Los hechizos punzantes volaban de una parte a otra de la larga mesa. Uno impactó en una oreja, produciendo un siseo en el anfitrión. Respondió rabioso con otro que atinó a dar en la mano que sujetaba la varita de su familiar. Entonces, la puerta del comedor se abrió, golpeando contra la pared, y entró una fuerza de la naturaleza haciendo un Expelliarmus que, además de quitarles las varitas, los mandó al suelo.

— Os comportáis como niños, ¿no os da vergüenza?

Narcisa los miró a los dos, sujetándose su gran vientre de casi nueve meses.

— Esta no es manera de resolver vuestras diferencias.

Ambos hombres, adultos aunque en ese momento no lo pareciera, la miraron ligeramente avergonzados.

— Salid de mi vista —les indicó, señalando la puerta—. Id a prepararos para la reunión, ya hablaremos esta tarde.

Salieron por la chimenea de la sala de reuniones del consejo escolar con unos minutos de diferencia. Se sentaron cada uno en un extremo de la mesa, lo más lejos posible el uno del otro, ambos con el ceño todavía fruncido.

La reunión dio comienzo unos minutos después. Ambos hombres, padres de niños en casas antagonistas, discutieron abiertamente varias veces. El profesorado callaba, acostumbrado a que el patriarca Malfoy y el jefe de la familia Black tuvieran siempre opiniones contrapuestas.

Los demás padres trataban de mediar para evitar que siguieran discutiendo e insultándose, pero era inútil.

Al salir de la reunión, Lucius miró a los dos lados del pasillo. Nadie. Tomó a Sirius del brazo, sin muchos miramientos, y lo metió en la primera aula que vio, cerrando la puerta tras él.

— Maldito seas, Black.

Los ojos grises lo miraron desafiantes. Y al bajar la mirada hasta su bajo vientre, pudo calcular cuan molesto estaba Malfoy realmente. Con su habitual paso chulesco, se acercó y acercó, acorralándolo contra la pared, hasta quedar a apenas diez centímetros.

— Me encanta ver que aún soy capaz de hacer esto solo con una discusión, Lucius —le dijo al oído, lamiéndole la oreja de paso, mientras apretaba su abultada entrepierna con una mano.

Lucius echó la cabeza hacia atrás con un gemido. Los ojos azules echaban fuego cuando tomó a Sirius del pelo oscuro y lo obligó a arrodillarse. Aún de rodillas, la sonrisa seguía siendo retadora. Sin dejar de masajearle con una mano, le abrió la túnica con la otra. Para bajar los pantalones de vestir necesitaría las dos manos, así que acercó su boca a la oscura tela y mordisqueó mientras abría con manos expertas los pantalones. Se apartó apenas lo necesario para bajárselos y seguir mordisqueando sobre los apretados boxers.

Lucius volvió a gemir, empujando con las caderas, buscando más contacto.

— Sabes lo que me pone verte suplicar, Malfoy.

Lucius miró hacia abajo. Sirius había vuelto de nuevo a acariciarle por encima de la ropa, claramente esperando sus palabras.

— Sirius...

Black respondió con un pequeño apretón, el roce de la seda sobre la punta de su pene inflamado le provocó un estremecimiento.

— Por favor, Sirius.

La cabeza morena negó.

— Pídemelo bien.

— Por favor Sirius, amor, chúpamela.

La sonrisa de Black fue decididamente Slytherin, antes de bajarle la ropa interior. Acarició con las puntas de los dedos la piel de los glúteos mientras quitaba la tela del medio. Los agarró firmemente mientras, con la habilidad de la práctica, se metia el pene erecto en la boca hasta sentir que la punta le rozaba la garganta

Apoyado contra la pared, Lucius gimió con abandono, acariciando el pelo oscuro. Intentó mover la cadera hacia delante, buscando más fricción, pero Sirius lo tenía firmemente sujeto contra la pared. Le chupaba lento pero profundo, haciendo succión al llegar al glande y lamer con la punta de la lengua la hendidura.

— Más fuerte —suplicaba Lucius entre dientes—. Estoy a punto.

Pero Sirius no llevaba bien las órdenes y siguió con el mismo ritmo, los ojos grises clavados en los azules, retándole de nuevo. Y Lucius lo conocía lo suficientemente bien como para saber lo que estaba buscando. Con una sonrisa altiva, movió la pierna para que su pantorrilla quedara contra la entrepierna de su primo y apretó.

El gemido de Sirius ante la presión reverberó en el pene en su boca, endureciéndolo aún más. Ambos cerraron los ojos, disfrutando del placer creciendo en sus vientres.

— Black...

Sirius se detuvo, y le miró con una ceja levantada, la boca llena pero quieta. Lucius abrió los ojos y con una mirada supo.

— Sirius, me voy a correr si sigues así... ahhhhhhhh.

El moreno había redoblado sus esfuerzos y había liberado una de sus manos para apretarle con fuerza los testículos, produciéndole un orgasmo intenso, que tragó con orgullo.

Con los ojos aún cerrados, sintió a Sirius limpiarle y acomodarle la ropa. Al abrirlos, el moreno ya no estaba arrodillado ante él, sino subido a una de las mesas, aún totalmente vestido, pero tocándose sobre la ropa. Al ver la mirada interesada de Lucius, abrió las piernas como una invitación, mientras se desnudaba con un pase de varita.

Lucius se acercó con parsimonia, sin dejar de mirarle a los ojos. Ese era su juego desde hacía años. Al principio había sido algo ocasional, con el beneplácito de Narcisa, que incluso a veces se animaba a mirar o a participar. Eran un matrimonio bien avenido porque ella le conocía muy bien y sabía lo que le gustaba. Y a Lucius le gustaba Sirius Black.

No podía precisar si era su porte rebelde, sus ojos grises y su pelo negro. O esa capacidad para retarle siempre. O el cuerpo flexible que ahora tenía delante, en una postura imposible, autosatisfacie fiar con tres dedos profundamente insertados en su culo.

Acercó la cara a aquel agujeró hábilmente dilatado y paso la lengua alrededor, subiendo por el sensible perineo hasta los testiculis apretados. La mano libre de Sirius le acarició el pelo, lo que le hizo levantar la cabeza para mirarle. Alrededor del congestionado pene había un anillo estrangulador, que seguramente llevaba allí desde que habían salido de casa.

— Así que todo este numerito de la reunión era porque querías estrenar esto —afirmó, tocando el anillo de cuero—. ¿O lo que querías era que te follara aquí, en el colegio?

La sonrisa descarada fue interrumpida por un gemido al sacarle Lucius los dedos del trasero y sustituirlos por su lengua.

— Sucio —le susurró entre dos lamidas—. Sucio pequeño Black.

Sirius se arqueó con un gemido cuando la lengua entró profundamente y un dedo largo le acarició la prostata con habilidad.

— Fóllame Lucius —suplicó ahora él, cuando un segundo dedo se unió al primero y la estimulación empezaba a volverle loco.

El rubio se incorporó, usando su varita para desnudarse mientras se acercaba a besar la boca que le provocaba y le volvía loco.

— Te voy a follar tan fuerte que no vas a poder sentarte a cenar esta noche, amor —le dijo al oído, mientras se introducía profundamente en el.

A pesar de llevar haciendo aquello más de diez años, seguía sintiéndolo como el primer día. Cálido, apretado, suyo. Lo que había empezado como un acuerdo ocasional se había convertido en algo más estable cuando Narcisa se quedó embarazada de Draco. Ella misma se lo había propuesto al darse cuenta de que el embarazo había hecho desaparecer su líbido totalmente.

Sirius se había establecido definitivamente en sus vidas como más que un compañero sexual al morir los Potter. De nuevo había sido Narcisa la que, viendo el dolor de su primo y su incapacidad para hacerse cargo sólo de un niño pequeño, lo había invitado a vivir con ellos.

Al principio había sido extraño, lleno de culpabilidad al darse cuenta los dos hombres de que sus sentimientos se estaban profundizando. Pero con el tiempo cada cosa había caído en su lugar y Narcisa había comenzado a animarlos a tener una relación, aunque fuera sólo de puertas para dentro de la mansión. A cambio, ella había ganado independencia y una invitación abierta para unirse en cualquier momento.

Ambos la querían y respetaban. Cuando ella había manifestado su deseo de volver a ser madre, el mismo Sirius había llevado a Lucius hasta la cama matrimonial y los había dejado a solas.

Todos estos pensamientos revoloteaban por la mente de Lucius mientras empujaba con dureza contra el gimiente hombre bajo el. Cuando lo vio temblar y apretar los dientes hasta crujirlos, estiró la mano y quitó el anillo estrangulador, permitiendo que un fuerte orgasmo hiciera gritar a Sirius mientras su semilla le golpeaba la cara.

Se acercó hasta la cara de su pareja y con una larga lamida le limpio, sin dejar de moverse dentro de él. Los ojos grises se abrieron y le miraron con tanto amor que no pudo hacer más que tomarle las manos mientras le besaba y volvía a derramarse dentro de él.