CAPÍTULO 10

Sabía que presionarla demasiado no sería lo adecuado, solo lograría que se alejase poniéndose a la defensiva. Debía llevarla a su terreno, hacerla ver que sentía algo más. En el fondo él también necesitaba saberlo. Tenerla entre sus brazos, con ese corto pijama y percibiendo su calor, no se lo estaba poniendo nada fácil.

Vio que la respiración de Hermione se estaba alterando por su proximidad. ¿Por qué negaba lo evidente? Le costaba mantener el control cuando estaban juntos. Iba a demostrarle lo mucho que le necesitaba a su lado.

—¿Terco dices? Ni te imaginas lo terco que puedo llegar a ser. He dicho que no te irás y vas a prometérmelo antes de irme de aquí.

—Lo dudo.

—Hermione… no me presiones. Soy capaz de atarte a la cama si es necesario.

—No te atreverías.

—Sí cariño, de eso y de mucho más.

Se sonrojó sofocada al imaginárselo y repentinamente le besó en el cuello. Harry se estremeció sorprendido por su contacto y, Hermione, notando que le había soltado de su agarre aprovechó para zafarse de sus brazos, pero volvió a atrapar su mano impidiendo que se alejara.

—¿Has intentando despistarme? —susurró de forma peligrosa mientras que ella intentaba liberarse—. Estoy perdiendo la paciencia, si sigues así te pondré entre mis rodillas y te azotaré.

—Atrévete —le espetó furiosa y a la vez excitada por lo que le acababa de decir.

Los ojos de Harry se entrecerraron mientras la miraba fijamente. Volvió a tirar de su brazo y acabó de nuevo entre sus rodillas. Él deslizó una de las manos por su cadera llegando hasta su culo.

—Suéltame.

—¿Te marcharás?

—Sí.

—Eso lo veremos —murmuró con dureza.

A Hermione se le retorció algo en el vientre por el sonido grave de su voz. Se le veía furioso y excitado. La cogió del cuello y estampó su boca contra la suya. Intentó forcejear, pero su lengua estaba conquistándola, invadiendo su interior. La besó como si estuviera hambriento de ella, como si quisiera retenerla para siempre a su lado. Su cuerpo comenzó a licuarse por dentro.

Él rompió el contacto con sus labios y ambos se miraron jadeando en busca de aire. Intentó huir, tenía que alejarse de él antes de que fuera demasiado tarde, necesitaba pensar, pero sus brazos la tenían atrapada. Era como estar rodeada de acero. Volvió a forcejear, pero esta vez sintió su fuerte erección contra su trasero.

—Para. Deja de frotarte contra mí o perderé el poco control que me queda.

Le intimidó el tono de voz que utilizó, amenazante y erótico. Sintió un tirón de calor entre sus muslos seguido de una oleada de placer. Era increíble el poder que tenía sobre ella.

—Necesito saberlo. Mírame.

Hermione no sabía a qué se refería, pero su mente había dejado de pensar en el mismo momento que le que puso las manos encima. La descolocaba y la llevaba a un punto sin retorno. Juraría que podían estar toda la noche y no serían capaces de dejar de tocarse. Se sentía demasiado bien… Clavó sus ojos en los suyos.

Harry intentó calmarse, el olor dulce y excitante que desprendía Hermione le hacía perder la razón. No era esto lo que tenía pensado, no debía presionarla tanto, pero tenerla encima de sus rodillas le provocaba punzadas de agonía en todo su cuerpo. Quería que definitivamente se abriera a él, que se entregara sin reservas.

Sin dejar de observarla, fue desabrochando los botones de la pequeña camisa de su pijama. La respiración errática de Hermione pesaba sobre él. Veía en su mirada que no paraba de luchar contra lo que sentía y lo que para ella era correcto. Rozó suavemente sus pechos y la escuchó gemir la vez que cerraba los ojos como si sus caricias le arrastrarán a un placer extremo. Desabrochó el último botón y apartó despacio la fina tela, deslizándola por su hombro. Su desnudez se reveló ante él, haciendo que la necesidad de poseerla fuera insoportable.

Él acercó la boca a su cuello y dejó un reguero de besos por su garganta mientras que desplazaba una mano por debajo de sus pantalones cortos. Llegó hasta sus bragas y las apartó hasta deslizar uno de los dedos en sus húmedos pliegues. Hermione jadeó.

—No…

—Nena, dime que me deseas tanto como yo te deseo a ti. Necesito tenerte cerca todo el tiempo. No dejo de pensar en ti. Me falta el aire solo de pensar que te alejarás y no volveremos a vernos.

Mientras le hablaba seguía torturándola acariciando su sexo, pero de forma suave y tranquila haciendo que sus nervios se colapsaran. Hermione sentía exactamente lo mismo. No podía separarse de su lado, pero sabía que si se lo decía no la dejaría marchar.

—Harry… —susurró excitada.

—Contesta Hermione y te daré lo que deseas. Mis dedos se hundirán dentro de ti.

—No puedo…

—Mierda.

Le bajó los pantalones cortos hasta los tobillos y se deshizo también de sus bragas. Se quedó prácticamente desnuda entre sus brazos. Volvió a bajar la mano hasta su vagina y torturó sus pliegues extremadamente húmedos. Involuntariamente Hermione curvó la espalda hacia él, suplicándole en silencio.

—Dime lo que quiero saber —ordenó con un susurro ronco sobre su oreja. Ella negó con la cabeza. Seguía resistiéndose.

—Por favor —suplicó apenas con un hilo de voz.

—Sí, meteré mis dedos en tu coño en el momento que me digas lo que sientes. La mordió y Hermione se estremeció.

—Siento lo mismo…

—¿Qué exactamente?

—¡Sí, joder sí! Lo único que no ha hecho que me vaya lejos de aquí eres tú. Te necesito tanto que me asusta.

—Bien.

Bruscamente le metió varios dedos en su interior a la vez que asaltaba su boca. Gimió entre sus labios y Harry creía que su verga iba a reventar dentro de sus pantalones. Había conseguido su primer objetivo, pero quedaba lo más difícil.

Hermione necesitaba más, sus dedos no eran suficiente. Quería tenerle dentro, sentirle. Le agarró de la nuca y le aprisionó más contra sus labios. Ansiaba su calor, el sabor de su boca, pero él volvió a separarse.

—Prométeme que no huirás —le dijo agitado.

—Calla, por favor. No pares.

En ese momento, Harry, la apartó hacia el lado izquierdo del sillón y se levantó. Se sintió vacía al estar lejos de sus caricias. Vio que se sacaba la camiseta por encima de la cabeza. Sin dejar de observarla y, muy despacio, fue desabrochándose el cinturón. La necesidad entre sus piernas era palpable. Verle desnudarse de forma tan lenta la estaba martirizando. Para calmarse se llevó una mano a su sexo.

—No. No quiero que te toques —le advirtió.

Ella obedeció. Miró sus rasgos ásperos y severos aunque al mismo tiempo tremendamente sensuales. Se quitó los pantalones y vio que su miembro sobresalía de su bóxer totalmente excitado. Se los bajó y se los sacó por los pies a la vez que se descalzaba. Contempló su desnudez. Tenía los hombros anchos y la cadera estrecha. Fibroso y musculado, emanaba poder y fuerza. Las pulsaciones entre sus piernas cada vez se agudizaban más. Su frustración aumentó provocando que su sexo se contrajera de forma dolorosa, cuando él agarró su miembro y se lo acarició de arriba abajo mientras no dejaba de observarla.

—Ven —le pidió Hermione.

—No. Quiero que sientas lo que será el estar separados, quiero que recuerdes este momento si te vas. Sin que pueda tocarte, sin que pueda besarte ni follarte.

—Mierda Harry, basta.

—¿Sientes ese vacío? ¿Esa necesidad? —dijo con la voz entrecortada a la vez que seguía masturbándose—. Voy a correrme y será lejos de ti, sin que puedas sentirme.

—¡No, espera!

Una sonrisa diminuta cruzó la boca de Harry. Hermione le vio tan arrogante y seguro de sí mismo que notó una mezcla de rabia y necesidad en sus entrañas.

—¿Sí?

—Ven aquí —le dijo Hermione.

Él se agachó y cogió un preservativo de sus pantalones. Se lo puso y se acercó tumbándose sobre ella. Hermione sintió el peso de su duro cuerpo presionándola, mientras que la cogía un pezón y se lo retorcía. Intentó arquearse, pero no podía. Harry le mordió el labio y pasó la lengua sobre ellos, provocando que un escalofrió la envolviera elevando su tortura.

—¿Y bien? —dijo él levantando una ceja.

—Te necesito dentro de mí.

Aproximó la punta de su pene justo en la entrada donde se concentraba todo su calor.

—No, antes debes prometerme que pase lo que pase no huirás.

Ella rodeó su cadera entre las piernas y le obligó a hundirse un poco más en su interior. Ambos gimieron. Su vagina se contraía, inquieta y necesitada de él.

—Dímelo.

—¡Dios! De acuerdo.

—¿Cómo has dicho?

—Me quedaré.

En el instante que salieron las palabras de su boca, él la embistió con fuerza. La cabeza de Hermione casi se quedó en el aire al escurrirse por encima del apoyabrazos del sillón. En esa postura él podía ver su esbelto cuello con las venas algo más hinchadas. El deseo fluía por su garganta y su clavícula, atravesando su suave piel en forma de manchas rosadas. Volvió a arremeter duramente contra ella, una y otra vez.

—Prométemelo Hermione.

Ella la clavó las uñas, gemía y casi gritaba por lo que le estaba haciendo sentir. En ese momento paró.

—No pares —suplicó.

—¡Prométemelo!

—Te lo prometo. No me iré.

Los músculos de su vagina se excitaron y se tensaron por el roce de su miembro entrando y saliendo de su interior. La poseía con violencia, pero no lograba saciarse. Sentía el vórtice del clímax llamándola. Un huracán se formó en su vientre con cada embestida. Hasta que él tocó uno de sus pechos y lo apretó. Todo estalló y retumbó en el cuerpo de Hermione. Gritó su nombre a la vez que millones de sensaciones se precipitaban por cada resquicio de su cuerpo. Dejó de estremecerse y entonces vio su cara.

—No puedo —le dijo Harry.

—¿Qué quieres decir?

Observó detenidamente sus ojos y vio algo en ellos que hizo que una sensación de temor se instalara en su estómago. Se apartó de ella. Por primera vez le notó muy lejos. Percibió una gran distancia entre ambos y sintió una opresión en el pecho.

—No te creo —dijo él finalmente.

—¿Qué ocurre?

Él miraba al frente. Su mandíbula estaba tensa y la mirada perdida.

—Ven aquí —le dijo Harry ofreciéndole la mano—. Ponte encima de mí. —Ella obedeció—.

¿Te has dado cuenta que nunca lo hemos hecho en una cama? —dijo con una medio sonrisa que no logró llegar a sus ojos.

El tono que utilizó al decir aquello, la dio a entender que nunca lo harían. Hermione acarició su rostro, quería que desapareciera esa tristeza, que por primera vez, estaba viendo en sus ojos. Harry cogió su mano para que evitara seguir tocándole. Colocó su pene en la entrada de su vagina y lentamente lo hundió hasta el fondo. Ella sintió de nuevo el calor de su miembro, echó la cabeza hacia atrás y él la cogió por los hombros desde detrás de la espalda. Se movieron unas cuantas veces, entrando y saliendo, pero esta vez de forma distinta. No era tan pasional, una mezcla de sentimientos la invadieron. Él se tomaba su tiempo, como si al hacerlo pudiera retener ese momento. Poco a poco la respiración de Harry se hizo más profunda y aumentó el ritmo.

—Mírame —le ordenó él.

Lo hizo, y en ese instante, le tocó el clítoris haciendo que sorprendentemente llegara al orgasmo. Arrastró a su compañero al gozo del clímax, compartiendo el placer al mismo tiempo. Se quedaron callados y Harry la miraba a los ojos como si intentara grabar su rostro de forma permanente en su retina. Hermione sintió que se estaba alejando. Cuando salió de su interior, el vacío que ya se había alojado en ella se hizo más grande y profundo.

—Nada de lo haga o diga impedirá que te vayas. No confías en mí.

Le estaba perdiendo, por primera vez se dio cuenta que el único que intentaba luchar hasta lo indecible por su relación o lo que sea que fuera aquello, era él.

—Acabo de contarte algo que nunca he contado a nadie.

—Pero no tienes las agallas de quedarte conmigo. No te entregarás nunca a nadie y no puedo obligarte a que lo hagas.

Hermione miró hacia el suelo, aunque no quisiera reconocerlo él acababa de decir una gran verdad. No estaba preparada para dejar entrar a nadie en su vida. Su madre, su padre, su tío, tarde o temprano todos desaparecían y se quedaba sola. Prefería no tener que volver a pasar por aquello.

Él se levantó y comenzó a vestirse. Hermione cogió una pequeña manta que tenía en el sofá y se la colocó por encima de sus hombros tapando su desnudez. Harry sacó un papel de su cartera y apuntó algo en él. Se acercó y estrechándola entre sus brazos la besó en la cabeza. Agarró su mano y le dio el trozo de papel.

—Aquí está mi dirección, si finalmente cambias de opinión te estaré esperando. Como te he dicho no tienes por qué estar sola en esto, pero ya no te insistiré más.

Hermione no sabía que decir, quería pararle decirle que no se fuera, pero por otro lado necesitaba pensar. Le dio un dulce beso en los labios y se alejó de ella yendo hacia la puerta. A Hermione se le quedó atrapado un grito en la garganta, quería que se detuviera, que no se fuera de allí. Su distanciamiento y su frialdad al alejarse así la estaban matando. De pronto él se paró y sin mirar atrás le dijo algo que la dejó fría:

—Y Hermione, si decides no venirte conmigo, prefiero que no vuelvas a llamarme.

Salió cerrando la puerta y el sonido la sobresaltó siendo aún más consciente de que realmente se había ido.

Pasaron los días y Harry no tenía noticias de Hermione. Le costó un esfuerzo sobrehumano salir de su casa. Quiso grabar ese momento para siempre, recordar su sabor, su olor, esa mirada que le enloquecía. Notó la confusión en los ojos de Hermione, cuando se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta, poco faltó para darse la vuelta e insistirla que no iba a dejar que se marchase, pero no lo hizo.

Ya la conocía, si la presionaba mucho más, con toda seguridad saldría huyendo. Si se iba de su casa, quizá, y solo quizá, ella se daría cuenta de lo que estaba perdiendo. Reconoció que sentía algo por él, pero no estaba seguro si era suficiente para ella.

Hoy tendría que ir a ver a Draco, aunque le había intentado evitar, esta vez debería hacerlo. Los compañeros estaban en otras plantas y no podrían encargarse. Si lo había evitado, era porque si le veía no sabía si podría controlarse para no pegarle una buena paliza.

Entró en la habitación, se encontraba solo, ya que el policía que le vigilaba estaba hablando en la puerta con otro compañero que iba a sustituirle. Draco tenía los ojos cerrados, se acercó a él lentamente. Parecía alguien totalmente opuesto a todo lo que le había contado Hermione. Era un asesino y sin embargo se le veía delgado y vulnerable, como si no pudiera ser capaz de matar ni a una mosca. En ese momento abrió los ojos:

—Vaya, vaya —pensé que ya no te volvería a ver —le dijo Draco con un tono de sorna en su voz. Harry le ignoró y comenzó a hacerle las pruebas pertinentes.

—¿Sientes esto? —le dijo tocándole las piernas y comprobando sus reflejos.

—No mucho.

Estaba seguro que mentía, se le veía mucho mejor, y respondía a los estímulos de una forma mucho más rápida que antes. Seguramente estaba intentando ganar tiempo para no volver a la cárcel, pero lo único que deseaba con todas sus fuerzas es que se fuera de una vez del hospital y le encerraran en una celda muy lejos de allí.

—¿Qué tal con la zorrita? ¿Ya te has dado cuenta de la clase de persona que es?

En menos de un segundo Draco estaba atrapado entre el colchón y el brazo de Harry sobre su cuello. Presionaba fuertemente su nuez y apenas podía respirar.

—Ni se te ocurra volver a hablar de ella —le susurró amenazante—. No está sola maldito hijo de puta, y ahora ya no la podrás volver a hacer daño. ¿Me has entendido?

Draco no podía hablar, los ojos de Harry eran puro fuego, emanaba un poder y una seguridad que estaba seguro de que si volvía a decir algo sobre ella, sería capaz de matarle.

—¿Te he preguntado si me has entendido?

Él asintió con la cabeza, cada vez más roja por la falta de oxígeno. En ese momento Harry le soltó y justamente entró el policía. Los miró a ambos:

—¿Va todo bien?

—Sí, perfectamente —dijo Harry a la vez que salía de allí.

Draco se tocó el cuello dolorido. El muy cabrón tenía una fuerza increíble, lo sintió a través del duro brazo que le tuvo atrapado. De todas formas le daba igual, sería fuerte, pero él era mucho más inteligente. Los días se le hacían eternos en aquella cama, aunque él se había intentado ejercitar por las noches cuando el policía dormía. Sus piernas cada vez tenían más masa muscular.

Lo bueno de tener tantas horas para pensar, es que ya tenía todo planeado para escaparse de allí. Esa misma semana lo haría y sin ninguna duda iría detrás de Jane. Solo tenía que seguir al estúpido del enfermero y daría con ella, era cuestión de tiempo. Tener ese objetivo en mente le ayudaba a seguir, a ser más constante. Siempre se las había arreglado para sobrevivir y ahora también lo conseguiría.