Disclaimer: Pucca pertenece a su creador, Boo Kyoung Kim. La trama es de mi autoría.

Palabras: 1265.


¿Cómo habían terminado aquí?

Pucca miró preocupada a Garu, quien estaba a su lado visualizando el panorama en el que se encontraban los dos. Si alguien les hubiera dicho esa mañana que terminarían entre un mar de gente, en una ciudad el quíntuple de grande de su aldea, buscando un recado para los tíos de ella, no hubieran creído nada.

Ahí estaban.

Sooga era grande. Para ser una aldea, tenía bastantes habitantes, había mucho que recorrer y explorar en su hogar. Aún así, evidentemente una ciudad de esta magnitud les llevaba años luz —bueno, no nos pasemos— de diferencia en tamaños. Habían edificios, no, rascacielos que le daba vértigo mirar, tiendas por aquí y por allá, abarrotadas de gente. Pudo ver en el mapa, que había un centro comercial inmenso en alguna parte, y eso sin contar al gentío, que parecía un mar, chocar unos con otros.

¡Era sofocante estar así! ¿Cómo podían vivir de esa manera?

Saltó sobre sí, cuando sintió una mano tocar su hombro. Se alivió al ver que era su novio, quien le miraba preocupado.

Tanta gente era, que se sentía inquieta y nerviosa como pocas veces, no acostumbrada al mundo y ruidos de la ciudad. El ninja tomó su mano, apretándola, y halándola hacia el destino que los había llevado allí. Ella se dejó hacer, mientras esquivaba a las personas lo mejor que podía, procurando no soltar la mano de Garu.

A pesar de que Garu tampoco estaba acostumbrado a la ciudad, se las ingenió para dejar su inquietud de lado y ser un pilar para Pucca. Era un ninja, no podía mostrarse aturdido en ninguna situación. Por lo que siguió el camino entre la multitud, repasando la dirección que le habían dado los tíos de Pucca.

Debían buscar un libro de recetas, bastante antiguo, en una tienda de antigüedades que los chefs habían visitado años atrás. Este libro contenía recetas de pasados chefs, que eran historia para los habitantes de Corea, pero también muy complicadas. Y los habilidosos hermanos querían implementar dichas recetas en su menú, además de probar una vez más que podían cocinar lo que sea.

Claro que, no podían dejar el Goh Rong cerrado, en esas épocas el restaurant recibía más clientes que en otras, por lo que no podían perder tales ganancias. Además, de que ya no estaban para esos trotes, por lo que agarraron a su sobrina para que les hiciese el favor de buscar dicho libro, y de paso le pidieron a Garu que la acompañara. Por seguridad de la niña.

Aunque ella se podía defender perfectamente sola, pensó Garu.

No se negó, en el fondo no la quería dejar sola.

Les costó llegar a la dichosa tienda. Estaba bastante alejada del terminal de buses, y como no conocían las rutas de transporte que te llevaban hasta esa zona, no se arriesgaron a perderse. De todas formas, debido a la buena condición física de ambos (¡Benditos sean sus entrenamientos!), no se sentían agotados, como cualquier persona como Dada pudiese haberse sentido.

Pucca observó el edificio frente a ella. Ciertamente, ella se había imaginado un comercio al estilo Santa Claus, por lo que se sorprendió al ver una tienda clásica, de dos pisos, que en su vitrina tenía pintado el nombre del local. Antigüedades y Reliquias. Dentro de la vitrina, había sombreros bastante antiguos, discos de cantantes que ya no estaban el mundo, instrumentos y artilugios que solo habían visto en fotos.

Y dentro de la tienda, era otro mundo. Ella observó los estantes fascinada por un vestido de época, que parecía bastante pesado, pero aún así era precioso. Los bordados y decoraciones que la tela tenía eran impresionantes. Garu detrás de ella, la miró con diversión al ver sus ojos vueltos estrellas.

Un hombre algo mayor, bastante elegante, se acercó a ellos.

—Bienvenidos, jóvenes, al mundo completamente diferente al que están acostumbrados. Uno que se creía olvidado, está recopilado e intacto en estos objetos y prendas que nos recuerdan de dónde venimos. ¿Qué desean? —habló solemne y amable, mostrando con su mano el resto de la tienda.

El ninja sacó un papel de su bolsillo, y se lo pasó al hombre, quien leyó detenidamente el contenido. Pareció pensar un poco después de leer, para luego sonreír.

—Ya veo, mis muchachos, vienen por el libro de recetas antiguo que fue escrito por anteriores chefs de élite, quiénes sirvieron a reyes, emperadores y líderes de naciones, ¡Por supuesto lo tenemos! Esperen aquí —sin más, desapareció detrás de una cortina.

Ahora solos, se dedicaron a deambular por la tienda esperando a que el dueño volviese. Garu escaneó con interés unas espadas que estaban colgadas en la pared, parecían forjadas con material de calidad, incluso tenían grabados de unos escudos en su empuñadora. Fascinante. Se volteó para ver donde estaba Pucca, y observó curioso cómo se quedaba mirando lo que parecía una caja, con bastantes detalles.

La mano de ella se dirigió hacía la llave que estaba en su delantera, girándola repetidas veces, hasta que la caja se abrió dejando ver a una bailarina muy bien hecha, y una melodía se empezó a escuchar. Era bellísima, la bailarina empezó a moverse al son de la melodía, dando vueltas sobre su eje, para luego encerrarse luego de que la melodía hubo terminado.

Había sido un bonito espectáculo. Pero quien tenía su atención era la mirada soñadora de Pucca, que no se había percatado aún de cómo la miraba.

Se le ocurrió algo.

El hombre salió de lo que suponían era un depósito, con un libro de pasta gruesa y unas letras doradas en su centro.

—Aquí esta, este libro es único en su clase, pues los demás han sido destruidos, quemados, o tirados por aquellos que no salen valorar su contenido y belleza —Pucca le entregó el dinero, pagando así el libro, y él se los entregó en una bolsa que tenía la marca de la tienda—. Muchas gracias por su compra, se que lo valorarán ¿Algo más que quieran?

La joven de moños estuvo a punto de negarse, agradecida con su amable atención, pero el ninja se adelantó.

.

Pucca observaba con bastante cariño la caja de música que había puesto en su tocador. Cuando la vio, le recordó a una que había tenido su madre, y que en un accidente lo destruyó por completo. A pesar de que esta caja era dorada con bordes plateados, y no blanca con bordes dorados, le había transportado a esa época.

Volvió a girar la llave, fascinada como si fuera la primera vez al ver a la bailarina, y escuchar la dulce melodía. Sonrió llevando sus manos a su pecho. No se había esperado ese gesto de su amado, quien no suele ser muy detallista o dar regalos caros (porque no era precisamente barato).

Aún así, le enterneció su acción.

Siguió disfrutando de la melodía, imaginando que bailaba junto al ninja, soltando corazones y risas de enamorada.

Por otro lado, Garu se encontraba sentado en el porche, meditando sus acciones del día.

Un impulso, de los que pocas veces hacía caso, le había hecho tomar la decisión de comprar esa caja. Aunque intentó convencerse de que lo hizo por llevar un recuerdo de ese viaje express a la ciudad, a su mente volvió la mirada soñadora y la posterior sonrisa emocionada de su novia al comprar dicho objeto.

Sus mejillas rojas no ayudaban, tampoco.

Puede que vuelva a la ciudad, y comprar alguna de esas espadas que tanto le gustaron. Y de paso, pasear con más calma con ella.

La ciudad le dio muy buenos recuerdos.

No lo admitiría.


Nota de autora: Me fui. Se suponía que sería cortito, pero en un momento simplemente escribí cosas que me gustaron y llegaron a la mente, y cuando terminé dije Oh my God! Mil palabras. De los que más me gustaron, tal vez haga una continuación en un escrito a parte. ¡Espero les haya gustado!

¡Gracias por leer!