CIGARRILLOS
Están en el frente cuando una bala da en el casco de Bucky quien cae por inercia del impacto.
—¡Bucky! —Steve grita. Remueve rápidamente el casco de su joven compañero sintiendo un gran alivio al notar que no hay nada grave—. ¿Estás bien? —Le ayuda a levantarse. Subiendo las manos de sus hombros al rostro, le quita la tierra de los pómulos con sus pulgares enguantados.
Aturdido, Bucky focaliza con la mirada, sus largas pestañas se mueven al parpadear con lentitud.
—Hey, Buck. —Steve insiste. Acunando el rostro del más joven entre las manos, le pasa con suavidad el pulgar por el borde del párpado inferior. Steve se pierde por milésimas de segundos contemplado los azules grisáceos, y considera en un flashazo de pensamiento, lo mucho que le gusta aquel color. Aquellos ojos son preciosos.
—Deja de mirarme así, Steve —Bucky lo empuja de repente, y lleva una mano a la frente sobándose el sisen. Al notar que no hay herida se agacha para recoger su casco en el suelo.
—¡Muévanse señoritas! —Dugan interrumpe oportunamente pasando trotando con el resto del equipo haciéndoles retomar la marcha.
Esta vez logran expulsar al ejército opositor de aquellas tierras. Alemania se ha restregado.
Por la noche, en el poblado, hay camas reales y duchas calientes. Un festejo en las calles.
La población azotada por la guerra les recibe con euforia. Ellos se reúnen en el hotel donde el Coronel Fletcher ha llegado.
Fletcher y Phillips dan indicaciones a Steve y a Dugan, tendrán que seguir avanzando, avanzar hasta poder entrar a Europa y llegar a Alemania. Todos saben que es mucho más complejo de lo que parece.
Cuando terminan alcanzan a los demás en el pequeño bar aglomerado del hotel donde no cabe ninguna otra alma.
—¡Steve!
—¿Cindy?
La mujer se le cuelga del cuello—; O mejor dicho Capitán América, todos ya hablan de tus hazañas.
—¿Qué haces aquí? —Steve ignora el incómodo halago manteniendo los brazos a los costados.
—Llegué con el equipo del Coronel Fletcher —la mujer se les une, no le suelta del brazo. Steve no dice nada, en cambio, con la mirada ubica a su pelotón distribuido en el salón con los civiles y demás soldados. Beben y fuman. Otros bailan con las mujeres de la región. Jóvenes y bonitas. Todos felices de una victoria.
Bucky ríe y baila con una de ellas. Trae la camisa del uniforme desabrochada los dos primeros botones, las ondas de su cabello castaño es revoltoso y su sonrisa es la más amplia que Steve haya visto.
—Tomemos esta noche —Dugan le empuja hacia adentro, se sientan en una mesa donde Morita les hace señas ya con bebidas preparadas.
Con el pasar de las horas las placitas se hacen más ruedas. Hay risas estrepitosas queriendo ganar al ruido de la música y entorno.
Steve bebe, es lo único que hace mientras medio escucha a la mujer a su lado.
—¿Seguro que no quieres bailar? —Cindy intenta por sexta vez.
—No, gracias, estoy bien aquí.
Cindy sonríe, luego se inclina atrevidamente en la mesa por su bebida y Steve siente las orejas arder por incomodidad.
—¿A quién buscas? —Ella lo pilla con la mirada en la pista.
—A nadie, disculpa —se pone de pie rumbo a la mesa donde los demás juegan.
—¿Has visto a Bucky?
Morita niega con la cabeza poniéndose de pie con una mujer abrazada.
—Lo vi en la barra, Señor —Gabe grita antes de tirar los dados —¡Si, soy el maestro! —vocifera de alegría porque ha sacado un seis seis.
No es difícil encontrarlo, el rubio lo ve ahí con un cigarrillo entre los dedos, el pelo alborotado y la camisa abierta dejando ver su playera blanca, la cadena de sus placas pegadas a la piel por el sudor,
—Bucky.
—¿mmmmm?
—Steve —Cindy le alcanza —Oh, ya veo. Déjalo divertirse, es joven y guapo.
—Si, Steve, tú también diviértete. —El rubio se sorprende, hay cierto fastidio en la voz del menor y termina de golpe con su bebida. Deja el vaso sobre la barra pidiendo otro.
—¿Cuánto es bebido? —Steve lo toma del brazo haciendo que le mire.
Bucky se encoge los hombros, corrige su postura y sonríe ladinamente—. Poco, te busco después ¿va? —toma su bebida marchándose no antes de guiñar el ojo.
Steve se queda justo ahí observando como el menor se pierde entre la gente. Bucky claramente no quiere estar con él y eso le causa desánimo. La cosa es que Steve no siente como tal el alcohol, bebe y bebe mucho y apenas se marea un poco. Algo extraño emerge en él, si todos se están divirtiendo, si Bucky se está divirtiendo, él también debería intentarlo ¿no? Risas eufóricas y cuerpos pegados. La curiosidad de sentir esa adrenalina por las venas, algo que nunca vivió por culpa de su escuálido y enfermizo cuerpo.
Pero luego se acuerda del alcoholismo de su padre y unas ganas inmensas de devolver el estómago le invaden.
—Parece que toleras bien el alcohol aunque creo que no te agrada —Cindy le acerca otro vaso —Este es dulce, pruébalo.
Steve lo acepta por mera cortesía, y no lo bebe hasta que Gabe y Morita llegan a brindar sirviéndole otros tantos
Cindy se le restriega ya pasado otro rato. Sus senos blandos contra su pecho. La falta va más corta y sus mejillas coloradas. Es hermosa, no lo van a negar, con esa melena café y sus labios perfectamente retocados de color rojo. Ella le abraza por el cuello y se adhiere con fuerza. Steve tose y ella ríe. No hay mucha conversación entre ellos. Entonces ella le toma la mano llevándola abajo de la falda.
Steve la aparta.
Cindy ríe de nuevo. Lo abraza por el cuello—, mira —susurra.
Steve gira no muy seguro si es hacia donde le indica, pero inconvenientemente Bucky se está besando con una joven mujer pelirroja, la bebida en una mano y con la otra la sujeta por la cintura.
—Todos se están divirtiendo. —La mujer vuelve a llevarle la mano a su centro caliente y esta vez Steve no la parta y tampoco lo hace cuando Cindy le besa. Él ni siquiera mueve los labios. Su mirada sigue con su joven compañero que platica animadamente con la pelirroja que le susurra algo al oído. Solo gira a Cindy cuando su mano toca su miembro por arriba del uniforme verde que trae.
Pasan un rato así. Steve no sabe dónde poner las manos, entonces lo único que hace es seguir bebiendo, alternar el vaso con los labios de la mujer. No pasa mucho, y cuando gira de nuevo Bucky se ha ido.
Cindy lo arrastra arriba. En un cuarto se encierran y ella se desnuda la parte de arriba frente a él. Le toma la mano hacia uno de sus senos. Son suaves y blandos. Steve los amasa curioso mientras ella le desabrocha los pantalones.
Steve suspira cuando las manos de ella empiezan a despertarlo.
Es carne, deseo. Se la folla contra la mesa que está ahí. Desata su tensión acumulada. Su polla entrando y saliendo, no presta mucha atención al cuerpo que tiene abajo.
Steve acomoda rápidamente sus ropas, algo sencillo al ser solo los pantalones, y a ella le ayuda a llegar a la cama. La cubre, se ha quedado dormida, fruto del alcohol y del sexo.
Cuando abandona la habitación se da cuenta que son las tres de la mañana. Aún hay ruido. Parece que no estuvieran en guerra, esto pasaría por un festival si no fuera por el uniforme militar que muchos traen.
Busca con la mirada.
—¿Bucky?
—Una mierda Rogers —Dugan deja de besar a una mujer.
—Lo siento.
Steve sube y abre una habitación donde escucha ruido, la cierra rápidamente cuando ve a Morita con compañía en pleno acto.
Resignado sale de ahí con el propósito de caminar y respirar un poco de aire fresco, despejarse de olor a tabaco y de la ambientación del bar. Va saliendo del hotel cuando percibe ruidos en el callejón de al lado.
Una risa.
La risa de Bucky.
—Quiero los cigarrillos —La voz ebria de Bucky.
—Shhhhh.
Otra voz. Masculina.
Steve se adentra en lo profundo de la oscuridad de aquella calle fría y observa cómo un civil de mayor edad tiene a Bucky contra la pared, besándolo, su boca, su cuello... Steve se le congela la sangre. Y luego le hierve súbitamente como si fuera un volcán.
—Ya basta… los, los cigarrillos —Bucky se queja, se mueve inquieto haciendo el intento de apartarse cuando este le levanta la playera blanca.
Steve no piensa y toma al sujeto por la camisa tirándolo al suelo.
—Te dijo que ya basta.
—Mierda —El sujeto palidece inmediatamente, ebrio pero no al grado de Bucky, se levanta de una forma torpe y rápida huyendo a traspiés de ahí.
Steve saca el aire pesadamente, cuenta, de verdad cuenta hasta veinte, treinta para poder suavizar sus puños. Voltea y encuentra a Bucky mirándole aterrado con los ojos rojos, se deja resbalar contra la pared ocultado el rostro entre las rodillas.
—¿Bucky? —Algo se mueve dentro de él, Bucky se ve tan vulnerable, y no es en el frente, o en trincheras, no en la guerra, es aquí frente a él en un callejón oscuro.
—¿Buck…? — es hasta qué usa ese apodo que él mismo escogió para que el aludido alce la cabeza—. Déjame ayudarte.
—¿De verdad… no dirás nada de lo que acabas de ver? —su voz ebria sale muy consistente. No hay lágrimas, a su vez los azules grisáceos le miran con cierto desafío.
Steve traga duro, se toma unos segundos, eternos segundos donde su cabeza va a mil por hora. Medita sus palabras, ¿cómo decirle que a veces él se ha perdido en sus labios o que le gustaría tocarle la piel de su cuello? ¿Cómo decírselo cuando se acaba de follar a otra persona? Porque de alguna forma se siente culpable pero no de la forma en la que el menor piensa—. Yo no soy nadie. Nadie para decir si está bien o mal.
Steve no sabe cómo decírselo y tiene decidido que es mejor dejarlo así. Es un misterio, uno que no comprende.
—Eso no cambia nada Buck.
—¿De verdad?
Steve advierte el tono cortado del menor. Suspira antes de continuar hincándose a su altura—. Tuve… Arnold siempre me sacaba de apuros. Él y su chico. Eran buenos tipos. —Recuerda a su viejo amigo, recuerda lo felices que eran, recuerda como Sarah les decía que lucharan por ello.
Tal vez Sarah lo hubiera apoyado en esta conmoción que siente hacia Bucky, y le hubiera lanzado una mirada de total desaprobación si hubiera sabido lo de Cindy.
No huyas, Steven.
Si, se imagina a su madre dándole un sermón desde la cocina en su viejo departamento en Brooklyn. Y Steve sonríe por dentro, porque no le haría algo así a Bucky.
El más joven lo contempla con ojos vidriosos, casi parece que ha dejado de respirar—. Somos amigos además de compañeros de armas ¿no? —le extiende la mano. Bucky con la cara sucia y mirar rojizo, se limpia la nariz con el dorso de la mano antes de levantarse—. ¿Puedes caminar?
El castaño asiente con lentitud y aun así Steve le pasa la mano por su cuello sirviendo de apoyo.
—Lo siento.
—Nada que disculpar —Steve cree que se está disculpando por beber tanto.
—Me gusta más besar chicos que chicas... yo quisiera que no fuera así.
Entonces Steve solo lo escucha y escucha soltando una que otra palabra de apoyo y le da palmaditas a la espalda porque Bucky ha vomitado a medio camino, y ahora no deja de repetir "lo siento" ya que ha arruinado sus zapatos. Y se hace bolita en la cama una vez que llegan. El rubio se sienta a su lado ofreciendo agua.
—Toma un poco.
El menor con el rostro abotargado por el alcohol, se medio incorpora dando pequeños sorbos—, dejé que me follaran —suelta de repente una vez que se acaba medio vaso, hay fatiga en su voz pero eso no quita la dureza con lo que lo dice.
Steve no me mueve, advierte la disputa interna en los ojos contrarios. Sigue escuchando.
—El maldito hijo de puta me dejó 10 dólares y una cajetilla de cigarrillos. Lo odie… Murió en Pearl Harbor. Lo sigo odiando.
Steve le quita las botas y lo arropa. Bucky tiene la nariz fría y roja. El rostro inescrutable, ha dejado de sollozar.
Esa noche Steve no duerme.
