CAPÍTULO 9
El corazón de Harry retumbó contra su pecho al escucharla decir aquello. No se podía ir. La última vez que desapareció y pensó que nunca volvería a verla, casi se vuelve loco. No quería que ocurriera lo mismo de nuevo. Dejó de abrazarla y se apartó de ella.
Hermione lo miró y en sus ojos se reflejaba tensión y determinación. No tenía que haber dicho en voz alta esas últimas palabras. Si se iba era mejor que él no lo supiera, pero salieron sin más de su boca. Él se cruzó de brazos y se apoyó en la encimera de la cocina.
—Voy a decírtelo solo una vez más —le dijo con un tono de voz bajo y amenazante—. Vas a contarme qué coño te ha ocurrido en el pasado y no me moveré de aquí hasta que lo hagas. ¿Lo has entendido?
Hermione se puso a la defensiva al escucharle hablar así. Se secó las lágrimas y la tristeza que sentía hacía unos instantes se transformó en rabia.
—Sí, lo entiendo perfectamente, pero no me sale de los huevos decirte nada.
—Un día voy a limpiarte esa boca con jabón —se fue acercando de nuevo hacia ella, hasta que se quedó cerca de su cuerpo. La fuerza que le transmitía la imponía, pero no se amedrentaría.
—Si no te gusta ya sabes dónde está la puerta.
—Sí me gusta. Ese es el problema. Me gustas demasiado para dejarte marchar y tú te empeñas en alejarme de ti —la cogió de la cintura—. Hermione, te aseguro que en toda mi vida nunca he ido detrás de una mujer como lo estoy haciendo contigo y mucho menos de forma tan paciente.
—¿Paciente? —le dio un empujón y se separó de él enfadada—. Miraste en mi cartera para ver donde vivía, apareciste en mi casa sin ser invitado y le has enseñado una foto al hombre que más daño puede hacerme.
—No voy a pedirte más veces perdón por eso. Debes contarme lo que te ha ocurrido y te advierto una cosa; si tú no lo haces, se lo preguntaré a él. Tú decides.
—¡No! —contestó rápidamente algo asustada.
—Entonces empieza a hablar.
Hermione se quedó mirándole, no sabía qué hacer. Por un lado no quería decírselo, solo tenía que desaparecer, pero si lo hacía sabía que Harry cumpliría su amenaza e iría a hablar con Draco. Cuanto menos hablara con aquel maldito hombre mejor, además lo único que haría sería contarle mentiras y confundirle.
—De acuerdo.
Un gran alivio inundó la cara de Harry.
—Bien, pero primero dime dónde está el botiquín de primeros auxilios. Voy a curarte las heridas de los pies.
Ella fue a andar y un pinchazo de dolor le recorrió los pies. De los nervios, el dolor pasó a un segundo plano al pisar los cristales del vaso que se le había caído.
—Ven aquí —la cogió y la llevó al sofá entre sus fuertes brazos. Notó su pecho cerca de su rostro y ella se sujetó con sus manos detrás de su cuello. A punto estuvo de decirle que no la soltara. Por un momento se sintió inmensamente protegida. La tumbó y fue a buscar el botiquín en el armarito donde ella le había indicado.
Él dejó en la mesa lo necesario para curarla. Algodones, alcohol, unas pinzas y unas tiritas. Le cogió suavemente la pierna y la colocó en su rodilla. Con un algodón, limpió la planta del pie que todavía sangraba.
—Auch —dijo Hermione.
—Escuece, lo sé, pero al menos no te has hecho ninguna herida profunda —él la miró—.
Vamos, cuéntamelo. —le ordenó de forma sutil.
Los nervios de Hermione estaban a flor de piel, no por las heridas de los pies, sino por otras bien distintas. No sabía cómo empezar a contarle su pasado. Hacía mucho tiempo que no había vuelto a hablar de aquello. No es que hubiera podido olvidarlo, cada día seguía soñando con lo ocurrido. Abrirse a él le asustaba, no solo porque sabría la verdad sobre ella, también porque de forma egoísta no quería revivir de nuevo su pasado. Volvería a ser Jane, volvería a ver la sangre, sentiría el miedo…
—¡No puedo hacerlo! —le dijo Hermione intentando incorporarse y huir de allí.
Él puso la palma de la mano sobre su estómago, sujetándola. Notó el calor de cada uno de sus dedos sobre la piel. ¿Por qué no podían simplemente tocarse, dejarse llevar y olvidarse de lo demás? Es lo único que ella quería hacer en esos momentos.
—No. No te muevas.
Él continuó limpiándole las heridas. Le observó, pero no era capaz de hablarle. Harry, muy paciente, seguía callado, esmerándose en curarla, esperando a que ella sacara valor para que las palabras fluyeran de sus labios. Hermione se frotó las manos inquieta. Y entonces, habló:
"Mi madre dejó a mi padre al poco de nacer yo —Harry se detuvo por un momento, pero sin mirarla dejó el algodón en la mesa y cogió unas pinzas para sacarle los cristales—. Él se volvió un alcohólico y adicto al juego. Mi tío Joaquín siempre me cuidaba, era el único que se preocupaba por mí. Cansado de ver lo abandonada que me tenía mi padre, decidió pedir la custodia. A él no le importó, incluso creo que sintió alivio al deshacerse de mí. Un día desapareció y no le volvimos a ver.
Crecí con mi tío, me cuidaba, me llevaba al colegio, me ayudaba con los estudios. Era como un verdadero padre. Trabajaba de mecánico en su propio taller, pero las cosas empezaron a irle mal. Yo ya era adolescente y siempre que salía del instituto iba a ayudarle.
Mi tío conocía a Draco por mi padre. Desde muy pequeña apareció en nuestras vidas. Según iba creciendo él me miraba de una forma extraña y me hacía sentir muy incómoda. Draco le dijo que si le iba tan mal, él podía prestarle dinero y que más adelante se lo devolvería cuando las cosas mejoraran en el taller. Mi tío sabía que no era trigo limpio, corrían rumores de que trabajaba para la pequeña organización criminal de Severus Snape. Un hombre que traficaba con drogas, hacía chantajes, extorsión e incluso trata de mujeres.
La necesidad hizo que finalmente accediera. Al principio todo fue bien. Con el dinero que él le prestó, hizo mejoras en el taller y por un tiempo las cosas mejoraron. Mi tío siempre estaba muy pendiente de mí. Insistía en que no debía dejar los estudios. Le pedía que me enseñara a arreglar coches y así me fui convirtiendo en una experta, eso sí, con la condición de que siguiera estudiando. Intentaba hacerlo por las noches, mientras que le ayudaba al salir del instituto y así poco a poco, fui sacando el trabajo adelante.
Draco cada vez le presionaba más para que le devolviera el dinero. Mi tío le iba dando todo lo que podía, pero no era suficiente, quería más. Aunque él se dio cuenta que no era dinero lo que realmente le interesaba, sino yo.
—¡Ay! —dijo Hermione al sentir un pinchazo en el pie.
—Perdona, te estoy sacando varios cristales.
En realidad Harry al escucharla decir aquello apretó más de la cuenta su pie. Le enfureció, no quería ni imaginarse que ese cerdo quisiera tocarla. Tenía la mandíbula tensa, intentó relajarse, mientras que Hermione proseguía.
"Empezaron las amenazas, hasta que un día mi tío vio como aparcaba cerca de nuestro pequeño dúplex y se acercaba con dos matones. Me obligó a que me escondiera en una pequeña trampilla que teníamos en el suelo. Me hizo prometer que no saldría, escuchara lo que escuchara. Recuerdo que con los ojos vidriosos me dijo que me quería…"
Hermione se quedó callada y Harry le cogió de la mano. Tenía la mirada ida, muy lejos de allí.
Continuó hablando:
"Todavía tengo en mi memoria aquella conversación, podía escuchar todo lo que decían, incluso se apreciaban sus caras, que se veían a través de unas rendijas en el suelo de la trampilla.
Draco le volvió a amenazar, tenía que pagarle ya que el plazo se había terminado. Mi tío le dijo que todavía no lo tenía, que le diera más tiempo. Él se negó. Recuerdo sus palabras:
—Si no puedes pagarme con dinero, entonces ya sabes que otra cosa puedes ofrecerme.
—Ni hablar —le contestó mi tío.
—¿Dónde está?
—La he mandado muy lejos de aquí donde no podréis encontrarla.
—Eres un estúpido, ahora ya no tienes nada de valor, solo queda tu insignificante vida. Pero ten por seguro que la encontraré y me encargaré de que muchos hombres la conozcan también. Uno detrás de otro, sin descanso, aunque antes la probaré yo…
—¡Cabrón!
Mi tío se abalanzó sobre él y los perdí de vista. En ese instante vi a Draco que sacaba un arma y la disparaba. Escuché el golpe de un cuerpo desplomándose y recuerdo el sonido de las gotas de sangre golpear contra el suelo traspasando la trampilla a través de las rendijas donde yo me encontraba. Entonces escuché la voz de Draco.
—¿Dónde estás querida?
Odiaba su voz, era algo aguda para ser de hombre. Siempre solía llamarla querida en vez de por su nombre y la forma en que lo hacía le daba escalofríos.
—Registrad la casa.
Todavía no sé cómo pude mantenerme callada, en ese momento me di cuenta de que habían matado a mi tío. Estaba aterrorizada pensando en la posibilidad de que averiguaran donde me escondía. Finalmente se cansaron y se fueron. Pasaron muchas horas hasta que me atreví a salir de allí. Cuando lo hice vi el cadáver. Frío y pálido, le abracé, sabiendo que él no me rodearía con sus brazos. Aquellos que siempre me columpiaban cuando era pequeña e íbamos al parque.
No sabía muy bien que hacer, pero no quería quedarme por allí, me daba miedo que volvieran. No era capaz ni de llorar, estaba en estado de shock. Así que me fui corriendo hasta la comisaría más próxima, cuando llegué me atendió la policía y les dije que habían matado a mi tío. Uno de ellos me llevó a una sala, me puso una manta por encima y al poco tiempo entró una mujer policía, Minerva. Después de contarle la historia me abrazó y en ese momento las lágrimas brotaron de mis ojos sin que pudiera detenerlas. Esta mujer me ayudó mucho durante todo el proceso y si no fuera por ella, yo no estaría aquí. Me salvó la vida…
Después de aquello todo cambió para mí. Me llevaron a un centro de menores, al tener diecisiete años. Lo bueno es que me faltaba muy poco para cumplir los dieciocho. Fueron a detener a Draco. Él se enteró que había un testigo que le inculpaba y enseguida supo que era yo. Se encontraba en la cárcel, pero eso no quería decir que no pudiera tocarme. Al ser un miembro de la organización, tenía muchas influencias e Severus Snape, el cabecilla de todo, podía ayudarle.
Estaba deseando poder irme del centro de menores. No me dejaban trabajar, tenía que seguir yendo al instituto. No me imaginé que muy pronto saldría de allí, pero no como pensaba.
Una de las tardes que me quedé estudiando en la biblioteca, salí más tarde de lo normal. Era invierno y a las ocho ya era de noche. Hacía mucho frío y el aire soplaba bastante fuerte. Solo escuchaba el silbido del aire en mis oídos. No sé por qué pero sentí una inquietud y miré hacia atrás. Entonces le vi, un hombre vestido con una sudadera con capucha, corpulento y fuerte venía corriendo hacia a mí. Instintivamente empecé a correr, solté la mochila para poder hacerlo más deprisa. El centro estaba a pocos metros, pero él me alcanzó —Hermione notó un nudo en la garganta al recordar aquello—. Sentí un fuerte dolor en la espalda, caí al suelo, e intenté gritar, pero notaba que el pecho me dolía y me estaba ahogando. Solo esperaba que otra puñalada se hundiera en mi espalda. Él me agarró del pelo y logró que me diera la vuelta. Vi sus ojos oscuros a través de la capucha y el reflejo del cuchillo al levantarlo para coger impulso y clavármelo de nuevo.
Escuché un disparo y él se quedó quieto. De nuevo fue a intentar a apuñalarme. Escuché otro disparo y entonces soltó el cuchillo y se llevó la mano al pecho. Se cayó encima de mí. Como pude intenté salir de debajo de su cuerpo. Entonces vi a Minerva agachándose donde yo estaba. Me lo quitó de encima y escuché que llamaba a una ambulancia. Después me desmayé.
Estuve bastante grave. Me perforó un pulmón y tardé en recuperarme. Cumplí allí los dieciocho años. Minerva venía a verme muy a menudo. Nunca pude agradecerle lo suficiente, si no llega a ser porque aquel día fue a verme para hablar del caso de Draco, ahora estaría muerta.
Siempre había un policía protegiendo la puerta de mi habitación. Me habían puesto seguridad. Me explicó que hasta que saliera el juicio contra Draco lo mejor sería entrar en protección de testigos ya que podían volver a intentar matarme. Cambiaron mi nombre y todo mi pasado se vio borrado de un plumazo. Cuando salí del hospital, me trasladaron a Cádiz. Allí ya no era Jane, me llamaba Hermione. Lo que nunca cambié fue la profesión de mecánico. Me consiguieron una casa, un trabajo. Se celebró el juicio, testifiqué contra él y afortunadamente no tuve que verle la cara. Le condenaron a veinte años.
Me quedé en Cádiz durante años. Ya no podía mantener ningún contacto con la policía ni con Minerva, a no ser que me viera en peligro.
—¿Por qué volviste a Madrid? —preguntó Harry.
—Un día en el periódico leí que a Draco le habían dado una paliza hasta casi matarle. Me arriesgué y llamé a Minerva, me contó que Draco había hecho un trato con la policía dándoles información de donde iba a realizarse una importante venta de droga a cambio de reducir la condena. En el asalto murió el hijo de Severus, el cabecilla. Se enteró que Draco estaba detrás de todo aquello y como venganza dio orden de que le mataran. Minerva me dijo que ya no tenía que temer nada. Se había quedado en coma por la paliza y si lograba despertarse no tendría el apoyo de nadie. Estaba solo.
—No entiendo por qué le temes entonces. Está solo, ingresado en un hospital y volverá a la cárcel —le dijo Harry que ya había terminado de curarla.
Hermione dobló las piernas y se las acercó a su pecho. Se abrazó a sí misma.
—No le conoces. Es vengativo, sé que no parará hasta que me vea muerta. Antes no fue capaz de encontrarme, pero hoy tú le has llevado hasta a mí.
Harry se tocó el pelo frustrado.
—Lo siento, de verdad. Tenías que haber confiado en mí.
—Harry, apenas nos conocemos. Lo primero que he pensado cuando me has llamado por mi verdadero nombre era que estabas con él. Por instinto he intentado protegerme de ti y he ido a la cocina a por un cuchillo…
—Yo siento que te conozco Hermione, no me preguntes por qué, pero no puedo dejarte ir.
Se acercó a ella y tocó un mechón de pelo que caía sobre su rostro, despacio se lo metió por detrás de la oreja.
—Debo irme lejos.
—Ahora no estás sola, me tienes a mí. Puedes venirte a vivir a mi casa si así te sientes más segura.
—Eso no impedirá nada, solo te pondrá en peligro. Lo siento, pero debo marcharme de Madrid.
—No —le dijo con tono seco y autoritario.
—Eres un terco.
Ella le apartó y se levantó para irse. Cuando estaba de pie, Harry la cogió rápidamente de la mano y tiró de ella. Hermione perdió el equilibrio y cayó sentada en las rodillas de Harry. Él la sujetó por la cintura, sus bocas estaban separadas por pocos centímetros. No permitiría que se fuera, pero antes tenía que averiguar si sentía lo mismo que él. Y ahora lo comprobaría.
