CAPÍTULO 12
Tumbada en aquella cama y mirando el techo de aquella desconocida habitación, intentaba hacerse a la idea de lo mucho que había vuelto a cambiar su vida. Apenas hacía unas horas que decidió dejar de huir y ahora estaba oculta en un hotel e incomunicada. Minerva ya se había ido. Le acompañó a su casa, recogió lo imprescindible y le buscó un hotel donde pudiera quedarse. Se sentía extraña entre aquellas cuatro paredes.
Se levantó para encender la televisión, la tenía enfrente de la cama encima de una vieja mesa de madera. Cogió el mando a distancia y fue cambiando de canal. Realmente no le interesaba nada de lo que emitían, pero no la apagó, tenerla encendida le hacía sentirse menos sola. No podía quejarse, la habitación estaba limpia y tenía lo suficiente para pasar allí unos días, aunque echaba de menos su casa. Afortunadamente no tenía animales, alguna vez lo pensó, pero siempre temía que en cualquier momento debería huir y no podría hacerse cargo de ellos. No se equivocaba.
Desde que Minerva le dijo que Draco se había escapado, hacía ya unas horas, pasó por distintos estados de ánimo. Al principio se asustó; todos los recuerdos del pasado se agolparon en su mente de forma precipitada y caótica. Percibió como crecía la inquietud en su cuerpo, el miedo y la incertidumbre. Cuando estuvo en su casa, recogiendo lo imprescindible para vivir fuera durante unos días, pensó que era lo mejor que estaba haciendo. Él podía encontrarla y estaría más segura donde nadie la hubiera visto. Y ahora estaba en esa habitación, sola, sin poder hacer nada, solo resignarse y esperar. Un sentimiento nuevo fue creciendo en su interior. La rabia.
Si realmente Draco ya no tenía el apoyo de la organización, si además estaba débil físicamente, ¿por qué le temía? Se dio cuenta que aun así era un temor distinto. Ahora que él había huido debería estar más asustada, pero no era así. Siempre se imaginó en esta situación y, que si llegase a ocurrir, sería lo peor que pudiera pasarle, sin embargo, lo que menos quería en estos momentos era huir.
Se sentía más segura de sí misma de lo que creyó en un principio. Quizá era porque antes todo era distinto. No tenía a nadie, iba a la deriva, sin esperar mucho de la vida. Los primeros años tampoco se relacionaba con la gente, pero cuando llegó a Madrid las cosas empezaron a cambiar. No solo por Luna, ni por su trabajo o por sus compañeros, algo que también había influido en su cambio de actitud, sino porque se dedicó más tiempo a sí misma. Combatió el miedo y se juró que nunca quería volver a sentirse débil delante de nadie. Se apuntó a clases de defensa personal y su vida mejoró en todos los sentidos. Excepto en confiar en los demás, ese apartado todavía le costaba. Se entregaba lo justo, mostrando solo una pequeña parte de su mundo. Hasta que apareció Harry, Luna era a la que había permitido acercarse algo más, aunque no tanto como quisiera.
Nunca había contado su pasado a nadie y Harry le había calado de forma tan profunda que finalmente accedió a abrirse. No podía dejar de pensar en las palabras que le había dicho. «No tienes por qué estar sola en esto». No sabía por qué, pero se sentía fuerte. Si en esos momentos entrara Draco por la puerta, no se escondería debajo de la cama, todo lo contrario, quería enfrentarse a él, que acabara todo aquello de una vez por todas. Sería él o ella, pero necesitaba un final en esta historia que arrastraba desde hacía tantos años.
El sonido del teléfono móvil la sacó de sus pensamientos. El corazón le latió con fuerza al ver quien era. Harry. Minerva le había dicho que no lo cogiera a no ser que fuera ella. No quería que nadie supiera donde estaba hasta que no le capturaran. Su dedo estaba muy cerca del botón de descolgar. Se moría de ganas de hablarle, seguramente se había enterado de que Draco se había escapado y estaría preocupado. «¿Qué hago?», pensó a la vez que se levantaba de la cama y se ponía a dar vueltas por la habitación. —No, no debo cogerlo—, dijo en voz alta.
El tono musical de la llamada se metía en sus oídos y veía su nombre iluminado en la pantalla. Por un momento casi lo descuelga, pero no lo hizo y el móvil dejó de sonar. Se volvió a sentar en la cama y apoyó los codos en las rodillas. En ese momento entró un mensaje en el teléfono:
«Por favor, necesito saber que estás bien, aunque no quieras hablar conmigo, mándame un mensaje para estar tranquilo. Estoy seguro de que ya te has enterado que se ha escapado…»
Millones de pensamiento le empezaron a llegar a su mente. No podía desobedecer a Minerva, no debía llamarle, pero no le había dicho que no pudiera ir a verle… Aunque no hacía falta que le dijera aquello porque era una idea descabellada. Sabía que era peligroso, pero ya no quería seguir allí. Quería estar con él, la rabia que había sentido hacía unos minutos se agudizó y el deseo de salir corriendo era cada vez mayor.
«Mierda, ese cabrón está controlando mi vida de nuevo. Se acabó», pensó. Decidida, comenzó a rebuscar en su bolso, no lo encontraba. «¿Dónde está?, joder, ¿dónde está?». Sacó todo lo que tenía dentro y por fin lo encontró. Desdobló el papel que le había dado Harry. Ahí estaba, su dirección. El nerviosismo se despertó en su cuerpo, las manos le temblaban, sabía que aunque ella no estuviera segura, su mente ya se había decidido. En ese mismo momento iba a ir a buscarle, no quería pensar en las consecuencias.
Cogió la pequeña bolsa de cuero que estaba en el suelo, ni siquiera la había abierto. Se la puso en el hombro y por un breve momento dudó al agarrar el pomo de la puerta. Finalmente la abrió y se fue de allí.
Aparcó cerca del edificio donde vivía Harry. Se acercó al portal, sin dejar de mirar a los lados, pensaba que en cualquier momento se encontraría con Draco y la cogería. En esos momentos salía una chica con su perro y le sujetó la puerta para que Hermione entrase. El portal era muy moderno, decorado con plantas y con cuadros contemporáneos, parecía bastante nuevo. Entró en el ascensor y pulsó el botón con el número 5. Estaba deseando llegar y estar a su lado. Cuando Minerva se enterase se iba a poner como una fiera. Se miró en el espejo y vio el cansancio reflejado en su rostro, estaba algo pálida y ojerosa. El día había sido demasiado intenso. Se abrieron las puertas, comprobó de nuevo el papel para cerciorarse cuál era la puerta. Cuando dio con ella se acercó y se quedó justo delante.
Era tarde, seguramente estaba en casa. No sabía por qué pero estaba muy tensa, sabía que esto no era lo correcto, pero no podía dar marcha atrás. Escuchó un ruido detrás de su espalda y, antes de que pudiera darse la vuelta, alguien le agarró por detrás y le tapó la boca. Un fuerte olor la golpeó la nariz, intentó forcejear, pero se le nublaba la vista sintiéndose cada vez más débil, instantes después se desmayó.
Harry estaba muy preocupado. Había intentado localizarla por todos los medios, y aunque se juró que nunca volvería a verla si ella no daba el paso, no lo pudo evitar y fue a su domicilio. No había nadie y se empezó a preocupar todavía más. Desesperado volvió a su casa, no podía hacer nada la impotencia se apoderaba de él. Cuando Ron le dijo que Draco se había escapado, todas las alarmas se dispararon. Se imaginó a ese hombre secuestrándola, matándola, violándola…
Fue a la cocina y abrió el frigorífico para coger la botella de agua. Escuchó un ruido en la puerta y se acercó para mirar por la mirilla. No vio nada, aun así abrió la puerta y vio algo que le dejó helado. En el suelo había una bolsa marrón, rectangular, parecía una pequeña maleta. «Pero, ¿qué es esto?», pensó. Juraría que olía a cloroformo en el pasillo. Se agachó y abrió la cremallera. Contenía ropa y un neceser. Cogió la bolsa y se metió en casa, la puso encima de la mesa del salón y volvió a abrirla. Sacó una camiseta y la esencia de Hermione le atravesó las fosas nasales. Angustiado rebuscó entre toda la ropa por si veía algo que pudiera reconocer. Sacó unos pantalones cortos y una camiseta que le resultaron familiares, recordó que era el mismo pijama que tenía puesto la última vez que la vio.
¿Qué hacía allí esa bolsa? ¿Dónde estaba Hermione? No podía dejar de hacerse preguntas. Sin pensárselo dos veces, fue corriendo por las escaleras del portal y salió a la calle. No vio nada. Subió de nuevo al apartamento y decidió que iría a la policía. Recordó que Hermione le dijo que una policía llamada Minerva le había ayudado y le salvó la vida. Alguien tenía que decirle qué estaba ocurriendo. Presentía que algo no iba bien.
Minerva iba conduciendo de camino a la comisaría situada en Hortaleza. Al parecer habían detenido a un hombre por agredir a un agente. Aseguraba que Hermione había desaparecido e insistía que una tal Minerva llevaba el caso. Como le dijeron que tenía que esperar setenta y dos horas para denunciar su desaparición, se puso a gritar y amenazó a los agentes. A uno de los veteranos le sonaba el caso y, por si acaso, se puso en contacto con la comisaría donde sabía que trabajaba ella.
En cuanto le informaron de lo ocurrido llamó a Hermione. No se lo cogía, fue a verla al hotel y tampoco la encontró allí. Se estaba preocupando, era raro que no le hubiera dicho dónde iba. Pensó que quizá lo había hecho por la única persona por la que se planteó dejar de huir. Llegó a la comisaría y entró. Les pidió a sus compañeros que por favor le llevaran a una sala de interrogatorios para poder hablar más tranquila con él. A los pocos minutos apareció. Era un hombre muy atractivo, llevaba una sudadera negra con una capucha que tenía puesta en la cabeza. Sus facciones eran duras, tenía barba de unos tres días que hacía que sus labios perfilados destacasen más. Tenía que reconocer que Hermione no tenía mal gusto.
—Por favor, siéntese —le dijo a la vez que le señalaba la silla.
—¿Es usted Minerva?
—Sí, así es.
—¿Sabe dónde está Hermione? —notó por su tono de voz que estaba tenso.
—Siéntese —volvió a insistir y esta vez él obedeció. Se echó la capucha para atrás. Ella se sentó enfrente y le miró fijamente—. ¿Qué ha ocurrido?
—Escuché un ruido en la puerta de mi apartamento, y cuando salí, encontré una pequeña bolsa de cuero con ropa dentro. Era de Hermione.
—¿Cómo sabe que es de ella?
—He reconocido algunas prendas, además olía a ella… —bajó la mirada hacia la mesa.
—¿Se puso en contacto con usted?
—No. La estuve llamando toda la tarde, pero no me contestó. Estaba preocupado porque sabía que se había escapado Draco.
—Entiendo.
—Dígame si usted sabe algo más.
—Cuando me informaron de la huida, estaba con ella. Fuimos a su apartamento y luego se alojó en un hotel. Le dije que no hablara con nadie.
—Y ¿por qué no se ha ido fuera de la ciudad?
—No pudo —Minerva le miró a los ojos—. No quería dejarle a usted.
Harry se sorprendió. Se quedó callado sin saber qué decir. Finalmente había tomado la decisión de quedarse a su lado. Se alegró, pero a la vez se inquietó más al saber que quizá por su culpa Draco la tenía.
—Mierda —dijo tapándose la cara con ambas manos.
—Voy a intentar sacarle de aquí aunque no será fácil, ha cabreado bastante a varios policías…
—Lo sé, pero era la única manera que se me ocurrió para que me hicieran caso. Pensaba que así la llamarían.
—Sí, y así ha sido, pero porque un compañero conocía el caso, no porque haya pegado a un policía.
—Solo le hice un rasguño. Lo importante es que está usted aquí.
Minerva intentó no sonreír, la verdad que el policía al que le había hecho ese "rasguño" se lo merecía. Siempre se metía con la gente e incluso había escuchado que al primero que se le iba la mano era a él. Salió de la pequeña sala y después de discutir con varios agentes, logró que le soltaran. Ambos salieron a la calle.
—Váyase a casa, le mantendré informado de cualquier novedad —le dijo Minerva.
—Le debo una.
—Llámeme Minerva —le dijo tendiéndole la mano. Él se la estrechó y sonrió.
—Por favor, ¿si averiguas algo me lo dirás?
—Sí, tranquilo. Yo también estoy preocupada, haré todo lo posible por encontrarla. Se intercambiaron los números de móvil y se separaron.
Hermione se despertó aturdida. Comenzó a recordar lo que había ocurrido. Cuando estaba enfrente de la puerta de Harry, alguien le atacó por la espalda y perdió la consciencia. Ahora estaba sentada en una pequeña silla, dura e incómoda, atada de pies y manos. Distinguió que se encontraba en una pequeña habitación, con las paredes desnudas, de un color grisáceo y sucias. Una pequeña lámpara colgaba del techo. Intentó liberarse, pero las cuerdas no cedían. No escuchaba nada. Se preguntaba cómo era posible que Draco se hubiera arriesgado a atacarla tan rápido. Pensó que todavía estaría oculto intentando no llamar la atención. Parecía que había llegado el momento, la tenía totalmente a su merced, no podía desatarse por lo que sería difícil huir de allí.
Escuchó que se abría la puerta, estaba de espaldas por lo que no veía quien se acercaba, solo escuchaba los pasos que se aproximaban más y más. El corazón martilleaba duro y rápido contra su pecho. Cuando se situó delante de ella, se quedó sorprendida por lo que vio…
