De todos los colores
Capítulo 4. Naranja fosforito
Cuando terminaron de comer, todos colaboraron para recoger la mesa. Una vez estuvo ya todo dentro y el lavavajillas puesto, volvieron a salir fuera.
—Ty, ven anda. Demos un paseo —dijo Jubal a su hijo.
Los dos caminaron despacio, rodeando la casa.
—¿Has pensado si vas a hablar con... con esa chica que te gusta?
Tyler lo miró aprensivo y ruborizado. Bajo la cabeza y Jubal supo que su hijo sabía que él sabía. Bueno, entonces no hacía falta andarse con rodeos.
—¿Se lo has dicho ya?
Tyler negó con la cabeza. Uf, menos mal.
—¿Te das cuenta de que no es el mejor momento para hacerlo, verdad?
Su hijo pareció muy frustrado.
—Pero esta mañana dijiste-
—Sé lo que dije —lo interrumpió Jubal calmadamente—. Pero tampoco tenía toda la información, ¿verdad?
Ty le dio la razón a regañadientes.
—Somos invitados de Jess —se explicó Jubal—. Invitados en casa de su padre, Ty. Tal vez no es la mejor de las circunstancias para... hacer avances. Sé que no hace falta que te lo diga, pero este fin de semana tienes que ser todo un caballero.
—Pero-
—No hay peros. No estaría bien aprovecharse de su hospitalidad. Aprovecharse de su confianza.
Tyler suspiró.
—Tienes razón.
—Está bien. ¿Qué ibas a decir?
—Que no sé cuándo podré volver a verla en persona... —se lamentó Ty.
—No te preocupes por eso. Te haré de chofer las veces que haga falta.
La mirada de Tyler le dijo que se lo agradecía mucho pero que lo encontraba algo humillante.
—O podemos pensar algo que podáis hacer encontrándonos a medio camino —propuso Jubal.
—De todos modos, ni siquiera sé si le gusto —murmuró Tyler desanimado.
—Averígualo. Tienes el resto del fin de semana.
—No sé cómo hacerlo. Precisamente por eso quería preguntárselo —protestó Ty.
—Solo recopila información. Sé observador. Cómo reacciona a lo que le dices, a lo que haces. Qué le gusta. Qué tenéis en común...
Una vocecilla dentro de Jubal saltó diciendo que él bien podría aplicarse el cuento. Le causó tal inquietud, que tuvo que hacer a un lado bruscamente ese pensamiento.
—Seguro que ya sabes bastante, pero saber más te dará ventajas más adelante.
Tyler asintió, comprendiendo. Y empezó a sonreír.
—Y quizás pueda preguntárselo justo antes de irnos...
Jess no quería que Tali empezara ya a salir con chicos, pero Jubal tal vez podría hablarle en favor de Tyler...
—Quizás. Ya veremos, ¿vale? Y ya sabes, todo un caballero.
—Por supuesto, Papá —replicó Ty, dispuesto.
—¿Y sabes qué hace un caballero? Ser galante. Y eso le gusta a las chicas —dijo Jubal guiñándole un ojo.
Tyler soltó una risita.
·~·~·
Mientras Sarah colocaba unas jarapas en el césped y Jess sacaba vasos y una gran jarra de té helado, Isobel observó a Jubal y Tyler alejarse caminando.
No podía quitarse de la cabeza la manera en que Jubal la había mirado antes. Las pulsaciones se le habían disparado ante la intensidad de sus ojos, verdes bajo la luz veraniega, ante la inflexión cálida de su voz. "Me encantaría". Solo había podido disimularlo gracias a que se concentró en servirle un poco más postre, pero había una escondida parte de ella que se había quedado deseando que la mirara así otra vez. No, muchas más veces.
Maldita sea. No podía permitirse eso. Además, Jubal lo único que había hecho era pedirle más arroz con leche, demonios. Se obligó a apartar los ojos de él y suspiró, intentando despejarse, frustrada consigo misma. Se encontró con que Jess la estaba estudiando con sus escrutadores ojos.
No se dejó llevar por el pánico. Le sonrió y lo eludió yendo hasta su propio coche.
Sacó una gran bolsa del maletero, y la llevó hasta la mesa. Para entonces, Tyler y Jubal ya estaban regresando, y ella ya volvía a tener el dominio de sí misma.
—Tali, Abi, Tyler —los llamó Isobel—. He traído algo para vosotros.
Los chavales se acercaron mientras Isobel iba extrayendo el contenido de la bolsa y colocándolo sobre la mesa.
Primero, una por una, tres pistolas de agua de diseño futurista, y brillantes colores de neón. Los rostros de ellos tres se iluminaron. Por último, sacó un enorme rifle de agua decorado con llamativas franjas color naranja fosforito. Los tres chavales se lanzaron a por él con exclamaciones de admiración y sorpresa.
—Esperad —los paró Isobel—. El que lleva el grande se echa a suertes. Y los otros tres pueden ir a la vez a por el que lo lleva. Pero, antes que nada... —empuñó el rifle con una sola mano apuntando su cañón hacia el cielo con aire resuelto— vamos a por munición —les dijo con una sonrisa fiera que Jubal encontró absolutamente irresistible.
Aunque hizo lo que pudo por que no se le notara, le pareció que vio por el rabillo del ojo a Jess y Sarah mirarse entre sí y reprimir una risa. Fingió que no lo había visto, y se sentó con Sarah en las jarapas mientras Jess tomaba posesión de la hamaca que colgaba entre dos árboles.
Se tomaron el té observando a Isobel y los niños jugar con las armas de agua a correr por el jardín emboscándose y mojándose, entre exclamaciones y risas. De vez en cuando, el rifle naranja cambiaba de manos, y uno de los perseguidores pasaba a ser perseguido.
Para Jubal fue enormemente reconfortante ver a Tyler jugar tan vital como había sido antes de empezar con el tratamiento. Este Ty alborozado y lleno de energía, alimentaba las esperanzas de Jubal.
Al cabo del rato, Isobel dejó el juego y se sentó junto a Sarah y Jubal, un poco asfixiada pero sonriente. Dio un trago a su té frío.
Jubal se tumbó con un pie cruzado sobre la doblada rodilla contraria y las manos detrás de la cabeza; respiró hondo y contempló el cielo, intentando relajarse de lo que le había provocado ver a Isobel corretear descalza por la hierba en un vestido de verano semi mojado, por no mencionar tenerla ahora sentada a su lado, jadeante y con las mejillas ruborosas por el ejercicio.
Los niños pasaron cerca, persiguiéndose entre sí.
—Lo de las pistolas de agua ha sido una gran idea, Isobel —dijo Jubal siguiéndolos con la vista—. Se lo están pasando en grande. Gracias.
Isobel sonrió, más complacida de lo que se atrevería a reconocer.
Ty rodó por el suelo con agilidad para esquivar a su hermana.
—Míralo —dijo Jubal, simplemente feliz.
Isobel se mordió el labio, sobrecogida por la luz que despedía el rostro de él.
—Se lo ve muy bien —comentó animada—. Temía... que no se sintiera con ganas de jugar.
—Las primeras semanas fueron- fueron duras. Ha estado tan apagado y lo pasó tan mal... —A Jubal se le llenaron los ojos de lágrimas sin querer—. Los últimos análisis han sido positivos, pero... verlo así es lo que me hace creer de verdad que va a recuperarse del todo.
—No sabes cuánto me alegro —murmuró Isobel, su voz tan cargada de emoción que Jubal se volvió para mirarla.
Se encontró unos ojos negros brillantes de afecto. Lo que transmitían fue tan intenso que el corazón de Jubal dio un brinco dentro de su pecho. Ella apartó la mirada, ¿por timidez? ¿Por vergüenza? Daba lo mismo porque quedó insertada, inextricablemente entrelazada en el interior de Jubal. Y tiró de él con una fuerza casi irresistible. Jubal se incorporó y buscó sus ojos, sin éxito. Por un instante, estuvo tentado de obligarla a mirarlo de nuevo. Pero entonces recordó que Jess y Sarah estaban presentes, aunque de repente pareció que intentaran hacerse invisibles. Jubal tragó con dificultad.
—Gracias —contestó con voz ronca.
Aterrada porque aún no sabría definir muy bien lo que le acababa de pasar, Isobel luchó por recuperar el control de sus emociones. Mientras, puso una sonrisa cordial pero genérica en su rostro, que dejó a Jubal lleno de confusión de manera manifiesta. Un silencio incómodo engordó amenazando con volverse de tamaño monstruoso. Afortunadamente, Sarah supo reaccionar.
—¿Más té? —ofreció tentativamente—. Jubal, ¿cómo conociste a Jess? En el trabajo, ¿no? —cambió de tema mientras rellenaba los vasos de todos.
Jubal carraspeó e hizo un esfuerzo por recuperar su equilibrio para poder contestar.
—Sí, eso es. Nos conocimos hace nueve años y estuvimos trabajando juntos durante un tiempo —dijo Jubal, mientras Jess asentía—. Nos hemos ayudado en momentos difíciles...
—Con este tío he vivido las historias más locas de toda mi carrera —añadió Jess.
—¿Sí? —preguntó Sarah intrigada—. ¿Por ejemplo?
Jess y Jubal se miraron y sonrieron.
—Agarraos —dijo Jubal.
·~·~·
—Y fuimos a buscar al individuo a su casa —continuaba Jubal la anécdota que estaba contando.
Isobel lo observaba sin poder apartar los ojos de su deslumbrante sonrisa, de su expresión que volvía a estar llena de vivacidad. Bendijo a Sarah por haber conseguido sacarlos del incómodo momento de hacía unos minutos. Sin embargo, aunque se sentía aliviada, no asumía haber cometido un desliz. Siguió negándose a admitir que algo estaba pasando dentro de ella. Sencillamente, no quiso pensar en ello.
—Al llegar —siguió Jubal, zambulléndose en la historia para dejar atrás su inquietud. Hablar siempre lo calmaba cuando estaba alterado—, para empezar Jess y yo ya oímos mientras cruzábamos el jardín frontal que tenía puesta la música muy, pero que muy alta.
Hizo un gesto a Jess que, desde la hamaca, lo confirmó con ojos divertidos. Al fondo, se oía la alegre algarabía de Abi, Tali y Tyler, que seguían con su tiroteo de agua.
—Llamamos a la puerta —prosiguió—. Y nos abre... un tipo disfrazado de pollo. Sí, amarillo, con cresta y todo —abundó, ante las caras de sorpresa de Sarah e Isobel, y alzó la mano para que esperaran, que todavía había más. Jess se mordía los labios—. Detrás de él —gesticuló Jubal con las manos— hay un jaleo monumental, porque dentro de la casa se está celebrando una fiesta que, si no lo ha hecho ya, le falta poco por alcanzar su mayor grado de desmadre. —Isobel y Sarah dejaron escapar unas risas mientras él seguía—. Preguntamos por el dueño de la casa, pero el pollo no nos oye porque la música está a un volumen que podría tirar la casa abajo. Jess y yo entramos y enseñamos las placas, seguimos preguntando pero allí debía haber como doscientas personas. —Hizo una pausa dramática—. Todas disfrazadas. Así que todo el mundo levanta los pulgares y nos felicita por nuestros disfraces, pero no nos hacen ni caso, porque están borrachos y además tampoco oyen lo que les decimos.
Isobel se echó a reír abiertamente, más fuerte, y oyó a Sarah hacer lo mismo. A Jess le temblaba el cuerpo, porque reía en silencio. Pero la historia no terminó ahí.
—Nos abrirnos paso a empujones, intentando alcanzar el equipo de música para quitarla. Y mientras avanzamos, la gente empieza a pasarnos de beber, una chica se le cuelga a Jess del cuello intentando que le diera rollo... A mí me metieron mano y os juro que no sé si fue tío o tía.
Isobel se tapó la boca con la mano procurando controlar la risa. Sarah ni siquiera lo intentó: soltó una fuerte carcajada, apoyándose en Isobel para sostenerse.
—Entonces, Jess pasa junto a un tipo que estaba coreando la canción que estaba sonando con un megáfono. Se lo arranca de la mano y grita: "¡FBI! ¡Se ha terminado la fiesta!". Y la gente... se volvió como loca. Se pusieron a gritar como si fuéramos el número estrella de la noche.
Para entonces, Sarah rodaba por el suelo e Isobel no podía parar de reír.
—Por poco no desenfundo y disparo al aire. Afortunadamente, Jess me sacó de allí a tiempo. Se necesitaron cuatro coches patrulla para disolver la fiesta.
—Fuf, ahora me río pero en el momento lo pasé mal —dijo Jess quitándose las lágrimas de los ojos.
—¡Y al final el tipo ni siquiera estaba en casa! —exclamó Jubal.
Todos se echaron a reír a carcajada limpia.
·~·~·
—O sea, que escucho que Jubal dice la palabra de seguridad para intervenir, ¿no? —contaba Jess.
Había dejado la hamaca para sentarse con ellos, y esta vez era él quien recordaba una anécdota. Jubal había intentado impedir que lo hiciera, pero su reticencia solo había logrado aguijonear más aún la curiosidad de Isobel y, sobre todo, la de Sarah, que insistió a Jess para que la contara hasta que éste accedió.
Las risas de antes habían conseguido por fin aliviar la tensión. Mientras, seguían observando jugar a los niños. Jubal usaba la pistola de agua sobrante para dispararles, indolente pero malicioso, algún chorro de agua a traición cuando se le ponían a tiro.
—Salimos corriendo —continuó Jess—, irrumpimos en la suite del hotel. Cuando entro en el dormitorio... me lo encuentro tumbado en la cama con la camisa abierta y la sospechosa encima. Una mujer bastante atractiva, por cierto. Y ella... —encogió los hombros levantando las cejas en un gesto expresivo— se lo está comiendo vivo.
Tanto Jess como Isobel y Sarah se echaron a reír. Jubal se dejó caer hacia atrás, tapándose la cara con la mano, avergonzado, pero reía con los demás.
—Aquí el amigo —añadió Jess— no tenía pinta de estar resistiéndose, no sé si me explico...
—Para ti es fácil decirlo. ¡No eras tú el que tenía una navaja en la ingle! —protestó Jubal entre risas—. Hice lo que tenía que hacer para proteger mi... integridad física —se justificó, causando más carcajadas.
Para su propia vergüenza, Isobel no pudo evitar encontrar la historia... sugerente. Parpadeó, intentando no dejarse llevar y no pensar en Jubal con la camisa abierta ni, específicamente, en su "integridad física".
—Ey, que yo te ofrecí volver un poco más tarde —se defendió Jess, haciendo reír aún más a Sarah e Isobel.
—Sí, lo hiciste, sí. Canalla... —se quejó falsamente amargo Jubal, y disparó a la cara a Tyler, que pasaba cerca en ese momento.
Harto de los fuera de juego de su padre, Ty se giró de improviso y empezó a acribillarlo con el rifle naranja. Abi y Tali se le unieron inmediatamente con entusiasmo, ávidas también de venganza, y de pronto, lo estaban mojando los tres a la vez. Jubal rugió fingidamente airado, mientras Jess, Isobel y Sarah, riendo, se apresuraron a apartarse para no convertirse en víctimas colaterales.
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