CAPÍTULO 3

Hermione aparcó el coche cerca del restaurante, había llegado diez minutos antes de la hora. Necesitaba tranquilizarse, no podía evitarlo, estaba nerviosa por la dichosa cita. Durante toda la semana se mandaron varios mensajes y decidieron que hoy no tendrían sexo, solo hablarían.

¿Cómo era posible que le asustara más eso que tener relaciones sexuales con él?

No quería mentirle sobre su vida y no le quedaría más remedio que hacerlo si Harry le preguntaba demasiado. Estaba cansada de esa situación, años atrás toda su vida cambió y desde aquel momento no pudo dejar de huir, de ser ante los demás otra persona completamente distinta. No se había acostumbrado a todo aquello, pero sí, llegado el momento tendría que mentirle.

Se miró en el espejo retrovisor y se retocó el suave maquillaje. Le había costado un poco decidir que ponerse, pero al final eligió un vestido negro ajustado, que dejaba la espalda al descubierto y le llegaba por encima de las rodillas. Las sandalias de tacón negras le daban un aspecto más sexy. Quería provocarle, que no se pudieran tocar, no quería decir que no fuera a coquetear con él.

Salió del coche y se quedó esperando en la puerta del restaurante. Harry le dijo que tocaban música en directo y se cenaba muy bien. Miró a los lados y no lo vio, era la hora exacta. «¿Y si se ha arrepentido?» pensó. Aunque en los mensajes que habían intercambiado a lo largo de la semana, le decía las ganas que tenía de tocarla, besarla y lo mucho que echaba de menos deslizar las manos por su cuerpo. Cuando le dijo aquellas cosas, tuvo ganas de salir corriendo a buscarlo y que la hiciera suya. Y, en más de un momento, ambos tuvieron que retenerse para no hacerlo.

—Hola —Hermione escuchó una voz detrás de sí y no pudo evitar sonreír. Había venido—. Será mejor que te gires, si sigo viendo tu espalda desnuda creo que no podré aguantar toda la noche sin tocarte. —Susurró rozándole con su cálido aliento la nuca.

No pudo evitar que un cosquilleo le recorriera el cuello. Se dio la vuelta y se encontró con su mirada, tan oscura y seductora como lo era él. Llevaba una camiseta gris y unos vaqueros ajustados, a Hermione le pareció que estaba realmente espectacular, como siempre.

—Estás muy guapa.

—Gracias, tú tampoco estás mal.

Él deslizó la mirada por sus labios y se aproximó a ella agarrándola por la cintura. Por un momento pensó que iba a besar su boca, pero no lo hizo, le dio dos besos cerca, muy cerca de la comisura de sus labios. Tomó su tiempo en depositar suavemente, primero un beso, a un lado de su boca y luego otro, mientras la sujetaba por la cintura. El simple toque la quemaba. «Esto va a ser más difícil de lo que pensaba», se dijo a sí misma.

—¿Entramos? —preguntó él con un tono seductor, todavía demasiado cerca de su rostro.

Asintió sin casi poder hablar. Harry extendió el brazo indicándole que pasara primero, cuando por fin sus piernas la obedecieron, entraron en el restaurante. El camarero les pidió que lo siguieran. Las velas que se encontraban en cada mesa, producían un efecto sensual e íntimo. Una iluminación escasa, pero perfecta.

Les llevó a una mesa que estaba en una esquina y algo apartada del resto desde el que podían ver perfectamente a los músicos. Una mujer alta y delgada cantaba una canción lenta, acompañada por un hombre que tocaba el piano. Tenía una hermosa voz.

Se sentaron y el camarero los dejó solos, sus miradas se cruzaron y Hermione vio que estaba algo agitado.

—¿Te ocurre algo?

—Hermione, creo que el resto de la noche iré delante de ti. Si sigo viendo tu espalda desnuda y el contoneo de tus caderas al andar, no podré controlarme…

Ella sonrió de forma provocativa. El camarero volvió con la carta, eligieron las bebidas y se fue dejándolos otra vez solos. Ambos comenzaron a comprobar el menú, de vez en cuando, levantaban los ojos encontrándose con la mirada del otro. Hermione no se podía concentrar en qué pedir, sonreían y volvían a comprobar el menú.

—La lasaña la hacen excelente en este sitio —sugirió Harry.

—Bien, eso me gusta, la probaré.

Pidieron los platos y Hermione miró hacia la mujer que cantaba. La música era tranquila y no estaba muy alta, por lo que se podía hablar muy bien. En ese momento dejaron de tocar y la cantante dijo que tomarían un descanso.

—Bueno, deberíamos empezar a hacer lo que la gente normal hace cuando tiene una cita —dijo Harry.

—¿Y qué se supone que hace la gente normal en las citas? —preguntó divertida.

—Hablar de sus gustos, aficiones, a qué se dedican.

—Bien, ¿a qué te dedicas?

—Soy enfermero.

—¿De verdad? —no se lo imaginaba de enfermero, aunque no le importaría que le revisara de nuevo todo el cuerpo.

—Noto un tono de mofa en tu voz —le dijo sonriendo a la vez que levantaba una ceja.

—No, no, para nada, es solo que no imaginaba que fueras enfermero.

—¿Y tú?

—Soy mecánico, arreglo coches.

—Mientes —comenzó a reírse a carcajadas.

—Es cierto —contestó muy seria.

—¿Y te asombra que yo sea enfermero?

—Bueno, lo normal es que haya más enfermeras que enfermeros.

—Sí, y lo normal es que haya más hombres mecánicos que mujeres.

—Definitivamente somos algo... anormales.

Ambos comenzaron a reírse. Hermione cada vez estaba más a gusto a su lado, hablaron de sus aficiones, de lo que hacían en el tiempo libre y se dio cuenta que tenían cosas en común. A ambos les gustaba la música rock, el cine, viajar. Por ahora no había tenido que mentirle en nada y se alegraba por ello. Por un momento se quedaron callados y Hermione se quedó observando sus labios gruesos y perfilados. Tenía ganas de hacer desaparecer la mesa que los mantenía separados y besarlos de nuevo. Miró sus ojos y vio como le dedicaba una intensa y penetrante mirada.

—Hermione, necesito preguntarte algo que no deja de darme vueltas desde que nos hemos encontrado hoy.

—Tú dirás.

Se acercó más hacia ella y murmuró:

—¿Llevas sujetador?

Hermione sin poder evitarlo, rompió en una carcajada.

—No sé si debería decírtelo —se acercó también a él y sus caras quedaron peligrosamente juntas, clavó sus ojos en los suyos y le contestó —No, no llevo sujetador…

Harry cerró los ojos y apretó el puño conteniéndose. Respiró hondo, haciendo un notable esfuerzo por controlarse de nuevo.

—Bien nena, porque quiero que hagas algo por mí —le miró extrañada—. Ve al cuarto de baño y quítate las bragas. Quiero que no haya nada debajo de ese vestido.

El tono ronco y grave que utilizó al decírselo, hizo que un escalofrío le recorriera el cuerpo, golpeándole con fuerza en su sexo. Se humedeció al escucharlo.

—Pero hemos dicho que no vamos a tener sexo.

—Lo sé, y así será, pero será un gran aliciente esta noche, cuando esté solo en mi cama y me masturbe pensando en ti.

La imagen erótica de Harry desnudo, en su cama y dándose placer pensando en ella, la excitaba tanto, que por un momento, una imagen de ella metiéndose debajo de la mesa y bajándole los pantalones, pasó por su mente. Después lo llevaría a su coche y le obligaría a que la hiciera suya. Se levantó de la silla y con gesto seductor sonrió y fue hacia el baño. Entró y se quitó la ropa interior metiéndola en el bolso, se sintió expuesta y a la vez libre. Volvió a la mesa, a la vez que la cantante y su compañero, empezaban a tocar de nuevo.

—¿Ya no las llevas?

—Puede que sí o puede que no, creo que te vas a quedar con las ganas de saberlo.

A Harry esa provocación le excitó tanto que su erección se hizo mayor. La polla le dolía, necesitaba estar dentro de ella. Cada vez le intrigaba más esa mujer, era una caja de sorpresas, y quería ir descubriéndolas una a una.

—¿Tienes hermanos?

Hermione se tensó. «Conversación equivocada» pensó. No quería hablar de su pasado.

—¿Por qué lo preguntas?

—Como eres mecánico, pensé que a lo mejor venía de vocación de tu padre o hermanos. — Harry notó que ella se había puesto a la defensiva.

—¿En qué hospital trabajas? —preguntó Hermione cambiando de tema. Él se dio cuenta, pero no dijo nada.

—En el Ramón y Cajal.

«Mierda, él está allí, en el mismo hospital que Harry». Se empezó a poner nerviosa, bebió agua. Por primera vez durante aquella noche quiso huir. Quería que trajeran el helado que habían elegido de postre y marcharse. Él pareció darse cuenta y le agarró de la mano.

—¿Estás bien?

—Sí, perdona he de ir al baño.

Se fue rápidamente y entró en el aseo. Se refrescó un poco con el agua de los lavabos, se miró en el espejo y se habló intentando tranquilizarse. «Vamos Hermione no seas tonta, sigue disfrutando de la noche». Se apoyó en la pared y sintió la desnudez en su vagina. Como le gustaría olvidar todo entre sus brazos, ahora más que nunca necesitaba sus caricias, sus besos. Harry lograba que no pensara en nada, solo en él, en su toque, en su fuerte cuerpo unido al suyo.

Escuchó la puerta abrirse.

—¿Hermione?

—¡¿Qué haces aquí?!

—Creo que te pasa algo, ¿estás bien? —preguntó mientras se aproximaba a ella y la acariciaba el cuello.

—Sí, perdona. Ya podemos salir —su proximidad la estaba asfixiando, sentía una creciente necesidad de tocarle.

—¿He dicho algo que te ha molestado?

—No, para nada, no te preocupes de verdad. —y le dio un rápido beso, rozándole los labios.

Ambos sintieron la chispa al sentir sus labios chocar. Se miraron y el rostro de él cambió reflejando la ascendente pasión que crecía en su interior.

—Todavía no me has dicho si llevas bragas —susurró cerca de sus labios.

—Te he dicho que puede que sí o puede que no.

—Eso no me sirve, quiero saberlo y me parece que no tendré más remedio que comprobarlo por mí mismo.

Harry le presionó el cuerpo contra la pared, en cualquier momento alguien podía entrar en el aseo, pero parecía que no les importaba. Deslizó la mano por su muslo, sin dejar de penetrarla con la mirada. La respiración de Hermione se aceleró. Él seguía avanzando hacia su entrepierna.

—Se supone que no podemos tener sexo —dijo Hermione jadeando.

—Lo sé, por ahora no lo estamos teniendo, solo quiero ver si me has obedecido.

Hermione le agarró del brazo, sintió la musculatura tensarse en sus manos. Necesitaba que la tomara y la penetrara allí mismo. Finalmente llegó hasta su sexo y Harry comprobó que estaba desnudo.

—¡Joder Hermione!

Y ya no pudo controlarse, la besó, la besó intensamente, jadearon a la vez que se metían en un baño sin parar de besarse, de tocarse. Hermione comenzó a desabrocharle los pantalones, mientras que Harry le bajaba el vestido viendo sus pechos desnudos. Se metió un pezón en la boca y ella gimió. Volvió a besarla, las lenguas fuertes y hambrientas echaban pulsos, queriéndose meter más profundamente en la garganta del otro. Le bajó un poco los pantalones, agarró la polla y comenzó a moverla de arriba abajo. Él no paraba de jadear. En ese momento, escucharon la puerta. Ambos se detuvieron e intentaron no hacer ruido, respirando con normalidad.

Se miraron a los ojos, hambrientos. Apoyó la frente contra la suya, intentando contenerse. La besó de nuevo, esta vez de forma suave y más dulce. Ella lo agarró de la nuca y lo presionó más contra su boca. Hermione reprimió un gemido. Finalmente, escucharon como se quedaron solos de nuevo. Harry se apartó.

—Espera, espera. No debemos, quiero que de verdad cumplamos lo que hemos dicho. Hoy no te penetraré, al menos no con mi polla. —ella le miró extrañada —. ¿Tienes un consolador?

—Sí —sonrió.

—Muy bien Hermione, porque ahora voy a dejarte. A las dos en punto quiero que estés desnuda en tu cama y con el consolador en la mano. Quiero que recuerdes este momento, para que estés húmeda para mí, pero no debes metértelo, ni correrte.

—Pero entonces… ¿Qué quieres martirízame?

—No nena, quiero escuchar cómo te corres conmigo a través del teléfono. Me obedecerás y harás todo lo que te pida. Te llamaré esta noche y te diré una a una las cosas que voy a hacerte.

—Pero…

—Sin peros, la próxima vez que nos veamos será en mi casa y te follaré de todas las maneras que se me ocurran. Te daré tanto placer que no querrás salir de mi habitación. Y me rogarás Hermione, ten por seguro que lo harás…