Capítulo VI.


"Es sólo después de haberlo perdido todo que somos libres de hacer cualquier cosa." —Fight Club (1999), dirigido por David Fincher.


El conocimiento médico que posee Sakura Haruno es amplio, sumamente vasto y opulento. Abarca desde el concepto más teórico y abstracto hasta la práctica más manual y arcaica. Son años enteros de experiencia y sabiduría, lo que la llevan a deducir rápidamente lo que está sucediendo – combinado con su agudo sentido de la intuición y su innata perspicacia. Lo complejo, por supuesto, es saber cómo reaccionar apropiadamente. Sakura sabe que debe actuar con prudencia, medir sus palabras y mantener el control de la situación. No había lugar para ninguna clase de descuido. Naturalmente, es mucho más fácil pensarlo, que hacerlo. La práctica siempre ha sido mucho más complicada que la teoría, a decir verdad.

—Por favor —dice, y apenas puede camuflar la rabia en su voz. Sujeta su tablilla médica con fuerza. La madera sintética cruje, y el metal de la pinza sujetando los archivos es fácilmente magullada por la presión de sus dedos. Por un momento, la furia nubla su visión y no es capaz de distinguir sus propias anotaciones. Parpadea raudamente y encausa sus ojos en la ficha médica. Apenas le queda tinta en su bolígrafo, pero lo ha agitado con la suficiente fuerza como para que los residuos de tinta azul se acumulen en la punta de éste, y le permitan continuar con su recabo de información—, ¿podría repetirme lo que ha sucedido? Sólo quiero asegurarme de que he anotado todo correctamente. Son sólo cuestiones de protocolo. Nada más.

La menuda mujer frente a ella asiente. Según su expediente clínico, su nombre era Kinu y recién había cumplido treinta y dos años, seis días atrás. Estaba casada y no tenía hijos. Poseía un alarmantemente extenso historial médico, considerando que era una civil y no poseía enfermedad alguna. Su tipo de sangre era A Positivo, era alérgica a las nueces y tenía un promedio de visitas a la Sala de Emergencias de cuatro citas mensuales, aproximadamente. Los archivos en su ficha médica reportaban una interminable lista de huesos rotos, laceraciones, sangrados internos y demás sucesos de similar índole.

En esta ocasión, Sakura había sanado su mandíbula, la cual había llegado gravemente dislocada y presentaba una leve fractura en su maxilar inferior. Por obvias razones, Kinu era más que familiar con los esterilizados pasillos del Hospital de Konoha y su variado personal, pero esa era la primera vez que Sakura le atendía. Considerando su prestigio y habilidades, Sakura se encargaba de los procedimientos médicos más complejos, y no solía atender heridas menores. Actualmente, y debido a disponibilidad que la carencia de misiones le otorgaba, Sakura optó por abarcar varios sectores, sin importar el nivel de dificultad o gravedad.

Sin embargo, hoy no parecía ser su día de suerte.

Kinu asiente, y es un gesto desganado. Su largo cabello negro estaba modestamente sujeto con un pañuelo de seda de un apagado color azul. Era una tela antigua, algo desteñida y deshilachada por el constante uso. No cumplía su propósito correctamente, puesto que algunos mechones se escapan del sencillo peinado, y cosquilleaban suavemente los contornos de su escuálido rostro. La tonalidad obscura de su cabello no hacía más que crear un grotesco contraste con la enfermiza palidez de su piel. Tenía grandes ojeras y parpados caídos. Indudablemente, el rasgo más llamativo en su rostro eran sus marcados pómulos que se alzaban y creaban una amplia sombra sobre sus ahuecadas mejillas.

El aberrante moratón en su mandíbula sólo hacía la tarea de mirarla a la cara aún más difícil. Sakura había sanado su mandíbula; había regenerado el tejido óseo y reducido la punzante hinchazón de sus músculos. El interior estaba completamente reparado, pero el exterior era otro asunto. Si bien había acelerado el proceso de regeneración de las células epiteliales y el moratón se encontraba ya de un favorable tono verdoso, casi amarillento, era una vista chocante. Especialmente en una mujer tan delgada y de apariencia frágil como ella.

—Me resbalé —admite, con una apenada sonrisilla. Con timidez, incluso. Su voz es un afónico chirrido. Sakura no lo soporta—. Estaba en la cocina, preparando el desayuno para mi marido, y no me di cuenta de que había mojado el piso cuando colaba el arroz. Me resbalé y golpeé mi rostro contra la encimera de la cocina. Está hecha de mármol, por lo que ha sido un golpe bastante fuerte.

Sakura quiere rebatir: "Kinu–san, las encimeras de mármol no dejan marcas de dedos en la piel. Mucho menos magulladuras que se asemejan a la silueta de macizos nudillos estampándose contra la base de su mandíbula."

En su lugar, guarda silencio y deja que su paciente continúe.

Kinu señala su calzado, con una expresión apologética: —Creo que ya es hora de comprar unos zapatos nuevos. Las suelas están muy desgastadas y hacen que me resbale fácilmente. No es la primera vez que me ocurre, Haruno–sensei.

Sakura hace un sonido afirmativo con su garganta. Comienza a garabatear en su planilla, sujetando su bolígrafo con brío. Ya cuando estaba por trazar el último carácter de sus anotaciones, el flujo de la tinta disminuye hasta que deja de fluir completamente. Sakura comienza a desarmar el artilugio, con manos firmes y movimientos pausados.

El cartucho del bolígrafo estaba completamente vacío.

Al tiempo que revisa los compartimentos de su escritorio en busca de otro bolígrafo, observa el calzado de su paciente. Vestía unas sencillas sandalias negras. Algo desgastadas, pero de buena calidad. Son de una marca lo suficientemente elaborada como para que Sakura pueda reconocerlas con facilidad. Su madre solía usar el mismo par, pero de color gris. Sakura había estado allí cuando su madre elegía un modelo y efectuaba su compra. Recuerda haber tomado uno de los zapatos de muestra entre sus manos, mientras el vendedor buscaba la talla adecuada para el esbelto pie de Mebuki. Poliuretano, recuerda haber pensado. Su constante manipulación con diversos químicos le había permitido identificar el componente de las suelas. El poliuretano era una sustancia plástica de alta resistencia, conocida por sus cualidades anti–deslizantes.

Sakura toma otro bolígrafo y completa la planilla médica de su paciente, quien la miraba atentamente, casi con inquietud. Le ve ajustarse el pañuelo de seda con torpeza. Más mechones de cabello se desperdigan por toda la integridad de su rostro.

—Eso sería todo, Kinu–san. No tengo más preguntas para usted —le informa, con parsimonia. Se levanta de su asiento. Kinu la imita. Efectúa una respetuosa reverencia y da sus respectivos agradecimientos, empleando un tono formal. Se muestra ansiosa por retirarse de su oficina. Sakura no desea prolongar la situación ni un segundo más—. Por favor, permítame acompañarla hasta la sala de espera. ¿Su esposo está aguardando por usted, no es así? No lo haré esperar más.

Kinu se niega rápidamente, pero Sakura ya tiene un destino en mente. Caminando por los pasillos, responde a los cordiales saludos de sus colegas y pacientes. De soslayo, puede visualizar a la Enfermera con la que se acostó días atrás. Está de espaldas, pero Sakura reconoce la gentil curvatura de sus glúteos y el obscuro tono de su piel. Se encuentra ajustando la válvula de un Esfigmomanómetro. A su lado, y sentada sobre un cómodo taburete, una anciana aguarda pacientemente por los resultados de su presión arterial. El brazalete está firmemente colocado en su bíceps.

—¡Haruno–sensei! —Kinu llama, y Sakura jamás había escuchado su voz subir a tales volúmenes. Durante su examinación, sus palabras no habían sido más que roncos murmullos dichos entre dientes. Se detiene y voltea. Kinu parece haberse encogido aún más, encorvada sobre su liviana figura. Sus ojos estaban alertas y ansioso, absolutamente estáticos. Detrás de ella, un corpulento hombre de apariencia tosca se levanta de su asiento y camina hacia ella. Sakura avanza hacia él, y no es miedo lo que la hace temblar de pies a cabeza, sino, una emoción mucho más primitiva—. Ya he encontrado a mi esposo. No es necesario que me acompañe. Una vez más, le agradezco por su amabilidad y cuidados.

Kinu se dispone, una vez más, a hacer una reverencia. Se inclina hacia delante y el pañuelo de seda se desliza de sus cabellos, cayendo al suelo. El opaco tono azul de éste resalta fuertemente con las baldosas blancas del Hospital. Sería un acto cortés el inclinarse y tomar el pañuelo por ella.

Sakura sigue caminando.

A cada paso que da, se acerca aún más al esposo de su paciente. Su nombre estaba bajo la lista de contactos en el expediente médico de Kinu, pero Sakura no se había molestado en memorizarlo. La rabia no le había permitido leer más allá de sus datos generales.

Es un hombre alto, y fornido – absolutamente masivo en comparación a la escuálida fisionomía de su esposa. Su mentón y mejillas están cubiertas de una espesa barba. Tiene una expresión agria en el rostro, y sus ojos se muestran coléricos tan pronto como dan con la figura de Kinu.

Le ve apretar los puños.

Sakura decide hacer lo mismo.

El sonido que hace su puño al chocar con su mandíbula es absolutamente repulsivo. Es una vorágine de sonidos, a decir verdad. Es el crujido de su maxilar el quebrantarse; el chasquido de sus músculos al desgarrarse. Del impacto, su dentadura se cerró sobre su lengua y abrió una cruenta hendidura en el blando tejido. Sangre brota por su boca, hasta empapar su puño y parte de su muñeca. Su cuerpo cae al piso de una manera tan poco natural que Sakura sólo puede asumir que la colisión fue mucho más destructiva de lo que pensó. Observa la singular curvatura de su espalda y nota peculiares relieves y huecos en ella. Tres, quizás cuatro, vertebras fracturadas.

La recuperación sería extremadamente dolorosa – la columna era una zona delicada de trabajar.

Qué situación tan desafortunada.

Sakura ajusta la ensangrentada manga de su uniforme y le solicita a una desconcertada recepcionista que le comunique al equipo de limpieza que la sala de espera necesitaba ser esterilizada con urgencia.


Sakura no pretende estar sorprendida en cuanto Kakashi suspende sus actividades como Médico del Hospital de Konoha y limita sus responsabilidades en su Clínica, reduciendo sus tareas a simple papeleo. Como era de esperarse, su penitencia era por tiempo indefinido – al igual que la anterior. Kakashi tenía intenciones de dejarla en ascuas, y sólo le otorgaría la posibilidad de reintegrarse cuando él creyera conveniente. Sakura estaba al tanto de que Shizune y varios miembros del Consejo de Konoha habían apelado a su favor, justificando que no podían permitirse perder, indefinidamente o no, a la Médico más capacitada del País del Fuego. Naturalmente, el Sexto Hokage se había mostrado inflexible.

Sakura no esperaba privilegios.

La Quinta Hokage había sido un caso especial. Bajo su diciplinada rigidez, había cierta suavidad que, durante su mandato, le había provocado ceder ante las peticiones y caprichos de su más querida e ilustre discípula. Compartían un vínculo exclusivo, completamente único. Sakura sabía que eso no se repetiría con nadie más. Por lo cual, no era extraño que Kakashi, aunque fuese su antiguo Sensei y una presencia fundamental en su vida, no se mostrara dispuesto a romper normas y protocolos, sólo porque ella así lo deseaba.

Sakura estaba segura de que Kakashi buscaba decirle algo. Cada acción parecía ser un mensaje entre líneas, que ella no se encontraba dispuesta a decodificar. No tenía tiempo para emotivas moralejas o significativas lecciones de vida. Estaba agotada. Cualquiera que fuese su mensaje, debía ser claro y conciso. Sakura no correría tras él.

Mientras cuelga su uniforme médico en el tendedero, no puede evitar sentirse un poco herida. Distraídamente, aplana las arrugas que se habían formado en el bordillo de su falda y escurre la manga de su túnica. Había sumergido sus prendas en hipoclorito de sodio – cada pieza de ropa presumía un deslumbrante color blanco. Había transcurrido un largo tiempo desde la última vez que un uniforme suyo había lucido tan inmaculado. Generalmente, su arduo trabajo se manifestaba en la malograda tela.

Suspira, y observa las gotas de agua que chorrean de su empapada ropa caer sobre el recién cortado césped de su jardín. No es hasta un largo tiempo después que Sakura se percata que son, en realidad, sus propias lágrimas las que humedecen las finas hebras de pasto, cual gotas de rocío.


A la mañana siguiente, cuando un exaltado Naruto golpea su puerta y le exige explicaciones, Sakura se limita a indicarle que deposite sus zapatos en el genkan y que no haga mucho ruido, que se ha despertado con una insoportable migraña. Naruto obedece, y repite la misma pregunta que le hizo días atrás, la noche en la que habían salido a celebrar el regreso de Sasuke a la Aldea.

Al tiempo que prepara su desayuno, sopesa sus posibilidades. Y es sólo cuando está sazonando su pequeña y nutritiva ensalada de Tofu que llega a una conclusión. Tomando un puñado de semillas de sésamo y esparciéndolas sobre su platillo, Sakura le revela la razón de su suspensión. En ambos casos.

La conmocionada expresión en el rostro de Naruto le provoca unas inmensas ganas de echarse a llorar.

En su lugar, sujeta sus palillos y vierte un moderado chorro de vinagre de arroz sobre un pequeño cubo de Tofu. Se lo lleva a la boca y mastica con excesiva lentitud.

El nudo que se forma en su garganta apenas y le deja tragar.

La comida no le sabe a nada.


Glosario.

–San: Este honorífico japonés conlleva un sentido de neutralidad, y se asemeja más a "Señor/Señora". Se utiliza para referirse a cualquier persona que no conozcas realmente, independientemente de su sexo, edad o estatus social.
Tofu: El tofu es una comida de origen oriental, preparada con semillas de soja, agua y solidificante o coagulante. Se basa en el valor nutritivo de la proteína de soja y en su capacidad para reducir el colesterol en sangre, entre otros beneficios. Es un componente común en la cocina oriental
Kinu: Literalmente, Seda.


Notas: Sakura siempre se ha destacado por su astucia y perspicacia, pero también es alguien de naturaleza impulsiva. Aproveché esas cualidades y le sumé esa agresividad/furia que canónicamente siempre ha tenido en ella. En una situación como la que se ha presentado en este capítulo, no tengo la menor duda que Sakura hubiera reaccionado muy agresivamente, sin realmente pensar en las consecuencias que sus acciones le traerían.

Como siempre, estoy más que agradecida con todas aquellas personas que han demostrado aprecio o interés por Amar es soportar. Agradezco muchísimo sus comentarios, favoritos y follows. Los invito a dejarme un comentario, me interesaría mucho saber qué es lo que opinan de esta historia, y de los capítulos que he publicado hasta ahora.

(Con respecto a tu duda, KassfromVenus: Tengo la intención de que la historia fluya con lentitud, ya que hay bastantes cosas por analizar y hacer hincapié. ¡Lo siento si los capítulos se perciben como muy cortos, es sólo que así estructuré la historia! Tengo como objetivo que los capítulos tengan una longitud aproximada de 2.000 palabras, y poco más.)

¡Hasta la siguiente actualización!

Próxima actualización: 22/10/21.