Hermione estaba enojada. Muy enojada. Tanto que había arrojado una bandada de canarios furiosos contra Ron. Ese cretino, ese... arjjjj, ni palabras tenía para insultarlo apropiadamente.
Entró en el baño de prefectos como una tromba. Se quitó la túnica con gestos bruscos. La corbata resultó un arma mortal con la que casi se estrangula, así que respiró hondo y siguió desvistiéndose con más calma, plegando y colocando la ropa en el banco junto a la pared.
Estaba ya quitándose el sujetador, cuando una voz entre sensual y divertida salió de la gran bañera.
— Vaya Granger, no es que no me sienta halagada, pero soy una señorita, normalmente al menos necesito un par de citas antes de llegar a la parte divertida. Bonito sujetador, por cierto.
Se puso roja. Muy roja, y trató de volver a abrocharse el sujetador, pero con el bochorno no acertaba.
— Granger, somos chicas, tenemos lo mismo. Metete al agua, por Salazar —le renegó, aún divertida.
Hermione levantó la barbilla con dignidad, era una leona al fin y al cabo, no se iba a dejar intimidar por una serpiente. Despacio, acabó de desnudarse y dejó la ropa interior sobre el montón de ropa. Con la barbilla aún en alto, caminó con un ligero contoneo hasta la bañera.
— Eres un regalo para la vista, Granger —le halagó mientras se metía en la bañera—. Permíteme.
Tomó su varita para lanzarle un práctico hechizo que le recogió el pelo en un moño. Después hizo aparecer una pequeña toalla doblada bajo su cabeza como la que ella tenía.
Permanecieron un rato en silencio, cada una en un extremo de la bañera. El efecto relajante del agua caliente ayudó a Hermione a bajar su enojo.
— ¿Qué ha hecho ahora Weasley?
La voz ligeramente ronca y arrastrada de Parkinson le sacó de su relax.
— Ser un insensible con pésimo gusto para las mujeres.
— Ser él mismo —resumió Pansy—. Un capullo.
Hermione no pudo evitar una carcajada.
— Soy idiota —murmuró Hermione, uno par de minutos después.
— Mereces más, Granger.
— Si, bueno...
Pansy levantó ligeramente la cabeza para poder mirarla a la cara.
— Lo digo en serio.
Parpadeó varias veces para deshacerse de las inoportunas lágrimas, no quería llorar delante de ... ¿qué era Parkinson? ¿el enemigo? .
— ¿Por qué eres tan amable conmigo?
— Podría decirte que las chicas tenemos que apoyarnos entre nosotras —contestó la morena con tono monótono—. Pero lo cierto es que es por interés.
Hermione la miró furiosa y se sentó para salir de la bañera. Una mano le sujetó suave por el tobillo.
— Por interés personal, Granger —le dijo con tono mucho más interesante.
Hermione se quedó enganchada a esos brillantes ojos de gata mientras la mano de Pansy dejaba su tobillo y se deslizaba suave y lentamente por su pantorrilla hasta la rodilla. Se detuvo e inclinó levemente la cabeza hacia a un lado, en su cara de dibujo una petición. La castaña asintió levemente, estremecida ya por esas leves caricias.
— Vuelve a tumbarte, Hermione. Cierra los ojos y déjame que te muestre como se adora a una mujer como tu.
Hermione obedeció, recostándose de nuevo en la bañera con los ojos cerrados y el resto de los sentidos más agudos. Por un lado, confiaba en ella, por otro, era inevitable estar en tensión con una Slytherin tan cerca. Instinto de supervivencia.
Sintió las manos de Pansy vagabundeando por su cuerpo, acariciando con sutileza, poniéndole el vello de punta.
— Eres tan exquisita que no sé por dónde empezar, Hermione —susurró contra sus labios, sobresaltándola.
Entreabrió la boca, esperando un beso mientras ambas manos se paseaban por sus costillas suaves como plumas, pero recibió nada más la cálida lengua de Pansy acariciando su labio inferior para luego deslizarse por su cuello hacia su oreja.
Sintió como sus pezones se endurecían, aunque las manos de Parkinson no llegaban nunca a tocarlos, y un escalofrío que hizo sonreír a la morena contra su piel cuando le besó con la boca abierta en el esternón. Los labios y la punta de la lengua dejaron un rastro de saliva recto como una flecha mientras se dirigía hacia el ombligo, las manos acariciando los costados.
— Tu piel sabe a canela, Hermione.
No pudo evitar sonreír, entre pequeños gemidos, porque por primera vez alguien había apreciado su gel de baño de canela, que dejaba su piel suave y dorada. Gimió más fuerte cuando sintió la lengua suave volver a subir hasta rodear un pezon. Se arqueó cuando la lengua fue sustituida por los dientes. El otro pezón recibió el mismo tratamiento, mientras las diestras manos volvían a acariciar las costillas en descenso hacia la cintura.
Durante unos minutos, su torso fue acariciado, besado, lamido, mordisqueado. Pechos, costillas, ombligo, todo encandenado en una sensual danza, con sus gemidos como música. A pesar de estar en la bañera, podía sentir su frente transpirar, gotas de sudor que se deslizaban por su oreja y su mandíbula hasta caer al agua.
La lengua traviesa que le estaba torturando se acercó a lamer una de esas gotas saladas junto a su oído. Y de paso le susurró.
— Si quieres que me detenga por algun motivo, este es el momento, Hermione.
Los ojos castaños se abrieron y se clavaron en los verdes.
— ¿Por qué querría que te detuvieras?
Los labios suaves bajaron por su mandíbula, adorando cada centímetro.
— Entre magos es importante —dijo, sin dejar de besarle, descendiendo por el brazo hasta tomar uno de sus dedos en su boca.
La imagen de Pansy, arrodillada en la bañera, con las mejillas sonrojadas y succionando su índice fue la chispa que encendió un calor aún mayor en su bajo vientre. El gemido fue largo y sostenido, su cuerpo entero se arqueó.
Tenía los ojos cerrados mientras Pansy, con su dedo aún en la boca, tomaba su varita del borde de la bañera y hacía un hechizo que dejó su pubis libre de agua. Ella solo sintió de repente un poco de frío, por la falta de la calidez del agua, y a Pansy guiando su dedo húmedo de su saliva hasta colocarlo sobre su clítoris.
— Tócate, Hermione. —Le acarició la mano al ver que no la movía y siguió susurrando— Tócate como lo haces por las noches, a solas tras las cortinas de tu cama. ¿O prefieres la ducha? Enséñamelo, hermosa.
Lentamente, la mano se puso en marcha. El índice mojado se movió despacio sobre los pliegues de camino al clítoris, que ya despuntaba bajo su capuchón, engrendecido por la excitación acumulada. La primera caricia generó una corriente eléctrica que le hizo mover las caderas hacia delante. Cada vez con más seguridad, siguió tocándose, hasta que sintió algo nuevo: el aliento de Pansy sobre su pubis. Abrió los ojos y vió los ojos verdes preguntando de nuevo. Si quería que aquello parara, era el momento. ¿Quería?
Por toda respuesta, abrió un poco más las piernas, descarada, y se volvió a acariciar, mientras en la cara de Parkinson se pintaba una sonrisa de satisfacción. Volvió a cerrar los ojos, disfrutando de las caricias de los labios y la nariz de Pansy sobre sus ingles. Sutiles, evitando el lugar a donde ella quería realmente que fuera.
— Pansy, por favorrrrrrrr —suplicó, con las piernas temblando.
Obediente, Pansy se acercó por fin a su monte de Venus, quitando la mano de Hermione y colocándola sobre su hombro. Mordisqueó la parte carnosa antes de sacar la lengua y lamer de abajo arriba, desde el sensible perineo hasta el clítoris, tres veces, lentamente. Las caderas de Hermione estaban tan tensas que solo su espalda y sus talones tocaban el suelo de la bañera. Gemía y suplicaba.
Sopló ligeramente sobre el hinchado clítoris antes de cerrar sus labios sobre él y sorber con cuidado. El grito de Hermione y el apretón que le dió en el hombro le avisaron de que acababa de arrancarle su primer orgasmo. Rebajó la intensidad de la succión, chupando con suavidad con la punta de la lengua, mientras con cuidado introducía un dedo en su vagina, sintiendo aún las fuertes contracciones del orgasmo. Decidida a no dejarle bajarse de la montaña rusa, acarició con el dedo hacía arriba, buscando ese punto que sabía que le ayudaría a encadenar al menos un par de orgasmos más.
Cuando liberó a Hermione del hechizo y la dejó descansar en la bañera, casi diez minutos después, la leona estaba tan relajada que no podía abrir los ojos. Sonrió, sonrojada, dispuesta a salir con cuidado y marcharse para acabar consigo misma tranquilamente en su habitación, tras las cortinas de su cama. Iba a tumbarse, tomar alguno de sus magníficos vibradores mágicos, y tener media docena de orgasmos mientras recreaba en su mente una y otra vez lo que acababa de pasar.
Al ir a salir de la bañera, una mano le agarró de un tobillo, casi haciéndola caer. Los ojos chocolate estaban abiertos y la miraban, con el ceño fruncido.
— ¿Te vas?
— Viniste aquí para estar sola. Te dejo sola.
Hermione se sentó en la bañera, mirándola retadora.
— Creía que lo que acabamos de hacer solía ser recíproco.
Las fijas cejas negras se elevaron hasta la frente.
— Si ni siquiera puedes decir que acabamos de tener sexo, no creo que tenga sentido que me quede, Granger.
— Es Hermione. Y no hemos tenido sexo, porque yo no te he tocado más que el hombro. ¿Te metes en la bañera de nuevo, por favor? Voy a demostrarte que aprendo rápido.
Con una carcajada, Pansy soltó la toalla en la que se estaba envolviendo y volvió a meterse a la bañera. E hizo lo único que no había hecho aún: la tomó por la nuca y empezó por enseñarle a besar.
