Disclaimer: Pucca pertenece a su creador, Boo Kyoung Kim. La trama me pertenece.
Palabras: 933.
Pucca estaba aburrida.
Con sus codos apoyados en el escritorio, y su cara puesta en sus manos, bufó audiblemente mientras observaba el reloj marcar la hora, moviéndose el segundero lentamente. O así lo percibía ella. El profesor en turno explicaba cosas que para ella no tenían sentido, señalando insistentemente la pizarra, volviéndose a sus alumnos de tanto en tanto.
Esta clase ya la había visto.
No es que fuera buena en física, la verdad, destacaba más en educación física, inclusive en historia. La física no era lo suyo. Pero aun así, esta clase de física ya la había visto, ¿Cómo? Sencillo.
Garu, aquel joven perteneciente al club de artes marciales, se reunía con ella todas las tardes en la biblioteca de la escuela. A petición del profesor, que al ver sus notas tan bajas en aquella materia, le buscó uno de los mejores estudiantes, que irónicamente terminó siendo aquel de quien estaba enamorada.
Probablemente para disgusto del "ninja", como gustaba apodarle sus compañeros y todos los que le conocían. Siempre huía de ella cuando le demostraba su amor… Vale, era demasiado pesada, lo admitía. Atacándolo, tumbarle, y besarle en contra de su voluntad, además de acosarle, no iba a hacer que la amara.
No podía evitarlo, esas acciones tenían su sello, además que su mente inmadura no concebía otra manera de demostrar amor. No se veía como alguien tímida al demostrar sus sentimientos, tal vez si callada, pero eran más sus acciones las que demostraban su amor.
Nos desviamos.
La campana sonar sacó de los pensamientos a la joven, quien de inmediato recogió todo de su escritorio, y salió corriendo por los pasillos hasta que una docente le riñó. A paso apacible, aunque ansioso, se dirigió a la gran biblioteca que estaba algo apartada del edificio escolar. Pasó su mirada por los diversos clubes aun abiertos, y rio cuando uno del club de ciencias salió volando por una explosión.
Llegando al patio, escuchó atentamente a los pájaros cantar, los pies de los futbolistas correr, y el bateo de un estudiante, y los gritos que siguieron después.
Sonrió.
Todos se la pasaban bien, estando donde quieren estar. Y ella quería estar en esa biblioteca, al lado de su amado.
Tarareando una canción, saludo con su mano a la bibliotecaria, pasando hasta las mesas del fondo. Al ninja nunca le gustaba llamar la atención, le dejó en claro que no quería estar en medio de todo. Haciendo caso, como ya rutina, se sentó junto a los libreros del sector de Física. Puso sus cosas ordenadamente —Garu insistía en el orden—, y se dispuso a esperar.
Para esas horas, él debía estar saliendo de su club.
Un suspiro enamorado salió de sus labios al imaginarle, tan decidido y fuerte, derribando a cualquiera que pase por su camino, dispuesto a superarse. Su rostro se ensombreció al pensar en las posibles féminas que estuviesen pensando lo mismo.
Un carraspeo llamó su atención, y levantó la mirada alegre. El joven en el que pensaba estaba frente a ella, parecía algo agotado, pero satisfecho —había aprendido a leer su mirada—. Se sentó lentamente frente a ella, sacando sus propios utensilios del bolso que traía. Ella supo, que era hora de la lección.
Y aunque le gustase quedarse embelesada viéndole, sin hacer nada, una parte de ella sabía que tenía que prestar atención, mejorar las notas, y dejar de darle problemas al pobre. Así que quitándose el chip de "loca enamorada" y poniéndose el de "loca estudiosa", se puso manos al trabajo.
Estuvieron así durante dos horas, que era lo que tenían permitido antes que cerrase el recinto, y ellos tuvieran que volver a sus actividades diarias. Nuevamente, vio temas que aún no daban en sus clases, pero que entendía gracias a la simple explicación que daba el joven.
Y mientras más pasaba el tiempo, más emocionada estaba de entender. Sonriendo alegre al saber un ejercicio correcto hecho por ella.
Si tan solo prestase más atención, y en vez de celebrar su logro, se hubiese dado cuenta de la mirada oscura de Garu. Él la miraba calmo, casi sin sonreír, pero si observabas bien, podías llegar a captar la comisura de sus labios levemente levantadas, y un brillo especial dentro de sus orbes.
No fue un profesor quien le buscó. Todo sucedió como casualidad. Él había llegado a la sala de profesores con unos libros que debía entregar, y sin querer escuchó al profesor guía del grado de Pucca decir lo mal que iba en física. Y cuando el señor comentó en buscar un estudiante que le de tutorías después de clases, algo dentro de él le hizo carraspear y ofrecerse.
Aunque se convenció que lo hacía, porque era honorable ayudar al que no sabe, muy dentro de sí sabía que no era tanto por la acción. Sino por quién.
Lo negaba. Nunca admitiría que se ofreció por Pucca. Por ella. Esperaba con ansias que terminase el período escolar, para ir rápido al recinto de información. Y antes de llegar a ella, sin darse cuenta, la veía desde lejos, admirando su quietud y el aura pacífica pero al mismo tiempo alegre que se respiraba alrededor de ella.
Y sentía su pecho hincharse del orgullo al ver que entendía lo que explicaba, y dentro de sí rodaba los ojos al verla casi que saltar.
Cuando volvió sus ojos a él, procedió a seguir explicando lo demás, quedándose quieto viendo el escritorio. Aquel que, en los últimos dos meses, estaba siendo prácticamente ocupado por ellos. Y aunque le parecía una tontería, sabía que guardaría el sentimiento dentro de sí.
Pucca también.
Nota de autora: Día 12, completed. Ahora sí, retomando con tres días de racha... Faltan 17. Espero les haya gustado.
¡Gracias por leer!
