De todos los colores
Capítulo 10. Niebla perlada


Comportarse normalmente después de aquello a Jubal le costó un triunfo, pero realmente no le pareció buena idea dar las cosas por sentado. Sobre todo, cuando notó que Isobel volvía a ser muy reservada en cuanto los demás estuvieron a su alrededor. Decidió que debía ser prudente.

Además, Jubal enseguida descubrió con inquietud que otro problema había hecho masa crítica, requiriendo súbitamente toda su atención. Estaban poniéndose a preparar la cena, cuando Tyler y Tali, que se habían entretenido fuera un rato solos, entraron a la cocina. Y se los veía inesperadamente disgustados. El chaval parecía desanimado y culpable mientras que la chica tenía los ojos enrojecidos y le echaba miradas rencorosas. A Jubal le saltaron todas las alarmas. La expresión de suspicaz preocupación de Jess hizo que decidiera actuar. Cuando no miraba nadie, Jubal agarró a Tyler por el brazo y lo sacó afuera por la puerta de la cocina.

—¡Papá! —protestó el chico por la forma brusca en que lo había arrastrado.

Por su parte, Jubal intentó calmar sus nervios antes de decir nada.

—Ty, ¿qué ha pasado con Tali? —preguntó directo y severo, pero controlado, mientras por su mente se pasaban varios escenarios poco deseables.

—Es que... —dijo Ty colorado y cabizbajo, provocando en Jubal aún más inquietud—... Tali me ha pedido salir a mí.

Jubal parpadeó, resoplando de puro alivio y de repentina frustración. Al menos aquello no era nada de lo que se había temido. Sin embargo... Claro, por supuesto. Jess, Tyler y él elucubrando, evitando la situación, tomando decisiones y, entretanto, cometiendo el error garrafal de olvidar que Tali tenía intereses y voluntad propios. Pero, ¿entonces por qué Ty estaba tan triste y Tali enfadada?

—No he hecho nada, como hablamos ayer —se apresuró a decir Tyler, malinterpretando el ceño de confusión de su padre—. Solo intenté ser ya sabes... Un caballero.

—Sí, de acuerdo. Pero no entiendo. Si te lo ha pedido ella, ¿dónde está el problema?

La mirada de Ty fue desoladora.

—Le he dicho que no.

Todo adquirió sentido por fin. Jubal estudió la expresión abatida de su hijo.

—Podrías cambiar de opinión. Puedo hablarlo con Jess.

—¿Qué? —Un brillo de esperanza nació y murió en los ojos de Ty de un modo que resultó aún más desgarrador—. No. Sigo pensando que no debería. No quiero que Tali lo pase mal por mi culpa...

Su determinación sonó muy adulta. Obviamente, era una decisión que Tyler sinceramente pensaba era la correcta pero que le había costado mucho tomar, que le había dolido. Jubal admiró que quisiera mantenerse firme incluso sabiendo que sacrificaba más todavía de lo que creyó en un principio. Y aun así...

—Espera. Cuando le dijiste que no, ¿Tali qué te dijo?

—Primero se puso muy triste. Pero cuando se lo expliqué se enfadó mucho y me llamó idiota mentiroso —murmuró Ty, recordando afligido, y de pronto volvió a ser solo un niño.

Chasqueando la lengua exasperado, Jubal se frotó la nuca con la palma de la mano. Sintió sincera pena por Tali, que había tenido el valor de exponerse, probablemente animada por el comportamiento gentil de Tyler, y se había encontrado con aquel muro de rechazo. Su hijo era maduro para su edad, pero seguía teniendo solo catorce años. No había sido capaz de reevaluar la situación.

Para ser honestos, tal vez no era una cuestión de edad. No pudo evitar pensar en sus dudas hacia Isobel. Siempre es más fácil cuando no es a uno a quien le pasan las cosas...

—Ty, me siento orgulloso de que te atengas a tus decisiones, pero creo que en este caso deberías pensarlo de nuevo.

Esta vez fue el turno de Tyler de desconcertarse.

—¿Se te ha ocurrido —abundó Jubal al verlo tan perdido— que Tali ya lo está pasando mal? Me temo que piensa que solo le has dado una mala excusa para rechazarla.

Los ojos de Tyler se abrieron espantados.

—Pe-pero- pero eso no es- —farfulló.

—Claro que no. Pero eso de "mentiroso" como que me da la pista —explicó Jubal con una mueca apurada.

Cuando la idea caló, Tyler se transformó en la viva imagen de la infelicidad.

—La buena noticia es que creo que está en tu mano arreglarlo... —intentó animarlo Jubal.

—No —replicó Ty, angustiado—. Eso no cambia las cosas. Yo sigo estando enfermo.

Jubal ya sabía que lo iba a decir, pero eso no hizo que esas palabras dolieran menos. Aun así, no se permitió que lo desalentaran.

—Si empeoras, Tali lo va a pasar mal de todas formas. Que ella haya dado el paso lo cambia todo, ¿no lo ves? —razonó Jubal— Ahora... Ahora creo que merece la pena intentarlo, Ty. —Hizo un gesto asertivo con la cabeza—. Todavía estás a tiempo.

Esta vez su hijo, en lugar de replicar, guardó silencio mientras lo volvía a pensar. Jubal le dejó que se tomara su tiempo. Cuando al fin Tyler levantó la cara, la tristeza había desaparecido para dar lugar a una gran inseguridad.

—¿Y si...? ¿Y si ahora Tali ya no quiere...? —murmuró.

—Estará en su derecho, pero eso siempre ha sido así —dijo Jubal encogiéndose de hombros.

Tyler asintió dándole la razón.

—¿Y qué pasa con el tío Jess? —preguntó, pero sus ojos se habían iluminado y su tono fue más estratégico que derrotista—. Me gustaría invitarla al cine el próximo viernes... ¿Tú crees...? ¿Crees que sería posible? Podría hablarlo con el tío Jess —ofreció, decidido.

Sonriendo profundamente aliviado, Jubal le reconoció su coraje.

—Me parece bien, hijo. Pero déjame que te allane el terreno, ¿vale?

·~·~·

Pero, al volver dentro, fue Jess el que quiso hablar con Jubal aparte. Los dos fueron hasta el salón. Sarah e Isobel los siguieron.

—Jubal, cuando le he preguntado a Tali qué le pasaba —dijo Jess—, se ha encerrado en su habitación. Ahora dice que no quiere salir. ¿Alguna idea de qué está pasando? —preguntó gravemente alarmado y echando una mirada ceñuda en dirección a la cocina, donde se había quedado Tyler con su hermana.

Por su parte, Isobel y Sarah parecían también muy preocupadas.

Jubal exhaló y les contó a los tres lo que sabía. Cuando terminó, la expresión de Jess había cambiado bastante, sus ojos llenos de empatía hacia el muchacho.

—Así que creo que en realidad esto tiene arreglo —concluyó Jubal—. Le dije a Ty que hablaría contigo antes, pero tiene toda la intención de pedírtelo él mismo.

Jess negó con la cabeza.

—Trece años. No es más que una niña...

—Yo puedo acompañarlos —sugirió Jubal—. A ninguno de los dos les va a gustar llevar carabina pero, ¿te dejaría más tranquilo?

—Sigue siendo demasiado pronto.

—Perdonad que me meta —intervino de pronto Isobel—. Jess, estás siendo obtuso. Ha sido ella la que ha tenido la iniciativa. Un rasgo de valentía, por cierto. ¿No te parece que podría hacerlo con otro chico? ¿Alguno que no conoces desde pequeño y que no sabes que se puede confiar en él?

El corazón de Jubal dio un saltito por la vehemencia en sus palabras abogando por su hijo; le dirigió una leve sonrisa agradecida. Entretanto, a Jess se le puso cara de susto ante la posibilidad. Pero volvió a negar.

—Tyler es un buen chico pero tiene catorce años —replicó Jess—. Recuerdo bien cómo era yo a los catorce años.

—¿Ah, sí? —dijo Isobel algo retórica—. Pues yo recuerdo cómo era yo a los trece y te puedo asegurar que mi padre no sabía ni la mitad de en lo que andaba metida.

—¿En serio? —preguntó Jubal—. Me tienes que hablar de eso —le susurró a Isobel, divertido.

Ella reprimió sin mucho éxito una sonrisa.

—Además, ¿preferirías a uno de dieciséis? —añadió Isobel—. Porque eso también podría pasar.

El rostro aterrado de Jess fue todo un poema. Al final fue Sarah la que logró encauzar la situación.

—Jess —dijo cogiéndole la mano con afecto—, ahora mismo tu hija está llorando en su habitación. En lo que deberías centrarte es en escucharla... Es lo que ahora necesita, no que le prohíbas cosas.

—Además, tal vez puedas ayudar a aclarar un poco el malentendido... —propuso Jubal.

Jess los miró alternativamente a los tres, como si se sintiera acorralado y eso le molestara.

—Está bien. Iré a hablar con ella —gruñó, pero entrando en razón.

Sarah, Isobel y Jubal volvieron a la cocina, donde Tyler esperaba impaciente. Estaba dispuesto a ir a hablar con padre e hija inmediatamente. Jubal tuvo que frenarlo.

—No es el momento. Déjalos hablar.

Cuando Jess y Tali regresaron, la muchacha parecía sentirse indignada y algo avergonzada, pero de algún modo vindicada, e intentó hacer como si nada hubiera pasado. Jubal sospechó que, como adolescente que era, no le había hecho gracia que los adultos se inmiscuyeran en sus asuntos. De todos modos, Jess debía de haberle dicho algo determinante, porque al mirar a Ty, los ojos de Tali se llenaron de ansia e incertidumbre, no de resentimiento, como antes. Parecía morirse por hablar con él, pero aparentemente fue capaz de hacer aquello a un lado y recuperar el buen ánimo.

Mirando de reojo a Isobel, Jubal se sintió perfectamente identificado.

·~·~·

Después de cenar, y tal como sugirió Jubal la noche anterior, se armaron de linternas y frontales para ir en busca de salamandras y tritones. Como la temperatura era hoy un poco más fresca, Sarah preparó leche con cacao para mantenerse calientes. Le puso canela y clavo a sugerencia de Isobel, y se la llevaron en un par de termos.

Al llegar a los árboles, Jubal vio a Tyler dar una carrerita para caminar junto a Tali. Jess fue a alcanzarlos, pero Jubal lo detuvo. Los chavales necesitaban poder hablar y a sus respectivos padres debería bastarles con vigilarlos a distancia. No les fue posible oír lo que hablaban pero, a pesar de que en un momento dado pareció que se enfrascaban en una fuerte discusión, cuando los dos alcanzaron el borde de la quebrada por donde transcurría el arroyo, Tali volvía a sonreír y Ty volvía a mirarla con cara de bobo. A Jubal le pareció divertido que eso, además de mono, resultara apaciguador...

—¿Les vas a dejar que vayan juntos al cine el viernes? —le planteó casualmente a Jess—. ¿O Tali seguirá castigada?

—No, ya no está castigada. Hablé con ella. Tenías razón —admitió Jess honestamente—. Hemos ido tantas veces al arrollo por la noche que no pensó que se estaba escapando.

Jubal se alegró mucho de que hubiese seguido su consejo.

—Lo otro... —añadió Jess— aún lo estoy pensando.

—Con eso me basta —dijo Jubal sonriendo satisfecho.

—Bueno, ¿y qué hay de Isobel? —soltó Jess a bocajarro.

Y con alevosía y nocturnidad, pensó Jubal, sobresaltado. Y premeditación también, probablemente.

Se sintió inclinado a negarlo todo, pero se percató de que con Jess era causa perdida.

—Trabajando en ello —se limitó a decir—. ¿Tan obvio soy? —añadió súbitamente inquieto y algo avergonzado.

—¿Intentabas acaso ocultarlo?

—Jaja —gruñó sin humor.

·~·~·

Con cuidado de alumbrarse bien el camino, bajaron al fondo de la quebrada. Allí las luciérnagas los rodeaban como pequeños farolillos inquietos. Tali, que sabía dónde encontrar los animalillos, los guio recorriendo el brumoso cauce iluminando con luz roja para no ahuyentarlos. Les mostró hasta cuatro especies distintas de vivos colores, incluida una rara salamandra de manchas azules, que según Tali era muy rara de ver. También, para regocijo de Abi, vieron varias ranitas y un gran sapo.

Por supuesto, sólo los observaron y no los molestaron más de lo necesario. En eso Tali fue muy estricta, aunque no tuvo que insistir mucho: Abi y Ty se portaron de manera ejemplar.

·~·~·

No fue una ruta larga, pero sí algo exigente por lo accidentado del terreno. Antes de regresar, se sentaron formando un circulo en un claro a la orilla de un somero remanso, a descansar, tomar el cacao caliente y comentar todo lo que habían visto.

Mientras los chavales hablaban animados, Jubal se permitió contemplar cautivado a Isobel; sentada enfrente suyo, su rostro iluminado a pinceladas expresionistas por la luz de las linternas y las luciérnagas. Durante la cena, había sido una agonía tener que disimular, pero ahora aprovechó la penumbra para mirarla detenidamente tal como deseaba.

A Isobel aparentemente le había costado mucho menos guardar la compostura estando a la mesa. Se había comportado con él como con uno más, de un modo similar a como habitualmente lo hacía en el trabajo. Su cambio de actitud con respecto al resto del fin de semana le provocó a Jubal una cierta zozobra. A pesar de lo ocurrido al atardecer entre los dos, se empezó a temer que estaba mucho más implicado que ella.

Mientras se bebía su cacao, sin embargo, Isobel pareció sentir sobre ella los ojos de Jubal. En lugar de apartar los suyos con reserva, como era lo habitual, esta vez le dirigió por encima del borde de la taza de aluminio una larga mirada cálida y acariciante, que le disparó a Jubal el pulso; sustituyó bruscamente su incipiente intranquilidad por una efervescente ansia casi imposible de aplacar.

·~·~·

Cuando ya desandaban el camino de vuelta a casa, jirones de niebla perlada se habían asentado entre los árboles. Subrepticia pero deliberadamente, Isobel se quedó atrás dejando que el grupo pasara, para entonces llamarlo, con voz queda.

—Jubal.

Él se detuvo y se volvió de inmediato. No habría podido evitarlo ni aunque hubiera querido: el tono solícito de Isobel pronunciando su nombre tuvo sobre él un efecto absolutamente hechizante. Ella esperó a que los demás se alejaran para acercarse mirándolo a la cara y ponerle una mano en la mejilla. El gesto, abiertamente afectuoso, lo estremeció, pero Isobel parecía nerviosa. Jubal le acarició preocupado la otra mano, donde ella llevaba la linterna.

Isobel le estudió el rostro en la penumbra. Estaba claro que durante aquellos días un vínculo había surgido -o se había fortalecido- entre los dos. Ah, sí. No podía olvidar el incendiario y bastante inequívoco episodio de la despensa. De acuerdo, ¿y qué significaba? ¿Qué era? Ahora somos... ¿qué? Debería plantearlo, ¿no? Eso debería hacer. Mientras tanto, la mirada de Jubal se estaba tornando nublada de anhelo, y eso la distrajo por completo.

Por unos segundos que a Jubal se le hicieron interminables, Isobel pareció que iba a decir algo. Pero entonces, suspiró arrobada, y lo besó. Al principio, tentativamente. Al recibirla, Jubal hizo lo que pudo por dominar su ansiedad y mantenerlo suave y dulce, pero no tardó en ponerle la mano en la cintura y atraerla gentilmente hacia sí. La intensidad incrementó por si sola. En respuesta, Isobel avanzó lentamente hasta apoyarlo en el tronco de un árbol cercano, y se reclinó despacio pero con decisión contra Jubal, quien exhaló sorprendido y encendido por la sensación, mientras la abrazaba. Antes de darse cuenta, los labios de Isobel batallaban impacientes con los suyos por lograr más contacto. Sedienta de más, ella lo incitó entreabriéndolos. A él le fue imposible hacerse de rogar. La boca de Isobel sabía a chocolate y a especias, y Jubal sencillamente se sintió intoxicado.

Una vocecita dentro de su cabeza apuntó que no podía dejarse llevar completamente allí en medio del bosque, y menos cuando Jess o sus hijos podrían regresar a buscarlos. Pero por el momento, Jubal no pudo evitarlo e ignoró la alerta para seguir disfrutando de aquella inédita y fogosa faceta de Isobel. La estrechó ardorosamente contra él mientras permitía que las sensaciones candentes que ella le producía se extendieran por todo su cuerpo.

Sólo algo después, con un esfuerzo ímprobo, logró frenar un poco, reduciéndolo a unos besos más comedidos, aunque cargados de sentimiento, lo que de algún modo los hicieron aún más adictivos.

Tras varios intentos fallidos, finalmente los dos lograron detenerse, la respiración agitada. Rodeados de tenue bruma, se intuyeron a la poca luz que les llegaba de las linternas, que habían quedado encendidas, tiradas en la verde hierba. Jubal le acarició a Isobel un pómulo, con ojos encandilados, y ella se decidió al fin.

—¿Y ahora qué? —susurró con aprensión— ¿Esto...? ¿Esto cómo funciona?

A Jubal no le costó entender su desasosiego, porque él estaba sintiendo lo mismo.

—No lo sé... —admitió con sinceridad—. Pero tal vez eso sea lo de menos. Siempre que el lunes no prefieras hacer como si no hubiera pasado nada... —bromeó, pero Isobel pudo notar el crudo temor que se escondía en sus palabras.

—Yo no- —se interrumpió antes de decir "no haría eso" porque, siendo honesta, era lo que llevaba haciendo todo el fin de semana. No era de extrañar que Jubal tuviera sus dudas. Isobel titubeó un momento y le cogió la cara afectuosamente con la mano—. No... No voy a hacer eso —le aseguró mirándolo a los ojos.

Él esbozó una sonrisa e intentó sin conseguirlo disimular un suspiro de alivio.

—Entonces no te preocupes. Lo averiguaremos sobre la marcha. Juntos —declaró él.

Durante unos segundos, Isobel estuvo a punto de no contestar y guardarse para sí sus malditas reservas. Sus murallas otra vez se resistían a dejarlo entrar. Llevaban demasiado tiempo allí. Pero aquella tarde había compartido con Jubal cosas de su pasado que poca gente sabía y que nunca había confiado a ninguna otra persona; se mostró vulnerable y él le ofreció su apoyo como nadie había hecho antes... Isobel decidió que no debía dejar que eso quedara en el olvido, y se forzó a abrir de nuevo un resquicio en la puerta.

—Pero no sé qué significa eso —protestó, manifestando abiertamente su inquietud—. No sé cómo podemos encajar... —hizo un ademán frustrado, implicando a ellos, sus trabajos, sus vidas.

Desgraciadamente, para Jubal lo que pareció es que ella se exasperaba. Tenía la sensación de que continuamente le pasaba eso con Isobel. Avanzaba tres pasos y retrocedían dos. Intentó no desanimarse.

—No hace falta que sepamos cómo... Sólo que queramos hacerlo —respondió Jubal con tono conciliador y su agudeza habitual.

Maldita sea, tiene razón, tuvo que reconocer Isobel. Casi la convenció. Casi. Abrió la boca para replicar, pero Jubal se le adelantó:

—Mira, yo sólo sé que eres muy importante para mí. Esto —hizo un gesto entre los dos—, es muy importante para mí. No pienso dejar que se eche a perder —manifestó con firme vehemencia.

De acuerdo, ahí estaba. Era todo lo claro que podía dejar las cosas sin decir palabras más explícitas y precipitadas que seguro la incomodarían. Aun así, lo dejaba bastante expuesto. Por la mirada sorprendida de Isobel, Jubal no era el único consciente de eso. Los ojos de ella se volvieron esquivos, haciendo medrar aún más su desazón. Se le hizo un nudo en la garganta; tragó saliva con dificultad, súbitamente temeroso de haber cometido un error fatal.

El riesgo que Jubal estaba corriendo superó las defensas de Isobel como un tiro parabólico de artillería bien apuntado. El impacto la dejó desorientada. Por un momento, su corazón se rebeló y estuvo incluso dispuesto a bajar hasta el muro personalmente para franquearle el paso. Con las pulsaciones desbocadas, Isobel logró presencia de ánimo lo justo para hacerlo controladamente.

—Tú también me importas mucho —murmuró Isobel con voz temblorosa, pero mirándolo a la cara valientemente para decirlo.

Aquello puso a Jubal en órbita, especialmente porque esta vez no hubo ningún "pero" detrás.

Atropellado por su propia euforia, Jubal no encontraba más palabras. En su lugar simplemente la besó con sobrecogida ternura. E Isobel se maravilló por el efecto tranquilizador que su contacto tuvo sobre ella.

·~·~·

Sólo se soltaron las manos al salir de entre los árboles al jardín de la casa. Los demás los esperaban sentados en el porche. Abi se quedaba dormida sobre el hombro de su hermano.

Ninguno hizo el menor comentario, aunque Jess y Sarah sonreían levemente. Todos se dieron las buenas noches.

Una parte de Isobel quería darle a Jubal un beso de despedida, pero realmente no se sentía preparada para hacer demostraciones públicas de afecto. Él pareció comprenderlo y no hizo siquiera el intento. Pareció perfectamente contento con la mirada dulce que Isobel le regaló al desearle que descansara bien.

Al caminar hacia el granero, Abi se abrazó a la cintura de Jubal, bostezando.

—Habéis tardado mucho... —se quejó.

—Sí, lo siento. Espero no haberos preocupado...

—No. El tío Jess fue a buscaros y volvió diciendo que os dejáramos tranquilos, que necesitabais estar solos porque teníais que hablar.

Jubal carraspeó, abochornado. Dudaba que Jess los hubiera visto "hablando", precisamente. No era lo que habían estado haciendo la mayoría del tiempo.

—¿Lo habéis hecho? —preguntó Abi con naturalidad.

—¿Cómo? —replicó Jubal atónito.

—Que si habéis hablado —aclaró Ty, divertido.

—¡Ah! Sí, sí —respondió Jubal todavía desconcertado—. Hablamos.

—¿Y? —indagó Abi.

Eso hizo a Jubal reír suavemente. ¿Desde cuándo su vida sentimental era una conversación que les interesara a sus hijos? Los tres entraron en el granero.

—"Y" no voy a hablar de esto con vosotros ahora.

—Claro, claro —dijo Tyler.

Pero los dos chavales intercambiaron una mirada cómplice y se sonrieron. Jubal reprimió una risa y fingió no haberlo visto.

—Venga, a la cama.

·~·~·

A la mañana siguiente, después de desayunar, se prepararon para emprender el camino de vuelta.

Cuando ya habían metido las cosas en el coche, Jubal se despidió de Sarah y Jess, mientras Isobel se despedía de los niños.

—Gracias por todo. Lo hemos pasado muy bien —agradeció Jubal, y se dio un fraternal abrazo con Jess—. Tengo curiosidad —añadió entonces—. Cuando nos invitaste a los dos a pasar aquí el fin de semana, ¿sabías que esto iba a pasar?

No hizo falta que aclarara a qué se refería. Jess se rio por lo bajo.

—Jubal, soy bueno, pero no tanto. Tenía indicios, no poderes sobrenaturales.

Jubal le dirigió una mirada escrutadora.

—Te das cuenta de que eso viene a decir igualmente que lo hiciste a propósito, ¿verdad? —espetó, un poco molesto por la encerrona.

—Quinta enmienda. ¿Alguna queja? —replicó Jess con una sonrisa irónica.

Jubal echó una mirada por encima de su hombro a Isobel, que estaba hablando con Abi de quedar de vez en cuando por vídeo para practicar el español. Reflexionó sobre ello, reparando en la sensación cálida que sentía en el pecho cada vez que la miraba. Empezó a sonreír.

—No.

Entonces vio que más allá, Tali y Tyler hablaban en voz baja. Con la cara colorada, el muchacho cuadró los hombros, como decidiéndose de repente; giró sobre sí mismo y se acercó a los dos padres con determinación. Detrás de él, Tali lo persiguió; parecía que no le hacía mucha gracia.

—Ty, te he dicho que hablaré yo con él —dijo enfadada a su espalda con dientes apretados.

Tyler no le hizo caso y se dirigió directamente al padre de la chica.

—Tío Jess, me gustaría llevar a Tali al cine el viernes que viene —dijo sin mayor preámbulo y la garganta agarrotada—. Sé que esto es algo que tendrás que hablar con ella. —Aquello pareció sorprender y agradar a Tali—. Sólo quiero que sepas que no estoy haciendo el tonto. Tali me gusta de verdad —Su rostro se ruborizó aún más—. Y te aseguro que no haré ninguna estupidez.

Jess miró a su hija, que también se había sonrojado pero que parecía impresionada. Estudiando al chaval con gravedad pero apreciativamente, Jess frunció los labios, pensativo.

—Lo hablaré con Tali y te diremos algo.

—Gracias —respondió Ty y se fue hacia el coche de su padre sin querer volver mirar a Tali, como si de pronto temiera haber metido la pata.

Ella lo siguió y lo detuvo. Para sorpresa del chaval, Tali lo besó brevemente en la mejilla. La boca abierta de Ty puso de manifiesto que era la primera vez que lo hacía. Ella se despidió con una sonrisa, dejándolo embobado.

Tali dio también sendos abrazos a Abi y Jubal, quien se abstuvo de hacerle ningún comentario.

Al subirse al coche, Abi hizo un gesto hacia Isobel.

—¿No le vas a decir nada, Papá? —dijo con tono de reproche.

Jubal frunció ceño, considerándolo. Había pensado en llamarla por la tarde, cuando los dos tuvieran intimidad para hablar tranquilamente, cuando no estuvieran rodeados de gente que los miraban, pero en realidad no quería separarse de ella sin siquiera despedirse.

Isobel ya se había metido en su coche. Sintiendo cinco pares de ojos sobre él, Jubal tomó aire, se acercó a su ventanilla abierta y se apoyó en ella con los codos.

—Ten cuidado en la carretera, por favor —pidió con voz queda.

—Descuida —contestó Isobel sonriente, con una mirada conmovida—. Tú también. —Vaciló un momento—. Aahm... ¿Tienes planes para esta noche? —preguntó con un aire casual.

Más que sus palabras, fue la chispa cálida y esperanzada que brilló en sus ojos la que le dio a Jubal ese último empujón.

—No... De hecho, después de que haya dejado a los chicos en su casa, ¿te gustaría-? —Se tuvo que aclarar la garganta y empezar de nuevo—. ¿Te gustaría salir a cenar conmigo?

El rostro de Isobel se iluminó como encendido desde dentro.

Me encantaría.

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Próximo capítulo: la primera cita.