CAPÍTULO 7

Él se quedó observándola y sin pedirle permiso entró y cerró la puerta. Hermione le miró de arriba abajo. ¿Por qué demonios era tan atractivo? Harry estaba allí, comiéndola con los ojos y ella no podía articular ni una palabra. Quería gritarle que por qué había ido allí. Ni siquiera la había llamado antes. Algo en su mirada no le permitía hacerlo. Su presencia le imponía y sabía que dijera lo que dijera daría igual. Él no pararía.

Harry siguió acercándose mientras ella se alejaba, hasta que la pared la frenó y no pudo seguir retrocediendo. Él curvó los labios, sonriendo, sabiendo que estaba atrapada.

—¿Te crees que puedes entrar aquí sin decirme nada y acorralarme? —logró decirle furiosa.

—Sí.

Llegó hasta ella y no la besó en la boca. La acarició la barbilla y Hermione a punto estuvo de apartarle la mano, pero no lo hizo. Primero posó los labios en su frente y siguió bajando hacia su mejilla, después, muy despacio, mordió el lóbulo de su oreja haciéndola temblar. Hermione cerró los ojos dejándose llevar.

Él deslizó la boca hasta su clavícula y la lamió, sentía su cálido aliento en la piel. Ella gimió mientras que Harry, con mucha paciencia, la desabrochaba la camisa. Primero un botón, luego otro y otro más. Sentía sus dedos en la piel, le rozaban pero no la tocaban. Llegó hasta el último que se encontraba justo debajo de su cintura, muy cerca de su sexo, el que cada segundo se iba avivando más. Le soltó el último botón y lentamente le sacó la camisa deslizándosela por los hombros. Se estaba tomando su tiempo y ella quería besarle ya, que la penetrara de una vez. Su contacto y esa lentitud la estaban alterando. Le agarró del cuello y lo acercó hacia su boca:

—No preciosa, todavía no. Lo último que besaré esta noche, será tu boca —mientras le decía aquello le quitó el sujetador y se deleitó viéndola desnuda—. ¿Sabes qué es lo siguiente que voy a besar, lamer y chupar? —Le bajó los pantalones cortos y las bragas de encaje.

—No…—murmuró.

—Tu coño Hermione.

La cogió en brazos y la tumbó en la mesa rectangular que estaba en el salón. Él se quitó la camiseta y Hermione observó su tórax.

—Levanta los brazos y agárrate a la mesa, si te sueltas paro.

Obedeció y él le abrió las piernas. Se inclinó y la regaló besos húmedos cerca de su vagina. Recorrió el monte de Venus y paró. Antes de hacer nada la miró y vio su pecho subir y bajar, excitada y dispuesta para él. Era la primera vez que la veía completamente desnuda y podía apreciar cada curva con mayor claridad. Su suave y pálida piel, las moldeadas y esbeltas piernas.

Y su vagina… totalmente depilada. En ese momento la veía como una diosa, su diosa. La erección le dolía a través de sus pantalones.

Con ambas manos abrió despacio sus labios y entonces la lamió. Solo una vez. Hermione se sacudió.

—Quieta.

Él volvió a darle otro lametazo y otro, y otro más. Hermione se soltó y le agarró del pelo. Él se apartó y cogió sus brazos poniéndoselos de nuevo encima de la cabeza. Se situó muy cerca de su cara.

—Te he dicho que si te sueltas pararé.

Hermione le miró con rabia y deseo, pero le obedeció. El volvió a colocarse entre sus muslos y la atormentó de nuevo con la lengua. La lamió de nuevo, esta vez de forma más intensa. Tomaba todo de ella, pasó la lengua por su clítoris y lo torturó. Cuando Hermione creía que ya no podía sentir más placer, él metió dos dedos en su vagina.

—Harry —susurró excitada.

—Que bien sabes…Tan dulce.

Él succionó su botón hinchado y mientras le daba placer con una mano, con la otra acarició su pecho, retorciéndole un pezón. Hermione estaba muy cerca del orgasmo. Faltaba tan poco. Él sacó sus dedos y se sintió vacía, pero enseguida metió su lengua, entrando y saliendo, dentro fuera, hasta que pensó que ya no aguantaría más. Él tocó con un dedo su clítoris y entonces estalló. Gritó y se sacudió en la mesa, sintiendo el placer extenderse por su cuerpo. Harry apenas la dejó respirar.

—Ven.

Todavía temblando se incorporó de la mesa, mientras que él se quitaba el resto de la ropa, y se quedaba desnudo delante de ella. Cogió un preservativo y se lo puso. Hermione no podía dejar de mirarle. Le recordaba a los gladiadores romanos, solo que él era más fibroso y no excesivamente ancho. Las abdominales se le marcaban, su piel, algo dorada, daba ganas de besarla y morderla. Deslizó la mirada hasta su pene y aunque lo había visto otras veces, lo apreció con más claridad. Era grueso, grande y alargado. Perfecto.

Cuando le miró a la cara, vio que la observaba con una sonrisa:

—¿No te cansas de mirarme? —le preguntó seguro de sí mismo—. Puedes tocar si lo deseas.

A Hermione le dieron ganas de darle una torta, tumbarlo en el suelo y montarse encima de él. La cogió y le ayudó a bajarse de la mesa. Instantes después, Harry le arrebató un beso, intenso y apasionado. Echaba de menos sus labios, cuando sus bocas se unían el placer y la química se multiplicaba, imposible de parar.

Jadeando, tocándose ávidamente uno y otro, sin descanso. Le dio la vuelta y la colocó en la parte superior del sofá que se situaba al lado. La obligó a inclinarse. Su trasero se exhibía ante él.

—Abre las piernas —le ordenó.

Ella lo hizo pero Harry metió uno de sus pies y la obligó a que se abriera más.

—Así cariño —le dijo mientras le acariciaba la espalda—. Desde aquella noche en el cine no hemos podido hacerlo de nuevo. Echo de menos tu estrechez exprimiendo mi polla.

Hermione respiraba con dificultad, expectante e inquieta. Sintió como ponía la punta de su pene en la entrada de su vagina.

—¿Qué quieres Hermione?

—No te lo diré.

—Pídemelo —seguía jugando con ella, metiéndole el glande, pero sin llegar a profundizar. Ella apretaba los puños en el sofá. Anhelante y deseando que la penetrara.

—No —dijo orgullosa.

Él se apartó, intentaba mantener el control. Ansiaba entrar dentro de ella, aunque no lo haría hasta que se lo rogase. Le volvió a meter el glande, a la vez que la tocaba el clítoris. Ella gimió.

—Vamos Hermione, si me lo pides lo tendrás —su voz se entrecortaba también por el deseo.

—No…

Él se inclinó en su espalda y le susurró en el oído:

—Vas a rogarme, lo quieras o no. Cuanto antes lo hagas, antes disfrutaremos los dos. —Le gustaba lo cabezota que era, pero al final ella sucumbiría.

Se incorporó de nuevo y, entonces, sin previo aviso, se la metió profundamente. Una sola estocada y salió. Hermione sintió una sacudida y todo su cuerpo vibró. Quería más.

—Pídemelo nena —le dijo mientras torturaba su inflamado botón.

—¡Mierda! Hazlo, métemela.

—Se pide por favor.

—Y una m…. —hundió su pene dentro de ella y comenzó a entrar y salir. La agarraba de las caderas y mantenía el ritmo. Ambos jadeaban y sus cuerpos empezaron a sudar.

—Dios Hermione. Echaba de menos tenerte así. Hacerte mía de nuevo.

Se sentía tan bien, el acoplamiento era perfecto, como si estuvieran hechos el uno para el otro. La embistió con fuerza, hondo, profundo y en ese momento se corrió. Le tocó el clítoris y ella sintió un huracán de placer invadir su cuerpo. Gritó sin poder contenerse.

Ambos se quedaron laxos en el sofá, el pecho de Harry descansaba sobre la espalda de Hermione. Él se levantó, se quitó el preservativo y le preguntó dónde estaba el baño. Ella se tumbó en el sofá y se tapó con una manta fina que siempre tenía en el sillón. Le temblaban las piernas. Él se había puesto los bóxer y se sentó a su lado. La acarició el pelo y Hermione vio ternura en su mirada. Hacía un momento era todo dominación, pasión y autoridad y ahora la desarmaba con esos ojos que la transmitían demasiado.

—¿Quieres que me vaya? —le preguntó Harry.

—Si te vas te corto las pelotas. Harry se rió.

—Déjame un sitio. Conociéndote me harías dormir en el suelo.

—No es mala idea.

—Bruja —le dijo mientras se acercó a sus labios y le dio un breve beso.

Él se colocó detrás de ella, la abrazó y Hermione colocó la cabeza en su brazo. Se taparon y se quedó dormida con las caricias que Harry le hacía en el pelo.

«Sangre, por las paredes, por el suelo, los muebles. Hermione intentaba huir, pero le pesaban las piernas. No podía escapar, se sentía atrapada y sabía que alguien iba detrás de ella, en el momento que la encontrara la mataría. De repente apareció en un jardín rodeado de flores. Sentada en un columpio alguien la empujaba suavemente y ella reía. Era pequeña, no veía quien estaba detrás, pero sabía que sentía un gran amor hacia esa persona.

Echó la cabeza hacia atrás, sintiendo el aire, el brinco del estómago al subir y bajar. Todo era perfecto hasta que miró su vestido, lo vio lleno de barro y de sangre seca. El sol que brillaba con fuerza en el cielo cambió y se cubrió de nubes. Comenzó a llover. De nuevo esa presencia que temía estaba allí. Se bajó del columpió y echó a correr. Escuchaba los pasos detrás de ella, se iba acercando cada vez más, por mucho que huyera la estaba alcanzando. De pronto sintió una presión en su espalda y un fuerte dolor se expandió por su pecho. Supo el origen de esa sensación. Le habían clavado un cuchillo. Le costaba respirar, se cayó al suelo y comenzó a arrastrase. El aire no llegaba a sus pulmones, se estaba ahogando… Escuchó que alguien la llamaba a lo lejos».

—Hermione, despierta.

Abrió los ojos y vio a Harry con el rostro preocupado. Él le acarició la mejilla.

—Tranquila. Has tenido una pesadilla.

«No, no es un sueño», pensó.

—Abrázame —le pidió Hermione.

—¿Estás bien?

—No.

Él no dijo nada y la estrechó contra su cuerpo. Se abrazó a ella y acarició su espalda. Tenía una marca en la piel, una cicatriz. Debía de habérsela hecho hacía tiempo. Él había visto heridas de cuchillo y prácticamente eran igual. La rozó con un dedo:

—¿Y esta cicatriz? Parece profunda.

—Sí, lo fue.

—¿Tuviste secuelas?

—Me perforó un pulmón. Pero prefiero no hablar de ello.

—Está bien —Harry tenía muchas preguntas pero no quiso agobiarla.

—Gracias.

Se dio la vuelta y le besó. Se acurrucó en su cuerpo y se quedó dormida. Él sin embargo no podía dormir. Cada día que la conocía, tenía la sensación de que algo horrible la ocurrió en el pasado. No entendía por qué no confiaba en él. Quizá podía ayudarle, aunque decidió que tendría paciencia y esperaría a que poco a poco ella se fuera abriendo.

Observó su rostro, ahora estaba serena y tranquila. Era tan hermosa. Cuanto más la conocía, más tiempo quería permanecer a su lado. Con cuidado cogió su propio móvil, que tenía encima de la mesa, he hizo una foto a su rostro. Suponía que esta vez no se enfadaría, solo era una foto de ella durmiendo.

Harry llegó al hospital. La noche con Hermione fue perfecta, quedaron que volverían a verse, pero esta vez en su casa. Parecía haber bajado sus defensas y estaba mucho más receptiva. Si no la hubiera encontrado en el ascensor, nunca la habría vuelto a ver. Menos mal que le hizo la foto a su carnet de identidad. No se lo pensó, quería verla y estar con ella, pero sabía que si la llamaba, no daría su brazo a torcer. Cuando abrió la puerta y la vio, no necesitaron palabras. Sus cuerpos se llamaban, se atraían como dos imanes, y eso es lo que hicieron, juntarse.

Fue a la habitación del hombre del coma, allí todos le llamaban así. Hoy le tocaba a él revisarlo. Cada día hablaba más, era un criminal pero allí no le veían así. Parecía divertido y, poco a poco, se iba ganando a la gente. Entró y le vio mucho mejor, hizo las comprobaciones pertinentes y cogió las cosas para irse. El policía seguía allí. No podía negar que la situación era muy rara.

—¿Tienes hora? —le preguntó Draco.

—Sí —Harry sacó el móvil de la bata—. Las dos y media. Draco vio de lejos que él tenía en el fondo de pantalla a una mujer.

—¿Es esa tu novia? —le dijo con una medio sonrisa.

—Bueno, no sé muy bien lo que somos todavía.

—Vaya, eso es que te tiene agarrado por los huevos —comenzó a reírse e instantes después empezó a toser.

—Todavía estás débil.

—Por una parte estoy deseando recuperarme, aunque por otra… —miró hacia el policía que seguía leyendo el periódico. Parecía que no hacía otra cosa.

—Aun tendrás que estar por aquí un tiempo. Bueno, voy a seguir con mi ronda —le dijo a la vez que se alejaba de él.

—Espera —le pidió Draco mientras que Harry se detenía—. ¿No vas a enseñarme a esa preciosidad?

Harry dudó por un momento, pero sonrió y le acercó el móvil a la cara. Al fin y al cabo era inofensivo. El hombre palideció, pestañeó varias veces intentado enfocar mejor. Si hubiera podido apretar los puños con fuerza lo habría hecho.

—Es ella… —dijo Draco.