SU NOMBRE

Cuatro punto y cinco kilómetros subiendo y bajando, toda la compañía lo tiene que hacer en treinta minutos.

—¡Muévanse, muévanse! —Dugan grita ya en el punto meta de la colina donde ha insertado una bandera blanca, la tienen que tocar para poder ir de regreso—. ¡Muévete Gabe! ¡Arriba ! ¡Vamos! —mirando el reloj en su muñeca, se dirige a un hombre de tez oscura que se ha detenido a tomar bocanadas de aire.

Steve observa todo desde atrás. La verdad es que para él no es una prueba difícil, de hecho no se ha cansado ni un poco. Pero nota el esfuerzo de los hombres a su alrededor y siente la empatía, comprende lo que es esforzarse hasta que los pulmones queman y la garganta se seca como si le prendieran fuego.

—Vamos, ya falta poco —se acerca al hombre queriendo dar apoyo.

—¡No ayuden a ese hombre! —Dugan grita—. ¡Rogers!

Steve levanta la mirada a su superior con disgusto. Son un equipo, ¿por qué no ayudarle?

—Hay que moverse —Gabe se incorpora y empieza a correr torpemente con las manos sujetándose el costado izquierdo.

Steve también retoma su marcha sintiendo la mirada de Dugan encima. Y se sorprende cuando nota que Barnes, unos metros más adelante, empapado de sudor y las mejillas partidas por el frío, le da una mirada antes de retomar su trote.


Gabe Jones, Jim Morita y Jacques Dernier. Los "Comandos Aulladores". Gabe se le acercó al final del entrenamiento. Miembros Élite de Dugan. Un equipo extraño.

—Fumar todos estos años no ha sido lo más inteligente —Gabe se queja tapando la botella de agua.

—Eres el super soldado ¿no? del que tanto hablan. —Morita, sentado en un bando de madera, se saca la bota rascándose la planta del pie.

Steve asiente con sencillez. No le agrada la palabra de "super soldado".

—También el mocoso del campamento está dentro —Morita, mas que pregunta, afirma apuntando con la bota en mano. Steve ve a Barnes en la carpa de enfrente, echando agua a su cuello con los ojos cerrados.

Steve vuelve a asentir en silencio.

Morita ríe—. Su padre debe de estar revolcándose en su tumba.

—El papá de Barnes también fue soldado de este campamento. George Barnes murió en un accidente. Desde entonces el muchacho ha estado aquí. Pobre chico —Gabe explica—. Lo conocí muy poco pero si de algo estoy seguro es que no quería que su hijo siguiera sus pasos.

—¡Bah! —Interrumpe Dernier uniéndose a la conversación. —Su padre era muy blando, parecía marica. El chico tiene más huevos que su padre.

Steve parpadea, da un trago al garrafón sintiéndose un poco incómodo por el rumbo de la conversación. Marica. Su mente vuela hacia el recuerdo de su viejo amigo Arnold Roth. Siempre lo sacaba de líos. Él y Michel. Eran buenos tipos. Incluso le ayudaban a su madre, Sarah, con las cosas del mandado y hacían galletas en navidad y le daban regalos.

Hasta que una vez Arnold lloró en el hombro de Sarah. Destrozado porque Michel había sido molido a golpes.

"—La gente es de mente pequeña. Juzgan lo que no entienden" Sarah trataba de explicar, siempre lo hacía.

Steve no entendía muy bien. Pero su madre estaba furiosa, y con lágrimas entre los ojos trataba de consolar a Arnold. "—No pueden corromper tu amor por Michel con sus mentiras."

Amor.

Steve sigue sin realmente entender.

Amar a alguien.

Piensa en Sarah y en su padre. Todo es gris.

Piensa en Michel y en Arnold. Recuerda el dolor.

Michel murió de la golpiza y Arnold dejó la ciudad.

—George Barnes perdió la cabeza cuando murió su esposa. ¿Quién trae a su propio hijo a un campamento militar? —Morita descalzo de un pie, va hacia la mesa de madera tomando uno de los panecillos sobrantes—. Como sea. El pobre muchacho no sabrá nada de lo que es una juventud plena, ya sabes, chicas, alcohol, bailes.

—Podrá hacerlo cuando todo esto acabe —Steve por primera vez alza la voz. Con la mirada sigue al joven de quien habla. Barnes se va de ahí a paso lento, sudado y la mochila colgada en un hombro.

—Pues tú tampoco te ves muy grande que digamos. ¿Cuántos años tienes? —Gabe le inspecciona mirándolo de arriba a abajo.

—Disculpen —Steve se despide de ellos marchándose de ahí.


—¿James? —Steve opta por usar su nombre y no el apodo. Odia los bullies, odia los apodos. Lo ha alcanzado. El menor está apunto de entrar a su tienda. Se da media vuelta, una mueca de desagrado, los hombros erguidos como cuando un gato se eriza.

—No me digas así. —Pero parece ser que el menor odia más su nombre.

—Lo siento —es sincero. Una mueca con los labios se forma en su rostro.

—No me gusta —Barnes baja la voz, suaviza el tono al verlo—, ¿y ahora que hice?

Steve niega con la cabeza— no yo solo… quiero decir —no es bueno acercándose a la gente—… hoy creo que estuviste genial —dice al final porque de verdad lo cree. El más joven lo mira con cierto desconcierto elevando una de sus cejas castañas—. Completaste toda la prueba y fuiste de los primeros.

—Y tú de los últimos.

Steve sonríe, es verdad. Optó por esperar hasta el último hombre—. Me hablaron de tus habilidades en el campo. No exageraron.

—Si bueno, ¿gra…cias? —el castaño se rasca la cabeza llena de lodo como si no supiera qué hacer con las manos—. ¿Fumas? —desliza la mano a su bolsillos sacando una cajetilla magullada después de unos leves segundos.

Steve niega.

—Que aburrido.

Steve sonríe nuevamente—. No te voy a decir que no, incluso si apenas nos conocemos

Barnes alza los hombros con desdén. —Como sea, solo no me vuelvas a llamar así.

—Está bien, Bucky —hace énfasis en su nombre haciendo que el menor desvíe la mirada. Ante esto Steve arruga las cejas primero, después esboza una sonrisa ladina al parecerle divertido.

Bucky.

—Mírame, Bucky —Steve relajando los hombros, pide al joven.

El nombrado hace caso, Steve no pasa desapercibido los ojos grisáceos con tonos azulados inquietos. ¿Eso es miedo?

—Más que ser dos soldados, me gustaría que en algún punto podamos confiar la espalda uno del otro. Después de todo, sea por las circunstancias que sean, ya estamos en esto. ¿Estás de acuerdo?

—Si, señor.

—Si tú solo eres Bucky, entonces yo solo soy Steve.

—De acuerdo, Steve.

Steve sonríe ampliamente.

—¿Eso es todo? —Bucky tuerce la boca llevando un cigarrillo entre los labios sin prenderlo.

El rubio asiente mas no se mueve. Bucky tampoco, le mira por leves segundos y luego vuelve a bajar la mirada— ¿Te importa? —saca el encendedor del bolsillo y batalla para prender el cigarro.

Steve se despide aun cuando Bucky juega con el cigarrillo entre los labios.


Si pensaba que Bucky ya era bueno, verlo manejar armas es otro nivel. El mocoso es un excelente francotirador, con peleas cuerpo a cuerpo sin olvidar lo hábil que es para escabullirse, filtrarse o desactivar una bomba. Steve ha estado aprendiendo todo esto en el transcurso de los días ahora que entran juntos. Philips los observa, da instrucciones desde la distancia, a veces, acompañado de Fletcher.

Bucky es disciplinado en lo que hace. Pero no deja de ser un joven de 16. Hace maldades genuinas a los demás como esconder sus equipos o despertarles con una garrafa de agua fría en la cara y salir corriendo con una risa burlona. Come muy rápido como si siempre estuviera hambriento con pocos modales en la mesa.

Fuma desde los 14 según el propio Bucky. Le contó una tarde cuando iban de regreso y le ofreció nuevamente un cigarrillo.

—¿Alguna chica en especial? ¿eh? Steve —Bucky le pregunta sentado ahí en la tierra. Steve de pie, ellos y el resto del batallón esperan la llegada de Philips.

—No realmente.

—mmm

Steve mira hacia abajo. Bucky sigue jugando con la tierra, arranca los pastos tiernos a su alcance.

—¿No me vas a preguntar o ya te han llegado los rumores?—Bucky, de repente, murmura con cierta molestia contenida.

—¿Qué es lo que me tienen que contar?

El menor alza los hombros y aprieta los labios. Se recuesta por completo en el pasto.

—No hay nada interesante —saca el aire colocando las manos detrás de la nuca.

—Entonces ya somos dos, soldado.

Bucky permanece en silencio mirando el cielo nublado.


Es 8 de diciembre cuando llegan las noticias: Japón atacó la base estadounidense en el Pacífico de Pearl Harbor y declara la guerra a Estados Unidos.

Steve suspira entre la multitud al escuchar la noticia por el Coronel Fletcher. Bucky a su lado no muestra alguna emoción. La Navidad y el año pasan en un abrir de ojos.


Estados Unidos tiene días, meses quizás para la preparación de su ejército. Y el Capitán América no es la excepción pese a que Steve sigue odiando las presentaciones. Mucha gente y un discurso muy fervoroso que le resulta súper incómodo estar frente a todas esas personas y cámaras. Tanta es su prisa por irse de ahí que solo se quita el casco dejándose el uniforme debajo de la gabardina militar.

En su tienda está terminando de guardar sus cosas. Se está quitando el vestuario cuando la voz de Bucky le hace pegar un brinco.

—Ya se me hacía raro.

¿De dónde mierda ha salido?

—¿Qué? —en cambio pregunta

El mocoso sale de su escondite. La esquina pegada a su catre—. Estuvo buena la función de hoy.

—Si, supongo que sí —Steve se traga su desconcierto y timidez, no para con su labor empezando a desnudarse el dorso.

—Philips no me dijo nada de ser el compañero del Capitán. —Escucha a Bucky a su espalda después de un breve silencio.

—¿Decepcionado? —levanta una ceja rubia dejado escapar algo de vanidad

—Nah —el menor sacude la mano con despreocupación pasándole de lado—. Será divertido. —Una mueca ladina. Steve sonríe de vuelta antes de que Bucky se marche.


Captain América y Bucky. Al menos a su joven compañero parece divertirse más de lo que esperaba.

Ahora también le acompaña a las presentaciones. Bucky sonríe y saluda a la cámara con gran facilidad. Es radiante. Steve piensa mientras lo ve sobre el escenario, con su nuevo uniforme azul marino, y peinado, Bucky resalta más sus rasgos. Steve ya piensa en tomar su lápiz y plasmarlo sobre el papel.

El coronel Fetcher se ve satisfecho pues la imagen de Bucky da "juventud y energía" al ejército.

Están a punto de salir al escenario, Steve batalla por abrir una lata de comida porque luego Dugan se pasa con el entrenamiento y tienen que salir del campamento sin probar alimento.

—Deja —Bucky se la quita de las manos—, nunca tengas gatos —le dice cuando la abre.

Steve da dos bocados con la única cuchara y luego se la pasa al menor. Bucky toma la misma cuchara haciendo a un lado las aceitunas.

—Déjamelas— Steve con la boca semi llena toma las aceitunas con los dedos.

Steve tira la lata vacía al bote. Se coloca el casco y espera a Bucky que va pisándole los talones. Una fácil rutina en los últimos días.

Una tarde Steve saca su libreto y el lápiz de carbón. Le es tranquilizante deslizar el utensilio sobre el papel. Está pensado en Brooklyn, sus calles y sus puertos cuando Bucky entra a la tienda.

Echa un chiflido. —Eres realmente bueno es esto —y toma sus dibujos—. ¿Dónde es?

—El gran cañón

Bucky no contesta. Se queda mirando el dibujo con sumo interés.

—Quédatelo —Steve le dice mirado de reojo al momento que desliza el carbón.

—¿De verdad?

Steve asiente sin pegar la vista de su obra.


Vuelan en un Douglas C-47 Skytrain. Pasa de media noche y no falta mucho para que aterricen.

—Mis padres son de Europa, jamás creí que algún día tendría que pisar su continente —empieza la platica. Bucky sentado a su lado, gira a verlo poniéndole atención. Un caso sobre la cabeza a juego con el uniforme azul. Steve también va igual vestido solo que debajo la chamarra de cuero café, la estrella plateada de asoma—. Salieron huyendo de la depresión. Mi madre murió por tuberculosis cuando tenía dieciocho. —Continúa con su relato.

—Lo siento —Bucky murmura. —¿Y tu padre?

Steve siente un escalofrío. Tiene que aclarar un poco la voz antes de continuar.

—También falleció. Alcoholismo. —Suelta con mayor pesadez a la que le hubiera gustado.

—Oh… Yo no recuerdo a mi madre —Bucky sigue, se acomoda en el asiento dejando su arma sobre sus piernas— y mi padre era militar. También murió. Algunas veces la vida apesta —dice con sencillez encogiéndose los hombros.


MEDITERRANEO, NORTE DE AFRICA 1942

—El plan es rodearlos y franquear por la derecha. El Batallón irá primero. Los Aulladores incluidos. La cosa es entrar a Francia. Pero primero tenemos que expulsar a los Alemanes de aquí.

Steve escucha a Phillips, ojos fijos en el mapa extendido en la mesa.

—De acuerdo.

—Mañana a la caída de la noche. Duerma bien soldado. ¿Ya se instaló?

Steve asiente—. Bucky ya terminó de dejar el equipo

—Quiere una tienda para usted. Podemos dársela —Phillips hace señal al soldado de puerta para que se acerque.

—No, está bien. Que las tiendas sean para pares. Sin excepción.

—Como guste. —Phillips dice con simpleza

Cuando llega Bucky está recostado sobre su catre.

—Entonces, ¿cuál es el plan? —Termina con la barra de chocolate. La comisura de los labios sucias del dulce.

—Franquear por la derecha. Mañana habrá una junta en el cuartel. Dugan dirigirá el asalto.

—Suena bien —se voltea boca abajo sacando debajo de la almohada una cuchilla, Steve conserva otra barra de chocolate a la mitad, un comic viejo y una cajetilla magullada de cigarros. Luego el más joven empieza a sacar la tierra de las uñas con su cuchilla.

—Iré afuera un rato —El castaño dice de repente levantándose. El rubio nota como guarda la cajetilla de cigarros en el bolsillo superior de la chamarra.

—No quiero nada imprudente mañana, Buck. —Le suelta cuando el castaño abre la puerta de la tienda.

Buck. Una palabra fácil y sencilla de pronunciar. Corta y directa, pero también suave. Steve piensa que le va bien.

Bucky le mira de reojo por breves segundos, sus iris bailan de un lado a otro con lentitud. Steve nota otra vez ese desasosiego en el menor.

—Seguro —menciona antes de salir.


Steve está furioso. Se quita el casco dejando ver sus cabellos rubios pegados a la frente por el sudor. Camina. Los hombres alrededor de él abren paso conforme avanza.

Bucky mira al suelo mas no se mueve.

¡Te dije que nada de cosas imprudentes! Quiere gritarle. El mocoso, de alguna forma que aun no entiende cómo lo hizo, hizo explotar los explosivos del armamento enemigo. Steve se le secó la garganta cuando Bucky apenas pudo salir a tiempo. Y aun así tuvo que correr y hacer uso del escudo para que la oleada no le alcanzara.

—Ve a tu tienda, soldado —Es lo único que le dice frente a todos.

—Si, señor —Bucky se mueve rápidamente, se escabulle entre los hombres echándose a correr.

—Jóvenes. Se les hace fácil todo. —Morita le dice dándole una palmada en el hombro—. Vamos muchachos, a quitarse el hollín de los oídos —Exclama el comando y los hombres aglomerados toman sus cosas rumbo a las tiendas. Steve se queda ahí unos instantes más. Mira el cielo gris. Causa del humo de las explosiones unos cuantos kilómetros. Hoy hubo dos bajas del batallón y Steve se pregunta si realmente podrá protegerlos a todos.

—Un descuido, un solo e insignificante descuido y harás que te maten. —Encuentra a Bucky detrás de la tienda, fumando, se ve que se ha lavado la cara deprisa porque la tierra la tiene embarrada sobre la piel.

Bucky tira el cigarrillo y lo aplasta con la bota cuando nota su presencia. Sigue sin mirarle a los ojos.

Steve no sabe si ha sido muy duro o muy blando.

Lo único que sabe es que Bucky es joven e intrépido. Con mucho ímpetu en esos azules grisáceos.

—¿Entendido?

—Si, señor.

Steve suspira dándose media vuelta dejando al más joven justo dónde está. Va a quitarse el uniforme y dejar el escudo que por primera vez le pesa demasiado.