Capítulo 2

Harry se detuvo en la puerta de la biblioteca de la casa de Hermione y con los brazos cruzados sobre el pecho, apoyó el hombro contra el marco. Sentada en el escritorio, Hermione levantó la vista del pergamino por un segundo y luego miró a su amigo con los ojos llenos de una emoción indescriptible. Al menos eso esperaba que pareciera. Ver su rostro maliciosamente satisfecho era simplemente insoportable.

—Escóndete. —Dijo mirándolo de reojo. Harry arqueó las cejas de forma interrogativa. —Estás tan radiante de felicidad que temo quedarme ciega. —Explicó Hermione de mala gana.

—¿Interrumpo tu trabajo? —Preguntó con simpatía, sin moverse un centímetro. —Lo siento, no estoy acostumbrado a que trabajes en casa, ¿Cuál fue la razón? —La pluma casi se rompe en sus dedos. Hermione cerró los ojos y suspiró profundamente. La guerra es la guerra…

—Porque hay toda una fila de gente afuera de mi oficina, ansiosas por recibir una predicción. No hace falta que te diga por los esfuerzos de quién.

—Oh, sí, lo recuerdo. —Harry negó con la cabeza, pensativo. —Pensé que ibas a empezar una clase de ceremonia de té, ¿Así que fue Dean el que vino a verte el otro día? Estaba un poco molesto, ¿Qué sucedió?

—Le dije que si no se alejaba de mi vista inmediatamente lo convertiría en un candelabro. —Siseó Hermione con los dientes apretados. Era imposible concentrarse, pero siguió leyendo el documento con insistencia y furia.

—Hermione, Hermione. —Harry sacudió la cabeza, abatido. —¿De verdad te perdiste la clase donde la muy respetada profesora Trelawney explicó la diferencia entre una amenaza banal y una verdadera profecía? Tal brecha en la educación… Y Dean iba a proponerle matrimonio a Padma el otro día. Podrías simplemente haber dicho que estaría bien.

Hermione pensó que era mejor permanecer en silencio y pasó los ojos por la misma línea por quinta o sexta vez. Durante los siguientes minutos, Harry estuvo sospechosamente callado e, incapaz de soportarlo, Hermione volvió a mirarlo. Parecía que la estaba mirando, pero por su rostro pensativo era imposible saber si la estaba viendo. Era como si estuviera contemplando algo de lo que no estaba del todo seguro. Últimamente reconocía esa expresión con bastante frecuencia, ¿O tal vez solo era que se habían visto muy poco en los últimos meses? Breves "Hola, ¿Cómo estás?" en el atrio, reuniones casuales en los pasillos, conversaciones discontinuas en la oficina mientras tomaban una taza de té, en las que algo o alguien se colaba… Todo esto de algún modo no permitió una conversación profunda de corazón a corazón. Y le incomodaba pensar que la vida de Harry pudo haber cambiado sin que ella se diera cuenta.

Este extraño juego de repente se convirtió en otro puente entre ellos, tan necesario después de la graduación. Y no había necesidad de inventar excusas tontas para reunirse de nuevo. Ahora la "excusa tonta" estaba forzando la situación. Y había una duda persistente: ¿Será que ya no tenían el control de la situación y que, simplemente se convirtieron en figuras en las que parecían que ellos mismos habían hecho las reglas? Pero sea como sea, Hermione se estaría mintiendo a si misma si dijera que eso la hace sentir un poco infeliz. Al despertar de sus pensamientos, Harry se percató de su mirada, y Hermione se apresuró a fingir que miraba en su dirección por pura casualidad y que nada más que el informe, que no podía comenzar a escribir, le interesaba.

—Admítelo, te encanta. —Dijo Harry rompiendo de nuevo el silencio. Hermione se estremeció, ¡¿Cuándo aprendió este hombre insolente a leer la mente?! Pero cuando él continuó, ella suspiró aliviada. —Te gusta trabajar en casa. Tranquila y sin que nadie te moleste, yo no cuento, ¿Verdad?

Siempre es cálido, ligero y acogedor, y nadie te molesta con sus problemas durante los descansos… Y también puedes sentarte en un sillón junto a la ventana con un vaso de leche tibia. Crookshanks se acomodará en su regazo y se quedará dormido, roncando de forma divertida. E incluso las duras líneas oficiales parecerán de repente menos secas y sin vida.

Hermione no notó la sonrisa en sus labios mientras la imaginación y su memoria armaban fácilmente una imagen de la noche anterior.

—¡Así que tengo razón! —dijo Harry con júbilo. Hermione se recuperó y borró la expresión soñadora de su rostro, aunque ya era demasiado tarde.

—Aunque tuvieras razón, nunca te lo diría. —Refunfuñó, alisando el pergamino en blanco y mojando la pluma en la tinta. Harry hizo rebotar su puño y la máscara de resentida seriedad, que de todas formas Hermione ya no era capaz de mantener, se desvaneció por completo. Él se quedó en silencio un momento, escuchando el chirrido de su pluma, y luego dijo:

—Hermione, ¿Tenemos una cita? —Una mancha de tinta se extendió por el pergamino.

—¿Q-qué?

—Bueno… Estamos saliendo. —Harry caminó a lo largo de la pared y, metiendo las manos en los bolsillos, comenzó a examinar cuidadosamente el lomo de los libros de una de las estanterías. —Es sospechoso que no hayamos aparecido juntos por ningún lado durante mucho tiempo. Parece que nuestra mentira casi no se cree.

Era como si algo amargo hubiera bajado por su garganta, haciéndola estremecerse. Lo más prudente era reírse o guardar silencio, en cambio, estalló bruscamente:

—¿Los periodistas te incitaron a hacer esto?

Tratando de ignorar la cara de asombro de Harry, Hermione sacó su varita y se concentró en limpiar su propio desastre de tinta.

—No, sólo pensé que no era una mala idea. Ya sabes, las imágenes suelen ser más creíbles que las palabras. —Hermione dejó su pluma a un lado para que estuviera segura y respiró hondo, tratando de aclarar sus pensamientos.

—Tal vez tengas razón, pero sabes que no tengo tiempo ahora, Harry. Y realmente no creo que debamos de hacer esto…

—¿…Para entrar profundamente en el papel? —Terminó por ella. —Vamos, pensemos en esto como una aventura más, ¿De acuerdo? Además, esta vez nadie correrá ningún peligro de muerte. Y creo que puedes dedicar un par de horas a descansar.

A medida que hablaba, su voz se volvía mas segura y un brillo de entusiasmo apareció en sus ojos. Hermione podía sentir que su resistencia se derretía como un helado bajo el sol de julio.

—Vamos, Hermione, ¡Juega conmigo!

Al ver que ella seguía dudando, Harry pensó por un segundo, rebuscó en sus bolsillos y extendió su mano izquierda. En la palma de su mano abierta había una moneda de bronce.

—¿Confiamos en nuestro destino y en tu talento para las predicciones? —Dijo con una sonrisa socarrona. —Ya que yo, perdóname, sé que no puedes predecir y la suerte, por supuesto, estará de mi lado, te ayudaré un poco. Si puedes adivinar en qué mano escondo la Knut, tendremos una cita. Si no lo haces, ganas y no te lo volveré a pedir.

Genial, ¡Él también pensaba que era una perdedora! Hermione estaba demasiado sorprendida por la propuesta, y ofendida por su indirecta hacia su supuesta conexión con las predicciones como para discutir los términos del juego en el que la lógica ni siquiera se asomaba. Parecía que, para ganar tenía que perder. En realidad, ¿Qué diferencia había? La probabilidad del resultado no cambiaba en absoluto.

—De acuerdo. —Hermione se reclinó en su silla y cruzó los brazos sobre su pecho. Harry escondió sus manos detrás de su espalda y después de un minuto le presentó la opción de dos puños cerrados.

No tenía sentido postergar las cosas y fingir la agonía de la duda, pero cuando Hermione dijo con seguridad: "Izquierda", tuvo tiempo de pensar con pánico que no estaba del todo segura del resultado que quería ver.

Harry no se movió.

Hermione pasó su mirada de su rostro inexpresivo a su mano izquierda y viceversa. Su corazón latía tan rápido casi como aquel lejano día del primer año en el que tuvo que elegir sólo las dos pociones correctas de siete. Y aunque entonces estaba segura de la respuesta, esto no disminuyó la emoción. Era como si Harry estuviera disfrutando de su ignorancia, mirándola fijamente, esperando a que ella se desesperara y mostrara abiertamente su impaciencia.

Lento, terriblemente lento, comenzó a soltar los dedos, pero incluso antes de ver la respuesta en su mano, Hermione pudo leerla en la amplia sonrisa que se extendió por los labios de Harry. En la palma de su mano izquierda estaba la Knut.

—No puedes escapar de tu destino. —Dijo Harry en voz baja, con un tono de otro mundo. Hermione se rio y se cubrió los ojos con una mano ligeramente temblorosa, reprimiendo un suspiro de alivio.

¿Qué estaba haciendo?

En ese momento, alguien golpeó la puerta con insistencia.

—¿Esperabas a alguien? —Preguntó Harry. Hermione negó con la cabeza y se levantó de su escritorio, preguntándose a quién podría haber traído en plena jornada laboral. Los golpes no se detuvieron.

Se acercó a la puerta, ella ya estaba a punto de alcanzar la cerradura, pero Harry se adelantó, colocando su mano en el pomo de la puerta y asintiendo con la cabeza, pidiéndole que se apartara mientras que con su otra mano ya estaba agarrando su varita.

—Harry, estás paranoico. —Susurró Hermione, pero aun así dio un paso atrás. —Y tu trabajo no te está haciendo ningún bien.

—Si ya has encontrado un reemplazo para mí, entonces preferiría ocuparme inmediatamente del bastardo. —Bromeó, pero su mirada seguía siendo seria.

—¡Abre, sé que estás ahí! —Una voz de mujer llena de indignación llegó desde atrás de la puerta. Harry se quedó mirando a Hermione atónito, y ella sabía que tenía el mismo aspecto.

—¿Es realmente…?

—No puede ser. —Harry abrió la puerta y casi fue derribado por una señora con un abrigo amarillo brillante que irrumpió en la entrada.

—Rita, ¿Qué demonios estás haciendo aquí? —Hermione estaba indignada, pero Rita Skeeter no la escuchó.

—¡Son las personas más sinvergüenzas que he conocido! —Gritó desde el umbral. —¡Y esto, créanme, es la prueba!, ¡Mientras unos se ven obligados a enterrar su talento en la tierra, otros mediocres roban descaradamente tus ideas con el supuesto patrocinio de los llamados héroes de la Gran Bretaña mágica!, ¡¿Hacia dónde va este mundo?!

—¿Qué quieres? —Preguntó Harry, cerrando la puerta y parándose al lado de Hermione.

—En primer lugar, una disculpa. —Siseó Rita, picándolos uno a uno con su uña larga y cuidada.

—¿Para qué? —Preguntó Hermione, aturdida.

—¡Ustedes son mi primicia!, ¡Fui yo la que lo inventó! —Hermione miró de reojo a Harry, que parecía estar a punto de estallar en carcajadas. Podía sentir sus propios labios temblando en una sonrisa. —¿Y qué obtuve a cambio? —Como si no hubiera notado sus miradas, Rita continuó. —¡La prohibición de escribir sobre lo que yo cree con mi trabajo!

—A través del sudor y la sangre. —Intervino Harry con sarcasmo.

—No pareces muy necesitada. —Añadió Hermione, lanzando una mirada evaluadora a Rita de pies a cabeza. —¿De verdad no queda nadie más cuya biografía puedas mezclar con estiércol de dragón, y tus habilidades profesionales ahora sólo se limitan a mí y a la vida personal de Harry?

—No te hagas ilusiones, cariño. —Resopló Rita. —Nada de tu vida personal está ahí y nunca lo estuvo, sin embargo, se esperaba más de ti. Sólo oigo en todas partes: "¡Incluso Skeeter escribió de forma más creíble!" Esta no es la clase de marca en la historia que esperaba dejar. Pude haber escrito la historia del siglo para ti y todos se lo habrían creído, desde el Ministro de Magia hasta el último duende, pero… —Dijo Skeeter con una mueca, mirando a Hermione. —No se me permite escribir de ese tema. Puedo preguntarte, ¿Cómo es que tu conciencia clara como el cristal te permite dormir plácidamente por las noches después de haber soltado a la prensa esa tanda de mentiras tan basura?

—Mi tranquilidad no es asunto tuyo. —Espetó Hermione con frialdad.

—Por supuesto. —Respondió Rita a su tono, y luego volvió su atención a Harry. —¿Y qué hay de ti, Harry?, ¿No crees que es hora de dejar de lado los rencores de la infancia y evaluar con sensatez la competencia de las personas en las que confías para que escriban sobre tu vida?, ¿No?, ¿Has pensado en publicar un libro de tus recuerdos mientras aún están frescos, pero ya no son tan dolorosos? Los detalles son muy importantes para la historia, ya sabes los problemas que causan los hechos malinterpretados.

—Dudo que volvamos a estar interesados en tus servicios. —Dijo Harry con firmeza, abriéndole la puerta principal. —Será mejor que te vayas.

Sin duda, Rita podría haberles dicho mucho más, pero tenían una forma de hacerla callar. Y ella lo sabía.

—Déjame darte un consejo, Harry. —Dijo Skeeter al otro lado del umbral. —La vida de un mago es en promedio, más larga que la de un muggle, pero la juventud de ambos pasa igual de rápido. Y mientras tú estás aquí jugando a sentirte atraído por tu adorable amiga, —Se detuvo en la melena castaña de Hermione, que la enfureció por completo. —otras chicas pueden cansarse de esperar.

Harry cerró la puerta en silencio y se volvió hacia Hermione.

—Es una locura. —Comentó en el silencio que se produjo.

—Parece que acabamos de contribuir con otras cincuenta páginas de basura a tu biografía, que tarde o temprano escribirá de todos modos. —Dijo Hermione abatida, apoyando la espalda contra la pared y abrazándose por los hombros.

—Me importa un carajo. De todos modos, no lo empeoraría. —Él la miraba, pero Hermione no quería encontrarse con su mirada en ese momento. —Hey, ¿Qué estás haciendo? —Harry preguntó preocupado, colocando una mano sobre su hombro. —No dejes que ese insecto arruine tu estado de ánimo. La gente estaba mucho más dispuesta a creer en sus engaños que hacen que los nuestros parecieran nada, y no me siento culpable en absoluto.

—Yo no… —Hermione comenzó sin poder evitarlo, pero luego miró a Harry a los ojos y se detuvo. —Tienes razón, no pasa nada. Sólo desearía que este emocionante acontecimiento no hubiera ocurrido hoy.

—Ya sabes, —Sonrió Harry de repente, pasándose los dedos por su cabello revuelto. —Rita resultó ser más perspicaz que algunos. Hoy hablé con una persona que conoces muy bien y que realmente cree en nuestra relación.

—¿Quién es? —Preguntó Hermione automáticamente.

—Ron. —Pensó que había escuchado mal. —Yo también me asusté cuando me enteré. —Añadió Harry apresuradamente. —Vio un doble fondo en nuestro plan. Dijo que la mejor manera de ocultar el hecho de que estábamos juntos era decirle a todo el mundo que así era.

—Probablemente te estaba jugando una broma. —Sugirió ella, todavía incrédula.

—Oh no, créeme, estaba inusualmente serio. —Hermione suspiró.

—Ron nunca deja de sorprenderme, pero se lo dijiste, ¿No? —Preguntó, por si acaso. Harry parecía culpable. Un poco. Sólo un poco. —¿Harry? —Se encogió de hombros.

—No pasará nada si descubre la verdad un poco tarde, ¿Verdad? —Preguntó con cautela, como un estudiante travieso que rompió a escondidas el jarrón favorito de su madre y ahora se preguntaba si ella se molestaría si eso ocurriera. Hermione cerró los ojos y se llevó los dedos a las sienes.

—¿Qué hemos hecho? —Susurró. Ahora Ron… No, todos los Weasley… ¡Merlín!, ¿Cómo les explicarían esto después?

—Tenemos que ir con Ron ahora mismo para que no siga creando malentendidos. —Hermione ya se había dirigido al salón para usar la chimenea, pero Harry la detuvo.

—No lo hagas. Asumo toda la responsabilidad de las consecuencias, pero no le digas nada a Ron. —Ella lo miró desconcertada.

—¿Por qué? —Parecía dudoso y perdido de nuevo.

—Yo sólo… No creo que debamos de hacer esto ahora.

—"No creo" es un mal argumento, Harry. —Replicó Hermione con cansancio, sin embargo, desde el principio su plan no era una buena idea, y ella lo sabía muy bien.

—Sólo finjamos que no te he dicho nada sobre la suposición de Ron, ¿De acuerdo? —Sugirió Harry. —No parece que se vean con frecuencia, si pregunta algo, puedes culparme.

Hermione suspiró profundamente y levantó los ojos al techo, pero no discutió, ¿En qué se habían metido? Sólo tenía que mantener la boca cerrada una noche...

Una pequeña mentira era como una bola de nieve rodando por una pendiente, Hermione recordaba bien esa simple frase. Y con una inexplicable resignación ante el destino, sintió que al final sería ella quien quedaría sepultada bajo la enorme bola de mentiras que se precipitaba a una gran velocidad.

—Me voy. —Harry miró de reojo hacia la biblioteca, donde a ella le esperaba un informe que aún no había comenzado. —No lo olvides, la próxima entrevista es tuya. —Hermione sólo negó con la cabeza, ¿Cómo podría olvidar eso?

—¡Harry! —Gritó cuando su amigo cruzó el umbral. —Quería preguntarte, ¿Porqué de todos los métodos posibles de predicción, me diste el don de leer las hojas de té? —Él se dio media vuelta hacia ella sonriendo.

—Um… Honestamente, no lo pensé demasiado. Nadie te ha visto nunca con cartas ni con una bola de cristal o cristales mágicos, y nadie tiene preguntas sobre una taza de té.

—Entonces, ¿Por qué adiviné supuestamente la victoria para ti en tu mano? —Preguntó Hermione desconcertada.

—No lo sé. —Dijo Harry encogiéndose de hombros y sonriendo. —Supongo que quería ser un poco especial.

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Hermione tocó el hombro de Harry y este se giró bruscamente.

—¡Llegas tarde! —Lanzó en lugar de saludarla.

Parecía que Hermione acababa de saltar de la Torre de Astronomía sin paracaídas con un ligero retraso. De treinta o cuarenta minutos.

—Me olvidé por completo de la hora. —Dijo Hermione a la ligera, mirando por los altos ventanales de la cafetería en la que habían acordado reunirse. Su primer pensamiento fue no ir. En primer lugar, sería un buen comienzo para su futura "ruptura". En segundo lugar… Su nerviosismo por una ocasión aparentemente insignificante era alarmante. Una cita falsa, nada más. Simplemente una tontería.

—No has olvidado nada, cínica mentirosa. —Dijo Harry con los ojos entrecerrados, para luego tomar su mano y llevarla al interior de la cafetería. —Te estás burlando de mi a propósito.

—Sólo sigo la imagen que creaste. —Hermione apenas podía seguirle el paso a su amigo. —¿No te quejaste hace una semana en una conocida revista de mi falta de puntualidad?

—Me vi obligado. —Harry caminó hasta la mesa más cercana junto a la ventana. —Lo siento, pero parecías demasiado perfecta. —Y apartó una silla para Hermione. —Tuve que inventarte defectos. De lo contrario, el indigno yo que nunca te había dado flores, según tus propias palabras, parecía una pesadilla.

—Oh, ¿Y lo hiciste? —Hermione arqueó una ceja mientras aceptaba el menú del mesero. —Creo que me perdí de algo.

—No, y no lo haré. —Dijo Harry enojado, haciendo reír a Hermione. —Hace poco descubrí que… —Vaciló. —De todos modos, dada la corta duración de nuestra relación, es mejor no darle importancia.

Escondió su rostro detrás de una carpeta con listas de alimentos envueltas en plástico. Poco después su murmullo vino de ahí:

—Además, Ron dijo una vez que no te gustaba que te regalaran flores.

—¿En serio? —Dijo Hermione, mirando distraídamente los nombres de las ensaladas, nacidas de la agónica y torturada imaginación de alguien. —Sospecho que su creencia se basa en ese logro de crianza que conjuró para mi hace algún tiempo. Aprecié sus esfuerzos, pero este milagro era capaz de soltar púas de un centímetro y medio de largo en cuestión de segundos.

—Eres muy exigente. —Suspiró Harry. —¿Cómo se supone que gane tu cariño? Puedo ser creativo y plantar un macizo de flores delante de tu casa.

Hermione volvió a reírse, pero al ver en su expresión que estaba considerando seriamente esa opción, se atragantó y se apresuró a decir:

—No necesitas ganar nada, Harry. Créeme, es innecesario.

—Lo tendré en cuenta. —Dijo Harry con los ojos brillantes. —No tienes que preocuparte por tu césped. Los esfuerzos de la tía Petunia por enseñarme los conceptos básicos de jardinería no fueron en vano. —Hermione estuvo a punto de recordarle que habían llevado juntos Herbología y que era muy consciente de su talento en esa área, pero el mesero que regresó por la orden interrumpió la conversación.

Los siguientes acontecimientos no pudieron ser descritos por Hermione como otra cosa que no fuera "extraña". Durante la mayor parte del tiempo que estuvieron cenando, Harry la miró fijamente, poniéndola terriblemente nerviosa y molesta. Cuando ella no pudo soportarlo y le preguntó por qué lo hacía, Harry le contestó que tenía que asegurarse de que esa cita estuviera realmente a la altura de su nombre, por lo que lo primero que tenía que hacer era retratar a un verdadero amante. Aparentemente, hacerle un agujero en los ojos a tu pareja, siguiendo la tradición de un hipnotizador novato que no consigue sacar el vapor de sus oídos, así como hacer preguntas confusas, es exactamente lo que él cree que debería ayudar a reflejar sus profundos y tiernos sentimientos.

Se preguntó entonces, ¿Cómo había sido su cita con Ginny? No quería pensar en eso.

De todos modos, Hermione se alegró de dejar por fin la cafetería y salir al aire libre. Caminaron unos metros antes de que Harry intentara decir algo. Hermione se detuvo y, clavando un dedo en su pecho, lo amenazó:

—Harry, si vuelves a preguntarme una vez más algo como cuántas veces al día le doy de comer a Crookshanks o de qué color son los cordones de mis zapatos nuevos, te garantizo que tendremos nuestra primera pelea.

—¿Tienes zapatos nuevos?

—¡Harry!

Levantó las manos en señal de paz.

—Lo siento, lo siento, ¿Pero no debería estar más interesado en lo que pasa en tu vida?

—Ya lograste hacerlo antes sin actuar de forma que me haga cuestionarme tu salud. —Harry se pasó distraídamente una mano por el cabello y luego suspiró resignado.

—De hecho, fue una tontería aceptar el consejo de… ¡Oh, no importa! Sabes, Hermione, no todos los libros son útiles.

Hermione se quedó atónita.

—¿Has… leído sobre citas antes de venir aquí? —Finalmente se le escapó.

Harry metió las manos en los bolsillos y se dio la vuelta. Al parecer, esta era la información que inicialmente no tenía intenciones de dar.

Su corazón dio un vuelco y se detuvo un par de latidos.

—Harry, tú… —Pero no la dejó continuar.

—Tonto, lo sé. Sólo quería hacer el programa en el que te metí un poco diferente.

El programa. Sólo era un espectáculo.

Hermione cerró los ojos por un segundo y luego negó.

—Hasta ahora lo has conseguido. Y definitivamente no voy a salir corriendo de aquí llorando para hacerte el trabajo más fácil.

Harry se rio entre dientes, dándose la vuelta.

—En ese caso, ¿Puedo invitarte a caminar conmigo?

—Creí que no hacia falta decirlo, de acuerdo con el concepto de tu cita perfecta. —Respondió Hermione con una sonrisa.

Harry no le soltó la mano durante todo el camino hacia el parque. Los dedos entrelazados eran quizás lo único que destacaba de la imagen de su habitual paseo amistoso. Hermione se sintió aliviada al notar que Harry volvía a ser el mismo, volviéndose mucho más fácil entablar una conversación adecuada.

Intentó no pensar en lo acogedora y cálida que era la palma de su mano, y en lo agradable que era no ver su rostro oscurecido por la guerra y los problemas laborales. Tratar de no pensar era prácticamente su nuevo pasatiempo últimamente.

—¿Cómo va tu informe? —Preguntó Harry cuando entraron al sombreado callejón del parque. —¿Valió la pena las dos semanas de espera?

—Es demasiado pronto para decirlo, pero no pensé que me fuera a ir tan bien. Todo es gracias a ti. Parece que podré volver a mi oficina la semana que viene.

—¿Y cuál es mi mérito aquí?

—Bueno, ya sabes, la casa y las paredes ayudan. Y si no fuera por ti, que propagaste la epidemia del té, las cosas no habrían salido tan bien. Creo que ambos obtuvimos lo que queríamos del evento.

Harry bajó la velocidad.

—¿Estás diciendo que desde el principio de esto se trataba el proyecto?

Hermione desvió la mirada. Otro tema en el que trató de no detenerse demasiado fue en el inminente fin de su improvisación creativa, ¿De qué sirve pensar en lo inevitable y arruinar tu estado de ánimo?

Sin embargo, tenían un trato…

—Sí. —Contestó Hermione tras una pausa. —Pero no veo ninguna razón para cambiar nuestro plan original todavía. Gracias a Merlín, mis padres no leen la prensa mágica.

—¿Crees que no me aprobarían como tu novio? —Rio entre dientes.

—¿De qué estás hablando?, ¡Claro que no! —Hermione puso los ojos en blanco. —Dada tu singular capacidad para atraer problemas y el constante interés del público por tu vida, creo que estarían totalmente en contra.

Apenas tuvo tiempo de darse cuenta cómo, por un breve momento, su sonrisa parecía haberse desaparecido por el viento cálido de verano.

—Silencio, Hermione. Un poco más y empezaré a pensar que salir conmigo es una forma de tortura muy complicada. —Dijo Harry con sarcasmo sin mirarla.

De repente, reaccionó bruscamente a sus palabras.

—Vamos, estaba bromeando, ¿Dónde está tu sentido del humor?, ¿Lo dejaste con la propina? En realidad…

Hermione guardó silencio abruptamente. Presa del pánico, estuvo a punto de decir demasiado. Recordaba haber hablado con sus padres de las aventuras que había vivido en el colegio, preguntas sobre el valiente e imprudente chico de cabello negro y, más tarde, la pregunta de su madre sobre si él había provocado la ruptura de su relación con Ron.

No. No pienses en eso.

—¿En realidad qué?

Al despertar, Hermione captó la mirada de Harry sobre ella y comenzó a pensar apresuradamente en cómo terminar aquella frase.

—En realidad, mis padres tienen una muy buena opinión de ti, ¿De qué estamos hablando?, ¡Eres el novio más deseado de la Gran Bretaña mágica!

—Siento que eso será el epitafio de mi lápida. —Harry puso los ojos en blanco. —Prefiero que sea "El Elegido".

—De acuerdo, creo que me has entendido mal. No puedes escapar de tu reputación de héroe, pero la cuestión es que no se escribirá sobre ti en los próximos cien años. Eres valiente, eres un buen amigo. —Hermione comenzó a doblar los dedos. —Es divertido estar contigo. No es que eso sea siempre una ventaja, pero… Debo añadir que, usted señor Potter, también tiene un talento envidiable para los cumplidos discretos. Si lo desea, puedo ofrecerle una descripción detallada en mi próxima entrevista.

—Sí, dime lo terrible e insoportable que soy. No demasiado para que parezca más creíble.

—No, Harry. En primer lugar, es inútil y pocas personas me creerán, en segundo lugar, podría meterme en problemas. Me sorprende que todavía no haya recibido decenas de vociferadores de gente que quisiera estar en mi lugar. Hablando de eso, —Hermione miró a su alrededor. —¿A qué hora agendaste la sesión de fotos para hoy?

—Les dije la hora y el lugar de nuestro encuentro. También les dije que podían tomar fotos siempre y cuando no los viéramos. Si los descubro, los voy a maldecir sin avisar.

—No puedes hacer eso. —Dijo Hermione negando con la cabeza. —Recuerdas El Estatuto Internacional del Secreto, ¿No?

—No lo haré. —Confirmó Harry. —Pero no necesitan saberlo.

—Cruel. —Hermione se rio y le dio un codazo en el costado.

Harry se encogió de hombros.

—Ellos no me hacen la vida más fácil, ¿Por qué yo si debería hacerlo?, ¿Ves al del sombrero gris? Nos alcanzó hace un minuto.

Hermione deslizó su mirada sobre la figura de un hombre sentado en un banco, desenrollando un periódico.

—Nos siguió desde la cafetería. —Continuó Harry. —Si ves una cámara en sus manos, saldremos de aquí. Deja que estire las piernas.

Caminaron tranquilamente hacia un área pequeña con una fuente en el centro, alrededor de la cual varios niños se estaban divirtiendo. Hermione se sentó en la parte baja de la fuente de piedra, de cara al callejón por el que habían salido. El caballero de sombrero gris ya se estaba ajustando la bolsa sobre su hombro, de pie junto al puesto del heladero mientras terminaba su conversación con el vendedor de globos.

Parecía que Harry tenía razón.

—Espérame un minuto. —Pidió y se dirigió hacia el desafortunado acosador.

Hermione se echó su cabello alborotado por el viento hacia atrás con un movimiento de cabeza. Cerca, un grupo de ocho niños gritaban y reían alegremente, llamando su atención. Un chico pelirrojo con los pantalones hasta las rodillas, pasó corriendo junto a una chica con un vestido azul, tirando de sus trenzas para luego salir corriendo. Se oyó un grito de indignación y la chica corrió tras él.

Hermione suspiró. Hubo un tiempo en que, de todas las muestras de afecto, Ron también prefería esta. Cuando se burlaba de ella, ¿Realmente pensó que era más inteligente enfrentarlo y discutir con él hasta el punto de quedarse ronca? Tener la mente clara y fría era su papel en el trío. Quizá se sintió demasiado cómoda con la idea y en algún momento dado asumió con ambición que podía descomponer la felicidad en partes numerológicas. Ron fue injustamente la víctima de su experimento que, hasta ahora, le parecía que había terminado en algo mejor que un total fracaso. Hizo demasiadas suposiciones, sumergiéndose más en el trabajo. Incluso Ron llegó a la conclusión de que estaba demasiado lejos del pedestal de sus prioridades. Mientras tanto, ella de alguna manera protegía su espalda de miradas no deseadas hacia Harry y Ginny. Pero cuando él se fue, ella se quedó sola con algo que resultó imposible de apagar y disfrazar.

En cuanto a Harry y ella… Bueno, hay que ser justos con Rita Skeeter: Sólo porque no escriba la verdad no significa que no la conozca. Hermione atesoraba su amistad con él. Era un sentimiento único y absolutamente invaluable, del que solamente podría desprenderse con la última gota de su vida.

Era la base inquebrantable de toda su existencia, sobre la que se levantó algo que la aprisionó y no le daba paz. Después de entrar a Hogwarts, pensó que nunca mas tendría que aprender a vivir.

Ella iba a decirle todo, ¡Muchas veces! Tomaba aire en su pecho, abría la boca y se congelaba, sintiendo un nudo en la garganta. Y luego decía frases vagas que eran fáciles de captar por sí solas.

Y algo completamente opuesto a Gryffindor y ni siquiera Ravenclaw le susurraba: "En otro momento".

Se justificó diciendo que podría superar su incapacidad para decir algunas palabras si veía en Harry… Si no una respuesta, al menos una pizca de ella. Pero no lo hizo.

Excepto por este juego.

Hermione sabía desde el principio que había pisado un camino estrecho, y que no había garantía de que pudiera permanecer en el. Pero ella caminó voluntariamente, lo que significaba que aceptó las reglas. Separar el juego y la realidad era lo más importante que había que recordar. Los sentimientos y las emociones amenazaban con romper el régimen estricto de aislamiento y liberarse, tirando la corta correa hasta el límite. De cualquier modo, ella sabía que no podía dejar de amar a Harry. Al igual que no podía amar a Ron, al menos no como él quería. Sólo que ella no se dejaría confundir. Y Harry tampoco.

La chica del vestido azul volvió a aparecer en el campo de visión de Hermione. Caminaba orgullosa con la cabeza en alto, y un poco más atrás la seguía el pelirrojo arisco, frotándose la mejilla disgustado. De repente, ambos se detuvieron con la boca abierta mientras miraban al frente. Hermione siguió sus miradas y contuvo el aire: Harry volvía con un montón de globos en la mano. Detrás de él, el vendedor contaba los billetes, mientras el heladero miraba con envidia a su colega.

—No sabía cuál te gustaría. —Dijo Harry casi en un tono de disculpa mientras se acercaba y le ofrecía los globos.

—Oh… Ya estaba a punto de decirte que, si querías que me fuera volando, esto no sería suficiente. —Dijo Hermione, todavía en estado de shock.

—¿Por qué querría hacer eso? —Preguntó con recelo. —Además, le tienes miedo a volar.

—Exacto. Las emociones positivas ayudan a superar el miedo, ¿Sabes? Y los globos… —Hermione se mordió el labio para evitar reírse del rostro desencajado de Harry y agitó las manos. —Olvídalo. No sé por qué se me ocurrió eso.

Harry parpadeó sorprendido un par de veces y luego se rio.

—¿Esto en lugar de un "gracias"? Te adoro, Hermione.

—Es mutuo. —Rio entre dientes y miró a su alrededor.

Los niños que estaban a su lado se amontonaron y miraron a Harry con la misma expresión de asombro en sus jóvenes rostros.

Hermione se rio suavemente mientras los miraba. Luego se puso de pie y tiró de la manga de Harry.

—Vamos.

Al acercarse a los niños paralizados, Hermione se puso en cuclillas y comenzó a sacar los globos del montón uno a uno, entregándoselos a los niños y niñas que no podían creer su suerte. Había muchos mas globos que niños, así que por voluntad del destino y de Harry y Hermione, la sorpresa se duplicó para todos. Acompañando el inesperado regalo con una advertencia de portarse bien y darle el segundo globo a un amigo que no estuviera ahí, Hermione se volvió hacia Harry.

Sabía que a él no le importaría lo que hiciera. Sus ojos brillantes y su amplia sonrisa fueron la prueba de ello.

Harry miró el único globo que le quedaba en la mano.

—¿Winnie Pooh?, ¿Te gusta Winnie Pooh?

Hermione chasqueó la lengua, quitándole el lazo de los dedos.

—A todo el mundo le gusta Winnie Pooh, Harry. Es amable, dulce y divertido.

—Podría decir eso de casi todos los personajes que no te quedan. —Dijo.

—De acuerdo. —Se rindió Hermione. —Si esperas una historia conmovedora de como este fue mi libro favorito que guardé bajo la almohada durante toda mi infancia, entonces tendré que decepcionarte. Y mi actitud hacia esta criatura se ve favorecida nada más que por mí. Es decir, me gusta porque me gusta, ¿He satisfecho tu curiosidad?

—Bastante. —Respondió brevemente. Y luego, atrapando un poco de agua de la fuente, añadió: —En mi opinión, la mejor manera de que te guste es que te guste por nada.

Incapaz de soportar su mirada tranquila, Hermione se apartó.

—¿Quieres un helado? —Preguntó con voz temblorosa. —Yo invito.

Por supuesto que no compraron todo el helado, pero dos conos grandes garantizaron un paseo largo y agradable.

El parque hacia rato que había quedado atrás, pero Harry y Hermione seguían caminando sin rumbo por las movidas calles de la ciudad.

—Me encanta este helado. —Dijo Harry de repente, hundiendo una cuchara de plástico en los restos de la bola de crema. — Florean Fortescue es un mago en todos los sentidos, pero los recuerdos asociados con este sabor no tienen precio.

Hermione lo miró extrañada. Si se refería a los recuerdos de su época con los Dursley, ¿Lograron al menos esas personas dejar algo bueno en su memoria? Tuvo que ser un descuido.

—Tenía unos cuatro años. —Confirmó Harry su suposición. —Era verano, volvíamos a casa después de las compras y la segunda porción de helado que había comprado Dudley -sí, mas o menos lo mismo -empezó a derretirse, amenazando con manchar las cubiertas nuevas del auto del tío.

—Y tus tíos amablemente te dieron el producto que faltaba. —Terminó por él Hermione en tono sarcástico.

—Por lo que fueron recompensados con un clásico berrinche. En cierto modo, siempre he admirado la capacidad de Dudley para gritar y, al mismo tiempo, devorar todo lo que sus manos pudieran alcanzar. Como resultado de su arduo trabajo con su mandíbula, tan pronto como tuve tiempo de probar lo que obtuve, me lo quitó y terminó su helado.

—Recuerdos realmente valiosos.

—No has escuchado el final. —Harry lamió su cuchara, estrechando los ojos de placer. —Me enfadé y, comprendiendo mucho más tarde, la magia reaccionó. Deberías haber visto la cara de Dudley cuando el helado salió de sus orejas. Literalmente. No mucho, por supuesto, apenas había medio vaso… Si hubiera sido mayor, habría pensado que se le escapaba del cerebro. La tía Petunia afirmó después que Dudley sólo estaba sucio. Me pregunto a quién quería convencer, ¿A nosotros o a ella misma? De todos modos, este helado me supo a justicia. —Terminó Harry solemnemente y, luego de terminar el resto del helado, tiró la cuchara a la basura.

A pesar del tono travieso de Harry, Hermione no veía mucha gracia en la historia.

—¿Me equivoco al suponer que hoy es la primera vez o, como mucho, la segunda vez que tienes globos en las manos? —Preguntó ella con tristeza.

—No es la cosa mas triste, en mi opinión. —Sonrió, escondiendo las manos en los bolsillos. —Y una vez que entras a Hogwarts dejan de impresionarte esas pequeñas cosas.

—¿Así que no te gustó nada? —Harry sonrió un poco avergonzado. Estuvo tentada a burlarse de él y no pudo evitar añadir: —¿O es vergonzoso que un honorable auror admita lo contrario?

—Ese no es el punto. —Dijo mirándola burlesco y frotándose el cuello. —Me los quitaste antes de darme cuenta.

—Es mi culpa, lo siento.

Desenrollando la estrecha cinta que envolvía sus dedos, Hermione quiso colocarla en la palma de Harry, pero él le apretó la mano no permitiéndole quitar la suya. El amante de la miel lleno de helio saltó hacia el cielo y voló ligeramente hacia adelante, impulsado por el viento, tirando del hilo azul que se extendía desde sus manos unidas.

—¿Te gusta? —Preguntó Hermione en voz baja, manteniendo sus ojos en la sonrisa amable y ligeramente ingenua del oso.

—Sí. —Respondió Harry con sencillez.

La noche llegó con una rapidez decepcionante. En el fondo de su mente, Hermione esperaba que el fotógrafo que los había estado acechando (del que, por cierto, se habían olvidado por completo) hubiera tomado suficientes fotos, así ella tendría la prueba de un día increíblemente maravilloso que podría no volver a suceder. Y de alguna manera, no recordaba que ella estaría fuera de casa sólo por un par de horas esa mañana.

—Bueno, creo que hemos conseguido fingir una cita. —Resumió Hermione mientras se detenía en la puerta de su casa. —Incluso fuiste un caballero al abrigarme. —Se quitó la chaqueta de los hombros y se la entregó a Harry.

—¿Crees que no lo hubiera hecho en otras circunstancias? —Preguntó Harry, aceptándola. —Genial, hoy es un día de revelaciones, ¿Qué más piensas de mí, dulce dama?

—Creo que es hora de que usted, querido señor, se salga del personaje y deje que su compañera se vaya a casa, pues está agotada.

—Creo que falta algo para completar el cuadro. —Dio un paso adelante, sin apartar los ojos de Hermione. Ella por instinto dio un paso atrás. La sangre le retumbaba en los oídos.

—¿Qué quieres decir? —Murmuró Hermione, casi asustada, olvidando el tono bromista de su conversación.

—Ni un solo beso en todo el día. —Dijo Harry, dejando de lado las vagas explicaciones y acercándose de nuevo. —Esta no es una cita.

Hermione se acomodó nerviosamente un mechón de cabello detrás de la oreja, tratando de no entrar en pánico, y recuperó la distancia anterior. Un poco más y no habría espacio para retirarse.

—No sé qué has estado leyendo, pero no debes de besar en la primera cita y menos en una falsa. —Apenas y pudo juntar las palabras en una oración, sin saber realmente lo que estaba diciendo.

—¿Qué le pasa a tu memoria, Hermione? La leyenda dice que esto está lejos de ser nuestra primera cita. No dejes que falle el clímax de toda la acción. En quinto año, dijiste que estabas segura de que era un gran besador. No es propio de ti dejar las teorías sin fundamento.

Harry se detuvo a un centímetro de la marca "inaceptablemente cerca". Hermione sintió que la delgada línea que había estado pisando con cuidado se disolvía, filtrándose como humo entre sus dedos y disipándose en la nada. Y ahora todo lo que tenía que hacer era caer. Los pensamientos se alejaron, como las olas que se estrellan en una orilla rocosa, dejando tras de sí sólo un rastro de conciencia.

Un juego. Todo esto es un juego.

Hermione se aferró a esas palabras, repitiéndolas una y otra vez, como una oración que esperaba y no quería creer al mismo tiempo.

Inesperadamente, dio un paso adelante, reduciendo la distancia casi a cero entre ella y Harry. Consiguió ver cómo los ojos de él se abrían con sorpresa. No podía permitir que las cosas salieran según su plan, pues comenzaría a hacer esa clase de bromas con ella.

—No tiene sentido, ya no nos vigilan, Harry.

No tardó en responder.

—No es verdad. Vi la sombra de alguien al otro lado de la calle.

Por un breve momento, Hermione rompió el contacto visual para mirar por encima del hombro de Harry. Ella estaba distraída. Y eso fue suficiente. Al siguiente segundo, Hermione sintió los labios de Harry sobre los suyos.

No tuvo tiempo de entender nada. No tuvo tiempo de pensar en nada. Y aunque quisiera, no podía hacerlo.

Sus manos subieron hasta sus hombros, indecisa entre acercarlo o alejarlo y darle un puñetazo tan fuerte que sería recordado por todas sus reencarnaciones, si las hubiera. Y terminó hundiéndose sin fuerzas.

Hermione no recordaba quién había dicho qué al despedirse. Al entrar, apoyó la espalda en la puerta cerrada y se llevó los dedos temblorosos a los labios.

En cuestión de segundos, su mundo se partió. Y no tenía ni idea de cómo iba a repararlo.

Bien hecho, Hermione.

El juego terminó.

̶ │ ̶

¡Hey!

Hola de nuevo, después de unos largos meses (perdón).

Hoy vengo a traerles el segundo capítulo de esta traducción que sé que les prometí que actualizaría pronto y no cumplí; sin embargo, tengo que explicar por qué.

Entré a trabajar y la verdad, aparte de que era muy pesado, salía muy tarde y terminaba muerta al final del día que, honestamente, ni ganas me quedaban de prender mi compu.

Hace aproximadamente dos meses que renuncié por motivos personales que ya más adelante les explicaré en la actualización de "¿Aun te amo?" Sólo les puedo resumir que han sido días muy, muy difíciles y dolorosos en donde los fics han sido mi escape algunas veces.

Agradezco de corazón la enorme paciencia que me han tenido. Ya saben que la finalidad de esto es compartir estas lindas historias con ustedes que son amantes del harmony tanto como yo.

La única petición que tengo es que le regalen unos bonitos comentarios a la autora original de este fic: Sovenok.

Y como sé que ya no los leeré hasta entrando el año, aprovecho para desearles que pasen unas felices fiestas, de corazón deseo que nadie les falte en su mesa este año. No hay regalo más grande que la familia, créanme.

Sin más, me despido.

-Laura.