CAPÍTULO 15

Hermione todavía no sabía muy bien que hacían en aquel lugar. Se quedó mirando las máquinas de musculación, las cintas de correr, los sacos de boxeo y el cuadrilátero. Eso fue lo que más le llamó la atención. Parecía que se había metido en una escena de un entrenamiento de la película de Rocky, la diferencia es que en ese momento no había nadie allí, estaban completamente solos.

—Uno de mis primos tiene este local y entrena a gente. Hoy al ser domingo está cerrado, pero le he pedido que nos deje utilizarlo.

Hermione se dio la vuelta y lo vio apoyado en la pared.

—No sé qué decir.

—Vaya —dijo levantando una ceja—. Eso es nuevo y algo sorprendente, te he dejado sin palabras. ¿Debería considerarlo bueno o malo?

—Creo que bueno —dijo sonriendo.

—Ve a cambiarte. Los vestuarios están al fondo a la derecha.

—Pero, ¿qué vamos a hacer exactamente?

Él se aproximó hasta que sintió su presencia muy cerca, pero sin llegar a tocarla.

—Pegarnos.

Hermione abrió los ojos, sorprendida.

—¿En serio?

—Sí, ve a cambiarte.

Harry vio cómo se alejaba contoneando las caderas. La había impresionado. Hermione necesitaba liberar todo el estrés que tenía por todo lo que le estaba ocurriendo. Esto sería una buena medicina. A los pocos minutos salió con un pantalón corto y una camiseta de tirantes negra y morada. Tenía algo de escote y se le marcaba la redondez de los senos. Se prometió a sí mismo que no iba a tocarla más, pero en el coche tuvo que hacer un esfuerzo increíble para frenarse y no besarla. Sintió una fuerte necesidad de acariciarle la suave piel de sus piernas aunque logró no hacerlo. No iba a ceder. Ahora debía ser ella la que sufriera un poco. Estaba dispuesto a que liberara adrenalina por todo lo mal que lo estaba pasando, pero la otra frustración… no, eso no pensaba quitárselo.

Él también se había cambiado mientras la esperaba. Se puso unos pantalones de deporte amplios que le llegaban hasta las rodillas y una camiseta de tirantes. Cuando Hermione lo vio le dieron ganas de saltar encima de él y tocarle hasta saciarse.

—Toma, ponte esto —le dio unos guantes de boxeo y un casco—. Por ahora ponte solo los guantes, quiero que le des unos cuantos golpes al saco de boxeo.

Hermione se colocó uno de ellos, él cogió el otro guante y le ayudó a ponérselo. Percibía cada toque de sus dedos contra los suyos, el simple roce elevaba su temperatura. Le miró a la cara, pero él seguía concentrado apretando el velcro.

Sabía que le observaba, estaban demasiado cerca y su aroma le asfixiaba. Podía jurar que en ese momento sentía lo mismo que ella aunque no hacía el mínimo gesto. Se estaba cansando de verlo tan frío.

Cuando terminó se fue hacia el saco y Harry se colocó delante.

—¿Estás lista?

No contestó y directamente dio un puñetazo a la masa que tenía delante. El primer golpe fue demasiado flojo. No sintió ningún alivio, al revés, no le veía sentido pegar a un trozo de tela con relleno.

—Vamos, no pares. Vuelve a darle.

Volvió a hacerlo, pero apenas se movió y no era porque Harry estuviera sujetándolo, es porque no lo hacía con la suficiente seguridad.

—Más fuerte Hermione.

Otro impacto y seguía sintiéndose igual de ridícula.

—Esto es una pérdida de tiempo —dijo irritada.

—Nunca te vi como a una nenaza. Hermione entrecerró los ojos.

—Claro, es que esto es de machotes, por lo que no sé qué coño haces tú aquí.

—Se te da muy bien soltar lindezas por la boca, pero en esto eres pésima. Estoy seguro de que alguna vez has pensado en darme una patada en las pelotas. ¡Utiliza las piernas!

Si quería que se enfureciese lo estaba consiguiendo, quizá no lo suficiente aunque iba bien encaminado. Volvió a chocar contra el muro que tenía delante y utilizó la pierna derecha para soltar un golpe. Se le dio algo mejor, pero seguía faltando algo.

—Espera, creo que sé lo que necesitas. Te falta un poco de inspiración.

Cogió algo de la mochila y se acercó a un aparato de música donde colocó un reproductor. La canción comenzó a sonar. Hermione la conocía, "Youth Gone Wild" de Skid Row. A los dos les gustaba este grupo, recordó que hablaron de él en la cena cuando comentaron sus gustos musicales. Volvió a colocarse delante del saco:

—Vamos, demuéstrame que te gustaría hacerle al cabrón de Draco.

Al escuchar su nombre, algo hizo click en su interior. La patada salió volando y golpeó el saco con fuerza. La música ayudaba a que la adrenalina se despertase en sus venas. La cara de ese hombre llegó a su cerebro y las imágenes se fueron sucediendo una tras otra. Su tío cayendo al suelo, muerto. El acecho que sufrió durante años. El miedo, la vulnerabilidad, el cambio de vida, la soledad. Las extremidades de su cuerpo golpeaban lo que tenía delante, pero solo escuchaba la guitarra eléctrica de fondo. El corazón latía violentamente en su pecho, sudaba, pero necesitaba seguir, no quería que nadie se atreviera a detenerla. Estaba desprendiéndose de todas esas malas experiencias ancladas en su interior, ocultas durante demasiado tiempo. Experiencias que habían convivido con ella llegando a paralizarla.

Perdió la noción del tiempo, no supo en qué instante dejó de pensar, no controlaba sus movimientos, ya no había ninguna imagen en su cerebro. Soltaba la adrenalina de su cuerpo, pero su cabeza estaba en paz. Nunca había sentido esa sensación de tranquilidad de solo estar concentrada en una cosa, su mente se encontraba a gusto y liberada. No quería que desapareciese, necesitaba seguir percibiendo todo aquello.

Escuchó una voz lejana, juraría que era Harry diciéndole que se detuviera, pero no quería desconcentrarse. Tampoco sabía si estaba sonando la música. Sus piernas golpeaban el saco, sus brazos sudaban por el constante ir y venir. Fue a dar otro golpe con el puño, pero vio como el saco se alejaba y rápidamente se abalanzó hacia ella. No le dio tiempo a esquivarlo y el impacto hizo que se cayera de culo al suelo. Volvió en sí y vio a Harry riéndose a carcajadas, lo había hecho a propósito para que perdiera el equilibrio y se cayera.

En un primer momento tuvo ganas de gritarle y mandarlo a un sitio con olor a cloaca, pero al ver que él no paraba de reírse y al observarse a sí misma abierta de piernas, con el trasero dolorido, y en esa situación tan ridícula, sintió como una carcajada nacía en su garganta. No quería darle ese gusto, pero no lo pudo remediar.

Ambos se reían por la situación. Él le extendió la mano para ayudarla a que se levantara.

Cuando estaba de pie, Hermione le soltó un puñetazo en el estómago y una rápida patada en el muslo.

—Auch —dijo Harry.

—¿Ahora quién es la nenaza?

—Cabrona…

—No, no, no —dijo apuntándole con un dedo—. Que boquita tienes, te la voy a tener que lavar con jabón.

Una diminuta sonrisa intimidante se dibujó en el rostro masculino. Él estrechó los ojos y Hermione vio sus intenciones, intentó salir corriendo, pero la cogió y la volvió a cargar sobre el hombro como hizo en su casa. Pataleaba y gritaba que la soltase, pero no hizo caso. La llevó hasta el ring y la dejó en el suelo del cuadrilátero. Se levantó corriendo intentando huir, pero logró atraparla.

—No vuelvas a cogerme así —gritó Hermione.

—¿O qué? —susurró muy cerca de su boca.

Se quedó muda. Desde que le había visto quería tocarlo, besarlo y saborear todo su cuerpo. Si quería ganar solo tenía que acariciarla y estaría perdida, pero se volvió a alejar dejándola con las ganas de su proximidad. ¿Por qué no la tocaba?

—Voy a ponerme los guantes —dijo Harry.

No le dejó avanzar, cuando se dio la vuelta se subió en su espalda, se agarró como una lapa a su cuello y le rodeó con las piernas. Intentó agarrarle de los brazos para separarla, no podía con ella, fue andando hacia atrás y la aprisionó contra las cuerdas. La golpeó un poco contra ellas para que se soltara. No lo hizo.

—Hermione, en una pelea siempre voy a ganarte.

—¿Quién ha hablado de que quiera ganarte peleando?

Instantes después le mordió suavemente el lóbulo de la oreja y pasó su lengua por el cuello.

Harry sintió el ramalazo de deseo recorriendo su cuerpo.

—¿Estás intentando provocarme?

—¿Lo consigo? —dijo a la vez que deslizaba uno de sus pies hasta su entrepierna.

Tenía razón, nunca le ganaría en una pelea, pero estaba dispuesta a provocarle hasta que sucumbiera. No estaría haciendo ningún sacrificio ya que lo que más ansiaba era que se rindiera y llegar a poseerlo.

—Te dije que no te tocaría y lo voy a cumplir.

—Sí, eso lo veremos.

Hermione se soltó de su agarre y él se apartó, se dio la vuelta y acercó tanto la cara a sus labios que percibió el roce de su boca. Sujetó ambas manos a las cuerdas dejándola atrapada entre ellas. Por un momento pensó que iba a besarla.

—¿Acaso no me dijiste que preferías que no te tocase? ¿Qué al final acababas haciendo lo que yo quería? Si quieres que te toque me lo pedirás tú.

—Es cierto, pero no te dije que yo no pudiera tocarte. Harry bajó la mirada hacia sus manos.

—Lo veo difícil con los guantes puestos, así que tendrás que aguantarte preciosa—contestó en tono triunfal.

—¿No quieres quitármelos? —le dijo a la vez que le rozaba los labios con la lengua.

Harry no lo vio venir y apretó las manos con fuerza a la cuerda. El contacto húmedo y suave al lamerle le endureció más de lo que ya estaba. Se apartó rápidamente de ella como si quemase y se dio la vuelta dándole la espalda. Hermione aprovechó y con los dientes tiró del velcro abriendo un guante y después otro. Él se dio la vuelta al escucharlo y fue a pararla, pero era demasiado tarde, los tiró al suelo y le miró.

—¿Qué ocurre, me tienes miedo? —dijo provocándole.

—No, creo que la que tiene miedo de pelearte conmigo eres tú —cogió el guante y fue a colocárselo de nuevo. Agarró su muñeca inmovilizándola, pero ella con la otra mano comenzó a acariciarle el pecho, bajando lentamente hacia el duro abdomen. Él cerró los ojos y la soltó alejándose de nuevo. Su autocontrol pendía de un hilo, así que Hermione aprovechó la situación y lentamente se acarició a sí misma la garganta bajando por el pecho. Vio que la nuez de él subía y bajaba al tragar por quedarse observándola. Sus ojos se cerraron levemente, como si intentara enfocar para tener una mejor imagen de lo que estaba viendo.

—Tengo calor… —dijo incitándole.

Harry no lo aguantó más, fue hacia ella y le dio bruscamente la vuelta. Sus manos agarraban la fina cintura y Hermione sintió su erección. Al tener el pantalón de chándal lo percibía con mayor intensidad. Estaba cada vez más duro y excitado. Poco a poco, él deslizó la mano por sus costillas, acariciándola.

—Te gusta jugar con fuego Hermione, pero vas a perder, a no ser que me lo pidas —su respiración se aceleró al escuchar el tono de su voz grave y ronco. Llevó uno de los dedos cerca del pecho y lo rozó.

—Harry yo…

—¿Sí? —murmuró levantando una ceja.

Ella intentó darse la vuelta y él se lo permitió, cuando se quedaron frente a frente, Hermione le tocó el pecho y, mirándole a los ojos, le dijo en voz muy baja:

—Que te jodan —en ese momento metió una de las piernas entre el pie derecho de él y le hizo un barrido haciendo que perdiera el equilibrio y se cayera. Ella se colocó encima y se quedó a horcajadas.

Harry tenía unas bonitas vistas, el femenino y redondeado pecho subía y bajaba cada vez más deprisa. Estaba sobre su cuerpo como una amazona y él apenas podía controlarse. En sus ojos veía la excitación de Hermione, era muy orgullosa, pero esta vez él lo sería más, no perdería. No iba a tocarla y fin de la historia. Observó su vientre plano y como los pantalones cortos se le subían demasiado en aquella postura. Comenzó a moverse levemente sobre su pene, rozándole, y por poco no se corre al sentirla restregarse contra él. Hacía que perdiese el dominio sobre sí mismo.

—La primera vez que lo hicimos en el cine… —Hermione le hablaba en voz muy baja—, lo creas o no, nunca había hecho algo así.

—¿Crees que te he juzgado alguna vez por aquello? Fue algo excitante.

—No, no es por eso —comenzó a meter la mano debajo de la camiseta de Harry y acarició su estómago—. Me dijiste que no confiaba en ti, pero estás muy equivocado.

Hermione se acercó a su rostro y Harry sintió sus pechos presionados contra él. Comenzó a darle suaves y húmedos besos por el cuello. Cerró los puños para evitar acariciarla. Cada toque suyo era una tortura, la excitación iba en aumento hasta el punto de convertirse en lujuria. No recordaba haber sentido esa clase de sensaciones con ninguna otra mujer. El olor que desprendía le enloquecía, jazmín picante y dulce.

El esbelto cuello de Hermione estaba tan cerca… solo tenía que girar la cabeza y morderlo, besarlo hasta saciarse. La suavidad de su piel se restregaba en cada poro de su cuerpo. Le daba miedo tocarla para apartarla, si lo hacía quizá no sería capaz de quitar las manos de su cintura.

—Para nena… —susurró con la voz entrecortada.

—¿Estás seguro? —se incorporó y, mirándole a los ojos, se quitó la camiseta quedándose con un fino sujetador negro.

«Mierda», pensó Harry. No podía dejar de mirarla, se bajó un tirante y después el otro. Se iba a desabrochar el sujetador.

—No lo hagas —la amenazó.

—¿Por qué? ¿Crees que vas a sucumbir? —sonrió de forma pícara.

Se lo quitó y los pechos se quedaron desnudos ante sus ojos. Los pezones rosados parecían hacerle guiños, excitados y hambrientos. Con una mano se soltó la coleta y el pelo resbaló por su espalda. Recordó la primera vez que la vio hacer aquello, fue a través de la webcam, en ese momento deseó estar junto a ella, ahora estaba a su lado, pero tampoco podía tocarla. Deslizó otra mano hasta uno de sus senos y se acarició suavemente. No paraba de restregarse contra su erección.

Harry se pasó ambas manos por la cara. Tenía que tranquilizarse, pero estaba ganando la partida. Hermione se puso de pie para quitarse los pantalones, por un momento pensó en levantarse y huir, pero estaba demasiado absorto observando sus movimientos. Se quedó con un fino tanga negro. Las aletas de las fosas nasales de Harry se abrieron, estaba al límite. Le parecía preciosa e infinitamente sexy. Se daba ánimos a sí mismo, ansiaba tocarla, pero tenía que domarla de alguna forma, era una fiera, siempre tenía que hacer lo que ella decía, tanto en el sexo como en su vida. Había intentado tener paciencia por todas las circunstancias que la rodeaban, pero ella no se imaginaba lo duro que había sido ser tan paciente. Cuando quería algo lo tenía y punto. Esta mujer alborotaba todo su mundo.

Se volvió a sentar encima de él, pero se puso de rodillas y fue bajando por sus piernas sin dejar de mirarlo. La cara de Hermione estaba justo a la altura de su erección. Con una mano se la acarició y él la paró.

—No, ni lo sueñes.

—No sabía que eras un cobarde.

—La cobarde eres tú por no pedirme que te toque, sabes que si lo hago el control lo llevaré yo.

—Eres un prepotente.

Harry la cogió, la tumbó en el suelo y rápidamente se puso encima de ella. Vio como sonreía.

Uno y otro se miraban fijamente, retándose. Se acercó a sus labios y le susurró:

—No soy tonto Hermione, sé que me estás ocultando algo —cogió el tanga y fue bajándoselo despacio aunque sin llegar a tocarla, solo la rozaba—. Como te he dicho, no confías en mí. Ayer me dijiste que siempre hacías lo que yo quería cuando te tocaba.

Medio cuerpo de Harry presionaba el de Hermione, el cálido aliento golpeaba sus labios, estaba mostrando más control de lo que ella pensó. Seguía intimidándola y los latidos del corazón golpeaban cada vez más rápido contra su pecho.

—¿Vas a pedirme que te toque? —sintió la respiración cálida contra su piel, le hablaba rozándole el cuello, los hombros, bajando por el pecho, pero sin tocarla. Su aliento la quemaba. Hermione se arqueó necesitada de sus caricias. Él se apartó. —No soy un muñeco con el que tú decides lo que hacer.

—Nunca he dicho que sea así —respondió agitada.

—Pero lo es.

—No es cierto, desde que te conozco me has intentado convencer tocándome, llevándome al extremo.

—Muy bien, tienes suerte porque he decidido dejar de hacerlo —Hermione vio que pasaba la mano derecha cerca del muslo, pero sin llegar a tocarla. La mantenía tan cerca de la piel que sentía la abrasadora energía que desprendía la mano. Estaba completamente desnuda, a diferencia de él, notaba el cuerpo presionado y vestido contra el suyo. Subió cerca de su sexo y ella se movió cada vez más necesitada, la estaba volviendo loca—. Tendrás que llevarme tú al extremo.

—Así que, si he entendido bien, no vas a tocarme… —dijo intentando mantener la voz lo menos agitada posible.

Él asintió y, antes de que pudiera darse cuenta, Hermione se zafó y volvió a ponerse a horcajadas encima suya. Harry se lo permitió, estaba sentada y la podía contemplar desnuda, el cabello la tapaba ligeramente el pecho. Ella llevó una mano a su entrepierna y le tocó. Aguantó la respiración, todavía no entendía como lograba contenerse. Quería demostrarle que dominaba la situación, no iba a claudicar. Era difícil y más viendo lo que hizo a continuación; despacio le bajó el pantalón y el bóxer. Se agachó y puso los labios sobre su pene, erecto y excitado. Harry cerró los puños con fuerza.

Le pasó la lengua por la sensible piel, se lo agarró y comenzó a torturarlo con los labios, lo rozaba y le echaba el cálido aliento.

—¡Mierda! —dijo él a la vez que echaba la cabeza hacia atrás—. Para…

—No, no lo haré. Voy a demostrarte lo mucho que confío en ti —le rodeó con la lengua el glande, como si fuera un dulce que necesitaba saborear. Harry cerró los ojos. —Te dije que nunca antes había contado mi pasado a nadie.

—Sí, pero me… ocultas cosas —dijo con la voz entrecortada. Ella seguía torturándolo con la lengua.

—Hay cosas que no puedo decirte, pero créeme que no es porque no quiera hacerlo.

—Lo dudo.

—Aunque no lo creas lo estoy haciendo.

Suavemente hundió la boca en su pene y él apretó los dientes evitando que un gemido saliera de su interior. Sentir cómo lo envolvía con la sedosa boca, lo estaba poniendo fuera de sí. Hermione se retiró un poco y volvió a deslizar los labios por toda su longitud abarcando cada vez más. Harry se tuvo que contener para no bombear salvajemente en su boca. Lo hacía tan condenadamente lento que creía que iba a explotar por contenerse tanto.

—No sigas —casi le suplicó a la vez que la agarraba del pelo para apartarla, mala idea porque le dieron ganas de cogerla y obligarla a que aumentase el ritmo. Le succionaba cada vez más fuerte, pero no lo suficiente para saciarse.

Hermione sacó el miembro de la boca, volvió a lamerle el glande a la vez que la lujuriosa mirada le derretía.

—Quiero sentirte Harry.

Escuchar cómo le llamaba por su nombre le excitó más.

—Pídeme que te toque.

Deseaba que lo hiciera, ya no sabía si aguantaría sin ceder, le estaba llevando a un punto de no retorno. Ella se incorporó y se sentó de nuevo sobre sus piernas, agarró de nuevo su erección.

—Como te he dicho, nunca antes me había dejado llevar tanto con ningún otro hombre como lo he hecho contigo, nunca había dejado entrar a nadie en mi vida. Y nunca antes he hecho lo que estoy a punto de hacer contigo.

Harry le miró extrañado, Hermione situó el pene en la entrada de su sexo y comenzó a entrar lentamente.

—Nena… espera… el condón —sentía como la humedad iba adueñándose de su miembro. Eso era demasiado.

—Tomo la píldora por problemas de regla. ¿Confías en mí?

—Sí…

—Bien, porque con esto créeme que te estoy demostrando que eres más importante para mí de lo que tú te crees.

Hermione no pudo contener un gemido y se dejó llevar, movió las caderas suavemente, de forma lenta y pausada haciendo que Harry entrara en el límite de su resistencia. ¿Cómo iba a soportar esto? Toda la sangre de su cuerpo se había agolpado en su pene. Sentirla de una forma tan íntima, tan caliente y húmeda en su interior sin que nada los separase provocó que se ahogara de deseo. Se hundió totalmente dentro de ella y Hermione agilizó los movimientos haciendo que la estimulación se intensificara al máximo.

—¡Joder! Se acabó —exclamó Harry.

Sí, cedió, cedió al impulso de tocarla, cedió a su deseo, cedió a todo lo que ella le provocaba y la agarró de las caderas para que aumentase el ritmo. Hermione sonrió al ver que había ganado, rápidamente él tocó su clítoris y gimió excitada. Ambos jadeaban inmersos en el placer. En ese momento comenzó a sonar el móvil de Harry. Por el tono supo que era su hermana, pero le dio igual, nada ni nadie iba a robarles ese momento. No quería pensar solo seguir sintiendo el cuerpo femenino que le volvía loco encima suyo. Sentir cómo su estrechez le apretaba y le absorbía. Profundizó más en su interior haciendo que enloqueciera. La sentía extremadamente suave ahora que estaba anclando en ella, la calidez, el movimiento lento y sensual que ejercía le enajenaban. El móvil dejó de sonar. Ya no podía pensar en otra cosa que no fuera en Hermione. Sí, le había ganado, esta vez había sucumbido y no le importaba.

Rápidamente la cogió y le dio la vuelta tumbándose encima suya, con el movimiento el pene salió de su interior, pero volvió a introducirlo despacio a la vez que la miraba a los ojos. Escuchó como jadeaba y un calambre fue directo a su miembro. La deseaba más que a nada, necesitaba estar con ella desesperadamente, no podía ni imaginarse la idea de perderla. Le gustaría entrar en su interior de tantas maneras, pero no lo dejaba. Se preguntaba si siempre sería así con ella.

—Hermione, estoy loco por ti, ¿lo sabes?

—Demuéstramelo —le dijo a la vez que le agarraba de la nuca.

La embistió con fuerza y la llenó por completo, ella le clavó las uñas en la espalda a la vez que lo atraía más queriendo fundirse con él, pero el móvil volvió a sonar, esta vez se preocupó, normalmente su hermana no insistía tanto, quizá había pasado algo. Intentó tranquilizarse.

—¡Joder! Lo siento Hermione, tengo que cogerlo.

Ella asintió, a la vez que él se separaba de su cuerpo. Como no fuera algo importante se juró que después la mataría.

—Dime Ginny —le dijo algo irritado.

—Harry, es mamá, está en el hospital.