Disclaimer: Los personajes de Shingeki no Kyojin no me pertenecen.
Advertencias: SLASH. LONGFIC. Los acontecimientos se desarrollarán un poquito lento, no desesperéis.
Sinopsis: Eren Jaeger, quince años, legítimo rey de Paradise, se aventurará fuera de palacio. Su trayecto lo guiará hacia Levi Ackerman, un noble propietario de una inusual tienda de té, donde, al caer la noche, se cuentan relatos acerca de los misterios de Paradise. ¿Cómo murieron Gisha y Carla Jaeger hace siete años? ¿Cómo fue Eren el único que sobrevivió? ¿Quién está al mando del reino?
Eren, con la ayuda de Levi Ackerman, participará en una rebelión contra su monarquía. Y hará todo lo necesario para salvar a la gente del hambre y la pobreza. ¿Quién es su enemigo? En palacio intentan matarle, fuera de palacio también. ¿En quién puede confiar? ¿Sus consejeros, su instructora, sus guardias, sus amigos, su posible enamoramiento? ¿Quién será el próximo en traicionarle?
Para ganar, hay que luchar. Si no luchas, no puedes ganar. Y si luchas, que sea entregándolo todo, incluso tu humanidad y voluntad. Vuélvete eso que odias.
¡Salve al Rey!
3
UN REY QUE NO SABÍA CÓMO SER UN REY
«Se detuvo por el ruido estrangulado de otra criatura. Era una náyade riéndose a carcajadas, que se había asomado desde el fondo para mirarlo con sus orbes completamente negros.
−¡Oh, no te detengas por mí! –Soltó, estremeciéndose de risa. –Hace mucho tiempo que nadie viene por acá. Y van siglos desde la última vez que presencié semejante ignorancia. Un hombre que está asustado de sí mismo, un hombre que desprecia lo que ve sin haberse conocido. No debiste haber salido de tu cueva, extranjero. El mundo está demasiado corrupto para un loco como tú.
El rey, entendiendo lo que farfullaba aquella náyade, comprendió que el agua reflejaba su físico y movimientos. Sintió vergüenza de que lo hubiera atrapado. No sabía cómo, pero era capaz de entender su lenguaje.
−¿Y cómo será este mundo del que hablas?
No lo sabía, pero a las náyades les encantaba hablar y responder preguntas, así que esta utilizó siete días para relatarle la historia del mundo, desde su creación hasta la actualidad. De todas formas, nadie se paseaba por aquellos lares tan cercanos a la oscuridad»
Eren despertó jadeando y sudoroso, un corazón amenazando con salirse del pecho. Sus desorbitados ojos miraron alrededor frenéticamente, reconociendo su habitación. Le tomó unos minutos relajarse por completo, pero incluso entonces su respiración no se tranquilizada.
Las imágenes de su pesadilla todavía aparecían cuando pestañeaba. Los fragmentos de tenebrosos pasajes, de gritos y sangre, de cabezas rondando y llamas ardiendo. Se envolvió más con la cobija, protegiéndose de enemigos invisibles que deseaban herirlo. Así pasó largo rato hasta que la mañana finalmente llegó.
Habiéndose vestido con sus ropas formales y desayunado en la cama, se puso la corona y fue escoltado hacia el primer juicio de la mañana. Reiner sólo asintió hacia él cuando ocupó el asiento más alto de la tribuna. La acusada se trataba de una delincuente menor que saqueaba las cosechas de los nobles.
Eren suspiró, acomodándose en su puesto. Sería un largo día.
−El consejo judicial la declara culpable de robo grado 2. –Sentenció el canciller judicial, Darius Zackly, ajustándose las gafas, tras una correspondiente deliberación. –La pena será impuesta por Su Majestad el Rey.
−Los castigos por robo grado 2, pueden ser: −Empezó el secretario judicial –Privación de la libertad durante nueve meses a cuatro años con trabajos forzosos o hasta saldar la deuda. De seis a quince azotes y confesión verbal pública de los actos realizados. O multa por el triple del valor robado y suspensión de bonificaciones o apoyos sociales.
Echó un vistazo hacia su izquierda, en donde Reiner asintió mientras hablaba el secretario. Juntos habían deliberado que la naturaleza de los crímenes apuntaba hacia una privación de libertad con trabajos forzosos no menor a dieciocho meses. Además, la falta de cooperación también influyó.
Eren miró hacia la acusada, hincada sobre las rodillas ante el tribunal. Era una mujer de cabello castaño sujeto en un moño y fieros ojos avellanos. Mientras se leían cargos y presentaban testigos, nunca bajó la cabeza o se mostró avergonzada. Se mantuvo reiterando que lo hizo para alimentar niños de la calle. A nadie pareció importarle o creerse tal defensa. No estaba harapienta, pero sí era notable que sus ropas estaban viejas y sucias, un delantal gris que antes fue blanco.
−Su sentencia, Majestad.
Miró directamente hacia los ojos de la acusada, su mirada no parecía delata miedo o culpa, solamente resignación. Tuvo que morderse la lengua con fuerza antes de soltar palabras que inevitablemente le traerían más problemas:
−Sasha Braus. ¿Qué castigo escogerías?
El consejo judicial y público testigo jadearon al mismo tiempo, oyó el siseo de Reiner a su lado, pero no apartó la vista de aquel rostro estupefacto e incrédulo. Ahora sí, pensó con alivio, las emociones parecieron finalmente salir a relucir. Un remolino de ella. Temor, inseguridad, duda, molestia, sorpresa, perplejidad.
−Los azotes, Su Majestad.
−La acusada Sasha Braus pagará sentencia de nueve azotes y confesión verbal pública de los actos ilícitos realizados. –Anunció sin titubeo− Sin más pendientes, se cierra la sesión.
El resto de los juicios transcurrieron sin novedad, una sola mirada hacia Reiner le indicaba que de todas formas habría regaño. Ya se alzaba el sol del mediodía cuando se cerró el tribunal. El canciller del consejo judicial Darius Zackly lo felicitó por su desempeño.
−La experiencia hace al maestro, Majestad. Todos nos hemos ablandado por una mujer bonita. –Añadió de todas formas, en voz baja, como quien dice un secreto. Era un viejo extraño que ciertamente le daba asco. –Tienden a ser las criminales más peligrosas.
Eren sólo apretó los labios y recibió las felicitaciones, aunque no comentó más. El canciller tenía la misma autoridad política que sus tres consejeros reales, pero nunca habían sido cercanos, debido a que siempre se entendía con Reiner o Berthold. De cualquier forma, tenía que ser cuidadoso para no ofenderlo por error.
Anduvo junto a Reiner en incomodo silencio hacia el comedor. Varios guardias los seguían, incluyendo al cara de caballo Jean Kirstein. Eren temió nuevamente ser humillado en público y sus miedos no fueron decepcionados.
−Majestad. –Reiner habló mientras caminaba, sin girarse a verlo. Todo su cuerpo parecía alerta–Quisiera que esta tarde pudiera incluir en su agenda, una vez terminadas sus lecciones con Madame Dina, una exhaustiva revisión de la Legislación de Paradise en su habitación. Tendrá que aplicarse hasta la noche.
Excelente, ahora me castiga. Pensó Eren. Que no salga de mis recámaras hasta que aprenda la lección, quiso decir. Bufó mentalmente ¿qué tipo de Rey era? Uno que todavía necesitaba de sus consejeros para amonestarlo, aparentemente.
−Lo revisaré en las habitaciones de madre. –Comentó− Sabes que me gusta pasar tiempo ahí.
Se ganó una mirada adusta, pero Reiner no expresó objeciones. Era una victoria.
La noche anterior descubrió que, efectivamente, el tapiz de su madre ocultaba un pasadizo hacia las afueras del palacio. Anduvo por la oscuridad durante lo que parecieron horas interminables, los recuerdos inevitablemente volviendo a su mente. Ya estaba cerca de un ataque de pánico cuando vislumbró una rejilla. Se encontró justo frente a una de las entradas del palacio menor vigiladas, escondido mirando alrededor con incredulidad.
Se devolvió por donde vino, aunque todo el cuerpo estuviera temblándole por la expectativa. Era increíble, podría aventurarse fuera del palacio. Cuando estuviera listo, por supuesto. Estuvo dándole vueltas al tema durante horas, pero el sueño lo reclamó y los recuerdos también. Vinieron en forma de pesadillas.
Esa noche las afrontaría, entrando nuevamente a la oscuridad. Y quizá estudiaría la Legislación bajo las estrellas de Paradise.
Fue minucioso con las ropas que seleccionó esta vez, retirando cualquier broche, sello o botón lujoso. Con los zapatos no pudo hacer más que rasparlos un poco contra el suelo. Se metió entre los bolsillos de la capa algunas monedas de plata y la Legislación. Estaba listo.
Se escabulló apenas el firmamento cedió ante la negrura. Se perdió con las sombras de las torres y los aullidos de perros de caza de los establos.
Cuando se encontró nuevamente en las atestadas calles nocturnas, reconoció que no tenía más que hacer excepto deambular sin rumbo. Intentó pretender que tenía un lugar a dónde ir, quizá hasta con prisa. Las antorchas de las casas estaban encendidas, la música de las tabernas resonaba en la noche, al igual que las risas de los niños jugando. Había una ramera en cada esquina, paradas con escasez de ropas aguardando por un cliente: una de ellas le silbó cuando le pasó al lado.
De alguna forma, sus pies lo condujeron hacia un local conocido. «LEVI´S TEA» decía el letrero, una pulcra caligrafía blanca destacándolo. La puerta tenía el cartel de "Abierto", por lo que entró sin demorar, una fuerza inexplicable conduciéndolo al recinto.
Esta vez, nadie alzó la vista cuando sonó la campanilla de la tienda. El lugar se encontraba atestado de gente, todas las mesas estaban llenas, igual que la barra, algunas personas se hallaban de pie, recostados de la pared. Pese al gentío, un desconcertante silencio envolvía el lugar, sólo era interrumpido por una voz. La persona que hablaba estaba sentada en el medio de la habitación. Todos lo miraban, prestando cuidadosa atención a su voz y a cada una de sus expresiones.
Era un cuentacuentos. Y estaba relatando su vida. Su pesadilla, más concretamente.
−La cabeza del Rey Grisha rodó por los escalones hasta acabar frente a los zapatos lustrados del príncipe. La Reina Carla gritó hacia él desde arriba, los rebeldes se apresuraron hacia el príncipe Eren cuando las puertas se abrieron, los guardias reales estaban siendo masacrados. Ya no quedaba esperanza. Todo estaba perdido. Eso pensaba él.
El muchacho rubio que narraba tenía una forma de envolver al público, que retuvo el aliento. Hubo un rato de silencio, que mantuvo embelesados a los oyentes.
−Pero, el príncipe Eren tenía dentro suyo, magia. Y todos sus enemigos ardieron cuando él gritó. Las ventanas se rompieron en fragmentos, el suelo tembló. El palacio se volvió un auténtico infierno de rojas llamas incontenibles. Ardió por todo lo que había perdido.
Así terminó. El público lo recompensó con aplausos y vítores. El cuentacuentos se levantó para inclinarse ante su público. Eren vio como muchos se acercaban para hablar con el rubio, pero desvió repentinamente su atención hacia una voz en su oído.
−¿No le dirás al Rey, interprete real? –La voz cargada de sarcasmo era tan familiar como si hubiera estado dando vueltas en su cabeza durante largas horas.
Volteó para mirar el rostro de Levi, cuya expresión impasible no había cambiado. Llevaba una fina camisa blanca abotonada y unos pantalones marrones de exquisita tela. Era un noble. No se veía como el hombre que secaba tazas y llevaba bandejas de té el día anterior.
Consideró sus palabras. Aquella narración podía entenderse como una blasfemia. Era ilegal divulgar información real o ficticia acerca del Rey de Paradise, esto por su condición de menor de edad. Se sintió un podo ofendido por la burla del mayor.
−¡No soy un chivato! –Protestó, alzando la voz.
Debió haber gritado, porque todo se quedó en silencio. Las voces se silenciaron y los ojos voltearon hacia donde estaban parados. Incluso los curiosos ojos azules del cuentacuentos, que se detuvieron brevemente en los suyos. Fue como si hubiera un letrero en su frente que dijera «Soplón» Eren se removió incomodo hasta que las conversaciones se reanudaron.
−Tsk. –El hombre pelinegro lo miró con fastidio. –No seas bullero.
A pesar de todo, Levi no lo dejó solo. Se mordió el labio, intentando contener las preguntas que estaban por brotar. No aguantó mucho, incomodo por el silencio que estaba formándose entre los dos. El silencio era una de las cosas que más detestaba.
−Oiga. –Empezó, como intentando disimular. −¿Por qué no cuenta lo que realmente sucedió?
Esta vez, se ganó una mirada inexpresivamente helada que lo estremeció.
−¿Estuviste ahí?
Por un segundo, las alarmas se encendieron. Hasta que comprendió el contexto de la pregunta y respiró, tratando de controlarse: –No.
−Entonces tampoco sabes lo que realmente sucedió. –Bufó Levi. Agregó tardíamente: −Nadie lo sabe.
−Pero. –Tartamudeó Eren− Dicen que el príncipe activó una secuencia de explosivos ocultos.
−Mira alrededor, interprete. ¿Sabes por qué esta gente viene aquí?
El Rey Eren miró alrededor. Notó que la mayoría de la gente era pobre, con sus vestidos gastados y manos callosas. Una mujer tomó el puesto del cuentacuentos y empezó a tocar una suave melodía en violín, llenando cada rincón mientras todos hablaban animadamente entre sí. Los niños reían y correteaban entre las mesas. Los camareros servían con exquisita amabilidad.
−No. –Admitió, desconcertado.
−Necesitan esperanza. –Respondió Levi, también mirando. –Vienen a escuchar los relatos y las canciones. Necesitan escuchar que su Rey es poderoso, capaz de salvarlos. Necesitan que alguien se los diga. La gente muere de hambre y enfermedad, pero no culpan al Rey Eren. En él, todavía hay esperanza, todavía hay futuro para los niños.
Eren lo miró con los ojos vidriosos, embelesado, como si esas palabras lo tuvieran hipnotizado. Su hipnosis acabó cuando una tercera voz los interrumpió, despertándolo.
−Levi. –Una mujer diminuta de amables ojos miel miró curiosamente entre ellos. No se perdió la ternura con la que dijo el nombre del pelinegro. ¿Podría ser la esposa? –Disculpa por molestar, pero se acabó el té. Ya sabes que no me queda tan bueno como a ti.
−No molestas, Petra. –Eren sospechó todavía más al notar la amabilidad con que Levi respondió. –Enseguida haré más.
Eren miró la espalda de Levi cuando este dio la espalda y se alejó, no molestándose en despedirlo.
−Nunca antes te había visto por aquí. –Comentó Petra, apretando una bandeja vacía contra su pecho. Una sonrisa amistosa decoró su rostro, haciéndole ver todavía más bonita.
−Es que, em, bueno. –Miró nerviosamente hacia donde el pelinegro se alejaba. –Será porque nunca antes había venido por aquí.
Tarado, pensó de sí mismo. No se perdió la mirada impresionada de Petra, mientras se inventaba una apresurada despedida y seguía el trayecto de Levi entre la gente, incluso cruzando las puertas de madera hacia la cocina tras él.
Las cocinas de palacio estaban menos impecables que ese sitio, con sus encimeras de madera pulida y artefactos de metal reluciente. Levi, que ya encontraba llevando una olla al fuego, no pareció sorprendido por la intromisión, sino que continuó su labor, batiendo algo en otro recipiente. Nunca había visto a una persona moverse con tanta agilidad y delicadeza.
−¿A quién culpan? –Preguntó, recordando su inquietud anterior. −¿A quién culpa la gente, sino es al Rey Eren?
El hombre lo miró por el rabillo del ojo y respondió como si fuera obvio: −A los que tienen el poder, quienes llevan el reino.
Eren tembló para sus adentros, pero intentó disimularlo. –Sus consejeros.
Tenía sentido, claro. Eren todavía no había asumido los poderes correspondientes y no lo haría sino cuando fuera mayor de edad, por lo que estos se habían dividido entre los tres asesores. Políticamente hablando, Reiner, Berthold y Annie eran más poderosos que él. Y el pueblo lo sabía, que su Rey todavía era un niño sin padres que heredó un reino.
−¿Qué debería hacer el Rey?
−Aparte de bullero, preguntón –Levi resopló, vertiendo el contenido del cazo sobre agua hirviendo. De todas formas, respondió: −Para empezar, debería meterles por el culo la sección 713 de la Legislación de Paradise. –Agregó: −Si te vas a quedar parado, cuanto menos ayúdame.
Eren, sintiendo el peso de la Legislación en su chaqueta, siguió las instrucciones de Levi para endulzar té mientras este calentaba más agua. Viéndole la espalda mientras trabajaba, intentó bromear para olvidar el shock.
−¿No teme que le ponga veneno?
El hombre volteó para darle una mirada dura.
–¿Acaso dices cada barbaridad que te viene a la mente? –De todas formas, le restó interés: −Tengo una amiga que puede detectar cualquier veneno solamente con mirar a una persona. Es mejor que todos los sanadores de palacio. Bien podría resolverlo.
Eren alzó las cejas, impresionado. –Solamente digo que podría resultar un psicópata
−Tengo fama de ser bueno leyendo a la gente y sólo veo un mocoso altanero y confiado.
El rey de Paradise sirvió el té junto a Petra, Auoro, Erd y Gunter –los mesoneros− esa noche. Oyó más relatos del cuentacuentos, todos de connotación fantástica, aunque ninguna otra mención de la realeza de Paradise. Cuando pudo deshacerse de la bandeja, se mezcló entre la gente hasta llegar a la puerta y se aventuró en las calles nocturnas.
Llegó a la habitación de su madre justo cuando los guardias amenazaban con tirar la puerta. Los calmó asomándose y jurando que se había quedado dormido. Más tarde esa noche, leyó de cabo a rabo la sección 713 de la Legislación, así como otras secciones complementarias. Antes de rendirse al sueño, juró que sería la esperanza que el pueblo necesitaba.
Recordó los helados ojos azules. ¿Podría tener su ayuda…?
Notas finales de la autora: Jajaja, no sé, pero amo cómo es Levi acá, me encanta ¿a ustedes que les parece?
Dije que cumpliría con las actualizaciones y ta-rah. Si les interesa, hay un fanfic que publiqué hace poco llamado SUPERLOVE, sólo tendrá 5 capítulos y un extra, ya tiene 4 publicados y el último lo subiré a más tardar mañana porque ya está escrito y todo.
Si les gustó, ya saben.
Los amoooo.
Besos.
-Cece.
