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Advertencias del capítulo: (Lenguaje obsceno)
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Disclaimer: Attack on Titan y sus personajes NO me pertenece
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Nota: Esta historia es completa y absolutamente MIA, y no es permitido tomarla sin mi autorización.
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CHAPTER 16
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BIRTHDAY
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Mikasa se bajó de la cama lentamente, poniéndose de puntillas cuando sus pies finalmente se encontraron con el frío suelo.
Un pequeño estremecimiento le recorrió la piel, se apresuró a agacharse para acomodar su camisón blanco sobre sus piernas. Dio una mirada alrededor, observando las otras camas, a la espera que todos se encontrarán aún durmiendo y no se dieran cuenta de que estaba infringiendo las reglas al estar despierta en un horario considerado indecente.
Dio una mirada a la puerta y luego avanzó, atravesando la división entre la fila de camas donde dormía y las que estaban frente, justo a unos metros de distancia.
Habían más camas que antes, aunque la habitación era suficientemente grande como para albergarlas. Muchos más niños habían ingresado, casi de su edad. Esa era la razón por la que terminaban ahí, pues era de conocimiento general que una vez que pasaban los doce años, habían perdido sus oportunidades de ser adoptados.
Habían transcurrido poco más de dos años desde que estaba en aquel mismo lugar. Su vida seguía exactamente la misma estricta y obligatoria rutina. La única oportunidad que había tenido de salir de ahí fue casi un año atrás, pero el pensamiento de dejar a Eren le impidió abrazar el momento con felicidad. El pequeño la había mirado con una sonrisa y le dijo que era feliz si ella también lo era, pero tras observó su expresión, Mikasa lo había sabido, ella jamás sería feliz si él estaba lejos.
Terminó de cruzar el pasillo y se agachó al lado de una de las camas, tuvo especial cuidado al apoyarse sabiendo que el chillido del metal podría despertar a alguien.
Observó la pacífica y suave expresión de Eren mientras dormía. Tenia el cabello revuelto y la boca ligeramente abierta, roncaba un poco y aún así, le pareció de lo más adorable. Reprimió una sonrisa mientras le tomaba del hombro y lo sacudía poco a poco.
—¿Qué…? – él espabilo luego de un momento, abriendo apenas los somnolientos ojos.
—Eren – musitó suavemente.
El chico bostezó y le dirigió una mirada de lado, luego de unos segundos se irguió, con tanta rapidez que la cama chilló.
—Shhh… – Mikasa le riñó con el ceño fruncido y el índice sobre los labios, indicándole que guardara silencio.
—Mikasa… ¿Qué haces aquí? – él parpadeó continuamente, un ojo más abierto que el otro y una expresión realmente graciosa en su rostro.
—Vamos – tomó su mano y le haló.
—¿A donde? – indagó con curiosidad, aún así se apresuró a ponerse de pie y entrelazó sus dedos.
—Es un secreto.
Salieron de la habitación y Mikasa se aseguró de ver a través del pasillo antes de instarle a caminar.
Cruzaron todo el salón y Eren no discutió en ningún momento, confiando ciegamente en ella.
Cuando llegaron a la cocina, el chico pareció dudar un segundo antes de ingresar. Mikasa se encaminó hacia el interior. Algunos días le tocaba ayudar en las tareas por lo que estaba bastante familiarizada con el lugar. Había un enorme comedor donde se encontraban distribuidas tres largas mesas que daban cabida a veinte niños cada una. Cruzaron entre las mesas y luego la barra. Al otro lado había un pasillo con los electrodomésticos necesarios, Mikasa se acercó al refrigerador y lo abrió.
—¿Qué haces? – susurró Eren por primera vez, ligeramente sorprendido – Si descubren que tomamos algo nos castigaran.
—Shhh…
—¿Mikasa? – él la tomó de la mano – Si tienes hambre pudiste habérmelo dicho, te habría dado de mi cena.
Ella lo miró por sobre el hombro.
—Comes más que yo – susurró en voz baja.
—No importa, no me importaría compartir conmigo – él sonrió trémulamente – Además, puedo aguantar hasta el desayuno – infló el pecho con orgullo.
Sus palabras trajeron una sensación de presión a su pecho, Mikasa bajó el rostro con las mejillas inundadas de calor, soltó la mano de Eren y se agachó, sin cerrar aún la puerta.
La luz del refrigerador le permitió vislumbrar el pequeño compartimiento que estaba bajo la alacena donde guardaban todos tipo de cereales y pastas. Abrió las puertas de vidrio mientras se ponía sobre sus rodillas y metía la mano en el hueco a un lado del dispensador.
Eren la llamó, pero le indicó que guardara silencio y empezó a registrar, sacando los múltiples recipientes con condimentos, los apilo uno a lado de otros, hasta que al fondo logró divisar una pequeña bolsa negra. La sacó y volvió a guardar los botes. Cuando terminó, cerró la alacena y se sentó sobre sus rodillas, dándole una mirada a Eren.
—¿Qué es eso? – él pareció preocupado, sabía que siempre era así cuando hacían algo que infringida las reglas.
Los castigos eran muy severos y aunque no tendía a meterse en problemas, algunas veces los tenía, cuando se echaba la culpa sobre algo que hacían los más pequeños. El aislamiento la ponía ansiosa y cuando volvía, era Eren el único que podía reconfortarla.
—Es para ti – lo extendió en su dirección, pero Eren negó.
—No, guárdalo de nuevo, no quiero que te metas en problemas – le advirtió con severidad – Lo mejor es irnos, no se que te pasa hoy Mikasa – él hizo un ademán de levantarse, pero ella le tomó del brazo, deteniéndolo.
—Dijiste que confiabas en mi.
—Siempre – no dudo al soltarlo.
—Siéntate conmigo entonces – pareció dudar.
—La puerta del refrigerador está abierta.
—Es porque quiero verte – susurró suavemente. El rostro de Eren se encendió y se apresuró a sentarse frente a ella, de piernas cruzadas.
—¿Qué es eso? – señaló la bolsa en sus dedos.
—Ya verás – Mikasa empezó a desenvolverlo. Dentro estaba enrollado en otra bolsa y luego en un largo trozo de servilleta.
Su trabajadora social había llegado el día anterior, Mikasa le había dicho explícitamente la fecha dos meses atrás y la mujer había cumplido, a su vez le había traído lo que le solicitó, aunque Mikasa le pido que no lo reportará con la supervisora, ni se lo contará a las demás trabajadoras.
—"Solo espero que no te metas en problemas" – ella había sonreído, tras prometerle que no lo haría.
—¡Es un muffin!
Eren miró el pequeño pastelito sorprendido. Llevaba un tiempo sin ver uno, el orfanato tenía una política de "no dulces" por lo que las únicas excepciones eran los días festivos, pero nunca pasaban de algunas galletas. Miró el esponjoso bizcocho fijamente y recordó tiempos lejanos. Su madre le había enseñado a hornear, ella era tan dulce como los postres que preparaba y Eren nunca había esperado extrañar esos momentos compartidos. Sintió el impulso de llorar, pero supo reprimirlo mientras miraba la suave expresión de Mikasa.
Notó como ella ponía la bolsa en el piso y registraba los bolsillos de su camisón. Cuando sacó su mano, Eren notó que traía una vieja candela y una caja de cerillos.
Sus pequeñas manos se apresuraron a limpiar la cera blanca de la vela, luego sopló y con cuidado la insertó en el muffin. Era muy gruesa y tuvo que empujar para finalmente lograr que se estabilizará, cuando casi llegó al fondo.
Eren sintió como su pulso se aceleraba mientras la observaba ponerse sobre sus rodillas e inclinarse, encendiendo la candela. Le costó un poco, pues el frío del refrigerador le apagó un par de fósforos, pero cuando terminó, dejo todo de lado y tomó con ambas manos el muffin, teniendo especial cuidado al levantarlo.
Ella volteó y luego cerró la puerta del refrigerador, la luz de la vela iluminó la estancia e hizo brillar su dulce expresión.
—Mikasa…
—Feliz cumpleaños Eren – ella se alzó sobre sus rodillas y el pequeño castaño lo hizo también, sintiendo como todo su cuerpo se estremecía.
—¿Cómo? – sintió como un nudo se formaba en su garganta, pero se apresuró a tragarlo, aún así, su mirada se humedeció.
—Nunca podría olvidarlo, aunque tú intentes fingir que no es hoy – ella sonrió, una pequeña mueca que trajo un nudo de emoción a su pecho – Se que no es la gran cosa, seguramente los pasteles de tu mamá eran mucho más…
—Es perfecto – Eren la cortó, extendiendo las manos.
Mikasa sonrió aún más y le pasó el muffin, hasta que descansó entre sus dedos.
Eren miró el pequeño bizcocho, consciente de la presión inusual en su interior. Era apenas del tamaño de su puño y la vela era muy grande, por lo que su peso y la gravedad la habían llevado de lado, no era ni de cerca el mejor postre que había recibido en comparación a años anteriores, pero justo en ese momento no importaba, porque aunque los pasteles de su madre, siempre serían recuerdos que atesoraría en sus memorias, aquel muffin sin duda se había robado su corazón. Levantó la mirada hacia Mikasa y al observarla tuvo la certeza que ella era justo en ese momento, la persona más importante en su vida.
—Cuando salgamos de aquí te comprare el pastel más grande de todos – Mikasa alzó las manos para recalcar sus palabras.
—Bien… – Eren asintió, negándose a hablar mas debido al nudo en su garganta.
—Sopla la vela ahora, antes que se derrita – ella sonrió mientras se inclinaba, hasta apoyar las manos en el piso –. Y pide un deseo – instó al instante.
Con un sollozo, el castaño se inclinó y cerró los ojos con fuerza antes de soplar.
—"Solo deseo encontrar nuestro hogar juntos"
Eren abrió los ojos, sintiéndolos mucho más pesados de lo normal. Un quejido escapó de sus labios, sus hombros y espalda protestaban, pero se apresuró a erguirse hasta tomar asiento.
La habitación estaba completamente iluminada y por la luz que entraba a través de la ventana, supuso que debían ser aproximadamente las ocho de la mañana. El día anterior había sido agotador, pero provechoso, tenía el fin de semana libre, sin embargo no podía perderlo en la cama, debía ir al colegio.
Volteó con la intención de despertar a su acompañante, pero frunció el ceño, al notar que el otro lado de la cama se encontraba vacío, las sábanas incluso estaban frías.
—¿Mikasa? – se puso de pie y se encaminó hacia la salida de la habitación.
El apartamento era bastante pequeño, apenas tenía una habitación con baño incluido y una pequeña cocina que conectaba con una angosta sala de estar. Aunque no era precisamente lo mejor, Eren le tenía un aprecio especial a aquel simple lugar.
Levantó la mirada y observó a Mikasa, quien iba de un lado a otro en la cocina. Llevaba una camisa suya y unos pantalones cortos que apenas se vislumbraban y no lograban taparle las mejillas del trasero. Su cabello estaba tomado en un moño desaliñado, justo en la cima de su cabeza e iba descalza; aun así, le pareció la mujer más bonita del mundo.
—¿Mikasa?
—Eren… – ella volteó, dejando a un lado la sartén sobre la pequeña estufa. Apenas tenían lo básico, pero habían decidido que era suficiente mientras crecían juntos – ¿Qué haces despierto?
—¿Cómo que qué hago despierto? – frunció ligeramente el ceño – Debemos ir a clase.
Mikasa dio una mirada rápida al reloj que tenía sobre el refrigerador.
—Apenas son las ocho y media, deberías descansar. Vete a la habitación.
—Tu también estás cansada, te ayudo con el desayuno y luego vamos juntos.
—No – ella se acercó y le dio la vuelta rápidamente – Es tu cumpleaños.
—¿Y eso que? – recién lo recordaba – No importa – intentó voltear hacia ella. Mikasa se detuvo y le dio una mirada severa con las manos en las caderas y una expresión ceñuda.
—Te lo estoy pidiendo. Hazlo por mí – solicitó. Eren escondió una sonrisa mientras soltaba un suspiro – Es tu cumpleaños – dijo con un deje de resignación.
—Esta bien.
—Por favor – su mirada dulce le produjo un dolor en el pecho – Es tu día, hoy haremos solo lo que tú quieras.
—Entiendo... dame un beso y me voy –engatuso, se deleitó al ver como las mejillas de Mikasa se encendían y la observó ponerse de puntillas.
Recordó cuando ella había crecido tanto que tenía que mirarla hacia arriba o cuando tuvieron su primer beso a los quince años, habían tenido muchas primeras veces desde entonces y a sus dieciocho años, Eren lo sabía.
Siempre sería Mikasa.
Sintió como sus labios se tocaban y fue como la primera vez. Tentativo, dulce y precioso.
Fue como si flotara, como si su pecho pudiera estallar. Ni siquiera supo cuando la rodeó con sus brazos y la apegó a su cuerpo, Mikasa soltó un gemido que murió en sus labios.
Tuvo la certeza de que jamás había amado algo como la amaba a ella, de que a su lado el mundo tenía colores que jamás había visto, de que la oscuridad que conoció el día en que sus padres habían muerto finalmente desaparecía. La luz de Mikasa iluminaba su alma, le salvaba del frío, porque ella era su hogar.
Había cumplido su promesa.
Cuando se separó, tomó entre las manos su rostro y le cepilló el cabello. Disfrutó de la imagen de su rostro sonrojado, de sus labios hinchados, del dulce jadeo que escapaba de su boca. Quería estrecharla apretadamente contra su pecho, tan cerca que la calidez de su cuerpo se le aferrara al corazón, porque a su lado solo había felicidad.
Aún así se forzó a dar un paso atrás.
—Te espero en la habitación – y dio media vuelta sin agregar nada más, llevándose una mano al pecho, donde su corazón palpitaba apresuradamente.
Casi media hora después y luego de haber tomado un baño, Eren se apresuró hacia la puerta, apenas en ropa interior. Abrió y observó a Mikasa con una enorme bandeja en brazos, luchando por abrir por su propia cuenta.
—Gracias – soltó ella dulcemente sonrojada. Eren intentó tomar la comida, pero Mikasa negó y se adentro a la habitación.
Tenían una cama, un armario y una mesita, sobre la cual descansaba un pequeño televisor. Mikasa se encaminó hacia la cama y dejó la bandeja sobre el colchón.
—Estas exagerando – susurró pese a que sintió la calidez de un sentimiento dulce, acariciándole el pecho.
—Ven, a desayunar – ella acomodó el azafate y le indicó que se acercara, Eren rodeó la cama y se sentó con cuidado al otro lado.
—Creo que es bastante comida – había sido muy generosa.
Tenían de todo, huevos revueltos, salchichas y tocino, papas salteadas y panqueques. También había café y jugo de manzana, todos sus favoritos. Eran lujos que podían permitirse ahora que estaban por su cuenta.
—No es mucho, además tú comes por dos – Mikasa se encogió de hombros, luego se encaminó hacia la salida.
—¿A donde vas? – indagó.
—Vuelvo en un momento – ella dejó la puerta abierta en esa ocasión, debía ir por algo.
Eren tomó un tocino y empezó a masticarlo. El delicioso sabor explotó en su boca y soltó un gemido de placer. Lo terminó en un santiamén y aunque quería, se abstuvo de tomar otro decidiendo esperar a Mikasa.
Habían transcurrido poco menos del año desde que fueron considerados suficientemente independientes para salir fuera.
Había sido el primero y pese a que Mikasa rogó irse con él, el orfanato solo les permitía retirarse hasta los dieciocho años. Aunque ella había planeado escapar, Eren le había dicho que estaba bien, que la esperaría.
Los primeros días habían sido difíciles, entre conseguir trabajo y un lugar para vivir con el dinero que le habían dado, tuvo ganas de volver más veces de las que desearía admitir. Mikasa le pidió que la llamara todos los días y aunque no tenía como, consiguió un apartamento cerca del centro de la ciudad y caminó hacia un teléfono público todas las noches durante dos meses completos. Los fines de semanas iba a visitarla, pero el tiempo se sentía corto y la extrañaba horriblemente. Comprobó en ese tiempo su amor por Mikasa y supo que solo a su lado, podía ser feliz, porque ella era su felicidad.
Cuando Mikasa finalmente salió, Eren tuvo un lugar para recibirla, pese a que era sencillo y hubiera deseado algo mejor para ella.
—"No es la gran cosa, pero…"
—"Es nuestro hogar" – su sonrisa alejaba las dudas, curaba heridas, le daba fuerzas para seguir adelante.
Ambos habían conseguido trabajo y estudiaban los fines de semana. Habían hablado mucho sobre el futuro desde que eran pequeños y aún ahora, sus sueños seguían encendidos, como una pequeña flama ardiendo en la oscuridad y el frío.
Querían un futuro mejor y juntos podrían conseguirlo, porque mientras se apoyarán tenían la certeza que podría lograr cualquier cosa.
—Feliz cumpleaños a ti – la dulce y suave voz de Mikasa en un canto, le sacó de sus pensamientos.
Levantó la mirada hacia la puerta y la observo, cargando entre sus manos un pequeño pastel con una tan sola vela. Fue como si viajará en el tiempo y la sensación que se extendió en su pecho fue exactamente la misma.
—Mikasa…
Ella se acercó y se subió en la cama, con mucho cuidado para no derramar o botar nada. Se inclinó hasta poner el pastel justo a la altura de su rostro.
Era de un color azul cielo y tenia en caligrafía un "Feliz cumpleaños mi amado"
El nudo en su garganta creció y se apresuró a tragar saliva, intentando suprimir sus emociones.
—Se que te prometí un pastel muy grande cuando saliéramos – ella le miró con sus enormes y hermosos ojos – Pero… es todo para lo que ajuste – pareció profundamente apenada – Aún así, el otro año…
—Es perfecto.
La luz de su sonrisa podría haber cegado al mismo sol. Ella encogió un hombro y ladeó el rostro ligeramente.
—¿Qué esperas entonces?… pide tu deseo.
Esta vez Eren no cerró los ojos, mantuvo fija la mirada en sus bonitos orbes ónice y se inclinó soplando la vela.
Mikasa frunció el ceño ligeramente.
—¿No pediste un deseo? – ella parecía confundida.
—No lo necesito – tomó su mano con fuerza – Tengo todo lo que quiero en el mundo.
Porque su mundo era ella.
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FIN DEL CAPÍTULO
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NOTAS DEL CAPÍTULO:
16.- Cumpleaños.
Hola mis bellas. Tarde, pero aquí estamos.
No tienen una idea de la buena llorada que me he dado con ese capítulo ¡En serio que si! Me he puesto sentimental con este par, por párrafo era una lágrimas ¡No puedo conmigo misma!
No era el capítulo que tenía planeado, de hecho recién lo acabo de terminar, decidí no alargar la continuación del capítulo anterior y en todo caso, traérselas cuando antes y este es el resultado.
"Su mundo era ella" me mató, amó al EreMika y escribir sobre ellos me da mil años de vida.
Espero que les haya gustado, porque le tengo un cariño especial –a todos los capítulos de este reto en realidad–
Me encantaría saber que les pareció. Las amo a todas y todos si los hay. Besos y abrazos. Nos leemos pronto.
07/11/2021
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