Capítulo V.


"La ira siempre deja tras de sí un gran vacío, en el cual un torrente de dolor es vertido de forma instantánea, y sigue fluyendo como un gran río, sin principio ni fin." —Drive Your Plow Over the Bones of the Dead, de Olga Tokarczuk.


El clima estaba inusualmente frío, considerando que el País del Fuego se encontraba en plena primavera. Los árboles, arbustos y demás hierbas estaban en su más profundo auge, luciendo una saludable y vivaz pigmentación. Los maduros pétalos de Cerezo pintaban las calles de Konoha de un exquisito tono rosáceo. La apacible brisa agitaba las copas de los árboles y removían motas de polvo y fértiles granos de polen.

Sakura estornuda, frotando su nariz con recelo.

Rápidamente, repara en el depósito del Hospital de Konoha, y los insumos de éste. Si sus cálculos no le fallan, contaba con lo necesario para manufacturar los productos fármacos adecuados para combatir la rinitis alérgica. Ciertamente, ya estaba agotada de pasar todas las primaveras abasteciéndose de cajas entreras de pañuelos con bálsamo protector de caléndula, para evitar enrojecer aún más su sensible e irritada nariz.

—¡Ah! —escucha, a sus espaldas. Naruto se acerca a ella, dando grandes y veloces pasos.

No estaba muy alejada de la posada, pero había sido una de las primeras en marcharse. Era apenas pasada la medianoche, pero Sakura debía presentarse a trabajar a tempranas horas de la mañana y cumplir con sus obligaciones en el Hospital y en su Clínica.

Últimamente, y para compensar la ausencia de misiones, Sakura continuaba trabajando, aún después de cumplir su correspondiente turno. Algunas veces, cuando la noche caía y Sakura seguía organizando fichas médicas en la soledad de su oficina, se solía cuestionar si su castigo alguna vez llegaría a su fin. El veto de Kakashi no parecía acabar jamás; una permanente sanción por su incompetencia y descaro. Su antiguo Sensei solía ser bastante flexible e indulgente cuando se trataba de ella. Pero, por supuesto, eso era antes – cuando aún no había adquirido ese inadecuado y promiscuo hábito suyo.

—¡Toma mi chaqueta, Sakura–chan! —le dice, mientras tironea de las mangas de su abrigo. El cuello de su chaqueta estaba alzado y uno de los bolsillos colgaba hacia afuera. Recién se la había colocado. Desde allí, podía visualizar algunas migajas de pan decorar el obscuro tejido de su prenda.

Sonriente, declina su oferta: —No es necesario, Naruto. Mi casa está cerca.

—Te he escuchado estornudar —objeta, acérrimo. Finalmente, logra deshacerse de su abrigo. Reparando en la presencia de las migajas, pasa una insistente mano sobre ellas. Ríe, nervioso. Un apenado sonrojo empaña sus mejillas—. No está sucia, ¡lo juro! Estoy lleno de migajas porque Chōji no paraba de pedir que le alcanzara el cesto de–

—Gracias, Naruto —dice, optando por interrumpirle. No tenía sentido discutir con él. Tarde o temprano, acabaría por salirse con la suya. Acepta la chaqueta y se le coloca sobre los hombros. La gruesa tela aún conserva su calcinante calor corporal. Años atrás, cuando Sakura aún era más alta que él, podría haber usado su chaqueta sin sentirse que se hundía en ella. Ahora, la tela parecía querer engullirla en un sofocante abrazo. El suave material estrujaba sus hombros con fuerza, y las extensas y holgadas mangas acariciaban la piel de sus muslos, casi rozando sus rodillas.

Sakura ajusta el cuello de la chaqueta, acurrucándose en la calidez de esta. Sus orejas comienzan a entrar en calor, a salvo de la gélida corriente que sacudía el doblez de su vestido. Sus piernas estaban erizadas y los dedos de sus pies estaban entumecidos por el frío. Sakura se arrepiente de su decisión de vestuario.

—Vamos —dice Naruto, sonriente—, te acompaño hasta tu casa.

Posa una firme mano en su espalda baja y la impulsa hacia adelante. La guía hacia el sendero más iluminado de toda la manzana. Ciertamente, no es el camino más rápido hacia su hogar, pero sí el más seguro. En otra ocasión, Sakura objetaría. No obstante, la tibia presencia de la mano de Naruto, cómodamente extendida sobre su zona lumbar, no le permite pensar con claridad. Aún revestida por su abrigo, Sakura distingue el contorno de sus amplios dedos, dulcemente sujetando la parte inferior de su espalda, acunando la pronunciada curva de su columna vertebral. Sus vertebras temblequean; la totalidad de su estructura ósea parece derretirse ante el calor que emana su ser.

Sakura carraspea y le sonríe, iniciando un plácido ritmo hacia su hogar. Naruto retira su mano. Su sistema óseo parece volver a su consistencia original. En su espalda baja, el calor de su palma prevalece; una constante presencia que la hace apretar los muslos a cada paso que da.

—¿Tu desayuno para mañana? —pregunta, señalando la pequeña y humeante bolsa desechable que balancea sobre sus dedos, repleta de las sobras de la cena de hace unas horas. Sujeta la bolsa con su mano prostética; los dedos recubiertos de ventajes son indicio suficiente. Naruto se había adaptado con relativa facilidad a su prótesis. Dominar una extremidad ajena a su cuerpo no le presentó mayor dificultad que la anticipada. A Sakura le gustaría pensar que Sasuke se ajustaría con la misma soltura y fluidez.

Naruto ríe, y admite: —Eso creo. Apenas y tengo tiempo para desayunar. Últimamente, lo único que hago es ir a misiones y estudiar con Iruka–sensei.

Luego de un prolongado silencio, Naruto continúa:

—Hinata lo empacó para mí.

—Hinata —comienza, sintiendo una profunda incomodidad. Enfoca su mirada hacia el frente. Encausa sus ojos en una farola; la luz parpadeaba erráticamente, y una insistente polilla revoloteaba a su alrededor, inevitablemente atraída ante tal llamativo despliegue—, es una chica muy considerada. A pesar de que las cosas no hayan funcionado entre ustedes, ella aún sigue pendiente de ti y tu bienestar. Le importas mucho.

Naruto hace un pequeño sonido afirmativo con su garganta, distraído. Se abstiene de hacer comentario alguno.

Desde luego, Hinata Hyūga era un tópico de conversión delicado. Si Sakura no poseyera un amplio entendimiento de los sentimientos y comportamientos de Naruto, podría haber confundido su evasión por desinterés. Afortunadamente, su conocimiento iba más allá de un montón de delusorias conductas. Entonces, ahora, aunque su mandíbula se haya afilado y la infantil ingenuidad de sus ojos haya sido opacada por una precavida sensatez, Sakura puede distinguir sus afligidas expresiones faciales con facilidad. Es la intranquila curvatura en la comisura de sus labios; el preocupado arco de sus cejas. Pero, sobre todo, son aquellos afables ojos que se nublan de culpabilidad.

Sakura no puede evitar pensar que Naruto es un poco diferente, ahora. Pero no mucho. Substancialmente, su esencia era la misma. No importaba la evolución de su desarrollo y crecimiento personal, o qué tanto había madurado psicológicamente; las heridas que dejaban años enteros de negligencia e insolación no cicatrizaban sin dejar una dolorosa marca, enrojecida y punzante.

Naruto no era más que una aglomeración de inseguridades y arrepentimientos. Su ferviente necesidad de probar su valor ante los demás, su efusivo afán de justificar su existencia. Un niño solitario que busca complacer a todo aquel que se cruza por su camino, a todo aquel que le otorgue un mínimo de su interés y atención. Constantemente, sin descanso. Desesperadamente intentando enmendar daños que ni siquiera causó, arrastrando una inmensa carga que se manifestaba en forma de un Sello de Ocho Trigramas, a la altura de su vientre.

Para Naruto, no corresponder los sentimientos de Hinata Hyūga era recordar el trémulo cuerpo de Neji Hyūga desperdigado ante sus pies. Era el herrumbroso olor a sangre mezclándose con el estéril aroma del árido campo de batalla. Eran décadas enteras de esclavitud materializándose como una indeleble marca en la frente. Era un destino lineal e inmutable.

Para Naruto, mirar a Hinata a los ojos no era más que un constante recordatorio de su fracaso. Por supuesto, Hinata no tenía manera de saber la complejidad detrás de las acciones de Naruto, o el tumulto de emociones en su interior. Su endeble naturaleza había asociado su evasión con un profundo disgusto hacia ella y sus sentimientos. Naruto no se atrevía a clarificar dicho malentendido, y Hinata era demasiado cauta como para exigir algún tipo de explicación. Se mostraba atenta y cortés, pero ahora había cierto grado de caución en sus movimientos. No era desconfianza, pero la nueva formalidad en su vocabulario indicaba un claro cambio en su dinámica. Con sutileza, Hinata comenzaba a distanciarse, acordando sus propios términos y designando límites que no debían cruzarse. Su amor por él no había mermado, pero Hinata, aún con su tenaz voluntad, sabía cuándo parar.

Sakura se ve brevemente distraída por un sonido crujiente, bruscamente rompiendo el silencio de la noche. Observa su mano, y contempla como los firmes dedos de Naruto sujetan la maleable bolsa de papel con ímpetu. El papel cede ante su fuerza y comienza a desgarrarse. Uno de sus dedos atraviesa la bolsa. La rasgadura aumenta su tamaño considerablemente. Naruto permanece ajeno a las consecuencias de sus acciones.

Ha pasado un largo tiempo, piensa, desde que Naruto ha perdido los estribos de esta manera.

Dicha revelación le provoca un grave abatimiento. Sakura se prepara para lo peor, ajustando la chaqueta de Naruto sobre sus hombros. La tela parece haber perdido su calor. Ahora, el tejido se siente áspero al tacto. Las mangas rozando sus muslos ya no le provocan un placentero cosquilleo, sólo una profunda incomodidad. Su piel parece estar especialmente consciente de cada costura, hebra e irregularidad en su abrigo.

—Hace unas semanas —comienza Naruto, con rigidez. Su voz no es más que un murmullo. Tiene el ceño fruncido y su mandíbula parece estar trancada, por la intensidad con la que aprieta sus dientes. El marcado ángulo de su mandíbula hace que esta luzca más afilada que nunca. Sakura tiene el impulso de pasar un dedo sobre el contorno de esta, pero se contiene. Afianza sus manos sobre la tela y se limita a escucharle—, Kakashi–sensei me asignó una misión en las afueras del País del Fuego. No era especialmente compleja, pero requería la asistencia de un Ninja Médico. A decir verdad, ni siquiera recuerdo cuál era el objetivo.

Sakura rasca su muñeca distraídamente. Un mosquito le había picado. Por entre la silueta de sus violáceas venas, una única roncha de considerable tamaño se expandía por el largo de su delgada muñeca. Rápidamente, un sarpullido se propaga por toda la zona de su antebrazo. Su sistema inmunitario jamás había reaccionado positivamente ante las proteínas que desprendía la saliva de los mosquitos.

Ente las dulces memorias de su infancia, Sakura recuerda tardes de verano recostadas sobre el fresco piso de madera de su sala de estar, cubierta de pies a cabeza con loción de Calamina. Recuerda el estático zumbido del oscilante ventilador de pie, colocado estratégicamente sobre una silla. Su madre lo había situado lo suficientemente cerca como para proveerle el alivio necesario, pero no tanto como para que la constante ventisca le provocara un resfriado. De todas maneras, y al día siguiente, Sakura amanecía con un severo goteo nasal y la garganta inflamada. Sólo las complejas infusiones que confeccionaba su madre eran capaces de mitigar la irritación en su garganta.

—Pero–... ¡Escucha! —reclama, exasperado. Frunce su ceño aún más, y le dedica una fugaz mirada. Sakura espera pacientemente a que, finalmente, le comunique lo que realmente quiere decir y deje de prolongar lo inevitable. Varios minutos pasan, dónde lo único que se puede escuchar es el chirrido de los grillos. Naruto bufa y continúa, igual de afligido que antes: —. Sé que algo sucedió entre Kakashi–sensei y tú. No sé el qué, pero sé que le has hecho enfadar. Y bastante. No se te ha asignado ninguna misión en meses, Sakura–chan. No soy lo suficientemente despistado como para creer que eso es una casualidad, y no un castigo...

Sakura quiere refutar: "No han pasado meses. De hecho, sólo han pasado cuarenta y tres días y ocho horas. No seas exagerado."

Opta por mentir: —Si bien es cierto que Kakashi–sensei y yo tuvimos un pequeño desacuerdo, retirarme de las líneas de ataque fue mi decisión. Con mis nuevas responsabilidades en el Hospital y la inauguración de mi Clínica, no he podido balancear bien mis tiempos. Creí que sería más prudente enfocarme en mi ocupación como Médico y mantener mi estatus como Ninja de Konoha en una indefinida pausa. Kakashi–sensei estuvo de acuerdo y me dio su aprobación. Eso es todo, Naruto.

Sakura le observa fijamente. Sostiene su turbulenta e insegura mirada con dureza, casi sin parpadear. Sakura puede identificar la duda en el rostro de Naruto. No confía en sus palabras, pero tampoco tiene motivos como para sospechar de estas.

—¿Qué sucedió entre Kakashi–sensei y tú? —insiste, con desesperación. Sakura suspira. Casi podía escuchar su errática línea de pensamiento desenvolverse en su agitada mente. El Equipo Siete de Kakashi Hatake ya había pasado por suficientes desgracias e infortunios como para que se desmoronara de aquella manera, especialmente a manos de los miembros más inesperados de aquel escuadrón de élite—. Si no me dices lo que ocurrió entre ustedes, no puedo ayudarte. Sabes que siempre estaré de tu lado, Sakura–chan. Encontraré la solución y resolveremos este problema. Confía en mí.

Sakura rechina los dientes, irritada.

Quiere gritarle. Ni siquiera conocía el motivo que había ocasionado aquella disputa, y ya estaba haciendo promesas innecesarias y sin sentido. No había nada que solucionar. No había problema alguno entre Kakashi–sensei y ella. Sólo había cometido un pequeño error. Absolutamente insignificante en comparación a las desdichas que la encarnizada y eterna rivalidad entre Naruto y Sasuke había acarreado.

Pero era un error, a fin de cuentas. Y ya estaba pagando por él. Con creces, incluso. No necesitaba de la intervención de nadie. Sakura siente que debería estar agradecida. Kakashi–sensei finalmente la estaba tratando con la misma callosidad e intransigencia que una vez había utilizado con sus otros estudiantes, años atrás. Es una pena que Sakura ha dejado de ser su aprendiz. Años atrás, también.

Sakura detiene sus pasos. Frente a ella, la puerta de su casa. Abre su modesto bolso y revuelve por entre los compartimientos de éste, exasperada. Abre y cierra cremalleras. No escucha el característico tintineo de las llaves por ningún lado, sólo el crujido de un pegajoso envoltorio de un caramelo de miel y limón. Sus dedos se impregnan con los residuos de dulce y azúcar del envoltorio. Su fastidio incrementa.

—¡Naruto! —vocifera, hastiada. Sus dedos finalmente dan con el frío metal de sus llaves. Sus dedos se afianzan en el llavero en forma de flor de Cerezo que Ino le había obsequiado, meses atrás. Exhala, buscando aplacar su volátil temperamento. Introduce la llave en la cerradura y gira el portillo. Las bisagras rechinan y la puerta se abre. Sakura comienza a quitarse sus sandalias—. Cualquier tipo de inconveniente que haya ocurrido entre el Sexto Hokage y yo no es de tu incumbencia. Por favor, no interfieras.

Los hinchados pies de Sakura dan con la fría madera de su entrada. Da unos pasos hacia adelante y sube hacia el genkan. Pulcramente, deposita sus zapatos en un rincón. Se coloca sus zapatillas y voltea.

—Buenas noches, Naruto.

Cierra la puerta.

Mientras camina por el pasillo, puede escuchar el peculiar sonido que provoca el papel al desgarrase, seguido de un golpe seco. Sakura sólo puede asumir que el desayuno de Naruto se encuentra desperdigado en el pavimento.

Sakura sigue su camino hacia el baño, y sólo el potente chorro de agua que sale del grifo del lavabo es capaz de ahogar el vulgar hilo de improperios que suelta Naruto.

Sakura toma una bocanada de aire y comienza a restregar su rostro con fuerza. Después de todo, irse a dormir con una cara repleta de maquillaje no haría más que obstruir sus poros y dañar su cutis.

No puede evitar preguntarse qué pensaría Naruto sobre ella, si le revelase la verdad.


Glosario.

Sello de Ocho Trigramas: El Estilo de Sellado de los Ocho Trigramas consta de dos símbolos de los Cuatro Sellos. Para llevar a cabo la técnica, el usuario primero debe convocar a un trono ceremonial, y el lugar del destino en él. Este sello fue diseñado para contener un sello de usuario (así como el Chakra de él y otras mas personalidades de personas que el sellador elige) como un mecanismo de seguridad.
Genkan: Los Genkan son áreas de entrada tradicionales japonesas para una casa o un departamento, como una combinación de un porche y un tapete de bienvenida. La función primaria del genkan es para quitarse los zapatos antes de entrar a la parte principal de la casa.


Notas: El Capítulo V son constantes interacciones entre Naruto y Sakura, con pequeñas menciones a otros personajes. Como podrán haber leído, intenté aclarar la dinámica que establecí para Naruto y Hinata. Traté de mantenerlo lo más reducido posible, ya que no tengo intención alguna de indagar o profundizar mucho su relación/dinámica. Pero siento que, como la pareja Canon que son, debería darles algún tipo de conclusión, por más breve que fuese. Por supuesto, intenté plasmar a Hinata lo más adecuadamente que he podido, aunque no sea un personaje del que se ha revelado mucho, más allá de rasgos demasiado generales. Básicamente, este capítulo es mi interpretación de ellos y su relación. No son personajes que han compartido mucho entre ellos, pero creo que la naturaleza empática de Naruto le haría sentirse muy culpable por no poder corresponder sus sentimientos, y la situación con Neji hace que esa culpa se potencie aún más.

Como siempre, estoy más que agradecida con todas aquellas personas que han demostrado aprecio o interés por Amar es soportar. Agradezco muchísimo sus comentarios, favoritos y follows. Los invito a dejarme un comentario, me interesaría mucho saber qué es lo que opinan de esta historia, y de los capítulos que he publicado hasta ahora.

¡Hasta la siguiente actualización!

Próxima actualización: 15/10/21.