Disclaimer: Pucca pertenece a su creador, Boo Kyoung Kim. La trama me pertenece.

Palabras: 1285.


Pucca era huérfana. Ella lo sabía, desde muy niña había sido consciente de ese hecho, al darse cuenta que eran sus tíos los que la cuidaban y no sus padres, como debía ser. Su dulce inocencia no entendía porque no sabía quiénes eran sus papás, porque nunca les había visto, y porque siempre eran sus tíos quienes estaban a cargo de ella.

Y llego un día, con seis años, que preguntó.

Recuerda, vagamente, la tensión en el ambiente cuando de sus labios, la tierna voz de un infante hizo la pregunta que los chefs temían.

—¿Quiénes son mi papás?

Había dicho. Todo por la curiosidad al ver a los demás niños como ella junto a sus respectivas figuras paternales. Vio a otra niña llamar a gritos a su mamá, ella nunca había dicho la palabra "mamá". Estaba segura que su primera palabra había sido "tío".

Mientras estaba arrodillada frente a esa cajita, rememoró las palabras de su tío Linguini, en respuesta a su incógnita.

—Tus padres… Fueron personas muy amables. Tu madre, quien fue nuestra hermana menor, se casó con un hombre de buenos valores, ambos se amaban.

Pareció tener un deje de nostalgia al decir esas palabras. Ho a su lado, al darse cuenta que Linguini se quedó pensando en medio de la nada, tomó la palabra.

—Se conocieron desde muy niños, podía decirse que tu padre era muy buen amigo de nosotros. Ambos… —hizo una pausa, buscando unas palabras adecuadas para decirle lo siguiente a una pequeña niña—, se fueron al cielo cuando tenías un año.

A pesar de que hasta ahí había terminado la conversación, pues casi de inmediato un cliente demandó la atención de los chefs, algo dentro de Pucca quedó con ganas de saber más.

Pasó sus manos sobre el libro que tenía en sus piernas, detallando las imágenes que estaban pegadas en las páginas. A su izquierda, la foto de sus tíos de alrededor de diez años, otro niño de como ocho, y una niña de seis, en blanco y negro. Sus tíos se veían realmente adorables, los tres con ropas de chef que le quedaban grande, le hizo reír. Su risa desapareció al detallar la sonrisa de la niña a su lado.

Recordó, cuando tenía catorce, al tener ya más consciencia del peso que tenía la conversación anterior, preguntar más detalles. Fue desayunando, cuando por fin sació su curiosidad, y sus tíos pudieron hablar con claridad de lo que pasó.

Hacía mucho tiempo ya, cuando conocieron a su papá. El conoció a su mamá al ayudarle cuando ella cayó en arena movediza. Al parecer, su madre era muy traviesa, y en sus juegos terminó alejándose de su hogar, terminando en dichas arenas. En ese año, también conoció a sus tíos, y rápidamente se hicieron buenos amigos entre todos.

Jugaban casi siempre, entre aventuras, risas, tropiezos y más travesuras. Su madre y padre pasaban mucho tiempo juntos, él cuidándola y ella sonriente. Tomaron la foto que ahora veía, a casi un año de conocerse.

Observó la foto a su derecha. Una joven de doce años, abrazada a otro joven como de catorce, quien tenía en mano una figura de madera. Según sus tíos, su padre era un aficionado a la carpintería, llegando a hacer muy buenas figuras, utensilios y demás decoraciones de madera. Aquella figura, que era un gorrión muy bonito y bastante detallado, había sido un regalo para su mamá, que amaba a esas aves.

Pudo ver el parecido a su padre, quien tenía el cabello lacio y negro, mientras que su madre era castaña, pero de ojos negros como ella. La sonrisa de su mamá le trajo un sentimiento agridulce.

Sus tíos parecieron observar esa foto con añoranza.

Pasó página. Ahora veía a su madre de quince años, junto a sus tíos de diecinueve. Los tres chef se veían realmente apuestos, y tenían entre sus brazos a la joven que reía ante las cosquillas. La foto había sido tomada por un amigo que tenían en ese entonces.

Al otro lado, había una foto que le enterneció. Pareció poco tiempo después, porque su madre estaba besando el rostro sonrojado de su papá. Según sus tíos, aquel día se habían hecho novios.

Siguió pasando páginas. Cumpleaños, ocasiones especiales, picnics, reconocimientos. Pudo ver que su mamá era alguien pequeña, probablemente de estar viva le llegaría al hombro… No es que ella fuera realmente alta.

Entonces, apareció una foto. Su padre arrodillado frente a su madre, con una caja que ella bien reconocía en manos. Ella, especialmente bonita, tenía sus manos contra sus labios, emocionada y con ojos acuosos. Le pidió matrimonio a los dieciocho de ella.

Muchas, realmente MUCHAS fotos de la boda de ellos. Solos, acaramelados, con amigos, familiares. Graciosos, de su primer baile como marido y mujer, de su primer beso como marido y mujer. Estaban ambos radiantes.

Pasando varias fotos, vio a su madre embarazada. Su padre miraba con adoración a la mujer, que acariciaba con aparente suavidad el gran vientre. Se preguntó cuánto la amarían sus padres, cual habría sido su emoción, como se enteraron. Preguntas que quedarían sin respuesta.

Se vio recién nacida, en brazos de sus papás, que lloraban al tenerla por fin entre ellos. Los ojos de ella misma se aguaron. Fotos de ella recién nacida en brazos de sus tíos aparecieron, y rio al ver que el tío Dumpling lloraba como si no hubiera un mañana. La siguiente foto que vio, eran sus padres, en su primera foto oficial, él estaba a la izquierda, abrazando con su brazo izquierdo la cintura de la pequeña mujer, y con su brazo derecho abrazándola a ella de un año. Su mamá la tenía en brazos, sonriente como ninguna.

Que foto más alegre.

Y aunque pasó a otra página, las siguientes fotos que vio solo eran de ella, sus tíos, sus amigos. Nunca más aparecieron sus padres.

Entonces se permitió levantar la mirada, viendo nuevamente aquella caja blanca, que dentro contenía cenizas. Las de sus padres. Aunque sus tíos pensaron ponerlas separadas, supusieron que ellos querrían estar juntos por toda la eternidad, por lo mismo estaban en uno solo, mezclados. Juntos.

Un incendio.

Ese día, casualmente, su yo de un año estaba en cuidados de sus tíos. Un accidente, eso había provocado la chispa que provocó que la casa donde estaban sus padres se incendiara. Según los bomberos que atendieron ese día, el fuego era inmenso para cuando llegaron. Después de mucho esfuerzo lograron apagarlo.

Pero la casa había quedado hecha un desastre.

Cuando entraron, buscando a aquellas personas que en Sooga todos conocían, lamentablemente los encontraron bajo unas tablas de maderas que se habían desprendido del techo.

Al parecer habían querido salir, pero las tablas de desprendieron sorpresivamente, y por la posición en que estaban, su padre había querido proteger a su madre.

Abrazados, murieron abrazados, ese era su consuelo.

Tomó entre sus manos la caja, y estuvo apegada a ella un buen rato. Se preguntó dentro de sí muchas cosas, que hubiera pasado si ese incendio nunca ocurría, si hubiese crecido en esa casa. Como serían sus voces, como se verían ahora. ¿Cómo la habrían criado? ¿Cómo se sentiría estar entre sus brazos?

Nunca lo sabría.

Volvió a dejar la caja en el lugar que ella, después de conocer la historia, había preparado especialmente para ellos. Al lado de esta, tenía enmarcada una foto de ellos en su boda. Guardó el álbum en un cajón, y se dejó caer finalmente en su cama.

Observó el techo un buen rato.

Cenizas, era lo único que quedaba de ellos.

Pero de alguna forma, sentía que el amor que ellos sintieron por ella, nunca se convertiría en eso.

Esperaba, que donde sea que estén, fueran felices.


Nota de autora: Día 11, que no es día 11, pero que se suponía debía serlo, completado. Me salió algo tristón, creo. Siempre me pregunté que pasó con los padres de ella, así que quise darle alguna historia. Además, que no se me ocurría algo más romántico con las cenizas jaja. Espero les haya gustado.

¡Gracias por leer!