Capítulo XIV.


"Por debajo de la superficie de las partes protectoras de los supervivientes de traumas, existe una esencia indemne. Un Yo que confía, que es curioso y está tranquilo. Un Yo que ha sido protegido de la destrucción por los diferentes protectores que han emergido en sus esfuerzos para garantizar la supervivencia. Una vez que estos protectores confían en que es seguro separarse, el Yo emergerá espontáneamente, y las partes podrán participar en el proceso de sanación." —The Body Keeps the Score: Brain, Mind, and Body in the Healing of Trauma, de Bessel A. van der Kolk.


Sasuke aún alimenta gatos abandonados.

Acuclillado ante ellos, y desmenuzando los Onigiri que había empacado como almuerzo. Ofreciendo granos de arroz entremezclados con trozos de salmón, con la mano dócilmente inclinada hacia los expectantes hocicos. Viéndolos alimentarse y nutrirse con ojos despreocupados y serenos, para luego acariciar gentilmente el suave pelaje sobre sus cabezas.

Esa es una parte en Sasuke que no ha sido profanada. Una inherente y aniñada dulzura que no ha sido ultrajada, o arrebatada. Una faceta en él que aún permanecía pulcra. Es desgarrador y esperanzador en partes iguales, el saber que Sasuke aún es capaz de tal bondad. A pesar de todo lo ha sufrido, hay benignidad en él y en sus acciones.

Sakura no esperaba menos de él. Después de todo, Sasuke–kun siempre ha tenido la imperiosa tendencia de auxiliar a los más débiles, a aquellos que necesitaban su protección.

Es un sentimiento familiar, conocido por ella. El deseo de proteger; el incontenible impulso de querer ser más y más fuerte, para velar y cuidar de otros. Las nobles motivaciones de Sasuke se tergiversaron en un punto en particular.

A Sakura le gusta pensar que, si no fuese por aquel fatídico día en el que Itachi Uchiha retornó a Konoha con la pretensa de capturar a Naruto, Sasuke se hubiera quedado junto a ellos.

Es un agridulce anhelo, porque Sakura sabe que el sentido de deber que Sasuke siente por su Clan pesa mucho más que cualquier vínculo que haya podido haber desarrollado. Nacida en una familia de civiles, ese era un asunto que Sakura jamás sería capaz de experimentar, o entender en su totalidad.

Más que una cuestión de venganza, había sido una cuestión de honor. Como el único sobreviviente, la carga de restaurar la dignidad de su Clan recaía sobre sus hombros. La única manera de volver a traer la gloria a su familia sería matando al causante de tal tragedia.

Incluso si el responsable resultaba ser su amado hermano mayor.


Ese día en particular, Sasuke lucía más melancólico que nunca. Portando una expresión pesarosa, con la mirada ausente. Sus ojos vagaban de un lado a otro, sin un objetivo en mente. Silencioso como de costumbre, pero excepcionalmente reflexivo. Absorto en sus pensamientos.

Sakura no está segura si debería intervenir, o interrogarlo al respecto. Intentar animarlo, y aliviar las inquietudes que parecían estar carcomiéndole por dentro. Sabe que Sasuke jamás acudirá a ella. Sasuke simplemente no disfrutaba compartir sus conflictos internos. Un hombre intransigente por naturaleza. Si hay algo que Sasuke aborrece, es que se entrometan en sus asuntos; sin importar cuán nobles sean las intenciones, o de quien provengan.

Sakura ha aprendido de sus errores. Por lo cual, permanece callada, y aguarda por él.

Sentada sobre el tatami, remienda el agujero en la capa de Sasuke. Ha lavado la prenda y la ha puesto al sol a secar. Ya no posee restos arena y, al paso que lleva, se verá como nueva. Sin ningún tipo de rasgadura u orificio. La tela luce un poco desgastada, y ha perdido el intenso color obscuro que originalmente tenía. Pero eso era algo fácil de solucionar. Lo único que debía de hacer era remojarla en una cubeta con tintura textil, y eso sería más que suficiente.

Al tiempo que hila, le observa de reojo.

Quizás, algún día, Sasuke confiaría lo suficiente en ella, y le delegaría sus incertidumbres y pesares.

Naruto había logrado acercarse a él mediante experiencias compartidas y golpes a puño cerrado.

Sakura también espera poder acercarse a él, pero diferentemente. Sin infligir ningún tipo de dolor sobre él. Únicamente ofreciendo su compañía e incondicional afecto.


—Sasuke–kun —le llama, cauta. La noche había caído, y Sasuke aún permanecía sentado bajo la sombra de un frondoso árbol, en las afueras de su casa. Se acerca a él con pasos acompasados, con las manos entrelazadas sobre su regazo. Se arrodilla a su lado, y le sonríe—, la cena está lista. Jamás te has quedado a cenar, pero has pasado todo el día aquí afuera sentado, así que he hecho comida suficiente para ambos.

Sasuke no hace comentario alguno, y Sakura ajusta su abrigo. Naturalmente, la temperatura había descendido en la noche. El rocío comenzaba a caer.

—Entenderé si prefieres marcharte —ofrece, como posible alternativa. Acaricia su brazo. Su ropa está levemente humedecida por las gotas de rocío—, pero deberías apresurarte a tomar una decisión. Pillarás un resfriado si sigues aquí, a la intemperie. Por cierto, ya he terminado de coser tu capa. No te marches sin antes llevártela.

Sakura se incorpora y le dice: —Mis plantas de tomate ya han dado sus primeros frutos. Los he utilizado para preparar la cena de hoy. Estás invitado a hacerme compañía.

No recibe respuesta.

Sakura desliza la puerta corrediza hasta cerrarla completamente, no sin antes murmurar: —Que tengas buena noche, Sasuke–kun.


El shōji se abre.

Las láminas se deslizan silenciosamente por sobre las ranuras, y el frío del exterior perturba brevemente la calidez de su hogar.

Las puertas se cierran.

Un par de sandalias son depositadas en el genkan.

Sakura se apresura a buscar un par de palillos extra.


—Has hecho un buen trabajo en el huerto —le dice Sasuke, una vez han terminado de cenar. Los cuencos han quedado completamente vacíos, y su hambre ha sido saciada. Es la primera vez en el día que le dirige la palabra. Sakura no puede hacer más que sonreír, y agradecerle por su compañía.

Al tiempo que despeja la mesa y recoge los platos, se detiene. Y se atreve a decir: —Ojalá hubiera podido juzgarlo por mí misma, Sasuke–kun. Pero no has dejado ni un solo bocado. Me aseguraré de tener una cosecha más grande, para la próxima vez que me acompañes a cenar.

Deposita las vajillas en el lavabo, y se dispone a lavar.

Tras ella, Sasuke carraspea.

—La próxima vez —comienza, con cierta vacilación en su voz—, te guardaré un trozo para ti.

Mientras talla los platos con una esponja, responde, con genuino gusto: —Está decidido, entonces.

Sasuke sonaba positivamente avergonzado.


Esa noche, tienen sexo.

Recostados sobre un costado, uno atrás del otro. Espalda contra pecho. Es una posición confortable para Sasuke, puesto que no ejerce ningún tipo de presión sobre su muñón. Es una postura sumamente placentera, y le hace sentirse sedada y sobre–estimulada en partes iguales. Sasuke parece ser capaz de llenarla por completo. La hace sentir complacida y repleta. Tener sexo con Sasuke siempre ha sido una experiencia que evocaba una noción de empache. Sin falla.

Sasuke afianza su agarre en su muslo, y alza su pierna. Abriéndola para él, y queriendo ahondar aún más en ella. Sakura tiembla y suspira. Ambos están empapados en sudor, con los músculos adormecidos y tensos. Han estado aplazando su clímax por un largo tiempo. Sorpresivamente, Sasuke disfrutaba tener largas sesiones de sexo. Prefería postergar su orgasmo, y dedicarse a explorar su cuerpo extensivamente. Acariciando e inspeccionando cada parte de ella. La revelación de cuán táctil Sasuke podía llegar a ser en la cama era abrumadora. Era extraño, que alguien tan distante e impasible como él disfrutara tanto la intimidad.

Sasuke exhala en su cuello, y el aire húmido y caliente de su respiración le provoca escalofríos. Sus pezones están tan duros que Sakura está segura que ha perdido la sensibilidad en ellos. El rítmico golpeteo de los testículos de Sasuke contra sus muslos suena húmedo, y el rechinar de la cama no es lo suficientemente prominente como para ahogar aquellos obscenos sonidos. Sakura los disfruta, y sabe que Sasuke también lo hace. El ver y ser testigo de la primitiva manifestación física de su placer. Una continua y unilateral disputa por ver qué tan húmeda podía llegar a ponerse.

—Sasuke–kun —susurra, crispándose. Uno de los músculos en su pierna da un instintivo tirón, Sasuke la sujeta con fuerza y la estabiliza. Sakura arquea su espalda hacia atrás y se adhiere a su pecho. Los relieves de su rígido abdomen se unen enteramente con la expansión de su espalda. Siente el desbocado latir de su corazón contra sus omoplatos—, voy a acabar.

Sasuke bufa, y es un sonido enteramenteanimalístico. Sakura flexiona su brazo hacia atrás y acuna la cabeza de Sasuke con su mano, entrelazando sus dedos con las hebras de su cabello. Un innecesario estímulo, puesto que Sasuke no requiere de ningún tipo de incentivo. Con fuerza, la penetra. Movimientos rápidos y certeros. Se retira de su interior para hundirse en ella con aún más brío y potencia. Sakura está convencida que no hay un recoveco en ella en el que Sasuke no se ha adentrado. No está segura que exista una parte en ella que no haya sido reclamada por él.

Sasuke estimula su clítoris con fuerza, y Sakura enmudece. Llega al orgasmo contra su pecho, con la cabeza echada hacia atrás. Con la nuca situada en el hombro de Sasuke, siente el contorno de sus clavículas contra su piel. Sasuke se sujeta de su muslo con tanta fuerza que la pellizca. Sakura no tiene fuerzas para quejarse. El tramo de piel perjudicado enrojece inmediatamente. Dejará un grotesco moretón, de eso está segura.

Sakura voltea su rostro y le mira. Nuevamente, el Sharingan se ha activado. Las aspas giran y se dilatan, como si estuviesen buscando el enfoque perfecto. Se deslizan por su rostro, y Sasuke ni siquiera parece estar consciente de que su Sharingan está activado. Hay algo que está funcionando mal, piensa, exhausta. La simple acción de activar el Sharingan, o cualquier tipo de técnica ocular, presentaba un esfuerzo adicional. Eran conductos de Chakra alrededor de sus nervios oculares que se activaban simultáneamente y bajo la estricta voluntad del usuario. La posibilidad de una activación involuntaria sonaba irreal, más aún cuando se trataba de Sasuke.

Sasuke era demasiado diciplinado, poseía completo y absoluto dominio de sus técnicas.

Sakura dice, con los párpados pesados: —Mañana haré una revisión rutinaria de tus ojos. No necesitas ir al Hospital, puedo hacerlo aquí. Sólo debo traer algunas cosas de mi oficina...

Suspira y despega su flequillo de su frente; su propia transpiración actuando como un adhesivo natural. Sasuke la observa brevemente, de reojo.

—No hay ningún problema con mis ojos, o con mi Sharingan —dice, finalmente—. Tampoco estoy teniendo dificultades con mi control sobre él. Es sólo una reacción involuntaria. Nada de qué preocuparse.

—¿Una reacción involuntaria a qué, Sasuke–kun? —replica, inmediatamente—. No es un comportamiento normal, o lo suficientemente común como para no ser preocupante. Sólo necesito hacer unos cuantos estudios para determinar si–

—Sólo estoy reaccionando a ti —responde. No suena alarmado, o dubitativo. Tiene la mirada fija en ella, sin parpadear. El Sharingan ya se ha desvanecido, y sólo queda la absoluta opacidad de sus ojos. Seguro de su hipótesis, continúa—, es algo natural. El Sharingan está directamente ligado a mis emociones. Eso incluye mi excitación sexual, al parecer.

La sensación de cansancio parece esfumarse totalmente de su cuerpo. Ahora, está completamente alerta. Hay un agudo zumbido en sus oídos que no la deja pensar con claridad. Pronto, se queda sin palabras. Con la cabeza sobre la almohada, mirándole. Sin saber qué responder. Quiere rebatir y cuestionar la legitimidad de aquella teoría, pero sabe que será en vano. No había persona más instruida en el funcionamiento del Sharingan que Sasuke, el actual y único descendiente del Clan Uchiha.

Parpadea repetidas veces. El Sharingan es el ojo que refleja el corazón, piensa. Uno de los atributos principales del Sharingan era su panorámica y metódica clarividencia; la habilidad de captar, asimilar y replicar hasta el más insignificante detalle, o movimiento. Un ojo clínico que giraba y giraba, memorizando patrones de movimiento. El concepto de memoria fotográfica en su máximo esplendor; un recuerdo labrado eternamente en sus memorias.

Sakura le quiere decir: "¿Qué es lo que quieres recordar tanto? ¿Qué es lo que quieres atesorar perpetuamente en tus recuerdos, Sasuke–kun?"

Permanece callada.

Se promete a sí misma que, la próxima vez que el Sharingan de Sasuke esté activado, lo mirará a los ojos. Fijamente, sin evadir sus oscilantes aspas o su sangriento iris. Quiere mirarlo a los ojos, y descubrir qué es lo que refleja su corazón.


—Mi hermano solía cocinar para mí a menudo —le dice, de manera súbita. De la sorpresa, el cuchillo en la mano de Sakura se tambalea. No cae, pero el filo queda presionado sobre la palma de su mano. Lo sujeta como es propio, y continúa pelando una manzana—. Jamás me dijo cómo aprendió, o quién le enseñó. Nunca le vi hacer otra cosa más que entrenar e ir a misiones, por lo que tampoco puedo sacar mis propias conclusiones.

Sakura le escucha atentamente.

—Itachi siempre me ha parecido alguien inalcanzable —confiesa, y es la primera vez que Sakura le escucha abiertamente nombrar a su hermano con tanta serenidad en la voz—, alguien perfecto por excelencia. Todo lo que hacía parecía ser una habilidad innata en él. Por lo cual, jamás me plantee la posibilidad de que tuviese que aprender algo desde cero. Es algo que no tiene ningún sentido, pero, en ese entonces, yo así lo creía.

Termina de pelar la manzana. La deposita sobre la tabla de picar y la corta en pequeños trozos.

—Intenté aprender a cocinar como él, pero era muy pequeño y mi madre no me permitía usar la cocina. Lo único que podía hacer por él era sentarme a su lado y ofrecerle mandarinas ya peladas. Durante el verano, las mandarinas estaban en su punto más alto de maduración. Jugosas y frescas. Pasaba las tardes pelando cestos repletos de mandarinas para que, cuando mi hermano llegase a casa, pudiéramos sentarnos en el genkan a comerlas.

Sakura deposita el cuenco de frutas frente a él, y toma asiento a su lado. Hay trozos de manzana, banana, durazno y ciruelas entremezclados. Bajo el sol matutino y sentado en el genkan, Sasuke se lleva un trozo de la manzana a la boca. Lo mastica por un largo tiempo, y se voltea hacia ella.

—Me recuerda a esos momentos, junto a mi hermano —le dice, con una pequeña sonrisa. No dura demasiado, y Sasuke es rápido en dar el tema por finalizado y regresar su mirada al firmamento. Sakura se ve incapaz de reprochar.

Sasuke no parece estar tan lejos de ella, ahora.


Glosario.

Onigiri: El Onigiri es un plato japonés que consiste en una bola de arroz rellena o mezclada con otros ingredientes. Suele tener forma triangular u ovalada, y a veces está envuelta en una pequeña tira de alga.
Shōji: Los Shōji son puertas correderas ligeras, típicas de la arquitectura japonesa. Sirven para separar estancias o dependencias interiores en una casa u otro espacio. También se usan para dar más intimidad cubriendo las ventanas. Una función equivalente a las cortinas.


Notas: He intentado escribir la personalidad de Sasuke lo más fiel posible a la original. He tenido ciertas dudas con respecto a mi interpretación de Sasuke en este capítulo, especialmente en la última escena. Sasuke es sumamente introspectivo y reservado, pero considero que, luego de su viaje de redención, estaría mucho más dispuesto a abrirse y expresarse de esa manera, o al menos con Sakura.

Como siempre, estoy más que agradecida con todas aquellas personas que han demostrado aprecio o interés por Amar es soportar. Agradezco muchísimo sus comentarios, favoritos y follows. Los invito a dejarme un comentario, me interesaría mucho saber qué es lo que opinan de esta historia, y de los capítulos que he publicado hasta ahora.

¡Hasta la siguiente actualización!

Próxima actualización: 17/12/21.