CAPÍTULO 17
Draco iba andando por la calle con la capucha puesta, las manos en los bolsillos y concentrado en su plan. Estaba cansado de estar en casa de Pansy, no quería esperar más, necesitaba ver a Jane, a Hermione, como demonios se llamase ahora. Iba a deshacerse de ella, luego escaparía, se iría lejos, a algún país en el que nadie pudiera encontrarlo. Todavía tenía que esperar, era arriesgado atacarla, seguía estando muy vigilada y, a él, aún le perseguían, lo mejor era dejar que se enfriara un poco todo. Buscaría algún negocio sucio para ganar dinero rápido y así rehacer su vida. Sería difícil, ya que Severus también seguía sus pasos, era poderoso, y aunque no fuera una organización criminal muy grande, sabía manejar muy bien sus negocios. Él si le daba miedo, sabía que si lo encontraba lo mataría.
Se había prometido a sí mismo, que antes de tomar ninguna decisión y desaparecer, ella debía morir. No paraba de pensar en aquella mujer de forma obsesiva, deseaba ver la tensión en su rostro, el miedo, el momento exacto en el que perdía la vida. Quería hacerla sufrir y ya sabía cómo.
Subió las escaleras del portal, se sentía cansado, no quería volver a encerrarse entre aquellas cuatro paredes, había ido a dar una vuelta a la manzana, se estaba volviendo loco allí dentro. El ambiente en aquel apartamento lo agobiaba, aquella prostituta no hacía más que intentar complacerle, sabía que sentía asco cuando la tocaba, pero aun así se entregaba de forma sumisa y obediente.
Justo cuando iba a girar hacia la izquierda, donde estaba la puerta del apartamento de Pansy, los vio. Había dos hombres grandes y fornidos haciendo guardia. Draco se escondió justo a tiempo, antes de que lo descubrieran. «Mierda», pensó. Escuchó los gritos de una mujer, estaban golpeando a Pansy para sacarle información. Eran los hombres de Severus, lo habían encontrado. Sin hacer ruido, bajó corriendo las escaleras.
En ningún momento se le pasó por la cabeza ayudarla, seguramente la matarían, pero le daba lo mismo. Sería una persona más que había utilizado en su vida, sólo pensaba en sí mismo y así seguiría siendo, era lo mejor. Todo se había complicado y tendría que llevar a cabo su plan mucho antes de lo planeado.
Severus colgó el teléfono muy cabreado, la muy puta no había dicho nada importante. Sus hombres llevaban varias horas en el apartamento y ni rastro de Draco. Quizá se había dado cuenta de que estaban allí. Se encendió un cigarrillo y miró por la ventana de su despacho. Pensó que eran todos una panda de inútiles. Al estar en busca y captura, debía tener mucho cuidado de que no lo encontraran, por lo que tenía que mantenerse alejado y dejar que otros hicieran ese trabajo. Era algo personal y mantenerse apartado cada día le cabreaba más. La ironía es que tanto él como
Draco estaban siendo perseguidos, pero una cosa tenía clara, él lo encontraría antes y lo despellejaría vivo.
En algún momento cometería un error, estaba claro que su intención era ir a por Hermione. Draco quizá sospechaba que él también la tenía en el punto de mira, pero lo que no podía imaginar, es que en cuanto se pusiera en contacto con ella, le tenderían una trampa. Era una mujer valiente, con carácter, le caía bien, aunque eso no iba a impedir que sintiera el más mínimo remordimiento por matarla.
Harry y Hermione estaban en una discoteca en el centro de Madrid. Tomaban algo y hablaban en uno de los sillones que disponía el local. No había vuelto a tocarla, si lo hacía la poseería allí mismo, delante de quien fuera. Deseaba con todas sus fuerzas llegar a su casa y hacerla suya. En ese momento sonó una nueva canción y Hermione se levantó disparada, lo cogió de la mano y lo arrastró a la pista.
—Me encanta esta canción.
Él se apartó y la dejó bailar. Se la veía relajada y a gusto, estaba logrando que se olvidase de todo. Es lo que quería, que disfrutara un poco, que se relajase, ya que todo a su alrededor era demasiado caótico. Admiraba su fortaleza, no se quejaba, no le decía el miedo que sentía por saber que Draco estaba suelto y podía ir tras ella. Era una mujer fascinante e independiente. Para él no era un simple capricho, no solo era sexo, tenía sensaciones mucho más fuertes, pero le daba miedo nombrar esa palabra. No sabía si era bueno sentir todo aquello, con Hermione, siempre tenía la sensación de que iba a desaparecer de su vida y no volvería a verla.
Apoyado en la columna de la pista de baile, observaba el sensual movimiento de sus caderas al ritmo de la música. La canción era sexy e insinuante, tanto como lo era ella. No podía apartar los ojos de su cuerpo. Se acariciaba a sí misma de forma inconsciente a la vez que bailaba y, no pudo evitar pensar, que le gustaría convertirse en sus dedos para poder deslizarlos por la estrecha cintura y sentir el calor de su piel.
Hermione vio cómo Harry bebía el último trago del botellín de cerveza, observó subir y bajar la nuez de su cuello mientras tragaba. No dejaba de sorprenderla, era demasiado atractivo, conseguía que quisiera más de él. Dejó el botellín en una pequeña mesa que estaba a su lado y clavó de nuevo los profundos ojos oscuros en ella. Hermione no desvió la mirada, todo lo contrario, le observó de forma sugerente mientras se contoneaba provocándolo. Y lo consiguió.
En la mirada femenina, vio una clara invitación a que se acercara y así lo hizo. Si antes estaba algo excitado, ahora sentía la incómoda erección presionando sus pantalones. Sonó otra canción, esta vez más lenta. Llegó hasta ella y una tentadora sonrisa se dibujó en su rostro. La agarró por la cintura a la vez que la giraba y el simple toque contra su piel le tensó. El olor a vainilla de su pelo, le atravesó aumentando el latido de su corazón. Se acercó a su oído y le susurró con voz ronca y sensual:
—Hace tiempo te hice una promesa que no he cumplido todavía.
—No lo recuerdo.
—Te dije que te llevaría a mi casa y suplicarías.
Ella se dio la vuelta y lo miró a la vez que le agarraba del cuello, seguía moviéndose al ritmo lento de la música.
—No será tan fácil —dijo Hermione.
Él no contestó, se limitó a sonreír con una mirada maliciosa y muy seguro de sí mismo, Hermione se inquietó. Si era sincera, no sería la primera vez que se dejaba llevar por sus caricias estando completamente a su merced, pero también le gustaba jugar con él, llevarlo al extremo.
—Lo sé, pero caerás. Te debo una por lo que hiciste el otro día en el gimnasio.
—No lo superarás.
—¿Estás segura?
Harry rozó el lóbulo de la oreja de Hermione haciendo que se estremeciera, deslizó la mano un poco más abajo de la cintura y la presionó contra su erección. Ambos se balanceaban al ritmo de la música. A Hermione le excitó la proximidad contra el fuerte tórax, sentía la tibieza de su piel contra ella. Apoyó una mejilla en su rostro, poco a poco iba explorando el cuerpo con los dedos.
—Sí… estoy segura —murmuró.
—Yo creo que no. Tiemblas cuando pongo mis manos sobre tu cuerpo —bajó la mano a su culo y lo acarició suavemente a la vez que le rozaba el cuello. La cogió de la barbilla y mordió su labio inferior—. Apuesto lo que quieras a que estás mojada.
Saqueó su boca y la absorbió con un beso profundo e íntimo. Hermione gimió, saber que esa noche era de ambos, sin que nada ni nadie los molestase, hacía que se olvidara de todo. Harry se separó:
—Nos vamos.
No le dio tiempo a replicar, la cogió del brazo y la llevó disparada al coche. Apenas hablaron durante todo el trayecto, estaba tenso y muy excitado. Por fin llegaron, aparcó el coche y cuando iba en el ascensor, la embistió empotrándola contra el espejo, la besó salvajemente sin dejar de tocarla y descubriendo cada rincón de su cuerpo. Hermione se sentía completamente aturdida por sus caricias, cuando ella intentaba acariciarle, él le apartaba las manos. Sabía que si él llevaba la iniciativa no podría durar todo lo que quisiera.
Le dio la vuelta y ambos se vieron reflejados en el espejo. Harry observó el rostro femenino, sonrosado y con los labios rojos e hinchados por sus besos. Había dejado un rastro en su mandíbula, en el cuello y en su pecho con su incipiente barba de dos días. Le bajó el tirante y le besó el hombro. Ella echó la cabeza hacia atrás y se apoyó en él. Le metió la mano por la parte superior del vestido alcanzando el pecho, notó que no tenía sujetador.
—Lo siento Hermione, pero te deseo demasiado.
En ese momento apretó el botón de parada del ascensor y se detuvieron.
—Pero si ya estamos llegando a tu apartamento.
—Lo sé, pero no puedo esperar más.
Le subió el vestido por la cintura y observó en el espejo su sexo totalmente depilado, acarició una de las nalgas, era perfecta. Le bajó bruscamente ambos tirantes y aparecieron ante sus ojos la redondez de sus pechos, con los pezones extremadamente excitados. Cogió uno de ellos y lo apretó con destreza haciendo que fuera una deliciosa tortura.
—No, Harry… —gimió—. Aquí no…
Ella miraba hacia el suelo, demasiado excitada y casi sin aliento.
—Sí, voy a follarte en el ascensor, hoy harás lo que yo diga. Todo lo que yo te pida… — murmuró cerca de su oreja—. Mira al espejo Hermione, quiero que veas cómo te hago mía, cómo te penetro a pelo, sin que nada nos separe.
Obedeció y observó cómo él se desabrochaba el pantalón y se bajaba un poco el bóxer liberando su miembro totalmente erguido y preparado. En ese instante sintió como la invadía con su erección, logró agarrase a la barra de metal que estaba justo a la altura de la cintura. Hermione estaba cada vez más perturbada y agitada por lo que veía.
Él la agarraba por la cintura con ambas manos y sin ninguna contemplación comenzó a moverse de forma dura y rápida, las embestidas eran profundas y a Hermione le temblaban las piernas de las excitantes sacudidas que recibía. Creyó que moriría de placer en ese instante. Él jadeaba y ella gemía.
—¿Te gusta lo que ves Hermione?
—Sí… por favor…—murmuró.
—Dime qué quieres.
Ella se quedó callada y él paró.
—No, no pares.
—Dime lo que quieres.
—Haz que me libere.
Volvió a embestirla de nuevo.
—Pídemelo.
—Por favor…
—¿Quieres correrte?
—Sí —jadeó cada vez más fuerte—. Sí, por favor.
—Bien, primera súplica —sonrió—. Quedan unas cuantas más.
Le tocó el clítoris, lo masajeó y le mordió el hombro suavemente. Salió y entró en ella varias veces con un fuerte movimiento de cadera y Hermione gritó con la explosión del orgasmo, Harry la siguió y ambos jadearon extasiados. Salió de ella y sintió el semen cálido bajando por el muslo. Él sacó un pañuelo que tenía en el bolsillo y la limpió. Le bajó la falda y le subió los tirantes por los hombros, le dio la vuelta y la besó dulcemente. Volvió a pulsar el botón y el ascensor volvió a funcionar.
—Esto sólo acaba de empezar —dijo acariciándole el pelo.
Entraron en el apartamento, Hermione dejó el bolso en el sofá. Harry la cogió de la mano y la llevó al dormitorio. Él se tumbó en la cama, mientras ella estaba de pie junto a él. Se quitó la camiseta.
—Desnúdate —ordenó con voz ronca.
Obedeció y se bajó el tirante del vestido sin dejar de mirarlo, Harry se desabrochó el pantalón y agarró su erección, ya estaba excitado de nuevo. La masajeó entre sus dedos y entrecerró los ojos. Vio que se bajaba el otro tirante, y despacio bajó el vestido. Hermione llegó hasta la cadera y contoneándose lo deslizó hasta que lo dejó caer al suelo.
—Ven aquí —dijo él.
Se acercó y apoyó una rodilla en la cama, después la otra. Anduvo como una leona aproximándose a su presa, pero la cogió y le dio la vuelta colocándose encima.
La besó y después volvió a mirarla. Hermione vio que la penetraba con la mirada, pero esta vez era distinto, tenía una expresión en su rostro que no sabía descifrar, estaba serio y concentrado. Ya no la tocaba, podía sentir la erección en el vientre, por lo que seguía excitado, pero seguía serio.
—El otro día por teléfono iba a decirte algo, pero he preferido esperar.
La cabeza de Hermione dio vueltas y la inquietud se instaló en su interior. ¿Sabía lo de Severus? No podía ser, solo le habló una vez de él, por lo que ni se acordaría que existía, o a lo mejor es que ya no quería estar más con ella. Dudaba que fuese eso, se lo estaban pasando muy bien durante toda la noche, no era lógico que ahora le dijese que no quería saber nada, a no ser que fuera a darle un ultimátum para que se quedara con él.
Harry vio algo de nerviosismo en su rostro.
—No te asustes.
Acarició su mejilla con los nudillos, la tocaba con extremada delicadeza. Y de pronto le dijo algo que la estremeció de los pies a la cabeza:
—Te quiero, Hermione.
Se quedó paralizada, y sin pensar, soltó lo primero que se le pasó por la cabeza:
—¡Mierda! —blasfemó a la vez que le apartaba de un empujón y se levantaba de la cama como un vendaval.
—¿Cómo? —Harry se quedó mirándola confundido. Hermione se tocó el pecho, no podía respirar
—. ¿Qué ocurre?
No podía estar pasándole aquello, el aire no llegaba a sus pulmones. El corazón bombeaba demasiado rápido en su pecho.
—Lo siento, yo… tengo que irme.
Harry vio que se ponía rápidamente el vestido e intentaba alejarse a toda prisa.
—¿En serio? ¿Te vas a ir así? No me lo puedo creer.
Hermione vio el dolor en sus ojos, se había abierto a ella, pero lo único que quería era huir, no podía seguir allí. En ese momento, Hermione escuchó una llamada en el móvil que se encontraba en el salón. Fue corriendo hacia allí, era el teléfono de Severus. «Ahora no, por favor, ahora no», pensó nerviosa. No le quedaba otro remedio que coger la llamada, tendría que disimular delante de Harry. Cuando cogió el móvil, vio que tenía una llamada perdida de él. «Lo que faltaba, ahora estará furioso». No lo había oído.
—¿Sí?
—¿Por qué no has cogido el teléfono antes?
—Lo siento, no lo he escuchado.
—Que sea la última vez.
El tono amenazante la puso más nerviosa de lo que ya estaba.
—De acuerdo. No hay novedades —quería colgar cuanto antes.
—¿Dónde estás?
Hermione se dio la vuelta y vio a Harry apoyado en la pared con los brazos cruzados, no dejaba de observarla. No se atrevió a seguir hablando, no podía decirle donde estaba.
—¿Estás con él?
—Sí.
—Te dije que te dejaras ver por tu casa, quiero que estés allí el mayor tiempo posible.
—No puedo estar encerrada todo el día —dijo molesta.
—Oh, sí, claro que puedes, si yo te lo digo lo harás. Deshazte de él y te vas.
—Esta noche no.
—¿Cómo has dicho?
Hermione no podía decir libremente lo que quería, no solo porque Severus podía ir a su casa y meterle dos tiros en la frente, sino también porque Harry estaba allí y cualquier cosa que dijese podría sospechar.
—Lo que has oído, hoy no… solo te pido esta noche.
Hubo silencio en la línea de teléfono. El corazón de Hermione retumbaba violento y tan rápido que creía que iba a explotar. Escuchó que Severus colgaba. No sabía si eso significaba que él estaba de acuerdo o no. No entendía por qué había insistido tanto, tenía pensado irse de allí en cuanto terminase esa conversación. Lo que le había dicho Harry, trastocó todo su interior, necesitaba tomar el aire.
—¿Quién era? —la voz tronó detrás de su espalda.
No se atrevió a darse la vuelta, fue hacia el sillón donde había dejado el bolso, lo cogió a la vez que le contestaba.
—Luna.
Harry se acercó, la agarró de un brazo y la obligó a mirarlo.
—No me mientas Hermione, he escuchado su voz y era un hombre.
—¡Está bien! —gritó zafándose de su mano—. Era un compañero de trabajo.
—¡Soy un gilipollas!, ¿te estás viendo con otro? —se llevó las manos a la cabeza.
—¡No!
—¿Y por qué me has mentido? No lo entiendo.
—Yo…
—¿Te estoy agobiando como tu antiguo novio?
—¡Claro que no!
—Entonces dime, ¿qué ocurre?
Hermione pensó en contárselo, ansiaba hacerlo, desahogarse con él, explicarle que no podía escapar de Draco y de Severus, que quería quedarse todas las noches a su lado, pero por otro lado sabía que si lo hacía no la dejaría salir de allí. La obligaría a quedarse en su casa y eso no se lo podía permitir, Severus no se lo consentiría. Además, podría ponerlo en peligro, más de lo que ya estaba. Se le veía muy enfadado, por lo que no le valdría cualquier explicación. ¿Qué debía hacer?
Ya ya lo se, tenia años sin actualizar, pero ya les traigo un nuevo capitulo, espero lo disfruten.
Bueno me despido de ustedes, gracias para todos los que leen esta historia, me hacen muy feliz.
No se olviden comentar! Se los agradecería muchísimo
Adiosito
