.
Advertencias del capítulo: (Lenguaje obsceno)
.
Disclaimer: Attack on Titan y sus personajes NO me pertenece
.
Nota: Esta historia es completa y absolutamente MIA, y no es permitido tomarla sin mi autorización.
.
.
CHAPTER 20
.
FIGHT N' APOLOGIZE
.
.
.
.
.
—Acaba de entrar un caso de emergencia – la voz demandante de su jefa le hizo levantar la mirada sobre el expediente que estaba revisando.
Mikasa observó a su alrededor, dándose cuenta que sus compañeras se habían dado la vuelta y alejado. La mirada fija sobre su persona le hizo soltar un suspiro cansado e irritado.
—Ahora debo ir a solicitar unas muestras para el paciente del cubículo…
—Eso puede esperar, te toca.
—Pero… – dio una mirada rápida al reloj en la pared.
—Hemos estado apretados este día Mikasa, entiendo que te sientas presionada.
—Tengo cuatro pacientes ya – empezó a relatarle los casos clínicos rápidamente… – Debo estar pendiente de los exámenes de la 23 y solicitar las muestras de la 25.
—Yo lo hago ahora… pero necesito que atiendas a este paciente – la mujer se inclinó para susurrar – Está un poco irascible y se niega a dejarse tomar muestras.
Eso la obligó a rodar los ojos.
—Porque siempre me traes estos casos complicados a mi, Hima – suspiró dejando el expediente con más fuerza de la necesaria sobre la superficie. Sus años de compañerismo y familiaridad le permitían referirse a ella de esa manera.
—Porque eres la única capaz de tratar con este tipo de paciente – la mujer mayor sonrió, para nada ofendida – Ahora levanta el culo y ve ahí, el Dr. Kirschtein está evaluándolo ahora.
Mikasa le lanzó una mirada rápida.
—Esto es personal – se levantó, pero la señaló antes de salir de la habitación – Presentaré una queja.
—¿Con quien? – se rió entre dientes.
Mikasa salió de la central con el ceño fruncido. El turno no había sido de lo mejor, aunque rara vez lo era dado que estaba en la emergencia del Aiiki Hospital, uno de los hospitales más completos de Japón y convenientemente construido en el centro de Tokio.
Se había decidido por enfermería desde la escuela y sus metas nunca se desviaron. Se graduó a los veintiún años, de eso habían transcurrido siete años y aunque amaba su carrera, en algunas ocasiones no podía evitar sentirse presionada.
Pero era lo que amaba, la adrenalina, el contacto directo con los pacientes, no siempre era todo un caos, algunas veces pese a que estaba abarrotada de trabajo también tenía capacidad de sonreír y comportarse con mayor soltura. Había conocido mucha gente en su medio y tratado con todo tipo de personas, también había tenido tantas experiencias que bien podrían durarle toda una vida.
Mientras se encaminaba por el largo pasillo, recordó que no le había preguntado a su jefa el cubículo en el que estaba su nuevo paciente. Estaba por volver sobre sus pasos, más irritada que antes, cuando escuchó como una voz masculina le llamaba.
Era Jean Kirschtein, uno de los médicos general que estaban en turno. Mikasa forzó una sonrisa mientras se acercaba.
—Hola – susurró apenas agitando la mano.
—Hola Mika ¿Cómo has estado? – él se acercó y paso un brazo alrededor de su cuerpo para pegarla a su costado.
Era mucho más alto que ella y muy atractivo, sus amigas le decían que no perdiera ninguna oportunidad ya que Jean había declarado en numerosas ocasiones, cuan interesado estaba en ella. No estaba casado y era muy amable y caballeroso, pero era una lastima que no lo viera como algo más que un amigo.
Eso mismo provocaba que se sintiera incómoda a su lado, no porque el chico la presionará o algo, sino más bien debido a que no correspondía sus sentimientos. Aún así, intentaba actuar lo más dulce y desinteresada que podía.
—Muy bien ¿y tu?
—Pues atorado – sonrió, lo cual iluminó su atractivo rostro – Está muy lleno y tengo más pacientes de lo que puedo recordar.
—Estas post turno ¿verdad?
—Un café no me caería mal justo ahora – él asintió.
—En la central hay, pásate por ahí luego.
—Bien, ahora tengo este paciente – miró el expediente a medio llenar – Es policía, un poco demasiado independiente – rodó los ojos con un gesto significativo.
—De hecho… es mi paciente ahora – se acercó al cubículo unos pasos.
Miró en la camilla a un hombre sentado sobre la cama. Tenía el torso desnudo y el cabello largo le impedía ver su rostro.
—Cuéntame…
—Tuvo un accidente automovilístico. Un poco de raspones superficiales, dolor en el brazo derecho estoy seguro de que se dislocó, también tiene herida en el costado derecho del cráneo, cuatro puntos… – le extendió el expediente y Mikasa le dio una lectura rápida – Estoy esperando hacerle los exámenes pertinentes, pero no es un hombre sencillo.
—No te preocupes, yo lo convenzo.
—Vaya, no puedo negar que me siento aliviado de quitarme el mal trago. Suerte – Mikasa le miró sobre el hombro y asintió guiñándole un ojo
—Me gustan los retos – y se adentro a la habitación.
Eren Jaeger era un hombre alto, de cabello castaño y orbes verdes. Su cuerpo era fornido y muy bien ejercitado, recordó que le habían mencionado que era policía.
Un muy atractivo policía.
—Buen día señor Jaeger – él tecleaba en su teléfono móvil mientras una de sus manos permanecía justo sobre el costado izquierdo de su abdomen, lo tomó en nota.
—Buenas… – sus miradas se encontraron y él se detuvo un segundo, antes de parpadear y devolver la atención al teléfono – Buenos días enfermera.
Mikasa ignoró el curioso e inapropiado vuelco que sintió en el centro del pecho mientras se acercaba a él.
—Tengo entendido que necesitamos tomar algunas muestras para realizar un par de pruebas ¿Puedo tomarle sangre?
—Es usted un vampiro – él la miro de reojo.
—¿Disculpe? – parpadeó desconcertada.
—Dijo "tomar sangre"
—Quise decir que voy a… – una deliciosa, masculina e irritante risa le detuvo. Observó como aquellos encantadora orbes verdes se fijaban en su persona – ¿Le gusta hacer bromas?
—Intento divertirme en esta mierda de situación.
Okey, no estaba yendo tan bien como esperaba. Notó como el rostro de su paciente se fruncía. Mikasa lo observó fijamente.
—Me imagino que no ha sido un muy buen día – susurró con dulzura.
—¿Ahora usted intenta ser graciosa? – alzó una ceja.
—No era mi intención, es solo que…
—¿Que? – su expresión prepotente era todo menos atractiva.
—Necesito realmente tomar esas muestras.
—Y yo necesito irme a casa – él se movió con un poco de dificultad hasta sentarse correctamente y luego la miro con seriedad.
—Lamento informarle que no podrá irse hasta que hayamos hecho todos los exámenes pertinentes – su voz sonó suave, pese a que sentía como su temperamento empezaba a hervir a fuego lento.
—Mire usted… ¿Cómo te llamas?
—Mikasa.
—¿Tu apellido?
—Ackerman – se cruzó de brazos.
—Señorita Mikasa… me siento lo suficientemente bien como para levantarme. No necesito hacerme ningún examen, solo quiero que me den el alta, salir y buscar al hijo de puta que estaba persiguiendo, chocó mi patrulla y escapó.
—Lo comprendo señor Jaeger, pero…
—Entonces traiga los papeles.
—No puede irse sin un alta médica – negó suavemente.
—Evidentemente… por eso le pedí que la trajera – y sonrió, Mikasa sintió la necesidad de voltearle el atractivo, sensual e irritante rostro de un bofetón.
—No puede tener el alta hasta que el médico a cargo de su caso tenga sus exámenes y dictamine que no hay ninguna lesión a causa de su accidente.
—Estoy bien… mire – abrió los brazos y se señalo a si mismo.
—Tiene una herida en la cabeza – señaló con el índice, Eren llevó una mano a la gasa que cubría la zona donde le habían suturado.
—Esto no es nada.
—También parece que su hombro derecho está inflamado, no pará de acariciarse el costado izquierdo por lo que asumo que talvez pueda incluso tener un par de costillas rotas… y su mirada se desenfoca por momentos, lo cual podría implicar que el golpe en su cabeza es más grave de lo que asume.
—No me voy a tomar ninguna maldita prueba – gruñó entre dientes.
—Lo hará señor, porque sino, tendré que activar un código de paciente violento con lo cual habrá que sedarlo y posterior a eso siempre tomaré esas pruebas.
—¿Me está amenazando? – él pareció sorprendido, luego molestó.
—Le estoy adelantando los posibles eventos que se desatarán en caso de que usted intente atacarme.
—¿Cómo? – el hombre parpadeó – No voy a atacarla, no lastimo mujeres – pareció profundamente confundido y mortificado.
—No es lo que estoy viendo – susurró ella seriamente.
Eren la observó fijamente y sintió como un golpe en el pecho cuando notó la tensión en su menudo cuerpo. Era alta para el prototipo común de mujer japonesa. Tenía los cabellos y ojos negros y la tez tan pálida como la nieve. Era muy hermosa, pero no le gustaba ver la precaución en su mirada.
Bajó la mirada sobre su propio cuerpo y observó como sus propias manos parecían anclas sobre las sábanas blancas de la camilla. Tenía los nudos fuertemente apretados y el cuerpo tan tenso como la cuerda de un violín, incluso su propia respiración estaba ligeramente agitada. Aunque mentalmente intentaba mantener la calma, era evidente que su cuerpo se encontraba mucho más alterado de lo que había previsto.
Tomó una profunda y lenta respiración, se arrecostó contra los almohadones y cerró los ojos, dejando ir las sábanas y moviendo los dedos para permitir que la sangre circulará en sus extremidades.
—Puede tomar esas muestras – fijó una mirada baja en la chica. Ella lo observó un segundo y luego asintió antes de empezar a alejarse – ¡Pero que sea usted! – su grito la detuvo y ella volvió el rostro extrañada, Eren sintió un extraño calor en las mejillas, desvío la mirada – Usted tome la sangre.
—Claro señor Jaeger.
El aroma a jazmín floto en el aire antes de que incluso abriera los ojos. Eren entreabrió ligeramente los ojos observando como su enfermera vagaba por la habitación llevando un azafate en manos.
El balanceo natural de sus caderas era una distracción, notó como daba la vuelta a la cama y se acercaba. Se apresuró a cerrar los ojos, sabiendo que en cualquier momento ella intentaría despertarlo, por lo que fingió seguir durmiendo.
—Señor Jaeger – susurró la dulce voz femenina suavemente – Señor.
Su voz era cálida y ocasionaba que la presión que usualmente sentía en el pecho cuando ella estaba cerca, se volviera aún mas intensa.
Una mano se apoyó en su hombro, el simple toque le pareció increíblemente dulce y cálido. Fingió despertar y abrió los ojos, encontrándose con los tiernos orbes negros.
—Mikasa…
—Buenos días – ella se irguió y sonrió discretamente. Eren se apoyo con las manos y se impulso antes de sentarse, su costado izquierdo se sintió un poco molesto, pero no sé quejo.
—Buenos días – su voz salió mucho más ronca de lo normal, carraspeó un par de veces.
—Le traje su desayuno y medicamentos de la mañana, pero primero tiene que tomar un baño.
—Se va a enfriar el desayuno – le indico dándole una mirada baja.
—No lo creo, pero si se da el caso, puedo calentárselo de nuevo, primero vaya a tomar un baño.
—No he podido bañarme bien, no logro alcanzarme la espalda – susurró empezando a quitarse la camisa.
La mujer le dio la espalda mientras buscaba en el pequeño armario una muda de ropa nueva y una toalla limpia.
—Tendrá que conformarse mientras termina de curarse – musitó ella suavemente.
—O talvez puedas ayudarme – fijó la mirada en la curva generosa de su trasero.
—Buen intento señor Jaeger – ella volteó, una sonrisa pequeña en sus labios – No le dejaré tomarme el pelo de nuevo.
—¿Quien dijo que era broma? – la observó seriamente.
Noto como las mejillas de la chica se encendían. Se sonrojaba mucho para haber visto a tantos pacientes –hombres– desnudos. El pensamiento le irritó.
—Le dejo todo aquí – posicionó las cosas perfectamente dobladas sobre la cama.
Eren se puso de pie y empezó a quitarse el pantalón.
—No hay necesidad de ropa interior, últimamente no la uso – y la puerta azotándose fue lo último que escuchó antes de terminar la oración.
Una pequeña risa escapó de sus labios. Tomó lo que necesitaría para tomar el baño y se dirigió desnudo a la regadera.
Tenía un poco más de tres semanas en el lugar. Se suponía que sus costillas ya estaban casi curadas por lo que el alta estaba programada para el día siguiente.
Mikasa había tenido razón cuando evaluó su condición con una sola mirada tiempo atrás, había tenido una conmoción cerebral, el hombro derecho dislocado y tres costillas rotas. Los exámenes habían arrojado que también tenía un cuadro de anemia, para adjuntar algo más a su historial y a la victoria de la chica.
Odiaba los hospitales, pero el tiempo que había estado ahí no había sido tan malo. Había pedido tener una conversación con la jefa de la central y tras dar una declaración, se había estipulado que Mikasa sería su enfermera. La mujer no puso objeción y luego escuchó que al parecer era considerado un paciente difícil por lo que era lógico que Mikasa le atendiera, pues ella era la más tranquila de las enfermeras.
Había sido un imbécil a propósito solo para ver su rostro encenderse entre la vergüenza y la furia, pero la chica nunca había perdido los estribos, su paciencia era legendaria y la admiraba. Bueno, ella en realidad le gustaba mucho, talvez demasiado.
Se tardó un poco más de lo necesario en el baño, cuando se acercó a la cama, tocó el pequeño timbre sobre la mesita de noche y esperó. Pasaron solo un par de minutos antes de que la puerta se abriera y nuevamente se vio invadido por el delicioso aroma floral.
—¿Necesita algo?
—La comida está fría – volteó y la obseobservórvo por sobre el hombro, la chica asintió y se acercó, su mirada se detuvo por un momento en su torso, no se había puesto la camisa a propósito y vaya que estaba satisfecho, había notado las miradas disimuladas de la morena cuando estaba sin camisa.
—Creo que… debería ponerse algo encima, hace frío y… puede resfriarse – ella recogió la bandeja y mantuvo el rostro bajo, se había vuelto a sonrojar, lo cual era encantador. Se sonrojaba más que una quinceañera.
—Yo tengo calor – susurró provocativamente – Soy muy caliente.
—Vuelvo enseguida – y sin agregar nada más, salió rápidamente de la habitación.
Luego del desayuno, Eren perdió el tiempo observando algún programa de television y en el celular. A las diez y media recibía normalmente la visita de su doctor, para entonces ya estaba listo y se había puesto su camiseta cuando entraron tres personas como si se tratara de un desfile y tras ellos, Mikasa.
El ortopeda observó su expediente y le revisó antes de aprobar su alta para el día siguiente. A su lado había un doctor joven, más o menos de su edad y miraba a Mikasa un poco demasiado, lo que le irritó de sobremanera.
Cuando todos salieron y el hombre intentó pasar una mano por los hombros de la morena, se apresuró a colocarse la camisa y la miró fijamente.
—Mikasa… ven – le llamó. La chica lo observó y se acercó.
—¿Que sucede? – susurró suavemente.
—Puede cerrar la puerta – ordenó con un tono impertinente mientras miraba al doctor que parecía esperar a la chica. Noto su mirada furiosa, pero hizo lo que le decía sin discutir.
—Me duele un poco el hombro – volteó hacia la morena.
—¿Ha estado haciendo los ejercicios que le dijo el doctor? – susurró ella poniéndose a su lado.
—Si, pero aún así… me duele.
—¿Porque no lo mencionó? – frunció ligeramente el ceño – Voy ahora dónde él, déjeme le… – tomó su mano al notar que tenía intención de irse.
—No, no es necesario – carraspeó – Digo, ayúdame con los ejercicios.
—Pero tengo que…
—Por favor – susurró suavemente.
La morena suspiró y le tomó suavemente del codo. Ella apoyó su otra mano en el hombro que había resultado herido y le ayudó a hacer los ejercicios tal como le habían instruido. A pesar de que su intención inicial había sido alejarle del idiota pomposo, la realidad era que si sentía un poco entumecido el hombro, pero nunca había sido un hombre que pusiera si su fe en un doctor.
Suspiró y bajó la mirada.
—¿Le duele mucho? – ella le acaricio suavemente.
—No, no tanto.
—¿Quiere que pare? – empezó a bajar su brazo suavemente.
—Estoy bien – miró la televisión un momento – No viniste ayer.
—Si, tuve que hacer un cambio en el último momento.
—No me dijiste que no vendrías.
—No planeaba no venir – susurró deteniéndose un segundo, empezó a masajearle el hombro y su toque le calmó.
—¿Tuviste una emergencia?
—No realmente… tenía una cita.
—Con tu novio – eso le tensó.
—Andamos muy preguntones hoy ¿cierto? – ella sonrió. No le gusto que no contestará con una negativa al instante.
—Debo asumir que eso es un "si"
—Debes asumir que eso es un… "andas muy animado considerando tu malhumor usual"
—No soy malhumorado… – bajó la mirada con el ceño apenas fruncido – Y nunca me habías voceado antes.
Ella pareció sorprendida, luego dio un paso hacia atrás y se alejo.
—Disculpe señor Jaeger… no volverá a pasar – intentó dar otro paso lejos, pero Eren la retuvo al instante.
—Me gustó – aclaro rápidamente, notó como la chica se sonrojaba y sintió como su propio rostro se encendía, no era un hombre que expresará comúnmente lo que sentía.
—Ohhh…
—Mi hombro – intentó que continuará.
—Si… – se inclinó hacia él con el rostro bajo y las mejillas encendidas de color.
Un silencio se extendió entre ellos, la chica parecía avergonzada, lo cual le hacía cuestionarse lo que había dicho, había sido un idiota, dado que conocía la posición de ella como empleada, pero no le había gustado nada lo de su cita. No había visto ningún indicio de que estuviera saliendo con nadie. No llevaba anillo en el dedo, tampoco contestaba mensajes o llamadas en el trabajo y nadie iba por ella en las noches o al salir de turno. Sabía que eran las tres cosas que haría si fuera suya.
—Mi… hermano menor acaba de… proponerle matrimonio a su novia – su voz fue apenas un pequeño susurro, pero que iniciará la conversación le trajo un profundo aleteo justo en el pecho.
—¿Si? – carraspeó al sentir la garganta seca.
—Si, él es cuatro años menor, pero sabe lo que quiere – le dirigió una mirada baja y avergonzada – No pretende casarse aún, pero quería oficializarlo – le obligó a mover lentamente el brazo hacia la derecha, en un círculo grande.
—Eso es bueno, es joven – musitó asintiendo.
—Si, creo lo mismo. Pero mamá empezó a presionarme por tener una relación – el rubor en sus mejillas era encantador – No tengo novio.
El alivio que sintió fue tal que su corazón empezó a latir a un ritmo irregular y apresurado. Eren también desvío el rostro, acalorado.
No había esperado que contestará su pregunta, pero se sentía profundamente aliviado. Eso también le daba pauta para dar un paso al frente.
—¿Y tú?... ¿Hay alguna señora Jaeger? – su voz sonó un poco baja y ronca. Le hizo preguntarse que tan difícil había resultado para ella formular la pregunta, pero ¡Que bien se había sentido! ¿Podría ser que el interés fuera mutuo?
—No tengo anillo.
—Algunas personas no los usan en su línea de trabajo – carraspeó – Yo no puedo usar joyería por ejemplo.
—Si fueras mi esposa tendrías que andar tu anillo siempre – dejó ir el comentario con aparente normalidad. Noto como el rostro de la chica se encendía y fue jodidamente satisfactorio lograr avergonzarla tan bien.
—Entonces… algunas de las chicas que vinieron antes…
—Tampoco tengo novia – soltó con una provocativa sonrisa.
—La rubia que vino ayer parecía… muy cercana.
¿Acaso estaba celosa o era simple curiosidad?
—¿Annie?... Es mi mejor amiga, el chico con el que vino es su prometido. Armin es mi mejor amigo también.
—Creí que eran hermanos – ella parpadeó sorprendida. Eren sonrió divertido, no era la primera vez que alguien se lo decía.
—Espera que les diga eso – se burló.
—No lo hagas – suplicó ella avergonzada – Por favor.
—Tendrás que darme algo a cambio – insinuó malicioso.
—Puedo conseguirte algo de chocolate caliente – alzó una ceja en su dirección – Se que te gustó.
—Bien – Eren asintió con formalismo, un poco avergonzado porque hubiera notado algo así, parecía que no había sido el único que había estado pendiente del otro. Claro que era trabajo de Mikasa estar pendiente de él.
Que compartieran esa charla le hizo consciente de la intimidad del momento. Incluso creyó que Mikasa se sentía un poco más en confianza con él, mucho más allá de la relación enfermera-paciente y de las bromas que hacía a costa de ella. Podía dar algo a cambio también y se sentía con el humor justo para ello.
—Yo… no tengo buenos recuerdos de los hospitales – miró su celular como si fuera la cosa más interesante del mundo – Tenía seis años cuando mamá cayó enferma, al inicio no parecía grave, pero con el tiempo se volvió cada vez peor hasta el que hospital se volvió casi un lugar recurrente. Pase muchos días de mi infancia en un lugar así – hizo un vago movimiento señalando la habitación – Siempre era todo tan blanco y olía a desinfectante, habían personas quejándose y llorando, también… – frunció el ceño con la mirada baja – Era opresivo y triste. Mamá murió cuando tenía diez años y mi último recuerdo de ella me siguió muchas noches cuando conseguía dormir y cuando no.
—Yo lo siento – la voz de Mikasa pareció ligeramente quebrada, cuando la observo noto que le miraba fijamente, no parecía particularmente triste, pero sus ojos eran expresivos y podía notar el pesar de aquella perdida.
Seguramente había visto a mucha gente morir, él también lo había hecho y eso podía endurecer algunas veces el corazón, sin embargo le conmovió que ella aún fuera capaz de ser tan sensible y le hizo consciente del sentimiento que le atenazaba el pecho.
La calidez de ella era tan reconfortante.
Encogió un hombro y desvío la mirada, aturdido.
—No había mucho que hacer… tenía leucemia. Soy consciente que los doctores y enfermeras hicieron todo lo posible por cuidarla e intentar alargar sus años de vida, pero no puedo evitar el sentimiento de molestia y tristeza que siento cuando estoy en un lugar así.
—Debe ser muy difícil para ti – la mano que ella tenía en su hombro se deslizo una y otra vez por su piel, la caricia fue dulce.
—Soy un adulto ya… debería ser…
—Eso no quiere decir que sea más sencillo, yo también perdí a mi padre, en un accidente de auto, me tomo un tiempo poder volver a subir en uno y temo conducir.
—Ya veo – él asintió.
La sensación de que compartían algo fue extraña y cálida, le hizo sentir unido a ella.
Cuando levantó la mirada notó que le observaba. Deslizó una mano por la que ella tenía sobre su hombro y luego permitió que su caricia recorría la piel suave de su brazo, sintió como la chica se estremecía y cuando llegó a su hombro y luego a su rostro, Mikasa soltó un suspiro que le pareció completamente seductor.
Quería besarla.
Aquí y ahora.
Se inclinó mientras hundía los dedos en las suaves hebras azabaches, la morena ladeó el rostro en su dirección y ofreció sus labios con una entrega tal que bien podría haberlo llevado a la perdición. Su aroma le embriagaba y justo en ese momento comprendió que su interés por ella sobrepasaba a algo físico y meramente atractivo.
Sus labios se tocaron apenas. Un roce ligero, tan suave, como el aleteo de una mariposa y aún así, que tuvo el efecto de un volcán en erupción justo dentro de su cuerpo. Deseó aplastarla contra su pecho, rodearla con sus brazos, abrazarla tan fuertemente que el calor de su piel y el aroma de su cuerpo se fundieran directamente en su alma.
—¡No! – el jadeo de la chica le aturdió por un segundo. Notó sus ojos desorbitados y el rostro enrojecido, y deseó retenerla un poco más entre sus brazos, porque pertenecía ahí. Ella parecía demasiado conmocionada, lo cual le desconcertado, por lo que no pudo detenerla cuando se alejo y le dio la espalda.
—Mikasa…
—Eres mi paciente, esto no… – volteó y le miró fijamente, tenia la mirada brillante y luego parpadeó, dando otro paso hacia atrás – Esto es incorrecto y muy poco ético, yo…
—Fui yo quien te beso – susurró rápidamente.
—Si, pero…
—Creo que… me siento mejor. Lamento haberte perturbado, no volveré a molestarte. Puedes irte – con la cabeza baja esperó hasta que Mikasa salió.
El sonido de la puerta al ser cerrada no debió haber dolía tanto como lo hizo.
Era un idiota.
—¿Tienes todo listo? – Armin le observó mientras tomaba su maleta y la colgaba en su hombro.
—Si, todo – Eren terminó de ajustarse los zapatos y se inclinó, para ponerse de pie.
Su abdomen se sentía aún un poco sensible, pero lo suficientemente bien como para que pudiera levantarse y caminar con soltura. Ese día había recibido una última visita de su doctor y tras las indicaciones pertinentes, le habían dado el alta.
Armin estaba ahí a la hora justa que le había solicitado, para llevarle a casa. Mikasa le había dado las indicaciones a ambos y la papelería necesaria para el alta, luego se había alejado tras despedirse brevemente de él.
Desde el día anterior había permanecido a distancia lo cual le tenía muy malhumorado. Creyó que habían dado un paso en la dirección correcta, pero talvez había hecho un movimiento demasiado audaz que logro que Mikasa se apartará de él.
Al parecer había sido demasiado brusco o talvez había entendido mal todas esas señales que le hicieron creer que existía una química entre ellos. Cualquiera que fuera el caso, el resultado le molestaba, pero más que todo le hacía sentir desilusionado. Nunca se había encariñado de una persona tan rápido y el rechazó de Mikasa escocía.
De cualquier manera nunca tendría que preocuparse por ello. No era muy probable que volviera a verla.
—Vámonos – caminó hacia la salida.
Pasó por la central de enfermería y no vio a Mikasa por ahí, talvez era lo mejor. Las demás enfermeras se despidieron e hizo una inclinación mientras recorría el pasillo.
Estaba por salir del hospital finalmente cuando le pareció ver una figura cerca de una de las puertas de la sala de espera principal.
Miró a Armin y le dijo que podía adelantarse antes de avanzar. Distinguió un uniforme pintoresco, Mikasa siempre vestía pijamas coloridas lo cual tenía que ver con qué la asociará con una persona entusiasta.
Se detuvo frente a ella notando que tenía la mirada baja. Que estuviera ahí era muy significativo, se negaba a creer que era una mera coincidencia.
—Ya me voy – musitó con la voz firme. Noto como ella asentía y levantaba el rostro.
La sonrisa en sus labios le impulsaba a acercarse y besarla, pero recordó como había huido la última vez y lo consideró.
—Espero que te vaya bien.
—En unos días espero volver al trabajo, quería empezar mañana, pero creen que debo tomármelo con calma.
—Debes descansar.
—Tu también – tenía ligeras ojeras bajo los ojos ¿Habría hecho turno nocturno y no se había dado cuenta?
—Claro, ten cuidado al volante.
—Soy un muy buen conductor – gruñó entre dientes – Pretendo seguir al malnacido que ocasionó esto.
—Siempre ten cuidado – susurró ella.
Recordó que le había dicho que su padre murió en un accidente vehicular. Asintió para tranquilizarla y dio un paso atrás.
—Me están esperando.
—Claro.
Eren se alejó, con la sensación de que faltaban cosas por aclarar, pero sin encontrar cuáles eran estás. Se dijo que era lo mejor, talvez si había visto algo donde no lo había y que Mikasa le despidiera, solo significaba que era una enfermera entregada.
Estaba por salir por la puerta cuando un llamado le detuvo.
—¡Eren! – la miro sobre el hombro.
Ella dio una mirada a su alrededor y luego lo observó fijamente, el hombre notó su rostro empezaba a colorarse.
—Quería decirte que… no me disgusto, es solo que… – ella dio un paso atrás y luego negó, sonriendo trémulamente – Lo siento.
Y dio media vuelta alejándose.
Eren le siguió con la mirada suspirando. Había sido ella quien se disculpo al final.
Salió del hospital y subió al auto de Armin.
—Tardaste un poco – musito el rubio encendiendo la calefacción. Estaban a finales de octubre y la temperatura había descendido notablemente.
—Si…
Hacia frío y pronto empezaría a nevar. Inicios de noviembre había traído consigo pequeños copos de nieve que adornaban cualquier superficie disponible.
El invierno era su época favorita del año. Le recordaba a los días más felices de su niñez, cuando su padre aún vivía y adornaban la casa para navidad, tomaban chocolate caliente las noches de frío y veían maratones de películas divertidas.
Ahora no lo percibía igual, lo único que le esperaba en su apartamento era su gato. Sin embargo, esos recuerdos le permitían no sumirse en el pesimismo. Esperaba poder ordenar turnos esa navidad para ir a casa de su madre. Talvez las épocas fiesteras no fueran como antes, pero debía disfrutar lo que tenía con calidez.
Se abrazó al abrigo negro que se había puesto encima y salió del hospital. El camino ya se encontraba lleno de nieve y en cuanto dio el primer paso sintió como sus pies se hundían en la blanca esponjosidad. Una sonrisa escapó de sus labios y un halo de humo se manifestó justo frente a su rostro producto de su aliento.
Empezó a caminar lentamente, debía salir a la calle y tomar un taxi, algunas veces desearía tener vehículo propio, pero sus miedos se lo impedían, esperaba ser lo suficientemente cvaliente algún día.
Talvez debía aprender de cierto malhumorado y atractivo policía.
Negó con la cabeza, recordando que no debía pensar en él. Habían pasado dos semanas desde que se había ido y no sabía nada de Eren. Talvez era mejor así y una parte dentro suyo, sentía que era su culpa. Le había rechazado.
Si supiera Eren cuando había deseado hundirse en sus brazos y no salir de ahí jamás.
Sintió como las mejillas se le calentaban.
Observó una banca a unos pasos, un hombre se encontraba ahí, en capucha. Debía esperar a alguien.
—Buenas noches – susurró pasando a su lado.
—Buenas noches – le devolvió una voz ronca.
Aquel era un sonido que jamás podría confundir. Mikasa se detuvo al instante y volteó, con el corazón golpeándole el pecho con fuerza.
Sus ojos se vieron atrapados por unos orbes verdes y el tiempo mismo se detuvo.
—Eren…
Él sonrió y extendió un vaso en su dirección. Mikasa estaba confundida, llevaba un tiempo sin verlo y ¿El le había llevado una bebida? Tomó el vaso dándose cuenta que estaba caliente. El calor contra sus manos frías fue bienvenido, había olvidado sus guantes en casa.
—¿Quieres tomar asiento? – él señaló la banca.
Mikasa asintió y se dejó caer de golpe, apenas sosteniéndose sobre sus temblorosas piernas.
—¿Cómo es…
—Bebe un poco, necesitas calentarte – él dio un trago de su propio vaso.
¡Había olvidado cuan mandón era!
Mikasa miró su vaso y le hizo caso. El delicioso sabor del chocolate caliente acaricio sus papilas gustativas al instante.
—Creo que… te debo una disculpa – empezó él suavemente, le observó apoyar los codos en sus fuertes muslos e inclinarse.
No había razón para disculparse, a menos que se tratara del beso. Intentó decirle que no era un problema, pero él la interrumpió.
—Permíteme seguir… yo no fui nada fácil desde que entré al hospital y tampoco luego de eso. Pedí que te asignarán a mí y en cada oportunidad intenté provocarte. Fue un comportamiento inmaduro y aún así, comprendiste mis miedos.
Que lo aceptará le pareció encantador y le hizo enamorarse un poco de él ¿Cuántos hombres aceptaban sus errores tan abiertamente?
—No es así como yo lo veo.
—Después te besé en contra de tu voluntad…
—No fue así ¡Yo también quería! – su voz salió ligeramente agitada. Observó la sonrisa en el rostro masculino y entrecerró los ojos – ¡Lo hiciste a propósito! – le acusó ofendida.
—Realmente me estaba disculpando – susurró él divertido.
—¿Y lo del beso?
—Me respondiste cielo – se sonrojo por el apodo cariñoso – Y luego cuando estaba por salir del hospital.
—Yo también quería besarte, pero es poco ético. No voy besando pacientes todos los días.
—Espero que no – gruñó nada divertido.
—Eren… – su reacción le causo risa. El hombre la miró y sonrió también.
—No soy tu paciente ahora – le recordó con la voz ronca. Mikasa se tensó y se sonrojo furiosamente.
—Lo sé.
—Muy bien – se levantó de la banca al instante y extendió una mano en su dirección. Temblorosa, la morena la tomó – Te llevaré a casa.
—Okey – susurró cabizbaja, no había esperado eso luego de la última declaración.
Sintió como una gruesos dedos se apoyaban en su barbilla y cuando levantó la mirada se encontró con los encantadores orbes verdes.
—Eres tan fácil de leer, me encanta – él se inclino y sus labios se encontraron.
Fue tan mágico como la primera vez, tan delicioso y aún así, dulce y tierno. Mikasa sintió como se le estremecía el corazón y como los bichos empezaban a alborotarse en su estómago. Soltó un gemido cuando Eren le mordió ligeramente el labio inferior.
—Sabes a chocolate – susurró con una sonrisa, ella sintió como el calor de sus mejillas bajaba por su cuello al resto de su cuerpo.
Eren tomó su mano y empezaron a caminar.
—¿Que te parece una cita mañana? – él la miro de reojo – Se que no tienes turno.
—¿Cómo… – jadeó sorprendida.
—Tengo mis tácticas – el castaño le guiñó coquetamente un ojo.
Mikasa se rió y lentamente se acercó a el hasta que su piel percibió el calor del cuerpo más grande, apoyó una mano en su brazo y lo envolvió suavemente antes de recostarse contra su cuerpo.
—Me encantaría tener una cita contigo.
Eren sonrió y la guío a su coche. Lentamente la ayudó a subir y le abrocho el cinturón antes de darle un beso. Noto la tensión en su menudo cuerpo, pero no dejó que cediera mientras le acariciaba la mejilla.
—Yo te protejo – susurró suavemente.
Minutos después, tomó su mano mientras arrancaba el auto. Mikasa demostró una vez más su confianza en el cuando se relajo.
Ambos estaban aprendido a superar sus miedos y le acometió la certeza de que juntos podrían lograr cualquier cosa.
Había encontrado sin duda a su otra mitad.
Solo debía convencerla de ello.
.
.
.
.
.
FIN DEL CAPÍTULO
.
.
NOTAS DEL CAPÍTULO:
20.- Pelea y reconciliación.
Estoy redactando este capítulo con un ojo cerrado y otro abierto. Acabo de salir de turno y entro en siete horas ¡La vida de adultos es una M!
Lamento no haber podido actualizar, pero el día en el que prometí actualización, tuve doble turno, ayer igual y terminé el capítulo en el trabajo. Lo nombró porque estoy segura que tiene más de un horror ortográfico, si es así. Lo siento, lo corrijo en unas horas.
Espero que el capítulo les gustará. Cuando pensé en esta temática se me vinieron dos opciones, la primera fue una típica pelea conyugal y la segunda en un escenario del manga, talvez Eren molestó por la sobreprotección de Mikasa. Ambas me parecieron muy cliché y luego ví el fanart de la enfermera y el policía y dije "por qué no"
No es la temática como tal, pero espero que les haya gustado el resultado. Es bastante largo, por poco y rompo record.
Gracias por su apoyo y paciencia. Sepan que los amo y espero que disfruten del capítulo como yo disfruté escribiéndolo. Les respondo y corrijo dentro de cinco horas. Besos y abrazos.
23/11/2021
.
.
