CAPÍTULO 4 (LLEGADA)

- ¡InuYasha!- gritó Shippo.

- ¿Qué quieres mocoso?- gruñó el hanyo, que había sido arrancado de su sueño.

- Alguien se ha levantado de mal humor- susurro el pequeño demonio zorro fingiendo enfado para luego añadir con una sonrisa maliciosa- o estabas soñando con Kagome. Su olor, su pelo…

Pero fue interrumpido por un fuerte golpe en la cabeza, el joven medio demonio estaba sobre él con las mejillas sonrosadas y cara de mal humor.

- Te he escuchado- masculló con enfado soltando a Shippo.

- Tranquilo, no voy a contar tu secreto- hizo un silencio mientras se sobaba la cabeza y volvió a la carga- pervertido.

- Shippo- gruñó InuYasha como advertencia.

Shippo se preparó para recibir otro golpe pero este no llegó solo vió al medio demonio encaminarse con premura hacia la aldea, sabía que probablemente su destino sería la cabaña del monje y la exterminadora. Esto se confirmó cuando lo vio girar por el pequeño camino de tierra.

- Oye espera- le gritó Shippo pero el medio demonio ya estaba próximo a llegar.

El pequeño demonio zorro le alcanzó a duras penas en la entrada de la cabaña.

- ¡Chicos!- llamó Miroku que estaba tendiendo la ropa junto a Sango, quien cargaba a Hisui y las gemelas, que jugaban alrededor.

InuYasha miró la estampa sintiendo que estaba interrumpiendo un momento familiar, y aunque sus amigos le miraban sonrientes se sintió como un intruso. Reaccionó al llamado cuando vio a Shippo pasar de largo, dirigiéndose a hablar con Sango quien le preguntaba por su entrenamiento.

InuYasha solo se sentó cerca de Miroku y muy pronto fue el blanco de las gemelas que treparon por sus hombros y comenzaron a jalar de sus ropas, cabellos y orejas. Él simplemente las dejó hacer.

- En cuanto termine nos vamos al almacén y te doy tu parte, aun no he podido descargarlo todo de la carreta.

- Da igual Miroku, me lo llevaré más tarde.

- ¿Ya habéis desayunado?- preguntó Sango dirigiéndose a Shippo e InuYasha respectivamente.

- No- respondió Shippo

InuYasha se dispuso a contestar cuando algo en el aire llamó su atención. Cerró los ojos aspirando profundamente y los abrió con sorpresa para luego mirar a sus compañeros, quienes a su vez le dirigían miradas interrogantes. Se levantó presuroso.

- Jugad con el zorrito- le dijo a las niñas para luego lanzarlas sin mucho cuidado contra Shippo, que cayó junto a ellas en el pasto.

- ¿Qué sucede InuYasha?- se atrevió a cuestionar el monje. Por más que lo intentó no pudo percibir nada fuera de lo normal.

- Tengo que comprobar algo- susurró el hanyou más para sí que para sus camaradas.

InuYasha emprendió una loca carrera hasta el pozo, tan loca como los latidos de su corazón. En menos de dos minutos recorrió la larga distancia desde la cabaña de sus amigos hasta el pozo. Se detuvo frente a aquella urna de madera y rogando para que lo que sus sentidos acababan de mostrarle fuese cierto estiró su mano.

Vió una mano siendo extendida hacia ella quién había trepado gran parte de las paredes del pozo, la estrecho entre la suya sintiéndola áspera y observando en ella unas grandes garras, supo al instante de quien se trataba, lo confirmó al mirar hacia arriba, y ver el haori rojo que se deslizaba por el brazo de aquel hombre. Quería ver su rostro aunque la luz se lo impedía.

Sintió que jalaban de ella con fuerza cumpliendo su anhelo de apreciar el rostro de InuYasha, a quien tanto había añorado. Se escrutaron con la mirada como si no se hubiesen visto en una eternidad. Esos tres años, de echo habían significado precisamente eso, al menos para ellos.

- Perdón ¿Has esperado mucho InuYasha?- susurró Kagome apoyando una mano en su hombro y con los ojos bañados en lágrimas.

- Kago…- quiso decir algo, llamarla, pero las palabras no le salían, no podía creer que ella estuviera frente a él.

La ayudó a bajar del pozo y la abrazó contra su cuerpo, no quería soltarla, temía que si lo hacía ella volvería a desaparecer.

- InuYasha…- llamó el monje seguido de Sango pero antes de que pudiera preguntarle que ocurría vió el motivo de su prisa.

- ¡Kagome!- exclamaron Sango y Shippo caminando hacia sus amigos.

Miroku se encaminó hacia ellos una vez que salió de su estupefacción producto del inesperado encuentro.

Kagome se soltó lentamente del abrazo de InuYasha, quien parecía resistirse a soltarla, pero finalmente la dejó libre y sonriendo vió como la muchacha corrió al encuentro de sus amigos.

El grupo caminó hacia la aldea como antaño, todos juntos, y es que aunque habían cambiado muchas cosas, las esenciales seguían estando ahí. Sango y Kagome encabezaban la marcha cargando a Hisui y Shippo respectivamente.

- ¿Cómo has estado? Tengo tantas cosas que contarte y quiero que tu me cuentes todo-dijo Sango con emoción, ante esto Kagome la miró con una sonrisa de oreja a oreja.

- ¡Oh Sango, los he extrañado tanto!- dicho esto abrazó a Shippo que se acomodó en sus brazos con expresión dichosa.

Tras ellas iban Miroku e InuYasha, seguidos de las gemelas que las observaban conversar animadamente. El medio demonio miró con reproche al pequeño Shippo y Miroku sonrió ante el gesto.

- Tranquilo, hombre, después la tendrás toda para ti- susurro el monje para que solo le escuchase el hanyo.

InuYasha se sonrojó furiosamente- ¿De qué estás hablando, pervertido?

- ¿Pervertido? Yo no dije nada referente a eso, quizás el que está teniendo esos pensamientos es otro, amigo.

- Miroku- masculló como advertencia InuYasha.

Sin darse cuenta ya estaban en la aldea, vieron como las gemelas emprendieron una carrera entre ellas hasta la cabaña de la anciana Kaede que ya les quedaba cerca. La anciana salió con una cesta llena de hierbas medicinales y se topó con las niñas que la hicieron tambalear por un momento.

- ¡Niñas, tenéis que tener más cuidado!- regaño Kaede.

- Lo sentimos anciana Kaede- dijeron con voz elevada las gemelas al unísono.

- ¡Kaede!- exclamó de pronto una voz conocida.

La anciana elevó la vista y cuando vió a la muchacha su cesta se resbaló de entre sus arrugadas manos- ¡Kagome!- se acercó a la muchacha que le regaló un abrazo y una cálida sonrisa al separarse- Pero... ¿cómo?

- No lo sé- dijo Kagome sin más.

Las gemelas se acercaron con la cesta de la anciana que minutos antes había yacido en el polvoriento suelo, gesto que la afable mujer agradecio.

- Bueno muchachos que están esperando, todos adentro- exclamó la anciana una vez que se recompuso de la sorpresa.

-Si- exclamaron con energía todos los integrantes del grupo.

Continuará...

Notas de autora:

Siento mucho no haber subido más capítulos. Estoy desde hace meses haciendo varios cursos y no me dá la vida, aunque también tengo que admitir que soy un poco perfeccionista y no quería subir algo que considarara mediocre por falta de tiempo. Intentaré actualizar más a menudo.

Espero que os haya gustado estoy impaciente por leeros. ¡Kises!