice ¿no?
La mandíbula de Kay se tensa, oír eso es como si le hubieran tomado por los hombros para sacudirla bruscamente.
— S-si... — no puede evitar tartamudear al decir eso. — es algo difícil de olvidar.
— Pues yo creía que lo habías hecho.
— ¿En serio crees que uno olvidaría algo así tan fácil?
Inquiere envalentonada, con el ceño levemente fruncido, ofendida por la insinuación.
— Es que era la única explicación que le veo a que estés aquí, viniendo a visitar a tu secuestrador y el tipo que, además, te usó y engañó.
Faraday aprieta sus manos, cerrandolas en forma de puños, sintiéndolas temblar en el proceso, las imágenes de todo aquello llegan a su mente: La persona misteriosa en la chaqueta roja, acercándose sin pronunciar palabra a ella...
Sacude su mente, sabiendo quién era el que estaba bajo la cazadora, pierde bastante el misterio y da menos miedo, pero no disminuye el dolor y sentimiento de traición.
— Yo no estoy aquí solo por ti. — el chico al otro lado del cristal enarca una ceja, suena a excusa. — vine a ver al tito Badd, como suelo hacer, y pensé que, ya que estoy aquí, podría verte...
— ¿Y por qué pensaste eso?
La autoproclamada segunda Yatagarasu hace una mueca de duda, y es que ni ella misma lo entiende, ¿qué hace aquí? Este hombre es malo, muy malo, no tuvo problemas en no solo asesinar, sino en manipular a otros a hacerlo. No le importó entregar la vida de Jill Crane, quién solo buscaba justicia por lo ocurrido hace 12 años, al igual que él, solo que ella buscaba la verdadera justicia y no la idea retorcida que Simon tiene de ella: la venganza.
Vacilante, observa al pelirrojo y piensa en lo distinto que se ve desde la primera vez que le vió en este mismo centro de detención: su cabello sin esas coletas que a ella le parecían tan simpáticas, sus ojos abiertos pero luciendo vacíos y crueles, mucho menos gentiles que la constante sonrisa que formaban al permanecer cerrados y su boca en una mueca de constante hastío y desprecio.
Recuerda al Simon de antes, el falso, el que conoció por primera vez, y el como dijo que confiaba en ella y el señor Edgeworth. Todo eso sonaba tan sincero, una parte de ella no cree que todo haya sido una mentira aunque vió con sus propios ojos la verdad del asunto.
Repasa la pregunta de Simon en su mente, le preguntó porque razón pensó en visitarlo pese a todo.
— Porque... — empieza con voz temblorosa, sin ver a los ojos a Keyes. — porque somos aves del mismo plumaje ¿recuerdas?
Ni a ella misma le convence la respuesta, sabe perfectamente que eso resultó ser una mentira al final, él y ella son demasiado diferentes.
Se responde que quizás tiene la vaga esperanza de que Keyes diga que, pese a todo, esas palabras significaron *algo* para él, lo que sea.
¿Será eso posible?
Recuerda a Calisto Yew, la asesina de su padre, y como creyó ver su alma esa vez que la tomó de rehen, oscura, fría... ¿es así también el alma de Simón? Le cuesta tanto creerlo.
El resoplar de una leve risa llega a sus oídos, y ella siente una pequeña esperanza en lo que sube la vista, esperando encontrarse una sonrisa.
Pero la esperanza se cae a pedazos al ver el rostro de Simon, está sonriendo, si, pero es una sonrisa cruel, llena de una perversa burla en su expresión, una sonrisa contaminada por algún cruel veneno del que ella quisiera no saber nada.
Hubiera preferido no ver sonrisa alguna antes que eso.
— Si que eres una idiota.
Espeta con desprecio, sin borrar la sonrisa de su rostro.
Las lágrimas se forman en los ojos de Kay sin que pueda detenerlas.
Intenta recordar las palabras de su padre, no llorar delante de desconocidos, y es que está claro que el hombre frente a ella no es el amigo que creía, pese a saber bastante de su historia y sus motivos para hacer lo que hizo, le desconoce completamente, se siente tan lejana a él.
Y quizás así sea mejor.
Cuando la primera lagrima resbala por su mentón y cae en sus piernas, la puerta tras ella se abre.
— ¡Kay!
Al reconocer la voz, ella se limpia las lágrimas con las manos.
— Gu-Gummy...
Tartamudea en lo que voltea a ver a su amigo, intentando sonreír, aún tallandose los ojos. Simon, por su parte, observa aburrido al inspector, lo que faltaba, otro perro faldero del fiscal.
— Me dijeron que te habían visto aquí amiga, asumí que viniste a ver al inspector Badd pero...
— ¡Lo hice! — exclama, alejando la manos de su rostro y apretando el respaldo de su silla. — pregúntale si quieres.
— Ya, te creo, pero... — sus ojos se dirigen al pelirrojo del otro lado del cristal, su expresión se vuelve crítica y algo incómoda. — ¿por qué también viniste a verlo a él?
Simon observa a la chica, deseando oír la respuesta ¿será la misma que le dió a él hace unos minutos? Kay le está dando la espalda para ver al inspector, puede percibir como sus manos aprietan fuertemente el respaldo de la silla, temblando en el proceso.
Ella voltea a verlo, y Simón no mueve un músculo de su rostro, permaneciendo totalmente neutral.
Kay finalmente suspira, mirando al suelo.
— No lo sé...
Acaba por decir en casi un susurro, suena decepcionada, muy posiblemente consigo misma.
Gumshoe la observa con empatía. Simon lleva su mirada a una de las paredes.
» Qué pérdida de tiempo. «
Y como su hubiera leído su mente, el inspector le dedica una mala mirada al ex domador de animales, pero este no se inmuta, le da totalmente igual lo que ese tonto piense de él.
La joven se pone de pie, limpiando una nueva lágrima que se resbala por la comisura de uno de sus ojos. Gumshoe se acerca a ella para colocar una de sus manos sobre su espada, viéndola con el ceño levemente fruncido en preocupación.
— Vámonos, Kay.
Ella asiente, sabiendo que será lo mejor, se ve tentada a mirar a Simon en lo que cruza la salida junto con Gumshoe pero se resiste, teme encontrarse con esa maldita sonrisa otra vez.
Una vez solo, el pelirrojo mira al techo de la habitación, con una expresión aburrida.
— Idiota.
No solo Kay, no solo Gumshoe, no solo el fiscal Edgeworth y todos sus amiguitos.
El más grande idiota es él mismo, por dejarse vencer por personas tan patéticas.
Bueno, esta idea se me ocurrió con un cómic en japonés que vi donde la verdad no entendía nada pero se veía a Kay visitando a Simon en la cárcel y a este riendose de ella. Y en el juego, ella de verdad luce reacia a creer que Simon sea la mente maestra, así que salió esto.
Las fotos de las que Kay habla son referencias a unos promocionales de Investigation que no puedo poner aca xd
