Disclaimer: Los personajes de Shingeki no Kyojin no me pertenecen.

Advertencias: SLASH. LONGFIC. Los acontecimientos se desarrollarán un poquito lento, no desesperéis.

Sinopsis: Eren Jaeger, quince años, legítimo rey de Paradise, se aventurará fuera de palacio. Su trayecto lo guiará hacia Levi Ackerman, un noble propietario de una inusual tienda de té, donde, al caer la noche, se cuentan relatos acerca de los misterios de Paradise. ¿Cómo murieron Gisha y Carla Jaeger hace siete años? ¿Cómo fue Eren el único que sobrevivió? ¿Quién está al mando del reino?

Eren, con la ayuda de Levi Ackerman, participará en una rebelión contra su monarquía. Y hará todo lo necesario para salvar a la gente del hambre y la pobreza. ¿Quién es su enemigo? En palacio intentan matarle, fuera de palacio también. ¿En quién puede confiar? ¿Sus consejeros, su instructora, sus guardias, sus amigos, su posible enamoramiento? ¿Quién será el próximo en traicionarle?

Para ganar, hay que luchar. Si no luchas, no puedes ganar. Y si luchas, que sea entregándolo todo, incluso tu humanidad y voluntad. Vuélvete eso que odias.

¡Salve al Rey!


4

UN REY QUE NO CONOCÍA SU REINO

«−El mundo ya no es seguro. Ya no es hermoso como décadas atrás. Un emperador malvado gobierna estas tierras, plagadas de bandidos, enfermedades, hambre y muerte. Somos un pueblo desahuciado, moribundo. No luchamos contra él, siempre fuimos pacificadores. Ahora mira donde estamos. Ya ni siquiera se habla de alzamientos, hay demasiado miedo allá fuera.

−¿No hay esperanza? –Preguntó el rey.

Aquella náyade lo miró con sus ojos negros indescifrables. –Hubo profecías, cuando la magia todavía existía. Ya sólo quedan cuentos de pasada. –Su voz cambió a manera de cronista: −Un rey nacerá de las sombras y vendrá para entregarse como sacrificio a los dioses, furiosos por la indolencia de los hombres. Salvará al mundo del Destructor y reinará como soberano. Amará y perderá, vivirá para desear morir, quebrará su espíritu, pagará la redención, rescatará al mundo.

La náyade sonrió hacia él con sus filosos dientes reluciendo, pasándose la lengua sobre ellos. –Nunca descubriremos si eras tú. Muero de hambre»

Las espadas chirriaron al separarse con fricción. Los dos hombres se miraron atentamente, cada uno respiraba agitadamente, ya exhaustos por lo riguroso de la contienda. Ninguno había querido ceder. Uno de ellos probó romper el silencio, quizá podría encontrar un hueco para vencer.

−¿Sabes, Reiner? Quisiera hacerte una petición.

Reiner vio a su monarca con sospecha, como descubriendo lo que intentaba hacer. El de ojos esmeralda solamente parpadeó con inocencia. Eran contadas las veces que ganaba a Reiner en un duelo. Pero, ahora, el consejero se veía casi tan agitado como el Rey.

−Sería un honor para mí concedérsela, majestad. –Respondió cauto, moviendo los pies alrededor del oponente. –Mientras sea razonable.

Eren sonrió por dentro, ya lo tenía.

−De ahora en más, todas las intervenciones de carácter estatal que vayan a realizarse, deberán ser previamente aprobadas y firmadas por mí, como lo indica la Legislación. –Las extremidades de Reiner se paralizaron y el rostro palideció, sus ojos revoloteando enormes hacia su monarca. –Agradezco que hayas desempeñado el rol de mi representante legal hasta la fecha, aprobándolas por mí, pero ya es tiempo de que asuma lo que me corresponde.

Reiner parecía aterrorizado. Ninguna persona inocente se vería así de culpable ¿verdad? Como si tuviera algo que esconder. Haciendo a un lado sus reflexiones, Eren atacó. Su consejero reaccionó demasiado tarde, cuando ya había tocado uno de sus puntos vitales.

−Gané. –Sonrió Eren.

−No está preparado, majestad. –Objetó Reiner, que no sonreía. Su ceño fruncido estaba más pronunciado de lo usual. –A pesar de que la Legislación-

−Reiner. –Lo interrumpió− Sin objeciones. Yo soy el Rey. Y esto podría resolverse en un tribunal, de acuerdo con lo establecido por nuestra ley.

El consejero abrió todavía más los ojos, incrédulo, pero recompuso su expresión de inmediato. Ahí estaba, una pequeña victoria. No era mucho, Reiner sabía que no lo era. Y que un jovencito como Eren podría no saber manejar esa información. Quizá debido a eso no puso más objeciones.

−Entendido, majestad. –Una reverencia.

−Que todos los documentos por aprobar sean dejados en mis aposentos esta misma tarde.

Ya había pensado en algo.


Cuando todo era fuego, sangre, gritos y ruido de explosiones, hubo una persona que demostró su lealtad. Alguien que lo protegió entre sus brazos y tapó con su espalda. En una solitaria esquina, esperó que todo acabara antes de soltar al rey. Un chico no más grande que Eren, que continuó sirviéndole fielmente hasta la fecha. El más leal súbdito. Su único espía.

−Marco ¿podrías ayudarme con algo?

Marco Boot, el bibliotecario. El amable Marco, que también perdió a sus padres durante el ataque rebelde, siempre atento para cuando Eren quisiera hablar. Incluso ahora, que dejó los libros que estaba organizando en una estantería, para mirar hacia donde su Rey había aparecido. Enseguida, hizo una pronunciada reverencia.

−Majestad, para mí es un honor servirle. –Se apresuró a decir, todavía inclinado.

−Por favor, no. –Gimió Eren. –Ya levántate.

−Lo que su Majestad ordene.

Una sonrisa amable de Marco le reveló que estaba bromeando, por lo que se relajó. El bibliotecario lo condujo hacia una de las esquinas amuebladas de la habitación. Había vuelto de la biblioteca un lugar acogedor, en donde podrías relajarte y sumirte en mundos literarios. Acomodó cojines para que su Rey tomara asiento.

−Ahora dime qué perturba tu mente, Eren. –Dijo, sentándose también.

−¿Me veo perturbado? –Una de las esquinas de su boca tembló.

−No realmente. Bueno, un poco, sí, a veces.

Eren hizo un mohín típico de sí, pero no replicó más, sino que trató de esclarecer la situación lo más posible para Marco (sin revelar las deliberadas escapadas furtivas del castillo, no tenía por qué preocupar más al bibliotecario). Sólo comentó lo preocupado que estaba por la forma en que sus consejeros estaban gobernando su reino.

−Por eso, desearía que pudieras ayudarme a revisar los documentos. –Concluyó, seguro- –Tienes buen ojo para eso y necesito alguien de confianza.

Marco, que pareció conmovido por ser nombrado alguien de confianza, humildemente aceptó reunirse con él para revisar los papeles. Una montaña de ellos fue apilada en su despacho, por lo que Marco y Eren no pegaron un ojo en toda la noche hasta leer hasta el último texto en letras pequeñas de cada uno antes de que fueran firmados y sellados para entregarse.

−Así que estos son los que tengo que discutir con Reiner. –Dijo Eren a las cuatro de la madrugada, un ojo temblando. Podía escuchar los ronquidos de Marco desde el sillón, quien se desmayó apenas terminaron.

Los documentos pendientes resultaron ser menos de los que esperaba. Todos los demás les habían parecido lo bastante razonables, por lo que sólo quedaba preguntarse. ¿Eso era todo? ¿Dónde se ocultarían los verdaderos trapitos sucios de Paradise?

Eso fue lo último que pensó Eren Jaeger, antes de rendirse al sueño. A las cinco de la mañana, por supuesto, ya estaban los sirvientes reventando su puerta para que comenzara su día. Ser rey era lo más difícil que le había ocurrido.

Las responsabilidades de Eren aumentaron grandemente. No tenía un segundo para resollar. Había juicios por la mañana, reuniones en consejo por la tarde, documentos que firmar por la noche. Todo parecía encajar lentamente, incluso Marco lo había admitido. Se mejoraron varios de los programas sociales bajo la dirección de Eren, quien los supervisó minuciosamente hasta que les dio visto bueno.

−Ha mejorado notoriamente. –Incluso admitió Annie, una de las veces que miró la sesión de entrenamiento de Reiner y Eren. Su mirada indicaba que no se refería nada más al combate, pero su voz era burlona. –Al parecer si está madurando ¿eh, Reiner?

Reiner sólo frunció el ceño y bloqueó otro ataque.


Eren Jaeger deseaba más que nada huir a través de los pasajes hacia el mundo exterior. Estaba ansioso por escuchar otro de esos cuentos y también por hablar con el antipático propietario de la tienda. Pero, se quedaba con Marco hasta tarde leyendo hasta que caía rendido. Así transcurrió una semana, hasta una noche que acabaron temprano y tuvo la oportunidad de escabullirse desde los aposentos de su madre.

Era más tarde de lo que había salido antes, la oscuridad de la noche reinaba en las calles desoladas excepto por algunos transeúntes esporádicos, ya las ventanas de los hogares estaban cerradas, el frío quemaba en su rostro cubierto solo por la capucha del abrigo. Ya era la temporada en que diminutos copos de nieve empezaban a descender. Uno de ellos cayó encima de su nariz.

Fue tranquilizante descubrir que, de hecho, la tienda estaba abierta. Hacía un clima apropiado para una taza de chocolate caliente y todos parecían haber estado de acuerdo. La mayoría eran parejas, una que otra familia, y aparentemente el cuentacuentos se hallaba en una parte muy emotiva de su relato, porque había lágrimas en los rostros de los que escuchaban.

−Y así terminó la historia del caballero dorado y la reina de la destrucción. El caballero de ojos azules apretó el cuerpo de la reina entre sus brazos, lágrimas enjuagaban aquel rostro inmaculado, que lentamente iba perdiendo su brillo. No hubo más promesas, sino el ruido de la muerte rozando los cabellos de ella, llevándose su aliento en una sonrisa. Él la besó incontables veces, besó su frente, sus parpados, sus labios, hasta que fue arrancado de su amor. Intentó quedarse a su lado, gritó y bramó para no ser apartado, pero no había mano que devolviera su agarre, ni oídos que escucharan sus lamentos. Ya no quedaba nada para él. –Hubo una pausa significativa− Así, el caballero dorado todavía lucha por ser digno de encontrarse con la reina en la otra vida. En las sombras, lucha por romper la maldición que azota estas tierras.

Apenas el cuentacuentos terminó, fue como si el salón lentamente reviviera. Las respiraciones se normalizaron, se enjuagaron lágrimas y volvieron las risas. Nadie pareció reparar en Eren, que permaneció parado junto a la entrada, hasta que una voz lo sorprendió como en veces anteriores:

−Me largo. –Advirtió Levi. −¿Vienes?

Eren alzó las cejas, sorprendido. El noble realmente se veía listo para aventurarse al frío de las calles, metido en un grueso abrigo, botas y guantes. Tuvo un segundo para considerarlo antes de que el de ojos azules pasara a su lado imperturbable, la puerta cerrándose tras él.

Unos segundos más tarde, andaban contra la helada brisa en silencio. Eren se mordió la lengua, sus pensamientos cuestionándole lo que estaba haciendo. Cuando doblaron otra esquina, no pudo aguantarse más.

−Entonces ¿a dónde vamos?

Levi miró hacia él casi divertido. Ya había notado que para el menor resultaba agonizante permanecer callado. Y cuando empezaba, parecía no haber forma de callarlo. Realmente era un niño confianzudo.

−¿Es costumbre tuya seguir a extraños hacia lugares desconocidos?

−Pero ¡si usted me dijo que viniera!

−¿Y siempre eres tan obediente?

−No realmente.

−Se nota. Pues, cállate y verás.

Las oscuras calles guiaron en silencio al par hacia el Puente Titán. O, al menos, las ruinas de él. Por lo que sabía, fue una espectacular construcción, una obra de arte. Ahora sólo quedaban restos de lo que había sido. Pequeños altares, monumentos de piedra con flores y retratos, se esparcían alrededor del puente. Eran los fallecidos durante su caída.

Mientras se acercaban, podía ver que un hombre estaba arrodillado delante de un monumento. Sus hombros temblaban como si estuviera llorando. Apartó la mirada con incomodidad, para dirigirla hacia Levi.

−¿Conoces la historia de este puente? –Le preguntó él, finalmente deteniéndose.

−Hubo un derrumbe, murieron catorce personas.

−¿Sabes por qué no fue reconstruido?

−El pueblo se reveló cuando intentaron reconstruir. Fue un caos. Los rebeldes aprovecharon para intentar un golpe de estado. Ocurrió el mismo día que murieron el Rey Grisha y la Reina Carla.

−Faltan muchos detalles. –Observó Levi. –Recuerda, los detalles traen vida a las historias. El Puente Titán fue construido por el nacimiento del heredero al trono. Cuando se anunció que la Reina estaba preñada, empezó la construcción. Lo hicieron con materiales exquisitos y finos, lo volvieron una obra de arte. Casi parecía ser de oro. La construcción finalizó unos días tras el nacimiento del príncipe Eren. Era admirable de ver, todos lo amaron. Algunos decían que, si lo tocabas y cerrabas los ojos, pidiendo lo que más deseara tu corazón, sería concedido. El puente se llenó de artistas y artesanos que exhibían sus obras, de parejas caminando de la mano, de gente que miraba abajo hacia el río, buscando respuestas.

−Esperanza. –Murmuró Eren y el otro le dio razón con un asentimiento.

−Pero, cayó. Se derrumbó de la nada, llevándose consigo vidas de muchos artistas y civiles que transitaban. Como siempre, la monarquía había roto con su parte del trato. La esperanza del pueblo cayó también. Algunos de los que murieron eran muy queridos, nunca pudieron sacar todos los cuerpos. Se volvió una especie de mausoleo para que reposaran. Dime ¿permitirías que removieran la tumba de tus seres queridos? ¿dejarías que profanaran su reposo los mismos bastardos que los asesinaron? Porque los mataron. Fue como una ofrenda venenosa, un maldito caballo de Troya. La gente se alzó, se aliaron con los rebeldes. Querían la cabeza del rey.

Y la tuvieron, pensó Eren, su estómago revolviéndose al recordar ese momento. El pelinegro no reparó en su expresión nauseabunda.

Levi dirigió la mirada hacia el hombre arrodillado. −Viene todos los días a esta hora. Su hija falleció aquí. Era la mayor, tenía cinco hermanos pequeños, Amira era quien trabajaba para mantenerlos. Tenía que hacerlo, un padre enfermo y una madre muerta no llenarían los estómagos de sus hermanos.

−¿La conociste?

−Sí.

−Lo siento.

−No lo hagas. Fue un accidente, un lamentable error de construcción, dicen. Pero, te diré algo, Eren Krueger, intérprete real. –Sus ojos parecían relampaguear, como una tormenta− Incluso las más fuertes y exquisitas construcciones pueden derrumbarse. Y hasta los más inocentes pueden morir cuando suceda. Considéralo mientras sirves a tu Rey en palacio.

Eren miró la espalda del propietario de la cafetería durante largo rato, viendo cómo se acercaba al hombre arrodillado. Ambos se camuflaron entre las sombras, volviéndose dos figuras oscuras. Parecieron mantener una conversación, Levi le entregó un macuto que el Rey ni siquiera había notado que llevaba encima. Tras eso, el hombre lo abrazó como si la vida le fuera en ello.

¿Cómo sería abrazar a una persona tan estoica como Levi? No, más bien ¿podría volver a sentir el calor de los brazos de alguien?


Al día siguiente, Eren comenzó a sentirse enfermo. Despertó de madrugada, sintiendo que el cuerpo le pesaba una tonelada. La almohada donde reposaba el rostro estaba caliente, pero el Rey temblaba de frío. Intentó acomodarse durante lo que parecieron horas, pero todo el cuerpo le dolía, como si estuvieran apretándole los huesos. Miró con desaliento el amanecer, fijándose en que los rayos de sol entraban por los bordes de las cortinas, iluminando un poco la habitación.

Reiner fue quién lo encontró en su deplorable estado, seguramente alertado por las criadas, quienes se marcharon tras haberse rehusado a que lo bañaran. No quería levantarse de la cama, sentía que todo le daría vueltas.

−Mi Rey. –Se inclinó el consejero. Debía haber algo terrible con su estado, porque Reiner incluso se veía alarmado. –Haré traer un sanador cuanto antes.

−Lamento saltarme el tribunal matutino –Bromeó, afiebrado como estaba.

−No sea absurdo, majestad.

Cuando se encontró solo, Eren se preguntó, en su fiebre delirante, si la caminata nocturna le habría sentado mal. No encontraba otra razón para los escalofríos y dolor que sentía, como un resfrío agresivo. Podría ser, ya que hacía tiempo que no se exponía a temperaturas bajas. De todas formas, había valido la pena.

Repitió las palabras de Levi en su mente. ¿Por qué le había dicho eso? Casi sonaba como que estaba contra la monarquía, como que estaba a favor de los rebeldes. Y de ser así ¿podría culparlo? ¿Podría seguirle tratando estando consciente de que, si tuviera la oportunidad, iría por su cabeza? Aunque hubiera dicho que el Rey constituía la esperanza del pueblo ¿pensaría él lo mismo?

Le dolió el cerebro de tanto pensar. Pero, le siguió dando vueltas al asunto mientras el sanador lo evaluaba. Cuando le diagnosticó un resfriado estacional, decidió que usaría la tarde para repasar con Marco los documentos que estaban pendientes. Tomó la decisión justo antes de rendirse en la inconsciencia del sueño.


Notas finales de la autora: Hola por aquí ¿hay alguien? Volví, sinceramente me gusta demasiado cómo está yendo este fic. Si les gustó, háganmelo saber.

Los quiero mucho. Ya se viene otro capítulo.