De todos los colores
Capítulo 3. Canela molida


Tras preparar una ensalada, y mientras Jess terminaba de freír el pollo, Sarah e Isobel salieron de la casa para poner la mesa fuera, y llamar a los niños para que ayudaran. Jubal se quedó, cortando pan. El olor de la comida le había abierto el apetito y picoteó de alguno de los aperitivos.

—Cómo huele eso, colega... —alabó Jubal y ofreció el cuenco con tiras de maíz a Jess, quien cogió un par y se las echó a la boca, sonriente—. Sarah es encantadora —comentó aprovechando que estaban solos.

La mirada de Jess se volvió suave.

—Sí, lo es.

—Y muy joven —lo pinchó Jubal.

Su amigo le debía sacar a Sarah fácilmente una docena de años.

—No mucho más que Rina —replicó Jess, afilado.

Touché —reconoció Jubal con elegancia, aunque Jess tenía algunos años más que él, así que la diferencia de edad era mayor en el caso de Jess que en el suyo.

—¿Cómo estás, por cierto? —se interesó Jess.

Estaba intentando sacar el tema por si Jubal quería hablar de ello.

—Sinceramente, no me siento todavía capaz de hablarlo sin que no se me estropee el humor —gruñó.

Todo lo que pudo hacer fue apartar de su mente a Rina y el rencor que sentía hacia ella. Jess no insistió.

—¿Qué tal lleva Tali que ahora tengas pareja? —preguntó Jubal, cambiando de tema— Parece que bastante bien, ¿no?

—Muy bien, de hecho. Tali aprecia mucho a Sarah. Pero también es verdad que aún no han tenido ningún desacuerdo grave. Crucemos los dedos.

Jubal le deseó suerte mentalmente.

No hacía mucho, les había presentado a Rina a sus hijos y, no fue una debacle, pero no salió bien tampoco. Él había decidido ir con la verdad por delante, y antes les había hablado a ambos de su relación anterior con Rina. Abigail pareció desconcertada, y permaneció inusualmente callada cuando conoció a Rina, mirándola con cierta desconfianza, como si fuera una criatura de otro planeta. A Tyler se lo vio francamente incómodo, plenamente consciente de que Rina había sido uno de los motivos de la separación de sus padres. De todos modos, hizo un esfuerzo encomiable por superar su resentimiento y ser educado. Desgraciadamente, Rina los trató a los dos como si tuvieran seis años menos y eso no ayudó mucho, precisamente. Jubal había esperado que en siguientes ocasiones fuera mejorando, pero Rina eludió las oportunidades de verlos, y ahora... ya daba igual. Y otra vez tuvo que sacar a Rina de su cabeza.

—Lo importante es que han empezado con buen pie —animó Jubal a Jess.

Él asintió, optimista. Viéndolo de buen humor, Jubal decidió que era momento de abordar la cuestión de Ty.

—Ey, hay algo que tengo que discutir contigo.

—¿Es sobre Isobel? —preguntó Jess, con aire casual.

Eso dejó a Jubal trastocado.

—No.

—Ah.

—¿Por qué?

—Por nada, por nada. ¿Qué querías decirme?

Jubal necesitó unos segundos para sobreponerse a su confusión. Pensar en Isobel le resultaba francamente desconcertante en ese momento.

Desde que se conocían, Isobel y Jubal rara vez se habían tocado, mucho más inusualmente abrazado y, nunca jamás, tenido un contacto como el que había ocurrido hacía un rato. Haberla sentido completamente pegada contra él, aunque hubiera sido solo durante unos -deliciosos- segundos, no solo había sido inédito sino excepcionalmente... incitante.

Todavía lo era si volvía a recordarlo.

Pero lo que más lo había descolocado fue el evidente azaramiento que ella demostró después. Nunca antes había sido testigo de una reacción de Isobel como ésa hacia él. Lo había dejado realmente intrigado. Le surgían preguntas que seguramente no debería hacerse.

O tal vez sí debería. Porque abrían la puerta a que aquella experiencia quizás, en vez de inconcebible, fuera... codiciable.

Turbado, decidió aparcar la cuestión por el momento, y olvidó que Jess había sido quien lo había sacado a colación. Procuró centrarse en el tema que quería plantear. Necesitó unos momentos para ordenar sus ideas.

—Verás... Podría ser, o no, pero podría darse el caso... —se atropelló Jubal. Jess apartó la mirada de la sartén para hacerle un gesto impaciente—. Es posible que a Tyler le guste Tali —dijo llanamente.

El ceño de Jess se frunció. Lo miró desaprobadoramente desde debajo de aquellas cejas suyas de ave rapaz.

—¿Estás totalmente seguro?

—No me lo ha confesado tal cual si es lo que preguntas. Solo tengo ciertas evidencias —contestó Jubal, percatándose algo extrañado de cómo el lenguaje de su trabajo se le había colado en la frase.

—Mmm —gruñó Jess. Adelantó su mandíbula como hacía cuando algo no le gustaba—. Jubal, Tali solo tiene trece años. Es demasiado pequeña para empezar con esas cosas.

Sí, la diferencia de edad de solo un año que se llevaba con Tyler pareció de pronto abismal. Y Jubal estaba de acuerdo, pero también sabía que...

—Jess, por mucho que quieras, es algo que no va a estar del todo bajo tu control —le advirtió con un gesto resignado—. Es mejor que lo asumas.

La expresión de Jess se volvió frustrada.

—Para ti es fácil decirlo —le echó a Jubal otra mirada afilada—. De momento.

—Tienes razón —se encogió Jubal de hombros.

Siendo sincero, él mismo no sabía si sería capaz de seguir su propio consejo cuando le tocara. Dio gracias a que le quedaban todavía un par de años para empezar a sufrir por Abi. Con suerte.

—Gracias por el aviso, de todas formas —dijo Jess.

—No te preocupes —le aseguró Jubal—. Hablaré con Tyler. No hará ninguna tontería mientras estemos aquí.

Jess volvió a gruñir, como si eso no hubiera logrado tranquilizarlo.

·~·~·

Comieron al aire libre, a la sombra del enorme arce del jardín de la parte de atrás, disfrutando del verano, la brisa, el canto de los pájaros, la comida, entre conversaciones y risas.

Tali les habló de sus clases de equitación y Abi de que quería apuntarse a teatro.

Para el postre, Isobel fue sirviendo el arroz con leche en pequeños cuencos y espolvoreó por encima la canela con una cuchara, en una fina capa uniforme. Con un movimiento hábil y sutil de su muñeca sobre cada cuenco, el blanco contenido se iba cubriendo del cálido tono marrón, como una peculiar nevada inversa.

Mientras, les llegaba a todos el particular aroma de la especia, que a Jubal le traía recuerdos de su niñez; de la cocina de su abuela, de los dulces que preparaba y que luego disfrutaba toda la familia.

Ahora que todos lo hacían esperando impacientes su ración, Jubal se permitió contemplar a Isobel directamente. Su rostro iluminado de dedicación le resultaba cautivador.

Una parte de él todavía se preguntaba, qué podía significar lo que había ocurrido antes... Y otra contestaba que era mejor no darle vueltas. Se obligó a liberar su mente y aprovechar el momento. Era una gozada poder ver a Isobel tan relajada y sonriente. Una versión de ella que rara vez mostraba en el trabajo. Se sorprendió a sí mismo ansiando que estuviera en su mano poder hacerla sonreír así más a menudo.

Entonces, vio que Sarah lo observaba intrigada. Jubal hizo lo posible por disimular lo que fuera que estaba sintiendo. Se volvió y le sonrió.

—¿De dónde viene tu nombre, Jubal? —se interesó Sarah—. Me suena como a cartaginés. Aníbal, Asdrúbal...

—Bueno, a mí me lo pusieron por mi abuelo —se encogió él de hombros.

—En realidad es bíblico —intervino Isobel—. Se lo menciona en el Génesis como el padre de los músicos, "antepasado de todos aquellos que tocan el arpa y la flauta" —contó mientras seguía preparando y entregando raciones de postre—. En hebreo significa "creador de flujo", "el que entusiasma". ¿Verdad?

Todos la miraron sorprendidos, pero Jubal el que más.

—Exacto, sí —confirmó él.

De alguna manera lo complació que ella se hubiera tomado la molestia de averiguarlo. Y recordarlo.

—Así que te viene que ni pintado —añadió Isobel tendiéndole su cuenco de arroz con leche con una sonrisa de ésas que Jubal ansiaba conseguir y que le aceleró el pulso.

—Ah, sí, ¿por qué? —preguntó Sarah.

—Es en lo que consiste básicamente el trabajo de Jubal —contestó Isobel.

Le gustaba cómo Isobel pronunciaba su nombre... Siempre le había gustado. Las vocales eran rotundas y las consonantes se le antojaban de una cierta cualidad sensual... Jubal carraspeó levemente e intentó volver a centrarse en la conversación.

—Yo coordino las operaciones en el JOC, el Centro de Operaciones Conjunto —le explicó a Sarah—. Así que mi trabajo es hacer fluir la información y mantener a la gente motivada, sí. Curioso. Nunca lo había pensado —comentó divertido.

Probó un poco del contenido de su cuenco y, de repente, la agradable textura, el sabor dulce y especiado, se superpuso al resto de sus sentidos. Solo pudo centrarse en eso.

—Mmm... mmm... —tragó—. Isobel —dijo, sin percatarse de que estaba gimiendo su nombre ni cómo eso le encendió a ella las mejillas—. Esto está delicioso.

—Gracias —aceptó ella el cumplido con sencillez, algo tímida.

Los demás también alabaron el postre, y Jubal continuó comiendo, recreándose cuidadosamente en cada cucharada. Mientras, Isobel lo observaba discretamente con los labios ligeramente entreabiertos.

—¿Y tú Isobel? —volvió a preguntar Sarah—. ¿De dónde proviene tu nombre?

—Oh, bíblico también. Es la variante escocesa de Elizabeth.

—A mí me parece curioso en combinación con su apellido, ya sabéis, por Isabel la Católica —dijo Jubal.

Sarah no pareció entender la referencia.

—Isabel I de Castilla, un reino que precedió a España, también llamada Isabel la Católica. Una mujer de armas tomar. Fue quien financió la expedición de Cristóbal Colón que descubrió América —explicó Jubal. Isobel pareció impresionada—. Tus padres debían tener un gusto por lo histórico.

—Algo así —replicó ella.

—¿Todo esto lo habéis estado buscando en Internet o qué? —inquirió Tyler, algo socarrón.

Jubal alzo las manos.

—A mí eso me lo enseñaron en el colegio —se defendió—. Colegio Católico —se encogió de hombros. Curiosamente, Isobel no se molestó en ofrecer explicación alguna.

—El mío significa "alegría de mi padre", ¿verdad, Papá? —dijo Abi, corriendo alrededor de la mesa porque no podía parar quieta.

Jubal la interceptó con habilidad al pasar y la sentó en su regazo.

—Nah, significa "saco de ratones" o algo así.

—¡No es verdad! —protestó riendo Abi, sabiendo que su padre bromeaba—. Significa- —Pero no pudo seguir porque Jubal empezó a hacerle cosquillas—. ¡Nononono! —gritó entre risas descontroladas.

—¡Ríndete, malandrina! —exigió Jubal.

—¡Me rindo! ¡Me rindo!

Jubal se detuvo y la devolvió sobre sus pies.

—Anda, vuelve a tu sitio y no te levantes hasta que no hayamos terminado de comer —le dijo con una sonrisa.

—Sí, Papá. ¿Y vuestros nombres qué significan? —preguntó Abi a Sarah, Jess y Tali, volviendo a su asiento.

—"Sarah" significa princesa o dama —contestó Sarah a Abi—. "Jesse" es... "regalo de Dios". —Y se quedó mirando a Jess con ojos encandilados.

Jubal observó divertido cómo Jess le devolvió la mirada embobado.

Tali se rio por lo bajo, y Jess carraspeó.

—"Natalia" viene del latín y significa día del nacimiento —le explicó Jess a Abi—. Normalmente se refiere al de Cristo. O sea, Navidad. Pero yo prefiero el significado hebreo, "la que da vida".

—Y yo no soy más que "fabricante de tejas" —dijo Tyler con humor, haciendo una mueca resignada.

—Lo siento, chaval. Tu madre y yo lo escogimos porque sonaba bien... —le dijo Jubal medio en broma a modo de disculpa.

—También significa "el que hace mosaicos" —comentó Isobel—. Hay en el mundo mosaicos maravillosos, ¿lo sabías? Por su complejidad, es una de las expresiones de arte más sobrecogedoras que existen.

Se sentó junto a Tyler, y brevemente le mostró fotos en el móvil de la Gran Mezquita de Yazd, en Irán; la Basílica de San Vital, en Rávena, Italia; la Abadía de Westminster, en Londres; y el parque Güell de Barcelona, España.

—¿No es fascinante? El modo en que se crea el aspecto completo a base de piezas tan pequeñas. Es... orgánico —expuso Isobel—. Es... metafórico.

Tyler, miraba las fotos asombrado e impresionado.

—Así que tu nombre —propuso Isobel— podríamos decir que significa "el que logra grandes cosas trabajando los pequeños detalles".

Se hizo un silencio.

—Uauh... —dijeron Ty y Jubal a la vez.

Padre e hijo se miraron sorprendidos un momento por haber reaccionado igual, mientras los demás se echaban a reír. Tyler se volvió hacia Isobel y le dirigió una deslumbrante sonrisa. Tali lo miraba con los ojos brillantes. Él también iba a ser un apuesto joven dentro de poco.

—Me gusta. Gracias.

Isobel simplemente sonrió satisfecha. Jubal se mordió el labio inferior. Simplemente, no podía dejar de mirarla.

—¿Alguien quiere más? —ofreció Isobel, contenta.

—Me encantaría —respondió Jubal, pasándole su cuenco, pero una parte de él no se estaba refiriendo al postre.

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