Disclaimer: Pucca pertenece a su creador, Boo Kyoung Kim. La trama me pertenece.
Palabras: 580.
Garu, desde temprana edad, sabía que quería para su vida.
A pesar de que había perdido a los tiernos tres años a sus padres, y el deshonor cayó sobre su familia, él sabía que quería para sí en un futuro. Con esos acontecimientos previos, era obvio que pasaría las peores de las penurias, pobreza, hambruna.
Sin embargo, quería esforzarse al máximo por su objetivo: recuperar el honor perdido y tener una vida tranquila.
Ambas cosas le llevarían años, él lo sabía bien. Empezó a practicar ninjutsu, un arte japonés que llegó a su familia coreana hace muchos años, por su propia seguridad y también para continuar el legado familiar. Al principio era pésimo, por supuesto.
Con los años fue mejorando.
Llegó a un punto, después de hacer recados y ganarse su propio dinero y comida, que decidió por fin establecerse. No sabía dónde, según él debía ser un lugar tranquilo y pacífico, con vecinos por demás tranquilos y suficiente espacio para entrenar y tener su privacidad.
Y llegó a la aldea Sooga.
El primer día que estuvo inspeccionando se llevó la grata sorpresa de la tranquilidad, paz, amabilidad y generosidad que se respiraba en el pueblo. Los aldeanos eran amables, sonrientes, parecían seres completamente normales. Y el Goh Rong, esa fue su carta final para decidirse de construir una casa en un claro entre el bosque de bambú.
Debió haberlo pensado mejor.
Supo que su vida tranquila tardaría mucho más en llegar, cuando aquella molesta niña de moños se enamoró de él. Cuando le empezó a perseguir para abrazarle y robarle besos, y acosarle, supo que su tranquilidad se había ido por un tubo.
También conoció al hijo del policía, un tonto que tenía el ego más alto que la montaña, pero que al final era buen amigo y persona. Aunque era tan anormal como lo era la sobrina de los chefs.
Conoció a otra niña, amiga de la acosadora, que tenía una gallina en la cabeza. Irónicamente, era la más tranquila de los tres.
Al maestro del döjo, al único discípulo que tenía, el Maestro Soo, al mesero, la niña rica malcriada. En fin, que estaba rodeado de locos.
Su vida se había tintado de aventuras, risas, enfados, miedos, alegrías, tristeza, locura y diversión. Todos los días había algo nuevo que hacer, y siempre había algo que destacar.
Fueron pasando los años, y la niña acosadora, Pucca, se metió en su corazón. A fuerza, muy a fuerza.
Y aunque intuía que ahora que estaba bien amarrado a la chica de moños, su vida tranquila nunca se daría, estuvo equivocado. Fue una tarde, en su casa en el bosque, en la que tenía su cabeza recostada en el regazo de su esposa que rememoró todo lo que había vivido en esos años.
Si bien había habido tropiezos, demasiados desastres, aventuras, al final del día se sentía tranquilo. Satisfecho. Y Pucca cuándo no era una pesada, le brindaba una paz indescriptible. Cómo en esos momentos, que su ahora esposa estaba inusualmente calmada, tarareando una canción suave y pasando sus dedos por su cabello suelto.
Pensó que su vida tranquila se había ido por un tubo cuando se quedó en Sooga. Pero ganó amigos, buenos vecinos, maestros increíbles, compañeros dispuestos a ayudar, y una esposa que lo amaba con locura.
Se relajó.
No era la definición de vida tranquila que buscaba, pero sin duda esto era mucho mejor de lo que pensó.
Esta era su vida, y no la cambiaría por nada.
Nota de autora: Este fue otro resultado que me encantó. Últimamente mi inspiración esta fluyendo como si nada, espero que siga así.
¡Gracias por leer!
